Uno

por Karoru Metallium

Capítulo V: Aprendizaje

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Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo enga

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Luego de un momento de negrura y vértigo, ambos se encontraron ante las enormes puertas claveteadas de un castillo de piedra oscura, que comenzaron a abrirse con crujidos siniestros. A su alrededor se desparramaba la cálida luz dorada del amanecer, el aroma de las flores era intenso en el aire y se escuchaba el trinar de los pájaros, cosas que confundieron aún más al malherido joven.

Inconscientemente, apoyó casi todo su peso en el chico moreno, que lo llevó levitando como si no pesara nada a través de las grandes puertas hasta el oscuro interior del castillo. No sabía qué esperar de la morada de un demonio, en realidad nunca había pensado en ello; pero sin lugar a dudas no esperaba la cálida magnificencia de todo: los finos muebles, los pisos relucientes, los cortinajes, las alfombras. Era un despliegue de lujo y buen gusto en tonos oscuros y con abundantes dorados.

Gruñidos, golpes sordos y otros sonidos extraños se escuchaban, en la semipenumbra de las habitaciones; sin embargo, ellos atravesaron sin tropezarse con nadie estancia tras estancia, cada una más impresionante que la anterior, hasta llegar a una enorme sala decorada en negro y dorado.

En el centro de la estancia había un enorme diván tapizado en dorado y cubierto por montones de cojines escarlata. Sobre los cojines, echada en una actitud lánguida, estaba una mujer que lo hizo toser sangre por la impresión que le provocó.

Era idéntica a Alba... a Ireth, y a la vez muy diferente. Las mismas facciones bellas y delicadas, la misma curvilínea esbeltez, el mismo cabello largo y platinado... pero su piel tenía un fascinante tono broncíneo, y sus ojos de pupilas rasgadas eran dorados como el ámbar. Llevaba un vestido blanco que apenas cubría el busto y las caderas, dejando al descubierto largas extremidades bronceadas y adornadas con varias pulseras de oro. En su mano derecha sostenía una boquilla enjoyada con un cigarro a medio fumar, y junto a ella, en una mesita dorada, descansaban una jarra de cerámica y una copa de cristal llena a medias de algo que parecía vino tinto.

Con la mano izquierda le hizo una seña al muchacho moreno, que depositó con delicadeza su ensangrentada carga sobre un montón de cojines echados en el piso frente a ella, y se retiró sin decir palabra.

- Supongo que mi apariencia te sorprende - la voz ronca era sensual y rasposa, con un cierto toque imperioso que le sentaba muy bien a su hermosa dueña -. Pero yo no me parezco a esa basura de Ireth... Dolphin manipuló su apariencia humana para que se pareciera a la mía, sólo para fastidiarme. Y lo logró. Estoy harta de ella.

El joven se limitó a mirarla con atención. A pesar de la gravedad de sus heridas, apenas sentía dolor.

- ¿Porqué yo? - preguntó simplemente, y ella lo miró a través de las volutas de humo de su cigarro.

- Porque eres especial. Y antes de que lo preguntes, nada en tu vida ha sido una casualidad: yo he estado vigilándote desde que naciste en el mundo de los humanos, me encargué de que estuvieras en buenas manos... aunque esas manos fueran las de los sacerdotes del Dragón del Mar, que son unos imbéciles... me aseguré de que recibieras una buena educación, y esperaba traerte aquí cuando cumplieras los veinte años. Dolphin y su zorra lo han echado todo a perder - la cólera brilló en los ojos dorados por un momento antes de extinguirse.

- ¿Eres mi madre? - su voz tembló peligrosamente, y la mujer le dedicó una mirada irónica.

- No en el sentido... técnico. Si lo fueras, no te habría dejado con humanos.

- Pero sabes quiénes fueron mis padres...

- Por supuesto. Fue para cumplir los deseos de tu madre que permití que te criaras como humano. Pero no te obsesiones con esa idea, porque ninguno de tus padres vive ya.

- Si mi origen es demoníaco, ¿cómo he podido vivir en el templo sin que lo descubrieran?

- Son demasiadas preguntas, y no voy a contestarlas por el momento; lo sabrás cuando lo juzgue conveniente. Estás aquí para cumplir tu destino, no para desenterrar cadáveres - hizo una pausa, dando una profunda calada a su cigarro -. La guerra se acerca, ¿sabes? Y yo necesito armas. Tú serás mi arma, la más potente, la mejor; para eso fuiste creado.

- ¿Qué vas a hacerme?

- Detalles, detalles... - murmuró Zellas, arrastrando las palabras con cierto aire de fastidio, pero sus ojos dorados brillaban intensamente - vas a ser muy poderoso y estarás bajo mis órdenes; es lo único que debe importarte.

Súbitamente, la hermosa mujer se levantó del diván y avanzó hacia él, cambiando de forma con cada paso que daba hasta transformarse en un gran lobo de pelaje purpúreo y enormes ojos amarillos que lamió con su gruesa lengua el rostro ensangrentado.

Él sabía que los demonios más poderosos podían asumir diversas formas según se les antojara o lo necesitaran, y supuso que ésta era la forma verdadera de Zellas. No estaba asustado en lo más mínimo... después de todo, estaba agonizando y no creía que pudiera pasarle algo peor; pero había algo muy importante que debía saber, y no dudó en preguntar.

- ¿Y mi venganza? - susurró con ansiedad, la voz quebrada por la dificultad para respirar, luchando por mantener la conciencia que sentía que se le escapaba por momentos.

La voz de Zellas sonó de nuevo, pero esta vez no provenía del exterior, sino que parecía estar dentro de su maltratada cabeza. La enorme loba seguía lamiendo sus heridas.

La tendrás, y será a tu manera. Lo que no puedo asegurarte es que te agrade obtenerla. Para alcanzar el poder necesario, tendrás que pasar antes por un pequeño proceso...


No era un proceso fácil ni rápido, ni mucho menos indoloro. Estar al borde de la muerte era la única forma de que el trabajo fuera "limpio", como Zellas le había hecho saber justo antes de paralizar su corazón humano de una forma que se le antojó bastante repugnante, siendo el joven escrupuloso que aún era.

Después de eso, no supo cuánto tiempo pasó -el concepto de tiempo perdía su significado dentro de los muros del castillo- antes de que al fin "despertara", sintiéndose sorprendentemente ligero, sano y dispuesto a cumplir a cabalidad cualquier tarea que le fuese ordenada. Como una máquina perfectamente aceitada, sólo que él no era un instrumento mecánico; o al menos no se consideraba como tal, teniendo en cuenta que aún era capaz de pensamientos y sentimientos propios, independientes.

Su mente analítica registraba cada cambio, cada impresión sobre su nueva situación con una precisión increíble, superior a la que alcanzaba con la concentración y la meditación en el templo; la conciencia de sí mismo era aguda como nunca. Todas sus habilidades naturales y adquiridas parecían haberse elevado a un grado cercano a la perfección.

Los demonios sí podían sentir, eso lo descubrió durante los entrenamientos supervisados por la propia Zellas. La verdadera diferencia estaba en que gran parte de los sentimientos de placer o dolor eran provocados por estímulos que antes hubiera considerado improbables e incluso repugnantes. Las cosas que antes le habían parecido tan importantes ahora simplemente no lo eran... mirar el campo de sus sentimientos era como ver un paisaje en tonos de gris, apagado, sombrío; y eso era reconfortante, muy reconfortante.

Podía sentir una presencia en su mente. La presencia de Zellas. Era muy perturbadora, un ruido de fondo en su mente que opacaba a todos los demás, haciéndolo sentir profundamente consciente sólo de ella. Después de todo era su Ama, y no le había costado nada comenzar a dirigirse a ella con ese título que lo hacía propiedad de la señora de las Bestias.

El haber sido despojado del contacto total con su parte humana cuando estaba al borde de la muerte no había eliminado todos los recuerdos de su vida pasada, como pensó que lo haría. Pequeños recuerdos se filtraban aquí y allá, pero parecían más sueños que recuerdos, como algo que hubiera leído en un libro hacía mucho tiempo. Además, carecían por completo de importancia.

Un día prácticamente voló un ala del castillo probando sus poderes, y fue castigado por su Ama por primera vez. Ya que los castigos físicos eran poco efectivos, Zellas le hizo revivir su muerte por horas y horas, torturándolo mentalmente hasta lograr que gritara implorando piedad. Fue una lección de obediencia y humildad que el nuevo demonio aprendió y guardó como referencia futura, en el caso de que algún día se le ocurriera tentar de nuevo la cólera de la Dark Lady.

Sentía otra presencia dentro de sí, aunque abrumada y disminuida por el poder de la que ahora era su ama; una presencia a la que le tomó algún tiempo reconocer como la parte de sí mismo a la que había renunciado. A veces despertaba del duermevela en el que se sumía para recobrar sus energías después de algún duro entrenamiento, sintiendo esa presencia muy cerca.

Era frustrante y molesto, pero su parte racional admitía que era natural. Como la gente herida que traían al templo en ocasiones para recibir ayuda de los sacerdotes, gente a la que a menudo había que amputar algún miembro para evitar males mayores; estas personas solían sufrir de sensaciones fantasmas en el miembro perdido, como dolor o movimiento muscular, aún sabiendo que no había carne que pudiera experimentar esas sensaciones.

Resultaba irónico que lo que más había deseado perder, su lado humano, ese ser gobernado por sus sentimientos y no por la razón y la lógica, regresara para fastidiarlo en ausencia. También era una noción que le hacía sonreír, porque aunque resultaba molesto, no le afectaba de manera significativa.

El castillo era enorme: tenía mazmorras subterráneas en las que había numerosos prisioneros que eran torturados metódicamente en busca de "información", y además era la morada de muchos demonios a las órdenes de Zellas. Entre ellos se encontraba el chico moreno que lo había llevado allí, al que rara vez vio durante la primera fase de sus entrenamientos, pero no tardó en enterarse de que su nombre era Gabal y era el general de Zellas, el que dirigía los ejércitos del Ama de las Bestias.

Zellas puso a Gabal a cargo de la siguiente fase de su entrenamiento, y el joven tuvo oportunidad de conversar y luchar con él. Sentía curiosidad por Gabal... tenía más de dos mil años, según él mismo decía; su apariencia humana era decididamente inofensiva, y su forma demoníaca -una nube violeta- tampoco era impresionante. Sin embargo, al observarlo se comprendía perfectamente que su apariencia era la piedra angular de su fortaleza; el parecer inofensivo le era útil no sólo en encuentros con humanos, sino también en encuentros con otros demonios.

- Me han subestimado, dejándose llevar por mi apariencia - comentó el demonio con un brillo homicida en sus ojos dorados -, y te aseguro que han tenido que pagar muy caro por sus errores de juicio y apreciación... tú también debes aprender a aprovechar tu apariencia, a sacarle partido. Deben haberte dicho ya que tu apariencia humana no es nada amenazante y sí muy atractiva - añadió, sonriendo y adquiriendo de nuevo el aire de chico travieso que rara vez lo abandonaba.

- Sí, me lo han dicho - repuso él secamente. El recuerdo de Ireth pasó por su mente como un rayo; pero ya no sentía la punzada dolorosa del amor, ni el ardor quemante de la ira que alguna vez experimentó. Simplemente sabía que la sierva de Dolphin era su principal enemiga y su primer objetivo... se había metido con él y lo pagaría, lo pagaría muy caro y dentro de muy poco tiempo.

Su mirada violeta estaba perdida en el horizonte, bañado por la luz dorada del crepúsculo. El mirador en una de las almenas del castillo era su lugar preferido, y muchas veces, como ahora, Gabal le acompañaba.

- Piensas en Ireth, ¿cierto?

- No todo el tiempo - su tono desdeñoso hizo sonreír a Gabal, que se apoyó en el parapeto de piedra y observó al nuevo demonio, divertido.

- Puede que no, pero es una de tus prioridades, lo sé. La paciencia es una virtud, ¿sabes? Pronto podrás vengarte... pero primero tienes que tener control total sobre tus poderes. Nunca he tenido que enfrentarme a ella, pero sé que no es un adversario fácil.

Escuchó en silencio mientras el demonio moreno le relataba los encuentro de Ireth con otros sirvientes de Zellas, así como los chismes relativos al odio que se tenían Zellas y Dolphin, odio que había estallado violentamente cuando la Reina del Océano creó a Ireth, quinientos años antes. La rencilla se había prolongado durante todo ese tiempo, provocando cruentas batallas y muertes de un lado y otro, ya que no se enfrentaban en persona sino a través de sus sirvientes.

Pensaba que ambas sabían muy bien que no debían enfrentarse, porque si algo había aprendido escuchando a Zellas y a Gabal era que el equilibrio del universo dependía del hecho de que las cuotas de poder estaban repartidas de tal modo que siempre existía un balance. Guerras iban y venían, algunas veces los demonios parecían tener el triunfo y otras parecían ser los vencidos; pero el balance se restauraba siempre de alguna manera. Una guerra directa entre una Dark Lady y la otra podía causar daños irreparables a ese balance.

Él no iba a tener que provocar una guerra para vengarse de Ireth. Sabía que tenía que verla para decidir cuál de esos planes era el adecuado; pero todo estaba cubierto, cada eventualidad, y tenía varios planes según los distintos escenarios que podían presentarse.

Gabal observó que la mirada violeta seguía fija en el horizonte, pero el bello rostro humano ya no tenía la expresión vacía y en blanco que solía verse en él. Aquella boca perfecta ahora sonreía alegremente, como si su dueño estuviera pensando en algo que le provocara un puro e inocente deleite. No pudo menos que pensar que Zellas sabía lo que hacía, y que el joven estaba transformándose exactamente en lo que ella había previsto que sería.

Esa hermosa y alegre sonrisa presagiaba males terribles para alguien...


Estaba muy contento; todo lo contento que podía estar un demonio, ya que según se decía los demonios eran incapaces de sentir cosas tales como la alegría. Sin embargo, a él le importaba un bledo lo que los demás pudieran pensar; estaba contento y ya.

Sus nuevos poderes eran muy agradables, especialmente la opción de desmaterializarse a voluntad; aunque no terminaba de sentirse cómodo en su verdadera forma y seguía prefiriendo la forma humana, que era, con mucho, más elegante. Era muy, muy divertido ser demonio, y lo sería aún más cuando pudiera ejercer a plenitud sus nuevos poderes.

El ex-novicio del templo del Dragón del Mar ahora sonreía como nunca lo había hecho en toda su vida. Al fin había llegado el tiempo de salir de Wolf Pack Island solo: su primera misión en solitario, sin su ama o Gabal vigilando y corrigiendo cada movimiento que hacía.

Vestirse para matar no era un problema, ya que podía conjurar la vestimenta que quisiera a voluntad del mismo modo que podía modificar su apariencia, porque la ropa formaba parte de su cuerpo; ya había decidido cuál sería su papel -el de un inofensivo sacerdote viajero- y escogido lo que de ahora en adelante sería el "uniforme" que iba bien con esa personalidad, incluyendo un báculo de madera.

De esta guisa apareció en las afueras del pueblo en el que Zellas le había dicho que debía buscar a Bram, un humano cuya habilidad como herrero lo había hecho famoso, y llevarlo ante su presencia. Fue fácil conseguir que un aldeano le indicara dónde estaba la casita del herrero, aunque tuvo que recordar mantener los ojos entrecerrados para que no notaran las pupilas rasgadas que lo delataban como demonio. No le gustaba cambiar la forma de sus ojos y de todas maneras nadie los vería.

Nadie vivo, claro.

Llamó a la puerta y al escuchar el lacónico "entre" pronunciado por una voz ruda, penetró en una estancia iluminada por el resplandor rojizo de una fragua. Dos hombretones trabajaban forjando lo que parecía una espada; uno de ellos sostenía con pinzas la forma sobre el yunque, y otro la golpeaba con un martillo enorme.

- ¿Qué quieres? - preguntó el que sostenía las pinzas, soltándolas por un momento y secándose el sudor con el dorso de una de sus manazas.

- Busco a Bram - su voz clara y juvenil tenía un toque de humor que combinaba con su sonrisa, pero eso sólo hizo que el hombretón frunciera el ceño.

- Soy yo. ¿Para qué me buscabas?

- Para llevarte ante mi Ama, como me ha sido ordenado.

- ¿Tu Ama? ¿Quién diablos eres? - preguntó alarmado. La sonrisa del joven sólo se hizo más amplia y su mano se movió empuñando el sencillo báculo, hasta apuntar con él al herrero.

- ¡Cuidado, Bram! - gritó el otro hombretón, lanzándose hacia el joven. Éste sólo levantó un dedo y lo movió en un ángulo descendente, como cortando el aire... y su atacante de desplomó, boqueando, con la mitad de sus órganos internos desparramándose por el suelo en medio de un charco de sangre; literalmente destripado.

Ooops. Uno menos. Bueno, Zellas no le había dicho que no matara a nadie, sólo que hiciera lo necesario para llevarle a Bram ileso, y esa orden podía cumplirla sin problemas. El herrero permanecía inmóvil, congelado, mirando con abyecta fascinación el cuerpo caído de su compañero; luego levantó sus ojos castaños y asustados hasta el joven que seguía sonriendo, pero ahora tenía los ojos violeta bien abiertos.

Bram estaba temblando.

- Soy Zeros Metallium, sacerdote del Ama de las Bestias, y tú vendrás conmigo - el joven comenzó a avanzar hacia el aterrorizado herrero, hilos de energía negra brotando de su cuerpo y envolviendo a la infortunada víctima.

- ¡NOOOOO!


N.A.: Bueno, no iba a publicar más de esto, pero tenía dos capítulos más ya terminados, así que decidí postear por lo menos el que pasó por las manos de mi beta, for the sake of art. Este cap es narrative heavy y prácticamente carece de diálogo; esa fue una de las pegas iniciales de mi beta, pero al fin llegamos al acuerdo de que tenía lo necesario y era mejor dejarlo así xD. Ya me dirán si posteo el siguiente...

Gracias a mis reviewers: Serena (me late que va a pasar algún tiempo antes de que eso se sepa xD), ZLaS MTAL1Um (tanta tabia... ¿qué te hizo Dolphin, a ver? xDD No, no me gusta hacer sufrir a mi niño, pero en estos casos es necesario ^_~; además, ahora se va a divertir. Gracias por los besos de mastodonte xD), Lis-chan (cómo te va, mujer? Hace rato que no te veo por ahí...), Adelheid (gracias por tu mail y el precioso fanart, me gustaron tus reflexiones y agradezco mucho tu interés ^^), Alpha-Jack (sí, yo y mi amor por lo obvio xDDD).