Capítulo 20: Anna
Anna se despertó al día siguiente en el suelo de madera de la casita de Hao, completamente sola, y...
"¿Y mi vestido?", pensó Anna.
Se levantó ligeramente, apoyándose en sus codos, para ver la habitación y buscar sus cosas.
"¿Dónde están?", pensaba Anna, cada segundo más desesperada.
Decidió levantarse, aprovechándose del hecho de que todas las ventanas estaban cerradas y tapadas, y la puerta totalmente cerrada con varios seguros.
No encontró ni su vestido, ni sus zapatos, y mucho menos sus accesorios (la mayoría de ellos valiosos...).
Pero, en cambio, encontró un vestido colgado al lado de una de las dos ventanas, y parecía del tipo de vestidos que usarían las chicas de la Aldea de los Apaches...
"Esto obviamente lo consiguió Hao...", pensó Anna, cogiendo el vestido.
"Y se ve que quería que me pusiera esto; ¡desapareció mis cosas!", pensaba mientras se vestía.
"¡Está condenado!".
Se dirigió hacia la puerta y fue abriendo los seguros con cuidado para que no hicieran ruido y alertaran a Hao en caso de que estuviese cerca.
Finalmente logró abrir la puerta y salir.
–¿Qué es este lugar? –dijo Anna en voz alta sin darse cuenta, sorprendida por la hermosura del sitio que la rodeaba.
–Es el hogar que he conseguido para vivir contigo, Anna –dijo Hao cogiéndola por los hombros.
Hao le dio tal susto a Anna que ella se volteó para golpearlo, pero él la detuvo.
–¿Qué? ¿Te asusté, Annita? –dijo Hao medio burlonamente, pero al ver la expresión en el rostro de la chica agregó–. Lo siento...
–¿Por qué me trajiste aquí? ¿Dónde están todas mis cosas? –y al ver que Hao no le respondía, Anna dijo (gritó)–. ¡Respóndeme!
–Te traje aquí para que... pues... te quedaras conmigo –dijo Hao.
"Vaya, no es más genial que Yoh en estas cosas...", pensó Anna.
"Pero... ¡vaya, qué besos!", Anna se mordió los labios recordando aquello.
"¡Ay, por Dios, Anna, ¿en qué estás pensando?!", se regañó.
–Y tus cosas las escondí bien en la casa porque no quería que te volvieras a poner ese vestido... –seguía diciendo Hao–. No es que no me haya gustado, me encantó... Pero quería verte, más bien, con el vestido que traes ahora...
–Ah... –dijo Anna, incapaz de decir otra cosa.
Hao le sonreía ahora, pero después se puso a rodearla, observándola con aquel vestido; lo que siguió fue otra sonrisa...
"En algún punto de la historia de la humanidad, Hao tuvo que haber nacido siendo buitre...", pensó Anna, y se le escapó una risita.
–¿Qui pensando, Annita? –le dijo Hao, imitando la voz de un niño curioso.
–Nada, nada... –dijo Anna.
Después de eso se salió del caminito que dirigía a la casita y se sentó entre las plantas y flores.
Hao sólo se dedicó a observarla.
–¿Te gusta el sitio, Anna? –dijo Hao.
–Pues... no está mal –dijo Anna.
–Y... este... ¿quieres hacer algo en especial?
"Y Hao Asakura baja dos puntos en mi escala por falta de imaginación y romanticismo...", pensó Anna.
"¿Y éste es el chico que me estaba besando tan... tan... ¡bueno, lo que sea!... en el cuarto del hotel?".
–¿Hay algo para desayunar, acaso? –dijo Anna.
Hao se salió también del caminito para sentarse al lado de Anna.
–Pídeme lo que quieras, y lo cumpliré –le dijo Hao.
–¿Qué no me oíste? –le dijo Anna–. Pedí algo de comer.
–Hum... comida... hum... –dijo Hao, a manera de provocar a Anna para que se enojara–. Déjame ver... hum...
"¡Me está haciendo enojar!", pensó Anna.
"Y eso es lo que quiere hacer...".
–Ok –dijo Hao poniéndose de pie nuevamente–. Vuelvo.
"¿Adónde va?".
Después de unos cuantos minutos, Hao volvió.
–Ordena lo que desees ahora –le dijo Hao sentándose junto a ella de nuevo.
"¿Ah?".
–Bueno, quisiera...
Y dictó toda la lista de comida que quería.
–¡Ya oyeron! –gritó Hao hacia donde estaba la tierra oscura que habían pasado.
Y enfrente de Anna empezó a aparecerse todo lo que ella había pedido.
–Pero... ¿cómo hiciste eso? –dijo Anna, volteando a ver a Hao, que la estaba viendo mientras le sonreía.
–No lo hice yo, sino los espíritus que tengo atrapados en aquella zona –dijo Hao, señalándole el sitio oscuro.
–¿Espíritus? ¿De qué?
–No sé exactamente, pero están ahí –dijo Hao–. Y cuando estuve con ellos la primera vez, me dijeron que me cumplirían todo lo que les pidiera... –se acostó sobre la hierba viendo al cielo–. Y ahora también están a tu servicio, porque les dije que te cumplieran lo que pidieras... –volteó a verla, y dijo–. ¿Vas a comer o no?
–Ah... sí, sí, ya voy –dijo Anna.
"Exigente".
Después de la comida, Hao le dio un mini tour por el pequeño sitio, evitando que echara muchas miraditas o se acercara a la zona donde habitaban aquellos misteriosos espíritus.
"¿Por qué evita que los vea?".
Y al llegar a la cascadita cristalina, Hao se puso a jugar con Anna; al final, estaban más empapados que nunca en su vida.
Al llegar la noche, regresaron a la casita haciéndose cada uno un espacio en el suelo para dormirse (todavía estaba muy desordenado).
Mientras Hao dormía al lado de Anna, ella pensaba.
"¿Por qué será que empiezo a sentir que no quiero volver a casa?".
Anna se despertó al día siguiente en el suelo de madera de la casita de Hao, completamente sola, y...
"¿Y mi vestido?", pensó Anna.
Se levantó ligeramente, apoyándose en sus codos, para ver la habitación y buscar sus cosas.
"¿Dónde están?", pensaba Anna, cada segundo más desesperada.
Decidió levantarse, aprovechándose del hecho de que todas las ventanas estaban cerradas y tapadas, y la puerta totalmente cerrada con varios seguros.
No encontró ni su vestido, ni sus zapatos, y mucho menos sus accesorios (la mayoría de ellos valiosos...).
Pero, en cambio, encontró un vestido colgado al lado de una de las dos ventanas, y parecía del tipo de vestidos que usarían las chicas de la Aldea de los Apaches...
"Esto obviamente lo consiguió Hao...", pensó Anna, cogiendo el vestido.
"Y se ve que quería que me pusiera esto; ¡desapareció mis cosas!", pensaba mientras se vestía.
"¡Está condenado!".
Se dirigió hacia la puerta y fue abriendo los seguros con cuidado para que no hicieran ruido y alertaran a Hao en caso de que estuviese cerca.
Finalmente logró abrir la puerta y salir.
–¿Qué es este lugar? –dijo Anna en voz alta sin darse cuenta, sorprendida por la hermosura del sitio que la rodeaba.
–Es el hogar que he conseguido para vivir contigo, Anna –dijo Hao cogiéndola por los hombros.
Hao le dio tal susto a Anna que ella se volteó para golpearlo, pero él la detuvo.
–¿Qué? ¿Te asusté, Annita? –dijo Hao medio burlonamente, pero al ver la expresión en el rostro de la chica agregó–. Lo siento...
–¿Por qué me trajiste aquí? ¿Dónde están todas mis cosas? –y al ver que Hao no le respondía, Anna dijo (gritó)–. ¡Respóndeme!
–Te traje aquí para que... pues... te quedaras conmigo –dijo Hao.
"Vaya, no es más genial que Yoh en estas cosas...", pensó Anna.
"Pero... ¡vaya, qué besos!", Anna se mordió los labios recordando aquello.
"¡Ay, por Dios, Anna, ¿en qué estás pensando?!", se regañó.
–Y tus cosas las escondí bien en la casa porque no quería que te volvieras a poner ese vestido... –seguía diciendo Hao–. No es que no me haya gustado, me encantó... Pero quería verte, más bien, con el vestido que traes ahora...
–Ah... –dijo Anna, incapaz de decir otra cosa.
Hao le sonreía ahora, pero después se puso a rodearla, observándola con aquel vestido; lo que siguió fue otra sonrisa...
"En algún punto de la historia de la humanidad, Hao tuvo que haber nacido siendo buitre...", pensó Anna, y se le escapó una risita.
–¿Qui pensando, Annita? –le dijo Hao, imitando la voz de un niño curioso.
–Nada, nada... –dijo Anna.
Después de eso se salió del caminito que dirigía a la casita y se sentó entre las plantas y flores.
Hao sólo se dedicó a observarla.
–¿Te gusta el sitio, Anna? –dijo Hao.
–Pues... no está mal –dijo Anna.
–Y... este... ¿quieres hacer algo en especial?
"Y Hao Asakura baja dos puntos en mi escala por falta de imaginación y romanticismo...", pensó Anna.
"¿Y éste es el chico que me estaba besando tan... tan... ¡bueno, lo que sea!... en el cuarto del hotel?".
–¿Hay algo para desayunar, acaso? –dijo Anna.
Hao se salió también del caminito para sentarse al lado de Anna.
–Pídeme lo que quieras, y lo cumpliré –le dijo Hao.
–¿Qué no me oíste? –le dijo Anna–. Pedí algo de comer.
–Hum... comida... hum... –dijo Hao, a manera de provocar a Anna para que se enojara–. Déjame ver... hum...
"¡Me está haciendo enojar!", pensó Anna.
"Y eso es lo que quiere hacer...".
–Ok –dijo Hao poniéndose de pie nuevamente–. Vuelvo.
"¿Adónde va?".
Después de unos cuantos minutos, Hao volvió.
–Ordena lo que desees ahora –le dijo Hao sentándose junto a ella de nuevo.
"¿Ah?".
–Bueno, quisiera...
Y dictó toda la lista de comida que quería.
–¡Ya oyeron! –gritó Hao hacia donde estaba la tierra oscura que habían pasado.
Y enfrente de Anna empezó a aparecerse todo lo que ella había pedido.
–Pero... ¿cómo hiciste eso? –dijo Anna, volteando a ver a Hao, que la estaba viendo mientras le sonreía.
–No lo hice yo, sino los espíritus que tengo atrapados en aquella zona –dijo Hao, señalándole el sitio oscuro.
–¿Espíritus? ¿De qué?
–No sé exactamente, pero están ahí –dijo Hao–. Y cuando estuve con ellos la primera vez, me dijeron que me cumplirían todo lo que les pidiera... –se acostó sobre la hierba viendo al cielo–. Y ahora también están a tu servicio, porque les dije que te cumplieran lo que pidieras... –volteó a verla, y dijo–. ¿Vas a comer o no?
–Ah... sí, sí, ya voy –dijo Anna.
"Exigente".
Después de la comida, Hao le dio un mini tour por el pequeño sitio, evitando que echara muchas miraditas o se acercara a la zona donde habitaban aquellos misteriosos espíritus.
"¿Por qué evita que los vea?".
Y al llegar a la cascadita cristalina, Hao se puso a jugar con Anna; al final, estaban más empapados que nunca en su vida.
Al llegar la noche, regresaron a la casita haciéndose cada uno un espacio en el suelo para dormirse (todavía estaba muy desordenado).
Mientras Hao dormía al lado de Anna, ella pensaba.
"¿Por qué será que empiezo a sentir que no quiero volver a casa?".
