Bienvenida a la soledad

By Anna Diethel Asakura

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A la mañana siguiente, al despertar, se encontró a Yoh rebuscando algo en un baúl viejo. Llevaba unos cascos naranjas puestos mientras escuchaba música a todo volumen, ajeno a que ella acababa de abrirle los ojos a un nuevo día. Elana, o mejor dicho, Anna se incorporó y permaneció sentada, observando a Yoh, recordando sus palabras la noche anterior. Vio que el pequeño lanzaba hacia atrás varios trapos que, al observarlos detenidamente, eran realmente vestidos, faldas, camisetas, muñecos, juguetes viejos, libros antiguos... Yoh lanzó un pequeño grito de desesperación mientras se rascaba la cabeza y preguntó al aire "¿Dónde demonios está?". Anna no dijo nada, solo miraba. El pequeño de cabellos castaños se introdujo hasta la cintura en el baúl, de cabeza, aún lanzando las prendas al aire.

- ¡Por fin!- exclamó contento, alzando algo rojo- Le diré a Tamao que lo lave y lo prepare.

Entonces, salió del baúl y se dispuso a llevar a cabo su pequeño plan, pero entonces descubrió la mirada curiosa de la niña y se paralizó. Su primer acto, esconderse tras la espalda aquello rojo, y después quitarse los auriculares de las orejas y colgárselos al cuello.

- ¡Buenos días, Annita! ¿Te he despertado? ¡Lo siento! ¡Ya me voy! Mi abuela te dejó preparado un vestido y unos zapatos sobre aquella silla. ¡Nos vemos en el desayuno!

Anna solo pudo parpadear, porque Yoh había dicho todo aquello sin respirar, con nerviosismo y, además, ya se había ido.

- Pues si que tenía prisa...- murmuró la rubia.

Con dificultad, se levantó y caminó hasta la silla en la cual se encontraba lo mencionado por Yoh. Cogió el vestido, un bonito vestido rojo de manga larga con bordados blancos en el cuello, los puños y en el bajo, de falda plisada. Se lo puso con el máximo cuidado posible, ya que las heridas se quejaban al más mínimo roce y, aun a pesar de los cuidados de la niña, de vez en cuando le dolían bastantes. Los zapatos hacían juego con el vestido, también eran de color rojo y tenían la hebilla blanca, y venían con unos calcetines de un rojo más oscuro. Sobre un tocador que había al otro lado de la habitación halló un cepillo y una cinta roja, para recoger su cabello. Cuando estuvo lista, salió de la habitación para encontrarse con un jardín inmenso y un pasillo que se extendía a ambos lados suyos. Todo parecía no tener final. Se quedó quieta, con la mente en blanco, hasta que vio a una niña de su misma edad, de largos cabellos rosados, recogidos en una coleta, que corría por el pasillo. Anna se fijó en que en toda ella, al menos llevaba cinco o seis lazos y que su vestido, sus zapatos, sus calcetines y el lazo que le sostenía la coleta eran todos de color rosa, y que hacían un perfecto contraste con los ojos de la niña, también rosados. Cuando llegó a su altura, se quedó mirándola y se paró.

- Usted debe ser la señorita Anna, ¿me equivoco?- preguntó formalmente con una sonrisa.

- No... No te equivocas... Yo soy Anna. ¿Quién eres tú?

- Yo soy Tamao Tamamura, encantada de conocerla, señorita Anna.- la rosada hizo una reverencia, que Anna imitó, solo por parecer cortés. Tamao rió, sonrojada- Usted no debe reverenciarme a mi, señorita. Yo sirvo a la familia Asakura a cambio de su entrenamiento. Me envía la señora Kino para llevarla al comedor con el resto.

Acto seguido, la rosada guió a Anna por el inmenso pasillo, indicándole diferentes lugares de aquella enorme mansión y explicándole diferentes cosas de la familia Asakura. Pero Anna seguía preguntándose qué demonios era ese entrenamiento del que hablaba Tamao y que la noche anterior había mencionado Yoh también, y quién era la tal señora Kino. Finalmente, llegaron al comedor. Allí, alrededor de una mesa baja, se encontraban sentados una mujer anciana, un hombre de la misma edad que la primera, una mujer de cabellos negros y Yoh. Anna observó a los tres extraños de la mesa: La primera, la mujer anciana. Sus cabellos eran negros, con gran cantidad de canas esparcidas por su cabeza, y sus ojos estaban ocultos tras unas gafas oscuras, por las cuales parecía examinar cada movimiento a su alrededor. A su lado estaba el anciano. Tenía una apariencia amigable, de cabello castaño y numerosas canas, y ojos negros, concentrados en la taza de té que tenía entre sus manos. Y por último, estaba la mujer joven. Esta tenía el cabello largo hasta más de la cintura y ojos negros, tristes. Tenía apariencia cansada y desanimada, pero aún así, conservaba algo de aspecto jovial. Se percató de que todos los presentes tenían los ojos oscuros, y apostaría a que la anciana también los tenía.

Tamao corrió fuera de la habitación y volvió pronto con una bandeja con el desayuno. Le sirvió té a todos, tostadas y algunas galletas, de las cuales Yoh dio buena cuenta y por lo que recibió un bastonazo en la cabeza por parte de la anciana. Después de quejarse, el pequeño se percató de que Anna seguía plantada en la puerta, de pie, y se levantó para indicarle que se sentara junto a él.

- Annita,- comenzó Yoh con una sonrisa- ella es mi abuela,- señaló a la mujer mayor del bastón- aquel es mi abuelo,- señaló al hombre anciano- esta es mi madre- indicó a la mujer del largo cabello negro- y ella es Tamao.- finalizó señalando a la rosada, la cual se sonrojaba y sonreía.

- Yo te hice llamar.- dijo secamente la anciana. Anna recordó a su madre- Yo soy Kino Asakura, la abuela de Yoh. Tú debes de ser Anna Kyôyama, ¿cierto?

Anna solo asintió con la cabeza, ante la mirada de la señora Kino. Tamao le sirvió un té a la pequeña y ella lo agradeció con una pequeña sonrisa, la cual hizo sonrojar más a Tamao.

- ¿Puedes explicarme qué te ha pasado?- preguntó la anciana. Más bien, aquello no era una pregunta, era una exigencia.

- No lo recuerdo.- mintió Anna. No podía explicarle lo de los fantasmas, la volverían a tomar por loca. Además, no podía hablarle de sus padres, los buscarían y volvería el horror.

- No te creo.- espetó Kino, fría como el hielo, solo que al menos el hielo se derretía y aquella mujer no- En fin, hablaremos a solas después de desayunar.

- No le hagas caso a mi abuela.- susurró Yoh- Es una mandona, aunque reconozco que es muy buena mujer y la mejor de las sacerdotisas del mundo, pero no deja de ser muy gruñona y enfadosa.

Anna rió, intentando disimular su risa tapándose la boca, aunque después de que la señora Kino le diese otro bastonazo en la cabeza a Yoh, no pudo disimular. Se sorprendió al oír que las suyas no eran las únicas carcajadas que se escuchaban, y al alzar la vista, vio como la mujer de cabello negro también reía. Volvió a sentir calidez. De pronto, una pregunta más le llegó a la mente... ¿Sacerdotisa?

Al finalizar el desayuno, la señora Kino la llevó a una habitación en la que se encontraban las dos solas, a excepción de Tamao, que iba de vez en cuando a servirles algo.

- Tranquila, pequeña, no tengas miedo.- calmó la señora Kino con un sorprendente tono amable- Dime, ¿qué te hicieron? Y no me digas que no lo recuerdas, porque no te creeré.

Anna se quedó en blanco. Había tanto que contar, tanto por decir... Y ninguna forma de expresarse.

- Ves espíritus.- dijo con firmeza la señora Kino mientras daba un largo sorbo a su té.

- ¿Cómo... cómo lo sabe?- Anna estaba fascinada y confundida, pero esperaba que sus dudas las despejase aquella extraña mujer.

- Simplemente, lo se. Y tus padres te pegaban por ello, ¿cierto?

- Ellos... Los niños del colegio, la profesora...

- ¿Qué te decían?

Anna se estremeció al recordar. "A los monstruos no se les dejan los colores."

- Monstruo, loca... Mala...

Un pesado silencio se adueñó de la estancia. La pequeña Anna comenzó a derramar lágrimas de nuevo, al sentir la tristeza del pasado acechando de nuevo su memoria. La anciana, al verla, no varió su gesto seco y frío, pero la miraba con ojos compasivos a través de los oscuros cristales de sus gafas. La niña se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y volvió a ponerse firme ante la señora Kino.

- Eres admirable, pequeña.- dijo la mujer, sin más.

- ¿Qué?- preguntó incrédula la niña.

- Tienes un oscuro pasado, triste, y todo en tu vida duele mucho, no solo físicamente, pero ante ello, te secas las lágrimas y te comportas como si, en realidad, nada hubiese sucedido. Estoy segura que serás una magnífica sacerdotisa.

"- Otra vez lo de las sacerdotisas...- pensó Anna- Pero... ¿qué demonios es eso?"

- Una sacerdotisa tiene el poder de invocar a los espíritus allá donde se encuentren, da igual que se hayan marchado al más allá...

- ¿Cómo...?

La mujer mostró una sonrisa triunfal.

- Soy sacerdotisa, y puedo leer mentes.

- ¿Usted cree... que yo pueda ser... una sacerdotisa?

- Ves espíritus y estás en mi casa. No podría ser mejor.

- ¿Qué tiene que ver que esté en su casa?

- Te someterás a mi entrenamiento y te convertirás en la mejor sacerdotisa del mundo... Después de mi, claro está.

- Tengo otra pregunta... ¿Qué son esos entrenamientos de los que todos hablan? Yoh y Tamao hablaron de ellos...

- Ellos se entrenan para convertirse en shamanes. Antes de que preguntes, te diré que un shaman es el vínculo que une este mundo con el otro. Además, mi nieto Yoh será el rey de los shamanes, aquel que puede fusionarse con el rey de los espíritus para poder realizar su sueño.

- ¿Qué hace exactamente un... shaman?

- Puede fusionarse con los espíritus. Con que sepas eso de momento, bastará. Ven conmigo, te mostraré cómo será tu entrenamiento y dónde. Y ya de paso, te mostraré a mi nieto entrenando.

La pequeña asintió con la cabeza, un poco molesta por dentro. Ella no había aceptado, pero la señora Kino había dado por supuesto que ella quería ser sacerdotisa. Aunque mirado por otro lado, no tenía dónde ir, solo tenía cinco años, nadie la quería y todos la tomaban por loca. ¿Qué más iba a hacer?

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- ¿Todo eso será mi entrenamiento?

- Lo sé, es muy duro, pero si quieres convertirte en una gran sacerdotisa deberás cumplirlo.

- ¿Y para qué me sirve ser una sacerdotisa?

- Respeto.

Y se creó el silencio entre las dos. Respeto... Aquello era algo que Anna jamás había podido experimentar en carne propia.

- De acuerdo, prometo esforzarme en este cometido.

- Eso espero, pequeña. Ven, te enseñaré cómo entrena mi nieto.

La niña siguió a la mujer hasta otra zona del inmenso e interminable jardín. Allí estaba Yoh, de pie junto a un riachuelo, meditando. De repente, a su alrededor, las hojas comenzaron a levitar lentamente, pero segundos después, volvieron al suelo. Su abuelo le sacudió un capón y lo sermoneó por un buen rato, mientras que el niño se limitaba a mirarlo con cara de aburrimiento. Varias gotitas cayeron por la cabeza de Anna.

- Mi nieto es muy vago y no quiere entrenar. Solo quiere escuchar música y ver el cielo, y ni siquiera se esfuerza. Si quisiera, podría ser el mejor shaman del mundo.- explicó la señora Kino, un poco molesta.

- ¿Y por qué no lo dejan? Si no quiere ser shaman, que no lo sea.- comentó la pequeña, comprensiva.

- La saga de los Asakura termina con Yoh. Si no se convierte en shaman y se casa, la familia Asakura pasará a la historia.

- Comprendo...

- Por tanto, también quiero que tú seas una gran sacerdotisa.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- El tiempo te explicará, pequeña, ahora no es el momento.

La mujer emprendió de nuevo el camino por el pasillo mientras le indicaba a la niña que podía retirarse a su cuarto. Anna comenzó a curiosear por los jardines, hasta que una figura la llamó. Era la mamá de Yoh.

- Hola, Anna.- saludó sonriente la mujer- Me llamo Keiko Asakura y, como ya sabrás, soy la madre de Yoh.

- Encantada, señora Keiko.- dijo Anna, cortésmente y haciendo una pequeña reverencia.

- ¿Quieres que vayamos juntas de compras?- ofreció amablemente la mujer- Lamentablemente, no tenemos ropa para ti, el vestido que llevas y todos sus complementos es un regalo de Tamao. Desde que te recogimos, te lo estuvo cosiendo. Pero no podemos pedirle que haga más trajes, porque la pobre está muy atareada. De modo que, si te apetece, vamos a comprarte ropa, zapatos y todo lo que te haga falta, ¿te parece?

- Como usted mande, señora Keiko.

- Que niña más formal.- sonrió la mujer- Venga, vamos.

Keiko le tendió la mano a la pequeña y esta la tomó, sonriente. Juntas fueron a un gran centro comercial, donde la señora Keiko le hizo probarse infinidad de vestidos, faldas, pantalones, blusas, camisetas, zapatos... Y todo lo que veía que le quedaba bien, se lo llevaba. Anna estaba muy sorprendida con la actitud de la mujer. Parecía muy triste y apagada cuando la vio por primera vez, y aún conservaba aquella apariencia, sin embargo había demostrado ser muy agradable, generosa y simpática, por lo que Anna se sentía muy a gusto con ella. Salieron del centro comercial con montones de bolsas, llenas de ropa y complementos para Anna, mientras esta no dejaba de repetir que devolviese cosas, que ella no necesitaba tanto y millones de cosas similares, a las que la mujer solo respondía:

- Tranquila, no te preocupes, he sido yo la que se ha ofrecido a comprarlo, ¿no? ¡Pues no hay más discusión!- y luego reía.

Al llegar de nuevo a la mansión, la señora Keiko le ordenó que fuese a colocar todo lo comprado a su cuarto, pero la niña le pidió ayuda para llegar, puesto que aún desconocía el camino y la habitación exacta. Una vez llegada allí, y tratando de memorizar el camino, colocó ordenadamente todos los trajes que la señora Keiko le había comprado. Se fijó especialmente en un vestido blanco. Era atado al cuello, sin mangas ni tirantes, con la espalda y parte del vientre al descubierto y con discretos adornos dorados por determinadas zonas. Su mente lo denominó "favorito" al instante. No se había dado cuenta de él entre tanto traje, pero se dio cuenta de que no llevaba bolsa, aunque sí un pequeño sobre. Lo tomó entre sus manos y pudo contemplar, no sin esfuerzo, que en él decía con bastante mala letra: "Para Annita".

Anna sonrió, casi involuntariamente, pensando en aquel niño que iba embargando su corazón a cada milésima de segundo.

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Notas de Annie-chan:

Perdón, perdón! Sé que me retrasé en actualizar, pero culpen a mi maldita inspiración. Se largó! Y no me dijo ni adiós!! T^T Espero que regrese. Mientras tanto, les dejo con éste capítulo. Comencé un nuevo song fic (¬¬ porqué no terminaré las cosas que tengo a medias y luego hago cosas nuevas?? -.-U) y un nuevo fic paralelo a éste, que aún no tiene título pero que más o menos ya sé de qué irá. Tratará de lo mismo que éste: La vida de uno de los personajes, esta vez masculino, desde que es pequeño hasta que se hace mayor. Y ya sin más, comencemos a leer los reviews!! n_n

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c-erika (n_n gracias, espero que te siga gustando con este nuevo cap.), Mer1 (gracias n_n, la madre de Anna no es que la quiera, sino que no la odia, que son términos diferentes. Más adelante veremos más sobre ella), annita asakura (n_n muchas gracias), Chibi-poio (muchas gracias, espero que te siga gustando n_n), Urara (n_n bueno, era bastante evidente, no crees? Gracias!), Fukaru Rhyan (si, vi ese episodio, y una de las escenas del primer capitulo está basado en ese momento, y por supuesto que pondre mas capitulos, lo que ocurre es que o se me va la inspiracion o estoy sumamente ocupada -.-. Muchas gracias n_n), Mafaldyna (n_nU hombre, pronto pronto... El caso es que esta continuado, no? xD n_n), Naruki (me alegro de que te gustase, nee-chan! Muchas gracias! n_n ¬O¬ seeh io tambien les repasaria las propiedades... n_n), anna la sacerdotiza (n__n muchisimas gracias, espero que te siga gustando aunque ya no esta muy bueno porque no ando inspirada ultimamente... u.u), Anitta Kiuyama fcc (muchas gracias n_n) y Kaoru Kinomoto (o.oU En serio? Tanto? n_n Pues muchas gracias! Espero que te siga agradando).

A todos ellos gracias por sus reviews!!

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Debo decir que a lo largo de este fic alargaré y me centraré en escenas que ya he escrito en otros de mis fics (los recuerdos de Yoh y los escritos en el diario de Anna en "Miradas Acusadoras", los flashbacks de "La Apuesta"...), porque en ellos me inspiré para comenzar el fic. Digo esto para que luego no digan "¬O¬ ya no sabe qué escribir y se repite...", porque como dijo mi adorado Yoh "Cada cosa tiene un por qu". Sin más demora, me despido. ¡Ja ne!

Atte: Annie-chan Diethel Asakura