Cerró la puerta de su casa, apoyando su peso contra esta. Aun no había remitido por completo la taquicardia de su pecho. Con paso inseguro, sin quitarse siquiera los zapatos, el escritor entró en el cuarto de bañó, se plantó frente al espejo/botiquín que había sobre el lavabo, y con cuidado abrió la hoja de cristal dejando a la vista una completa gama de medicamentos, botes, pomadas y ungüentos.
Rebuscó entre ellos inquieto. La gran mayoría de los objetos aposentados en las repisas, terminaron arremolinados en una amalgama informe de colores y formas sobre el desagüe del lavabo al ser aventados sin cuidado.
-¿Donde están?, ¿Tienen que estar por aquí?
Encontró una caja pequeña, blanca con bordes rojos. Sin embargo aquello no pareció reconfortarle mucho, al comprobar que a la tableta de plástico color metalizado del interior, a penas le quedaba una dosis.
El escritor las contempló brevemente antes de llevárselas a la boca, tragándoselas sin ayuda de líquidos. Demasiadas noches en vela, demasiados sedantes tomados con anterioridad para necesitar ahora cantidades ingentes de agua para aquellas pastillas por grandes que fueran.
-Dormir, un par de horas... Y mañana todo habrá vuelto a la normalidad. Tendré al tonto ruidoso otra vez por la casa llenándomela de porquerías. He tenido un mal día, eso es todo. Es imposible que algo como esto este realmente pasando, sería de locos...
Cansado, se fue desprendiendo de las prendas de abrigo por el camino, hasta llegar a la cama tan sólo en unos pantalones que no se molesto en quitar, dado que el sopor artificial generado por los complejos productos químicos de laboratorio, empezaba a nublarle lentamente la conciencia.
-Mañana ... mañana todo será distinto...
Escuchó un murmullo de ropa moviéndose a su lado. Eiri aun adormilado se limitó a darse la vuelta dándole la espalda al ruido, intentando proseguir con su descanso. Pero el ruido no cesó, pasó a ser temblores en el colchón, para al poco tiempo después, tornarse pasos de pies descalzos por la habitación.
Yuki gruño, dándose otra vuelta en la cama aparentemente incomodo.
-Deja de hacer tanto ruido... Quiero dormir.
Los pasos cesaron en algún punto inespecífico de la habitación, se produjo un pequeño silencio, y retornaron junto a la cama. Alguien se subió de rodillas sobre el colchón y le zarandeo débilmente el hombro.
-Pero es que ya es muy tarde!, ¡levántate nanoda!
Adormilado, Yuki frunció molesto los labios, a la par que volvía a darle la espalda a su interlocutor
-Shuichi vete a trabajar ya y deja de imitar a Sakuma
-¡¡Eiri-chan!!, ¿Quien es Shuichi?... -preguntó sorprendida una voz jovial a su espalda, que fue seguida de una risita picara, un poco más seria y adulta- ... ¿has conocido a alguien verdad?
El escritor abrió los ojos de golpe, sobrecogido. De cierta manera incluso su corazón se paralizó expectante.
Unas manos cálidas se posaron sobre sus hombros desnudos, y el jovial rostro al que le estaba dando la espalda se inclino hacia él divertido.
-¡¡¡Ahhh, te pille nanoda!!! - sonrió de forma risueña, inclinándose un poco más y dándole un beso en la frente. El antiguo cantante de NG revolvió divertido a continuación los rubios cabellos del escritor, ignorando la mueca de confusión o incluso pavor que este le dirigió ante sus atenciones.
Bueno, supongo que eso es bueno. No te ibas a quedar toda la vida guardándole vela a quien ya sabemos no?
Ryuichi saltó fuera de la cama, con una expresión medianamente seria en la cara, recogiendo el fardo de ropa tirada en el suelo, saliendo con ella del dormitorio.
¡¡Y vístete!! ¡Vas a llegar tarde a la entrevista noda!
Eiri se quedó sentado en la cama, tapándose por primera vez en su vida con las sabanas de un blanco inmaculado de forma pudorosa el cuerpo.
Confundido en sobre manera de cómo y por qué Sakuma estaba allí.
De improviso, los recuerdos del día anterior le llegaron todos de golpe, como una estampida de caballos pasándole por encima. En realidad ese era el aspecto que presentaba el rubio segundos después de recordarlo.
Se levantó de la cama, y al llegar a su cocina, descubrió a Ryuichi sacando un par de tazas de un armario, para seguidamente depositarlas sobre la mesa junto a algunas tostadas y dulces para acompañar.
-Eiri-chan, debiste decirme que te habías quedado sin magdalenas, habría comprado de camino... -el cantante sirvió el café, y tomo asiento en una de las sillas. Se dio cuenta de que Yuki lo observaba fijamente sin moverse del marco de la puerta
¿Qué es lo qué pasa?, ¿no te apetece el café?
-¿Qué haces en mi casa?- Inquirió incapaz por más tiempo de guardar silencio el rubio, aun sabiendo que con ese tipo de preguntas, tan sólo conseguiría que todos volvieran a observarle con aquella cara de triste entendimiento, como si internamente o entre ellos pensaran que estaba loco.
Sakuma le estaba mirando con una expresión semejante en ese momento.
-Vine a traerte el pastel de mi cumpleaños... ¿no lo recuerdas?. Me pase también ayer por la tarde, pero no estabas, así que pensé que seria un buen desayuno, sino se iba a estropear nanoda! - comentó con una sonrisa suave, amigable, tomando a continuación un sorbo de la taza, poniendo al instante mueca de haberse quemado.
-¿Pero como has entrado? - exigió saber nuevamente el rubio sin moverse de su sitio. Ryuichi adoptó una pose adusta, devolviéndole una mirada muy penetrante al escritor, antes de empezar a hacer muecas y sonreír ampliamente señalándole con el dedo.
-Casi me asustas nanoda!. ¡Venga tomate el café!... aunque esta muy caliente... por cierto- el rostro del cantante adquirió aplomo y madurez a la par que se apartaba el cabello de la cara- ahora que hablas de llaves, las copias de tu puerta me van mal, hoy creí que me quedaba fuera. Quizá sea cosa de la cerradura que este mal engrasada. Pero de todas formas debería hacerme unas copias nuevas...
Eiri se sentó, mirando su café, procurando que todo su desconcierto no fuera visible, o al menos descarado. ¿Ni que Sakuma estuviera viviendo en su casa?. Aquello le pareció una locura, pero era lo que daba a entender aquella escena tan coloquial y hogareña.
-Este no tiene azúcar - murmuró entre dientes el escritor, intentando llenar su mente con pensamientos frívolos en un esfuerzo por ignorar todo lo que estaba pasando.
-¿Azúcar?- Ryuichi se sorprendió, no obstante se levantó cortés, extrayendo de un cajón a estabas de espaldas al escritor el azucarero- Toma, que raro que pidas tu azúcar en el café de la mañana.
Tenía ganas de llorar, al escritor se le estaba nublando la vista. Sentía que aquella no era su vida. Desde el mismo momento en que en la mañana del día anterior había abierto los ojos, no reconocía nada ni a nadie. ¿Qué estaba pasando?
¿Estaba Sakuma viviendo con él? De ninguna otra forma podría saber donde estaba cada cosa, o andar por la vivienda con aquella tranquilidad y parsimonia.
¿Y Shuichi?.... ¿Dónde estaba Shuichi?. Le había visto el día anterior en el parque pero luego había desaparecido.
Tenia la sensación de estarse volviendo loco.
-Ummn tu hermano quedó en pasarse a buscarme por aquí dentro de media hora, esta como loco desde que se sacó el carné de moto. Cualquier día tendremos que ir a visitarle al hospital- Sakuma sonrió entretenido- Que chiquillo más conflictivo, en fin, supongo que fue parte de esa vitalidad que tiene lo que me enamoro de él...
No pudo evitar que un gran alivio se extendiese por su pecho. El rubio ya estaba empezando a especular que entre los "nuevos cambios" en su vida, Sakuma no le fuera a decir algo en que implicase que además también eran amantes.
Yuki tomo el café y le dio un sorbo a modo de prueba, pensando que aquello que estaba echo por Sakuma seguro que era imbebible. Se sorprendió al ver que era un café normal y corriente.
Ah... se me olvidaba nanoda!! -añadió retomando su faceta infantil- ¡¡este sábado vamos a hacer un fiesta!! ¡Con piñata! ¡¡¿Vendrás verdad?!! ¡¡Además va a poner un karaoke!!
Yuki lo miró indiferente, sin responderle nada en absoluto. Ir a una fiesta, a una que no le arrastrase Shuichi después de semanas de suplicas y artimañas. Aquella gente no le conocía en absoluto.
Llamaron a la puerta y Sakuma al ver que Eiri no había terminado de desayunar, salió el trotando por el pasillo.
-¡¡LalihOOOOOOOOO!! -exclamó al recién llegado haciendo saltar el corazón del pecho al escritor que se volvió como si hubiese escuchado estallar la tercera guerra mundial.
-Buenos días Ryuichi-san, ¿Eiri?, ¿Esta levantado?- preguntó una voz suave y aterciopelada oculta tras la puerta que el escritor no reconoció.
-Si!, yo ya me iba así que te dejo a solas con él, que me supongo que tendréis cosas de que hablar.
Se escucharon pasos a la carrera por algunas partes de la casa. Finalmente Sakuma se asomó por la puerta con el semblante serio y susurró.
-Me marcho, pero si tienes algún problema o necesitas hablar después no dudes en llamarme a mi o a Tohma. ¡¡Y termínate el desayuno!!
El escritor no entendió a que venia el comentario, pero lo cierto es que hacía más de treinta horas que no comprendía nada en absoluto, por lo que no dio importancia a sus palabras, centrándose en el café, y en como debía de plantearse la situación.
Una silueta se plantó en el umbral de la cocina, apoyando un brazo en el marco. Ladeó la cabeza hacia un lado.
-Tienes buen aspecto Eiri... como siempre...
Se volvió con una mueca irritada ante la nueva visita. Quería estar sólo. Quería pensar. Pero al volverse y contemplar el rostro sonriente de aquel hombre, la taza de café se le resbaló de las manos rompiéndose contra el suelo a sus pies.
¿Tan poco te alegras de verme?, ¿Aun sigues enfadado?
Eiri se levanto indeciso si entre atreverse a acercarse o simplemente retroceder, pero ante todo reticente a creerse que aquellos ojos redondeados y aquel cabello castaño tirando a rubio pajizo estuviesen realmente delante de él.
Sus cuerdas vocales pronunciaron un nombre por su cuenta
-Yuki
El hombre sonrió divertido
-¡Ni que hubieras visto a un fantasma!. Un par de meses fuera y ya te están dando por muerto... ja... ¿Qué tal te ha ido todo?
El rubio era in capaz de hablar, su mente no cesaba de repetirle "tu estas muerto", "¡Yo te mate!"
El hombre se acercó a él divertido. Le acarició la mejilla suavemente antes de robarle un beso en los labios. Yuki abrió ampliamente los ojos, aterrado, empujando aquel hombre fuera de su cuerpo, lanzando un alarido mientras se caía al suelo y reculaba temblando como hacia ocho años que no temblaba.
Kitazawa lo miró aparentemente molesto, rascándose detrás de la oreja disgustado.
-No sé a que viene tanto aspaviento. Ha sido un simple beso. Ya se que ahora no somos nada, pero nunca te imagine tan puritano después de todas las cosas que hemos hecho...
Eiri lo seguía mirando, con los ojos desencajados y con un temblor incontrolable en todos sus músculos, se mantuvo apoyado contra un mueble de la cocina. Delante de él, sentía que volvía a tener catorce años y estaba en aquella oscura habitación en New York. Todo lo que sentía era miedo.
-Eiri...- trató de calmarlo Kitazawa- cálmate... entiendo que todavía estés enfadado, pero no seas crió, sabes que son cosas que pasas. Ponte de pie, compórtate y hablaremos...
El hombre trató de acercarse al escritor, obligarlo a ponerse de pie, tarea difícil pues estaba histérico, y encima era tan o incluso más grande que él. Al final Kitazawa se le acabó la paciencia y su mirada dulce y sonriente se tornó en una expresión furiosa, golpeando la cara del novelista para hacerlo reaccionar.
-¡¡Eiri!!, ¡¡Deja de comportarte como un puñetero mocoso!!, ¡¡Siempre has hecho lo mismo!! ¡¡Esa fue una de las principales razones por las que te deje!! ¡¡Deja de ser un maldito caprichoso!!
Yuki se palpó la mejilla nervioso, mirando con incertidumbre a su antiguo profesor en New York, que tras el guantazo no le quedaba más remedio que admitir que su presencia era real. El dolor de su rostro así lo atestiguaba.
Kitazawa no habiéndose calmado con eso, arrastró por la muñeca al escritor y lo llevó hasta el salón obligándolo a sentarse en el sofá, aprovechando la pasividad generada por el miedo y el desconcierto del rubio.
Vine a visitarte porque pensé que después de tantos meses habrías tenido tiempo para pensar, pero veo que tu no cambias. ¡Serás un mocoso malcriado toda tu vida!
Y continuó hablando, gritándole sobre acontecimientos ocurridos en New York y otros tantos en el mismo Japón. Yuki era incapaz de asimilarlo. No entendía nada, se limitaba a escuchar en silencio.
Kitazawa hablaba sobre las cosas que habían hecho juntos, como pareja.
Terminó llorando de forma silenciosa. Cada vez se sentía más perdido. ¿Cómo iba a recordar lo que le decía?, él lo había matado en New York de un tiro a sus catorce años. Lo había matado porque lo había vendido. Pero aquel era el Kitazawa que recordaba, el que era tierno, amable, agradable. El hombre por el que se había sentido tan atraído en su adolescencia, y por el que había decidido convertirse en escritor.
Los gritos cesaron, el hombre castaño claro le miró con clemencia, y optó finalmente por abrazarlo.
-Eiri, me gustaría que pensara sobre todo esto. No quiero que envenenes todos los recuerdos por una tontería de nada. Piensa sobre lo que te he dicho esta noche. Ya hablaremos más a delante, pienso quedarme una temporada en Japón.
Media hora después el rubio estaba fumando un cigarrillo sólo en el balcón, aun con un leve temblor en las manos que no parecía querer remitir.
El hombre le había dejado una copia de un video familiar, algo que se había olvidado en New York según él. Yuki tardó medio paquete de tabaco en atreverse a verlo.
Se sentó en el sofá y le dio al botón del play.
"Jaja, para lo vas a tirar todo!!" "No hay mucho que tirar..." "Ten cuidado con eso!" "¿Dónde están los helados Nanoda?!"
Imágenes grabadas con una videocámara casera se deslizaron por delante de los ojos del escritor. Una celebración casera, con mucha gente conocida riendo reunida. Un Tatsuha de unos 14 años estaba junto a una chimenea, haciendo el tonto con unos caballitos de cerámica, después de un rato grabándole sin que se diera cuanta lo advirtió, y poniéndose terriblemente nervioso y sonrojado se le cayeron las figuras al suelo y las rompió. Mika apareció en la pantalla, casi tal y como la recordaba, regañándole como una madre mientras lo tiraba de la oreja provocando que el moreno empezaba a ponerse violento por la vergüenza.
La cámara cambio de lugar, enfocando a Kitazawa, mientras intentaba torpemente abrir unos regalos. Se desesperaba, no hacía más que quitar papel con dibujos y cajas interminables. Empezó a poner cara de circunstancias arrancado risas de todos los presentes. La cámara volvió a cambiar enfocando a un espejo y Noriko se saludo así misma sumando el signo de la victoria a una gran sonrisa conspiradora.
"El pastel" "Noriko-chan enfoca el pastel"
Y Yuki inconscientemente se pegó en el asiento, al ver en el video, como tras una puerta aparecía el mismo con algunos años menos, el pelo ligeramente más largo, y un gran pastel en brazos. Sonriendo de una manera que no recordaba casi ni como se hacía. Sakuma le saltó en cima, poniendo en precario equilibrio la tarta. La gente protesto, Ryuichi riendo dejo de incordiar. Finalmente el rubio del video deposito la tarta en una mesa junto a Kitazawa
"Felicidades" y sonriendo le daba un largo beso en los labios al agasajado. Los presentes aplaudieron. Kitazawa abrazó a Yuki y lo sentó sobre sus piernas profundizando el beso frente a todos los presentes. Todos empezaron a hacer ruiditos y a protestar divertidos
"Parejita!!! Que no estáis solos!!" "Dejadlo par más tarde!"
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El escritor incapaz de seguir viendo el video, corto la reproducción apagando la televisión. La sala se quedó en silencio.
Sus ojos se habían vuelto vidriosos. Pestañeó, y un par de lágrimas surcaron su tez.
¿Qué significaba todo eso?
Comenzó a sonar el teléfono.
-¿Diga?
-¿Eiri-san? ... soy Tohma. Ryuichi-san me comentó lo de Yuki-san. ¿Estas con él?
-No, estoy sólo.
-¿Estas bien?, ¿quieres hablar?
El rubio fue a negar escuetamente el ofrecimiento, pero lo pensó mejor, y terminó accediendo con un escueto "si"
Te espero donde siempre entonces- lo indico Seguchi con intención de colgar. El rubio se alarmó.
-Espera... ¿Dónde es donde siempre?
-....................................... ... .......................... en la esquina del distrito 54, en la cafetería Ranshikenshu, te espero allí. -Y colgó
Yuki se quedó delante del teléfono, con el humo ondulante frente a sus ojos. No tenia muy claro que era lo que pensaba sacar de esa conversación, pero necesitaba preguntar a alguien claramente que era lo que estaba pasando. ¿Por qué Suichi parecía habérselo tragado la tierra y como era posible que ... que Kitazawa acabara de estar en su piso...
Thoma esperaba en una mesa al final del local pasado un poco el medio día. Era un sitio tranquilo y agradable de poca clientela con el clásico pero innovador estilo de bar Francés de los años cuarenta.
Le recibió con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Yuki tomo asiento, sin siquiera quitarse el abrigo, apagando el cigarrillo que traía en la boca antes de sostener la mirada del presidente de NG.
-Eiri-san, ¿Qué tal te fue con Yuki-san?, ¿Mejoró al menos un poco vuestra relación?- inquirió el presidente interesado. El escritor ladeo la cabeza, mostrándose turbado. Seguchi frunció el ceño.
¿Qué ocurre?, ¿Volvisteis a pelearos?
-Thoma, yo ... necesito hacerte algunas preguntas. Pero lo primero de todo ¿Dónde esta Shuichi?. Tienes que saberlo, siempre andas manipulando la información de los demás, por favor dime donde esta, necesito encontrarlo.
Ante la petición, casi ruego del rubio, el antiguo teclita de NG empezó a poner mala cara, adoptando una actitud pesimista, apoyando la frente sobre sus manos cruzadas sobre la mesa.
-Oh Eiri-san... no empecemos de nuevo por favor ... no ves que así tan sólo te haces daño tu mismo.
El novelista miró a su cuñado. Se frotó la frente, rebulló inquietó y finalmente también añadió.
-Y quiero que me expliques como Kitazawa-sensei pudo visitarme hoy ... ya sabes que lo mate, vi como lo enterraban... -el rubio perdió los nervios y golpeó la mesa histérico- ¡¡¿Os que el ataúd estaba vació?!!, ¡Tenia catorce años maldita sea!, ¡Si le salvaron los médicos tendríais que habérmelo dicho!, ¡¡Llevo cargando con la culpa todos estos años!... y además, vi un video... -Yuki se llevo las manos a la frente, palpándose nervioso el pelo- ... y yo estaba abrazando a Kitazawa-sensei, besándole, pero no recuero nada de eso, porque es imposible, yo lo mate, lo mate... lo mate... -continuó repitiendo el escritor cual letanía cada vez de forma más inaudible ante la mirada aterrada de Seguchi.
-Eiri-san ... -se lamentó el presidente, acercando su silla a la del escritor, y tomándolo entre sus brazos mientras este se desahogaba llorando.
Vuestra ruptura fue muy dura para ti, ya lo se, pero por favor no te hagas esto, no te inventes cosas... Los médicos me lo advirtieron ... pero tenia fe de que no fueras a empeorar.
-¿Cómo?
-Tu... -Seguchi pareció buscar las palabras más adecuadas para el momento- ... por culpa del intento de suicidio... te enajenaste un poco, algunos nódulos de tu cerebro se resintieron, y te hicieron proclive a tener algo de paranoia... para eso estabas tomando las pastillas azules ¿no lo recuerdas?
-Pero Thoma yo, yo no recuerdo nada, hace dos días me levante y todo era distinto!! Shuichi no estaba en la cama. Todos me decís que no lo conocéis!
-¿Quien es Shuichi? -intervino Seguchi sin dejar de acariciar de forma reconfortante la espalda del escritor. Yuki emitió un jadeo ahogado, como si fuera a empezara romper a llorar otra vez.
-Shindou Shuichi. Mi amante - murmuró como si fuera lo más obvio antes de rodar los ojos hacia atrás y continuar exaltado- y aparece Kitazawa-sensei en mi casa, ¡¡Y yo lo mate!! ¡¡Lo mate después de que me violaran él y esos malditos cabrones de mierda!! ...
Seguchi abrazó protectoramente al rubio, esperando pacientemente a que este se calmase, con una melancólica expresión sustituyendo a su sempiterna sonrisa.
-Eiri-san... nada de eso ha ocurrido. Nunca. ¿Te acuerdas cuando fuimos a New York? ¿O de cuando te presente a Yuki-san?
El rubio afirmó de forma silenciosa.
- ¿Y de cuando empezasteis a salir juntos?
Lo miró desconcertado, para frotarse los ojos con gesto cansado.
-Ya te he dicho que no. Yo lo mate.
-Tu nunca has matado a nadie Eiri-san- Tohma esbozó una sonrisa mansa, intentando quitar un poco de tensión- recuerdo que fue para mi una gran sorpresa cuando a los dos años de haberte llevado a New York, os veo venir un día a Yuki-san y a ti de la mano por la calle. ¡Me disteis un susto!. Tenias tan sólo 16 años y bueno Yuki-san tenia aproximadamente mi edad... pero estabas en tu primer amor y bueno, la verdad es que hasta hace año y medio no os había ido tan mal.
-¿Qué paso hace año y medio?
Tohma adoptó una mueca de triste resignación
Yuki-san tuvo una aventura con otro hombre en América. Tu estabas en Japón, las cosas no os habían ido muy bien últimamente, estabas planteándote el echo de dejar de hacer libros conjuntamente, y de quitarte el seudónimo "Yuki" para firmar tus propias obras con tu autentico apellido. Te enteraste. Os peleasteis...
Yuki-san te dejo. Entraste en una fuerte depresión. Los médicos empezaron a recetarte varios medicamentos para superarlo. Enfermaste del estomago en poco tiempo, y finalmente un día intentaste suicidarte haciendo acopio de todos tus antidepresivos. Como ya te dije antes te encontré ... pero te quedo la tara - Seguchi miró con incomodidad al rubio que observaba un punto muerto del techo- tranquilo Yuki-san no sabe nada. Ni él ni nadie. Ya sabes que nunca permitiría que sufrieras si yo pudiera evitarlo. También sabia que no querías que él volviera a ti por lastima... Eiri-san... ¿De verdad que no recuerdas nada? ¿has estado tomando tu medicación?
El escritor ignoró las preguntas, su mente siguió dando vueltas, divagando.
-¿Y Shuichi? -exclamó de pronto- ¿en la historia que me has contado donde encaja Shuichi?
El presidente le esquivó la mirada. Se paso los dedos incómodamente por el flequillo antes de añadir.
-No existe.
Yuki lo miró, empalideciendo como si en un solo segundo toda su sangre hubiera huido por la salida de emergencia. Después, su rostro adoptó una mueca cómica, sonriendo arrogantemente a su cuñado.
-¿Qué no existe?. Tohma, tengo muy claros los recuerdos de la semana pasada. Y créeme, que fue una semana muuuyy larga. Será mi amante, pero es el criajo más pesado e insoportable que he conocido.
-¿Te amaba?
-¿Qué? -preguntó perplejo ante la pregunta del presidente.
-¿Qué si te amaba?
-Si. Se pego a mi como una lapa desde que lo conocí. Intente dejarle varias veces. Pero siempre me encontraba ... decía quererme más que a su vida -el rubio sonrió engreído.
-Eiri-san ...- suspiró profundamente Seguchi, con un nudo en el estomago- ... "Shuichi-san" no existe. Desde que tu relación con Yuki-san finalizó no has estado con nadie. Me lo habrías dicho, y te aseguro que la semana pasada estuviste conmigo, Mika-san, Tatsura-san y Ryuichi-san en las montañas. Nos fuimos a esquiar.
El rubio fue a protestar, pero Tohma lo silencio.
Tus recuerdos son falsos. Desde el intento de suicidio, cada vez que se te olvidaba tomar la medicación tenias "fantasías" te inventabas cosas... conversaciones, viajes...
Ante el azorado rostro del rubio, Seguchi continuó.
Eiri-san, ahora, te has inventado a una persona. Un amante que te quisiera por encima de todo, para llenar el vació que Yuki-san te dejo...
Lo siento mucho Eiri-san pero ... Shuichi-san no existe. Es producto de tu imaginación.
Rebuscó entre ellos inquieto. La gran mayoría de los objetos aposentados en las repisas, terminaron arremolinados en una amalgama informe de colores y formas sobre el desagüe del lavabo al ser aventados sin cuidado.
-¿Donde están?, ¿Tienen que estar por aquí?
Encontró una caja pequeña, blanca con bordes rojos. Sin embargo aquello no pareció reconfortarle mucho, al comprobar que a la tableta de plástico color metalizado del interior, a penas le quedaba una dosis.
El escritor las contempló brevemente antes de llevárselas a la boca, tragándoselas sin ayuda de líquidos. Demasiadas noches en vela, demasiados sedantes tomados con anterioridad para necesitar ahora cantidades ingentes de agua para aquellas pastillas por grandes que fueran.
-Dormir, un par de horas... Y mañana todo habrá vuelto a la normalidad. Tendré al tonto ruidoso otra vez por la casa llenándomela de porquerías. He tenido un mal día, eso es todo. Es imposible que algo como esto este realmente pasando, sería de locos...
Cansado, se fue desprendiendo de las prendas de abrigo por el camino, hasta llegar a la cama tan sólo en unos pantalones que no se molesto en quitar, dado que el sopor artificial generado por los complejos productos químicos de laboratorio, empezaba a nublarle lentamente la conciencia.
-Mañana ... mañana todo será distinto...
Escuchó un murmullo de ropa moviéndose a su lado. Eiri aun adormilado se limitó a darse la vuelta dándole la espalda al ruido, intentando proseguir con su descanso. Pero el ruido no cesó, pasó a ser temblores en el colchón, para al poco tiempo después, tornarse pasos de pies descalzos por la habitación.
Yuki gruño, dándose otra vuelta en la cama aparentemente incomodo.
-Deja de hacer tanto ruido... Quiero dormir.
Los pasos cesaron en algún punto inespecífico de la habitación, se produjo un pequeño silencio, y retornaron junto a la cama. Alguien se subió de rodillas sobre el colchón y le zarandeo débilmente el hombro.
-Pero es que ya es muy tarde!, ¡levántate nanoda!
Adormilado, Yuki frunció molesto los labios, a la par que volvía a darle la espalda a su interlocutor
-Shuichi vete a trabajar ya y deja de imitar a Sakuma
-¡¡Eiri-chan!!, ¿Quien es Shuichi?... -preguntó sorprendida una voz jovial a su espalda, que fue seguida de una risita picara, un poco más seria y adulta- ... ¿has conocido a alguien verdad?
El escritor abrió los ojos de golpe, sobrecogido. De cierta manera incluso su corazón se paralizó expectante.
Unas manos cálidas se posaron sobre sus hombros desnudos, y el jovial rostro al que le estaba dando la espalda se inclino hacia él divertido.
-¡¡¡Ahhh, te pille nanoda!!! - sonrió de forma risueña, inclinándose un poco más y dándole un beso en la frente. El antiguo cantante de NG revolvió divertido a continuación los rubios cabellos del escritor, ignorando la mueca de confusión o incluso pavor que este le dirigió ante sus atenciones.
Bueno, supongo que eso es bueno. No te ibas a quedar toda la vida guardándole vela a quien ya sabemos no?
Ryuichi saltó fuera de la cama, con una expresión medianamente seria en la cara, recogiendo el fardo de ropa tirada en el suelo, saliendo con ella del dormitorio.
¡¡Y vístete!! ¡Vas a llegar tarde a la entrevista noda!
Eiri se quedó sentado en la cama, tapándose por primera vez en su vida con las sabanas de un blanco inmaculado de forma pudorosa el cuerpo.
Confundido en sobre manera de cómo y por qué Sakuma estaba allí.
De improviso, los recuerdos del día anterior le llegaron todos de golpe, como una estampida de caballos pasándole por encima. En realidad ese era el aspecto que presentaba el rubio segundos después de recordarlo.
Se levantó de la cama, y al llegar a su cocina, descubrió a Ryuichi sacando un par de tazas de un armario, para seguidamente depositarlas sobre la mesa junto a algunas tostadas y dulces para acompañar.
-Eiri-chan, debiste decirme que te habías quedado sin magdalenas, habría comprado de camino... -el cantante sirvió el café, y tomo asiento en una de las sillas. Se dio cuenta de que Yuki lo observaba fijamente sin moverse del marco de la puerta
¿Qué es lo qué pasa?, ¿no te apetece el café?
-¿Qué haces en mi casa?- Inquirió incapaz por más tiempo de guardar silencio el rubio, aun sabiendo que con ese tipo de preguntas, tan sólo conseguiría que todos volvieran a observarle con aquella cara de triste entendimiento, como si internamente o entre ellos pensaran que estaba loco.
Sakuma le estaba mirando con una expresión semejante en ese momento.
-Vine a traerte el pastel de mi cumpleaños... ¿no lo recuerdas?. Me pase también ayer por la tarde, pero no estabas, así que pensé que seria un buen desayuno, sino se iba a estropear nanoda! - comentó con una sonrisa suave, amigable, tomando a continuación un sorbo de la taza, poniendo al instante mueca de haberse quemado.
-¿Pero como has entrado? - exigió saber nuevamente el rubio sin moverse de su sitio. Ryuichi adoptó una pose adusta, devolviéndole una mirada muy penetrante al escritor, antes de empezar a hacer muecas y sonreír ampliamente señalándole con el dedo.
-Casi me asustas nanoda!. ¡Venga tomate el café!... aunque esta muy caliente... por cierto- el rostro del cantante adquirió aplomo y madurez a la par que se apartaba el cabello de la cara- ahora que hablas de llaves, las copias de tu puerta me van mal, hoy creí que me quedaba fuera. Quizá sea cosa de la cerradura que este mal engrasada. Pero de todas formas debería hacerme unas copias nuevas...
Eiri se sentó, mirando su café, procurando que todo su desconcierto no fuera visible, o al menos descarado. ¿Ni que Sakuma estuviera viviendo en su casa?. Aquello le pareció una locura, pero era lo que daba a entender aquella escena tan coloquial y hogareña.
-Este no tiene azúcar - murmuró entre dientes el escritor, intentando llenar su mente con pensamientos frívolos en un esfuerzo por ignorar todo lo que estaba pasando.
-¿Azúcar?- Ryuichi se sorprendió, no obstante se levantó cortés, extrayendo de un cajón a estabas de espaldas al escritor el azucarero- Toma, que raro que pidas tu azúcar en el café de la mañana.
Tenía ganas de llorar, al escritor se le estaba nublando la vista. Sentía que aquella no era su vida. Desde el mismo momento en que en la mañana del día anterior había abierto los ojos, no reconocía nada ni a nadie. ¿Qué estaba pasando?
¿Estaba Sakuma viviendo con él? De ninguna otra forma podría saber donde estaba cada cosa, o andar por la vivienda con aquella tranquilidad y parsimonia.
¿Y Shuichi?.... ¿Dónde estaba Shuichi?. Le había visto el día anterior en el parque pero luego había desaparecido.
Tenia la sensación de estarse volviendo loco.
-Ummn tu hermano quedó en pasarse a buscarme por aquí dentro de media hora, esta como loco desde que se sacó el carné de moto. Cualquier día tendremos que ir a visitarle al hospital- Sakuma sonrió entretenido- Que chiquillo más conflictivo, en fin, supongo que fue parte de esa vitalidad que tiene lo que me enamoro de él...
No pudo evitar que un gran alivio se extendiese por su pecho. El rubio ya estaba empezando a especular que entre los "nuevos cambios" en su vida, Sakuma no le fuera a decir algo en que implicase que además también eran amantes.
Yuki tomo el café y le dio un sorbo a modo de prueba, pensando que aquello que estaba echo por Sakuma seguro que era imbebible. Se sorprendió al ver que era un café normal y corriente.
Ah... se me olvidaba nanoda!! -añadió retomando su faceta infantil- ¡¡este sábado vamos a hacer un fiesta!! ¡Con piñata! ¡¡¿Vendrás verdad?!! ¡¡Además va a poner un karaoke!!
Yuki lo miró indiferente, sin responderle nada en absoluto. Ir a una fiesta, a una que no le arrastrase Shuichi después de semanas de suplicas y artimañas. Aquella gente no le conocía en absoluto.
Llamaron a la puerta y Sakuma al ver que Eiri no había terminado de desayunar, salió el trotando por el pasillo.
-¡¡LalihOOOOOOOOO!! -exclamó al recién llegado haciendo saltar el corazón del pecho al escritor que se volvió como si hubiese escuchado estallar la tercera guerra mundial.
-Buenos días Ryuichi-san, ¿Eiri?, ¿Esta levantado?- preguntó una voz suave y aterciopelada oculta tras la puerta que el escritor no reconoció.
-Si!, yo ya me iba así que te dejo a solas con él, que me supongo que tendréis cosas de que hablar.
Se escucharon pasos a la carrera por algunas partes de la casa. Finalmente Sakuma se asomó por la puerta con el semblante serio y susurró.
-Me marcho, pero si tienes algún problema o necesitas hablar después no dudes en llamarme a mi o a Tohma. ¡¡Y termínate el desayuno!!
El escritor no entendió a que venia el comentario, pero lo cierto es que hacía más de treinta horas que no comprendía nada en absoluto, por lo que no dio importancia a sus palabras, centrándose en el café, y en como debía de plantearse la situación.
Una silueta se plantó en el umbral de la cocina, apoyando un brazo en el marco. Ladeó la cabeza hacia un lado.
-Tienes buen aspecto Eiri... como siempre...
Se volvió con una mueca irritada ante la nueva visita. Quería estar sólo. Quería pensar. Pero al volverse y contemplar el rostro sonriente de aquel hombre, la taza de café se le resbaló de las manos rompiéndose contra el suelo a sus pies.
¿Tan poco te alegras de verme?, ¿Aun sigues enfadado?
Eiri se levanto indeciso si entre atreverse a acercarse o simplemente retroceder, pero ante todo reticente a creerse que aquellos ojos redondeados y aquel cabello castaño tirando a rubio pajizo estuviesen realmente delante de él.
Sus cuerdas vocales pronunciaron un nombre por su cuenta
-Yuki
El hombre sonrió divertido
-¡Ni que hubieras visto a un fantasma!. Un par de meses fuera y ya te están dando por muerto... ja... ¿Qué tal te ha ido todo?
El rubio era in capaz de hablar, su mente no cesaba de repetirle "tu estas muerto", "¡Yo te mate!"
El hombre se acercó a él divertido. Le acarició la mejilla suavemente antes de robarle un beso en los labios. Yuki abrió ampliamente los ojos, aterrado, empujando aquel hombre fuera de su cuerpo, lanzando un alarido mientras se caía al suelo y reculaba temblando como hacia ocho años que no temblaba.
Kitazawa lo miró aparentemente molesto, rascándose detrás de la oreja disgustado.
-No sé a que viene tanto aspaviento. Ha sido un simple beso. Ya se que ahora no somos nada, pero nunca te imagine tan puritano después de todas las cosas que hemos hecho...
Eiri lo seguía mirando, con los ojos desencajados y con un temblor incontrolable en todos sus músculos, se mantuvo apoyado contra un mueble de la cocina. Delante de él, sentía que volvía a tener catorce años y estaba en aquella oscura habitación en New York. Todo lo que sentía era miedo.
-Eiri...- trató de calmarlo Kitazawa- cálmate... entiendo que todavía estés enfadado, pero no seas crió, sabes que son cosas que pasas. Ponte de pie, compórtate y hablaremos...
El hombre trató de acercarse al escritor, obligarlo a ponerse de pie, tarea difícil pues estaba histérico, y encima era tan o incluso más grande que él. Al final Kitazawa se le acabó la paciencia y su mirada dulce y sonriente se tornó en una expresión furiosa, golpeando la cara del novelista para hacerlo reaccionar.
-¡¡Eiri!!, ¡¡Deja de comportarte como un puñetero mocoso!!, ¡¡Siempre has hecho lo mismo!! ¡¡Esa fue una de las principales razones por las que te deje!! ¡¡Deja de ser un maldito caprichoso!!
Yuki se palpó la mejilla nervioso, mirando con incertidumbre a su antiguo profesor en New York, que tras el guantazo no le quedaba más remedio que admitir que su presencia era real. El dolor de su rostro así lo atestiguaba.
Kitazawa no habiéndose calmado con eso, arrastró por la muñeca al escritor y lo llevó hasta el salón obligándolo a sentarse en el sofá, aprovechando la pasividad generada por el miedo y el desconcierto del rubio.
Vine a visitarte porque pensé que después de tantos meses habrías tenido tiempo para pensar, pero veo que tu no cambias. ¡Serás un mocoso malcriado toda tu vida!
Y continuó hablando, gritándole sobre acontecimientos ocurridos en New York y otros tantos en el mismo Japón. Yuki era incapaz de asimilarlo. No entendía nada, se limitaba a escuchar en silencio.
Kitazawa hablaba sobre las cosas que habían hecho juntos, como pareja.
Terminó llorando de forma silenciosa. Cada vez se sentía más perdido. ¿Cómo iba a recordar lo que le decía?, él lo había matado en New York de un tiro a sus catorce años. Lo había matado porque lo había vendido. Pero aquel era el Kitazawa que recordaba, el que era tierno, amable, agradable. El hombre por el que se había sentido tan atraído en su adolescencia, y por el que había decidido convertirse en escritor.
Los gritos cesaron, el hombre castaño claro le miró con clemencia, y optó finalmente por abrazarlo.
-Eiri, me gustaría que pensara sobre todo esto. No quiero que envenenes todos los recuerdos por una tontería de nada. Piensa sobre lo que te he dicho esta noche. Ya hablaremos más a delante, pienso quedarme una temporada en Japón.
Media hora después el rubio estaba fumando un cigarrillo sólo en el balcón, aun con un leve temblor en las manos que no parecía querer remitir.
El hombre le había dejado una copia de un video familiar, algo que se había olvidado en New York según él. Yuki tardó medio paquete de tabaco en atreverse a verlo.
Se sentó en el sofá y le dio al botón del play.
"Jaja, para lo vas a tirar todo!!" "No hay mucho que tirar..." "Ten cuidado con eso!" "¿Dónde están los helados Nanoda?!"
Imágenes grabadas con una videocámara casera se deslizaron por delante de los ojos del escritor. Una celebración casera, con mucha gente conocida riendo reunida. Un Tatsuha de unos 14 años estaba junto a una chimenea, haciendo el tonto con unos caballitos de cerámica, después de un rato grabándole sin que se diera cuanta lo advirtió, y poniéndose terriblemente nervioso y sonrojado se le cayeron las figuras al suelo y las rompió. Mika apareció en la pantalla, casi tal y como la recordaba, regañándole como una madre mientras lo tiraba de la oreja provocando que el moreno empezaba a ponerse violento por la vergüenza.
La cámara cambio de lugar, enfocando a Kitazawa, mientras intentaba torpemente abrir unos regalos. Se desesperaba, no hacía más que quitar papel con dibujos y cajas interminables. Empezó a poner cara de circunstancias arrancado risas de todos los presentes. La cámara volvió a cambiar enfocando a un espejo y Noriko se saludo así misma sumando el signo de la victoria a una gran sonrisa conspiradora.
"El pastel" "Noriko-chan enfoca el pastel"
Y Yuki inconscientemente se pegó en el asiento, al ver en el video, como tras una puerta aparecía el mismo con algunos años menos, el pelo ligeramente más largo, y un gran pastel en brazos. Sonriendo de una manera que no recordaba casi ni como se hacía. Sakuma le saltó en cima, poniendo en precario equilibrio la tarta. La gente protesto, Ryuichi riendo dejo de incordiar. Finalmente el rubio del video deposito la tarta en una mesa junto a Kitazawa
"Felicidades" y sonriendo le daba un largo beso en los labios al agasajado. Los presentes aplaudieron. Kitazawa abrazó a Yuki y lo sentó sobre sus piernas profundizando el beso frente a todos los presentes. Todos empezaron a hacer ruiditos y a protestar divertidos
"Parejita!!! Que no estáis solos!!" "Dejadlo par más tarde!"
Comentarios similares se continuaron.
El escritor incapaz de seguir viendo el video, corto la reproducción apagando la televisión. La sala se quedó en silencio.
Sus ojos se habían vuelto vidriosos. Pestañeó, y un par de lágrimas surcaron su tez.
¿Qué significaba todo eso?
Comenzó a sonar el teléfono.
-¿Diga?
-¿Eiri-san? ... soy Tohma. Ryuichi-san me comentó lo de Yuki-san. ¿Estas con él?
-No, estoy sólo.
-¿Estas bien?, ¿quieres hablar?
El rubio fue a negar escuetamente el ofrecimiento, pero lo pensó mejor, y terminó accediendo con un escueto "si"
Te espero donde siempre entonces- lo indico Seguchi con intención de colgar. El rubio se alarmó.
-Espera... ¿Dónde es donde siempre?
-....................................... ... .......................... en la esquina del distrito 54, en la cafetería Ranshikenshu, te espero allí. -Y colgó
Yuki se quedó delante del teléfono, con el humo ondulante frente a sus ojos. No tenia muy claro que era lo que pensaba sacar de esa conversación, pero necesitaba preguntar a alguien claramente que era lo que estaba pasando. ¿Por qué Suichi parecía habérselo tragado la tierra y como era posible que ... que Kitazawa acabara de estar en su piso...
Thoma esperaba en una mesa al final del local pasado un poco el medio día. Era un sitio tranquilo y agradable de poca clientela con el clásico pero innovador estilo de bar Francés de los años cuarenta.
Le recibió con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Yuki tomo asiento, sin siquiera quitarse el abrigo, apagando el cigarrillo que traía en la boca antes de sostener la mirada del presidente de NG.
-Eiri-san, ¿Qué tal te fue con Yuki-san?, ¿Mejoró al menos un poco vuestra relación?- inquirió el presidente interesado. El escritor ladeo la cabeza, mostrándose turbado. Seguchi frunció el ceño.
¿Qué ocurre?, ¿Volvisteis a pelearos?
-Thoma, yo ... necesito hacerte algunas preguntas. Pero lo primero de todo ¿Dónde esta Shuichi?. Tienes que saberlo, siempre andas manipulando la información de los demás, por favor dime donde esta, necesito encontrarlo.
Ante la petición, casi ruego del rubio, el antiguo teclita de NG empezó a poner mala cara, adoptando una actitud pesimista, apoyando la frente sobre sus manos cruzadas sobre la mesa.
-Oh Eiri-san... no empecemos de nuevo por favor ... no ves que así tan sólo te haces daño tu mismo.
El novelista miró a su cuñado. Se frotó la frente, rebulló inquietó y finalmente también añadió.
-Y quiero que me expliques como Kitazawa-sensei pudo visitarme hoy ... ya sabes que lo mate, vi como lo enterraban... -el rubio perdió los nervios y golpeó la mesa histérico- ¡¡¿Os que el ataúd estaba vació?!!, ¡Tenia catorce años maldita sea!, ¡Si le salvaron los médicos tendríais que habérmelo dicho!, ¡¡Llevo cargando con la culpa todos estos años!... y además, vi un video... -Yuki se llevo las manos a la frente, palpándose nervioso el pelo- ... y yo estaba abrazando a Kitazawa-sensei, besándole, pero no recuero nada de eso, porque es imposible, yo lo mate, lo mate... lo mate... -continuó repitiendo el escritor cual letanía cada vez de forma más inaudible ante la mirada aterrada de Seguchi.
-Eiri-san ... -se lamentó el presidente, acercando su silla a la del escritor, y tomándolo entre sus brazos mientras este se desahogaba llorando.
Vuestra ruptura fue muy dura para ti, ya lo se, pero por favor no te hagas esto, no te inventes cosas... Los médicos me lo advirtieron ... pero tenia fe de que no fueras a empeorar.
-¿Cómo?
-Tu... -Seguchi pareció buscar las palabras más adecuadas para el momento- ... por culpa del intento de suicidio... te enajenaste un poco, algunos nódulos de tu cerebro se resintieron, y te hicieron proclive a tener algo de paranoia... para eso estabas tomando las pastillas azules ¿no lo recuerdas?
-Pero Thoma yo, yo no recuerdo nada, hace dos días me levante y todo era distinto!! Shuichi no estaba en la cama. Todos me decís que no lo conocéis!
-¿Quien es Shuichi? -intervino Seguchi sin dejar de acariciar de forma reconfortante la espalda del escritor. Yuki emitió un jadeo ahogado, como si fuera a empezara romper a llorar otra vez.
-Shindou Shuichi. Mi amante - murmuró como si fuera lo más obvio antes de rodar los ojos hacia atrás y continuar exaltado- y aparece Kitazawa-sensei en mi casa, ¡¡Y yo lo mate!! ¡¡Lo mate después de que me violaran él y esos malditos cabrones de mierda!! ...
Seguchi abrazó protectoramente al rubio, esperando pacientemente a que este se calmase, con una melancólica expresión sustituyendo a su sempiterna sonrisa.
-Eiri-san... nada de eso ha ocurrido. Nunca. ¿Te acuerdas cuando fuimos a New York? ¿O de cuando te presente a Yuki-san?
El rubio afirmó de forma silenciosa.
- ¿Y de cuando empezasteis a salir juntos?
Lo miró desconcertado, para frotarse los ojos con gesto cansado.
-Ya te he dicho que no. Yo lo mate.
-Tu nunca has matado a nadie Eiri-san- Tohma esbozó una sonrisa mansa, intentando quitar un poco de tensión- recuerdo que fue para mi una gran sorpresa cuando a los dos años de haberte llevado a New York, os veo venir un día a Yuki-san y a ti de la mano por la calle. ¡Me disteis un susto!. Tenias tan sólo 16 años y bueno Yuki-san tenia aproximadamente mi edad... pero estabas en tu primer amor y bueno, la verdad es que hasta hace año y medio no os había ido tan mal.
-¿Qué paso hace año y medio?
Tohma adoptó una mueca de triste resignación
Yuki-san tuvo una aventura con otro hombre en América. Tu estabas en Japón, las cosas no os habían ido muy bien últimamente, estabas planteándote el echo de dejar de hacer libros conjuntamente, y de quitarte el seudónimo "Yuki" para firmar tus propias obras con tu autentico apellido. Te enteraste. Os peleasteis...
Yuki-san te dejo. Entraste en una fuerte depresión. Los médicos empezaron a recetarte varios medicamentos para superarlo. Enfermaste del estomago en poco tiempo, y finalmente un día intentaste suicidarte haciendo acopio de todos tus antidepresivos. Como ya te dije antes te encontré ... pero te quedo la tara - Seguchi miró con incomodidad al rubio que observaba un punto muerto del techo- tranquilo Yuki-san no sabe nada. Ni él ni nadie. Ya sabes que nunca permitiría que sufrieras si yo pudiera evitarlo. También sabia que no querías que él volviera a ti por lastima... Eiri-san... ¿De verdad que no recuerdas nada? ¿has estado tomando tu medicación?
El escritor ignoró las preguntas, su mente siguió dando vueltas, divagando.
-¿Y Shuichi? -exclamó de pronto- ¿en la historia que me has contado donde encaja Shuichi?
El presidente le esquivó la mirada. Se paso los dedos incómodamente por el flequillo antes de añadir.
-No existe.
Yuki lo miró, empalideciendo como si en un solo segundo toda su sangre hubiera huido por la salida de emergencia. Después, su rostro adoptó una mueca cómica, sonriendo arrogantemente a su cuñado.
-¿Qué no existe?. Tohma, tengo muy claros los recuerdos de la semana pasada. Y créeme, que fue una semana muuuyy larga. Será mi amante, pero es el criajo más pesado e insoportable que he conocido.
-¿Te amaba?
-¿Qué? -preguntó perplejo ante la pregunta del presidente.
-¿Qué si te amaba?
-Si. Se pego a mi como una lapa desde que lo conocí. Intente dejarle varias veces. Pero siempre me encontraba ... decía quererme más que a su vida -el rubio sonrió engreído.
-Eiri-san ...- suspiró profundamente Seguchi, con un nudo en el estomago- ... "Shuichi-san" no existe. Desde que tu relación con Yuki-san finalizó no has estado con nadie. Me lo habrías dicho, y te aseguro que la semana pasada estuviste conmigo, Mika-san, Tatsura-san y Ryuichi-san en las montañas. Nos fuimos a esquiar.
El rubio fue a protestar, pero Tohma lo silencio.
Tus recuerdos son falsos. Desde el intento de suicidio, cada vez que se te olvidaba tomar la medicación tenias "fantasías" te inventabas cosas... conversaciones, viajes...
Ante el azorado rostro del rubio, Seguchi continuó.
Eiri-san, ahora, te has inventado a una persona. Un amante que te quisiera por encima de todo, para llenar el vació que Yuki-san te dejo...
Lo siento mucho Eiri-san pero ... Shuichi-san no existe. Es producto de tu imaginación.
