Capítulo 18: Hao
Habían logrado esquivar a Yoh y al resto del grupo, muy difícilmente, pero lo lograron.
Hao iba con Anna recargada en su hombro, con su alma en un profundo sueño, y había varios de sus compañeros acompañándolos en el avión.
Iban rumbo a Norteamérica, donde Hao había conseguido un pequeño sitio muy lindo para descansar en las montañas al norte.
"Ya verás, Anna. Te gustará mucho y no querrás volver a con Yoh jamás", pensaba Hao, jugando con el cabello de Anna.
–Señor Hao, ¿está satisfecho con lo sucedido? –dijo el enanín.
–Claro que sí –hizo una pausa, acomodando a Anna–. ¿Cómo no podría estarlo teniéndola a ella al fin?
El enanín sonrió y se volvió a sentar en su asiento.
"Anna, por fin estás conmigo", pensaba Hao.
"Después de todos los planes que hice, eres mía".
En unas cuantas horas llegaron a Norteamérica y tomaron camión rumbo a las montañas del norte.
Pero antes de tomar el autobús, Hao sintió que Yoh y los otros ya venían en camino (bueno, en avión).
"Son demasiados los que decidieron venir...".
Sentía que iban Yoh, Manta, Len, Lyserg, Chocolove, Ryu, Fausto, Horohoro...
En otras palabras, ¡todos!
"Hasta las cinco fracasadas vienen con ellos".
Hao comunicó que los iban siguiendo, una vez que subieron al autobús, y hubo alarma de miedo general.
–¡¿Y si nos atrapan y acaban con nosotros?! –decía uno.
–¡No! –decían otros varios.
–Oigan, ¿qué no confían en que lograré vencerlos? –dijo Hao.
Se hizo el silencio, y todos trataban de convencerse de que Hao vencería al grupo de Yoh.
"No debí haberles comentado", pensaba Hao con los ojos cerrados, acariciando el cabello de Anna (esta vez acostada sobre sus piernas).
"Son unos gallinas".
No lograrían pasar la barrera del sitio que tenía él en las montañas, él lo sabía.
Nadie era lo suficientemente fuerte como para derrotar a tantos shamanes, y a cierta arma ultra secreta de Hao...
Ellos pagarían por andarlo siguiendo, por intentar quitarle a Anna de sus brazos...
"Estoy enloqueciendo por amor...", pensaba Hao.
"Qué bajo caí... Nada más falta que me entregue a los pies de Anna aunque sepa que me atraparan los otros...", seguía jugando con el cabello de la chica.
"No lo haré", pensó.
Se acordó entonces de todo lo que había pasado la noche y madrugada anteriores, en el hotel cuando aún estaban sin que los descubrieran ni nada.
Vaya recuerdo...
"Vaya, qué besos", casi se ríe Hao al pensar en eso.
"Y pensar que eran los primeros de Anna...".
La miró ahí, con su alma dormida con un hechizo, y volvió a pensar en eso de que ella sería suya para siempre.
"En cuanto lleguemos...".
El autobús los dejó en cierto punto, y continuaron caminando el resto del camino.
Era un lugar hermosísimo, demasiado como para pertenecerle a él (con ese fanatismo por la destrucción).
Prácticamente, era el paraíso en la Tierra (el de después de la muerte); y los llamados paraísos terrenales no eran nada comparados con este...
"Este será nuestro hogar, Annita", pensaba Hao mientras algunos del grupo los iban dejando en las paradas de pequeños campamentos.
"Y viviremos aquí solos. Tú y yo solos".
Y prefería pensar las cosas a decirlas, puesto que era más fácil que ella, con su alma en medio de un sueño, escuchara un pensamiento antes que las palabras dichas...
Total, se quedaron solos a partir de cierto punto, un punto bastante seco, oscuro y frío, a diferencia del resto del sitio.
Y Hao continuó a través de ese desierto con Anna en sus brazos, hasta que llegó a otro punto, el mero centro de todo el terreno que poseía...
Si el otro cacho del sitio no era el paraíso de los muertos, este sí lo era; lo mejor era que estaba rodeado por una tierra que muy pocos iban a querer cruzar si se enteraban qué era lo que habitaba por ahí...
Era un sitio lleno de hermosas plantas y flores, altísimos árboles, y una cascada cristalina viéndose por detrás de una pequeña casita de madera (bastante linda, al igual que el resto del sitio).
Hao continuó caminando hacia la casita por un caminito marcado entre las plantas...
"Pero la belleza de este sitio no se compara con la belleza de la chica que traigo ahora conmigo", pensó Hao.
"Ahora tengo a toda la belleza del mundo en mis manos".
Al llegar al frente de la puerta, ésta se abrió sola y Hao entró con Anna, para que después la puerta se cerrara tras él sola nuevamente.
Era un solo y único cuarto, donde Hao tenía regadas todas sus cosas...
Aunque también había otras cosas que no eran para él, sino para Anna.
"Perfecto".
Dejó a Anna acomodada en un sitio despejado del suelo, para luego hacer el contra-hechizo del hechizo usado para dormir el alma de la chica.
Pero mientras ella se empezaba a mover nuevamente en el suelo, despertándose...
"Creo que si ella viera lo que planeo me mataría", pensó Hao.
"Fui un tonto al quererla despertar...".
Y justo antes de que ella abriera los ojos, volvió a hechizarla para dormirla nuevamente.
"Así está mejor".
Se dedicó a cerrar bien la puerta, cerrar y tapar las únicas dos ventanas de la casita, y a arreglar los tres últimos detallitos...
"No quisiera estar aquí cuando ella despierte...".
Habían logrado esquivar a Yoh y al resto del grupo, muy difícilmente, pero lo lograron.
Hao iba con Anna recargada en su hombro, con su alma en un profundo sueño, y había varios de sus compañeros acompañándolos en el avión.
Iban rumbo a Norteamérica, donde Hao había conseguido un pequeño sitio muy lindo para descansar en las montañas al norte.
"Ya verás, Anna. Te gustará mucho y no querrás volver a con Yoh jamás", pensaba Hao, jugando con el cabello de Anna.
–Señor Hao, ¿está satisfecho con lo sucedido? –dijo el enanín.
–Claro que sí –hizo una pausa, acomodando a Anna–. ¿Cómo no podría estarlo teniéndola a ella al fin?
El enanín sonrió y se volvió a sentar en su asiento.
"Anna, por fin estás conmigo", pensaba Hao.
"Después de todos los planes que hice, eres mía".
En unas cuantas horas llegaron a Norteamérica y tomaron camión rumbo a las montañas del norte.
Pero antes de tomar el autobús, Hao sintió que Yoh y los otros ya venían en camino (bueno, en avión).
"Son demasiados los que decidieron venir...".
Sentía que iban Yoh, Manta, Len, Lyserg, Chocolove, Ryu, Fausto, Horohoro...
En otras palabras, ¡todos!
"Hasta las cinco fracasadas vienen con ellos".
Hao comunicó que los iban siguiendo, una vez que subieron al autobús, y hubo alarma de miedo general.
–¡¿Y si nos atrapan y acaban con nosotros?! –decía uno.
–¡No! –decían otros varios.
–Oigan, ¿qué no confían en que lograré vencerlos? –dijo Hao.
Se hizo el silencio, y todos trataban de convencerse de que Hao vencería al grupo de Yoh.
"No debí haberles comentado", pensaba Hao con los ojos cerrados, acariciando el cabello de Anna (esta vez acostada sobre sus piernas).
"Son unos gallinas".
No lograrían pasar la barrera del sitio que tenía él en las montañas, él lo sabía.
Nadie era lo suficientemente fuerte como para derrotar a tantos shamanes, y a cierta arma ultra secreta de Hao...
Ellos pagarían por andarlo siguiendo, por intentar quitarle a Anna de sus brazos...
"Estoy enloqueciendo por amor...", pensaba Hao.
"Qué bajo caí... Nada más falta que me entregue a los pies de Anna aunque sepa que me atraparan los otros...", seguía jugando con el cabello de la chica.
"No lo haré", pensó.
Se acordó entonces de todo lo que había pasado la noche y madrugada anteriores, en el hotel cuando aún estaban sin que los descubrieran ni nada.
Vaya recuerdo...
"Vaya, qué besos", casi se ríe Hao al pensar en eso.
"Y pensar que eran los primeros de Anna...".
La miró ahí, con su alma dormida con un hechizo, y volvió a pensar en eso de que ella sería suya para siempre.
"En cuanto lleguemos...".
El autobús los dejó en cierto punto, y continuaron caminando el resto del camino.
Era un lugar hermosísimo, demasiado como para pertenecerle a él (con ese fanatismo por la destrucción).
Prácticamente, era el paraíso en la Tierra (el de después de la muerte); y los llamados paraísos terrenales no eran nada comparados con este...
"Este será nuestro hogar, Annita", pensaba Hao mientras algunos del grupo los iban dejando en las paradas de pequeños campamentos.
"Y viviremos aquí solos. Tú y yo solos".
Y prefería pensar las cosas a decirlas, puesto que era más fácil que ella, con su alma en medio de un sueño, escuchara un pensamiento antes que las palabras dichas...
Total, se quedaron solos a partir de cierto punto, un punto bastante seco, oscuro y frío, a diferencia del resto del sitio.
Y Hao continuó a través de ese desierto con Anna en sus brazos, hasta que llegó a otro punto, el mero centro de todo el terreno que poseía...
Si el otro cacho del sitio no era el paraíso de los muertos, este sí lo era; lo mejor era que estaba rodeado por una tierra que muy pocos iban a querer cruzar si se enteraban qué era lo que habitaba por ahí...
Era un sitio lleno de hermosas plantas y flores, altísimos árboles, y una cascada cristalina viéndose por detrás de una pequeña casita de madera (bastante linda, al igual que el resto del sitio).
Hao continuó caminando hacia la casita por un caminito marcado entre las plantas...
"Pero la belleza de este sitio no se compara con la belleza de la chica que traigo ahora conmigo", pensó Hao.
"Ahora tengo a toda la belleza del mundo en mis manos".
Al llegar al frente de la puerta, ésta se abrió sola y Hao entró con Anna, para que después la puerta se cerrara tras él sola nuevamente.
Era un solo y único cuarto, donde Hao tenía regadas todas sus cosas...
Aunque también había otras cosas que no eran para él, sino para Anna.
"Perfecto".
Dejó a Anna acomodada en un sitio despejado del suelo, para luego hacer el contra-hechizo del hechizo usado para dormir el alma de la chica.
Pero mientras ella se empezaba a mover nuevamente en el suelo, despertándose...
"Creo que si ella viera lo que planeo me mataría", pensó Hao.
"Fui un tonto al quererla despertar...".
Y justo antes de que ella abriera los ojos, volvió a hechizarla para dormirla nuevamente.
"Así está mejor".
Se dedicó a cerrar bien la puerta, cerrar y tapar las únicas dos ventanas de la casita, y a arreglar los tres últimos detallitos...
"No quisiera estar aquí cuando ella despierte...".
