CAPÍTULO 5: UN REGALO O UNA MALDICIÓN

Pandora entró a la habitación de Perséfone. La joven diosa se daba vueltas por la habitación con nerviosismo, apretando un pañuelo blanco entre sus manos.

-¿Se puede saber que te sucede?- dijo Pandora bruscamente- ¿porqué detuviste el ataque?-

Perséfone levantó la vista, asombrada del tono de voz de su cuñada. Nunca antes lo había usado así.

-Yo... lo siento, Pandora- dijo la diosa- no podía atacar el Santuario... era una venganza inútil... yo... yo solo quiero que nada de esto hubiera pasado...-

-¿Y que te hizo cambiar de opinión?-

-Mnemes- dijo Perséfone- me trajo una memoria de...de él y...-

-¡Eres una tonta!-Pandora interrumpió a Perséfone, empujándola y haciéndola caer sobre la cama.

-¡Pandora! ¿qué te sucede?- gritó Perséfone, asustada- ¡no eres tú misma!-

Pandora reveló una sonrisa maliciosa.

-No soy Pandora. Soy una diosa como tú, enviada aquí por Deméter...-

-¡Mi madre!- exclamó la diosa, cada vez más asustada.

-Sí, tu madre- dijo la otra, rodeando a la joven diosa y mirándola con malicia- ¿sabes lo que dijo? Que prefiere verte muerta que verte con Hades de nuevo... y cumpliré su deseo...-

-No te atreverás...-

Ignorando estas palabras, la otra diosa encendió su cosmo. En su mano apareció una figura dorada. Era...

-¡Una manzana de oro!- dijo Perséfone, horrorizada-¡Eris!-

-Muy lista- dijo Eris, hablando a través del cuerpo de Pandora- ahora me desharé de ti- colocó la manzana sobre el pecho de Perséfone.

-¡No!- gritó Silver, abriendo la puerta y mirando amenazante a Eris. Había escuchado la mayor parte de la conversación- yo no te lo permitiré...-

-¡Guardias!- gritó Eris con astucia, ya que hablaba desde el cuerpo de Pandora- llévense a la chica...-

Dos espectros tomaron a Silver de los brazos y la jalaron hacia atrás.

-¡Suéltenme!- gritó ella- ¿no lo entienden? ¡ella no es la señora Pandora!-

Perséfone trató de evitarlo, pero la manzana absorbía tanto sus energías que no logró siquiera articular las palabras.

-Ahora, acompañarás a tu esposo, Perséfone- dijo Eris, ignorando a Silver- ambos serán apenas sombras o espíritus, vagando por el mundo...-

Perséfone cerró los ojos. Eris sonrió.

-El proceso está casi listo- dijo Eris- Perséfone morirá, y Atena también, así Hades no podrá revivir nunca...- Eris dejó el cuerpo de Pandora, quien cayó desmayada al suelo; y sonrió con malicia- tres...dos...uno...-

Los gritos atrajeron a Radamanthys, quien alcanzó a ver parte de la escena. Eris cantaba victoria, pero Perséfone abrió los ojos y se sentó sobre la cama, como si nada hubiera pasado.

-¡No es posible!- gritó Eris, furiosa- ¡tenías que haber muerto!-

-Lamento decepcionarte, Eris- dijo Perséfone, arrancando la manzana de su pecho- no puedes matarme... porque no puedo morir...-

Perséfone se levantó y se arrodilló donde estaba Pandora, para comprobar que estuviera bien.

-¿Qué dices?- exclamó Eris, encolerizada.

-Será un regalo o una maldición, o ambas- dijo Perséfone- no puedo morir. Hades, aún después de muerto, sigue protegiéndome...-

-Entonces mataré yo misma a Atena, para que Hades esté perdido para siempre...-

-No lo permitiré- dijo Radamanthys.

-Ni yo- dijo Silver.

-Ustedes son enemigos de Atena- dijo Eris- ¿cómo pueden defenderla?-

-Si Atena es la clave para que mi señor Hades vuelva- dijo Radamanthys- entonces no podemos permitir que la destruyas...-

-Pues lo haré, no importa lo que hagan- dijo Eris.

-¡Gran Precaución!- gritaron Radamanthys y Silver al mismo tiempo. Había tanto poder en ambos ataques, que la diosa de la Discordia desapareció en la explosión, con un alarido.

Una vez que se disipó el humo de la explosión, Radamanthys se acercó a Perséfone y a Pandora.

-¿Están bien, señora?-

Perséfone asintió. Pandora abrió los ojos, confundida.

-¿Qué ha sucedido?-

-Todo está bien, Pandora- murmuró Perséfone con cariño.

-No puedo creer que sucediera algo así...- dijo Silver.

-Lo sé- dijo Perséfone- sin embargo, esto me ha hecho tomar una decisión. Le pediré ayuda a Mnemes y luego iré sola al Santuario a hablar con Atena-

-Pero señora...- dijo Radamanthys.

-Está bien, no te preocupes por mí- dijo Perséfone- recuerda que no puedo morir... el tiempo apremia para Atena, porque sus caballeros no conocen el terrible poder de las sirenas de mi madre...-

-Los espectros tampoco lo conocen- dijo Pandora- y tampoco saben como vencerlas...-

-Tal vez no- dijo Perséfone- pero yo tengo la clave para derrotarlas...-

-¿Y cuál es, señora?- preguntó Silver. Perséfone tuvo un asomo de sonrisa antes de responder.

***************

Los caballeros dorados optaron por encerrar a Saori y a los caballeros de bronce en una habitación del Templo de Atena, mientras ellos protegían la entrada. Y, aunque los caballeros doblaban en número a las sirenas, éstas aterrizaron frente a ellos, riendo con crueldad. Eran mujeres... mujeres muy hermosas, pues no usaban máscaras como las amazonas. Todas ellas usaban armaduras verde oscuro. Habrían sido muy atractivas, de no ser por las largas garras negras que emergían de sus manos.

-Mala idea, caballeros- dijo una de las sirenas al ver que ellos protegían la entrada a la habitación donde estaba Saori.

-¿Qué dices?- dijo Camus.

-Que será más fácil vencerlos solos- rió otra de las sirenas.

-Además, Atena no será la única diosa que morirá hoy- dijo una tercera- Perséfone debe estar agonizando en estos momentos...-

-¿Qué?- dijo Milo- ¿qué le han hecho?-

-Deméter mandó a Eris a deshacerse de ella...-

-¿La discordia?- dijo Saga.

-¿Deméter mandó asesinar a su propia hija?- preguntó Mu, enfadado.

Las sirenas respondieron con carcajadas.

-Basta de charlas- dijo la primera sirena, mostrando sus garras- a pelear-

Los caballeros se lanzaron contra ellas, pero las nueve mujeres abrieron sus bocas, y de ellas salió una melodía, un canto tan dulce, más propio de ángeles que de criaturas tan horribles.

Los caballeros dorados se sintieron de pronto atraídos por la musicalidad de las voces hacia las sirenas. Sus cuerpos no les respondían, y sus mentes se estaban olvidando de lo que tenían que hacer. Se acercaban cada vez más a las sirenas, mientras éstas mostraban maliciosamente sus largas garras.

Estaban ya a punto de enterrar sus afiladas garras en los caballeros, cuando otra melodía interrumpió a la de las sirenas, haciendo que éstos volvieran en sí. Los caballeros esquivaron las garras justo a tiempo. Las sirenas, furiosas, miraron hacia donde surgía la melodía que había neutralizado a la suya.

-¡Ustedes!- gritó una de las sirenas, quienes estaban enfurecidas.

Los caballeros miraron. Eran nueve mujeres, todas hermosas y parecidas entre sí, que no parecían ni amazonas ni sirenas. Parecían diosas.

-Sí, nosotras- dijo Caliope.

-¿Quiénes son ustedes?- dijo Milo, confundido.

-Nosotras somos las nueve Musas- dijo Clío- somos las hijas de Mnemes, diosa de la memoria, y somos las diosas de las artes... y las únicas que hemos logrado vencer a las sirenas...-

-¿Qué demonios han venido a hacer aquí?- rugió una sirena- ¡lárguense!-

-Nuestra madre nos mandó- dijo Thalía- porque Perséfone se lo pidió...-

Las sirenas se enfurecieron.

-Sí, Eris falló - dijo Polimnia- y ustedes también fallarán, porque nosotras no dejaremos que Deméter se salga con la suya...-

**************

-Pero señora, ¿le pidió a Mnemes que mandara a las Musas?- preguntó Radamanthys- no lo entiendo...-

-Cuando Hades me trajo aquí, mi madre transformó a las nueve ninfas que me acompañaban en sirenas- dijo Perséfone- al principio eran buenas, pero eran muy soberbias, y se atrevieron a retar a las Musas... ellas, lógicamente, las vencieron, pues las Musas son diosas, mientras que las sirenas son mortales...-

-¿Y que poder tienen esas sirenas?- preguntó Silver.

-Atrae a cualquier mortal con su melodía- dijo Perséfone- y lo único que logra contrarrestar su efecto es el canto de las Musas... por eso, le pedí a Mnemes que las enviara...-

-Señora- dijo Minos- no creo que sea seguro para usted que vaya...-

-Ya le dije a Radamanthys- dijo Perséfone- nada malo me ocurrirá...-

-Pero Señora- dijo Aikos- no es por desanimarla pero... es muy poco probable que Atena acceda a lo que usted le pide...-

-No te preocupes, Aikos- dijo Perséfone- ya he pensado en ello... pero Mnemes me dio algo por si las dudas Atena se niega...- dijo señalando la caja negra que la diosa de la memoria le había dado. La tomó y luego se ciñó la espada de Hades en la cintura. Se cubrió con una capa negra.

-Señora, yo iré con usted- dijo Radamanthys.

-Claro que no, Radamanthys- dijo Perséfone- necesito que ustedes se queden aquí para mantener el orden...-

-Señora, Radamanthys tiene razón- dijo Minos- es muy peligroso que usted vaya sola... a mi señor Hades no le hubiera gustado que la lastimaran...-

-Está bien- dijo Perséfone- es innecesario, pero Radamanthys puede acompañarme...-

****************

Los caballeros dorados vencieron fácilmente a las sirenas, ya que las Musas estaban neutralizando el efecto de sus voces.

-Las golpeamos tan fuerte- dijo Milo- que hasta a Deméter le darán náuseas...-

-Me alegra que todo haya salido bien...- dijo Saori.

-Ejem...- dijo Caliope. Saori sonrió.

-Muchas gracias- dijo Saori- les debemos una...-

Milo hizo un gesto que quería decir algo como 'sí, como no', pero las Musas solo sonrieron.

-Fue un placer, Atena- dijo Erato.

-Antes de irnos, nuestra madre te envía un mensaje: 'no seas muy dura con ella'- dijo Urania.

-¿Y qué quiere decir eso?- preguntó Saori. Las Musas se encogieron de hombros.

-Ya lo verás- dijo Caliope, y las nueve desaparecieron.

Unos minutos después de que las Musas desaparecieron, todos los caballeros sintieron un cosmo muy poderoso acercándose: el cosmo de un dios.

-¿Qué es eso?- dijo Seiya señalando al pie de la escalera. Había dos figuras. Una de ellas era indudablemente un espectro. La otra, era una persona cubierta por una capa. Saori la miró con atención.

-Es ella- dijo Saori- es Perséfone...-

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CONTINUARÁ...

Ya mero se acaba... Espero que les esté gustando... perdón por la tardanza... Cuídense...

Abby L.