Bienvenida a la soledad

By Anna Diethel Asakura

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- ¿Ya ha nacido?- exclamó un hombre joven, entrando estrepitosamente en el cuarto, donde una mujer acababa de dar a luz. La joven sostenía en su regazo a la criatura recién llegada al mundo.

- Es una niña.- anunció, con los ojos empapados de lágrimas de emoción. El hombre se acercó a la pequeña y acarició su pequeña mejilla con sumo cuidado, embargado por la felicidad que estaba sintiendo. La mujer le dedicó las primeras palabras a la niña:

- Bienvenida al mundo, Elana.

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- ¡Hideki! ¡Corre, ven! ¡Elanita está sonriendo!- exclamaba la mujer, viendo al pequeño bebé sonreír alegremente en su cuna mientras movía en el aire sus diminutas manitas, a la vez que miraba el techo.- ¿Verdad que se ve bonita?

- Claro que sí, tiene una madre muy bonita.

- Hideki, que cosas tienes.- la mujer le tendió al bebé un sonajero, al cual hizo sonar. La niña rió con más alegría, como si le hiciesen cosquillas y gracias para reír.

De pronto, el sonajero de la pequeña cayó al suelo y, antes de que la madre pudiese inclinarse para recogerlo, el sonajero se alzó solo, yendo a parar en la manita de la niña, la cual rió con más entusiasmo. La mujer se asustó.

- ¿Qué ha sido eso, querido?

- ¿No han sido imaginaciones mías?

La niña continuó riendo, pero la mirada de sus padres ya no era cariñosa, sino que estaba llena de terror y repugnancia.

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- Papi, ¿me das el osito naranja?- pidió una niña pequeña, rubia- Está muy alto y no alcanzo.

- Que te lo alcancen tus amigos invisibles, mocosa.- replicó el hombre fríamente, como si a un monstruo le hablase- O cógelo tu misma, que ya tienes cinco años.

Y dicho esto, la mujer salió de la habitación, dejando sola a la pequeña. Elana acercó una silla a la estantería que había situada junto a una ventana abierta y se subió a ella para alcanzar su preciado peluche. Al ver que seguía sin alcanzar, colocó algunos libros sobre la silla, hasta que pudo darle alcance.

- Ten cuidado, Elana.- dijo una mujer de cabellos negros, haciendo buen contraste con sus ojos.- Podrías caer.

- No te preocupes, Akuma.- respondió la niña con una sonrisa.

Pero al tener el peluche entre sus manos, los libros zozobraron, haciendo caer a la pequeña hacia la ventana abierta, ante la mirada impasible de su padre, que había vuelto al oír a la niña hablar. Pero, extrañamente, las ventanas se cerraron solas de golpe, impidiendo así que la pequeña cayera al vacío desde un cuarto piso, a cambio de un pequeño golpe en el brazo. El hombre la miró, furioso.

- Lo siento papá, me caí al intentar coger mi osito...

- ¿Cómo... cómo has hecho eso?

- ¿Hacer qué, papi?

- Cerrar las ventanas.

- Yo no lo hice, fueron mis amigos.

- ¿Qué amigos? ¡Aquí no hay nadie!

- ¡Sí hay! ¡Son mis amigos, pero tu no los ves!- la pequeña desvió su mirada al suelo- Ellos me cuidan para que no me haga daño, pero no me pueden cuidar siempre. Y dicen que tu también me tienes que cuidar, pero que no lo haces bien.

Como respuesta, Elana obtuvo un fuerte bofetón de su padre que la hizo caer al suelo. Allí, se palpó la mejilla dolorida y lo miró con ojos cristalinos.

- No vuelvas a hablarme así, mocosa estúpida. Y recoge inmediatamente todo lo que hay tirado aquí.- miró a la niña, con ojos incendiados en ira- No se como lo has hecho, pero por mi podrías haberte caído.

Y aquel horrible hombre se fue, dejando a la niña sola, llorando y maldiciéndose por ser una niña mala.

- ¿Por qué has hecho eso, Akari?- preguntó, cuando su madre se hubo marchado.

- Ibas a caerte por la ventana. Te hubieses matado.- respondió otra niña de cabello castaño de tez pálida.

- Podías haberme dejado caer...

- Pero Elanita, aún eres muy pequeña para morir.- excusó otro niño, con apariencia similar a la de Akari- La muerte no es algo agradable... Ya te contamos nuestra experiencia.

- Pero Aaron, no lo entiendo. Me contasteis que un ladrón os mató a todos, pero yo os puedo ver y habláis conmigo y jugáis.

- Aún así, pequeña Elana,- dijo Akuma- estamos muertos.

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- Mamá, Akari, Akuma y Aaron me han dicho que a ellos los mataron.- explicó directamente Elana- ¿Por qué los veo yo?

La madre se quedó pensativa y sorprendida unos segundos, pero reaccionó pronto.

- No digas mentiras. Esos que tu dices no existen.

- ¡Si existen! ¡Yo los veo!

- Calla, Elana, no seas mentirosa...

- ¡Pero mamá!

- ¡He dicho que te calles!

Se acercó a ella rápidamente y la golpeó en un brazo con todas sus fuerzas, causándole un moretón.

- Cuando te ordene algo, obedece.

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- ¡Mirad! ¡Es Zakuyama!- exclamó una niña.

- ¡Sí, la loca!- rió un niño cercano.

- ¡Miradme, soy Elana y hablo sola todos los días!- imitó otra niña con coletas, mientras los demás reían.

Elana pasó de largo, intentando ignorar los comentarios hirientes previamente dichos procedentes de unos niños de cuatro años. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de la rubia, mientras abrazaba con fuerza a su osito de peluche favorito. Aceleró el paso al notar miradas clavadas en ella y susurros y burlas contra su persona. Se introdujo en la clase y se sentó en su pupitre, llorando. Sabía que sería inútil comentárselo a alguna profesora, porque ellas también tenían su propia idea de Elana Zakuyama.

- Zakuyama.- llamó la profesora. Era extraño, a todos los demás niños los llamaba por su nombre pero a ella no...- No está permitido traer juguetes a clase. Tengo que quitártelo.

- ¿Me lo devolverá al final de la clase?- preguntó inocentemente la niña, a lo que no obtuvo otra respuesta que su maestra le arrebatara el osito de malas maneras. La clase transcurrió como siempre: los niños pintaban o dibujaban, dejándola en un rincón.

- Esa gente es una estúpida.- comentó enfadado un niño más grande que ella, tanto en altura como en edad- Cuando yo venía a esta clase, la gente era más agradable.

- ¿Por qué te fuiste?- preguntó inocentemente Elana.

- No me fui. Nunca me he ido. Un día estaba haciendo el tonto, como de costumbre, y me subí a la mesa. Caí y me di con la mesa de atrás. Me desnuqué y me morí. Y la profesora que yo tenía, al sentirse responsable, se suicidó.

- Así es.- respondió una joven pelirroja, de mirada angelical, que era la profesora de la cual hablaba el niño.

- Vosotros... También estáis...

- Elana Zakuyama,- llamó la profesora, con la cara congestionada, llena de rabia- ¿quieres hacer el favor de dejar de hablar sola? ¡Si no estás loca como dices, no te comportes como tal! Aunque, claro está, por mucho que lo intentes, siempre seguirás siendo una loca.

- Pero yo... Lo siento...

La profesora ignoró sus disculpas y volvió al fascinante trabajo que la atareaba: ninguno. Elana no quiso dejar escapar algunas lágrimas de sus ojos negros y continuó pintando, hasta que descubrió que algo faltaba.

- Perdona...- intentó llamar la atención de su compañero- ¿Serías tan amable de prestarme el color rojo?

- No.- sentenció.

- ¿Por qué?

- A los monstruos no se les dejan los colores.

Entonces Elana volvió a romper en llanto, en un llanto silencioso, oculto tras sus manitas. De repente, los papeles comenzaron a volar por la clase, las pinturas se arrojaron solas contra las paredes, los juguetes funcionaron solos y las tizas escribían en la pizarra una y otra vez: "No queremos ver a Elana triste...". Un caos terrible. Y mientras todos los niños corrían asustados, en el centro de la clase estaba Elana de pie, quieta, con las mejillas surcadas con lágrimas y el osito naranja de nuevo en sus brazos.

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Notas de Annie-chan: ¿Trishte? ¿No trishte? ¿Patetiko? ^^ Infórmenme de qué les pareció el fic, intentaré continuarlo pronto. Si no saben aún quien es Elana Zakuyama, esperen a leer el próximo capitulo!! ^^ Gracias por leer!!!

Fic dedicado a: Mis nee-chans (Naruki: vuelveee y G-chan: o un me mates aún!!), a Hao-kun (ne? ande te metes? TOT) y a mi nueva explotadora Eleone!!