En esta versión del Omegaverse, los hombres Omegas y las mujeres Alfas tienen casi el mismo tipo de cuerpo (pene y vagina al mismo tiempo), por eso se puede reconocerlos desde su nacimiento. Los Omegas no tienen cloacas.
Capítulo I
Sucedió el mismo día que le hizo la broma del cerdo a su hermano. Su vida cambió de un momento a otro. Aegon podía asegurar que incluso empeoró.
Ya se había despertado sintiéndose extraño, se tocó la frente y se dio cuenta de que tenía fiebre. Aunque no se había resfriado desde que era un niño, aun así notó que no era la misma sensación. Pensó en no levantarse de la cama, pero la broma que le tenía prepara a Aemond no podía posponerse, le divertía demasiado como para hacerlo. Así que no le quedó de otra que alistarse para ese día.
Se sentó a la mesa para desayunar junto a sus sobrinos y hermanos.
—Nuestra madre te dijo que dejaras de levantarte tarde, Aegon —dijo Aemond al verlo aparecer.
—No está aquí, y no me necesita ahora mismo. Déjame en paz —le contestó Aegon de mala manera.
A veces extrañaba un poco a Daeron, era el único de sus hermanos que no le parecía tan idiota. Aunque Jacaerys y Lucerys eran un aceptable reemplazo, porque solían hacer todo lo que les proponía; y eso era suficiente para él. Le dio una mirada significativa a su sobrino mayor, recordándole lo que tenían preparado para Aemond. Este último no se dio cuenta de la risita que Jacaerys le había devuelto a su tío.
Dentro del carruaje en el que iban a Pozo Dragón, para ver al dragón de Jace, se sintió mareado; pensó que vomitaría pero consiguió no hacerlo. Sobre todo porque lo llevarían de regreso a la Fortaleza Roja, y se negó a que eso pasara.
Vermax había crecido lo suficiente como para estar listo para su jinete, y Aegon cada vez se sentía peor. Su abdomen parecía estar ardiendo desde dentro, solo quería terminar rápido con eso y volver a su cama. No le interesaba el dragón de su sobrino, aparte, no podía compararse con Fuegosol. Él poseía al dragón más hermoso que existía en el mundo. Ninguna cría, como la que tenía Jacaerys, podía hacerle sombra.
Cuando por fin le trajeron el cerdo alado a su hermano, Aemond se vió justo como pensó que se vería. Su orgulloso hermano solo se quedó en silencio, sin dejarse llevar por ninguna emoción que le mostrara su rabia, aunque Aegon sabía que se sentía insultado.
Simplemente se rió de él, junto a sus sobrinos.
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Jace y Luke lo miraron extrañados cuando se apresuró a volver a la fortaleza. Al llegar a su habitación, pensó que tal vez debería buscar al gran maestre Orwyle. La fiebre había empeorado, esa sensación en su vientre se volvía casi insoportable, como si sus órganos estuvieran retorciéndose dentro de él; la ropa ahora le incomodaba, así que sin pensarlo demasiado se la sacó casi arrancándosela y se acercó a la ventana para que el viento le ayudara a enfriarse un poco. Pero pronto se dio cuenta de que eso no funcionaba y lo peor, que tenía una erección.
Frotó buscando algún tipo de alivio y al terminar no hubo ninguno, se sentía igual que antes, solo que ahora se escurría entre sus piernas líquido que salía desde su vagina. Aunque su pene aún permanecía blando en su mano, volvió a acariciarse; con la otra mano empezó a tocar sus pezones, como había descubierto recientemente que le gustaba, y tampoco fue suficiente. Con horror se dio cuenta de que quería ser llenado.
En ese momento comprendió que había entrado en celo. Pero, ¿no era pronto para eso? Pensaba que aún le quedaba un año o dos hasta que empezara a tenerlos. Un fuerte calambre lo hizo terminar arrodillado bajo su ventana.
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Desgraciadamente Aegon había nacido como un Omega. Al comienzo de su vida, no le había dado mucha importancia; hasta que comprendió todas las expectativas que los Hightower tenían puestas sobre él.
Su madre le había dicho, una vez, que él sería el próximo rey. Pero el pequeño Aegon había escuchado decir al maestre, en una de sus interminables lecciones, que su media hermana era la heredera de su padre. Así que no tomó en serio las palabras de su madre. Hasta que una noche la escuchó a ella y a Larys Strong hablando sobre él.
—Por desgracia Aegon nació como un Omega —le decía Larys a su madre.
—Aenys Targaryen era un Omega, y llegó a ser rey —replicó Alicent.
—Le recuerdo, mi reina, que Aenys fue un rey poco apto para el cargo. Hubo un tiempo en el que todos prefirieron que su medio hermano, Maegor, fuera el rey en su lugar.
—Pero Maegor resultó ser un monstruo.
—Lamentablemente así fue. Pero en su juventud, la gente solo veía a un Alfa fuerte y seguro que merecía el trono de hierro mucho más que Aenys. El viejo rey Jaehaerys también era un Alfa, al igual que Aegon el Conquistador. Ambos eran hombres que podían cargar con el peso del reino… a diferencia de nuestro amado rey Viserys.
—Viserys es un Beta, no un Omega.
—Lo que intento decir, mi reina, es que un rey siempre debería ser un Alfa. Tal vez nuestro rey no ha cambiado la sucesión porque Rhaenyra es una Alfa y Aegon no.
—Mi padre dice lo mismo, pero que aún así debo preparar a Aegon para reinar, ya que es el hijo mayor y aún no estamos seguros de lo que son Aemond y Daeron. —Alicent hizo un gesto de desagrado—. La maldición de Valyria debió ser un castigo de los dioses, por toda esa… anti naturalidad. Trato de guiar a mis hijos hacia los siete, pero… —se interrumpió a sí misma, sonando cansada.
—Creo que si el príncipe Aemond resulta ser un Beta, sería un rey más aceptable que un Omega. Ya que su particular condición los hace… inestables. En cambio, un Beta podría ser guiado; como hace mi padre con el rey o hizo su padre, mi reina, antes que el mío.
—Esta familia ha maldecido a mis hijos —Alicent parecía no escuchar a Larys, el gesto de desagrado aún permanecía en su rostro—. A veces pienso como serían, si los Targaryen fueran normales y no… —volvió a interrumpirse, pero esa vez porque Aegon entró corriendo a abrazar a su madre.
Cuando ella usaba ese tono al hablar sentía que la había decepcionado de alguna forma y que iba a dejar de amarlo. Aunque Alicent no entendió que estaba mal con su hijo, lo acompañó a su habitación y se quedó con él hasta que se durmió. Hablándole, ahora con dulzura, sobre señores dragón y leyendas ándalas. Luego tuvo más cuidado de que todos sus hijos estuvieran dormidos cada vez que se reunía con Larys Strong.
Se sabía que los valyrios habían jugado con hechicería oscura y prohibida, magia de sangre le llamaban, lo que hizo que llegaran a ser jinetes de dragón y con eso consiguieran construir un inmenso feudo, conquistando todo a su paso. También se sabía que lo señores dragón se casaban entre hermanos u otros familiares cercanos, para preservar la habilidad de poder controlar y montar a los dragones. Y además, para asegurar su descendencia, nacían con un segundo género a los que llamaban castas.
Se agrupaban en tres. A la más baja pertenecían los que se veían como cualquier hombre o mujer común, ellos eran llamados Betas. Pero luego estaban los Alfas y Omegas, los primeros eran considerados gobernantes y guerreros por naturaleza, podían nacer siendo tanto hombres como mujeres y ambos podían embarazar a otro individuo. Los Omegas eran, básicamente, codiciadas yeguas de cría. Igualmente, nacían siendo hombres o mujeres y ambos eran capaces de dar a luz. Se esperaba que un Alfa se emparejara con un Omega, para asegurar una abundante descendencia; sobre todo de más niños Alfas.
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Aegon dejó de lado sus recuerdos cuando sintió a su pene endurecerse, otra vez, en la palma de su mano; y antes de volver a empezar a masturbarse, abrieron la puerta.
—Aegon… —era su madre, y al verlo se interrumpió de inmediato.
Solo un sonido lastimero salió de la boca de él, y Alicent cogió una sábana de su cama y se la echó por encima. Lo llevó hacia esta y lo acostó, luego le dijo que esperara y salió de la habitación.
Volvió trayendo leche de amapola.
—No es algo que debas tomar cada vez que entres en celo —le dijo—, pero por lo que sé, el primero es el más doloroso y además suele durar más tiempo. Llamaré al gran maestre para que revise si todo está bien contigo.
Aegon casi no escuchaba a su madre, solo bebió la leche desesperadamente buscando algo de alivio. Se sintió adormecido, pero el calor aún permanecía.
—Te adelantaste... —dijo su madre como hablando consigo misma—. Tendré que enviarle un cuervo a mi padre contándole tu situación.
No le respondió. Quería que su madre le diera más leche de amapola y caer dormido, o que se fuera para que pudiera intentar meter sus dedos dentro de él. Había escuchado que algunos Omegas, para aliviarse, usaban algo que llamaban dildos; pero su madre nunca le permitiría tener algo así. Su virginidad tenía que permanecer intacta.
Coincidiendo con sus pensamientos su madre le dijo:
—Escúchame Aegon. Debes mantenerte puro. Sé que besaste a un par de sirvientas —Aegon no le dijo que hizo más que eso hace solo unas semanas atrás—, pero no debes dejar que nadie te arrebate tu virtud. Oraré a la Doncella para mantenerte en el camino correcto, y tú debes hacer lo mismo cada vez que entres en celo. Cuando llegue el momento te casarás, serás fiel y la Madre te bendecirá con hijos legítimos.
Se estaba esforzando por mantener sus manos lejos de su cuerpo justo en ese momento, dudaba que pudiera ponerse a orar.
Luego Alicent volvió a irse y regresó con el maestre Orwyle. Al menos le había dado el tiempo suficiente para conseguir correrse por segunda vez.
El maestre solo palpó su vientre, ignorando su visible nueva erección y la humedad entre sus piernas; y le hizo un par de preguntas sobre su cuerpo, que Aegon consiguió responder lo mejor que pudo, sus toques lo distraían. Se le pasó por la cabeza la locura de sugerirle, al maestre, que lo tocara más íntimamente.
Su madre miraba fuera de la ventana, pensativamente, con una expresión preocupada. Orwyle se volvió hacia ella.
—Mi reina, nunca antes he visto con mis propios ojos el estro de un Omega, pero he aprendido todo lo necesario sobre los Targaryen. El príncipe Aegon se encuentra bien; es un joven sano y vital, tal vez por eso se haya manifestado a sus trece años. Aun así le haré un seguimiento para confirmar que todo se desarrolle con normalidad.
Alicent hizo una mueca al escuchar lo último.
—Me alegra oír eso gran maestre —le respondió—. Debo enviarle un cuervo a mi padre urgentemente. Dejemos al príncipe descansar.
Cuando se fueron, Aegon escuchó como su madre cerraba su habitación con llave desde afuera.
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Sintió los días pasar lentamente. Orwyle había decidido darle vino del sueño en las noches, para que consiguiera dormir; en las mañanas su madre lo limpiaba con un paño húmedo. Había llevado consigo a una sirvienta la primera vez, la misma con la que había perdido la virginidad, si no recordaba mal. Ya había olvidado su nombre.
Unas semanas atrás, Aegon estuvo lanzándole miradas cuando entrenaba en el patio; y una noche ella se coló en su habitación preguntándole si necesitaba algo para dormir mejor. Era evidente que buscaba conseguir algún favor de él, pero eso no le importó. Aegon le había robado besos a algunas sirvientas que había conseguido acorralar, pero nunca parecían estar dispuestas a más. Así que cuando se le presentó la oportunidad de mojarlo, no lo desaprovechó.
Le sonrió a la sirvienta que estaba parada tras su madre y ella lo hizo de vuelta, su madre se dio cuenta. Le dijo que ya no era necesaria su presencia, echándola y encargándose de lavarlo ella misma. También se ocupaba de darle de comer, Aegon consiguió hacerlo al menos dos veces al día, pero solo si se trataba de sopa.
Así que la mañana en la que el calor bajó y ya no tenía esa extraña sensación de embotamiento, producto del vino del sueño llenándole la cabeza; pateó las sábanas, se puso una bata y fue a buscar comida de verdad.
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Apareció en el comedor, cuando sus hermanos y sobrinos desayunaban. Todos lo miraron extrañados, cada uno a su manera. Aegon simplemente se sentó y le pidió a una sirvienta: huevos, tocino, avena y zumo, luego cogió pan de la mesa y empezó a comer.
—¿Ya no estás enfermo? —le preguntó Lucerys.
—No. Ya no —le respondió Aegon con una sonrisa.
—¿Qué tenías? —volvió a preguntar Lucerys.
Jacaerys le puso un vaso de leche delante para que la tomara y se callara. Pero Lucerys continuó hablando.
—Yo nunca estuve enfermo tantos días. ¿Era contagioso?
Jacaerys le hacía gestos para que dejara de preguntar.
—No, pero algún día te enfermarás también. Suele aparecer repentinamente, como a mi edad. Es insoportable. Te compadezco desde ahora —le dijo Aegon con una fingida expresión de lástima.
Lucerys también era un Omega, no estaba mintiendo.
—No le digas eso —intervino Helaena con su usual tono soñador—. No es tan desagradable; además, a mí no me molestaría que me encerraran en mi habitación durante esos días.
Esa vez fue Aemond quien intentó callar a su hermana con la miraba. Nunca funcionaba.
—No sabes a que casta perteneces, hermana. No opines —le respondió Aegon.
—Pero si lo sé. Soy como tú y Lucerys.
"No eres como yo" pensó.
—¿Me enfermaré por ser un Omega? —le preguntó Lucerys a su hermano.
—Sí — le respondió Aegon antes de que Jacaerys pudiera hacerlo— ¿Qué nombre le pusieron al recién nacido? —Recordó que Rhaenyra había dado a luz, justo la mañana en la que se había manifestado su celo.
—Joffrey —le contestó Jacaerys.
Aegon solo asintió ante el nombre tan poco valyrio. Aunque sus sobrinos ni siquiera parecían ser Targaryen, le extrañó de todas formas.
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Decidió que iría a entrenar, necesitaba un poco de ejercicio después de haber estado casi una semana en cama.
Ser Criston le dio la bienvenida y todo transcurría con relativa normalidad, hasta la llegada de Harwin Strong.
De pronto se encontró peleando junto al tonto de su hermano contra Ser Criston y luego contra Jacaerys. Al principio sólo le pareció divertido, pero luego se dejó llevar y todo se transformó en una competencia real instada por Ser Criston y Ser Harwin.
Al final, este último perdió el control ante una provocación de Cole, un rumor que ya había escuchado de la boca de su madre en alguna ocasión. Lo que le costó el puesto de comandante de la guardia de la ciudad.
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No le dio más importancia de la necesaria al asunto y les pidió a unas sirvientas que le prepararan un baño. Su madre entró mientras estaba en la tina.
"Sé que me has visto desnudo en los últimos días, pero ¿puedo tener un poco de privacidad ahora?".
—Creía que aún estarías en cama, pero me dijeron que fuiste al patio de entrenamiento. —le dijo su madre. Aegon asintió—. El gran maestre quiere revisarte una vez más, para completar su registro.
La sensación de ser una rata de laboratorio para Orwyle, que había tenido en los últimos días, no había sido un error.
—Iré a verlo al terminar de bañarme.
Dijo eso y esperó a que su madre se fuera, pero no lo hizo; en cambio ella solo suspiró y se acercó a la tina.
—Desde mañana, también debes aprender lecciones de la septa de tu hermana —le dijo Alicent.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque… te casaras con Aemond, y tendrás que aprender lo necesario sobre como ser una buena esposa y madre.
Aegon miró a Alicent, sin poder reaccionar, por un largo rato. Incluso creyó haber escuchado mal, pero repitió las palabras en su cabeza y eso solo dio paso a la incredulidad.
—¿De qué estás hablando, madre?
—Lo discutí con tu abuelo, y ambos estamos de acuerdo en que es lo mejor para ti.
—¿Lo mejor para mí? —preguntó aún sin poder creerlo—. Pero… pensé que me casaría con alguna hija de un lord. Soy un Omega… pero aun así puedo engendrar hijos con una mujer.
—Yo quería que eso pasara —le aseguró su madre—. Que te casaras con alguna dama noble, y afirmaras tu reclamo teniendo descendencia; para que el día en el que te sentaras en el trono de hierro, nadie pudiera usurpártelo.
—Yo no soy el heredero…
—¡Lo eres Aegon! —exclamó su madre— Pronto serás mayor de edad. ¿Cómo puedes no darte cuenta? Eres el primer hijo varón de tu padre, el legítimo heredero al trono. Todo el reino lo supo cuando naciste.
Aegon escuchó a su madre en silencio. Después de todos estos años aún seguía con eso.
—Pero, naciste siendo un Omega. Por eso Rhaenyra cree que su reclamo es más válido, está equivocada; ya que tienes más hermanos. —Alicent agarró su rostro y le explicó con paciencia, como si dudara de que Aegon pudiera entenderla—. Puede que un Omega no sea apto para ser rey; pero si te casas con tu hermano, él puede ocupar tu lugar. El gran maestre dice que es muy probable que Aemond sea un Alfa. Tú asegurarás que un varón Alfa llegue al trono, Rhaenyra no podrá competir contra eso.
—Ella tiene hijos varones, puede que Jace o Joffrey sean Alfas…
—Son bastardos, Aegon, tú lo sabes —dijo soltándolo—. Ellos no tienen derecho al trono.
—No voy a casarme con Aemond.
"Por favor, no me obligues"
—Lo harás. Es un buen chico, son cercanos en edad y según las… tradiciones Targaryen, su matrimonio será bien recibido. —Su madre cambió su expresión a una seria—. Sé que nunca te ha interesado comportarte de acuerdo a tu rango, a pesar de los esfuerzos que he hecho. Así que serás el puente para que otro hijo varón legítimo, que si lo hace, ocupe el lugar de tu padre cuando llegue el momento. Serás el príncipe consorte, solo te ocuparás de tus hijos y demás tareas de acuerdo a tu posición; dejarás el peso del reino en manos más capaces. Es lo mejor para todos.
¿Él no era capaz? Siempre supo que las exigencias de ser un príncipe no estaban hechas para él, pero escucharlo de su madre era hiriente. Hizo todo lo que le pidió lo mejor que pudo, pero por supuesto no había sido suficiente.
—Él no es un Alfa. Ni siquiera tiene un dragón.
Era su última carta, pero su madre no se echaría para atrás.
—Conseguirá un dragón algún día. Y he hecho que el gran maestre Orwyle examinara a Aemond, y Daeron también fue examinado por un archimaestre de la Ciudadela. Comparándolos, los maestres llegaron a la conclusión de que hay muchas probabilidades de que Aemond sí sea un Alfa. Ustedes son la pareja ideal para ocupar el puesto de rey y consorte real.
—Casa a Helaena con Aemond, ella dice que también es una Omega.
—¿Entendiste algo de lo que te dije? —preguntó su madre con fastidio.
—Necesitas que un Omega sea el consorte de Aemond. Preferiblemente debe ser hermano suyo. Puede que Helaena sea una idiota, incluso más que yo; pero al ser mujer es una consorte más apta, entonces lo compensa.
—No hables así de tu propia hermana. Y obviaste la parte donde digo que necesitamos unir tu reclamo con el de tu hermano. Helaena se comprometerá con Daeron, y así tú y ella se mantendrán lejos de que Rhaenyra busque comprometerlos con sus bastardos.
Aegon miró a su madre nuevamente confuso.
—Sugirió que tú te comprometieras con Jacaerys, cuando se enteró de que acababas de entrar en tu ciclo de celo; al negarme, quiso a Helaena. No tiene vergüenza.
No sabía si le horrorizaba más imaginarse casado con Aemond o con Jacaerys. Aunque, al menos, el último no le desagradaba todo el tiempo.
—Después de tus lecciones con el maestre, iremos a hablar con tu padre. Puede que te pregunte que opinas sobre comprometerte con tu hermano, tú le dirás que no tienes ningún problema al respecto. Podemos esperar el anuncio de tu compromiso en la cena de esta noche. A mi hijastra cada vez se la acabarán más las opciones.
"¿Podrías dejar de pensar en Rhaenyra y empezar a pensar en mí? ¿No ves que seremos un matrimonio tan infeliz como el que tienes con mi padre? ¿Alguna vez te ha importado lo que yo siento?"
—Quita esa cara, estoy pensando en lo mejor para ustedes dos al sugerir este compromiso.
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No dejó de mirar a Aemond, cuando estuvieron todos juntos tomando sus lecciones. Aemond intentaba ignorarlo al no conseguir que le dijera que le pasaba. Tal vez él aún no estaba enterado del plan que su madre y abuelo habían orquestado.
Por primera vez se fijó en su hermano. No era como si nunca le hubiera prestado atención, pero ya que iba a casarse con él, al menos quería encontrarle alguna cualidad positiva.
Lo único que vio fue a un niño. Uno que no actuaba de acuerdo a su edad y que además era, según su madre, un mejor príncipe.
El maestre hizo una pregunta y, como no, Aemond fue quien respondió correctamente. En otra, fue Helaena quien lo hizo, luego volvió a ser Aemond; después Jacaerys lo intentó solo para que Aemond lo corrigiera. El maestre, como su madre, abuelo, y el resto del mundo; estaba complacido con él.
Hablando de su madre, una doncella apareció antes de que terminaran sus lecciones demandando que la reina requería la presencia de Aemond en ese momento.
Aegon se preguntó si su hermano se negaría, por primera vez, a algo que le pidiera su madre.
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Estaba en su habitación, cuando un guardia real le dijo que debía acompañarlo con el rey por petición de la reina.
Él obedientemente camino delante suyo. Haría esto como todo lo demás. ¿Su madre quería comprometerlo con su hermano? Bien, que lo hiciera. Aún tenía tiempo para hacer lo que quisiese hasta su boda. ¿Debía darle hijos? De acuerdo. Su cuerpo estaba capacitado para hacer eso. Lo haría y luego ya lo dejarían en paz. La nodriza y demás sirvientas se encargarían de cuidar a los niños. ¿Tenía que ser el príncipe consorte? Perfecto. No se imaginaba a sí mismo siendo el rey, probablemente intentaría escapar antes que asumir esa responsabilidad. Pero, aún así… no quería que nada de eso pasara.
¿Por qué no podían simplemente comprometerlo con alguna mujer que él eligiera? No quería tener que embarazarse, la primera esposa de su padre murió en el parto. Es más, no quería casarse; ni siquiera con una mujer. Él quería estar con todas las que deseara, sin ningún tipo de compromiso que lo hiciera sentir encarcelado. No le interesaba tener un puesto real, solo debían darle suficientes comodidades y él nunca sería un obstáculo para todo el que quisiera sentarse en el trono. ¿Por qué no podían simplemente dejarlo vivir el camino que él había decidido que le traía felicidad?
Al llegar ante su padre, este lo recibió como nunca antes lo había hecho.
—¡Aegon! —exclamó el rey dándole la bienvenida y estiró la mano que le quedaba, esperando que se acercara.
Lo hizo y su padre puso su mano a un lado de su rostro, acariciándolo después de años de haber olvidado que tenía otros hijos a los que dar afecto, aparte de Rhaenyra. Aun así, Aegon se sintió reconfortado.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.
—Mejor, padre.
—El primer Omega varón en mucho tiempo. Serías un excelente príncipe consorte. ¿Qué opinas sobre casarte con Jace?
"Que mi madre me mataría si Jacaerys llegara a poner un hijo dentro mío"
Aegon no pudo responder nada, porque entró Alicent acompañada de Aemond. Viserys se extrañó al ver a este último.
—Creía que querías hablar sobre el futuro matrimonio de Aegon.
—En realidad el de todos nuestros hijos, majestad.
Viserys esperó que continuara.
—Siguiendo las tradiciones Targaryen, es ideal el matrimonio entre hermanos. Por eso propongo que Aegon y Aemond se comprometan, al igual que Helaena y Daeron.
Viserys se tomó su tiempo en responder.
—Rhaenyra te propuso que Aegon o Helaena fueran el futuro consorte de Jacaerys.
—¿Y qué pasaría con Lucerys? —dijo su madre, fingiendo preocupación—. El niño también es un Omega, y al ser hermano de Jacaerys tiene mucho más derecho de contraer matrimonio con él.
—¿Dices que piensas en el bien de Lucerys al tomar esta decisión?
—Pienso en mis hijos, Viserys, Rhaenyra es quien debe pensar en los suyos.
—Una alianza entre nuestras familias, acabaría con toda esta enemistad sin sentido entre tú y mi hija.
—Solo hablo en nombre de la tradición y el bienestar de los niños al sugerir estos compromisos. Rhaenyra gozó del privilegio de elegir ella misma a su prometido, pero ahora solo tiene un esposo que prefiere pasar el tiempo con un caballero sin tierras. Somos los padres quienes sabemos que es lo mejor para nuestros hijos, debemos asegurar su felicidad.
Aegon quiso reír.
Hubo un largo silencio. Al parecer su padre no encontraba la forma de declinar la sugerencia.
—¿Estás de acuerdo, hijo? —le preguntó Viserys al final— ¿Deseas comprometerte con tu hermano?
Tenía suerte de que uno de sus padres quisiera saber, al menos, que opinaba sobre su matrimonio. Pero sabía que no había forma de negarse, no sin terminar siendo repudiado por su propia madre. Pero… ¿perdería mucho si lo hiciera?
¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué ella deje de interesarse en él? ¿No era eso algo bueno? Miró a su madre, y pensó en como lo había cuidado cuando se había manifestado su celo. Era la misma forma en que lo hacía cuando se resfriaba o se lastimaba de niño, recordó como lo arrullaba cuando se acercaba a ella llorando en busca de consuelo. Siempre había estado sobre él, exigiéndole, ahogándolo, pero para Aegon perder lo poco que obtenía de ella era perderlo todo.
—¿Aegon?
Se dio cuenta de que se había quedado en silencio mirando a su madre, que ahora lo veía ansiosa.
—Sí, padre. Ese es mi deseo —respondió.
Volvió a mirar a su madre y la vio asintiendo con la cabeza con una sonrisa en su rostro. El de su hermano solo expresaba sorpresa.
—¿Y tú, Aemond?
—Sí, padre.
Una respuesta inmediata, no cabía duda de que su madre había hecho un mejor trabajo con Aemond.
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Al salir de la cámara del rey, Aegon se alejó inmediatamente de su madre y de su hermano. No le importó si quería decirle algo más, ya había hecho suficiente por ella ese día. Fue a las cocinas a robar un poco de vino.
El anuncio de su compromiso se hizo en la cena, justo como Alicent quería. Aegon estaba lo suficientemente borracho como para que no le importara. Su padre también dijo que esperaba la respuesta de Daeron a la idea de comprometerse con Helaena, esta obviamente había aceptado sin pensar demasiado en ello; Daeron no sería muy diferente, teniendo a los Hightower detrás diciéndole exactamente que contestar.
Al día siguiente; Rhaenyra, Ser Laenor y sus hijos, abandonaron la Fortaleza Roja rumbo a Rocadragón. Aegon vio, desde una torre, como el barco se perdía en el horizonte. ¿Ahora quienes lo distraerían de su permanente agobio? estando sus sobrinos lejos.
Este capítulo pertenece a Aegon y solo a él, ¿por qué? porque lo amo. En los próximos se desarrollará su relación con Aemond un poco más.
