Los dos días que le siguieron fueron bastante monótonos. Tohma y Sakuma iban a visitarle en cuanto podían, estando casi continuamente alguno de los dos con él. El escritor agradecía la compañía de Seguchi, le permitía hablar de algún tema serio o simplemente sentirse silenciosamente acompañado, pero los momentos con Ryuichi eran completamente distintos, llegando incluso a hacerle rogar interiormente porque se terminasen.
Sakuma estaba en ese momento tras unas sillas con las que se había montado un fuerte y jugaba con kumagoro a "los cuatreros del desierto".
Enviadita sus recuerdos. Aquellos de cuando el cantante le ignoraba por completo. A Eiri le resultaban sumamente más atractivos que tenerle pegando grititos como un crío pequeño, saltando por el cuarto, y disparando pistolas invisibles a indios ficticios.
-Yukiiiiiiiii - un joven de cabellos rosados entró en el cuarto con una ancha sonrisa- ¡¡El medico acaba de decirme que hoy después de comer te dan ya el alta!!, ¡Podrás irte a casa!
El escritor sonrió, pensando que por lo menos, podría zafarse de las compañías indeseables durante unas horas. Shindou se sentó en un borde de la cama y jugueteó con las puntas de su flequillo.
Si quieres te acompaño a casa, hace mucho tiempo que no quedamos para ... ummn ... ¿hablar?
Un leve sonrojo cubrió las mejillas de escritor, desconcertado por la aparente perversidad que revelaba la mirada violacea de lo ojos del cantante. Más aun cuando observo atónito como Shuichi le cogía la mano con cuidado, y con aparente inocencia se introducía un dedo del escritor en la boca, para lamerlo melosamente con la lengua.
Eiri se puso nervio al reconocer que Shuichi estaba despertando en él algo más que sorpresa ante tal comportamiento. Le quitó la mano bruscamente de la boca y avergonzado miró hacia otro lado.
-Puede que te deje que me acompañes.
Tras una sonrisa ancha y picara, el cantante de rosados cabellos se volvió hacia un indio muerto tirado en el suelo, que no era otra cosa, sino Ryuichi desgañitado después de varios minutos fallidos por llamar la atención.
-¡¡Sakuma-san, ¿puedo jugar yo también?!!
Aquello se convirtió en el jardín de infancia. Los dos cantantes divagaron y fantasearon durante más de una hora en la que el escritor simplemente se quedo en silencio, mirando fijamente a Shindou, y como este hacia un montón de bromas tontorronas. Esperanzado ante la idea de que quizá si era como lo recordaba, o al menos una idea bastante aproximada.
Aunque el hormigueo de la mano que el joven había lamido le dictase exactamente lo contrario.
A la hora indicada, Tohma llegó con el doctor. El hombre venia dándole instrucciones al presidente antes de hacer una inclinación con la cabeza y marcharse.
-Bien... Eiri-san, ya esta todo arreglado. Podemos irnos de aquí - se volvió hacia el rubio que miraba por la ventana ya vestido con uno de sus exquisitos y regios trajes de etiqueta- puedo llevarte a casa si quieres.
El escritor se giró, no sin antes lanzar una mirada ambigua a Shindou y Sakuma que estaban sentados en el suelo jugando al pachinko.
-No, creo que prefiero caminar. Llevo demasiado tiempo aquí dentro. Quiero que me de un poco el aire.
Con un encogimiento de hombros, Seguchi espero a que el rubio saliera por la puerta, para acompañarlo hasta la salida.
-Yuki-san no vino a verte ¿verdad?
El escritor afirmó escuetamente con la cabeza. Tohma sonrió envolviendo las manos dentro de la tela de los bolsillos de su abrigo
Lo supuse. Deberías de llamarle. No me contó nada pero lo encontré de un inusitado mal humor en la fiesta después de que te golpearas la cabeza... cosa que empeoro cuando Shindou-san llamó. Creo que esta muy enfadado. El tampoco sabia que actualmente estabas con otra persona.
El comentario no obtuvo ninguna reacción aparente, al margen de que el escritor, tras mirar recelosamente su paquete de tabaco, tomara un cigarrillo y lo encendiera dándole un par de caladas.
Eiri-san... ¿puedo darte una opinión personal?
-...
-Ese joven ... Shindou-san... no merece mi confianza, creo que seria mejor que dejaras de verlo...
Yuki esbozo una sonrisa ancha con el cigarrillo prendido entre los labios.
-Esto ya va siendo más familiar
-¿El qué?
-Nada
-Eiri-san... lo digo en serio...
Con una mueca indiferente, el escritor indico que no pensaba hacer nada al respecto. Seguchi suspiró, aparentemente decepcionado, pero abriendo nuevamente los ojos y deteniéndose en mitad del pasillo hospitalario.
-Eiri-san, acabo de recordar, que hoy un guardia de seguridad me dijo que hace dos días un desconocido armado entro en tu habitación. ¿por qué no me dijiste nada? ¿No intentaría hacerte nada malo?
Tras una mueca de sorprenda, el rubio cogió el cigarrillo con una mano y miró al techo de forma pensativa.
-Era un loco. Tan sólo dijo una sarta de chorradas
Seguchi pareció tensarse.
-¿Qué cosas te dijo?
-No recuerdo... -Yuki no pudo evitar notar como la mueca suave de la cara de Tohma se había convertido en una mascara de ansiedad. Golpeó la punta del cigarrillo tirando la ceniza al suelo, llevándoselo nuevamente a la boca como si el asunto no tuviera mayor interés para él- ... cosas sin sentido. El mocoso estaba loco.
Aquello no pareció tranquilizar al presidente.
-No tiene importancia.
Una sonrisa suave toco nuevamente los labios del presidente que adoptó una mueca sencilla, de carácter agradable.
-Si... tienes razón Eiri-san
En pocos minutos se encontraron en la calle, mirándose el uno al otro, sin saber que decirse exactamente.
La tensa situación fue salvada por el tumulto organizado de dos voces que venían corriendo por el pasillo, arroyando todo aquello que no estuviese atado o fijado al suelo con clavos. Shuichi pegó un salto subiéndose sobre la espalda de Yuki. Estiró un brazo triunfante.
-Gané!!
Sakuma que venia detrás hizo por su parte, una acción parecida, por lo que varios gritos después, el escritor estaba en el suelo con Sakuma y Shindou sobre él, batallando acaloradamente quien había alcanzado al rubio primero.
Debió a que no lograban ponerse de acuerdo, la discusión derivó en zarandear al rubio de un lado a otro pidiéndole que otorgara la razón, cual jurado, a uno de los dos.
Con cara de infinita resignación, Seguchi le quitó a Ryuichi a Kumagoro que lo traía colgado del cuello y lo movió delante de los ojos para llamarle la atención.
-Ryuichi-san, Kumagoro me ha dicho que si nos vamos a comer un helado, ¿qué me dices?
El aludido soltó en el acto al escritor, y con ojillos expectantes, siguió al conejo rosa de mano de Seguchi a donde quiera que éste lo llevara.
En un ultimo vistazo al rubio zarandeado en el suelo, el presidente se despido con una sonrisa.
-Yuuuukiiiiiiii, ¿me invitas tu también a comer un helado?- pidió con expresión tierna el joven de rosados cabellos ayudando al escritor a ponerse de pie.
-.... -se colocó la camisa y se sacudió los pantalones con dignidad, bajo la atenta mirada del cantante de rosados cabellos.
-Por faaavooooooorr.... ¿me invitaras?....
-¿Siempre has sido tan gorrón?
El cantante le saco la lengua de forma juguetona a la par que se cogía alegremente de su brazo.
-Ya te lo devolveré luego... de alguna otra manera que se me ocurra... -murmuró dejadamente y con un leve tono perverso.
Yuki se encontró nuevamente desarmado ante el comportamiento del joven de cabellos rosados. Tan pronto se comportaba como el Shuichi que él recordaba, como de repente parecía salirle un carácter más maduro y ambiguo que si bien no dejaba de generar en el curiosidad y expectación, también le incomodaba un poco.
Lamió la ultima cucharada de helado que le quedaba con descara lentitud, después dejo el utensilio sobre la mesa. Sonrió al escritor frente a él.
-¿Nos vamos a tu casa?
No respondió. Ni siquiera se digno a mirarle. Sacó unas cuantas monedas y las deposito junto a la cuenta que le había traído la camarera. Le tomó por el brazo y tiró del cantante hacia la salida, que protesto pero sin quitar la sonrisa enigmática de su rostro.
¿Tienes prisa? - murmuró de forma divertida y malintencionada.
El escritor bajo la cabeza avergonzado, sin querer reconocer lo que le pasaba. Se lo achacó a la cantidad de días que llevaba estresado. Por nada del mundo habría reconocido que se había empalmado por ver al tontorrón del cantante comer un helado... aunque todo fuérase dicho, nunca había visto comer un helado de esa manera.
Llegaron bastante rápido a su casa. Ya en el ascensor, cuando las puertas se cerraron, Eiri no puso evitar tomar los labios del joven de cabellos rosados, que le devolvieron el beso complacidos. Yuki empezó a desabotonarse la camisa, sin recordar la ultima vez que había estado tan ansioso por algo.
Los juegos de lengua del cantante tan sólo habían acrecentado el deseo que el numerito visual del helado había comenzado. Si dejar de besarlo, los dos llegaron a la puerta de su vivienda. Sacó las llaves y a tientas y tras varios intentos fallidos, consiguió introducirlas en la cerradura. Entraron en la casa.
Entre besos cada vez más intensos, Shuichi tropezó con el escalón de la entrada terminado sentado en el suelo. Desde allí, y sin hacer amago de quererse levantar, sonrió de forma seductora abriendo sutilmente las piernas, para a continuación pasarse un dedo por la lengua en un claro gesto provocativo.
Yuki cerro la puerta de un portazo, dejo caer todo lo que llevaba entre las manos y se puso de rodillas en el espacio brindado entre las piernas del cantante.
-¿Desde cuando eres así? -jadeo entre dientes. Los labios del joven de cabellos rosados apresaron a los del escritor, mordiéndolos sin clemencia para acto seguido lamerlos con dulzura- ¿desde cuando consigues provocarme de esta manera?
El comentario fue recibido con una risa suave por parte de Shindou, que con movimientos dulces acarició la espalda del escritor, llevándose a su vez la camisa que quedó dispersa en el suelo de la entrada.
-Creo que me dijiste algo parecido el mismo día en que nos conocimos... - el cantante mordisqueó el cuello del rubio, mientras que sus manos, bajaban lentamente hasta su cadera y se encontraban con el impedimento de sus pantalones- Aquella noche fue realmente especial... Nadie me había echo sentir de esa manera. ¿Me harás lo mismo hoy? ¿O serás aun más malo conmigo? -preguntó con voz melosa, introduciendo las manos por dentro de la prenda, arrancando una exclamación ahogada al escritor, un poco confundido por el ultimo comentario.
Shuichi le mordisqueó la oreja arrancando un profundo rubor del escritor, que ya no pudo evitar que su excitación fuera clara y evidente, y que sus jadeos fueran sonoros, extendiéndose por toda la casa.
Se arrastraron por el suelo, entre mordiscos, jadeos, Shuichi con la poca ropa que le quedaba se extendió sobre la cama, ofreciéndose, pero no con ingenuidad, no con el clásico y encantador rubor carmesí que le hacia parecer aun puro e inocente, sino con una mirada lasciva llena de promesas y completamente incitadora. Eiri lo contemplo fascinado, de cierta manera embriagado, acariciando sus piernas, llevándose con los dedos las ultimas prendas que cubrían aquel cuerpo mucho más pequeño.
Se llevo unos dedos a la boca y los mordió con aspecto nervioso cuando las manos del escritor acariciaron su pelvis. Un suave gemido se le escapo de la boca.
De pronto un estruendoso ruido en la cocina de cacharros caídos, llamó la atención del rubio.
-¿Qué ha sido eso? - preguntó más para si que para Shuichi que se incorporó poniendo cara de fastidio.
Para volver a captar su atención, tomo a Eiri por el cuello y cambiando posiciones lo aprisiono contra la cama, reptando por su cuerpo como un felino hambriento que recorrió todo su pecho con un camino húmedo de saliva proporcionado con la punta de su lengua, hasta llegar a la palpitante protuberancia del rubio que entre cerró los ojos, y dejo escapar un jadeo roto cuando el cantante de cabellos rosados se lo introdujo en la boca lentamente.
- ... Shuichi... ah...
Volvieron a escucharse sonidos metálicos en la cocina. A los pocos segundos un cachorro de gato negro entró en el dormitorio, subiéndose ágilmente encima de la cama, y para más recochineo o casualidad, asentarse cómodamente encima del pecho del escritor.
-Mau?
Shindou soltó un sonido frustrado, soltando el miembro del novelista, y mirando al gato como si fuera la peor cosa que le había pasado en la vida.
-¡¿Es tuyo?!
El rubio estaba agitado, igualmente molesto, pero ante todo confundido y sudoroso.
-No, yo no tengo gatos.
Y antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, pues en realidad no se lo habría creído ni aunque se lo hubieran contado, Shuichi había cogido al cachorro negro, se había levantado de la cama, y tras abrir la ventana lo había lanzado por ella.
Regreso tranquilamente a la cama como si lo recientemente ocurrido fuese una acción de lo más cotidiana. Yuki en cambio lo miraba con la cara desencajada.
- ¡¿Pero que has echo?!
- Tirarlo. No era tuyo y nos estaba molestando.
-¡Estamos en un 12º piso!, ¡Lo has matado!
Yuki recibió una mirada vacía, como si aquellas palabras no tuviesen significado real para quien las escuchaba. Finalmente añadió.
-¿Y qué? Era un gato. Si tanto te gusta mañana vamos a por otro.
No podía creerse lo que escuchaba al igual que era incapaz de sacarse de la cabeza la imagen de lo que quedaría del pobre bicho espachurrado 12 pisos más abajo en mitad de la calle.
Frustrado, pues era la segunda vez que se quedaba "a medias" en una semana, el escritor se levanto de la cama y se puso los pantalones.
-Márchate. Me has revuelto el estomago.
El cantante se quedó en la cama, boca abajo, moviendo alegremente las piernas como si no comprendiese que lo estaban echando, mirándole con picardía y una sonrisita traviesa. Yuki se frotó la cabeza molesto.
Te he dicho que te marches. Se me han quitado las ganas de hacer nada contigo...
Cogió un cigarrillo y ordenándose el cabello con los dedos se fue hacia la cocina, temiendo enfrentarse al desastre organizado por el felino.
El suelo estaba lleno de cacharos desperdigados de una de sus estanterías.
- Joder... -se lamento el escritor por el desorden innecesario. No obstante, cuanto más entraba en la cocina, más sentía un olor a suciedad concentrada, humedad y sudor.
"¿Otro gato?"
Yuki me voy... -comento una voz jovial a su espalda- Te llamo mañana ¿vale?
Después un portazo. El escritor murmuro por lo bajo de mala gana cosas que fueron incomprensibles pero aparentemente malas. Todas ellas.
Caminó a oscuras por la cocina hasta que descubrió un bulto, junto a las patas de una de las sillas de debajo de la mesa.
Aquel bulto sonreía nerviosamente con lágrimas en los ojos. A Eiri le pareció un fuerte contraste, más si tenemos en cuenta que la masa empuñaba una pistola hacia él.
- Será cabrón... -murmuró la figura agachada y sucia- me ha matado al gato.... - se frotó nervioso la cabeza, los cabellos negros y sucios se sacudieron cubriéndole el rostro.
Eiri se cruzo de brazos, mirando escéptico el montón de suciedad humana que se había instalado debajo de la mesa de su cocina.
El arma no parecía impresionarle en absoluto.
-Mocoso, ¿qué haces tu en mi cocina? ¿o es que mi casa es de dominio publico?, ¿Cómo has entrado?
El aludido no respondió, se limpio la humedad del rostro con la manga haciendo simultáneamente un sonido nasal y angustiado.
-Yuuuukiiiiiiiiiii ... -el joven tiró la pistola al suelo y se agarró a una de las piernas del escritor berreando furiosamente. El rubio asustado, retrocedió, zarandeando la pierna como el que tiene un bicho y no se atreve a tocarlo con las manos.
-¡¡Tu!!, ¡Suéltame!- por mas que lo intento, no logro zafarse del bulto- ¡¡Que me sueltes te he dicho!!
-YUUUUUUKIIIIIIIIIII- continuó lloriqueando el joven moreno trepando por el cuerpo del escritor hasta abrazarse con fuerza a su cintura- ¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!
-¡No compro nada!, ¡No quiero nada!, ¡No pienso cambiarme de religión, me va muy bien con la que estoy gracias! y ¡Tampoco estoy interesado en meterme en ninguna secta!... así que seas quien seas... ¡¡márchate!!
Con un empujón más fuerte que el resto, el rubio se libro del abrazo del moreno que quedo a cuatro patas en el suelo, gimoteando compungido.
-Eres cruel.
-No. No soy cruel, si lo fuera te diría que apestas. ¿Qué has salido?, ¿De la basura?
Yuki se miró el pantalón, y como este había quedado inservible debido a varias manchas que prefrió no especular sobre su procedencia.
-Técnicamente...
-No me importa. Lárgate de mi casa. Seas quien seas.
-Sabes quien soy
-No, no lo sé, así que lárgate.
El moreno se puso de pie. Tras arrancarse el gorro de la cabeza, lo tiro al suelo y con agresividad tomó la maraña renegrida que eran sus cabellos, dejando expuesto su rostro en una acto desafiante y confiado hacia el escritor.
-¡Mírame y dime si de verdad que no sabes quien soy!.
Con una ceja alzada, el escritor se acercó al joven moreno, intentado discernir que era lo que había debajo de aquella capa de mugre, en la que sólo unos ojos violetas parecían salir airosos. Algo en su interior se removió y volvió a tener la misma sensación que tuvo unos días antes en el hospital. Se parecía, se parecía demasiado. Pero no podía ser. Acaba de marcharse por la puerta. A menos que tuviese un hermano gemelo, y la idea era completamente ridícula.
Empezó a frotarse el cabello, furioso y cansado, con un incipiente dolor en la sien.
-Márchate. Déjame solo. Estoy arto de todos. Márchate
-¿Quién soy?- exigió saber el moreno.
-¡Márchate!.
-¡¿QUIEN SOY?!
-SHUICHI. ERES SHUICHI- el rubio se dejó caer en el sofá, hundiendo el rostro en las manos- ...Esto no es real... no lo entiendo. Me he estado tomando las pastillas... siempre a la hora, como Tohma me advirtió... Tohma, tengo que llamar a Tohma.
Un ruido seco y el rubio levanto la cabeza para ver como el presunto Shuichi había arrancando el teléfono de la pared y se lo mostraba con una sonrisa confiada.
-Pues para ser una alucinación puedo hacer muchas cosas ¿verdad?
Dejo caer el aparato al suelo.
Te dije que no tomaras las pastillas azules.
El rubio volvió a hundir la cabeza, como si tratase de ignorar tanto lo que veía como lo que oía.
Escúchame
-...
-Yukiiii
-...
-Todo tiene un explica-
-Date una ducha.
-¿Qué? -el moreno lo miro confundido. El rubio abandonó su mutismo para ponerse de pie y cogiéndole recelosamente por un brazo, meterlo a la fuerza en el cuarto de baño.
Date una ducha- insistió- después hablaremos.
-¡Pero!
Yuki cerro la puerta del baño y le echo es pestillo desde fuera. El joven moreno desde dentro golpeó un par de veces la hoja de madera.
-Yukiiii, Yuuukiiii!!
-Déjame pensar!!
Los golpes en la puerta cesaron, y al final un leve murmullo de agua de fondo le indico que el moreno había cedido en la petición. El escritor termino sentado en el suelo utilizando como respaldo la propia puerta del baño.
-No es real. No lo es al igual que no lo era el resto. Shuichi se acaba de marchar... estoy sólo en casa...
Buscó las pastillas que puntualmente se había estado tomando, aun en el bolsillo de su abrigo tirado en la puerta de la entrada. Miró el reloj.
-No es la hora, no lo entiendo.
Dio vueltas al bote entre sus manos. Aun escuchaba el murmullo apagado de la ducha de fondo.
Desenrosco el tarro y se tomo doble dosis del medicamento.
Regreso vacilante hacia la puerta del baño y quitó el pestillo.
Tenia la completa convicción de que al abrir aquella puerta se encontraría una habitación completamente vacía. Con ese pensamiento, giró el pomo y entró.
Una nube de vapor lo cegó momentáneamente.
El sonido de la ducha era monótono, acompañado débilmente por un dulce canturreo y alguna palabra desperdigada entre ellas. Yuki vaciló, realmente no esperaba encontrarse a nadie en el baño.
El tarareo ceso y fue firmemente sustituido por una canción antigua, casi tanto como la relación que en la mente del escritor, había mantenido con el cantante.
- .... nigiyaka na hitogomi ni tokeru tsubuyaki ga
ashi moto ni chirabatta omoide nijimaseru...
Y una vez el vapor se hubo disuelto por completo, el rubio tuvo una magnifica vista del moreno de espaldas, enjuagándose el cabello color ébano que con el rostro inclinado hacia atrás, le sobrepasa con creces los omoplatos, llegando casi hasta su cintura. ... mayoi aruku machi no kagayaki wa glaring one way
kogo e sou na boku o terasu ....
Se volvió hacia él, o más bien hacia el lugar donde él se encontraba. Abrió los ojos. Pego un bote en el suelo y después se ruborizo moviendo las piernas nervioso.
-Yukiii ... me asustaste... -señaló con una expresión inocente y sincera, con las mejillas teñidas de carmesí contrastando con el brillo intenso de sus ojos violetas y el oscuro cabello pegado en su pecho en hebras que asemejaban raíces.
Muy serio, más serio de lo que había logrado estar en mucho tiempo, el escritor camino hacia el moreno que empezó a mirarlo con desconfianza, y a pegarse a la pared de la ducha.
¿Qué... qué pasa Yukiiiii?
El rubio se quitó los pantalones que era la única prenda que llevaba, entrando el también en la ducha, empapándose con el tibio liquido a la par que encaraba al moreno, ahora limpio y completamente ruborizado.
-¿Te he dicho alguna vez que no tenias talento?
El joven puso un mohín furioso, fácilmente reconocible, alzando una mano con clara intención de golpear, pero que se quedo suspendida en el aire.
-Yukiiiiiii - el moreno bajo la vista tratando de ocultar las lágrimas que salían de su rostro. Con un dedo, tímidamente, toco la piel del escritor, para luego poner ambas manos encima como si estuviese comprobando la solidez de su pecho- ¡¡YUKIIIIIIIIIIIIII!!
Se abrazo a él, y empezó a llorar sonoramente.
-¡¡Estas aquí!!, ¡¡Estas aquí de verdad!!, ¡¡Me ha costado tanto encontrarte!!
-¿Quien eres en realidad? -preguntó fríamente el escritor, soltando los brazos del moreno, para encarar la mirada violácea del joven que seguía ruborizado por completo, ofreciendo un aspecto vulnerable que lo hacia deseable. Pero toda aquella seriedad, que había querido imprimir en sus palabras, se evaporó al sentir algo sobresaliente y punzante junto a sus piernas.
Lanzo una mirada severa al joven que bajo la cabeza avergonzado.
-Lo siento... yo, es que ha pasado mucho tiempo... y bueno, esto es tan ... tan real...
El rubio suspiró, sólo conocía a una persona en el mundo que era capaz de tener una erección sin haberla tocado siquiera. Yuki sonrió, cerrando la llave del agua que los había estado bañando.
Besó el cuello húmedo del moreno. Sabia que no podía ser Shuichi. El cantante se había marchado hacia escasos minutos. Pero tampoco podía tratarse de otra persona. Así que aquello le dejaba pocas opciones. Y si era una fantasía, pensaba disfrutarla.
Tras un suave jadeo, el joven de ojo violetas se encontró atrapado entre la pared y el pecho del rubio que jugueteaba mordisqueándole la clavícula.
-Yukiiiii...... mn....... - el rubio se recreo con aquel sonido, tan familiar, tan deseado, que le impulso a seguir recorriendo aquel cuerpo que temblaba bajo sus manos. El miembro del moreno estaba sumamente erguido, al rubio le dio incluso pena verlo así, rezumante, pensó que debía serle doloroso. Para tratar de aliviarle, deslizó una de sus manos hasta su entrepierna, acariciándolo con los dedos, suavemente, sin tratar de arrancar placer real con sus caricias, sólo divertirse con las reacciones. El moreno se recostó todo lo posible en la pared, ladeando la cabeza hacia un lado, con el rubor haciendo hervir furiosamente sus mejillas. Eiri se sintió cómodo con las reacciones, no eran las miradas lujuriosas que le habían echo hervir la sangre minutos a tras el cantante de cabellos rosados, pero eran expresiones que para él eran mucho más familiares y deseables. No pudo evitar al ver al muchacho jadeante, sonreír mientras besaba su cuello, mordisqueando algunas partes
-Shuichi..... -deslizó ambas manos a los glúteos del moreno, masajeándolas, apretándolas con fuerza, obligando al cuerpo del joven a frotarse y restregarse con el suyo propio. Arrancando exclamaciones ahogadas y lloriqueos rotos del moreno.
-Yu...Yuki..... ah... - un gruñido ronco cuando uno de los dedos del escritor irrumpió su entrada, tratando de ensañarla. El moreno apretó los dientes y inclino la cabeza hacia atrás, amarrándose fuertemente al cuerpo del escritor- Yuki nooo ...
-Mnnn ... -murmuró Eiri introduciendo un segundo y tercer dedo en la entrada del chico. Sonriendo ambiguamente ante las súplicas verbales que dictaban todo lo contrario de lo que el cuerpo del joven tenso de la expectación imploraba- ... Shuichi como te gusta hacerte de rogar...
Incapaz de esperar más, Yuki sacó los dedos del interior del moreno y levantándolo al peso por el trasero lo recargó contra la pared mientras este le enroscaba las piernas alrededor de la cintura para facilitarle la tarea de, ayudado con una mano, penetrarlo lentamente. El joven se apretó herméticamente al pecho del rubio, dejando escapar un gemido ala altura de su oído.
-Yuki...
Su nombre en aquellos labios despertó la impaciencia en el escritor, que con las manos sobre el trasero del moreno, hizo movimientos experimentales, que arrancaron profundos jadeos del él.
Yuki... despacio... me duele... ahhh -pero el escritor no parecía declinarse por hacer caso al joven, apretando sus nalgas con fuerza, penetrándolo todo lo profundamente que podía apoyado contra la pared- no Yuki para... me voy a .. para...
El rubio, ignoro al moreno, repitiendo la acción anterior, sumergido en su propio placer. Acababan de empezar, no podía estar diciéndolo en serio.
-Yukii ahhh... nooo ... para..... ahh.... me voy a ...
A penas un par de envestidas más y el moreno se arqueo hacia atrás, cubriendo el vientre de ambos con el estigma claro de su orgasmo. Yuki se paró en seco, sintiendo como empezaba a hinchársele la vena de la frente.
Si, estaba claro, que fuera o no una alucinación, aquel era el autentico.
-..............SHUICHIIII.................
El moreno alzo la vista con una sonrisa nerviosa en el rostro.
- ... etto... ya es tarde para decirte que esperes ¿verdad?
-¡¡ME FUSTRAS!!
**************
Ummmn.... creo que voy a terminar haciendo una sección de aclaraciones, bueno, ya me diréis si tenéis dudas o no.
Bueno, y este capitulo va dedicado a Saiyi-chan, ke le gusto el lemon de la ducha XD. Muchos besines niña.
Ja-ne!
Sakuma estaba en ese momento tras unas sillas con las que se había montado un fuerte y jugaba con kumagoro a "los cuatreros del desierto".
Enviadita sus recuerdos. Aquellos de cuando el cantante le ignoraba por completo. A Eiri le resultaban sumamente más atractivos que tenerle pegando grititos como un crío pequeño, saltando por el cuarto, y disparando pistolas invisibles a indios ficticios.
-Yukiiiiiiiii - un joven de cabellos rosados entró en el cuarto con una ancha sonrisa- ¡¡El medico acaba de decirme que hoy después de comer te dan ya el alta!!, ¡Podrás irte a casa!
El escritor sonrió, pensando que por lo menos, podría zafarse de las compañías indeseables durante unas horas. Shindou se sentó en un borde de la cama y jugueteó con las puntas de su flequillo.
Si quieres te acompaño a casa, hace mucho tiempo que no quedamos para ... ummn ... ¿hablar?
Un leve sonrojo cubrió las mejillas de escritor, desconcertado por la aparente perversidad que revelaba la mirada violacea de lo ojos del cantante. Más aun cuando observo atónito como Shuichi le cogía la mano con cuidado, y con aparente inocencia se introducía un dedo del escritor en la boca, para lamerlo melosamente con la lengua.
Eiri se puso nervio al reconocer que Shuichi estaba despertando en él algo más que sorpresa ante tal comportamiento. Le quitó la mano bruscamente de la boca y avergonzado miró hacia otro lado.
-Puede que te deje que me acompañes.
Tras una sonrisa ancha y picara, el cantante de rosados cabellos se volvió hacia un indio muerto tirado en el suelo, que no era otra cosa, sino Ryuichi desgañitado después de varios minutos fallidos por llamar la atención.
-¡¡Sakuma-san, ¿puedo jugar yo también?!!
Aquello se convirtió en el jardín de infancia. Los dos cantantes divagaron y fantasearon durante más de una hora en la que el escritor simplemente se quedo en silencio, mirando fijamente a Shindou, y como este hacia un montón de bromas tontorronas. Esperanzado ante la idea de que quizá si era como lo recordaba, o al menos una idea bastante aproximada.
Aunque el hormigueo de la mano que el joven había lamido le dictase exactamente lo contrario.
A la hora indicada, Tohma llegó con el doctor. El hombre venia dándole instrucciones al presidente antes de hacer una inclinación con la cabeza y marcharse.
-Bien... Eiri-san, ya esta todo arreglado. Podemos irnos de aquí - se volvió hacia el rubio que miraba por la ventana ya vestido con uno de sus exquisitos y regios trajes de etiqueta- puedo llevarte a casa si quieres.
El escritor se giró, no sin antes lanzar una mirada ambigua a Shindou y Sakuma que estaban sentados en el suelo jugando al pachinko.
-No, creo que prefiero caminar. Llevo demasiado tiempo aquí dentro. Quiero que me de un poco el aire.
Con un encogimiento de hombros, Seguchi espero a que el rubio saliera por la puerta, para acompañarlo hasta la salida.
-Yuki-san no vino a verte ¿verdad?
El escritor afirmó escuetamente con la cabeza. Tohma sonrió envolviendo las manos dentro de la tela de los bolsillos de su abrigo
Lo supuse. Deberías de llamarle. No me contó nada pero lo encontré de un inusitado mal humor en la fiesta después de que te golpearas la cabeza... cosa que empeoro cuando Shindou-san llamó. Creo que esta muy enfadado. El tampoco sabia que actualmente estabas con otra persona.
El comentario no obtuvo ninguna reacción aparente, al margen de que el escritor, tras mirar recelosamente su paquete de tabaco, tomara un cigarrillo y lo encendiera dándole un par de caladas.
Eiri-san... ¿puedo darte una opinión personal?
-...
-Ese joven ... Shindou-san... no merece mi confianza, creo que seria mejor que dejaras de verlo...
Yuki esbozo una sonrisa ancha con el cigarrillo prendido entre los labios.
-Esto ya va siendo más familiar
-¿El qué?
-Nada
-Eiri-san... lo digo en serio...
Con una mueca indiferente, el escritor indico que no pensaba hacer nada al respecto. Seguchi suspiró, aparentemente decepcionado, pero abriendo nuevamente los ojos y deteniéndose en mitad del pasillo hospitalario.
-Eiri-san, acabo de recordar, que hoy un guardia de seguridad me dijo que hace dos días un desconocido armado entro en tu habitación. ¿por qué no me dijiste nada? ¿No intentaría hacerte nada malo?
Tras una mueca de sorprenda, el rubio cogió el cigarrillo con una mano y miró al techo de forma pensativa.
-Era un loco. Tan sólo dijo una sarta de chorradas
Seguchi pareció tensarse.
-¿Qué cosas te dijo?
-No recuerdo... -Yuki no pudo evitar notar como la mueca suave de la cara de Tohma se había convertido en una mascara de ansiedad. Golpeó la punta del cigarrillo tirando la ceniza al suelo, llevándoselo nuevamente a la boca como si el asunto no tuviera mayor interés para él- ... cosas sin sentido. El mocoso estaba loco.
Aquello no pareció tranquilizar al presidente.
-No tiene importancia.
Una sonrisa suave toco nuevamente los labios del presidente que adoptó una mueca sencilla, de carácter agradable.
-Si... tienes razón Eiri-san
En pocos minutos se encontraron en la calle, mirándose el uno al otro, sin saber que decirse exactamente.
La tensa situación fue salvada por el tumulto organizado de dos voces que venían corriendo por el pasillo, arroyando todo aquello que no estuviese atado o fijado al suelo con clavos. Shuichi pegó un salto subiéndose sobre la espalda de Yuki. Estiró un brazo triunfante.
-Gané!!
Sakuma que venia detrás hizo por su parte, una acción parecida, por lo que varios gritos después, el escritor estaba en el suelo con Sakuma y Shindou sobre él, batallando acaloradamente quien había alcanzado al rubio primero.
Debió a que no lograban ponerse de acuerdo, la discusión derivó en zarandear al rubio de un lado a otro pidiéndole que otorgara la razón, cual jurado, a uno de los dos.
Con cara de infinita resignación, Seguchi le quitó a Ryuichi a Kumagoro que lo traía colgado del cuello y lo movió delante de los ojos para llamarle la atención.
-Ryuichi-san, Kumagoro me ha dicho que si nos vamos a comer un helado, ¿qué me dices?
El aludido soltó en el acto al escritor, y con ojillos expectantes, siguió al conejo rosa de mano de Seguchi a donde quiera que éste lo llevara.
En un ultimo vistazo al rubio zarandeado en el suelo, el presidente se despido con una sonrisa.
-Yuuuukiiiiiiii, ¿me invitas tu también a comer un helado?- pidió con expresión tierna el joven de rosados cabellos ayudando al escritor a ponerse de pie.
-.... -se colocó la camisa y se sacudió los pantalones con dignidad, bajo la atenta mirada del cantante de rosados cabellos.
-Por faaavooooooorr.... ¿me invitaras?....
-¿Siempre has sido tan gorrón?
El cantante le saco la lengua de forma juguetona a la par que se cogía alegremente de su brazo.
-Ya te lo devolveré luego... de alguna otra manera que se me ocurra... -murmuró dejadamente y con un leve tono perverso.
Yuki se encontró nuevamente desarmado ante el comportamiento del joven de cabellos rosados. Tan pronto se comportaba como el Shuichi que él recordaba, como de repente parecía salirle un carácter más maduro y ambiguo que si bien no dejaba de generar en el curiosidad y expectación, también le incomodaba un poco.
Lamió la ultima cucharada de helado que le quedaba con descara lentitud, después dejo el utensilio sobre la mesa. Sonrió al escritor frente a él.
-¿Nos vamos a tu casa?
No respondió. Ni siquiera se digno a mirarle. Sacó unas cuantas monedas y las deposito junto a la cuenta que le había traído la camarera. Le tomó por el brazo y tiró del cantante hacia la salida, que protesto pero sin quitar la sonrisa enigmática de su rostro.
¿Tienes prisa? - murmuró de forma divertida y malintencionada.
El escritor bajo la cabeza avergonzado, sin querer reconocer lo que le pasaba. Se lo achacó a la cantidad de días que llevaba estresado. Por nada del mundo habría reconocido que se había empalmado por ver al tontorrón del cantante comer un helado... aunque todo fuérase dicho, nunca había visto comer un helado de esa manera.
Llegaron bastante rápido a su casa. Ya en el ascensor, cuando las puertas se cerraron, Eiri no puso evitar tomar los labios del joven de cabellos rosados, que le devolvieron el beso complacidos. Yuki empezó a desabotonarse la camisa, sin recordar la ultima vez que había estado tan ansioso por algo.
Los juegos de lengua del cantante tan sólo habían acrecentado el deseo que el numerito visual del helado había comenzado. Si dejar de besarlo, los dos llegaron a la puerta de su vivienda. Sacó las llaves y a tientas y tras varios intentos fallidos, consiguió introducirlas en la cerradura. Entraron en la casa.
Entre besos cada vez más intensos, Shuichi tropezó con el escalón de la entrada terminado sentado en el suelo. Desde allí, y sin hacer amago de quererse levantar, sonrió de forma seductora abriendo sutilmente las piernas, para a continuación pasarse un dedo por la lengua en un claro gesto provocativo.
Yuki cerro la puerta de un portazo, dejo caer todo lo que llevaba entre las manos y se puso de rodillas en el espacio brindado entre las piernas del cantante.
-¿Desde cuando eres así? -jadeo entre dientes. Los labios del joven de cabellos rosados apresaron a los del escritor, mordiéndolos sin clemencia para acto seguido lamerlos con dulzura- ¿desde cuando consigues provocarme de esta manera?
El comentario fue recibido con una risa suave por parte de Shindou, que con movimientos dulces acarició la espalda del escritor, llevándose a su vez la camisa que quedó dispersa en el suelo de la entrada.
-Creo que me dijiste algo parecido el mismo día en que nos conocimos... - el cantante mordisqueó el cuello del rubio, mientras que sus manos, bajaban lentamente hasta su cadera y se encontraban con el impedimento de sus pantalones- Aquella noche fue realmente especial... Nadie me había echo sentir de esa manera. ¿Me harás lo mismo hoy? ¿O serás aun más malo conmigo? -preguntó con voz melosa, introduciendo las manos por dentro de la prenda, arrancando una exclamación ahogada al escritor, un poco confundido por el ultimo comentario.
Shuichi le mordisqueó la oreja arrancando un profundo rubor del escritor, que ya no pudo evitar que su excitación fuera clara y evidente, y que sus jadeos fueran sonoros, extendiéndose por toda la casa.
Se arrastraron por el suelo, entre mordiscos, jadeos, Shuichi con la poca ropa que le quedaba se extendió sobre la cama, ofreciéndose, pero no con ingenuidad, no con el clásico y encantador rubor carmesí que le hacia parecer aun puro e inocente, sino con una mirada lasciva llena de promesas y completamente incitadora. Eiri lo contemplo fascinado, de cierta manera embriagado, acariciando sus piernas, llevándose con los dedos las ultimas prendas que cubrían aquel cuerpo mucho más pequeño.
Se llevo unos dedos a la boca y los mordió con aspecto nervioso cuando las manos del escritor acariciaron su pelvis. Un suave gemido se le escapo de la boca.
De pronto un estruendoso ruido en la cocina de cacharros caídos, llamó la atención del rubio.
-¿Qué ha sido eso? - preguntó más para si que para Shuichi que se incorporó poniendo cara de fastidio.
Para volver a captar su atención, tomo a Eiri por el cuello y cambiando posiciones lo aprisiono contra la cama, reptando por su cuerpo como un felino hambriento que recorrió todo su pecho con un camino húmedo de saliva proporcionado con la punta de su lengua, hasta llegar a la palpitante protuberancia del rubio que entre cerró los ojos, y dejo escapar un jadeo roto cuando el cantante de cabellos rosados se lo introdujo en la boca lentamente.
- ... Shuichi... ah...
Volvieron a escucharse sonidos metálicos en la cocina. A los pocos segundos un cachorro de gato negro entró en el dormitorio, subiéndose ágilmente encima de la cama, y para más recochineo o casualidad, asentarse cómodamente encima del pecho del escritor.
-Mau?
Shindou soltó un sonido frustrado, soltando el miembro del novelista, y mirando al gato como si fuera la peor cosa que le había pasado en la vida.
-¡¿Es tuyo?!
El rubio estaba agitado, igualmente molesto, pero ante todo confundido y sudoroso.
-No, yo no tengo gatos.
Y antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, pues en realidad no se lo habría creído ni aunque se lo hubieran contado, Shuichi había cogido al cachorro negro, se había levantado de la cama, y tras abrir la ventana lo había lanzado por ella.
Regreso tranquilamente a la cama como si lo recientemente ocurrido fuese una acción de lo más cotidiana. Yuki en cambio lo miraba con la cara desencajada.
- ¡¿Pero que has echo?!
- Tirarlo. No era tuyo y nos estaba molestando.
-¡Estamos en un 12º piso!, ¡Lo has matado!
Yuki recibió una mirada vacía, como si aquellas palabras no tuviesen significado real para quien las escuchaba. Finalmente añadió.
-¿Y qué? Era un gato. Si tanto te gusta mañana vamos a por otro.
No podía creerse lo que escuchaba al igual que era incapaz de sacarse de la cabeza la imagen de lo que quedaría del pobre bicho espachurrado 12 pisos más abajo en mitad de la calle.
Frustrado, pues era la segunda vez que se quedaba "a medias" en una semana, el escritor se levanto de la cama y se puso los pantalones.
-Márchate. Me has revuelto el estomago.
El cantante se quedó en la cama, boca abajo, moviendo alegremente las piernas como si no comprendiese que lo estaban echando, mirándole con picardía y una sonrisita traviesa. Yuki se frotó la cabeza molesto.
Te he dicho que te marches. Se me han quitado las ganas de hacer nada contigo...
Cogió un cigarrillo y ordenándose el cabello con los dedos se fue hacia la cocina, temiendo enfrentarse al desastre organizado por el felino.
El suelo estaba lleno de cacharos desperdigados de una de sus estanterías.
- Joder... -se lamento el escritor por el desorden innecesario. No obstante, cuanto más entraba en la cocina, más sentía un olor a suciedad concentrada, humedad y sudor.
"¿Otro gato?"
Yuki me voy... -comento una voz jovial a su espalda- Te llamo mañana ¿vale?
Después un portazo. El escritor murmuro por lo bajo de mala gana cosas que fueron incomprensibles pero aparentemente malas. Todas ellas.
Caminó a oscuras por la cocina hasta que descubrió un bulto, junto a las patas de una de las sillas de debajo de la mesa.
Aquel bulto sonreía nerviosamente con lágrimas en los ojos. A Eiri le pareció un fuerte contraste, más si tenemos en cuenta que la masa empuñaba una pistola hacia él.
- Será cabrón... -murmuró la figura agachada y sucia- me ha matado al gato.... - se frotó nervioso la cabeza, los cabellos negros y sucios se sacudieron cubriéndole el rostro.
Eiri se cruzo de brazos, mirando escéptico el montón de suciedad humana que se había instalado debajo de la mesa de su cocina.
El arma no parecía impresionarle en absoluto.
-Mocoso, ¿qué haces tu en mi cocina? ¿o es que mi casa es de dominio publico?, ¿Cómo has entrado?
El aludido no respondió, se limpio la humedad del rostro con la manga haciendo simultáneamente un sonido nasal y angustiado.
-Yuuuukiiiiiiiiiii ... -el joven tiró la pistola al suelo y se agarró a una de las piernas del escritor berreando furiosamente. El rubio asustado, retrocedió, zarandeando la pierna como el que tiene un bicho y no se atreve a tocarlo con las manos.
-¡¡Tu!!, ¡Suéltame!- por mas que lo intento, no logro zafarse del bulto- ¡¡Que me sueltes te he dicho!!
-YUUUUUUKIIIIIIIIIII- continuó lloriqueando el joven moreno trepando por el cuerpo del escritor hasta abrazarse con fuerza a su cintura- ¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!¡Yuki!
-¡No compro nada!, ¡No quiero nada!, ¡No pienso cambiarme de religión, me va muy bien con la que estoy gracias! y ¡Tampoco estoy interesado en meterme en ninguna secta!... así que seas quien seas... ¡¡márchate!!
Con un empujón más fuerte que el resto, el rubio se libro del abrazo del moreno que quedo a cuatro patas en el suelo, gimoteando compungido.
-Eres cruel.
-No. No soy cruel, si lo fuera te diría que apestas. ¿Qué has salido?, ¿De la basura?
Yuki se miró el pantalón, y como este había quedado inservible debido a varias manchas que prefrió no especular sobre su procedencia.
-Técnicamente...
-No me importa. Lárgate de mi casa. Seas quien seas.
-Sabes quien soy
-No, no lo sé, así que lárgate.
El moreno se puso de pie. Tras arrancarse el gorro de la cabeza, lo tiro al suelo y con agresividad tomó la maraña renegrida que eran sus cabellos, dejando expuesto su rostro en una acto desafiante y confiado hacia el escritor.
-¡Mírame y dime si de verdad que no sabes quien soy!.
Con una ceja alzada, el escritor se acercó al joven moreno, intentado discernir que era lo que había debajo de aquella capa de mugre, en la que sólo unos ojos violetas parecían salir airosos. Algo en su interior se removió y volvió a tener la misma sensación que tuvo unos días antes en el hospital. Se parecía, se parecía demasiado. Pero no podía ser. Acaba de marcharse por la puerta. A menos que tuviese un hermano gemelo, y la idea era completamente ridícula.
Empezó a frotarse el cabello, furioso y cansado, con un incipiente dolor en la sien.
-Márchate. Déjame solo. Estoy arto de todos. Márchate
-¿Quién soy?- exigió saber el moreno.
-¡Márchate!.
-¡¿QUIEN SOY?!
-SHUICHI. ERES SHUICHI- el rubio se dejó caer en el sofá, hundiendo el rostro en las manos- ...Esto no es real... no lo entiendo. Me he estado tomando las pastillas... siempre a la hora, como Tohma me advirtió... Tohma, tengo que llamar a Tohma.
Un ruido seco y el rubio levanto la cabeza para ver como el presunto Shuichi había arrancando el teléfono de la pared y se lo mostraba con una sonrisa confiada.
-Pues para ser una alucinación puedo hacer muchas cosas ¿verdad?
Dejo caer el aparato al suelo.
Te dije que no tomaras las pastillas azules.
El rubio volvió a hundir la cabeza, como si tratase de ignorar tanto lo que veía como lo que oía.
Escúchame
-...
-Yukiiii
-...
-Todo tiene un explica-
-Date una ducha.
-¿Qué? -el moreno lo miro confundido. El rubio abandonó su mutismo para ponerse de pie y cogiéndole recelosamente por un brazo, meterlo a la fuerza en el cuarto de baño.
Date una ducha- insistió- después hablaremos.
-¡Pero!
Yuki cerro la puerta del baño y le echo es pestillo desde fuera. El joven moreno desde dentro golpeó un par de veces la hoja de madera.
-Yukiiii, Yuuukiiii!!
-Déjame pensar!!
Los golpes en la puerta cesaron, y al final un leve murmullo de agua de fondo le indico que el moreno había cedido en la petición. El escritor termino sentado en el suelo utilizando como respaldo la propia puerta del baño.
-No es real. No lo es al igual que no lo era el resto. Shuichi se acaba de marchar... estoy sólo en casa...
Buscó las pastillas que puntualmente se había estado tomando, aun en el bolsillo de su abrigo tirado en la puerta de la entrada. Miró el reloj.
-No es la hora, no lo entiendo.
Dio vueltas al bote entre sus manos. Aun escuchaba el murmullo apagado de la ducha de fondo.
Desenrosco el tarro y se tomo doble dosis del medicamento.
Regreso vacilante hacia la puerta del baño y quitó el pestillo.
Tenia la completa convicción de que al abrir aquella puerta se encontraría una habitación completamente vacía. Con ese pensamiento, giró el pomo y entró.
Una nube de vapor lo cegó momentáneamente.
El sonido de la ducha era monótono, acompañado débilmente por un dulce canturreo y alguna palabra desperdigada entre ellas. Yuki vaciló, realmente no esperaba encontrarse a nadie en el baño.
El tarareo ceso y fue firmemente sustituido por una canción antigua, casi tanto como la relación que en la mente del escritor, había mantenido con el cantante.
- .... nigiyaka na hitogomi ni tokeru tsubuyaki ga
ashi moto ni chirabatta omoide nijimaseru...
Y una vez el vapor se hubo disuelto por completo, el rubio tuvo una magnifica vista del moreno de espaldas, enjuagándose el cabello color ébano que con el rostro inclinado hacia atrás, le sobrepasa con creces los omoplatos, llegando casi hasta su cintura. ... mayoi aruku machi no kagayaki wa glaring one way
kogo e sou na boku o terasu ....
Se volvió hacia él, o más bien hacia el lugar donde él se encontraba. Abrió los ojos. Pego un bote en el suelo y después se ruborizo moviendo las piernas nervioso.
-Yukiii ... me asustaste... -señaló con una expresión inocente y sincera, con las mejillas teñidas de carmesí contrastando con el brillo intenso de sus ojos violetas y el oscuro cabello pegado en su pecho en hebras que asemejaban raíces.
Muy serio, más serio de lo que había logrado estar en mucho tiempo, el escritor camino hacia el moreno que empezó a mirarlo con desconfianza, y a pegarse a la pared de la ducha.
¿Qué... qué pasa Yukiiiii?
El rubio se quitó los pantalones que era la única prenda que llevaba, entrando el también en la ducha, empapándose con el tibio liquido a la par que encaraba al moreno, ahora limpio y completamente ruborizado.
-¿Te he dicho alguna vez que no tenias talento?
El joven puso un mohín furioso, fácilmente reconocible, alzando una mano con clara intención de golpear, pero que se quedo suspendida en el aire.
-Yukiiiiiii - el moreno bajo la vista tratando de ocultar las lágrimas que salían de su rostro. Con un dedo, tímidamente, toco la piel del escritor, para luego poner ambas manos encima como si estuviese comprobando la solidez de su pecho- ¡¡YUKIIIIIIIIIIIIII!!
Se abrazo a él, y empezó a llorar sonoramente.
-¡¡Estas aquí!!, ¡¡Estas aquí de verdad!!, ¡¡Me ha costado tanto encontrarte!!
-¿Quien eres en realidad? -preguntó fríamente el escritor, soltando los brazos del moreno, para encarar la mirada violácea del joven que seguía ruborizado por completo, ofreciendo un aspecto vulnerable que lo hacia deseable. Pero toda aquella seriedad, que había querido imprimir en sus palabras, se evaporó al sentir algo sobresaliente y punzante junto a sus piernas.
Lanzo una mirada severa al joven que bajo la cabeza avergonzado.
-Lo siento... yo, es que ha pasado mucho tiempo... y bueno, esto es tan ... tan real...
El rubio suspiró, sólo conocía a una persona en el mundo que era capaz de tener una erección sin haberla tocado siquiera. Yuki sonrió, cerrando la llave del agua que los había estado bañando.
Besó el cuello húmedo del moreno. Sabia que no podía ser Shuichi. El cantante se había marchado hacia escasos minutos. Pero tampoco podía tratarse de otra persona. Así que aquello le dejaba pocas opciones. Y si era una fantasía, pensaba disfrutarla.
Tras un suave jadeo, el joven de ojo violetas se encontró atrapado entre la pared y el pecho del rubio que jugueteaba mordisqueándole la clavícula.
-Yukiiiii...... mn....... - el rubio se recreo con aquel sonido, tan familiar, tan deseado, que le impulso a seguir recorriendo aquel cuerpo que temblaba bajo sus manos. El miembro del moreno estaba sumamente erguido, al rubio le dio incluso pena verlo así, rezumante, pensó que debía serle doloroso. Para tratar de aliviarle, deslizó una de sus manos hasta su entrepierna, acariciándolo con los dedos, suavemente, sin tratar de arrancar placer real con sus caricias, sólo divertirse con las reacciones. El moreno se recostó todo lo posible en la pared, ladeando la cabeza hacia un lado, con el rubor haciendo hervir furiosamente sus mejillas. Eiri se sintió cómodo con las reacciones, no eran las miradas lujuriosas que le habían echo hervir la sangre minutos a tras el cantante de cabellos rosados, pero eran expresiones que para él eran mucho más familiares y deseables. No pudo evitar al ver al muchacho jadeante, sonreír mientras besaba su cuello, mordisqueando algunas partes
-Shuichi..... -deslizó ambas manos a los glúteos del moreno, masajeándolas, apretándolas con fuerza, obligando al cuerpo del joven a frotarse y restregarse con el suyo propio. Arrancando exclamaciones ahogadas y lloriqueos rotos del moreno.
-Yu...Yuki..... ah... - un gruñido ronco cuando uno de los dedos del escritor irrumpió su entrada, tratando de ensañarla. El moreno apretó los dientes y inclino la cabeza hacia atrás, amarrándose fuertemente al cuerpo del escritor- Yuki nooo ...
-Mnnn ... -murmuró Eiri introduciendo un segundo y tercer dedo en la entrada del chico. Sonriendo ambiguamente ante las súplicas verbales que dictaban todo lo contrario de lo que el cuerpo del joven tenso de la expectación imploraba- ... Shuichi como te gusta hacerte de rogar...
Incapaz de esperar más, Yuki sacó los dedos del interior del moreno y levantándolo al peso por el trasero lo recargó contra la pared mientras este le enroscaba las piernas alrededor de la cintura para facilitarle la tarea de, ayudado con una mano, penetrarlo lentamente. El joven se apretó herméticamente al pecho del rubio, dejando escapar un gemido ala altura de su oído.
-Yuki...
Su nombre en aquellos labios despertó la impaciencia en el escritor, que con las manos sobre el trasero del moreno, hizo movimientos experimentales, que arrancaron profundos jadeos del él.
Yuki... despacio... me duele... ahhh -pero el escritor no parecía declinarse por hacer caso al joven, apretando sus nalgas con fuerza, penetrándolo todo lo profundamente que podía apoyado contra la pared- no Yuki para... me voy a .. para...
El rubio, ignoro al moreno, repitiendo la acción anterior, sumergido en su propio placer. Acababan de empezar, no podía estar diciéndolo en serio.
-Yukii ahhh... nooo ... para..... ahh.... me voy a ...
A penas un par de envestidas más y el moreno se arqueo hacia atrás, cubriendo el vientre de ambos con el estigma claro de su orgasmo. Yuki se paró en seco, sintiendo como empezaba a hinchársele la vena de la frente.
Si, estaba claro, que fuera o no una alucinación, aquel era el autentico.
-..............SHUICHIIII.................
El moreno alzo la vista con una sonrisa nerviosa en el rostro.
- ... etto... ya es tarde para decirte que esperes ¿verdad?
-¡¡ME FUSTRAS!!
**************
Ummmn.... creo que voy a terminar haciendo una sección de aclaraciones, bueno, ya me diréis si tenéis dudas o no.
Bueno, y este capitulo va dedicado a Saiyi-chan, ke le gusto el lemon de la ducha XD. Muchos besines niña.
Ja-ne!
