.::NIEBLA Y FLORES::.
CAPÍTULO SEGUNDO
"AMIGO DE LA NIEBLA"
Cuando al fin abrió los ojos, se halló con un cruel paisaje: el lugar estaba rodeado de cadáveres, Orcos en su mayoría, y a su lado yacía un joven elfo con un flecha clavada en el pecho. Lo miró unos instantes sin recordarlo y sin saber qué hacía ahí. Después miró a su alrededor mientras sentía una punzada de dolor en la cabeza. Se pasó una mano por la frente sin poder recordar quién era o qué lugar era ese.
Pudo ponerse de pie trabajosamente y darse cuenta que estaba en una arboleda, pero ningún recuerdo se le vino a la mente. Se sentía mareado y curiosamente nervioso. Caminó por fuera del límite de los árboles y miró a su alrededor: todo lleno de cadáveres, Orcos y algunos Elfos. Por extraño que parezca, él sabía que era un Elfo y reconocía a los Orcos como enemigos.
- ¿Seré un soldado?- se preguntó.
Avanzó por entre la batalla de la noche anterior sin reconocer absolutamente nada. El día era una triste tarde de invierno. Parecía ser que había llovido, pues él estaba mojado, y una densa niebla invadía el lugar.
Salió del sector de la batalla y se encontró con una enorme empalizada. Caminó a través de ella, hasta que no aguantó más el dolor de su cabeza y se sentó en una roca. Ya no veía los cadáveres, sólo la niebla. Y esa niebla le trajo el primer recuerdo, vago pero recuerdo a final de cuentas. Cerró los ojos sintiendo que aquella gris visión le traía un sentimiento de paz y felicidad. Sonrió sin quererlo, y pudo imaginarse luego el sonido de unas olas, pero nada más.
Abrió los ojos, pues aquella imagen hacía que le doliera la cabeza con una punzada bastante mayor. De pronto, oyó el sonido de los cascos de unos caballos, y se puso de pie. No se había dado cuenta, pero un gran número de jinetes lo llevaba mirando un rato.
Lo que los jinetes habían visto era a un joven elfo sentado en una roca, mientras sonreía entre la niebla con los ojos ora cerrados ora abiertos, y parecía disfrutar lo que veía.
- ¡Oiga!- le gritó el jefe de los jinetes.- ¿Quién es usted?
- ¿Quién soy?- preguntó hablando por primera vez, mientras se ponía de pie. Pensó unos momentos y desesperado dijo luego.- ¡N- no lo sé! No puedo creerlo... ¡no sé quién soy!
- Tiene una herida en la frente, señor.- le dijo un elfo al jefe.- Lo más probable es que haya perdido la memoria al golpearse.
- ¿De verdad no recuerda quién es?- le preguntó el jefe apeándose de su caballo. Se acercó al joven y le examinó la cabeza.- No sólo se golpeó la frente- dijo-, sino que también tiene una herida aquí atrás.
- ¿Usted sabe quién soy?- preguntó el joven, aturdido.
- Lo más probable es que haya pertenecido al grupo de elfos que fueron aniquilados anoche.- contestó el elfo con tristeza.- Parece ser que eran Téleri. ¿No lo recuerda?
- ¿Téleri...?- preguntó él sin entender.- N- no... Lo siento, pero no comprendo.
- Lo llevaremos a Hithlum.- le dijo el jefe a los demás.- Pásenle uno de los caballos que van sin jinete. Si venía de las costas de Sur, probablemente tenía alguna misión en Hithlum.
Le entregaron un caballo y lo ayudaron a subirse a él, pues nunca antes lo había hecho. Se sintió muy extraño al principio, pero con el viaje se acostumbró. El joven, que no recordaba su nombre ni de dónde era, fue llamado por los Elfos Hísiëndil, Amigo de la Niebla; pues lo habían encontrado entre ella, disfrutándola.
- Te llamaremos Hísiëndil.- le dijo el jefe de los jinetes al cabo de unos días de viaje. Atravesaban Nevrast y estaba próximos a cruzar unas colinas para atravesar hacia Dor-Lómin y luego a Hithlum.
- ¿Hísiëndil?- preguntó el joven curioso.- ¿Y por qué así?
- No recuerdo haber visto a alguien más feliz entre la niebla que tú.- le contestó.- Además, si no recuerdas tu nombre, no te puedo pasar la vida diciendo 'tú'.
- Eso es cierto.- sonrió Hísiëndil. Su nombre le gustaba, pues la niebla también lo hacía; le recordaba, aunque no lo sabía, a aquellos días tranquilos a orillas del Mar, en medio de la niebla, la brisa marina y el sonido de las gaviotas. 'Por lo menos- se dijo-, ya tengo un nombre que recordar'.- Disculpa- le dijo al jefe-, ¿a dónde vamos? Ya sé que dijiste que era a Hithlum, pero, aunque lo recuerdo sólo de nombre, no me dice mucho.
- Te llevaremos a nuestra ciudad. Probablemente el Rey querrá saber qué pasó y te llevaremos ante él. ¡No temas!- sonrió el jefe al verlo asustado.- El Rey Fingolfin es un noble caballero y ten la seguridad de que te acogerá bien. Además no has hecho mal alguno. Despreocúpate.
- Lo haré.- dijo Hísiëndil.
Así llegaron a las Tierras de Dor-Lómin, donde se encontraron con otro grupo de Elfos, pero estos eran servidores del hijo de Fingolfin, Fingon. Los jinetes les dijeron que eran de la guardia de Hithlum y que se dirigían hacia allá con noticias para el Rey. Así que pudieron continuar su marcha, pero descansaron antes en las orillas de un arroyo. Fue ahí donde Hísiëndil vio su reflejo por primera vez, luego de que despertara días atrás.
Iba a ir a lavarse la cara, la cual sólo se la habían limpiado antes los jinetes, y se hincó ante el arroyo. Pudo ver en el agua a un joven elfo de cabellos largos y claros, pero atados con un corto lazo a la altura de los hombros. Sus ojos eran claros también, muy parecidos al gris; su piel y sus ropas eran claras igualmente.
- Ahora tengo rostro y nombre.- se dijo.
Viajaron unos días más hasta que por fin llegaron a Hithlum, la Tierra de la Niebla, y luego hasta Mithrim; lugar donde vivía la mayor cantidad de las gente de Fingolfin. Esta gente moraba a orillas de un gran lago que tenía el mismo nombre de la región, y hacia allá fueron los jinetes y Hísiëndil.
- El Rey Fingolfin mora ahí también.- le dijeron.
Entraron en una bella y gran ciudad situada alrededor de la parte occidental del Lago Mithrim. Era un sitio hermoso, muy verde y asimismo con un tono grisáceo bastante bello. Muchos Elfos Noldor vivían ahí en armonía, pero se podía notar que estaban preparados para cualquier eventualidad.
Los jinetes llegaron alrededor de las tres de la tarde a la ciudad. Fueron recibidos por los suyos, y el jefe de la jinetes se encargó de buscarle a Hísiëndil ropas limpias y dignas de una presencia ante el Rey. Así que su esposa, una bonita dama elfa, le regaló unas bellas prendas grises.
- ¡Ahora sí que eres todo un Amigo de la Niebla!- sonrió el jefe de los jinetes, que se llamaba Meneldil.- Con esa clara apariencia y las ropas grises, cualquiera diría que un día de estos desaparecerás entre las nubes.
- Tal vez.- sonrió Hísiëndil.- Como no sé de dónde vengo, lo más probable es que me vaya con ellas.
- No cualquiera dejaría la belleza del Lago Mithrim por otra cosa.- dijo la esposa de Meneldil.- ¿Hay algo más bello que éste lago?
- El Mar...- murmuró Hísiëndil con la mirada perdida. No se había dado cuenta de lo que había dicho, y se sorprendió bastante.- ¡Qué cosas digo!
- Si eres un Téleri, lo más probable es que ames el Mar como ellos.- dijo Meneldil.- ¿Quién sabe?- hizo una pausa.- Debemos ir ante la presencia del Rey Fingolfin, Hísiëndil.- dijo.- Yo soy el Capitán de los Centinelas y debo informar lo que ha ocurrido. Tú vendrás conmigo. El Rey sabrá qué hacer.
- Muy bien.
Entonces partieron hacia el castillo y morada del Rey. Era un lugar enorme y muy hermoso. Estaba ubicado cerca de la orilla más alta del Lago y parecía observar, como un tranquilo gigante, a las casas que estaban bajo él. Meneldil y Hísiëndil se encaminaron hacia allá, y no tardaron mucho en llegar. El Capitán fue recibido con cariño por los guardias y otros funcionarios del palacio, y pronto estaban siendo anunciados ante el Rey Supremo de los Noldor, Fingolfin hijo de Finwë.
- ¡El Capitán de los Centinelas!- anunció un elfo ante el trono del Rey.
- ¡Salve, Gran Rey!- dijo Meneldil inclinándose. Hísiëndil lo imitó y una vez que se puso de pie pudo ver un hermoso rostro. Fingolfin era un elfo que a la vista se podía decir que era noble y de gran renombre. Estaba vestido con elegantes y finas ropas y su corona era realmente una joya hermosa. Los saludó con alegría, oyó toda la historia de Meneldil y se sintió muy interesado por Hísiëndil.
- ¿Dices que no recuerdas ni siquiera tu nombre?- le preguntó.
- Lo lamento, pero no, Señor.- contestó el joven elfo.- Sólo recuerdo éste nombre que me fue dado por Meneldil, Capitán de los Centinelas.
- Lo encontramos en medio de la niebla.- explicó el jefe de los jinetes.- De ahí su nombre. Lo más probable es que sea un Téleri, mi Señor. Un Eldar de la gente del Señor Círdan.
- Círdan...- murmuró Hísiëndil ceñudo. Aquel nombre le recordaba algo...
- Tal vez sea un mensajero de Círdan.- dijo el Rey.- De ser así, debo suponer que Círdan también ha estado preocupado por la Sombra. Debe de haber sentido algún mal presagio y quiso hacérmelo saber. Sin embargo, ya he sido advertido, pero no logro captar la magnitud del problema.- se quedó pensativo unos momentos.- Bueno, habré de conversar este asunto con mi hijo Fingon cuando llegue.
- Nos retiramos entonces, Señor.- anunció Meneldil.
- ¡Espera! ¿Qué harás con Hísiëndil? No creo que el joven quiera interrumpir tu nueva vida de casado, ¿verdad?- sonrió el Rey.- Me agradaría mucho conocerte mejor, joven Hísiëndil. Además, si pareces venir de la gente de Círdan, eres amigo de nosotros. Ahora bien, puedes perfectamente quedarte en palacio.
- ¡No tengo palabras para agradecerle, Señor!- sonrió Hísiëndil inclinándose.
- No te preocupes.- sonrió el Rey.- Ahora, Meneldil, ve a descansar. Se ve que de aquel viaje y la batalla aún no te repones.
- Me encuentro bien, Señor.- dijo el aludido.- Pero no me negaré a cumplir su orden.
- Adelante. Y a ti, joven Hísiëndil, te estaré esperando también en mi mesa esta noche. Te mostrarán tus habitaciones ahora, y descansa si quieres.
- Sí, Señor.- el joven fue conducido, luego de despedirse agradecidamente del Rey, a unas amplias habitaciones, cuyas ventanas daban hacia las aguas del Lago Mithrim. Al verlas, sintió aquella antigua sensación de paz y volvió a sonreír.
Hísiëndil no quiso descansar, y salió a caminar por la ciudad, maravillándose de todo lo que veía, pues todo le era nuevo. Llegó hasta un pequeño puerto donde brillaba en todo su esplendor la belleza del Sol al ocaso. Estuvo mirándolo ensimismado, sentado en una playa, cuando algo se interpuso entre el Sol y sus ojos.
Caminaba dulcemente por la arena en compañía de un elfo mayor a ella. Tenía un largo cabello rubio, más dorado que otro color, y unos preciosos ojos azules, en los que él, al verlos, pudo ver las olas del Mar claramente. Su vestido era blanco, lo que le daba una visión de ensueño.
- ¡Oh, padre!- decía sonriendo, sin haber visto aún a Hísiëndil.- No sé por qué te esmeras en llevarme la contra. Sabes bien que no lograrás hacer que no...
- Lo sé, pequeña, lo sé.- reía su padre.- Es sólo que me gusta ver cómo te esfuerzas en lograr lo que quieres. Tienes un carácter muy parecido al mío, en ese sentido. Pero eres dulce y bella como tu madre.
- ¿A sí que sólo me molestas?- gruñó ella divertida. Entonces vio al joven elfo sentado en la playa y mirándola como hipnotizado.
- Buenas tardes.- sonrió el padre de ella.
- Bu- buenas tardes.- balbuceó Hísiëndil saliendo de su ensimismamiento.- Linda puesta de Sol, ¿verdad?- sonrió nervioso.
- Sí. Es muy bella.- sonrió la joven.
- ¡Oh, acabo de recordarlo, hija mía!- exclamó su padre.- Eso era de lo que no conseguía acordarme. ¡Esta noche cenaremos con el Rey! Nos invitó a la recepción del Señor Fingon.
- ¿Lo habías olvidado?- preguntó la joven arqueando las cejas.- ¿Dónde tienes la cabeza, padre?
- En algún lugar que de momento no recuerdo.- rió él.- Adiós, joven.- le dijo a Hísiëndil.- ¿Vamos, Lissëloth?
- Sí, padre.- sonrió la joven siguiéndolo.
- Lissëloth...- balbuceó Hísiëndil sintiendo cómo el corazón le latía rápidamente...- De verdad es toda una Dulce Flor.
~^_^~
- ¡Esto se le ve divino, joven!- exclamaba una elfa.- Se ve usted muy bien, si me permite decirlo.
- Gracias.- murmuró él sonrojado.
- Bueno, si va a llegar el Señor Fingon, no puede estar menos presentable.- decía la elfa. Lo miró fijamente, rió y dijo: ¡Tan melancólico que está! Cualquiera diría que se enamoró esta tarde.
- ¡Qué cosas dice!- rió Hísiëndil sonrojándose más, mientras recordaba a la joven.- Como si algo así fuera posible...
- No lo sé, pero yo siempre he dicho que decir 'imposible' es tentar al Destino. ¡Todo es posible!
- ¿Qué...?- exclamó Hísiëndil sorprendido. Le recordaba algo...- ¿Quién se lo dijo?- le preguntó.
- ¡Oh, no recuerdo quién!- dijo ella.- Pero es común en quienes pensamos así. Hay que ser positivos. Además, estamos en días tan extraños que...- siguió hablando, pero el joven no la oía. Aquella frase... se la había oído a alguien antes.- ¿Está usted bien?- le preguntó la elfa.
- S- sí... Sólo trataba de recordar algo...
- Ya tendrá tiempo para eso. Ahora vaya al gran salón, pues la cena será ahí. ¡Ya quiero ver cuántas doncellas se darán vuelta para mirarlo!
- Sólo deseo que me mire una...- murmuró él sonriendo.
- ¡Lo sabía!- rió la elfa, mientras el joven dejaba la habitación.
Hísiëndil se dirigió por numerosos corredores y escaleras hasta el gran salón del palacio. Una vez que llegó ahí pudo ver al Rey sentado en su trono junto a un elfo que se le parecía mucho. El joven supuso que sería Fingon, el hijo del Rey. Los saludó con una reverencia y ellos le sonrieron.
También había otras personas conversando y riendo. Saludó a muchas sin saber quiénes eran, pero cuando llegó Meneldil y su esposa conversó largo rato con ellos; hasta que algo llegó a robarle la atención:
Por la gran puerta de entrada, apareció el señor que había visto en la playa, seguido por su esposa y dos hijos. Uno de ellos era hombre y, más atrás, estaba Lissëloth. Hísiëndil quedó nuevamente hipnotizado y Meneldil rió al verlo.
- ¡Sí que eres un joven extraño!- le dijo entre carcajadas.- No llevas ni un día en Hithlum ¡y ya estás enamorado!
- No digas eso.- sonrió su esposa.
- Pero mírale la cara, querida.- seguía riendo.- Oh, mi querido amigo. No te recomiendo que te fijes en ella, porque...- se detuvo, pues el Rey se había puesto de pie, y con él su hijo.
- Quiero saludarlos a todos.- dijo sonriendo.- Sean bienvenidos, en especial mi querido hijo, Señor de Dor-Lómin. Espero que esta noche sea del agrado de todos, mis queridos invitados.
- Hay uno que ya está disfrutando.- sonrió Meneldil al oído del joven, quien enrojeció.
- Ahora- prosiguió el Rey-, vamos a cenar en honor a mi hijo Fingon, sobre todo, pero también por un nuevo huésped de Hithlum.- señaló al sorprendido joven.- Él es Hísiëndil- dijo-, Téleri de la gente del Señor Círdan. Ha llegado esta tarde con Meneldil, Capitán de los Centinelas. Espero que sea tratado con la gran hospitalidad que tenemos los Noldor.
- ¡Mira, padre!- susurró Lissëloth.- Es el joven que vimos esta tarde en la playa.
- Sí. Eso veo.- contestó su padre.- No se me habría pasado por la cabeza que era un Téleri. Tal vez sí... es un poco pálido...
- Ahora, ¡vamos a cenar!- sonrió el Rey.
Todos se dirigieron a la gran mesa que estaba dispuesta. El Rey se sentó en la cabecera, mientras que su hijo lo hizo a su derecha. Fingolfin invitó a Hísiëndil a sentarse a la derecha de su hijo, pues su esposa lo haría a su izquierda. A la izquierda de su esposa estaba el padre de Lissëloth, pues era un elfo de renombre. Él estaba junto a su esposa, luego su hija e hijo. Junto a Hísiëndil se sentó Meneldil y su mujer. Y así seguía la larga lista de invitados.
El joven elfo estaba más preocupado mirando con frecuencia a Lissëloth que de oír la conversación de Fingon y los demás. Pero tuvo que dejar de observar, pues él fue el observado. El padre de Lissëloth comenzó a interrogarlo sobre su procedencia, pero él se limitó a decir lo que recordaba desde que había despertado hacía más de una semana.
- Debe de ser un gran problema despertar y no saber quién se es.- dijo el señor.
- Es... curioso.- sonrió el joven.- Todo lo que veo me parece nuevo y... hermoso.- miró a Lissëloth rápidamente.- Aunque confío en que recordaré todo.
- ¡Un joven positivo!- sonrió Fingon.- ¡Eso me gusta!
- Apenas recuerde todo, no se le olvide decírmelo.- bromeó el padre de Lissëloth.- Estoy intrigadísimo con usted. No todos los días ocurre esto. Está cordialmente invitado a mi casa apenas recuerde su pasado.
- Lo tendré presente.- sonrió Hísiëndil.
La cena transcurrió armoniosa y alegre, hasta que el Rey ordenó que sus músicos comenzaran a tocar sus suaves instrumentos, arpas sobre todo, pues eso haría más alegre la recepción. Muchos de los elfos más jóvenes, entre ellos Hísiëndil, se levantaron de la mesa y se dirigieron a distintos lugares del gran salón para dejar a los mayores y sabios conversar sus temas de interés e importancia.
- Es un gusto conocerlo, señor Hísiëndil.- dijo un joven detrás de él. Era el hermano de Lissëloth, pero contrastaba físicamente con ella. Era un joven elfo de cabello oscuro y altura elevada. Sin embargo, tenía los mismos ojos azules que su hermana.
- El gusto es mío.- contestó Hísiëndil ruborizándose por la sorpresa.
- Espero que disfrute de Hithlum y Mithrim.- decía el primer joven.- Si gusta, cualquier día podría acompañarlo a conocer el lugar.
- Muchas gracias, señor...
- Urthel hijo de Arthad.- dijo el joven.- Mi hermana, aquí presente, se llama Lissëloth.
- Ya había tenido oportunidad de saludarla.- sonrió Hísiëndil mirándola como perdido en sus ojos.
- Así es.- dijo ella.- Es un gusto conocerlo.
- El gusto es mío.- sonrió el joven.
Urthel sintió de pronto que sobraba en aquella conversación, pues pudo ver claramente que Hísiëndil se sentía atraído por su hermana. Sonrió, y hubiera dejado a los demás solos, pero algo ocurrió que se lo impidió:
A su lado llegó de repente otro elfo. Era un joven de agradable aspecto; tenía el cabello castaño oscuro y los ojos parecidos al pardo. Vestía elegantemente y saludó a los demás con cortesía.
- ¡Urthel!- dijo sonriente.- Y su hermosa hermana Lissëloth. Lamento mucho haber llegado tarde, pero ya me excusé con su Alteza.
- ¡Náril!- saludaron los dos hermanos, mientras el rostro de la joven se iluminaba.
- Náril, te presento a Hísiëndil.- dijo Urthel.- Llegó esta tarde a Mithrim. Proviene de los Téleri de las Falas.
- Mucho gusto.- saludó el aludido tendiéndole una mano.
- El gusto es mío.- dijo el joven, aceptando el saludo.
- Lissëloth- dijo Náril-, ¿podría conversar unos momentos contigo?
- Claro.- contestó ella sonriendo. Se dirigieron a un balcón que estaba en una de las alas del gran salón, y Urthel y Hísiëndil conversaron unos momentos; pero el joven elfo recordaría aquello como triste, pues la noticia que le dieron no le fue grata.
- Él es Náril, hijo de un amigo de mi padre. Es un soldado importante del Rey Fingolfin.- dijo Urthel.- Hace unos meses atrás se comprometió para matrimonio con Lissëloth. Ella lo quiere mucho.
- Ya... ya veo.- murmuró Hísiëndil con tristeza.
Al cabo de un rato se le acercó Meneldil sonriendo. Al verlo serio y algo deprimido, le dijo:
- ¿Qué pasa, joven amigo? ¿Desilusiones repentinas?
- Así parece.- contestó él.
- Iba a decírtelo- dijo Meneldil-, pero habló el Rey. La joven doncella Lissëloth está comprometida con el señor Náril.
- Ya me lo dijeron.
- ¡Arriba ese ánimo! Acabas de llegar hoy y ya sufres por una dama. A este paso, mañana te tirarás de un puente.- rió.- Tómate todo esto con calma.
- Y eso he hecho.- dijo Hísiëndil.- Pero esto no lo tenía pensado. Sólo ocurrió esta tarde... ¡No me mires así!- rió el joven.- Me tomaré las cosas con calma y esperaré el tiempo que sea, si así me lo recomiendas.
- ¡Muy bien dicho!
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¡Ooooh! Segundo capítulo y ya tenemos a un joven elfo enamorándose. Ya sé que a algunos les parecerá que ha sido todo muy rápido, pero preferí no alargar la llegada de Hísiëndil a Mithrim. Espero, eso sí, que les haya gustado este capi y que me dejen esos bellosss y preciosssos reviewsss. Bueno, y como muchos ya lo saben, tenemos nuestra casita virtual en nuestro amado WebSite, no de esta historia pero sí de la familia, laEstrelladelNorte.tk ¡Nos vemos! ^_^
P.D. Lórien Potter, ahora ya tienes un nombre para tu amado "él". Espero que te haya gustado, aunque literalmente Hísiëndil no significa Amigo de la Niebla. Pero preferí ponerle así para hacerlo más fácil.
CAPÍTULO SEGUNDO
"AMIGO DE LA NIEBLA"
Cuando al fin abrió los ojos, se halló con un cruel paisaje: el lugar estaba rodeado de cadáveres, Orcos en su mayoría, y a su lado yacía un joven elfo con un flecha clavada en el pecho. Lo miró unos instantes sin recordarlo y sin saber qué hacía ahí. Después miró a su alrededor mientras sentía una punzada de dolor en la cabeza. Se pasó una mano por la frente sin poder recordar quién era o qué lugar era ese.
Pudo ponerse de pie trabajosamente y darse cuenta que estaba en una arboleda, pero ningún recuerdo se le vino a la mente. Se sentía mareado y curiosamente nervioso. Caminó por fuera del límite de los árboles y miró a su alrededor: todo lleno de cadáveres, Orcos y algunos Elfos. Por extraño que parezca, él sabía que era un Elfo y reconocía a los Orcos como enemigos.
- ¿Seré un soldado?- se preguntó.
Avanzó por entre la batalla de la noche anterior sin reconocer absolutamente nada. El día era una triste tarde de invierno. Parecía ser que había llovido, pues él estaba mojado, y una densa niebla invadía el lugar.
Salió del sector de la batalla y se encontró con una enorme empalizada. Caminó a través de ella, hasta que no aguantó más el dolor de su cabeza y se sentó en una roca. Ya no veía los cadáveres, sólo la niebla. Y esa niebla le trajo el primer recuerdo, vago pero recuerdo a final de cuentas. Cerró los ojos sintiendo que aquella gris visión le traía un sentimiento de paz y felicidad. Sonrió sin quererlo, y pudo imaginarse luego el sonido de unas olas, pero nada más.
Abrió los ojos, pues aquella imagen hacía que le doliera la cabeza con una punzada bastante mayor. De pronto, oyó el sonido de los cascos de unos caballos, y se puso de pie. No se había dado cuenta, pero un gran número de jinetes lo llevaba mirando un rato.
Lo que los jinetes habían visto era a un joven elfo sentado en una roca, mientras sonreía entre la niebla con los ojos ora cerrados ora abiertos, y parecía disfrutar lo que veía.
- ¡Oiga!- le gritó el jefe de los jinetes.- ¿Quién es usted?
- ¿Quién soy?- preguntó hablando por primera vez, mientras se ponía de pie. Pensó unos momentos y desesperado dijo luego.- ¡N- no lo sé! No puedo creerlo... ¡no sé quién soy!
- Tiene una herida en la frente, señor.- le dijo un elfo al jefe.- Lo más probable es que haya perdido la memoria al golpearse.
- ¿De verdad no recuerda quién es?- le preguntó el jefe apeándose de su caballo. Se acercó al joven y le examinó la cabeza.- No sólo se golpeó la frente- dijo-, sino que también tiene una herida aquí atrás.
- ¿Usted sabe quién soy?- preguntó el joven, aturdido.
- Lo más probable es que haya pertenecido al grupo de elfos que fueron aniquilados anoche.- contestó el elfo con tristeza.- Parece ser que eran Téleri. ¿No lo recuerda?
- ¿Téleri...?- preguntó él sin entender.- N- no... Lo siento, pero no comprendo.
- Lo llevaremos a Hithlum.- le dijo el jefe a los demás.- Pásenle uno de los caballos que van sin jinete. Si venía de las costas de Sur, probablemente tenía alguna misión en Hithlum.
Le entregaron un caballo y lo ayudaron a subirse a él, pues nunca antes lo había hecho. Se sintió muy extraño al principio, pero con el viaje se acostumbró. El joven, que no recordaba su nombre ni de dónde era, fue llamado por los Elfos Hísiëndil, Amigo de la Niebla; pues lo habían encontrado entre ella, disfrutándola.
- Te llamaremos Hísiëndil.- le dijo el jefe de los jinetes al cabo de unos días de viaje. Atravesaban Nevrast y estaba próximos a cruzar unas colinas para atravesar hacia Dor-Lómin y luego a Hithlum.
- ¿Hísiëndil?- preguntó el joven curioso.- ¿Y por qué así?
- No recuerdo haber visto a alguien más feliz entre la niebla que tú.- le contestó.- Además, si no recuerdas tu nombre, no te puedo pasar la vida diciendo 'tú'.
- Eso es cierto.- sonrió Hísiëndil. Su nombre le gustaba, pues la niebla también lo hacía; le recordaba, aunque no lo sabía, a aquellos días tranquilos a orillas del Mar, en medio de la niebla, la brisa marina y el sonido de las gaviotas. 'Por lo menos- se dijo-, ya tengo un nombre que recordar'.- Disculpa- le dijo al jefe-, ¿a dónde vamos? Ya sé que dijiste que era a Hithlum, pero, aunque lo recuerdo sólo de nombre, no me dice mucho.
- Te llevaremos a nuestra ciudad. Probablemente el Rey querrá saber qué pasó y te llevaremos ante él. ¡No temas!- sonrió el jefe al verlo asustado.- El Rey Fingolfin es un noble caballero y ten la seguridad de que te acogerá bien. Además no has hecho mal alguno. Despreocúpate.
- Lo haré.- dijo Hísiëndil.
Así llegaron a las Tierras de Dor-Lómin, donde se encontraron con otro grupo de Elfos, pero estos eran servidores del hijo de Fingolfin, Fingon. Los jinetes les dijeron que eran de la guardia de Hithlum y que se dirigían hacia allá con noticias para el Rey. Así que pudieron continuar su marcha, pero descansaron antes en las orillas de un arroyo. Fue ahí donde Hísiëndil vio su reflejo por primera vez, luego de que despertara días atrás.
Iba a ir a lavarse la cara, la cual sólo se la habían limpiado antes los jinetes, y se hincó ante el arroyo. Pudo ver en el agua a un joven elfo de cabellos largos y claros, pero atados con un corto lazo a la altura de los hombros. Sus ojos eran claros también, muy parecidos al gris; su piel y sus ropas eran claras igualmente.
- Ahora tengo rostro y nombre.- se dijo.
Viajaron unos días más hasta que por fin llegaron a Hithlum, la Tierra de la Niebla, y luego hasta Mithrim; lugar donde vivía la mayor cantidad de las gente de Fingolfin. Esta gente moraba a orillas de un gran lago que tenía el mismo nombre de la región, y hacia allá fueron los jinetes y Hísiëndil.
- El Rey Fingolfin mora ahí también.- le dijeron.
Entraron en una bella y gran ciudad situada alrededor de la parte occidental del Lago Mithrim. Era un sitio hermoso, muy verde y asimismo con un tono grisáceo bastante bello. Muchos Elfos Noldor vivían ahí en armonía, pero se podía notar que estaban preparados para cualquier eventualidad.
Los jinetes llegaron alrededor de las tres de la tarde a la ciudad. Fueron recibidos por los suyos, y el jefe de la jinetes se encargó de buscarle a Hísiëndil ropas limpias y dignas de una presencia ante el Rey. Así que su esposa, una bonita dama elfa, le regaló unas bellas prendas grises.
- ¡Ahora sí que eres todo un Amigo de la Niebla!- sonrió el jefe de los jinetes, que se llamaba Meneldil.- Con esa clara apariencia y las ropas grises, cualquiera diría que un día de estos desaparecerás entre las nubes.
- Tal vez.- sonrió Hísiëndil.- Como no sé de dónde vengo, lo más probable es que me vaya con ellas.
- No cualquiera dejaría la belleza del Lago Mithrim por otra cosa.- dijo la esposa de Meneldil.- ¿Hay algo más bello que éste lago?
- El Mar...- murmuró Hísiëndil con la mirada perdida. No se había dado cuenta de lo que había dicho, y se sorprendió bastante.- ¡Qué cosas digo!
- Si eres un Téleri, lo más probable es que ames el Mar como ellos.- dijo Meneldil.- ¿Quién sabe?- hizo una pausa.- Debemos ir ante la presencia del Rey Fingolfin, Hísiëndil.- dijo.- Yo soy el Capitán de los Centinelas y debo informar lo que ha ocurrido. Tú vendrás conmigo. El Rey sabrá qué hacer.
- Muy bien.
Entonces partieron hacia el castillo y morada del Rey. Era un lugar enorme y muy hermoso. Estaba ubicado cerca de la orilla más alta del Lago y parecía observar, como un tranquilo gigante, a las casas que estaban bajo él. Meneldil y Hísiëndil se encaminaron hacia allá, y no tardaron mucho en llegar. El Capitán fue recibido con cariño por los guardias y otros funcionarios del palacio, y pronto estaban siendo anunciados ante el Rey Supremo de los Noldor, Fingolfin hijo de Finwë.
- ¡El Capitán de los Centinelas!- anunció un elfo ante el trono del Rey.
- ¡Salve, Gran Rey!- dijo Meneldil inclinándose. Hísiëndil lo imitó y una vez que se puso de pie pudo ver un hermoso rostro. Fingolfin era un elfo que a la vista se podía decir que era noble y de gran renombre. Estaba vestido con elegantes y finas ropas y su corona era realmente una joya hermosa. Los saludó con alegría, oyó toda la historia de Meneldil y se sintió muy interesado por Hísiëndil.
- ¿Dices que no recuerdas ni siquiera tu nombre?- le preguntó.
- Lo lamento, pero no, Señor.- contestó el joven elfo.- Sólo recuerdo éste nombre que me fue dado por Meneldil, Capitán de los Centinelas.
- Lo encontramos en medio de la niebla.- explicó el jefe de los jinetes.- De ahí su nombre. Lo más probable es que sea un Téleri, mi Señor. Un Eldar de la gente del Señor Círdan.
- Círdan...- murmuró Hísiëndil ceñudo. Aquel nombre le recordaba algo...
- Tal vez sea un mensajero de Círdan.- dijo el Rey.- De ser así, debo suponer que Círdan también ha estado preocupado por la Sombra. Debe de haber sentido algún mal presagio y quiso hacérmelo saber. Sin embargo, ya he sido advertido, pero no logro captar la magnitud del problema.- se quedó pensativo unos momentos.- Bueno, habré de conversar este asunto con mi hijo Fingon cuando llegue.
- Nos retiramos entonces, Señor.- anunció Meneldil.
- ¡Espera! ¿Qué harás con Hísiëndil? No creo que el joven quiera interrumpir tu nueva vida de casado, ¿verdad?- sonrió el Rey.- Me agradaría mucho conocerte mejor, joven Hísiëndil. Además, si pareces venir de la gente de Círdan, eres amigo de nosotros. Ahora bien, puedes perfectamente quedarte en palacio.
- ¡No tengo palabras para agradecerle, Señor!- sonrió Hísiëndil inclinándose.
- No te preocupes.- sonrió el Rey.- Ahora, Meneldil, ve a descansar. Se ve que de aquel viaje y la batalla aún no te repones.
- Me encuentro bien, Señor.- dijo el aludido.- Pero no me negaré a cumplir su orden.
- Adelante. Y a ti, joven Hísiëndil, te estaré esperando también en mi mesa esta noche. Te mostrarán tus habitaciones ahora, y descansa si quieres.
- Sí, Señor.- el joven fue conducido, luego de despedirse agradecidamente del Rey, a unas amplias habitaciones, cuyas ventanas daban hacia las aguas del Lago Mithrim. Al verlas, sintió aquella antigua sensación de paz y volvió a sonreír.
Hísiëndil no quiso descansar, y salió a caminar por la ciudad, maravillándose de todo lo que veía, pues todo le era nuevo. Llegó hasta un pequeño puerto donde brillaba en todo su esplendor la belleza del Sol al ocaso. Estuvo mirándolo ensimismado, sentado en una playa, cuando algo se interpuso entre el Sol y sus ojos.
Caminaba dulcemente por la arena en compañía de un elfo mayor a ella. Tenía un largo cabello rubio, más dorado que otro color, y unos preciosos ojos azules, en los que él, al verlos, pudo ver las olas del Mar claramente. Su vestido era blanco, lo que le daba una visión de ensueño.
- ¡Oh, padre!- decía sonriendo, sin haber visto aún a Hísiëndil.- No sé por qué te esmeras en llevarme la contra. Sabes bien que no lograrás hacer que no...
- Lo sé, pequeña, lo sé.- reía su padre.- Es sólo que me gusta ver cómo te esfuerzas en lograr lo que quieres. Tienes un carácter muy parecido al mío, en ese sentido. Pero eres dulce y bella como tu madre.
- ¿A sí que sólo me molestas?- gruñó ella divertida. Entonces vio al joven elfo sentado en la playa y mirándola como hipnotizado.
- Buenas tardes.- sonrió el padre de ella.
- Bu- buenas tardes.- balbuceó Hísiëndil saliendo de su ensimismamiento.- Linda puesta de Sol, ¿verdad?- sonrió nervioso.
- Sí. Es muy bella.- sonrió la joven.
- ¡Oh, acabo de recordarlo, hija mía!- exclamó su padre.- Eso era de lo que no conseguía acordarme. ¡Esta noche cenaremos con el Rey! Nos invitó a la recepción del Señor Fingon.
- ¿Lo habías olvidado?- preguntó la joven arqueando las cejas.- ¿Dónde tienes la cabeza, padre?
- En algún lugar que de momento no recuerdo.- rió él.- Adiós, joven.- le dijo a Hísiëndil.- ¿Vamos, Lissëloth?
- Sí, padre.- sonrió la joven siguiéndolo.
- Lissëloth...- balbuceó Hísiëndil sintiendo cómo el corazón le latía rápidamente...- De verdad es toda una Dulce Flor.
~^_^~
- ¡Esto se le ve divino, joven!- exclamaba una elfa.- Se ve usted muy bien, si me permite decirlo.
- Gracias.- murmuró él sonrojado.
- Bueno, si va a llegar el Señor Fingon, no puede estar menos presentable.- decía la elfa. Lo miró fijamente, rió y dijo: ¡Tan melancólico que está! Cualquiera diría que se enamoró esta tarde.
- ¡Qué cosas dice!- rió Hísiëndil sonrojándose más, mientras recordaba a la joven.- Como si algo así fuera posible...
- No lo sé, pero yo siempre he dicho que decir 'imposible' es tentar al Destino. ¡Todo es posible!
- ¿Qué...?- exclamó Hísiëndil sorprendido. Le recordaba algo...- ¿Quién se lo dijo?- le preguntó.
- ¡Oh, no recuerdo quién!- dijo ella.- Pero es común en quienes pensamos así. Hay que ser positivos. Además, estamos en días tan extraños que...- siguió hablando, pero el joven no la oía. Aquella frase... se la había oído a alguien antes.- ¿Está usted bien?- le preguntó la elfa.
- S- sí... Sólo trataba de recordar algo...
- Ya tendrá tiempo para eso. Ahora vaya al gran salón, pues la cena será ahí. ¡Ya quiero ver cuántas doncellas se darán vuelta para mirarlo!
- Sólo deseo que me mire una...- murmuró él sonriendo.
- ¡Lo sabía!- rió la elfa, mientras el joven dejaba la habitación.
Hísiëndil se dirigió por numerosos corredores y escaleras hasta el gran salón del palacio. Una vez que llegó ahí pudo ver al Rey sentado en su trono junto a un elfo que se le parecía mucho. El joven supuso que sería Fingon, el hijo del Rey. Los saludó con una reverencia y ellos le sonrieron.
También había otras personas conversando y riendo. Saludó a muchas sin saber quiénes eran, pero cuando llegó Meneldil y su esposa conversó largo rato con ellos; hasta que algo llegó a robarle la atención:
Por la gran puerta de entrada, apareció el señor que había visto en la playa, seguido por su esposa y dos hijos. Uno de ellos era hombre y, más atrás, estaba Lissëloth. Hísiëndil quedó nuevamente hipnotizado y Meneldil rió al verlo.
- ¡Sí que eres un joven extraño!- le dijo entre carcajadas.- No llevas ni un día en Hithlum ¡y ya estás enamorado!
- No digas eso.- sonrió su esposa.
- Pero mírale la cara, querida.- seguía riendo.- Oh, mi querido amigo. No te recomiendo que te fijes en ella, porque...- se detuvo, pues el Rey se había puesto de pie, y con él su hijo.
- Quiero saludarlos a todos.- dijo sonriendo.- Sean bienvenidos, en especial mi querido hijo, Señor de Dor-Lómin. Espero que esta noche sea del agrado de todos, mis queridos invitados.
- Hay uno que ya está disfrutando.- sonrió Meneldil al oído del joven, quien enrojeció.
- Ahora- prosiguió el Rey-, vamos a cenar en honor a mi hijo Fingon, sobre todo, pero también por un nuevo huésped de Hithlum.- señaló al sorprendido joven.- Él es Hísiëndil- dijo-, Téleri de la gente del Señor Círdan. Ha llegado esta tarde con Meneldil, Capitán de los Centinelas. Espero que sea tratado con la gran hospitalidad que tenemos los Noldor.
- ¡Mira, padre!- susurró Lissëloth.- Es el joven que vimos esta tarde en la playa.
- Sí. Eso veo.- contestó su padre.- No se me habría pasado por la cabeza que era un Téleri. Tal vez sí... es un poco pálido...
- Ahora, ¡vamos a cenar!- sonrió el Rey.
Todos se dirigieron a la gran mesa que estaba dispuesta. El Rey se sentó en la cabecera, mientras que su hijo lo hizo a su derecha. Fingolfin invitó a Hísiëndil a sentarse a la derecha de su hijo, pues su esposa lo haría a su izquierda. A la izquierda de su esposa estaba el padre de Lissëloth, pues era un elfo de renombre. Él estaba junto a su esposa, luego su hija e hijo. Junto a Hísiëndil se sentó Meneldil y su mujer. Y así seguía la larga lista de invitados.
El joven elfo estaba más preocupado mirando con frecuencia a Lissëloth que de oír la conversación de Fingon y los demás. Pero tuvo que dejar de observar, pues él fue el observado. El padre de Lissëloth comenzó a interrogarlo sobre su procedencia, pero él se limitó a decir lo que recordaba desde que había despertado hacía más de una semana.
- Debe de ser un gran problema despertar y no saber quién se es.- dijo el señor.
- Es... curioso.- sonrió el joven.- Todo lo que veo me parece nuevo y... hermoso.- miró a Lissëloth rápidamente.- Aunque confío en que recordaré todo.
- ¡Un joven positivo!- sonrió Fingon.- ¡Eso me gusta!
- Apenas recuerde todo, no se le olvide decírmelo.- bromeó el padre de Lissëloth.- Estoy intrigadísimo con usted. No todos los días ocurre esto. Está cordialmente invitado a mi casa apenas recuerde su pasado.
- Lo tendré presente.- sonrió Hísiëndil.
La cena transcurrió armoniosa y alegre, hasta que el Rey ordenó que sus músicos comenzaran a tocar sus suaves instrumentos, arpas sobre todo, pues eso haría más alegre la recepción. Muchos de los elfos más jóvenes, entre ellos Hísiëndil, se levantaron de la mesa y se dirigieron a distintos lugares del gran salón para dejar a los mayores y sabios conversar sus temas de interés e importancia.
- Es un gusto conocerlo, señor Hísiëndil.- dijo un joven detrás de él. Era el hermano de Lissëloth, pero contrastaba físicamente con ella. Era un joven elfo de cabello oscuro y altura elevada. Sin embargo, tenía los mismos ojos azules que su hermana.
- El gusto es mío.- contestó Hísiëndil ruborizándose por la sorpresa.
- Espero que disfrute de Hithlum y Mithrim.- decía el primer joven.- Si gusta, cualquier día podría acompañarlo a conocer el lugar.
- Muchas gracias, señor...
- Urthel hijo de Arthad.- dijo el joven.- Mi hermana, aquí presente, se llama Lissëloth.
- Ya había tenido oportunidad de saludarla.- sonrió Hísiëndil mirándola como perdido en sus ojos.
- Así es.- dijo ella.- Es un gusto conocerlo.
- El gusto es mío.- sonrió el joven.
Urthel sintió de pronto que sobraba en aquella conversación, pues pudo ver claramente que Hísiëndil se sentía atraído por su hermana. Sonrió, y hubiera dejado a los demás solos, pero algo ocurrió que se lo impidió:
A su lado llegó de repente otro elfo. Era un joven de agradable aspecto; tenía el cabello castaño oscuro y los ojos parecidos al pardo. Vestía elegantemente y saludó a los demás con cortesía.
- ¡Urthel!- dijo sonriente.- Y su hermosa hermana Lissëloth. Lamento mucho haber llegado tarde, pero ya me excusé con su Alteza.
- ¡Náril!- saludaron los dos hermanos, mientras el rostro de la joven se iluminaba.
- Náril, te presento a Hísiëndil.- dijo Urthel.- Llegó esta tarde a Mithrim. Proviene de los Téleri de las Falas.
- Mucho gusto.- saludó el aludido tendiéndole una mano.
- El gusto es mío.- dijo el joven, aceptando el saludo.
- Lissëloth- dijo Náril-, ¿podría conversar unos momentos contigo?
- Claro.- contestó ella sonriendo. Se dirigieron a un balcón que estaba en una de las alas del gran salón, y Urthel y Hísiëndil conversaron unos momentos; pero el joven elfo recordaría aquello como triste, pues la noticia que le dieron no le fue grata.
- Él es Náril, hijo de un amigo de mi padre. Es un soldado importante del Rey Fingolfin.- dijo Urthel.- Hace unos meses atrás se comprometió para matrimonio con Lissëloth. Ella lo quiere mucho.
- Ya... ya veo.- murmuró Hísiëndil con tristeza.
Al cabo de un rato se le acercó Meneldil sonriendo. Al verlo serio y algo deprimido, le dijo:
- ¿Qué pasa, joven amigo? ¿Desilusiones repentinas?
- Así parece.- contestó él.
- Iba a decírtelo- dijo Meneldil-, pero habló el Rey. La joven doncella Lissëloth está comprometida con el señor Náril.
- Ya me lo dijeron.
- ¡Arriba ese ánimo! Acabas de llegar hoy y ya sufres por una dama. A este paso, mañana te tirarás de un puente.- rió.- Tómate todo esto con calma.
- Y eso he hecho.- dijo Hísiëndil.- Pero esto no lo tenía pensado. Sólo ocurrió esta tarde... ¡No me mires así!- rió el joven.- Me tomaré las cosas con calma y esperaré el tiempo que sea, si así me lo recomiendas.
- ¡Muy bien dicho!
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¡Ooooh! Segundo capítulo y ya tenemos a un joven elfo enamorándose. Ya sé que a algunos les parecerá que ha sido todo muy rápido, pero preferí no alargar la llegada de Hísiëndil a Mithrim. Espero, eso sí, que les haya gustado este capi y que me dejen esos bellosss y preciosssos reviewsss. Bueno, y como muchos ya lo saben, tenemos nuestra casita virtual en nuestro amado WebSite, no de esta historia pero sí de la familia, laEstrelladelNorte.tk ¡Nos vemos! ^_^
P.D. Lórien Potter, ahora ya tienes un nombre para tu amado "él". Espero que te haya gustado, aunque literalmente Hísiëndil no significa Amigo de la Niebla. Pero preferí ponerle así para hacerlo más fácil.
