Oscuridad, sólo oscuridad.

Ahora murmullos lejanos, algo que parecían ser voces, quizá gritos, o ruegos. En realidad podría haber sido cualquier cosa.

"A muerto" "El paro cardiaco fue irrevocable"

"NOOOOOOOOOO!! ¡¡YUKI!! ¡¡NOOOOOOOO!!"

Una completa oscuridad. Murmullos cada vez más lejanos.

"""Insiste demasiado. ¿Qué hacemos?. Si sigue así esto no nos llevara a ningún sitio. Lo destruirá todo"""

"No pudo superar el coma cerebral. Tuvo varios coágulos en la base del cerebro. Lo sentimos"

"¡¡YUKI NO PUEDE ESTAR MUERTO!! ¡¡ME NIEGO A CREERLO!!"

"""¿Qué qué podemos hacer?. Pues darle lo que quiere. Tan sólo es un pequeño cambio no tiene porque afectar al resto"""

"Lo lamentamos, no se pudo hacer nada"

"¿De verdad que no se puede hacer nada? Tengo contactos. Dinero. Puedo pagar lo que sea. Tan sólo quiero que le salven la vida"

"¡¡¡¡¡¡¡¡YUUUUUUUUUUKIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!!"

"""No estoy seguro. ¿Podremos reproducirlo?"""

Oscuridad absoluta.

"Puede haber una manera, pero esta sin testear. No hay resultados, ni pruebas. Puede funcionar, pero también puede ser un rotundo fracaso"

"""Puede que si. Aunque esa sección quedo muy dañada. Por esa misma razón no lo hicimos antes. Los datos eran confusos"""

"Inténtelo. Estoy desesperado"

"""Debemos darnos prisa"""

"""Hay alguien más aquí"""

Una fuerte claridad comenzó a hacerle daño incluso con los párpados cerrados. Dolía, escocia. Trató de abrir los ojos pero el fogonazo de luz se los hizo cerrar nuevamente de inmediato. Movió un poco las manos de forma familiar, comprobando que tenia varios tipos de dolores musculares. No obstante se frotó lentamente los ojos con la mano, y utilizando esta misma para refugiarse de la luminosidad, volvió a intentar abrir los ojos.

Las formas tardaron unos dolorosos segundos en hacerse nítidas. Estaba en un hospital. Por primera vez apreció el murmullo de pasos, voces, ruidos metálicos y teléfonos que le llegaban, estando algunos más amortiguados que otros. También había algo apoyado en un borde de su cama.

Se volvió, y sus ojos recorrieron incrédulos la figura de un joven de cabellos rosados con los brazos cruzados durmiendo sobre un borde de la sabana. Eiri movió la mano con miedo, experimentalmente sobre el muchacho, antes de atreverse a tocarlo.

El roce fue suave, cálido, vivo. El joven rebulló, antes de abrir perezosamente los ojos y levantar el rostro hacia el escritor con una sonrisa.

-Buenos días

-¿Shuichi?

-Si?

-¿Estas aquí?

El joven lo miró, poniendo cara de desconcierto, después sonrió y le dio un beso tierno en los labios.

-¿Tu qué crees?

-¿Qué ha pasado? - el escritor no pudo evitar la necesidad de tocar nuevamente al cantante de cabellos rosados, de cerciorarse que estaba físicamente allí. Éste le sonrió nuevamente, respondiendo a las caricias de su mejilla con un beso en la punta de sus dedos.

-Te distes un golpe muy fuerte en la cabeza. ¡¡Creímos que casi te nos quedabas ahí!!. ¡Nos tuviste muy asustados!

El joven se puso de pie con una sonrisa.

Iré a avisar a los demás que ya despertaste. Se alegraran de saberlo.

Levantó la mano para detenerlo, sin embargo el cantante ya se había marchado por la puerta de la habitación con una sonrisa en la boca. El escritor se llevó las manos a la cabeza, y palpó las gasas que le cubrían parte de la cabeza. Estaba confundido. Había tenido un sueño muy confuso, pero con una asombrosa claridad.

-Menudo golpe tuve que darme- murmuró de forma irritada para si, dejándose caer de nuevo en la cama, mientras se permitía el lujo de relajarse completamente en varios días.

Tohma, Mika y Tatsuha entraron en el cuarto con rostros aliviados y sonrientes. La mujer se abrazo a su hermano y empezó a llorar de forma sonora.

-¡¡¿A quién se le ocurre hacer cosa semejante?!!, ¡¡Podías haberte matado!!¡¡¿No recordabas que esa zona era terreno pantanoso?!!

El comentario arranco sorpresa real de los ojos del novelista que se volvió confuso hacia Tohma.

-No te preocupes. El medico dijo que estaba todo correcto. Podrás salir en un par de días.

Tatsuha se sentó en una silla y se cruzó de brazos enfurruñado.

-Vienes a la fiesta, ni me saludas. Te tiras a la piscina como un chiquillo de cuatro años. Casi te matas por hacer el idiota... ¡Y luego soy yo el irresponsable!... por un momento pensé que iba a tener que devolver a la tienda todos los regalos de navidad que compre para ti...

Eiri los miraba con desconfianza, como si no quisiera creer lo que estaba oyendo. Una pregunta se atragantó en su boca.

-Shuichi. ¿Dónde esta Shuichi?

La sonrisa de Tohma tembló. El rubio fue presa de los primeros síntomas de la angustia y el desasosiego, presuponiendo que el presidente volvería a "sugerirle" que se había vuelto a demenciar. Sin embargo en lugar de eso murmuró sin mucho interés:

-Se quedó por ahí. Hablando con Ryuichi-san y creo que también con Yuki-san.

La noticia provoco dos reacciones. Un inminente sentimiento de tranquilidad y regocijo al saber que Shuichi estaba, y estaba de forma presente para todos. Y una posterior preocupación y vergüenza, al recordar que lo había visto en una escena bastante comprometida con Kitazawa. Su mente en dos corrientes de pensamiento simultaneo, seguían acompañadas con un leve murmullo quisquilloso de fondo, que se reiteraba continuamente en que algo no estaba del todo bien, no obstante hacía las funciones de eco lejano, fácil de ignorar. No le presto atención. Tenia lo que necesita, Shuichi estaba con él.

Pero fue una agradable sorpresa conocerle. Ayer se dio la casualidad de que llamo a tu casa por la noche, por eso pudimos decirle que estabas aquí. No nos dijiste donde lo habías conocido Eiri-san.

El rubio miró a su hermanos y cuñado antes de murmurar de forma ausente

-En un parque. Leí una de sus canciones.

-Ahhh!, claro!- exclamó Tatsuha con expresión experta- Ryuchi estaba hablando antes de eso con él. Le hizo gracia conocer a otro cantante, claro que este es muy novato, ni siquiera tiene trabajo... aunque sus letras son muy buenas. Lastima que la guitarra no se le dé de la misma manera.

Trató de reprochar o corregir el comentario, pero Yuki se vio sin alegación, a expensas de que fueran los demás los que hicieran o dijeran lo que él se suponía que debía saber.

-Quiero estar solo- anuncio con voz cansada- ... aunque antes me gustaría hablar con Shuichi. ¿Podéis decirle que venga?

Los que estaban en la sala se marcharon, y a los pocos minutos reapareció el cantante de cabellos rosados sonriendo ampliamente.

-Estuve hablando con Sakuma-san. ¡¡Es una pasada de músico!!¡Le enseñe algunas de mis letras y le gustaron!, ¡Soy feliz!

Yuki ladeo la cabeza, mirando aquella sonrisa tan conocida, pero que de alguna manera se le antojaba extraña. Sus manos inconscientemente acariciaron los mechones rosados de forma distraída.

-Shuichi... ¿Hace cuanto que nos conocemos?...

-Ummn ...- el joven puso una mueca de profunda concentración que arrancó una débil sonrisa al rubio- creo que unas tres o cuatro semanas. No me acuerdo.

Continuó acariciando aquel cabello de olor afrutado, digiriendo lentamente la información.

-... Y dices que le has enseñado a "Sakuma-san" tus letras. ¿Las has traído hoy aquí?

El joven sonrió, ruborizándose como sólo él sabia hacerlo. Buscó en uno de sus bolsillos y le tendió al escritor varias hojillas plegadas. Eiri las observo estático varios minutos, una y otra vez, hasta que finalmente dijo.

-Son maravillosas. Es la cosa más bonita que he leído nunca...

Sintió que la boca se le quedaba seca. Shuichi "en su puta vida" podría haber echo nada parecido. No tenia talento. Sus canciones eran buenas por la emotividad y energía que ponía en las letras, no por las letras en si, que parecían escritas por un crío de parvulitos.

Empezó a mirar al joven de cabellos rosados con suspicacia.

¿Las has echo tu sólo? -inquirió con seriedad. Shuichi sonrió de forma inocente guardándose las hojas en el bolsillo.

-Claro- rió- que cara pones. ¡Pero si ya las leíste el día que nos conocimos!, ¡¡Incluso me prometiste que me escribirías tu una!! - Shuichi se puso meloso, haciéndole circulitos con el dedo en el hombro- ¡Me gustaría que el señor Yuki Eiri me diera ya mi canción!

A Yuki le estaba empezando a doler la cabeza. Todo le parecía igual o incluso más confuso que antes. ¿De verdad era aquel niñato el Shuichi por el que había estado suspirando durante... bueno, todo lo que el podía recordar. ¿Aquel crió parecía un aprovechado cualquiera?. Sin ninguna diferencia con toda la interminable lista de arpías, malas pécoras y personas interesadas en general que recordaba que se le habían arrimado a lo largo de su pequeña carrera como escritor.

-Márchate- pidió de forma tajante- quiero descansar

Pero en realidad quería pensar. Shindou hizo un puchero y se dio la vuelta cabizbajo marchándose obedientemente por la puerta. Aquello tampoco cuadraba. Yuki trató de dormir, pero era algo imposible. Todo su gozo por el rencuentro de Shuichi, se había esfumado apenas hubo intercambiado cuatro palabras con él. Puede que las culpa fuera de las pastillas, puede que sin ellas hubiera idealizado al muchacho como el resto de las cosas que habían cambiado en su mente.

Tohma entro en la habitación, portando en la mano un frasco con el conocido medicamento y un baso de agua para el escritor.

-Si- cortó antes de que el novelista le lanzase una mirada iracunda- ya se que quieres descansar. Pero debes de tomar tu medicamento.

Obligó de cierta manera a que el rubio se tomase sus cuatro pastillitas de rigor. Después, con un suave beso en la frente se despidió.

Que descanses. Volveremos mañana.

En la soledad del cuarto, el escritor creyó encontrar la ansiada paz. El murmullo del ajetreo del pasillo termino siendo algo relajante para él y termino quedándose medio adormilado sin apreciar la sucia y menuda figura de un joven de cabellos morenos que había estado todo el rato en el hospital, con una clara mueca de preocupación, estúpidamente escondido detrás de un tiesto. Siendo la única razón por la que el personal hospitalario no lo había echado, el pensamiento de que era un paciente de la sección de psiquiatría que se había desorientado de su ala.

El joven se escabullo dentro de la sala, y cerró la puerta tras él. Con paso inseguro se acercó hasta la cama del rubio que yacía dormido cubiertos con sabanas hasta la cintura. Con manos andrajosas acaricio superficialmente la herida que tan meticulosamente había sido vendada.

En aquel momento un fuerte brazo le sujeto la muñeca, y los ojos del escritor se abrieron fulminándole impasible con la mirada.

-¿Quien eres? Anoche estabas conmigo. ¿Quien eres tu?

Desvió la mirada de los fríos ojos del rubio, hasta que los suyos propios toparon con el pequeño bote de pastillas que Tohma había dejado sobre la mesa.

Haciendo un esfuerzo sobre humano se soltó de la mano del rubio, tomo el medicamento y con zancadas rápidas tiró todo el frasco por la ventana.

-¿Por qué has echo eso?- exigió saber la voz fría y monocorde, del escritor a su espalda.

El joven se volvió, con todo el cabello moreno enmarañado tapándole medianamente la cara.

-¡¡No las tomes!!, ¡¡Deja de tomarlas!!, ¡Son ellas! ¡¡Ellas te retienen aquí!!, ¡Por favor no las tomes!

Se había puesto frenético, su voz estaba varios decibelios por encima de lo que habría sido seguramente su registro normal, y Yuki trataba inútilmente de ver que rostro se escondía bajo el desgreñado y sucio cabello.

-Estas loco -sentencio por fin el escritor. El joven se detuvo, aparentemente herido con las palabras de este, y mirando al suelo nervioso concluyo.

-Por favor Yuki ... no las tomes.

La musicalidad del nombre en su boca. Parecía vibrar, convertirlo en un nombre distinto tan sólo por ser pronunciado por esa garganta. Eiri se puso lentamente de pie, necesitando ver el rostro de aquella persona. Cogió los cabellos y los aparto a un lado, sabiendo a ciencia cierta que aquel individuo no se movería ni trataría de impedirlo. Tras aquella cortina de negra suciedad, unos ojos amatista le devolvieron la mirada con dulzura... con amor. Yuki enmudeció.

-¿Shuichi?

-¡¡ALTO POLICIA!! -un agente había entrado en la habitación del escritor con una pistola desenfundada. El rubio se volvió, empujando hacia atrás al moreno andrajoso, permitiendo que se ocultara o le utilizase a él como escudo.

-¿Qué es lo que pasa agente?

-¡¡Hay un ladrón armado en esta habitación!!, ¡Le ruego que se entregue o disparare!

Eiri retrocedió, apretando al moreno contra la ventana. De alguna manera el joven entendió lo que le estaba diciendo, pues la abrió rápidamente y se escapó caminado peligrosamente por la pequeña cornisa ornamental entre piso y piso. El guardia adoptó una mueca de furia contenida, lanzó ordenes por un pequeño trasmisor, y dejó al escritor nuevamente sólo en la habitación.

-¿Qué es lo que esta pasando aquí realmente?

Las cosas cada vez tenían menos sentido. ¿O era al revés?

-Kusó!, kusó!!, kusó!!! -repitió el moreno una y otra vez sin mirar hacia abajo hasta que alcanzo las escaleras de incendio del edificio, a las que se agarró con todas sus fuerzas, llorando a lágrima viva por el miedo que había pasado- ¡¡Ahora que estaba tan cerca!, ¡¡Maldita sea!!

Echó a correr escaleras a bajo, apartándose torpemente el pelo renegrido de la cara, tropezando con algunos escalones, amarrándose con todas sus fuerzas al pasa manos para no caerse de cabeza.

¡¡Crece!!, ¡¡Todo esta creciendo!! ¡¡Kuso!!- algo se le calló del bolsillo. El objeto metálico, golpeó sonoramente los escalones hasta que alcanzó un tramo de descanso en el metal. El joven moreno se había quedado en cuclillas ocultándose la cabeza tras los brazos. Lanzó una mirada de odio hacia el objeto que se había detenido.- ¡¡Estúpida pistola!! ¡¿Por qué nunca le pediría a K que me enseñara a utilizarlas?!. Quizá no tenia que habérsela robado de la comisaría al idiota ese cuando me escape... -el joven lloriqueó poniéndose en pie, recogiendo el arma, y corriendo el ultimo tramo de escaleras como alma que lleva el diablo mientras escuchaba voces amenazantes a su espalda y una sirena de coche tras él.

¡¡Baka!!, ¡¡Ahora me van a matar!!

La sirena era un sonido constante a su espalda, entre las pequeñas calles de la ciudad. La gente se veía abordada por el zarrapastroso joven que seguía corriendo, con la capucha quitada, el gorro casi desprendido de su cabeza, y el enmarañado cabello agitándose con vehemencia, cuanto más empeño ponía por no ser alcanzado. Se escabulló a través de una callejuela, y trepó con las pocas fuerzas que le quedaban por un canalón que llevaba a una azotea de un pequeño edificio de tres plantas. Y siguió corriendo. Hasta que creyó estar libre y se dejó caer en un par de tejados contiguos más adelante, con las manos y los pies temblándole, y la nariz pingando algo de moquillo debido a la angustia y el miedo acumulados. Se desplomó en el suelo, sin importarle lo mugriento que pudiera estar, pues seguramente, el estaría incuso más sucio. Espero hasta que su respiración se normalizara y fue entonces cuando se volvió mirando de forma vacía al cielo, suspirando.

-Pese a todo tienes muy buen aspecto -murmuró hacia nadie en particular esbozando una ancha sonrisa de satisfacción- he incluso aquí conservas tu mal humor... jaja... espérame... espérame Yuki.

Eiri se había quedado en el cuarto, sentado sobre la cama, esperando a que el policía regresase y tratara de sonsacarle una información de la que él no disponía. Lo cierto es que no supo a ciencia cierta porque había ayudado al mocoso reducto de la sociedad, pero al mirarle a la cara, a los ojos, una sensación familiar le había embargado. De igual forma que ahora se arrepentía, creyendo que había obrado de forma incorrecta. Acababa de recordar que era la segunda vez que se cruzaba con el moreno, y este siempre parecía tener mucho interés en hablar con él. El rubio se lamento recostándose en la cama.

-Lo ultimo que me faltaba... otro profeta loco que me ha visto por la tele y pretende que me convierta a una nueva religión para salvar mi alma... como si lo viera.

Miró de reojo hacia el lugar donde Seguchi había depositado las pastillas antes de que el moreno de cabellos mugrientos las tirase. Frunció el ceño molesto.

-Maldito mocoso- y es que después de haber hablado con Shuichi, se había convencido de que realmente quería tomar el consabido medicamento. No deseaba llevarse nuevamente decepciones por lo que posibles alucinaciones le hiciesen ver en las personas- mañana hablare con él. Y le pediré a Tohma que me compre un bote nuevo, mientras me terminan de dejar salir o no.

Una sonrisa radiante apareció a primera hora de la mañana tras el marco de la puerta del hospital.

-¡¡La lihooooo!!

El rubio se volvió hacia el joven de rosados cabellos que entro en la habitación y se sentó en un borde de la cama.

Buenos días Yuki!!!

-¿Estuviste ayer con mi hermano? -preguntó sin mucho interés al cantante, volviendo a centrar sus ojos en el periódico que estaba leyendo.

-Si, con él y con Sakuma-san. ¿Cómo lo sabes?

-Porque ahora saludas como él.

Paso otra hoja del noticiero mientras Shindou lo observaba en silencio.

-Yuki... ¿Necesitas algo?

-No

-... -Shuichi se sentó en un asiento contiguo, abriendo las piernas para apoyar las manos sobre el borde de la silla en una postura habitualmente infantil. El rubio lo estudiaba de reojo, haciendo balance de cuanto de lo que recordaba era verdad y cuanto era simple invención alucinógena.

-¿Sabes a qué hora vendrá Tohma?

El joven se volvió con una mueca curiosa y sonrió de forma tontorrona.

-La verdad es que ayer no hable nada con él. Me dijeron donde estabas y vine por mi cuenta... pero Yuki, ¿cómo no le hablaste a ninguno de mi antes? Nadie me conocía.

-Se me olvidaría...

Shuichi puso un puchero de disconformidad, arrancando una sutil sonrisa del escritor, que volvió acto seguido su atención a la prensa, donde la noticia de "suben los bonos del estado un 13% TAE" había sido sustituida por "Influencia del medio inorgánico sobre el orgánico. La nueva frontera" Confuso, el escritor empezó a leer el articulo que segundos antes no estaba, para empezar a alzar una ceja ante lo que leía.

-Shuichi

-Si?

-Llama a Tohma. Su teléfono es el 555-XXXXX y dile que me traiga mi medicamento en cuanto pueda.

Obedientemente, el joven de cabellos rosados se levantó en busca de una cabina automática. Yuki dejó el periódico sobre sus rodillas mirando con desagrado la hora que le indicaba el reloj. Volvió a maldecir al mocoso del día anterior, pues hacia más de tres horas que debía de haber tomado el medicamento.

Con resignación, buscó el paquete de tabaco (ventajas de ser una persona medianamente rica y conocida) y cuando iba a sacar un cigarrillo le llamó particularmente la atención que la pequeña pegatina del cartón donde habitualmente podía leerse el clásico "Fumar mata" o "Se advierte que fumar en exceso crea impotencia", ahora estaba pintarrajeada de colores chillones y una letra de trazo infantil, donde trabajosamente podía leerse. "No te tomes las pastillas azules" le dio la vuelta al paquete y una estridente letra naranja revelo "para subir, por favor pulse el botón de su izquierda".

Dejo el paquete de tabaco, por alguna razón, los nuevos mensajes le habían quitado las ganas de fumar de una manera tremendamente efectiva. Volvió la vista hacia la ventana, donde unos hombres estaban colocando unos carteles de publicidad. Les observó trabajar esperando impaciente a que Tohma llegara con el dichoso medicamento.

-Buenos días señor, aquí tiene su desayuno.

Una enfermera acababa de depositar una bandeja de comida sobre la cintura del escritor. Este sonrió débilmente a la mujer que se ruborizo de forma obvia y con una leve inclinación de cabeza abandonó la habitación informando que regresaría luego por la bandeja. El escritor se encontró mirando fijamente el zumo de naranja, el brik de leche y una pequeña cajita de galletas.

-Bueno - Shindou regreso desperezándose por el camino hasta la silla al pie del escritor- ya le llame, me dijo que en menos de veinte minutos estaría aquí.

Yuki afirmó conforme, tomando un trago de su zumo de naranja.

-¿De que son esas galletas?, ¿Te las vas a comer? - preguntó el cantante con una expresión interesada claramente por el susodicho alimento.

El rubio las cogió. La miró por delante con indiferencia. Posteriormente de forma distraída, más por hacerse de rogar que otra cosa, comenzó a ojear la parte de atrás del envoltorio.

"Más energía más salud" "la energía de cada mañana" "Ingredientes: harina, azúcar, manteca de cacao, ¿has visto a este tío?, esta entubado desde hace meses. ¿Tu lo conoces?. Si, creo que era un escritor famoso. No, yo no leo nada, a mi solo lo que me ponen en la tele..."

Las galletas se le cayeron de las manos, volviéndose hacia Shuichi que lo miraba curioso.

-¿Te las vas a comer o no?

-No. Son todo tuyas

Con una expresión de extrema felicidad, el joven de cabellos rosados le rodeo el cuello con los brazos y le dio un sonoro beso en la mejilla.

-Gracias!!!!

Yuki seguía conmocionado. Casi le pide a Shuichi que le lea nuevamente la composición de la caja. Pero se lo pensó mejor y decidió que no tocaría absolutamente nada, hasta que Tohma le trajera las pastillas.

Un pequeño brik de leche le miró amenazante desde la bandeja.

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Ante todo, este capitulo va dedicado a Cucha, por su inmensa paciencia y esas ideas que me sugiere cuando estoy desorientada. Arigatou!!

Saludos a los que esten leyendo esto.

Ja-ne!