RECUERDOS
Era una tarde gris aquel 7 de septiembre de 1997 en Londres, cuando como todas las tardes se veía pasar por Richarson Street a Remus, un hombre de unos treinta y tres años aproximadamente, con el pelo castaño y con ese mechón de color gris que resaltaba en su cabellera. Con unos bellísimos ojos color miel aunque a causa de su gran tristeza esos ojos no brillaban, si no que estaban apagados. Su nariz era fina pero con poca pendiente, sus labios eran finos y no eran de color rosado si no de un color bastante pálido al igual que el de su rostro. De hombros anchos y figura esbelta. Era amable, simpático... todo un galán al que a más de una chica le hubiese gustado conquistar, pero su corazón ya estaba ocupado, otra persona había conseguido conquistarlo.
Remus entró al cementerio, situado en medio de aquella oscura calle. Se adentró en una de las callejuelas de aquel lugar, estuvo un buen rato caminando girando varias veces hacia ambos sentidos, hasta que se paró, se arrodilló en el suelo en frente de una de las tumbas y empezó a hablarle:
-Hola... como ves vuelvo ha estar aquí como cada día- se podía notar notariamente como sus ojos empezaban a humedecerse- Ayer por la tarde cuando volvía a mi casa me encontré un paquete con una nota y, ¿sabes qué era? Era el casco de aquella motocicleta que te compraste cuando cursábamos secundaria y en la nota ponía "Recuérdame". Aún no entiendo a qué se refería ese "recuérdame". Y ¿Quién me lo envía? ¿Se lo dejaste tú a alguien para que me lo diese si te pasaba algo? La cosa es que si que me dio a pensar- por su cara brotaron un par de lágrimas pero él rápido se las secó y siguió hablándole. -Recuerdo cuando te lo regalé por tu cumpleaños. Recuerdo como me lo agradeciste y decías que te era muy necesario porque aun no le habías cogido mucha práctica a eso de la motocicleta.- Remus siguió contando todos aquellos recuerdos de ya hacía unos años. -Aún recuerdo cuando por fin te diste cuenta de que existía, de que no era un simple amigo, de que estaba ahí esperándote. Recuerdo que me enamoraste con una de esas miradas tuyas, con esos ojos azules y esa cultivadora mirada conseguiste enamorarme, conseguiste hacerme caer entre tus redes.- Remus siguió hablando, pensando en voz alta, siguió recordando hasta que de repente sin ton ni son empezó a gritar, a llorar, a soltar toda esa rabia acumulada después de dos meses y medio más o menos.
-¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¿POR QUÉ TE HAS TENIDO QUE IR? ¿MARCHARTE DE ESA FORMA? Y ¿TODOS NUESTROS SUEÑOS, NUESTRAS PROMESAS? Poco a poco Remus se tranquilizo y volvió a su tono habitual de voz, triste, apagado.
-Aún no consigo entenderlo. Te mataron, te enterraron y junto a ti todo mi amor, todo mi cariño, toda mi alma. Pero sigo odiándote por irte, por abandonarme, por no cumplir tus promesas... pero a la vez también te amo. Sigo sin poder olvidarte, sigo recordando todos nuestros momentos juntos como conseguimos la aceptación de todas esas personas más allegadas a nosotros. Recuerdo nuestra primera noche juntos, lo recuerdo todo y a la perfección.- Remus se secó las lágrimas, se acercó más a la lápida, posó una mano sobre ella y estuvo unos minutos así en silencio, entonces se levantó dispuesto a marcharse pero antes de irse dijo en un susurro apenas audible:
-Sirius Black, te amo.
Era una tarde gris aquel 7 de septiembre de 1997 en Londres, cuando como todas las tardes se veía pasar por Richarson Street a Remus, un hombre de unos treinta y tres años aproximadamente, con el pelo castaño y con ese mechón de color gris que resaltaba en su cabellera. Con unos bellísimos ojos color miel aunque a causa de su gran tristeza esos ojos no brillaban, si no que estaban apagados. Su nariz era fina pero con poca pendiente, sus labios eran finos y no eran de color rosado si no de un color bastante pálido al igual que el de su rostro. De hombros anchos y figura esbelta. Era amable, simpático... todo un galán al que a más de una chica le hubiese gustado conquistar, pero su corazón ya estaba ocupado, otra persona había conseguido conquistarlo.
Remus entró al cementerio, situado en medio de aquella oscura calle. Se adentró en una de las callejuelas de aquel lugar, estuvo un buen rato caminando girando varias veces hacia ambos sentidos, hasta que se paró, se arrodilló en el suelo en frente de una de las tumbas y empezó a hablarle:
-Hola... como ves vuelvo ha estar aquí como cada día- se podía notar notariamente como sus ojos empezaban a humedecerse- Ayer por la tarde cuando volvía a mi casa me encontré un paquete con una nota y, ¿sabes qué era? Era el casco de aquella motocicleta que te compraste cuando cursábamos secundaria y en la nota ponía "Recuérdame". Aún no entiendo a qué se refería ese "recuérdame". Y ¿Quién me lo envía? ¿Se lo dejaste tú a alguien para que me lo diese si te pasaba algo? La cosa es que si que me dio a pensar- por su cara brotaron un par de lágrimas pero él rápido se las secó y siguió hablándole. -Recuerdo cuando te lo regalé por tu cumpleaños. Recuerdo como me lo agradeciste y decías que te era muy necesario porque aun no le habías cogido mucha práctica a eso de la motocicleta.- Remus siguió contando todos aquellos recuerdos de ya hacía unos años. -Aún recuerdo cuando por fin te diste cuenta de que existía, de que no era un simple amigo, de que estaba ahí esperándote. Recuerdo que me enamoraste con una de esas miradas tuyas, con esos ojos azules y esa cultivadora mirada conseguiste enamorarme, conseguiste hacerme caer entre tus redes.- Remus siguió hablando, pensando en voz alta, siguió recordando hasta que de repente sin ton ni son empezó a gritar, a llorar, a soltar toda esa rabia acumulada después de dos meses y medio más o menos.
-¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¿POR QUÉ TE HAS TENIDO QUE IR? ¿MARCHARTE DE ESA FORMA? Y ¿TODOS NUESTROS SUEÑOS, NUESTRAS PROMESAS? Poco a poco Remus se tranquilizo y volvió a su tono habitual de voz, triste, apagado.
-Aún no consigo entenderlo. Te mataron, te enterraron y junto a ti todo mi amor, todo mi cariño, toda mi alma. Pero sigo odiándote por irte, por abandonarme, por no cumplir tus promesas... pero a la vez también te amo. Sigo sin poder olvidarte, sigo recordando todos nuestros momentos juntos como conseguimos la aceptación de todas esas personas más allegadas a nosotros. Recuerdo nuestra primera noche juntos, lo recuerdo todo y a la perfección.- Remus se secó las lágrimas, se acercó más a la lápida, posó una mano sobre ella y estuvo unos minutos así en silencio, entonces se levantó dispuesto a marcharse pero antes de irse dijo en un susurro apenas audible:
-Sirius Black, te amo.
