[...Yukiiiiiiii, ¿que harías si un día yo me perdiera?. No sé, piensa por ejemplo que me pillara un coche y me quedara en coma años y años en un hospitalucho perdido e la mano de dios en el que nadie me conociera y no pudieran decirte nada, ¿Me buscarías?... No me llames tonto, te lo estoy diciendo en serio. ¿Me buscarías?... Yuuuukiii, no te duermas, ¡estoy hablando contigo!. Si yo desapareciera un día ¿Me buscarías?... dímelo, ¿lo harías?, aunque te costase encontrarme, ¿Me buscarías?...]
El sonido del despertador se hizo irritante a su oído. Yuki entre abrió los ojos molesto, gruñendo entre dientes, arrastrándose por la cama hasta localizar el despertador caído en el suelo al pie de la mesita. Lo apagó y volvió a recostarse en la cama, cubriéndose torpemente los ojos con el antebrazo para tratar de evadir inútilmente la llegada de la mañana. Rápidamente volvió a quedarse adormilado, la calma de la casa así como su cansancio le invitaban a ello. Shuichi debía de haberse ido ya al trabajo y por eso podía disfrutar de esa agradable tranquilidad. Abrió los ojos al palpar una cajetilla de tabaco sobre la almohada donde dormía el cantante. Le extrañó, el vocalista tenia la mala costumbre de esconderle los cigarrillos todas la mañanas para obligarlo a levantarse y no encontrarlo todavía en la cama bien pasada la hora del almuerzo.
Quizá se había dado por vencido, o tal vez aquel día se había marchado con más prisa de la habitual y ni siquiera había podido ponerlos debajo del colchón. El escritor tampoco le dio mayor importancia. Se puso en pie, y con un cigarrillo apagado en la boca, salió al salón rascándose adormilado la cabeza.
-Pero ... ¿qué significa esto?
Se plantó en mitad de la estancia, mirando en derredor. El salón estaba pulcramente ordenado, algo que no ocurría desde el mismo momento en que el cantante se había mudado a vivir con él, y de igual forma, ninguna de sus cosas estaba a la vista. Eiri se intranquilizó, incrédulo ante lo que veía, empezando a examinar primero por encima, posteriormente con minuciosa meticulosidad las demás partes de la casa.
No encontró nada. Ni revistas, ni videojuegos, ni ninguno de los trastes inservibles que habían acompañado en la mudanza al cantante. Su armario estaba vacío de las chillonas prendas, y en su cocina, no había nada en absoluto de las cosas que solía comer. Lo sabia, había vaciado todos los cajones.
Daba la impresión de que Shindou Shuichi había abandonado para no volver aquella vivienda.
El escritor tuvo que tomar asiento, en el primer sitio que pillo, que fueron las escaleras a la puerta de su casa.
-¿Qué broma es esta?- inquirió en una difícil e inhabitual mezcla de miedo y furia- No tiene gracia.
Irritado, pensando que aquello tenia una explicación, que a alguien se le había olvidado darle, caminó erguido cuan largo era, nuevamente hasta el salón para hacer una llamada de teléfono. Descolgó, marcó y le respondió una cordial voz femenina desde el otro lado de la línea.
-Buenos días, ha llamado usted a Nittle Grasper Records, ¿en que puedo ayudarle?
-Póngame con el departamento de grabaciones
-Un momento por favor..... ¿Si?, departamento de grabaciones
El rubio se pasó los dedos entre el cabello, moviéndose inquieto en e suelo.
-Pongame con Shindou Shuichi.
-¿Shindou que?, discúlpeme, pero creo que aquí no trabaja nadie con ese nombre, ¿no se estará usted confundiendo?
-No, ¿Es usted nuevo? - el rubio trataba de ser educado, pero empezaba a ponerse muy nervioso- yo me refiero a Shindou Shuichi, el cantante del grupo Bad Luck. Póngame con él. Tiene que estar por ahí.
-... Bad Luck??... ah, usted se refiere al grupo nuevo Bad Stuff, si ahora mismo le pongo, espere... Moshi moshi?, al habla Chikato Shoo, puedo ayudarle en?
El rubio colgó, dejando al muchacho con la palabra en la boca. Empezaba a pensar que todos los que trabajaban en esa compañía eran inveciles. Entro en el baño, se pego una ducha, y un cuarto de hora más tarde esta conduciendo su coche hasta las oficinas sede de NG. Al verlo llegar, un hombre de aspecto joven, con un conejo rosa de peluche le hizo señas con el brazo.
-Hey!!! Eiri-chan, ¡¡¿Cómo tú por aquí?!!, hacia mucho que no venias.
Esperó a que llegara a su altura y el joven del peluche, le tomo del brazo, acompañándole por el pasillo. Yuki lo miraba de reojo, pensando que nuevo tipo de enfermedad mental estaría atravesando el antiguo cantante que trabajo con Tohma para cogerle del brazo y hablarle de una forma tan coloquial, como si fuesen amigos de toda la vida.
Al final ayer no viniste a mi cumpleaños. ¡¡Nos dejaste a todos plantados nanoda!!- Sakuma hizo un puchero, pero volvió a sonreír rápidamente-¡¡ pero no te preocupes, te guardamos un cacho de pastel noda!! Luego pensaba pasarme por tu casa para dejártelo.
Eiri cada vez estaba más confuso, el no tenia conocimiento de nada de lo que le estaba hablando, y mucho menos entenderlo, además, desde cuando Ryuichi sabia donde vivía. Tenia le sensación de haberse perdió muchas cosas.
-Bueno, ¿habías venido a ver a Tohma verdad?- el cantante se dio un suave golpe en la cabeza y saco la lengua- Claro que si, que pregunta, ¿a quien ibas a venir a ver sino? Podría ser a mi, pero no creo que te hubiera dado por ahí nanoda! Él esta en la oficina a estas horas, te acompaño y así me cuentas que tal te esta yendo tu ultima novela.
Se dejo conducir, en un aire extrañamente ausente. Sakuma le comentó que estaba raro. El escritor no contesto. Pues ¿qué iba a decirle?, ¿que no entendía porque venia a hablarle con esa afabilidad?, ¿Que no comprendía por que de una día para otro sabia tantas cosas de él? ¿Por que en ningún momento le había mencionado a Shuichi?
Estaba desconcertado y había empezado a dolerle la cabeza.
-¡¡Oe!! Toooooohmaaaaaaaaa!! ¡¡Mira quien ha venido!!
El presidente dejó los papeles sobre la mesa para recibir al recién llegado con una amplia sonrisa.
-Eiri-san. ¿Vienes a buscarme para comer? Aunque te advierto que hoy pago yo, te pongas como te pongas...-empezó a recoger lo que estaba haciendo. Dejando al escritor aun más sorprendido ante el comentario- Pero es un poco pronto, mejor vamos a tomar algo a la cafetería que me llevaste el ultimo día, me gusto la variedad que tenían en café europeo... Eiri-san ... ¿ocurre algo?
-Yo... -miró a Sakuma, y después a Seguchi. Su cara en aquel momento debía de mostrar el grado de desconcierto interno que sentía- en realidad había venido a ver si estaba aquí Shuichi.
Ryuichi y Tohma se miraron alzando una ceja antes de preguntar al unísono.
-¿Quién?
El rubio se enfado, creyendo que se estaban burlando de él.
-Shuichi. ¡¡Shindou Shuichi!!. Bad Luck. ¡¡¿Queréis dejar de hacer eso?!!
Tohma dejo de sonreír, adoptando una expresión muy preocupada al acercarse al rubio.
-Eiri-san, ¿han vuelto a subirte la dosis de tus medicinas?
El rubio explotó, volviéndose por donde había venido, buscando mientras maldecía entre dientes, el estudio donde solía grabar el joven de cabellos rosados. Abrió la puerta y en la sala de mezclas estaba Suguru haciendo algunos arreglos. Tras el cristal del mezclador, otro chico moreno casi tan alto como él, entonaba algunas melodías.
-Yuki-san, bueno días -le recibió cortésmente el sobrino del presidente.
-¡¿Donde esta Shuichi?!
-¿Quién?
-¡¡YA VALE LA BROMA!! ¡¿DÓNDE ESTA SHUICHI?!
Fujisaki vacilo, aparentemente desconcertado.
-Pero es que yo ... no sé de quien me habla.
-Tu estas en Bad Luck, ¡¿Dónde esta tu cantante?!
-Yo estoy en Bad Stuff - corrigió tímidamente el teclita. Temiendo volver a desatar la ira del novelista- y precisamente aquel es el que canta.
Señaló el joven que Eiri había visto al llegar. El escritor suspiró encolerizado contra todos, ofuscado al ver que no obtenía lo que quería. Hizo una ultima intentona.
-¿Y Nakano?, ¿Tampoco sabes donde esta Nakano?
Fujisaqui le negó con la cabeza.
-Me lo imaginaba.
El rubio salió del estudio, encontrándose frente a frente con Tohma, que parecía pedir disculpas silenciosas con la mirada.
-Eiri-san, no se que es lo que te ha pasado, pero mejor lo hablamos tranquilamente delante de un buen plato de comida. Vámonos.
No le importó que Seguchi ocupara su plaza en el volante. El presidente llevó el coche hasta uno de los barrios de la ciudad, aparcando a la puerta de un pequeño restaurante italiano. Se volvió, esperando alguna reacción del rubio, pero este le devolvió la sonrisa con una fría e indiferente mirada.
-Pensé que el traerte a tu restaurante favorito, te haría sonreír al menos...- alego entristecido el presidente, saliendo del coche y entrado él el primero en el pequeño establecimiento. Yuki miró el lugar de refilón, sin dar mayores muestras de alegría.
-Cómo quieres que me alegre de estar en un sitio que ni siquiera conozco- murmuró para si saliendo también del coche- ¿mi restaurante favorito dices?, si casi no me gusta la pasta...
Por como los recibieron, el escritor comprendió que aquel debía de ser un lugar bastante frecuentado por ellos. Todo el mundo le trato respetuosamente por el apellido, le preguntaron cordialmente por como seguía su vida, le ofrecieron una mesa pequeña, de carácter intimista, que pegaba contra una pequeña ventada con vistas a un bello patio interior.
El escritor estaba cada vez más confuso, miraba a todos sin comprender. Aquello ya no podía ser una broma, estaba abarcando demasiadas dimensiones.
Un hombre rechoncho, de rostro afable y acento peculiar se les acerco con unas cartas, pero sin tendérselas les sonrió con picaresca.
-Oggi bene per la menù verità?. Casualmente abbiamo preparato quello piatto che tanto piace loro.
Tohma recibió la noticia con una sonrisa, y afirmó levemente con la cabeza. Pero al ver a Eiri, y la mirada de incomprensión que estaba poniendo hacia el chef que había salido a recibirlos, le indagó angustiado.
-¿No quieres Eiri-san?, La ultima vez que vinimos recuerdo como rezongaste porque aquel día se habían acabado las raciones. ¿Hoy no te apetece?, ¿Prefieres otra cosa?
-Buono, abbiamo anche un piatto di ricca carne con salsa di champignon che questa stupenda, benché questo male che io lo dica- sugirió con una sonrisa el hombre tratando de ayudar a sus clientes habituales.
Vacilante, por la situación en general, el rubio se limitó a asentir escuetamente con la cabeza.
-¿Los aseos? -inquirió rápidamente una vez que el Chef se hubo retirado
El presidente lo miró con una ceja alzada, señalándole una dirección, omitiendo el comentario de "pero si tu ya sabes donde están", observando en silencio como el escritor se ponía aparatosamente en pie de una mesa tan pequeña como aquella en la que estaban sentados (que parecía más "tipo pareja" en vez de ser "modo reunión de trabajo").
Llegó hasta lo aseos, y encontró lo que estaba buscando: Cabina y guía telefónica. Llevaba un rato pensando sobre aquello tras la negativa de Fijisaki. Empezó a buscar por el orden alfabético a "Nakano Hiroshi", pero se intimidó al ver unos 25, sólo en el área de Tokyo. No podía llamarlos a todos, o al menos no en aquel momento. Arrancó la hoja y se la metió en el bolsillo, regresando a continuación a la mesa donde Tohma lo esperaba con la expresión de una madre cuando su hijo de cinco años se marcha de excursión a las montañas, a hacer alpinismo sin cuerdas.
-Estaban ocupados -mintió el escritor para justificar su retraso, y en parte por tratar de aliviar la incomodidad que estaba sintiendo con su viejo conocido.
Un camarero llegó con un par de platos y los deposito sobre la mesa. Seguchi obvio la comida, y tomó la mano de Yuki por encima de la mesa.
-Eiri-san, no es por insistir, pero te encuentro muy extraño hoy. Ayer no dimos mucha importancia cuando no fuiste al cumpleaños de Ryuichi, ya estamos acostumbrados a esas cosas... no te queremos presionar, pero hoy me estas preocupando. ¿Ocurre algo?
-No, nada en absoluto- el escritor, por algún motivo, había decidido que era mejor dejar de hacer preguntas sobre Shuichi que de algún modo supo que no le iban a responder. Seguchi le seguía sujetando la mano melancólicamente.
-Eiri-san... recuerdo perfectamente que te prometí que no volvería a sacar el tema pero...- el rubio se volvió hacia su interlocutor, intrigado, nervioso- ... aunque me prometiste que no lo volverías ha hacer, a veces me preocupo. Como esta mañana, cuando entraste diciendo cosas sin sentido... no quiero que vuelvas a intentar dañarte a ti mismo de esa manera.
-¿De qué manera?- preguntó el rubio sin comprender. Seguchi carraspeó, incomodo, soltándole la mano y desviando la vista hacia el patio interior.
-Ya sabes... las pastillas. No quiero que vuelvas a intentar suicidarte. No fue agradable para mi encontrarte en el suelo de tu casa con frasco y medio de antidepresivos metido en el estomago. Aquel día casi te matas y a continuación me matas a mi. Eiri-san te aprecio demasiado para que vuelvas a hacer algo semejante.
Su desconcierto era tal, que no podría haber pronunciado palabra ni aunque le hubiera dependido la vida de ello. Tohma había dejado de prestarle atención y había empezado a degustar su plato de pasta, en cambio él miraba el suyo anonadado. El no había intentado suicidarse con antidepresivos... en realidad si que casi se mete un tiro en New York si Shindou no lo impide, pero era algo que tan sólo el propio cantante sabia y dudaba mucho que se lo hubiera contado a nadie más.
-Tohma, ¿Cual fue el ultimo día vez que vinimos aquí?
-El miércoles de la semana pasada, ¿no te acuerdas?- contestó con una sonrisa el presidente, aliviado por haber cambiado de tema- tu insististe, por mi hubiéramos ido al Lancord de Pient..., pero se te veía con tantas ganas que preferí no decirte nada... ¿no esta bueno tu plato? -le preguntó al ver que no había tocado la carne.
El cerebro de Yuki trabaja a toda velocidad, los datos que recibía no correspondían con lo que el poseía con anterioridad. Tohma no le estaba mintiendo, lo sabia. Pero allí fallaba algo. No conocía ese lugar, nunca había estado allí, a pesar de que todo el mundo se empeñase en hacérselo creer.
Necesitaba irse a casa, intentar ponerse en contacto con Nakano, saber donde estaba Shuichi, que era lo que estaba pasando para que todo el mundo negara conocerle, así mismo como el porque se comportaban con él de aquella manera tan extraña, hablándole de hechos y acciones que él no recordaba. Era la misma impresión de cuando te pierdes una parte importante de una película, y luego ya no entiendes nada de lo que ocurre a continuación.
Se levantó de la mesa.
-Perdona, me duele el estomago- se disculpo parcamente el rubio ante su compañía- me voy a casa. te dejo el coche, ya me lo devolverás.
Le dejo las llaves sobre la mesa, y el escritor se marcho dejando al presidente de NG con una sonrisa entristecida en la cara.
-¡¡Te veo mañana!! -escucho que le gritaban antes de salir por la puerta.
El escritor recorrió a buen paso varias calles. A penas se paro delante de un escaparate lleno de televisores, internamente convencido que vería a parecer a Shuichi en uno de ellos, cantando desde alguno de sus videoclip. Compro un periódico en un supermercado y algo de comida congelada para la cena.
Haciendo memoria, condujo sus pasos hasta la casa del guitarrista, y golpeó varias veces la puerta. El apartamento presentaba un aspecto exterior que no reconocía, y su desconcierto fue a más cuando la que abrió la puerta fue una mujer joven con un bebe en brazos.
El escritor no se molesto ni en preguntar, se disculpo y se marchó.
Al llegar a su piso, lo primero tras quitarse el abrigo y los zapatos fue coger el teléfono inalámbrico y llevárselo hasta la pequeña mesa del salón. Sacó la hoja amarillenta que había plegado dentro de su bolsillo, y respiró hondo pensando como iba a enfocar las llamadas.
La primera no fue bien, así como las más de doce que le siguieron. En las tres ultimas lo colgaron tachándolo de loco. De toda formas en ninguna de ellas había reconocido la voz del guitarrista de Bad Luck, por lo que indiferente a los insultos recibidos, marcó un nuevo numero de la lista.
-Bunas tardes, habla Nakano Hiroshi- contestó al otro lado de la línea, una voz clara, masculina y agradable. Yuki se cayo, indeciso, aquella voz si parecía ser la del antiguo amigo de Shuichi, pero no estaba del todo seguro
¿Oiga?
-¿Nakano?- contesto el rubio a la desesperada antes de que al otro lado de la línea se aburrieran y colgaran- soy Eiri, ¿Por qué no estabas en tu casa?¿Esta Shuichi contigo?
-Disculpe pero no le conozco y no se de quien me habla. Creo que se ha confundido.
-Espera, no cuelgues- pidió con anticipación que confiere la practica de haber sido dejado con la palabra en la boca varias veces. El escritor hizo memoria, recordando vagamente que datos tenia de Shuichi antes de conocerlo. Frustrado, fue consciente de que a pesar de que el joven le había contado cosas sin parar, él le había prestado la mayor parte del tiempo tan poca atención que no recordaba prácticamente ninguna.
Espera... tu no eres Nakano... que debiste de estudiar en... -Eiri se estaba dejando la cabeza- en XXX ... que tocabas a dúo la guitarra con otro chaval, el chico del que te hablo tiene una hermana... se llama... Maiko.
-Perdone, pero sigo sin saber quien es usted. Pero si, es cierto que yo tocaba la guitarra en el instituto, pero lo hacia sólo, y deje ese hobby al matricularme e ingresar en la facultad. Actualmente soy estudiante de medicina y no toco nada en absoluto. Tampoco conozco a nadie por ese nombre. Disculpe.
Yuki se quedo con el teléfono en la mano, comunicando. Aquel era Nakano, el autentico Nakano de Bad Luck. Se desespero pensando en que podía hacer, buscar alguna cosa, que le demostrara a él mismo que no estaba desvariando, que los recuerdos que tenia eran ciertos, aunque al contrastarlos con los demás ahora le estuviesen pareciendo todos producto de una alucinación, pero no podía ser. El todavía recordaba la sonrisa de Shuichi por las mañanas, el olor de su pelo cuando salía de la ducha dejándole todo el suelo del salón empapado. Las peleas en la cocina cuando trataba de prepararle algo y por poco no se cortaba todos los dedos de la mano. Y sobre todo su cuerpo, ese pequeño cuerpo abrazado al suyo, con ansia, con miedo, con amor.
-¿Donde estas ShuiChi?
Y recordó el álbum de fotos que tenia en el armario. Fotos que Shuichi se había puesto terco hasta conseguir, en las que estaban los dos juntos. El rubio corrió hasta el armario, y regresó nuevamente junto a la luz de la ventana del salón. Abrió el cuadernillo y su mirada se tenso, arqueando las cejas en la furia según iba pasando las hojas, repasando aquellas fotos familiares. En ninguna de ellas salía Shuichi. En cambio, personas que originariamente no estaban (eso se decía el rubio) ahora aparecían, como podían ser Tohma con su sempiterna sonrisa, Sakuma tirandole del pelo y obligándole a esbozar muecas raras, Mika y Tatsuha sonriendo en plan "somos una familia feliz", y otras personas que ni reconocía.
El escritor tiró el álbum al suelo, frustrado, bufando en la impotencia. Todo el mundo, todas las cosas, apuntaban a que la existencia de Shuindou Shichi no era real. Que nunca había existido nadie con ese nombre. Enterró el cabellos entre las manos, restregándoselo una y otra vez.
-No me lo estoy inventando. No me lo estoy inventando- se repitió para si. Planteándose por un momento sino se habría enajenado del todo- tiene que estar en algún lugar. ¡¡Shuichi!!
Intentó recordar que era lo que había echo el día anterior, imágenes fraccionadas llegaron a su mente, nada reseñable. Acciones habituales, Shuichi saltando en el sofá viendo un concurso de la tele mientras le reñía porque no le dejaba concentrarse en la novela con tanto ruido. Shuichi barriendo a la hora de la cena después de haber tirado de un codazo por accidente todos los cereales de la caja regando con ellos la cocina. Los brazos del cantante abrazándole por detrás cuando se habían ido a dormir.
-Yo... que esta pasando maldita sea.
El escritor volvió a salir de su casa. Corriendo como no lo hacia en años, llegando agotado y jadeante a ultima hora de la tarde a las puertas de la casa de los padres de Shuichi. Él ya había estado antes en esa casa, había ido al principio, al conocerle, una vez que había caído enfermo por una gripe. Supuso que su madre se acordaría de él, el cantante le había comentado que leía sus novelas.
Llamó a la puerta y una mujer de mediana edad, afable, ligeramente regordeta y baja le salió al encuentro.
-Buenas noches - la mujer le sonrió, ruborizandose pasados un segundos al reconocer de quien se trataba.
-Perdón por molestar - comento con amabilidad el rubio, siempre tan servicial con cualquier tipo de mujer, cuando trataba con ellas- pero me gustaría ver a su hijo Shuichi.
La mujer le miro desconcertada, volvió la vista hacia dentro de la casa, y por ultimo nuevamente al escritor.
-Disculpe, pero no sé de quien me habla, yo no tengo ningún hijo, tan sólo tengo una hija, y se llama Maiko no Shuichi.
Aquello ya fue el veredicto final. Yuki agradeció la atención con una leve inclinación de cabeza. Se marchó arrastrando los pies por el suelo.
Inconscientemente llegó hasta el parque en el que se habían conocido. Había anochecido y las farolas tintineaban preparándose para su jornada nocturna.
Sentía un nudo en el pecho. No quería volver a casa, pues ahora la veía extraña y vacía. Le faltaba lo más importante.
-Shuichi... ¿dónde estas?
Escucho una risa suave, entristecida.
En el mismo lugar en el que le vio por primera vez, un joven de cabellos rosados se volvió con una sonrisa suave, apartándose delicadamente hebras de llamativo color de los ojos, revueltas a causa de la brisa
- Y si yo faltara un día ... ¿Me buscarías?
Sopló un fuerte golpe de viento que llenó de arena los ojos del escritor.
Para cuando el rubio fue capaz de abrirlos, se encontraba nuevamente solo.
*************************
Esto es o va a ser, o será algo muy experimental. No me maten si no tiene mucha lógica
El sonido del despertador se hizo irritante a su oído. Yuki entre abrió los ojos molesto, gruñendo entre dientes, arrastrándose por la cama hasta localizar el despertador caído en el suelo al pie de la mesita. Lo apagó y volvió a recostarse en la cama, cubriéndose torpemente los ojos con el antebrazo para tratar de evadir inútilmente la llegada de la mañana. Rápidamente volvió a quedarse adormilado, la calma de la casa así como su cansancio le invitaban a ello. Shuichi debía de haberse ido ya al trabajo y por eso podía disfrutar de esa agradable tranquilidad. Abrió los ojos al palpar una cajetilla de tabaco sobre la almohada donde dormía el cantante. Le extrañó, el vocalista tenia la mala costumbre de esconderle los cigarrillos todas la mañanas para obligarlo a levantarse y no encontrarlo todavía en la cama bien pasada la hora del almuerzo.
Quizá se había dado por vencido, o tal vez aquel día se había marchado con más prisa de la habitual y ni siquiera había podido ponerlos debajo del colchón. El escritor tampoco le dio mayor importancia. Se puso en pie, y con un cigarrillo apagado en la boca, salió al salón rascándose adormilado la cabeza.
-Pero ... ¿qué significa esto?
Se plantó en mitad de la estancia, mirando en derredor. El salón estaba pulcramente ordenado, algo que no ocurría desde el mismo momento en que el cantante se había mudado a vivir con él, y de igual forma, ninguna de sus cosas estaba a la vista. Eiri se intranquilizó, incrédulo ante lo que veía, empezando a examinar primero por encima, posteriormente con minuciosa meticulosidad las demás partes de la casa.
No encontró nada. Ni revistas, ni videojuegos, ni ninguno de los trastes inservibles que habían acompañado en la mudanza al cantante. Su armario estaba vacío de las chillonas prendas, y en su cocina, no había nada en absoluto de las cosas que solía comer. Lo sabia, había vaciado todos los cajones.
Daba la impresión de que Shindou Shuichi había abandonado para no volver aquella vivienda.
El escritor tuvo que tomar asiento, en el primer sitio que pillo, que fueron las escaleras a la puerta de su casa.
-¿Qué broma es esta?- inquirió en una difícil e inhabitual mezcla de miedo y furia- No tiene gracia.
Irritado, pensando que aquello tenia una explicación, que a alguien se le había olvidado darle, caminó erguido cuan largo era, nuevamente hasta el salón para hacer una llamada de teléfono. Descolgó, marcó y le respondió una cordial voz femenina desde el otro lado de la línea.
-Buenos días, ha llamado usted a Nittle Grasper Records, ¿en que puedo ayudarle?
-Póngame con el departamento de grabaciones
-Un momento por favor..... ¿Si?, departamento de grabaciones
El rubio se pasó los dedos entre el cabello, moviéndose inquieto en e suelo.
-Pongame con Shindou Shuichi.
-¿Shindou que?, discúlpeme, pero creo que aquí no trabaja nadie con ese nombre, ¿no se estará usted confundiendo?
-No, ¿Es usted nuevo? - el rubio trataba de ser educado, pero empezaba a ponerse muy nervioso- yo me refiero a Shindou Shuichi, el cantante del grupo Bad Luck. Póngame con él. Tiene que estar por ahí.
-... Bad Luck??... ah, usted se refiere al grupo nuevo Bad Stuff, si ahora mismo le pongo, espere... Moshi moshi?, al habla Chikato Shoo, puedo ayudarle en?
El rubio colgó, dejando al muchacho con la palabra en la boca. Empezaba a pensar que todos los que trabajaban en esa compañía eran inveciles. Entro en el baño, se pego una ducha, y un cuarto de hora más tarde esta conduciendo su coche hasta las oficinas sede de NG. Al verlo llegar, un hombre de aspecto joven, con un conejo rosa de peluche le hizo señas con el brazo.
-Hey!!! Eiri-chan, ¡¡¿Cómo tú por aquí?!!, hacia mucho que no venias.
Esperó a que llegara a su altura y el joven del peluche, le tomo del brazo, acompañándole por el pasillo. Yuki lo miraba de reojo, pensando que nuevo tipo de enfermedad mental estaría atravesando el antiguo cantante que trabajo con Tohma para cogerle del brazo y hablarle de una forma tan coloquial, como si fuesen amigos de toda la vida.
Al final ayer no viniste a mi cumpleaños. ¡¡Nos dejaste a todos plantados nanoda!!- Sakuma hizo un puchero, pero volvió a sonreír rápidamente-¡¡ pero no te preocupes, te guardamos un cacho de pastel noda!! Luego pensaba pasarme por tu casa para dejártelo.
Eiri cada vez estaba más confuso, el no tenia conocimiento de nada de lo que le estaba hablando, y mucho menos entenderlo, además, desde cuando Ryuichi sabia donde vivía. Tenia le sensación de haberse perdió muchas cosas.
-Bueno, ¿habías venido a ver a Tohma verdad?- el cantante se dio un suave golpe en la cabeza y saco la lengua- Claro que si, que pregunta, ¿a quien ibas a venir a ver sino? Podría ser a mi, pero no creo que te hubiera dado por ahí nanoda! Él esta en la oficina a estas horas, te acompaño y así me cuentas que tal te esta yendo tu ultima novela.
Se dejo conducir, en un aire extrañamente ausente. Sakuma le comentó que estaba raro. El escritor no contesto. Pues ¿qué iba a decirle?, ¿que no entendía porque venia a hablarle con esa afabilidad?, ¿Que no comprendía por que de una día para otro sabia tantas cosas de él? ¿Por que en ningún momento le había mencionado a Shuichi?
Estaba desconcertado y había empezado a dolerle la cabeza.
-¡¡Oe!! Toooooohmaaaaaaaaa!! ¡¡Mira quien ha venido!!
El presidente dejó los papeles sobre la mesa para recibir al recién llegado con una amplia sonrisa.
-Eiri-san. ¿Vienes a buscarme para comer? Aunque te advierto que hoy pago yo, te pongas como te pongas...-empezó a recoger lo que estaba haciendo. Dejando al escritor aun más sorprendido ante el comentario- Pero es un poco pronto, mejor vamos a tomar algo a la cafetería que me llevaste el ultimo día, me gusto la variedad que tenían en café europeo... Eiri-san ... ¿ocurre algo?
-Yo... -miró a Sakuma, y después a Seguchi. Su cara en aquel momento debía de mostrar el grado de desconcierto interno que sentía- en realidad había venido a ver si estaba aquí Shuichi.
Ryuichi y Tohma se miraron alzando una ceja antes de preguntar al unísono.
-¿Quién?
El rubio se enfado, creyendo que se estaban burlando de él.
-Shuichi. ¡¡Shindou Shuichi!!. Bad Luck. ¡¡¿Queréis dejar de hacer eso?!!
Tohma dejo de sonreír, adoptando una expresión muy preocupada al acercarse al rubio.
-Eiri-san, ¿han vuelto a subirte la dosis de tus medicinas?
El rubio explotó, volviéndose por donde había venido, buscando mientras maldecía entre dientes, el estudio donde solía grabar el joven de cabellos rosados. Abrió la puerta y en la sala de mezclas estaba Suguru haciendo algunos arreglos. Tras el cristal del mezclador, otro chico moreno casi tan alto como él, entonaba algunas melodías.
-Yuki-san, bueno días -le recibió cortésmente el sobrino del presidente.
-¡¿Donde esta Shuichi?!
-¿Quién?
-¡¡YA VALE LA BROMA!! ¡¿DÓNDE ESTA SHUICHI?!
Fujisaki vacilo, aparentemente desconcertado.
-Pero es que yo ... no sé de quien me habla.
-Tu estas en Bad Luck, ¡¿Dónde esta tu cantante?!
-Yo estoy en Bad Stuff - corrigió tímidamente el teclita. Temiendo volver a desatar la ira del novelista- y precisamente aquel es el que canta.
Señaló el joven que Eiri había visto al llegar. El escritor suspiró encolerizado contra todos, ofuscado al ver que no obtenía lo que quería. Hizo una ultima intentona.
-¿Y Nakano?, ¿Tampoco sabes donde esta Nakano?
Fujisaqui le negó con la cabeza.
-Me lo imaginaba.
El rubio salió del estudio, encontrándose frente a frente con Tohma, que parecía pedir disculpas silenciosas con la mirada.
-Eiri-san, no se que es lo que te ha pasado, pero mejor lo hablamos tranquilamente delante de un buen plato de comida. Vámonos.
No le importó que Seguchi ocupara su plaza en el volante. El presidente llevó el coche hasta uno de los barrios de la ciudad, aparcando a la puerta de un pequeño restaurante italiano. Se volvió, esperando alguna reacción del rubio, pero este le devolvió la sonrisa con una fría e indiferente mirada.
-Pensé que el traerte a tu restaurante favorito, te haría sonreír al menos...- alego entristecido el presidente, saliendo del coche y entrado él el primero en el pequeño establecimiento. Yuki miró el lugar de refilón, sin dar mayores muestras de alegría.
-Cómo quieres que me alegre de estar en un sitio que ni siquiera conozco- murmuró para si saliendo también del coche- ¿mi restaurante favorito dices?, si casi no me gusta la pasta...
Por como los recibieron, el escritor comprendió que aquel debía de ser un lugar bastante frecuentado por ellos. Todo el mundo le trato respetuosamente por el apellido, le preguntaron cordialmente por como seguía su vida, le ofrecieron una mesa pequeña, de carácter intimista, que pegaba contra una pequeña ventada con vistas a un bello patio interior.
El escritor estaba cada vez más confuso, miraba a todos sin comprender. Aquello ya no podía ser una broma, estaba abarcando demasiadas dimensiones.
Un hombre rechoncho, de rostro afable y acento peculiar se les acerco con unas cartas, pero sin tendérselas les sonrió con picaresca.
-Oggi bene per la menù verità?. Casualmente abbiamo preparato quello piatto che tanto piace loro.
Tohma recibió la noticia con una sonrisa, y afirmó levemente con la cabeza. Pero al ver a Eiri, y la mirada de incomprensión que estaba poniendo hacia el chef que había salido a recibirlos, le indagó angustiado.
-¿No quieres Eiri-san?, La ultima vez que vinimos recuerdo como rezongaste porque aquel día se habían acabado las raciones. ¿Hoy no te apetece?, ¿Prefieres otra cosa?
-Buono, abbiamo anche un piatto di ricca carne con salsa di champignon che questa stupenda, benché questo male che io lo dica- sugirió con una sonrisa el hombre tratando de ayudar a sus clientes habituales.
Vacilante, por la situación en general, el rubio se limitó a asentir escuetamente con la cabeza.
-¿Los aseos? -inquirió rápidamente una vez que el Chef se hubo retirado
El presidente lo miró con una ceja alzada, señalándole una dirección, omitiendo el comentario de "pero si tu ya sabes donde están", observando en silencio como el escritor se ponía aparatosamente en pie de una mesa tan pequeña como aquella en la que estaban sentados (que parecía más "tipo pareja" en vez de ser "modo reunión de trabajo").
Llegó hasta lo aseos, y encontró lo que estaba buscando: Cabina y guía telefónica. Llevaba un rato pensando sobre aquello tras la negativa de Fijisaki. Empezó a buscar por el orden alfabético a "Nakano Hiroshi", pero se intimidó al ver unos 25, sólo en el área de Tokyo. No podía llamarlos a todos, o al menos no en aquel momento. Arrancó la hoja y se la metió en el bolsillo, regresando a continuación a la mesa donde Tohma lo esperaba con la expresión de una madre cuando su hijo de cinco años se marcha de excursión a las montañas, a hacer alpinismo sin cuerdas.
-Estaban ocupados -mintió el escritor para justificar su retraso, y en parte por tratar de aliviar la incomodidad que estaba sintiendo con su viejo conocido.
Un camarero llegó con un par de platos y los deposito sobre la mesa. Seguchi obvio la comida, y tomó la mano de Yuki por encima de la mesa.
-Eiri-san, no es por insistir, pero te encuentro muy extraño hoy. Ayer no dimos mucha importancia cuando no fuiste al cumpleaños de Ryuichi, ya estamos acostumbrados a esas cosas... no te queremos presionar, pero hoy me estas preocupando. ¿Ocurre algo?
-No, nada en absoluto- el escritor, por algún motivo, había decidido que era mejor dejar de hacer preguntas sobre Shuichi que de algún modo supo que no le iban a responder. Seguchi le seguía sujetando la mano melancólicamente.
-Eiri-san... recuerdo perfectamente que te prometí que no volvería a sacar el tema pero...- el rubio se volvió hacia su interlocutor, intrigado, nervioso- ... aunque me prometiste que no lo volverías ha hacer, a veces me preocupo. Como esta mañana, cuando entraste diciendo cosas sin sentido... no quiero que vuelvas a intentar dañarte a ti mismo de esa manera.
-¿De qué manera?- preguntó el rubio sin comprender. Seguchi carraspeó, incomodo, soltándole la mano y desviando la vista hacia el patio interior.
-Ya sabes... las pastillas. No quiero que vuelvas a intentar suicidarte. No fue agradable para mi encontrarte en el suelo de tu casa con frasco y medio de antidepresivos metido en el estomago. Aquel día casi te matas y a continuación me matas a mi. Eiri-san te aprecio demasiado para que vuelvas a hacer algo semejante.
Su desconcierto era tal, que no podría haber pronunciado palabra ni aunque le hubiera dependido la vida de ello. Tohma había dejado de prestarle atención y había empezado a degustar su plato de pasta, en cambio él miraba el suyo anonadado. El no había intentado suicidarse con antidepresivos... en realidad si que casi se mete un tiro en New York si Shindou no lo impide, pero era algo que tan sólo el propio cantante sabia y dudaba mucho que se lo hubiera contado a nadie más.
-Tohma, ¿Cual fue el ultimo día vez que vinimos aquí?
-El miércoles de la semana pasada, ¿no te acuerdas?- contestó con una sonrisa el presidente, aliviado por haber cambiado de tema- tu insististe, por mi hubiéramos ido al Lancord de Pient..., pero se te veía con tantas ganas que preferí no decirte nada... ¿no esta bueno tu plato? -le preguntó al ver que no había tocado la carne.
El cerebro de Yuki trabaja a toda velocidad, los datos que recibía no correspondían con lo que el poseía con anterioridad. Tohma no le estaba mintiendo, lo sabia. Pero allí fallaba algo. No conocía ese lugar, nunca había estado allí, a pesar de que todo el mundo se empeñase en hacérselo creer.
Necesitaba irse a casa, intentar ponerse en contacto con Nakano, saber donde estaba Shuichi, que era lo que estaba pasando para que todo el mundo negara conocerle, así mismo como el porque se comportaban con él de aquella manera tan extraña, hablándole de hechos y acciones que él no recordaba. Era la misma impresión de cuando te pierdes una parte importante de una película, y luego ya no entiendes nada de lo que ocurre a continuación.
Se levantó de la mesa.
-Perdona, me duele el estomago- se disculpo parcamente el rubio ante su compañía- me voy a casa. te dejo el coche, ya me lo devolverás.
Le dejo las llaves sobre la mesa, y el escritor se marcho dejando al presidente de NG con una sonrisa entristecida en la cara.
-¡¡Te veo mañana!! -escucho que le gritaban antes de salir por la puerta.
El escritor recorrió a buen paso varias calles. A penas se paro delante de un escaparate lleno de televisores, internamente convencido que vería a parecer a Shuichi en uno de ellos, cantando desde alguno de sus videoclip. Compro un periódico en un supermercado y algo de comida congelada para la cena.
Haciendo memoria, condujo sus pasos hasta la casa del guitarrista, y golpeó varias veces la puerta. El apartamento presentaba un aspecto exterior que no reconocía, y su desconcierto fue a más cuando la que abrió la puerta fue una mujer joven con un bebe en brazos.
El escritor no se molesto ni en preguntar, se disculpo y se marchó.
Al llegar a su piso, lo primero tras quitarse el abrigo y los zapatos fue coger el teléfono inalámbrico y llevárselo hasta la pequeña mesa del salón. Sacó la hoja amarillenta que había plegado dentro de su bolsillo, y respiró hondo pensando como iba a enfocar las llamadas.
La primera no fue bien, así como las más de doce que le siguieron. En las tres ultimas lo colgaron tachándolo de loco. De toda formas en ninguna de ellas había reconocido la voz del guitarrista de Bad Luck, por lo que indiferente a los insultos recibidos, marcó un nuevo numero de la lista.
-Bunas tardes, habla Nakano Hiroshi- contestó al otro lado de la línea, una voz clara, masculina y agradable. Yuki se cayo, indeciso, aquella voz si parecía ser la del antiguo amigo de Shuichi, pero no estaba del todo seguro
¿Oiga?
-¿Nakano?- contesto el rubio a la desesperada antes de que al otro lado de la línea se aburrieran y colgaran- soy Eiri, ¿Por qué no estabas en tu casa?¿Esta Shuichi contigo?
-Disculpe pero no le conozco y no se de quien me habla. Creo que se ha confundido.
-Espera, no cuelgues- pidió con anticipación que confiere la practica de haber sido dejado con la palabra en la boca varias veces. El escritor hizo memoria, recordando vagamente que datos tenia de Shuichi antes de conocerlo. Frustrado, fue consciente de que a pesar de que el joven le había contado cosas sin parar, él le había prestado la mayor parte del tiempo tan poca atención que no recordaba prácticamente ninguna.
Espera... tu no eres Nakano... que debiste de estudiar en... -Eiri se estaba dejando la cabeza- en XXX ... que tocabas a dúo la guitarra con otro chaval, el chico del que te hablo tiene una hermana... se llama... Maiko.
-Perdone, pero sigo sin saber quien es usted. Pero si, es cierto que yo tocaba la guitarra en el instituto, pero lo hacia sólo, y deje ese hobby al matricularme e ingresar en la facultad. Actualmente soy estudiante de medicina y no toco nada en absoluto. Tampoco conozco a nadie por ese nombre. Disculpe.
Yuki se quedo con el teléfono en la mano, comunicando. Aquel era Nakano, el autentico Nakano de Bad Luck. Se desespero pensando en que podía hacer, buscar alguna cosa, que le demostrara a él mismo que no estaba desvariando, que los recuerdos que tenia eran ciertos, aunque al contrastarlos con los demás ahora le estuviesen pareciendo todos producto de una alucinación, pero no podía ser. El todavía recordaba la sonrisa de Shuichi por las mañanas, el olor de su pelo cuando salía de la ducha dejándole todo el suelo del salón empapado. Las peleas en la cocina cuando trataba de prepararle algo y por poco no se cortaba todos los dedos de la mano. Y sobre todo su cuerpo, ese pequeño cuerpo abrazado al suyo, con ansia, con miedo, con amor.
-¿Donde estas ShuiChi?
Y recordó el álbum de fotos que tenia en el armario. Fotos que Shuichi se había puesto terco hasta conseguir, en las que estaban los dos juntos. El rubio corrió hasta el armario, y regresó nuevamente junto a la luz de la ventana del salón. Abrió el cuadernillo y su mirada se tenso, arqueando las cejas en la furia según iba pasando las hojas, repasando aquellas fotos familiares. En ninguna de ellas salía Shuichi. En cambio, personas que originariamente no estaban (eso se decía el rubio) ahora aparecían, como podían ser Tohma con su sempiterna sonrisa, Sakuma tirandole del pelo y obligándole a esbozar muecas raras, Mika y Tatsuha sonriendo en plan "somos una familia feliz", y otras personas que ni reconocía.
El escritor tiró el álbum al suelo, frustrado, bufando en la impotencia. Todo el mundo, todas las cosas, apuntaban a que la existencia de Shuindou Shichi no era real. Que nunca había existido nadie con ese nombre. Enterró el cabellos entre las manos, restregándoselo una y otra vez.
-No me lo estoy inventando. No me lo estoy inventando- se repitió para si. Planteándose por un momento sino se habría enajenado del todo- tiene que estar en algún lugar. ¡¡Shuichi!!
Intentó recordar que era lo que había echo el día anterior, imágenes fraccionadas llegaron a su mente, nada reseñable. Acciones habituales, Shuichi saltando en el sofá viendo un concurso de la tele mientras le reñía porque no le dejaba concentrarse en la novela con tanto ruido. Shuichi barriendo a la hora de la cena después de haber tirado de un codazo por accidente todos los cereales de la caja regando con ellos la cocina. Los brazos del cantante abrazándole por detrás cuando se habían ido a dormir.
-Yo... que esta pasando maldita sea.
El escritor volvió a salir de su casa. Corriendo como no lo hacia en años, llegando agotado y jadeante a ultima hora de la tarde a las puertas de la casa de los padres de Shuichi. Él ya había estado antes en esa casa, había ido al principio, al conocerle, una vez que había caído enfermo por una gripe. Supuso que su madre se acordaría de él, el cantante le había comentado que leía sus novelas.
Llamó a la puerta y una mujer de mediana edad, afable, ligeramente regordeta y baja le salió al encuentro.
-Buenas noches - la mujer le sonrió, ruborizandose pasados un segundos al reconocer de quien se trataba.
-Perdón por molestar - comento con amabilidad el rubio, siempre tan servicial con cualquier tipo de mujer, cuando trataba con ellas- pero me gustaría ver a su hijo Shuichi.
La mujer le miro desconcertada, volvió la vista hacia dentro de la casa, y por ultimo nuevamente al escritor.
-Disculpe, pero no sé de quien me habla, yo no tengo ningún hijo, tan sólo tengo una hija, y se llama Maiko no Shuichi.
Aquello ya fue el veredicto final. Yuki agradeció la atención con una leve inclinación de cabeza. Se marchó arrastrando los pies por el suelo.
Inconscientemente llegó hasta el parque en el que se habían conocido. Había anochecido y las farolas tintineaban preparándose para su jornada nocturna.
Sentía un nudo en el pecho. No quería volver a casa, pues ahora la veía extraña y vacía. Le faltaba lo más importante.
-Shuichi... ¿dónde estas?
Escucho una risa suave, entristecida.
En el mismo lugar en el que le vio por primera vez, un joven de cabellos rosados se volvió con una sonrisa suave, apartándose delicadamente hebras de llamativo color de los ojos, revueltas a causa de la brisa
- Y si yo faltara un día ... ¿Me buscarías?
Sopló un fuerte golpe de viento que llenó de arena los ojos del escritor.
Para cuando el rubio fue capaz de abrirlos, se encontraba nuevamente solo.
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Esto es o va a ser, o será algo muy experimental. No me maten si no tiene mucha lógica
