Bienvenida a la soledad

By Anna Diethel Asakura

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Elana se encontraba en su cuarto: Estaba castigada. Se encontraba bajo la cama, escondida de todo, abrazando furiosamente su osito naranja, llorando amargamente. Todavía no podía quitarse de la cabeza todo lo sucedido en el colegio.

"A los monstruos no se les dejan los colores."

¿Por qué los niños eran tan malos? ¿Por qué nadie la dejaba jugar con ellos? ¿Por qué se reían, se burlaban y la insultaban? ¿Qué había echo tan malo como para merecer eso?

Después de que todo el caos que había reinado en la clase, referente a los papeles, juguetes..., la profesora se había acercado a ella, muy enfadada, encendida de ira y la había cogido del brazo muy fuerte, haciéndole daño.

"Maldita niña, solo eres un monstruo. ¡Un monstruo endiablado! Ojalá te pudras en el infierno..."

Todo había sido horrible, todo el mundo la odiaba, nadie la quería solo porque sus amigos que nadie veía la protegían... Se tapó los oídos y cerró los ojos, intentando protegerse de sus recientes recuerdos.

Cuando había llegado a casa, después de que las profesoras llamaran a su madre, esta la había abofeteado. Solo un simple bofetón, nada más. Elana vio como su madre lloraba en la cocina, susurrando algo como "esta tortura me llevará a la tumba...". Ni siquiera le había reprochado lo mala hija que era, ni le había deseado la muerte. Nada, solo llanto. Y quizá eso era algo que hería más a la pequeña.

Por la noche, al llegar su padre, por mucho que se escondió bajo la cama, él la encontró y la sacó brutalmente del brazo, clavándole los dedos.

- ¿¿Por qué te portas tan mal??- gritó su padre, tan cerca de su carita que pensó que hasta le mordería- ¡¡Eres una niña estúpida!! ¿¿Por qué no te comportas como los demás y dejas de hablar sola y de hacer todas esas cosas tan raras??- su padre hizo una pausa, para coger aire y darle un bofetón, con el cual, partió el labio inferior de la pequeña- ¡¡Ahora todo el mundo pensará que somos muy raros por tu culpa!! Pero no te preocupes, que no saldrás indemne de ello.

Y antes de acabar la frase, se quitó el cinturón que sujetaba sus pantalones y la golpeó con él, daba igual si le daba en la espalda o en la cabeza, la finalidad era causarle dolor. Elana se rindió ante el castigo de su padre, sollozando en silencio, mientras contaba los crueles latigazos que le proporcionaba. Uno, dos, tres, cuatro...

Así hasta por lo menos cuarenta, hasta que su padre se le cansó el brazo, pero no el ánimo de golpearla, así que la emprendió con ella a patadas. No importaba dónde las recibía, el caso seguía siendo herirla. La pequeña no podía ver nada más que negro. El hombre propinó la última patada en la cabeza de la pequeña y luego se giró para irse, no sin antes escupirle a la pequeña rubia, que luchaba por respirar.

Elana yacía totalmente amoratada en el suelo, sangrando, rezándole a cualquier Dios que pudiese escucharla que le diese fin de una vez a su vida... Pero nadie la escuchaba, solo si acaso su padre, que cada segundo que pasaba bajo el mismo techo que Elana, la miraba con más rencor, si acaso pudiese caber. Este y la señora Zakuyama salieron de la habitación.

- Te quedarás 6 días sin comer.- la castigó su padre.

- Pero papá,- gimió Elana- llevó tres días sin comer nada...

- ¿Acaso crees que me importa?

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- Lo sentimos, Elana.- se disculpó Akari- Sentimos causarte tantos problemas.

- No es culpa vuestra.- dijo la niña con dificultad, puesto que uno de los golpes le había acertado en el labio y este permanecía sangrante y deformado.- Es mía por poder hablar con vosotros... Ojalá no hubiese nacido...

La niña se dejó caer totalmente en el suelo y cerró los ojos, soñando con no abrirlos nunca más, soñando que moría y pasaba a un lugar donde ya no podrían hacerle más daño.

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- Esta niña...- comentó la madre mientras avanzaban ambos por el pasillo, con cierto aire de melancolía.

- Ya nos ha traído bastantes problemas, es hora de deshacernos de ella.- replicó el padre, como si de basura hablara. La madre se estremeció.

- ¿Qué quieres decir?

No obtuvo respuesta alguna. En su lugar, el hombre continuó caminando hasta el cuarto que la pareja compartía y a continuación, del cajón de su mesita de noche sacó una pistola. Otro estremecimiento recorrió la espalda de la mujer.

- ¿No pretenderás...?- el hombre asintió- ¡No puedes hacer eso! ¡Nos descubrirán!

- ¿Tienes una idea mejor?

- No... Pero...

- Esa niña es el mismo diablo y no podemos consentir que nos maneje y nos maltrate de esa manera toda nuestra vida. Mañana por la mañana ya no habrá Elana Zakuyama.

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- Mami, ¿a dónde vamos?- preguntó una niña somnolienta y adolorida. Sus heridas no habían sido tratadas.

- A un lugar precioso, Elana.- respondió la madre, secamente. Elana se fijó en ella mientras conducía. Tenía las mejillas surcadas por lágrimas secas y los ojos hinchados y enrojecidos.

- Mamá... ¿Estás enfadada conmigo?

- No.

- Entonces, ¿por qué lloras?

No obtuvo respuesta. Se acomodó en el asiento trasero del coche y se dedicó a observar las estrellas. Aún no comprendía por qué su madre la había levantado a las dos de la mañana de la cama para llevarla a "un lugar precioso". ¿Qué era aquello tan importante que no podía esperar hasta mañana? De repente, el coche se detuvo.

- Elana...

- ¿Sí, mamá?

- Baja del coche.

Elana se paralizó unos segundos, pero obedeció. No quería dar más motivos para más golpes. Al bajar del coche vio que estaban en mitad de un bosque muy frondoso y que amanecía. ¿Cuántas horas habrían pasado en el coche? Su madre volvió a arrancar y Elana se asustó.

- ¿Dónde vas, mamá?

- Si alguien te pregunta, nunca digas que te llamas Elana Zakuyama. Invéntate un nombre, di que no tienes padres, hazte a la idea de que tu padre y yo nunca existimos para ti. Adiós, Elanita. Cuídate mucho.

Y su madre se fue. Y la dejó sola. Caminó en dirección contraria a la que había tomado su madre, ahora una mujer desconocida. Sin duda, a pesar de solo tener cinco años, no le resultaría difícil olvidar a esas dos bestias inhumanas que antaño llamaba "padres". Seguramente, serían cerca de las seis de la mañana y tenía sueño; su estomago le recordó que no había comido nada desde hacía muchos días. Las heridas que su padre le había causado aún le dolían, y mucho. Y más sumadas a todas las anteriores que ya tenía, incluso algunas, hasta sangraban. A pesar del dolor, continuó caminando. Pasaron unas cuantas horas, tal y como indicaba la posición del sol pero la niña no se rendía. Ya estaba exhausta, la faltaba el oxígeno, necesitaba comer algo, o al menos curar sus heridas. Estrechó fuertemente su oso naranja contra su pecho, como si esperase que el peluche fuese a calmar su hambre y dolor.

Caminó un rato más, hasta que divisó algo con la vista borrosa: Una enorme mansión. Sabía que sería inútil pedir ayuda a unos ricachones, pero al menos, descansaría a la sombra del portal... Pero no llegó. El hambre, la fatiga y el dolor parecieron descubrir las intenciones de la pequeña y se revelaron a la vez, cayendo así la niña desmayada al suelo.

Cuando abrió sus pequeños ojitos negros, supo de inmediato que aquello no era, ni mucho menos, la fría calle en la que se había quedado inconsciente. Aquello era una enorme habitación, con muebles muy bonitos y delicados, así como antiguos, y una ventana enorme por la que filtraban los rayos de la luna. ¿Tanto tiempo había estado desmayada? Se incorporó, a pesar del dolor de sus heridas. Observó que las tenía tratadas y las que antes derramaban sangre, ya no lo hacían gracias a una venda. En otras solo tenía gasas, pero todas estaban tratadas perfectamente. Se percató entonces, que estaba tendida sobre un cómodo futón, cálido y suave. Sonrió. Nunca había estado sobre uno de esos. Casi siempre se pasaba el tiempo bajo su cama de estilo occidental, pero el futón no resultaba tan incómodo como ella lo imaginaba.

De repente, un escalofrío recorrió su espalda. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba había sido la enorme mansión... pero dudaba estar dentro de ella... ¿o sí? ¿Y por qué estaba tan sola? Inmediatamente después de pensar esto, oyó un ligero ronquido cerca. Se giró lentamente y se sorprendió al ver a un niño, al parecer de su edad, durmiendo en un futón contiguo, muy cercano al suyo. El niño tenía el cabello castaño, muy alborotado, y una expresión de tranquilidad mientras dormía plácidamente. Al principio, Elana pensó en despertarlo para preguntarle dónde se encontraba y por qué... y sobre todo quién era él. Pero luego se regañó a si misma, preguntándose si aún no había aprendido la lección. Todos los niños la odiaban, nadie la quería, y aquel niño de gesto apacible no iba a ser la excepción. Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Debía irse de allí. Si se quedaba, volvería a pasarlo mal.

- ¿ Te vas tan pronto?- preguntó inocentemente una voz a sus espaldas. Se giró para encontrarse con los ojos del niño, aun en mitad de la oscuridad.

- Debo irme.

- ¿Por qué?

- Porque no soy de aquí.

- ¿Y qué?

- Que tengo que marcharme ya.

- ¿Por qué?

- Porque todo el mundo me odia.

- ¿Por qué?

- Porque veo a gente que ellos no ven.

- ¿Tu también ves fantasmas?

A Elana se le heló la sangre, pareció que no podía respirar. ¿También? ¿Él también los veía? ¿No era la única?

- ¿A ti te pegan?- preguntó la pequeña.

- ¿A mi? Mi abuelo me da algún capón cuando no hago el entrenamiento bien... Pero no, no me pegan tanto como a ti.

- ¿Y cómo sabes que a mi me han pegado?

- No es muy difícil, solo basta mirarte. Pero mi abuela lo dijo. Ella te curó.

- ¿Quién eres tu?

Ni siquiera pensó en que formularía la pregunta. Simplemente, salió de su boca sin avisar.

- Oh, lo siento, lamento no haberme presentado antes.- dijo él con una sonrisa. Se acercó a ella y le estrechó la mano- Me llamo Yoh Asakura. ¿Cómo te llamas tú?

"Si alguien te pregunta, nunca digas que te llamas Elana Zakuyama. Invéntate un nombre, di que no tienes padres, hazte a la idea de que tu padre y yo nunca existimos para ti." Hecho.

- Me llamo Anna, Anna Kyouyama.

- Bonito nombre, Annita. Es un placer conocerte. Pero vas a coger frío y tus heridas aún están débiles. Haz el favor de volverte a dormir.

- ¿Por qué?

- Porque estoy preocupado por ti.

Una sensación de calidez la invadió. Nunca nadie se había preocupado por ella, siempre había vivido bajo los insultos y los golpes, pero nunca había sentido... calor de alguien. Sin saber cómo, se vio de nuevo bajo las mantas y a Yoh arropándola. Y luego con una sonrisa le dio las buenas noches, otra cosa que le daban por primera vez. Se durmió, y por una vez, no deseó morir.

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Notas de Annie-chan: La mayoría ya sabe quién es Elana (bueno, ahora todos xD), creo que lo puse bastante evidente. Muchas gracias a todos los que leen mis fics, más ahora en mi invasión xD En fin, agradecimientos a:

Hikari S.s (triste, si, esa es mi intención), Dita (^^ me alegro de que te resulte interesante, espero que la continuación no te resulte aburrida), mer1 (son ciertas? ^^), Lyserg Disel (Muchas gracias por la felicitación y por el regalo!! *-* me encanto!!! Ya lo he releído mil veces!! Gracias!!), Naruki (Gracias, nee-chan!! TOT vuelve pronto, linda!!! ¬¬ y no me hagas tonterias!! ^^UU vale... me repito... ¬¬ pero no las hagas. Espero verte pronto!!! Nosotras tb te extrañamos!!), Jos D (bueno, ten en cuenta que esto es Shaman King, ¿no crees? ^^) y Anna la sacerdotisa (deseo concedido, Elana, o como tu bien dices, Anna conoció a Yoh, que te parece?) por sus reviews!!!

Y sin más, nos vamos, hasta el próximo fic!!!