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Capitulo 6: Visiones en Gaea.
La brisa nocturna aún se mantenía en el aire sobre toda Gaea celebrando por que la nueva reina de Fanelia había sido escogida... una reina muy hermosa, una reina de la luna fantasma... en el cielo infinito el maravilloso astro brillaba intensamente, liberando un brillo plateado que hacía cobrar vida a la naturaleza faneliana junto con la brisa de la noche meciendo todo aquello que pudiera moverse. Las fieles damas de compañía... las estrellas, bañaban el manto negro del cielo de toda Gaea dándole un destello a cada parte del manto sin opacar a los astros de Gaea...
En el jardín del castillo todo era tranquilo, y esa tranquilidad tan hermosa solo fue interrumpida por un suspiro... un largo suspiro de cansancio. La hermosa felina de la corte de Fanelia estaba sentada en una banca del jardín, uno de los tantos jardines pero que a diferencia de los demás este jardín conducía directamente a los establos, se podían ver desde el jardín los grandes establos del castillo por que estaban al final de un largo camino de piedra que se perdía en alguna vuelta bañada por los árboles... el relincho de los caballos que ahora se establecían ahí demostraban que estaba cerca.
La felina elevó sus ojos y miro hacia el camino que conducía al establo, sonrió disfrutando de la maravillosa compañía de ellos, de los magníficos corceles del reino en donde ella vivía... Respiro un poco sintiendo bañar su rostro por la brisa nocturna, estaba agotada de tanto baile dentro de la fiesta, había salido un rato a disfrutar de la paz y tranquilidad que podía ofrecerle el castillo donde ella vivía. Se estiró un poco en la banca y miro a la luna plateada, la luna fantasma como bañaba sus alrededores con su brillo.
Merle sonrió un poco en su lugar: - Qué refrescante fue haber venido, espero que el amo Van no note mi ausencia unos segundos.
-De seguro lo hará, una felina tan hermosa como tu se distingue entre todas– había dicho una voz en su hombro junto a su oído.
Merle se giró bruscamente y miro sorprendida a un Leo que le sonreía sin pena: - ¿Y tu que haces aquí?
Leo mirándola salto sobre el banco para aterrizar sentado a su lado: - Nada, es solo que mi pareja de baile parece que se la trago la tierra y vine a buscar a otra felina para divertirme.
Merle enojada le dijo: - ¡¿Cómo?!
Leo rió: - No te enojes, pero lo de mi pareja es verdad, se me escapo entre mis manos.
Merle lo miro sorprendida: - Te dije que vendría aquí, necesitaba refrescarme.
Leo se acomodo mejor en la banca y miro a Merle fijamente, haciendo que la felina se pusiera un poco nerviosa: - Ya lo sé, me lo aclaraste dos veces pero como eres mi pareja me pareció correcto venir a acompañarte...
Merle media indignada con un dejo en su voz le dijo: - ¿Solo por que eres mi pareja vienes a hacerme compañía? – bajo su vista, no sabía por que pero en su interior un sentimiento de tristeza la inundo... en realidad ella sabía perfectamente por que ese sentimiento se había apoderado de su cuerpo y su corazón...
Leo observó su reacción y se preocupo: - ¿Sucede algo?... – Merle sintió como él con su mano elevaba su rostro hasta que quedo, sobre la misma línea visual, sus ojos y los de él. Se miraron unos segundos hasta que la sonrisa de él hizo que apareciera sobre su rostro un leve sonrojo - ¿sabes algo? Yo vine acá con vos... no por que seas mi pareja de baile... estaba preocupado por vos, y por eso vine – dijo finalizando las dudas de ella... pero no la soltó, algo dentro de él se lo impedía... ¿pero que era?... ella estaba ahí aún viéndolo, esperando una acción que le dijera que el tiempo no se había detenido.
Merle tenía un sonrojo sobre las mejillas de ella, la hermosa felina se quedó estática ante los ojos miel de su compañero que la estaban incomodando con cada segundo que pasaba, con cada brisa que sentía sobre su piel...
El rostro de Leo estaba bañado por los rayos de la noche, dejando ver su porte tan masculino y los hermosos ojos que poseía... miel de abejas recién sacada del panal, un cuerpo bien formado, una sonrisa seductora y llena de alegría ... ¡NO! No podía pensar eso del ser que estaba delante de ella... no... no... ¿qué le estaba pasando a la felina de Fanelia?... se dejo llevar, era tibio el toque de la mano de él contra su piel..., pero luego tomó un poco de voluntad y dijo: - Leo... – lo llamo, ahora él la estaba soltando, y se volvía a su anterior lugar. No se movieron, no se dijeron palabras, simplemente se quedaron ahí cada uno en una parte de la banca admirando la brisa fresca, el brillo de la noches, la compañía mutua...
Merle de pronto movió sus orejas un poco de adelante para atrás, abriendo los ojos un poco como si sintiera que alguien se acercara... como si oyera que alguien se acercaba. Se levanto de la banca mientras un sonido de cascos resonaba detrás de donde ellos dos estaban, Leo la observo sin moverse con sus ojos, la brisa sopló meciendo los árboles y una lluvia de hojas cayo sobre el jardín, en las sombras cada vez se proyectaba un figura humana que dejaba escuchar su tranquilo caminar en el largo camino hacia las caballerizas...
Merle que miraba a la sombra andante pregunto dudosa: - ¿Quién esta ahí? – dijo mientras Leo se levantaba parándose detrás de ella... ¿protectoramente?
La sombra cada vez se hacía más clara, aún en la oscuridad pero hasta ese entonces solo una sonrisa blanca llena de astucia y alegría mezcladas surgió entre las sombras del jardín. De pronto y ante los jóvenes Leo y Merle la sombra se detuvo mostrándose bajo la luz plateada de la luna fantasma como un joven de largos cabellos, negros como la noche... y ojos de un azul intenso que podían pasar como un mar profundo.
Era un joven atractivo de un excelente porte, ojos misteriosos, mirar astuto, sonrisa silenciosa y un cabello lacio que se mecía ahora con la brisa nocturna. No se movía y Leo solo lo miraba desconfiado mirándolo de arriba abajo preparado para cualquier movimiento brusco, algo dentro de él... no lo dejaba bajar la guardia delante de ese muchacho.
El joven sonreía aún mientras que ambos fanelianos solo lo miraban, bajo una noche que prometía sorpresas y emociones... que ya habían empezado.
Aquel atractivo joven vestía elegantemente, una armadura sencilla pero que denotaba cuidado y sobre todo protección para aquel que la usase... su dueño... Para sorpresa de Merle y Leo hizo una inclinación respetuosa mientras sus ojos se perdían tras su mata de cabello largo, un cabello oscuro como las tinieblas.
Se levanto de nuevo orgulloso, como si todo el tiempo se detuviera a su voluntad. Sonrió aún más sin dejar ver sus hermosos ojos y su misterioso mirar: - Buenas noches, Leo. – una brisa pasó entre ellos – y buenas noches a usted señorita Merle.
Leo la miro de pronto bajando su vista apresuradamente como llamándola visualmente paras que le respondiera mentalmente varias preguntas que rondaban su cabeza. Merle sonrió a su compañero de ojos miel y se giró al joven frente a ella, entonces pudo admirar los maravillosos ojos azules que tenía: - Buenas noches Nicolás...
Nicolás sonrió disfrutando del ambiente, hasta que por fin suspiro meditando que Leo sería un estorbo en especial con la mirada tan rara que tenía. Dejo de mirarlo y volvió su vista a la joven felina, realmente una hermosa joven pensó. Dijo entonces como respuesta: - Veo que a usted señorita como a mí nos gustan los paseos bajo la luna.
Listo pensó Leo, se mantenía tranquilo en su lugar externamente... pero en su interior algo debatía entre quedarse quieto o llevarse a Merle aunque sea a rastras lejos de ese...
Merle solo estaba ahí, no era tan inocente como Hitomi: - Dudo que hayamos salido con los mismos fines a este jardín.
Nicolás se acerco y se quedo a escasos metros de la pareja faneliana: - Acierta señorita Merle, pero después de todo hemos tenido la misma idea... disfrutar de este maravilloso lugar.
Merle algo cortante dijo: - Si usted lo dice...
Nicolás sonrió siniestramente: - Me siento lastimado ante sus palabras – acercó su mano a la empuñadura de su espada – pero por ahora solo deseo una batalla contra ¡LEO! – desenvaino su espada corriendo contra el cuerpo de Leo. En un acto reflejo el joven de ojos miel agarro del brazo a Merle y la arrojó contra la suave hierva del jardín terminando acostada boca abajo. La felina estaba aturdida en el suelo mientras su conciencia regresaba a su cuerpo, respiro profundamente y para cuando analizo en su mente todo abrió los ojos y elevó su mirada a los dos espadachines que mantenían con todas sus fuerzas unidas sus fieles compañeras... sus espadas...
Merle: - ¡LEO! – gritó tratando de decirle con su nombre que ella estaba bien, que no se diera por vencida y que derrotara aquel que había llegado a buscar pelea. El espadachín de ojos miel por suerte había reaccionado rápidamente, apartando a Merle del camino de la pelea y desenvainando su espada derecha contra la espada de su oponente de ojos azules.
Las espadas temblaban por toda la fuerza que ellos las mantenían unidas tratando de que su oponente flaquera para aprovechar el momento y atacarlo con todas las energías posibles. Pero ninguno daba muestra de debilidad... un empujón entre ambas espadas y se separaron opuestamente, sus pies levantaron un poco el polvo del suelo y con gran energía ambos volvieron a embestirse con gran fuerza. Las chispas salían volando sin piedad, y las espadas obedecían fielmente a sus amos tratando de destruir a su plateada oponente. La brisa apenas se sentía en el ambiente moviendo en aquel gigante jardín las plantas que dejaron liberar las hojas, la luz de la luna plateada se transformó en un faro para aquellos peleadores... esta lucha no daría tregua...
Leo chocó contra la espada de Nicolás, pero luego la levanto sobre su cabeza para detener un ataque de su oponente. La lucha estaba dándose entre dos espadachines muy capacitados: - ¿Por qué?
Nicolás sonrió siniestramente, sus ojos azules liberaron un brillo de alegría: - Solamente por que yo lo deseo...
Leo sonrió con esa sonrisa que él era único de formar en sus labios: - Nadie quiere luchar solo por que lo desea...
Nicolás se separó y enfrente de Leo dijo manteniendo su guardia y espada listas: - Él deseo es algo que nadie puede conocer... nadie... el deseo surge en el corazón de las personas y se puede ver en la mirada – corrió con fuerza y junto su espada con la de él – el deseo... – dijo mirándolo a los ojos y susurrando – se ve en la mirada, una mirada como la mía al pelear o una mirada como la tuya... – Leo abrió los ojos lo máximo sorprendido por lo que su oponente decía sonriendo cínicamente – no te sorprendas Leo, tu mirada solo demuestra deseo cada vez que alguien esta cerca de ti... – y en un empujón con fuerza derribo a Leo contra el suelo.
Leo no soltó su espada y la tomó con más fuerza, ese golpe lo tomó por sorpresa pero más sorpresivo fue lo que él le dijo... no sabía que pensar, no sabía que sentir, no sabía nada: - No pienso rendirme...
Nicolás: - Es lo menos que esperaba de ti
Leo se levantó con un ágil movimiento y ya estaba en la lucha nuevamente, él lucharía hasta que sus ultimas fuerzas lo abandonara. Sus ojos miel brillaron con energía sintiendo que la pelea traspasaba sus sentidos y lo atrapada, dejando en ella todo su esfuerzo. Un choque aquí... un choque por allá... las chispas brillaban en la noche mientras la felina sentía su mundo caerse con nerviosismo y temor por el joven primo de su amo Van.
Sus cabellos apenas se movieron con la brisa y sus ojos no se movían de cada movimiento, estaría ahí hasta que Leo dejará de pelear y nada la llevaría a irse lejos de ese lugar. Quería quedarse para alentarlo, sabía que no lo podía ayudar físicamente, pero espiritualmente lo apoyaría con su presencia.
Merle susurro perdida en la pelea de espadachines: - Por favor Leo... ten mucho cuidado...
Leo estiró su espada tratando de arremeter contra Nicolás pero este estaba listo y logró frenarlo a tiempo, sus largos cabellos atados se movieron con su cuerpo y su mirar azul intenso brillo en la oscuridad trayendo a su mente una salida rápida a la pelea. Sonrió y levantó la espada para tratar de atacar por arriba de Leo pero él... él joven de ojos miel sabía su ataque y detuvo la espada de su contrincante, no sabía que algo había fallado en ese movimiento... una mano sola sostenía la espada... solo una...
Y ahí el joven faneliano sintió como el frío del metal traspasaba su cuerpo, sus entrañas, dejando solamente que un liquido rojo fluyera sobre sus ropas. Merle se cubrió la boca aterrada, vio cada movimiento y su grito calló en su garganta, sin poder escapar de sus labios.
Leo abrió los ojos mientras el metal salía de su cuerpo, muy frío se sintió y al instante ese frío fue reemplazado por el calor de su sangre... de una herida en su cuerpo. Bajo sus ojos miel y se topó con los ojos azules de su oponente y su sonrisa casi ridícula de alegría en su boca, bajo más la vista y con la mano libre que tenía tapó su herida en su cuerpo, Nicolás estaba cerca y esta no la cobraría barata...
Él joven general de Sebastián lo veía satisfecho de poder haber lastimado a Leo, lo miro sonriendo de orgullo pero luego algo lo asusto... una sonrisa en los labios del primo del rey Van se formó, una sonrisa ¿contenta?... No tubo tiempo a reaccionar, no tuvo tiempo a preguntar, no tuvo tiempo a mover sus reflejos por que una espada se hundía en su pierna, el metal filoso de la espada de su contrincante. Bajo la vista y vio a Leo lentamente caer al suelo mientras sus ojos miraban aterrado la primera herida que había tenido, una herida que dejaba fluir un líquido carmín. Solamente lo conocía por que brotaba de sus oponentes y no de él... nadie lo había lastimado tan profundamente como el hombre que yacía tirado en el suelo frente a él. Su traje negro de soldado ahora se manchaba cada vez más con sangre...
Nicolás miró con desprecio y a la vez admiración al joven de ojos miel: - Lo has hecho bien... siéntete orgulloso Leo, por que fuiste el primero en lastimarme tan profundamente, el primero y él ultimo...
Leo tenía una mirada aturdida y casi perdida, su sangre tan roja e intensa que brillaba ante la luna se comenzaba a filtrar por su herida y caer en el suelo, su mano estaba manchada de igual forma, pero para la sorpresa de todos su sonrisa no se borraba de sus labios: - Solo fue un error mío...
Nicolás se dio la vuelta: - Y eso solo basta para perder la vida... – de pronto miro de soslayo a la felina que al sentir su mirada lo miro con sus ojos llenos de rabia y enojo... sus pelos se erizaron y él simplemente la miró de costado – Y tu... no pienses hablar de este encuentro, o la pagaras peor que él – dijo mirando a Leo, Merle sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo... tenia miedo.
Leo: - Será la ultima vez que me lastimes de esta forma...
Nicolás sonrió: - Presumido...
Leo aún tenía su sonrisa, el joven primo de Van Fanel miró por ultima vez a su oponente: - Desde siempre... - a su lado llegaba una felina con unos ojos preocupados, aterrados sin poder creer lo que veía.
Nicolás levantó su mano izquierda ante sus ojos azules mientras se perdía en la oscuridad del jardín, admiraba su segunda compañera... una espada pequeña y de liviano peso, lo suficientemente rápida para terminar bebiendo un poco de la sangre de un oponente bueno como él de esta noche. Ahora estaba bañada en sangre carmesí, su mano también...
Siguió caminando y así como llegó se perdió en medio de toda la oscuridad que la luna de ilusiones no podía espantar con su brillante luz.
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Las luces aún no apagaban en el salón del castillo, y en medio de la pista de baile donde la orquesta dirigía toda su música... la joven de la luna fantasma estaba tomada de la mano con el rey de toda Fanelia, Van Fanel... estaba bailando a su lado perdida en la maravillosa mirada ardiente de su acompañante de baile. Ambos estaban danzando al son de la melodiosa noche sonriéndose irradiando una brillante luz de felicidad. Todos a su alrededor portaban sus mejores gasas en vestidos y trajes por esa noche la reina de Fanelia había sido escogida.
Van sostenía por la cintura a su prometida de ojos esmeraldas mientras hablaban de pequeños temas sin importancia pero que hacían que entre ellos las risas fluyeran como agua de cascada, no tenían prisa por que esa noche el tiempo se había detenido. Hitomi, ahora la prometida del rey de Fanelia portaba las joyas sagradas, solo la futura reina de Fanelia podía usar con orgullo esas prendas brillantes que la marcaban como la protegida de la corona faneliana. Un collar dorado brillante como el sol, dos brazaletes de oro y rubí peleándose entre esas piedras preciosas solamente por ver quien resaltaba más, y él ultimo toque que llevaba era un anillo de igual delicadeza, dorado y una piedra roja como llamas ardientes...
Hitomi: - Me he llevado una gran sorpresa Van esta noche.
Van se acerco un poco más al cuerpo de su prometida a medida que la música tan alegre se transformaba en una melodía suave, dulce y tranquila llenando cada perdido rincón e inundando los corazones de los danzantes, cada pareja se junto más uniéndose en un apacible balanceo de sus cuerpos. El rey de Fanelia tenía un pequeño sonrojo, leve, pero indudablemente lo transformaba en un ser muy tierno ante los ojos esmeralda, se fue acercando hasta perderse en la cabellera de Hitomi, olvidando penas y disfrutando del contacto que se formaba entre ellos: - Yo he disfrutado de la mayor de las sorpresas.
Hitomi se asombró ante ese comentario y dijo con su rostro apoyado en el cuerpo de Van, no se movió: - ¿Y a que se debe esa sorpresa?
Van sonrió aspirando el suave aroma que los cabellos de ella liberaban, una delicia interna lo atrapó: - No adivinas... – Hitomi negó con la cabeza sin decir palabra alguna – que hayas aceptado ser mi prometida – Hitomi sonrió y se dejo llevar por la música y el cuerpo de él – mi reina... mi esposa... mi amante... la madre de mis hijos...
Hitomi abrió los ojos: - ¿Cómo? – dijo elevando su rostro para atrapar la sonrisa tranquila de Van y descubrir el sonrojo sobre sus mejillas masculinas.
Van estaba ahí danzando a su lado y dijo susurrándole: - Quiero que seas la madre de mis hijos... quiero tener un hijo contigo Hitomi, la unión de nosotros dos... – Hitomi no supo que decir pero algo dentro de ella daba un salto de alegría a la vez que la vergüenza dentro de ella poco a poco la envolvía. Solo pudo hacer una cosa... estrecharse más al cuerpo de su ángel de ojos rojos. La melodía se detuvo lentamente y los danzantes detuvieron sus pasos para mirar a la orquesta y bañarla en una serie de aplausos estrepitosos.
Hitomi sonrió: - Han tocado de maravilla – decía aplaudiendo. Pero algo detuvo su atención desviándola hacia Van que miraba preocupado a un punto dentro del salón, la puerta de entrada. Su vista estaba compuesta por diferentes sentimientos que parecían no saber en que orden sobresalir en su mirar, todo mezclado... dudas... todo rondaba su mirada y no pudo evitar querer compartir lo que él pensaba, cambio sus ojos esmeraldas de él a la enorme entrada del salón y vio a dos guardias entablar una conversación que a sus ojos aparentaban seriedad exclusiva. De pronto uno de ellos se acerco a un hombre bastante bien vestido que parecía ocultar una pequeña armadura y cargaba una larga y fina espada, asintió al caballero y se encamino entre la masa de gente precisamente... hacia ellos...
El hombre caminaba a paso decidido con la idea de hablar con su joven acompañante de ojos rojo. De pronto no supo que paso, imágenes muy rápidas pasaron por su mente, dos espadas en un choque juntándose... una luna fantasma en lo alto... tres cuerpos... uno en el suelo. No se movió simplemente veía todo atentamente como una observadora pero sin comprender... uno de los cuerpos se giró a ella y clavó sus ojos azul intenso sobre Hitomi, un escalofrío la recorrió por completo sin dejar de pensar si aquel chico sabría que ella lo observaba. No pudo resistirse y retrocedió, sus ojos azules aún la miraba y notó como sus largos cabellos negros se movían con una brisa... la oscuridad se tragó todo a su alrededor salvó a ellos dos...
-Mira lo que mi poder puede hacer... admira la destrucción de tus amigos... - decía mientras desenvainaba su espada y un brillo plateado cubría su espada fina – señorita, pronto la oscuridad cubrirá Gaea y solo los elegidos sobreviviremos para ver un nuevo día.
Hitomi: - ¿Qué buscas?
-Solo hallar la victoria... – sonrió astutamente – no importa el precio... – Hitomi se asustó y retrocedió unos pasos, aquella voz que había utilizado había erizado todos sus pensamientos sintiendo como un frío se apoderaba de ella...
Van: - No te muevas... viene a decirme algo. – dijo apartándola de aquella visión tan escalofriante que había tenido...
Hitomi: - ¿Cómo estas tan seguro? – se animo a preguntar luego de tranquilizarse un poco y algo dudosa dijo sin apartar la mirada del hombre que ya llegaba hacia ellos dos.
Van: - Solo lo sé... – Hitomi no supo que decir, entonces en segundos un hombre de aproximadamente 21 años se acercó a ellos, su corta cabellera castaña oscura con sus ojos de un marrón bien intenso se paro delante de su rey y haciendo una leve reverencia en respeto.
El hombre entonces luego de un asentimiento de su rey para que hablara dijo: - Necesita ir a la habitación de la señorita Merle – dijo en voz baja mientras ya ellos tres estaban en las enormes puertas del salón, habían preferido aislarse de las demás personas por cuestiones de seguridad.
Van estaba preocupado: - ¿Ha sucedido algo de lo que deba enterarme antes de ir?
El hombre negó con la cabeza: - Un ataque señor... es solo lo que me han dicho, parece ser que la señorita Merle quiere ponerlo al tanto de todo. Hitomi susurró suavemente el nombre de su amiga felina...
Van se giro y vio a Hitomi a su lado: - Quédate en la fiesta, yo iré a buscar a Merle.
Hitomi negó con su cabeza y le sonrió buscando en su ser toda tranquilidad que pudiera impartirle a su prometido por que presentía que pronto se enfrentaría a algo que lo golpearía: - Iré contigo...
Van: - No, tu te quedarás.
Hitomi: - Y luego iré, ahora o más tarde no hará mucha diferencia.
Van suspiro, por ahora no tenía tiempo de discutir con ella. Asintió y emprendió la marcha hasta que se detuvo unos pasos y miro al guardia: - Manda a Leo a la habitación de Merle, veré que sucede. – Él guardia no dijo nada mientras el rey emprendía camino, Hitomi no aparto la vista del guardia y sabía que pensaba... esta noche habría muchas emociones...
Caminaron por un buen trecho de un pasillo, las antorchas que apenas iluminaban con su luz tenue dejaban un aire misterioso, cada paso retumbaba en las paredes, todo parecía una historia de terror a la que solo le faltaba...
-AHHHHHHHHHHH!- un gritó para detener el andar del rey de Fanelia y su prometida, se quedaron helados en sus lugares sin emitir ningún sonido, con los ojos abiertos de par por la sorpresa de aquel escalofriante grito humano. Hitomi apretó con fuerza el brazo del Van sin querer separarse del lugar hasta que algo la turbo... la visión que había tenido. Ambos buscaron sus ojos y se miraron como tratando de leer en la mente de su compañero las respuestas que su mente no podía dales... entendieron... un grito masculino cortó como navaja el tétrico ambiente y congeló los corazones de los dos seres que ahora se postraban delante de la puerta de madera, y Van con su fuerza la abrió esperando saber que ritual se llevaba a cabo, esa voz sabía de quien era... su primo...
Van: - ¿Qué suce... ? – se quedo paralizado, mientras Hitomi se llevaba una mano a la boca ahogando un grito que ya había amenazado con escapar. Se quedaron en el marco de la puerta espantados por lo que sus ojos les mostraban...
Dentro de la habitación una cama elegantemente decorada yacía cuidando un cuerpo que se revolcaba como si una pesadilla lo atrapará, una felina apenas podía sujetarlo dejando ver en su rostro marcas de lo que alguna vez fue un río de lagrimas de tristeza.
Van actuó en forma de reflejo por que en instantes estaba en la cama de su primo sosteniendo su cuerpo que aún no dejaba de revolcarse inquietamente a causa del dolor de la sangre que lo bañaba... Hitomi se despertó de su transe aún en la puerta de la habitación de Leo, rápidamente la cerró y se acercó a la cama, vio horrorizada un espectáculo que paralizaría la sangre de hasta él más fuerte del reino...
El cuerpo de Leo estaba cubierto únicamente por el pantalón que llevaba en la fiesta, empapado de sangre roja, su cuerpo poseía unas marcas apenas leves... rasguños pensó la visionaria, pero lo que más parecía causar problemas a Leo era una herida profunda que no dejaba de emanar sangre justo en la parte de su abdomen. Van estaba sujetándolo con fuerza teniendo por supuesto cuidado con la herida de su primo, sin embargo Merle apenas si podía curar la herida de Leo, Hitomi entonces se acercó a la felina y tomó con sus manos un ungüento de color verde oscuro en un frasco que tenía, miró en instantes la herida y vio como ella trataba de ponérselo, iba bastante bien... Tomó aire y con él también busco tomar un poco de fuerza para continuar, su compañera estaba demasiado perturbada para continuar con la labor por que apenas y se dio cuenta de que ella le había arrebatado el frasco.
Merle sujeto de los hombros a Leo luego de reaccionar, mientras que Van le atrapó las piernas, estaba totalmente incapacitado de moverse, eso ayudaría muchísimo a Hitomi. Introdujo dos de sus finos dedos y lo vio unos segundos antes de comenzar a colocarlo en la herida. Primero un poco por aquí y luego por allá para sellar cada tramo donde la sangre salía... continuó así por un buen rato mientras el joven de ojos miel que tenía una respiración agitada ahora se tranquilizaba comenzando a relajarse en la cama, esto si que debía de dolerle... la herida había estado infectada, por suerte no parecía sobrepasar más allá de lo grave eso tranquilizo a la visionaria.
No podía desconcentrarse de su trabajo, pero al finalizar pasó el reverso de la mano que tenía restos del ungüento para limpiarse la transpiración de su frente, dejó escapar un suspiro: - Ya esta – y estas palabras. Leo ahora respiraba tranquilo sobre la cama disfrutando lo que prometía ser un placentero sueño, con algún, pero pequeño dolor. Tomó unas vendas de color blanco que se encontraban en la almohada de la cama, y comenzó a rodear el cuerpo del primo del rey con ayuda de este ultimo... terminaron lo que parecía un buen trabajo.
Van: - ¿Cómo se encuentra? – se atrevió a preguntar luego de unos minutos de silencio solamente roto con la brisa que entraba por la ventana tratando de averiguar que había pasado.
Hitomi miró a su prometido y sonriendo: - Supongo que estará bien, el medicamento que Merle le estaba poniendo parecía actuar rápido... – de pronto ambos se acordaron de la felina que yacía admirando el rostro de Leo con sentimientos todos mezclados en su mirar - ¿Merle?
La felina salió de su trance y al fin pudo admirar bien a los acompañantes de esa noche. Aún vestían sus ropas de gala que habían utilizado en la fiesta, las suyas estaban empapadas de tierra y pasto, sucias y olvidadas solamente por la batalla que sucedió instantes antes. Su peinado ahora dejaba sueltos sus cabellos rozados oscuro sin importancia de la chica, miró a Hitomi y la vio con sangre en su vestido y sus manos, miro luego a su amo Van dándole la misma imagen... sangre. Agachó sus ojos y estiro delante de ellos sus manos para descubrirse de igual manera... sangre de él.
Siguió ahí bajo la atenta atención de Van y Hitomi hasta que ella los vio y dijo: - Gracias... – suavemente, casi en un susurro.
Van: - No me lo agradezcas Merle, no nos lo agradezcas... solamente dime que paso con mi general – la voz estaba cargada de ira contenida, furia y una calma preocupante...
Merle: - Nos... Leo y yo... – no podía seguir. Van Fanel estaba a punto de exigirle que le contará pero la mano de Hitomi y su rostro negando rotundamente aquella pregunta lo calmaron hasta volver a su lugar en medio de la cama de su primo.
Hitomi: - No nos lo digas Merle. Apoyó una mano sobre el hombro de su amiga y dijo con una sonrisa en la boca: - Él estará bien, solamente necesita descansar y mañana ya podrá volver a bromear como siempre lo hace. – La felina de Fanelia asintió y con sus manos limpió algunas lagrimas que ya asomaban por sus ojos. Van se levantó de la cama y salió por la puerta azotándola estrepitosamente, sin piedad y sin consideración a nadie. Desapareció y las jóvenes habían seguido sus pasos hasta que se perdió detrás de aquel objeto enorme de madera. Se miraron y luego sintieron a Leo respirar tranquilamente de nuevo, algo dentro de ellas se calmo.
Merle: - Debes ir con él... te necesita.
Hitomi la miró confundida: - Lo dudo, quiere estar solo. Luego iré con él.
Merle: - Gracias por no pedirme explicaciones.
Hitomi negó con la cabeza: - No las necesito...
Merle estaba media confundida: - ¿Por qué?
Hitomi sintió como su mente removía en sus recuerdos, las imágenes de la visión aún ponían su piel de gallina: - Lo vi.
Merle: - ¿Una visión?
Hitomi asintió: - Una tétrica visión.
Merle: - ¿Todo?
Hitomi: - Casi... ¿su nombre?
Merle susurro: - Nicolás.
Hitomi elevó sus ojos hacía las enormes ventanas saliéndose de la cama para luego pararse en la entrada del balcón, no se movió y dejo que su cabello fuera llevado por la brisa, miró la luna fantasma perdida en ella: - Debió ser duro ¿verdad?
Merle se levantó de la cama dándole una ultima vista a Leo que descansaba tranquilo, se fue a sentar a los sillones de la habitación tomando un poco de aire fresco para relajar la tensión de su cuerpo: - Así fue. - Hitomi se giró pero no se movió de la entrada del balcón dejando dibujar su figura con la luz de la luna. La felina continuó – Pero me hubiera gustado hacer más que quedarme como espectadora.
Hitomi: - No debes decir eso... hiciste mucho más por él que nadie.
Merle negó dejando sus ojos ocultos por sus párpados: - Solamente lo vi caer herido, vi correr su sangre... solamente hice eso.
Hitomi: - Ahí solamente te menosprecias... pero dime algo Merle ¿quién fue la persona que trajo a Leo a esta habitación para sanar sus heridas?
Merle: - Yo... – dijo bajo como sí aún no estuviera segura.
Hitomi: - ¿Quién fue la persona que preparó el ungüento para la herida tan profunda de su cuerpo?
Merle: - Yo... pero nada más Hitomi.
Hitomi negó sonriendo: - Hiciste más que nadie. Incluso Van esta ofendido consigo mismo por no haber hecho nada más.
Merle gritó escandalizada: - ¡NO! El amo Van lo ayudó mucho, me ayudó a mí.
Hitomi: - Lo sé, pero él no lo sabe. – lo meditó y sonrió, pronto tendría una platica de seguro parecía con su prometido.
Merle: - Ve a cuidar al amo Van, yo me quedaré junto a Leo. De seguro cuando se despierte no habrá nada más que lo alegre que molestarme, con eso estará mucho mejor – una sonrisa un poco dificultosa formó en su rostro.
Hitomi rió ante ese comentario y vio a Merle, una muchacha de muy fuerte carácter, sabía que ella no se dejaría vencer tan fácilmente... agradecía internamente eso: - Me iré pero volveré dentro de un rato, para cualquier cosa que ambos necesiten.
La muchacha de mirada esmeralda se dirigió a la puerta abriéndola para irse, cuando la voz de Merle la detuvo – Suerte – dijo suavemente, una terrible catástrofe parecía estar cayendo sobre la ciudad de Fanelia y ellos estaban en el medio. Cerró la puerta y el silencio volvió a reinar...
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Un golpe secó resonó en toda la habitación que solo la luz plateada de la luna dispersaba dejando un ambiente bastante oscuro. Dos personas estaban inmóviles como estatuas siendo talladas por un artista pero no era esa la verdad, uno de ellos mantenía la mano levantada en el aire y el otro solamente tenía una mejilla sonrojada y la vista perdida en un rincón...
-Te dije que no hicieras locuras... Nicolás- había dicho uno de los dos hombre, sus cabellos negros cortos se perdían en la oscuridad de la hermosa habitación mientras que sus ojos de igual negrura emanaban ira desquitada en un golpe... una cachetada.
Nicolás formó una sonrisa irónica en sus labios volviendo su vista de nuevo a Sebastián, sus ojos azules oscuro se clavan en él lanzándole un dejo de astucia grabado en cada tramo de sus pupilas: - ¿Te sientes mejor? – dijo osadamente a su compañero mientras deslizaba un dedo de su mano por el rojizo marcado en una de sus mejillas a causa del golpe rudo.
Sebastián: - No me busques.
Nicolás: - No te busco.
Sebastián: - Entonces no me oses superar – dijo advirtiéndole como un ultimátum.
Nicolás: - Eres un tonto, lo sabes perfectamente – Un ademán de la mano de Sebastián se hizo presente en la habitación pero solo quedo la mano de él tendida en el aire - ¿Ves? Hasta tú lo sabes bien, yo no hice nada de lo que tu no hayas hecho... solamente lo mío llego a una pequeña herida.
Sebastián bajo la mano lentamente: - Una herida que podría causar que nos delatara.
Nicolás se giró unos segundos yendo a un pequeño armario. La enorme tapa descendía hacia la persona para rebelar que dentro guardaba una colección completa de diferentes bebidas. Tomó un vaso y fue vertiendo en él algún que otro liquido que contenían las botellas. Sonrió cuando una copa descasaba en su mano: - ¿Quieres? – ofreció mostrándole el vaso lleno de bebida a su compañero de ojos negros.
Sebastián: - No – dijo tajantemente.
Nicolás: - Hubiera acabado con él – decía sentándose en una de las sillas bajo la mirada negra de su compañero, bebió un poco y sonrió – no me mires así como sí me estuviera burlando de ti. Sabes mejor que yo que él no es un contrincante decente para mis habilidades.
Sebastián sorprendió con su sonrisa a Nicolás: - Ahí te equivocas... tuviste suerte general, la diosa de la fortuna te sonrió por compasión al tener tu primer pelea con el general de Fanelia... solamente fue eso, suerte.
Nicolás: - Que irónico suena todo eso...
Sebastián lo miró desde su lugar: - ¿Qué cosa?
Nicolás: - Ambos somos principales generales en nuestras tierras bajo el poder de nuestros respectivos reyes... que ironía. -Dejó la copa a medio camino de sus labios: - Lo de la suerte... ¿Qué quieres decir con eso?
Sebastián negó: - No nada, salvó que él se distrajo unos segundos...
Nicolás: - Que equivale a la brecha entre la vida y la muerte.
Sebastián: - Aún así, no hubieras podido tocarlo sin esa distracción. – estaba disfrutando golpeándolo a donde más le dolía... su orgullo como espadachín, tal fuerte y a la vez tan débil.
Nicolás estaba furioso, nadie se atrevía a decir que sus habilidades eran inferiores a un simple espadachín: - No inventes Sebastián. He demostrado ser mejor que ese tal Leo al que tú bañas en flores de alabanzas, procura diferenciar mejor para la próxima vez al que es superior del inferior.
Sebastián susurró divertido: - Entonces si eres mucho mejor que él...
Nicolás cortó fríamente hartándose de esa platica con su rey: - Lo soy. – dijo rotundamente con su voz firme y sin flaquezas.
Sebastián: - Entonces por que él marcó tu pierna. – Nicolás bajo la vista y vio algo enojado con aquella marca de debilidad en su pierna, debilidad... una palabra que solo representaba a sus enemigos. Tenía un deseo inmenso de cortarse la pierna con su propia espada si así podría evitar tener aquella herida que significaba debilidad, quemándole la piel... debilidad le gritó su mente pero no debía demostrar lo que sentía... así no fue entrenado – no hagas como si no significará nada, Leo es igual o mejor que tú.
Nicolás: - ¡ESO JAMÁS! – bramó furioso, su rostro que alguna vez había demostrado astucia fría y calculadora ahora se derretía delante de un rostro contorsionado con el odio y la furia incontenible. Ya nada importa, solo defender su intachable honor de espadachín.
Sebastián sonrió astutamente: - Si sigues así pasará, te derrotará y serás vencido deshonrosamente.
Nicolás irradia furia: - Sobre mi cadáver él será mejor que yo...
Sebastián: - Entonces ve preparando tu tumba, no sabes nunca los giros que toma el destino. Nicolás no podía contenerse y en un acto de despreció la copa que tenía en sus manos se partió en pedazos finos de cristal, el líquido dentro de él empezó a caer sobre la alfombra a su lado con pequeños pedazos de cristal y sangre... sangre que provenía de la mano del joven de largos cabellos negros y mirada marina oscura, los vidrios del vaso cortaban la piel de la mano de él y la sangre fluía hacía el suelo. El rostro de Nicolás no se inmutaba por el dolor ni por la herida, solamente pensaba.
Nicolás: - No permitiré que él me derrote.- Sebastián sonrió astutamente, un joven con tal temperamento no podría estar mejor que bajo su mando, su autoridad. Disfrutaba verlo así de enfurecido, igual que él mismo... siempre consiguiendo lo que querían a cualquier costo... cualquiera. Nicolás era un joven sumamente inteligente, debía admitir que él era su mejor guerrero... tenía una astucia marcada en sus pasos como un felino de la noche, pero tras su enojo la furia de un dragón era imparable, un arma perfecta...
Sebastián: - Sé que no te dejarás vencer... Nicolás.
Nicolás lo miró: - Tú... ¿Acaso no sientes odio ante el rey de esta tierra de dragones? Odio por quitarte aquello que deseas.
Sebastián: - Qué rápido que te tranquilizas...
Nicolás: - Me enorgullezco de esa habilidad que he desarrollado durante mi vida.
Sebastián: - Sobre tu pregunta, no puedo sentir odio por aquel que perderá a su ser más amado.
Nicolás rió: - Nunca dejas de sorprenderme, ¿Qué tienes planeado?
Sebastián: - Van Fanel aprenderá que yo nunca pierdo las cosas que deseo...
Nicolás: - ¿Por qué estas obsesionado con ella?
Sebastián: - Ella es una vieja amiga...
Nicolás: - ¿Solo por eso?
Sebastián sintió la brisa colarse dentro de la habitación y jugar con sus cabellos como con los de su compañero: - Ella es una obsesión desde hace mucho tiempo, desde la primera vez que la vi. – Ambos quedaron en silencio perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Nicolás: - ¿Cuándo piensas jugar tus ases?
Sebastián cerró sus ojos y formó una sonrisa astuta y llena de malicia en sus labios: - Cuando ella recuerde un poco más su pasado... cuando descubra que yo soy parte de ese pasado y parte de su futuro, le guste... o no. – Sentenció así un destino en su andar, sus labios ya habían dicho lo que sería ahora su objetivo – Y si necesito participar yo para que lo haga... que así sea – sonrió tan fríamente y astutamente que dejaría helado a quien pudiera mirarlo a los ojos y disfrutar de su rostro...
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Estaba cansado, cada parte de su cuerpo reclamaba descanso para todo aquello que él podría necesitar para moverse. Respiro profundamente mientras cerraba la puerta detrás de él, se olvido de todo al ver como la habitación que él llamaba suya se sumía en un silencio solo roto por él oxigeno que utilizaba. No se movió de su lugar justo apoyado contra la puerta hasta que se decidió levantarse empujándose con las manos y se encamino a la cama, no para dormir... solamente para dejar caer como lo estaba haciendo sus prendas de la fiesta. Cada una cayo dejando al rey de Fanelia solamente usando unas botas y un pantalón oscuro, negro como la oscuridad que poco a poco se perdía en el cielo por que el sol ya anunciaba su llegada.
Van se quedó admirando las prendas unos segundos y vio dibujadas varias manchas de sangre sobre su traje, sobre cada ropa que su cuerpo había traído... ¿cómo era que esos ropajes trajeran a su mente dos recuerdos totalmente opuestos, uno de su prometida... Hitomi, era maravilloso llamarla "su prometida"... pero a la vez, un recuerdo horrible y preocupante, su amigo ahí tendido en medio de una cama sangrando aquel líquido carmín por una herida profunda que sino fuera por Merle y su prometida no sabría que le estaría pasando a Leo, su primo... cómo era posible esos dos pensamientos?
Respiro de nuevo, un largo y profundo suspiro salió de sus labios mientras caminaba en dirección a su balcón, sus pasos perdían su sonido con el roce de la alfombra, una cama extensa solo para él... lo único que traían a su mente era el deseo de compartirla con alguien, con ella...
Tomó con sus manos desnudas los picaportes de las dos ventanas que se disfrazan de puertas conduciéndolo a su enorme balcón, las abrió de par en par y la brisa nocturna casi fría golpeó su pecho embistiéndolo ferozmente. Sus cabellos se perdieron en un movimiento de ida y vuelta acompasando a las cortinas de sus ventanas, y así dejó que sus ojos de fuego admiraran todo lo que su trabajo y el de su pueblo habían construido. Un reino se levantaba brillando con las ultimas luces de la noche y justo en sus limites el bosque más verde se enorgullecía por su hermoso color y su extenso territorio.
-Cada vez que veo todo esto, me parece simplemente un sueño que apenas mi mente esta creando para el futuro de esta enorme ciudad – cerró sus ojos y sintió entrar una fragancia suave a sus pulmones. La fragancia de los árboles antiguos de su propio reino, la sabiduría que paso de generaciones en generaciones, todo reunido en un mismo lugar.
Hitomi sonrió ante las palabras de su ahora prometido, palabras tan nobles y sinceras. Respiro profundamente desviando unos segundos su vista de Van, digamos que portaba un cuerpo bien formado sin ninguna falla, algo que hacían que ella sintiera un ardor suave sobre sus mejillas. No lo quiso mirar por vergüenza de que solamente vestía un pantalón, pero sus ojos la traicionaron y elevó su rostro buscando el cuerpo de él. Y entonces ahí vio algo que paralizo su corazón, grabado en la espalda del rey de Fanelia y que parecía una copia de dragón que ella poseía... un dragón, un dragón de color negro y ojos rojos. Se parecía tanto al suyo con la única diferencia de sus colores, el que ella poseía era de un color blanco como la pura nieve recién caída sobre la tierra con unos ojos verdes profundos. Ambos parecían vivos, respirando tan calmadamente que no se sentía en el ambiente, un movimiento tan suave que no se podía observar.
Se quedó mirándolo hechizadamente hasta que de pronto la habitación fue tragada por la oscuridad dejándola a ella mirando como todo desaparecía en una ráfaga negra, sus ojos trataban envanamente de buscar algún objeto del cual aferrarse y así quedarse en la realidad que vivía y no en la visión que ahora la envolvía...
No sabía que hacer hasta que vio delante de ella algo que la petrificó, el dragón negro que alguna vez estuvo en la espalda de su prometido ahora se alzaba pequeño en el aire del lugar, Hitomi no podía apartar su vista de él pero algo cambió todo haciendo que ella abriera sus ojos de par en par. El dragón negro de ojos rojos comenzaba a batir sus alas lentamente para luego batirlas rápidamente, y su cuerpo crecía a cada instante desarrollando sus piernas, su cuerpo, su cabeza y dos alas negras sumamente grandes. No se movió mientras él crecía levantándose imponente frente a su cuerpo, rugió cuando su cuerpo completo una altura determinada y con aquel sonido corto tajantemente el silencio de su alrededor. Flaqueó sus piernas dejándola caer al suelo con los ojos clavados en aquella criatura oscura, parecía perderse en el ambiente donde ella estaba salvó su mirada y alas que resaltaban con su rojo tan ardiente, una criatura que irradiaba respeto.
Hitomi no se movió de su lugar aterrada por lo que sus ojos le mostraban, ¿cómo una visión podía ser tan real?: - Auxilio... ayúdenme por favor... – con temor y duda había pronunciado aquellas palabras.
De pronto un dolor rompió en su espalda dejándola si habla y sintiendo como si su piel se quemara lentamente, el dolor cada vez eras más intenso y cada vez más fuerte hasta que cesó, tan rápido como había llegado a su cuerpo se había marchado. Se giró olvidándose por momentos de la criatura oscura delante de ella. Abrió sus ojos de par en par observando ahora a su dragón blanco que estaba grabado sobre la piel de su espalda cobrando vida lentamente y transformándose nuevamente en una copia de la criatura negra de ojos rojos.
Los dos dragones rugían rompiendo el silencio de aquella habitación negra creada de una visión de Hitomi, ella... ella no podía moverse de su sitio doblando sus ojos esmeraldas de dragón en dragón. La criatura blanca de ojos verdes y alas de igual color resaltaba entre tanta oscuridad con aquel blanco suave comparado con la nieve de las más altas montañas, era un espectáculo ver a aquellos dos seres debatiendo por ver quien podía emerger de sus bocas el más fuerte rugido.
Hitomi: - Por favor... ayúdenme... – decía nuevamente sin poder articular ninguna otra palabra, las lagrimas se formaban en sus ojos tan verdes y hermosos dejándola ver frágil y delicada, asustada por presenciar esa visión. Una lagrima cristalina se deslizo por su mejilla hasta llegar a su mentón y caer lentamente sobre el suelo oscuro de aquella visión, aquella lagrima cayo deshaciéndose en el suelo y formando ondas en la oscuridad de un celeste brillante como si Hitomi estuviera sentada sobre el agua.
Las ondas llegaron hasta la parte donde los dragones estaban parados y las ondas los tragaron en una columna celeste brillante, antes de desaparecer emitieron un ultimo rugido que hubiera congelado la sangre de hasta él más valiente de los guerreros. Ella lo vio y no dijo nada, solamente clavó en cada uno sus esmeraldas volviendo a caer todo en un silencio profundo, las ondas no desaparecían del suelo. La joven visionaria estaba arrodillada en el piso aún perturbada por los dos dragones que habían aparecido, las columnas celestes no desaparecían y sus ojos contenían lagrimas puras y cristalinas.
Una calidez invadió su hombro derecho sintiendo una mano suave sobre él, giró su rostro buscando la causa de aquella sensación, y ahí se quedó sin el poder del habla admirando a una joven hermosa que poseía alas, alas blancas con brillos plateados...
Hitomi: - ¿Quién eres tú? – preguntó dudosa de la mujer que ahora la acompañaba, por alguna razón sentía conocerla.
El rostro de la mujer, de aquel ángel estaba cubierto por sus cabellos y sombras que apenas dejaban vislumbrar su piel blanca y su largo cabello que se balanceaba con cada movimiento de su rostro. Hitomi pudo mirar una sonrisa sincera y tranquilizadora que se formaba en los labios de aquella mujer: - Tranquila, todo estará bien. Créeme, no tienes nada de que temer.
Hitomi: - ¿Quién eres? – volvió a preguntar aún cuando su corazón por alguna extraña razón palpitaba suavemente, una normalidad tranquilizadora.
La mujer solamente dejaba ver su sonrisa y deshizo el contacto de su mano y el hombro de ella caminando hacia una de las columnas de celeste brillante que se elevaban hacia arriba perdiéndose en la oscuridad - ¡No lo hagas! – gritó cuando aquella mujer se acercó.
La mujer-ángel giró apenas su rostro para buscarla a Hitomi y con una sonrisa tranquila dijo suavemente: - No tienes que temer, ellos son la salvación.
Hitomi: - ¿La salvación? – dijo, pero sus ojos esmeraldas ahora admiraban un espectáculo sobrenatural y lleno de un aire mágico. La ángel elevó su mano al cielo y dijo algo en voz muy baja que si no hubiera visto sus labios moverse jamás pensaría la visionaria que habría hablado. La columna de color celeste parecía romperse en miles de gotas que desparecieron en el aire revelando algo totalmente hermoso, un Gaymelef de color blanco cuyo nombre ella sabía muy bien – Escaflowne... – dijo suavemente moviendo apenas sus labios, se preguntaba que hacía ahí reemplazando donde alguna vez el dragón blanco de su espalda había sido atrapado.
La mujer ahora camino a la otra columna deslizando unas ropas muy hermosas, un vestido ceñido a su cuerpo de color blanco que arrastraba al caminar hacia la otra columna celeste brillante. Se detuvo frente a él y elevó su mano volviendo a repetir el antiguo ritual, lo mismo sucedió y el resultado fue la aparición de una espada de color negro junto a un escudo que se mantenían elevados en el aire, igual a la estructura de Escaflowne disfrutando de una oposición de colores, una espada negra como el escudo salvó con detalles rojos brillantes.
Hitomi: - ¿Qué es todo esto? – estaba asustada, intrigada, la visión que estaba viviendo cada vez era más confusa.
La mujer que poseía apariencia de un ángel se giró hacia ella mientras el Gaymelef de caminaba para posarse detrás de ella, cuando él ultimo paso resonó en aquel ambiente un brillo blanco se expandió desde sus pisadas tragándose la oscuridad y dejando solo un blanco puro y brillante, las ondas habían desaparecido con la oscuridad. La mujer suavemente dijo en voz baja con Hitomi levantándose dificultosamente: - Joven que provienes de la luna fantasma, escucha la llamada de la antigua profecía a la cual estas atada. Este guerrero – elevó sus manos como si estuviera esperando recibir a alguien en un abrazo – simbolizan la fuerza y la paz, será el camino hacía la luz de la salvación y donde Gaea debe descansar. No permitas joven elegida que el destino de todo este enorme mundo sea envuelto en la oscuridad de la desolación y la guerra.
Hitomi estaba preocupada: - ¿Una nueva guerra?
La mujer asintió y sus labios susurraron aún con sus largos cabellos cenizos ocultando su mirada: - La guerra que se desatara pronto, tú conoces joven elegida a los participantes de ella, solamente no permitas que este acto tan desastroso cobre vidas inocentes.
Hitomi la miró horrorizada, una nueva guerra pronto llegaría a Fanelia, a toda Gaea y ella sería participante nuevamente: - Dime en que puedo ayudar...
Aquella mujer-ángel sonrió débilmente y dijo continuando aquella conversación: - Protege a este gran guerrero de metal que posee conciencia propia y cuida a esta espada y escudo de todo la oscuridad que traté de controlarlos.
Hitomi negó: - No podré...
Ángel-mujer: - Podrás.
Hitomi: - ¿Cómo los protegeré?
Ángel-mujer: - Aprenderás con el paso del tiempo.
Hitomi la miró dudosa: - ¿Podré?
La mujer que poseía alas elevó una de sus manos: - El guerrero de metal sabrá hallar la salvación de este mundo. Posee un nombre que lo simboliza – elevó su mano y el Gaymelef de color blanco con ojos verdes camino unos pasos adelante – él es Escaflowne – en un segundo la espada y escudo se levaron hacia ellas y se coloco una del derecho y el otro del lado izquierdo del famoso Gaymelef, inmensas solamente para que aquel gigante de metal pudiera sostenerlas – la espada antigua se llama Kranslowne, esta forjada solo para el guerrero blanco de ojos verdes – eran por mucho una maravilla en cuanto a Gaymelef, se imponían por mucho ante otros que ella había visto...
Hitomi susurro: - Kranslowne – dijo y en secreto él ángel formó en sus labios una sonrisa secreta, solamente ella sabía que pensaba.
Ángel-mujer: - Ya era hora que recordara la joven elegida, la guardiana de Kraslowne, la espada de Escaflowne.
Hitomi estaba sorprendida: - ¿¡Que!?
Ángel-mujer: - Sí joven que provienes de la luna fantasma tú debes proteger a esta legendaria espada. No dejes que la oscuridad la atrapé... – estaba sonando algo triste, no sabía por que pero un aire de majestuosidad y belleza la envolvían aún cuando sus cabellos y su rostro apenas se vislumbraban entre la sombras que producían Escaflowne y su escudo milenario. Hitomi elevó su rostro y con él sus ojos esmeraldas admirando cada tramo, cada detalle, cada parte que pertenecían al guerrero de armadura blanca, respiro profundamente y se encamino a él, con paso lento y tranquilo aún cuando no llego más lejos que dos pasos debido a que la voz del ángel la detuvo en seco - ¡No te acerques!
Hitomi la miro bruscamente: - ¿Por qué?
Ángel-mujer: - No es tiempo... no es el momento – de pronto de detrás de Escaflowne surgió una ráfaga de viento chocando bruscamente con la espalda de aquel ser alado y del guerrero de armadura blanca. Hitomi no pudo observar más por que aquella ráfaga de viento la obligo a cubrirse los ojos con su brazo en un intento de no ser lastimada... se sintió empujada con la fuerza de miles de personas, su cabello era empujado hacía atrás y su cuerpo era el único receptor de aquel choque.
Y así como empezó comenzó a descender lentamente dejando que todo vuelva a ser como antes, mientras tanto Hitomi se estaba acostumbrando a que sus oídos no escucharan el chirrido que provocaba el viento al pasar por su persona, sin embargo algo la obligo a abrir los ojos de par en par... el sonido de aves inundaba sus sentidos como también el aroma a hierva fresca.
Hitomi: - ¿En... en donde estoy?- se preguntaba ansiosa de saber que es lo que la rodeaba completamente. Eran un bosque con los más altos árboles que ella alguna vez haya visto en su vida, eran tan altos que apenas y la luz podía cruzar entre sus hojas y filtrarse para llegar al suelo verde. Arbustos de todas las tonalidades de verdes, pequeños árboles también habían con las más extravagantes flores de colores, un lugar de ensueño.
En su oído el sonido de pasos la insito a girar y admirar detrás de ella como varias especies de animales que ella jamás habría visto ahora corrían entre los árboles. Quiso seguirlos y su cuerpo le respondió, camino a paso suave y lento mientras escuchaba la suave hierva crujir debajo de sus pies. Siguió unos pasos y de pronto los cantos de las aves ahora eran acompañados de una suave melodía humana... una voz clamada y suave ahora regalaba una melodía que formaba con ella.
Camino cada vez más rápido, un paso... otro paso, ahora comenzó a correr cada vez más rápido tratando de no perder de vista a los otros animales. Unos corrían tan rápido que los perdió de vista al poco rato pero había otros entre los que volaban y algunos corrían más suave que los podía seguir. Así hasta que se detuvo en seco, sus ojos parecían querer jugarle una pasada, delante de ella se levanto un claro muy hermoso con los rayos del sol traspasando y cubriendo completamente todo el lugar, un perfecto cuadro para un pintor sin inspiración...
Hitomi: -¿Qué es esto?- susurro sin que nadie escuchara. Ahí vio entonces una gran concertación de diversos animales que se reunían alrededor del ángel que le habló hace instantes. Se quedó observando toda aquella imagen a medida de que él ángel de espaldas a ella y sentada sobre el suelo entonaba lo que parecía ser las ultimas notas de la canción.
El ángel-mujer susurro las ultimas notas con la brisa suave del bosque acompañándola, tenía levantada una mano y ahí dos pequeñas aves cantaban suavemente como un acompañamiento a su voz.
Lentamente aquel ser alado comenzó a moverse, perturbando a Hitomi por cualquier cosa que sucediera en instantes. Su rostro nada más se movió y la brisa sopló fuertemente llevándose con ella algunos cabellos cenizos del ángel, y ahí pudo admirar... los hermosos ojos esmeraldas que la joven alada tenía, iguales a los de la visionaria, tan profundos y místicos ahora unidos en una línea visual. Hitomi susurro: - Tú y yo...
-Fuimos alguna vez la misma persona- dijo el ángel sonriendo y cerrando sus ojos mientras los seres volvían a entonar unas melodías. Hitomi tenía sus ojos abiertos de par en par sorprendida por aquella revelación. No duraron nada sus pensamientos por que al instante cuando cerró sus ojos y los abrió el bosque había desaparecido y era reemplazado por una inmensa pradera cubierta por un manto de llamas...
Hitomi ahogo un grito colocando sus manos sobre su boca y admirando todo a su alrededor: - ¿Qué es... todo... esto?... – dijo a duras penas a medida que trataba de buscar con sus joyas verdes algún rastro del hermoso bosque, de las criaturas tan extravagantes, de cada ave cantando... pero todo aquel paraíso fue reemplazado por ese infierno ardiente. La poca hierva que quedaba era consumida por las flamas de lo que parecía un eterno incendio, ningún ruido se escuchaba aparte del crujir de las hojas al quemarse, el ambiente era caliente no como antes que era cálido y acogedor.
De pronto, delante detrás se escucho... un rugido y luego más, cada vez iban en aumento sin importarles nada. Camino unos pasos hasta que encontró un pequeño acantilado, no muy alto y a pocos metros de su fondo, dentro algo aterró sus sentidos.
Un ángel, aquel ángel que le habló, aquel ángel que encontró en el bosque ahora se hallaba ahí abajo sobre una piedra parada apenas y flaqueando de vez en cuando tentando de caer al suelo. Sostenía un hombro con una mano llena de un rojo carmín, sangre pura de ángel. Traía puestas unas prendas que alguna vez fueron blancas pero que ahora solo estaban manchadas de sangre y tierra, igual su rostro. Traía sus alas algo maltratadas, una alta como debía ser pero la otra agachada como si estuviera lastima... unas alas blancas con preciosos brillos plateados que ahora perdían toda atención debida a que ella estaba rodeada de miles de mounstros... millones de ellos la rodeaban como si fuera una entretención.
Las criaturas se regocijaban entre ellas, parecían dispuesta a atacarla, pero no... se mantenían en su lugar. Hitomi se tapo la boca, era horrorizante sufrir la visión de aquella joven, de ella misma, pero donde sería todo esto que debía sufrir. En un momento cuando las llamas provocaban que Hitomi sufriera un calor aún peor, los demonios abrieron paso a un hombre... un hombre que le era muy familiar. No lo conocía pues la oscuridad lo cubría y solo dejaba ver su malvada sonrisa regocijándose de victoria. De la nada el hombre saco dos alas, pero no como las del ángel, todo lo opuesto, oscuras y desgarradas.
Parecían estar en medio de una confrontación de palabras por que ambos movían sus labios pero nadie hablaba solo se escuchaban los ruidos de los demonios y las llamas consumiéndolo todo...
El calor estaba sofocando a Hitomi cada vez más y lentamente su cuerpo y visión se comenzó a desvanecer, cayendo hacía atrás lentamente y todo volvía a oscurecerse mientras sus ojos se cerraron dando paso a la sensación de calor, quemándose lentamente, ardiendo su piel a medida que caía en aquella visión oscura.
-Hitomi- le decía una voz delante de ella –Hitomi- volvían a repetir su nombre, ella escuchaba pero no podía articular palabra alguna –Hitomi por favor reacciona- su cuerpo fue sacudido violentamente bajándola a la realidad en la que vivía.
Hitomi: -Van... – solo pudo decir la joven de la luna fantasma mientras clavaba su mirada en los ojos de su ahora prometido, unos ojos de fuego como aquellas llamas de su visión... la visión. Su cuerpo se congelo en el ambiente dejándola paralizada y las lagrimas fueron llamadas apareciendo despacio.
Van: - Por favor Hitomi- decía con sus manos en los hombros de ella expresando en su rostro suma preocupación, recordó cuando la vio ahí parada en la puerta y se volteó sonriéndole pero ella no hizo nada... aún tenía clavados sus ojos en él, se acercó preocupado pero ese sentimiento se incremento al descubrir una zona oscura en sus ojos... ella tenía una visión, sus músculos tensados. La llamó y al fin había reaccionado.
Hitomi: - Van... – lo atrapó con sus brazos en aquella muestra de sentimientos y temor, se acurruco en aquel pecho Riuyin en busca de poder descansar su mente de todas aquellas imágenes que había tenido... ¿podría ser cierto que fuera como aquella ángel?... no quiso pensar más y su mente se desvaneció aún cuando las lagrimas se deslizaban por sus mejillas, sus ojos se comenzaron a nublar y dijo- Van... te amo... – y cayó apenas detenida por los brazos del rey de Fanelia, se deslizaron al suelo de su alfombra con ella acunándose en sus brazos.
Van la miraba tiernamente, descubriendo lo hermosa que era cuando dormía, había marcas de sus lagrimas... lagrimas puras de una mujer que es lo que era ella, su prometida. Con sus manos corrió algunos cabellos cenizos del rostro y susurro suavemente: - Yo también te amo Hitomi- dijo antes de que la luna fantasma en el cielo comenzara a apagarse, mañana sería un nuevo día lleno de luz al lado del ser que amaba.
En la ventana una sombra sonreía por aquella situación que se desarrollaba dentro de la habitación del rey de Fanelia, su cuerpo estaba cubierto por un manto de color negro que se balanceaba con el viento de aquella noche. Estaba parado sobre el largo barandal del balcón del riuyin. Se detuvo un segundo observando todo atentamente hasta que en un segundo desapareció. A partir de mañana todo cambiaría en las tierras de Gaea.
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NOTAS DE LA AUTORA Light Angel ^^
¡Hola! ^^ ¿Cómo están? Espero que bien y no mareados por TANTAS palabras, lamento si así es pero este chap. Quise dedicárselo exclusivamente a una visión que tendría Hitomi ¿les gusto? Ojalá y no los haya decepcionado, muchas sorpresas y misterios han sido empezados a escribir ahora mi deber como escritora será debelarlos con el paso de los chaps. (angel mira a su público dormir profundamente) T.T son malos conmigo...
¡ESTA BIEN! Ahora despiértense todos... por lo menos díganme que leyeron todo y luego se durmieron ¿sio? TAMBIÉN ^^ dejen muchos chaps. Hace mucho que no me dejan uno T.T sean buenitos, lindos, adorables, encantadores, inteligentes, simpáticos y demases adjetivos que les gusten ^^U y dejen más r/r
Bueno ^^ pronto (eso espero) poder subir más chaps. Ahora las cosas se pondrán realmente muy buenas ^^ habrá de todo un poco, también les voy a dejar unas cuantas preguntitas sobre el fic, yo quiero saber su opinión ^^.
Discúlpenme las cortas notas (todos abren los ojos y gritan UPI!) ¬ ¬* ok ok... ya dejo esto pero es solo por que tengo tarea MUCHA tareas ¿alguien puede mandar a mi colegio acusándolos de maltrato excesivo por TODA la tarea que nos mandan, si EXISTE una profesora aquí presente que sea BUENA, AMABLE, PIADOSA, ETC. ¿se puede comunicar conmigo? ^^U la necesito para mis clases en la escuela XD jajaja.
Una cosa más: R/R ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! please ^^, por si fuera poco, muchas gracias a ustedes por dejar r/r, no saben los felices que me pusieron, ojalá y dejen más ^^, aquí los valientes que leyeron los chaps. de mi fic por favor un aplauso (toda la multitud se pone de pie y ovaciona a las personas tan gentiles que le dejaron un r/r a Angel) ;_;lloro de emoción..
AHORA SI ^^ CHAOCITO A TODOS! SON LO +! YO SOY LO +! ESCA ES LO +! LAS SERIES DE ANIME SON LO +! TODO EL MUNDO ES LO +1 (hay que subir el autoestima al mundo ^^) Y MUCHAS GRACIAS DE NUEVO POR LEER MI HISTORIA ^^ TE ESPERO EN EL NUEVO CHAP. 7
Escaflowne no me perteneces (aunque... ¡Cómo me gustaría que sí! *_* -haría muchas continuaciones, más apariciones de V&H, escenas con más acción y romance, Van aparecería en más escenas solo con pantalón y botas *¬* ¿quién me apoya para que sea mío? XD jajajajajajajaja) Y ningún personaje de Escaflowne.
Saludos a todos ^^ les mando muchos saludos, jamás se rindan por que es lo peor que uno puede hacer en la vida ^^ aunque este todo en tu contra toma aire y levántate a luchar por lo que deseas, después de todo se le da más valor a quien lo vuelve a intentar aún cuando le duela mucho hacerlo.
^^ HAGAMOS DE ESTE MUNDO UNO MEJOR ^^
