La idea de la siguiente historia viene por parte de un comisionado del usuario implegimple en Wattpad. Espero que la disfruten tanto como a nosotros el presentárselas.

Descargo de responsabilidad. El concepto de " Loud House " y todo lo relacionado con el mismo pertenecen a su autor y casa productora: Chris Savino & NICKELODEON © 2016 .


Capítulo 1

Descansando sobre su regazo, Lana sin soltar los brazos de su hermano que la rodeaban, de pronto lo sorprendió con una pregunta.

—Linc. ¿Qué sentiste la primera vez que me viste?

El muchacho no estaba seguro de haberla entendido. Había estado distraído pensando en la curiosa y hermosa sensación que le provocaba el encontrarse tirado sobre su cama disfrutando de la paz y la tranquilidad que la casa ofrecía raramente como en aquél instante, solamente acompañado de Lana a su lado.

—¿A qué te refieres? Hemos pasado toda una vida juntos desde siempre.

La joven se movió de manera en que quedó arriba de él mirándolo de frente.

—No desde siempre. Yo no estuve el día cuando tú naciste, pero tú sí lo estabas cuando lo hicimos Lola y yo. Dime, ¿Qué fue lo que sentiste entonces?

Ahora que Lincoln comprendió la pregunta, durante un momento se puso a pensar en qué decirle, cuando su memoria se perdió al revivir con algo de dificultad cierto momento muy importante en su vida.


Por lo general muchos niños en edad preescolar llegan a tener distintas reacciones cuando se enteran que van a tener un hermanito, que pueden ir desde la molestia causada por los celos al pensar que ya no serán el centro de atención de sus padres, a la emoción tras imaginarse que tendrán un compañero de juegos disponible las veinticuatro horas del día para ellos. Lincoln, un niño que ya tenía cinco hermanas mayores y de hecho también una menor, sentía que nada de aquello cambiaría gran cosa su rutina de vida, resultándole un tanto indiferente la noticia al comienzo.

Lo que más intrigó a Lincoln durante la espera, no fue tanto imaginar lo qué ocurriría después de la misma, sino la forma en que a su madre se le hinchaba más y más el vientre cada día. Aunque superficialmente ella le explicó el concepto de "embarazo'', no estaba seguro de haberla entendido del todo bien, pero al menos había resultado un poco más esclarecedora a como lo intentó hacer su padre.

Lori, que a pesar de ser solamente una niña de casi diez años, tuvo mejores resultados al hacerle entender lo que sucedería en realidad, consiguiendo incluso entusiasmarlo ante la perspectiva de convertirse en el hermano mayor de alguien.

Rememora con humor cuando su padre estuvo a nada de tener un ataque de nervios cuando le notificaron que no sería uno, sino dos bebés los que vendrían en camino, contrario a su madre quien pareció manejarlo mejor, a pesar de mostrarse también asustada. Los únicos que celebraron el hecho con felicidad y sin ninguna pizca de preocupación fueron las hermanas del niño y este sobre el resto en especial.

Habría dos niños nuevos en la casa con quiénes podría jugar, los cuidaría y le tendrían el respeto que, para entonces, ya sentía sus hermanas poco le mostraban, con excepción de Lucy en ocasiones, aunque no la contaba mucho por ser tan pequeña. Todo eso le vendría bien.

Tenía cinco años cuando una tarde su atolondrado padre, apurado interrumpió en la sala para dirigirse hacia sus hijas e hijo mientras estos miraban la televisión. Les pidió que obedecieran al abuelo, quien ya venía en camino, pues llevaría en ese momento a su madre al hospital de emergencia, debido a que los bebés ya estaban por nacer. Lori quedó a cargo hasta que Pop-Pop llegase. Lincoln se asustó más por el comportamiento de su padre que por la noticia en sí.

Habían continuado mirando la televisión hasta la llegada de su abuelo, que tras saludarlos y comprobar que se encontraban bien, los reunió a todos en la sala nuevamente para darles una plática acerca de los bebés y sus padres, a la que Lincoln no le prestó mucha atención, cuando al cabo de un tiempo escucharon casi hasta el anochecer a Vanzilla estacionarse enfrente.

Su madre, evidentemente agotada y soñolienta, fue la primera en entrar a la casa cargando hecha un ovillo a una bebé dormida recién nacida que tenía un mechón rubio sobre su cabecita. Las chicas estallaron en ovaciones que le hicieron un gran bien a la mujer para subirle los ánimos. El parto no había sido tan complicado como los doctores esperaban que fuese, pero tampoco había sido para ella nada sencillo.

El pequeño Lincoln, detrás de las chicas, trató con saltitos alcanzar a ver mejor a la bebé, cuando su madre se hizo a un lado de la entrada para permitirle a su esposo pasar. Él era quien llevaba a la segunda bebé, que por supuesto era idéntica a la que tenía su esposa. Maravilladas, las niñas volvieron a ovacionar a las recién llegadas.

—¡Cállense, niñas! —su madre las amonestó sin severidad alguna—. Van a despertar a sus nuevas hermanitas.

Sin embargo, ambas bebés permanecieron tan dormidas como cuando entraron, inmutables ante el ruido que se estaba generando a causa de ellas.

—¡Vaya! —exclamó el señor Loud—. Es increíble que no las despertaran.

Luan, la niña castaña de ocho años, rió.

—¿Pues qué esperabas, papá? El apellido "Loud" no sólo lo llevan en sus actas, sino también en las venas. ¿Entienden?

El abuelo fue el único que lanzó una risotada ante el chiste. Lincoln seguía empecinado en conocer a las bebés casi tanto como sus hermanas de impedírselo sin intención.

—¡No puedo ver nada! —Les reclamó—. ¡Déjenme verlas!

Rita le había pasado a su padre la niña que cargaba apenas este se la pidió, ganándole a sus nietas quienes buscaban ser las siguientes en cargar a las bebés. Al escuchar los reclamos de Lincoln, el hombretón se inclinó hacia él.

—Mira, pequeño. Ella es una de tus nuevas hermanitas.

Y al verla, el corazón del pequeño dio un vuelco en su interior. Al instante comprendió por qué sus hermanas a veces eran muy sobreprotectoras con él. Creyó que todo eso se debía a que tal vez lo percibían del mismo modo en que él lo hizo de pronto hacia aquella niña.

No es que no quisiera a Lucy, pero Lincoln no recordaba muy bien cómo había sido su impresión por ella dos años atrás cuando nació, además que por su porte serio, siendo contadas las ocasiones en que la pequeña lloraba o demandaba atención de alguna manera, junto a otros detalles de su inquietante comportamiento, le dificultaba empatizar con ella, o al menos sentirse necesario dentro de la vida de aquella bebé, que en ese momento era ya más bien una niña al ya poder caminar y comenzar a pronunciar oraciones completas.

Esas bebés…

No.

Esa bebé que su abuelo le entregó en brazos cediéndole el honor de ser el siguiente en cargarla, era distinta. Tan pequeña, tan frágil, con un aura inocente que lo hizo sentir como si ella le estuviese pidiendo que nunca la soltara, que siempre la cuidara y estuviera ahí para ella, labor que Lincoln encantado sintió abrazaría sin reparos.

—¿Siempre sí les darán los nombres que acordaron? —De improviso el abuelo les preguntó a su hija y a su yerno.

El señor Loud asintió.

—Así es. Eso ya está fuera de discusión.

—¿Y quién es quién? —Lori preguntó cargando ya a la otra bebé, lo que consiguió ejerciendo su derecho de primogénita ante el resto.

Su padre estaba a punto de responderle, cuando se quedó frío y miró a las bebés alternativamente en brazos de sus dos hijos. Para su suerte, su esposa salió en su rescate.

—La que tienes es Lola, Lori. La que carga Lincoln es Lana.

Lincoln musitó con gusto el nombre de la bebé tras escucharlo. Le pareció un nombre muy sencillo, pero muy bonito.

El señor Loud se agachó para estar a la altura de su único hijo varón, causándole simpatía la forma tan protectora de hermano mayor que adoptó apenas y le dieron a una de las bebés.

—¿Qué opinas de tus nuevas hermanitas, campeón? A que son bonitas.

Y aunque no había visto a la otra, sintiendo que de cualquier manera no sería necesario ya teniendo en brazos a una, siendo que al ser gemelas se suponía serían idénticas según le explicaron semanas atrás, exclamó.

—Es… son… son muy hermosas.

Y aunque a regañadientes tuvo que soltarla para permitirle a Luna cargarla ahora que Lori le había cedido su turno a Leni con la otra, mantuvo su opinión personal que la más bonita era Lana, con todo y que después tendría la oportunidad de conocer a Lola a los pocos minutos comprobando la semejanza que tenían entre sí, convencido de que Lana tenía algo diferente que la volvía una niña mucho más maravillosa en comparación a su hermana gemela.


Emocionada, Lana sintió que los ojos se le humedecieron cuando Lincoln terminó de relatarle la anécdota.

—Me cuesta trabajo imaginar que incluso desde entonces pensaras que era más bonita que Lola. ¿Estás seguro que sí era yo y no Lola a quien te dieron esa vez?

—Primero tendrías que responderme si en realidad eres tú y no Lola disfrazada de ti en este momento, pues créelo o no, fue a partir de ese instante cuando aprendí a diferenciarlas tan bien como mamá lo hacía antes de que cumplieran su primer año, o el resto para cuando sus diferencias se hicieran más notorias conforme fueron creciendo.

Aunque todo se escuchaba muy bonito, sentía que su hermano estaba romantizando el suceso, pues dudaba que desde siempre fuese tan perfecto todo entre ambos.

De manera juguetona, se movió más por encima de él para quedar a su misma altura, luego lo tomó de las mejillas apretándoselas, lo que hizo pensar a Lincoln que lo iba a besar, cuando ella le preguntó.

—Sé honesto. ¿Alguna vez llegaste a confundirme con Lola?

El muchacho tragó saliva. El mirarla tan de frente y sin escapatoria, se vio imposibilitado de mentirle.


—Lynn, no estoy segura de esto.

El señor Loud estaba que se daba de topes en la pared por no poder hacer entrar en razón a su mujer y convencerla de que había tenido una gran idea.

—¡Pero Rita, entiende que el primer premio son cinco mil dólares que nos vendrían muy bien! En especial en estos momentos que también llegarán los gastos del próximo bebé.

Rita se tentó el abultado vientre y suspiró. Era verdad. El dinero no era algo que precisamente les sobrara, por lo que lo estaban buscando de donde pudieran para costear los gastos médicos, ya no se diga el parto que quizás en un par de meses ocurriría.

—Sigue sin gustarme la idea de exhibir a mis niñas sólo por dinero. Me suena a algo… indebido.

—Es un concurso de belleza infantil para bebés. El juzgado estará compuesto hasta donde sé por la asociación de vecinos de Royal Woods, así que descuida, se tratarán de personas de confianza, además que tenemos el premio asegurado, pues nadie más aparte de nosotros tendrá a una pareja de gemelas compitiendo, mucho menos a unas tan adorables que cada una por sí sola le ganaría a cualquiera.

Finalmente Rita accedió. Tal vez incluso podría tratarse de algo divertido.

—Está bien. Llenaremos la forma para inscribirlas.

El niño de siete años que en el suelo había estado jugando en la sala con su hermana de nueve a los cochecitos, exclamó interesado por lo que escuchó.

—¿Y qué es lo que Lola y Lana tendrán qué hacer para competir?

—Nada —respondió su hermana Lynn instándolo a continuar jugando con ella simulando un choque de autos—. Esos concursos son bobos. No son como los de fútbol o karate. No tienen que pelear o jugar con nadie. Sólo visten como muñecas a las niñas para que todos las vean y gane la que crean que es la más bonita. Yo nunca iría a uno de esos.

—¿Por qué perderías?

La niña castaña miró ferozmente a su hermano, pero a tiempo y presintiendo el peligro, su padre la contuvo.

—Por supuesto que no perderías, junior. Eres tan encantadora como el resto de tus hermanas —aunque muy a su pesar, reconocería que a momentos su hija homónima parecía más un chico—. Y no es tan malo si podemos ganar algo a cambio. ¿No quieres que desde ahora tus hermanas se conviertan en unas ganadoras?

Mirando de mal modo a su hermano, exclamó.

—Supongo que sería bueno tener a más ganadoras en la familia para variar.

Entendiendo la indirecta, Lincoln le arrojó su cochecito a la cara, lo que le ganó una amonestación por parte de su madre que lo obligó a disculparse con ella, aunque esta no parecía realmente afectada por el agravio, pero sí feliz porque no lo dejaran salirse con la suya.

Enojado con Lynn junior, Lincoln después del incidente abandonó la sala y subió a la habitación de las gemelas llevando su cochecito de juguete.

Las niñas estaban tonteando con unos peluches a los que les estaban balbuceando algunas palabras, pero detuvieron sus juegos cuando Lincoln apareció y siendo Lana la que más feliz se puso al verlo.

—¡Lincoln, Lincoln! —le mostró el peluche de una ranita de cara bobalicona—. Juega, Lincoln.

El niño la cargó y entre las risas que le provocó por su adorable forma de ser con él, se la llevó a la habitación que compartía con Lynn.

—Por supuesto, Lana. ¿Quieres jugar conmigo a los carritos? Tengo unos más bonitos que los de Lynn, pero no vayas a tratar de comértelos esta vez.

Al verse sin su compañera de juegos, o quizás se debía al modo en que su hermano la había ignorado de forma deliberada, Lola comenzó a llorar, hasta que Leni apareció entrando a su rescate.

—¿Qué sucede, Lola? ¿Y dónde está Lana? —la jovencita rubia de doce años miró a su alrededor extrañada—. ¿Se fue a dar una vuelta? No importa, ¿quieres jugar conmigo a la pasarela? Hice unos vestiditos que estoy segura te encantaran.

Esto terminó de animar a Lola. Leni le gustaba, le gustaban los juegos que siempre tenía en mente, siendo a veces que no comprendía por qué sus demás hermanas la subestimaban.


—¡Asco! —Lana exclamó—. Gracias A Dios ya no recuerdo cuando me hicieron participar en uno de los eventos de moda de Lola. Suficiente tengo con el que me metiste cuando tenía seis la vez que Lola se fracturó una pierna.

—Y tenemos fotos que lo evidencian, no lo olvides.

Ella hizo un puchero que a Lincoln le resultó irresistiblemente tierno, por lo que la besó en la mejilla, lo que pareció tranquilizarla, pero sólo un poco.

—Aún no me respondes la pregunta que te hice.

—A eso voy.


—¡Niñas! —feliz el señor Loud llamó a sus hijas para que se acercaran a la sala—. Orgullosamente les quiero presentar a las futuras ganadoras del certamen para las bebés más lindas de Royal Woods… ¡Lana y Lola!

Junto a su esposa, les mostraron a las ataviadas bebés en hermosos vestiditos de gala infantiles reducidos justo a su tamaño. Lana dormitaba llevando un adorable conjunto rosa de falda hasta las rodillas con rositas y azucenas bordadas, junto a brillos por la cintura. Lola estaba profundamente dormida llevando un vestido azul con delfines bordados y caritas de gatitos con perritos en la cintura.

—¡Literalmente se ven tan lindas! —Lori al igual que sus hermanas no se pudo resistir a la belleza de las niñas, por lo que sacó su celular para tomarles una foto—. Los vestidos son tan bonitos, ¿dónde los consiguieron?

De pronto temió que se hubiesen gastado en ellos lo mismo que hipotéticamente esperaban ganar.

—De nada. —Exclamó su hermana un año menor abriendo los brazos orgullosa de sí misma.

—¿Los hiciste tú, Leni? —le preguntó Luna asombrada—. ¡Bien hecho, hermana! Te quedaron fantásticos.

—Tan profesionales, que si ganan deberías pedir tu comisión, ¿entienden?

El señor Loud tosió ante el comentario de Luan, pero su esposa asintió.

—Por supuesto que le daremos algo a Leni, incluso si no ganan. Sabemos que le debemos su trabajo.

Lincoln, que a pesar de que no lo llamaron, quizás pensando en que no estaría interesado en "asuntos de niñas", asombrado se acercó directo hacia Lana mirándola en su vestido rosa.

—¡Se ve tan linda!

La niña se despertó al escuchar la voz de su hermano, al que le hizo una mueca y un gesto para que la cargara, lo que él hizo tan pronto sus padres se lo permitieron.

—Apuesto a que les ganarás a todas esas bebés.

Hasta Lynn se mostró como pocas veces de acuerdo con él. Lola que se despertó, hizo una mueca despectiva ante la escena entre su gemela y su único hermano.

La ceremonia había sido elegante, a pesar de haberse realizado con recursos muy sencillos. Tal y como lo venía vaticinando el señor Loud, nadie fue capaz de resistirse al encanto de las gemelas quienes se llevaron el primer lugar, específicamente lo hizo sólo la bebé de dos años con el encantador vestido rosa que derrochaba más encanto que su gemela. De cualquier forma, sólo un bebé podía calificar para el primer puesto, curiosamente la otra, la de azul, apenas y consiguió el cuarto lugar.

—¡Lo consiguió! —Lincoln junto a sus hermanas entre los presentes casi saltaba en su asiento feliz por los resultados—. ¡Sabía que ella iba a ganar! ¡Fue la bebé más bonita de todas!

—Sí, sí, pero contrólate, torpe —Lori lo regañó notando cómo algunos de los padres presentes los miraban de mal modo a causa del mocoso que minimizaba al resto de las niñas, quizás hijas suyas—. ¡Ya siéntate!

Fue muy poco el tiempo que Lincoln le hizo caso. Apenas la ceremonia terminó, los padres se dirigieron hacia sus hijas cargando a las gemelas mostrándose felices ante los resultados. Lola no dejaba de removerse incómoda en los brazos de su padre que tenía dificultades para llevarla. La bebé parecía disgustada e incluso parecía tratar de sacarse el vestido azul. Mientras que, por otro lado, Lana se mostraba tan radiante y feliz como su madre.

—¡Mi bebé es una ganadora! —se volvió a su esposo—. Lynn, tenías razón. Esto fue divertido. Además, por lo que escuché estos eventos son más frecuentes de lo que pensaba a lo largo del estado. Podríamos volver a repetirlo después.

—Te lo dije, querida —le respondió mientras forcejeaba con Lola para que dejara de pegarle en la nariz con la tiara que por lo menos no era tan grande como la de su hermana—. Pero creo que en la próxima ocasión sólo inscribiremos a una.

Lincoln le hizo un ademán a su madre para que le entregara a Lana, una vez que lo hizo y así poder descansar un poco, Lincoln abrazó a la bebé pegando la mejilla de esta contra la de él ignorando a Lola, a quien sus hermanas se acercaron para felicitarla por haber hecho al menos el intento, aunque esta no parecía afectada por haber quedado en un lugar más bajo, siendo que parecía sencillamente aliviada porque todo terminara.

—¡Sabías que ganarías, Lana! —continuaba canturreándole Lincoln a su hermanita orgulloso de ella—. ¡Eres la más bonita! ¡La número uno!

Incluso le dio un beso en la mejilla que la hizo reír, entonces altanera Lana se volvió hacia Lola balbuceándole.

—¡Lincoln dice que soy más bonita que tú, Lana!

En respuesta, ella evidentemente disgustada le mostró la lengua y luego se volteó a mirar a otro lado haciendo un puchero.

—¡No me importa, Lola!

Tanto las niñas como el mismo Lincoln las miraron perplejos por la manera en que se dirigieron entre sí. Los vestidos que llevaban no correspondían, así como los nombres de los diminutos gafetes que les pusieron, o los nombres con que el presentador las anunció durante el evento. Los padres comenzaron a reírse por la confusión de sus hijos.

—Pues… ¡sorpresa!

Leni alternaba su mirada entre ambas niñas.

—No entendí. ¿Quién es quién? ¿No se supone que Lola es la de azul?

Su madre suspiró y primero hizo que se alejaran del evento para evitar que alguien más los escuchara.

—Digamos que hicimos algo así como… trampa.

—Cambiamos a las bebés a último momento.

Asombradas, las chicas miraron de nuevo a sus hermanas. Lola, mejor dicho, Lana finalmente aprovechando un descuido por parte de su padre consiguió sacarse el vestido quedando en pañales.

—¿Por qué hicieron eso? —Lori les preguntó.

—Ustedes mismo pudieron ver cómo comenzó el certamen —su madre les recordó—. Lana sumó al inicio muchos puntos por la manera en que se veía con su vestido y los arreglos que llevaba, mientras que Lola no tanto, sin embargo, con Lana estuvimos batallando mucho para que no se desvistiera y se comportara, mientras Lola se mantuvo mucho más relajada y tranquila. Así que en el intermedio cuando fuimos a cambiarles el pañal… les cambiamos los vestidos, los gafetes y de ese modo en las siguientes categorías de carisma y comportamiento, Lola pudo ganarlo todo, por supuesto haciendo de Lana para sumar sus puntos a los de ella para sacar más ventaja.

La familia quedó boquiabierta. Tragando saliva por lo incómodo de la situación, el señor Loud Loud les señaló.

—Pero… hacer trampa está mal, chicos. Nunca hagan eso, que lo hicimos por razones muy especiales… para no tener que empeñar sus cosas para el próximo bebé.

Y con eso pareció haber zanjado el asunto. Aunque asombradas por lo que hicieron sus padres, comprendieron sus razones e incluso les pareció divertida la chapuza que realizaron, contrario a Lincoln que miraba asustado con perplejidad a Lola, la cual pasó a los brazos de Leni dirigiéndose enseguida hacia su padre.

—Ah… eso fue… interesante, papá. ¿Me permites llevar a Lana?

La bebé miró con desdén a su hermano para enseguida evadirlo claramente disgustada para aferrarse más a su padre y ocultar su rostro en su pecho, lo que supuso un golpe emocional para Lincoln cuando entendió la indirecta. Al señor Loud la acción le pareció divertida por lo linda que su hija se veía incluso cuando se molestaba.

—Pobrecita. Parece que realmente le afectó perder.


El golpe que Lana le dio a su hermano no tendría nada que envidiarle a los que a veces Lynn le daba, el muchacho se sentiría agradecido que la fuerza de ambas por lo menos no era la misma. Enseguida su hermana le soltó sintiéndose ligeramente disgustada.

—Aunque no recuerdo nada de eso, estoy segura que no fue por haber perdido que me pusiera así contigo.

—Sí… eso supuse yo también. Pero pasó hace mucho y en mi defensa, papá y mamá hicieron un excelente trabajo al caracterizarte tan bien como Lola y lo mismo con ella. Pero vamos, estoy seguro que con el tiempo hice muchas cosas para compensártelo.

Poniéndose mimoso con ella, Lincoln le quitó la gorra y le acarició el cabello, lo que le arrancó un gemido de satisfacción a la jovencita.

—Eso se siente bien. Deberías más a menudo hacerme esos mimos.

—Tal vez si no usaras todo el tiempo tu gorra podría hacértelos con mayor facilidad.

Lana parecía estar considerando si valdría la pena.

—¿Tus mimos o mi gorra? Vaya que me pones una elección muy difícil.

Lincoln se rió al respecto.

—Está bien. No tienes que elegir una sola. Sé lo mucho que te gusta tu gorra.

Lana suspiró y se recargó una vez más contra él demostrándole que ya había quedado olvidado el recordatorio del certámen, pues quería en esos momentos reemplazarlo por uno mucho mejor.

—Linc. ¿Recuerdas cómo fue cuando conseguí mi gorra? —de pronto se sintió triste y melancólica—. Eso es algo en que los detalles a veces se me olvidan.

—Descuida. Puedo entenderlo. Entonces sólo tendrías como tres años.

Sin dejar de acariciarle comprensivamente su cabello, Lincoln hizo memoria de aquello.


Podría argumentar que tenía ocho años, y como todo ese niño a esas edad, no solo se podía permitir ser egoísta en ocasiones, sino que se había ganado el derecho de actuar a veces de aquella manera, después de todo para entonces ya no solamente se comportaba como el hermano mayor de Lucy, las gemelas o Lisa, sino también el de Lynn siendo su voz de la razón cuando estaba por cometer o cometía alguna imprudencia relacionada con alguno de sus retos para demostrar ser la mejor, e incluso de vez en cuando el de Luan cuando alguna de las bromas que planeaba realizar amenazaba con lastimar a alguien.

Cuando los papás de Clyde lo invitaron a pasar todo el sábado junto a su hijo en la nueva galería de juegos en el centro comercial recién inaugurada, le suplicó mucho a sus padres para que lo dejaran ir en lugar de visitar con los demás a la tía Ruth como ya habían acordado hacerlo.

Con todo y que al inicio se mostraron renuentes, principalmente porque incluso para entonces ya sus padres se recargaban en él para buscar su apoyo en el cuidado y control de las chicas, llegaron a un acuerdo.

—Está bien, Lincoln —su padre con autoridad le habló en la cocina mientras servía la cena—. Pero no irás sólo, una de tus hermanas también tendrá que acompañarlos.

—¿¡Pero por qué!?

—Porque no es justo para ellas que sólo tú te salgas con la tuya, mientras que los demás tendremos que ir a aguantar… ¡Digo! a visitar a tu tía. Esto no es negociable.

El niño suspiró.

—Está bien. Tu ganas. ¿Y quién se supone que me acompañará?

—Bueno, esa será la parte complicada —más que nada porque no quería que sus hijas se disgustaran con él por mostrar preferencia ante la afortunada que se libraría del compromiso—. Tienes de aquí al fin de semana para que tú mismo tengas la difícil tarea de escoger a quien…

—¡Lana! —exclamó sin dejarlo terminar comprendiendo hacia dónde iba—. ¡Llevaré a Lana!

—Ah… bueno, en realidad iba a decir que debías escoger a quién entre una de tus hermanas mayores.

—¡Eso no es justo! Estoy seguro que a ninguna le interesan los juegos de la galería.

—¿Y a Lana le interesarían?

—Por supuesto, o al menos a veces me ha demostrado más interés en mis videojuegos que las demás.

—De todas maneras no se trata de eso, sino de que sea alguien que pueda cuidar de ti.

—Ya soy un niño grande. No necesito que me cuiden. Además, estarán los papás de Clyde haciéndolo de todas formas.

—Y ya te dije que no es justo que te deje ir a ti solo, por eso de cualquier modo una de tus hermanas te acompañará.

—Y por eso es mejor que se trate de Lana. De verdad no me pasará nada, ni a mí ni a ella. Sabes bien que más que necesitar a alguien que me cuide, sé cuidar a mis hermanas, así que sería como si también les estuviera ayudando a ustedes al quedarme con Lana para que mamá, Lori y tú se enfoquen en el resto.

Aunque quería rebatirle algo, el señor Loud tuvo que reconocer que su hijo tenía un buen punto ahí.

—Está bien. Hablaré con tu madre para ver qué es lo que opina. Pero te lo advierto, si acepta y dice sí, no quiero que porque vayas a distraerte con esos juegos descuides a tu hermana. ¿De acuerdo?

—¡De acuerdo! —el niño asintió con una sonrisa de oreja a oreja.

Por supuesto el resto de las chicas tal y como el patriarca imaginó que lo harían, se mostraron inconformes y disgustadas cuando se enteraron que tanto Lincoln como Lana se zafarían del convivio. Luna trató de librarse también pidiendo quedarse con ellos para cuidarlos, pero su madre no la dejó. Suficiente Rita había tenido con su esposo convenciéndola de dejar fuera de la visita a esos dos, siendo que tampoco surtieron efecto las demandas de Lola sobre no poder pasar tanto tiempo lejos de su gemela, fingiendo que se ponía enferma sin darle resultado su chapuza.

Tras darles las debidas advertencias a los niños antes de que los señores McBride aparecieran para llevárselos, junto con un poco de dinero, la familia se marchó y Lincoln lo hizo más tarde en el auto de los padres de su amigo con Lana sentada sobre sus piernas y Clyde a su lado, todos en el asiento de atrás.

—¡Este día va a ser grandioso, Clyde! Gracias por invitarme.

—¡A mí también! —Lana canturreó sobre el regazo de su hermano.

—Y… espero que no les moleste el que Lana tuviera que acompañarnos, fue parte del trato que hice con mis padres para que me dejaran venir con ustedes.

Harold en el volante al lado de su esposo, negó con un gesto.

—Para nada, Lincoln. Entre más personas seamos será más divertido.

—Gracias, papá. —Clyde le respondió.

La niña se quedó observando un momento a ambos hombres un tanto perpleja, en especial a Harold, el hombre delgado y pelirrojo. Miró al amigo de su hermano fijamente un instante, cuando de pronto le preguntó señalando al pelirrojo.

—¿Quién es ese señor? ¿Tu tío?

—Es… mi… otro papá.

De pronto los ocupantes dentro del auto se sintieron algo tensos. Lincoln no le había explicado a la niña la curiosa y poco común situación familiar de su amigo, lo que lo hizo sentirse avergonzado por no haberlo hecho antes para prevenirla, mientras que Clyde se puso nervioso por lo que fuese a decir. Un tanto preocupado, Hogward miró por el espejo del retrovisor central a la niña, preparándose mentalmente ante cualquier improperio que se le fuera a salir.

Lana se rió y exclamó.

—Su cabello es gracioso. Parece de zanahoria.

De muchas cosas que se habían imaginando la niña diría, nadie se esperó que soltara algo como eso. Quizá y debido a lo inesperado que resultó, Harold no pudo evitar reírse.

—Vaya, Harold. Creo que nadie te había llamado así desde la secundaria, ¿no?

Hasta el aludido comenzó a reírse sin sentirse ofendido, tomándose con humor lo que la niña señaló. De peores maneras lo habían llamado y se sentía agradecido porque la niña ni siquiera se acercara a la forma menos cruel de todas las que conocía.

Lincoln igualmente le llamó la atención.

—No seas grosera, Lana. Compórtate.

Ella le hizo una seña a su hermano para que se le acercara más, una vez que Lincoln se inclinó hacia el frente, la niña hizo casita con sus dos manos para susurrarle algo al oído.

—¿Cómo es que tu amigo tiene dos papás?

Después de todo, razonó el chico, era una duda razonable para una niña de su edad, por lo que de verdad se sintió agradecido a que Lana, a pesar de ser tan chiquita, tuviese la suficiente discreción para no preguntarle aquello de forma más abierta.

—Te lo contaré más tarde en casa, ¿está bien?

—Hmm… bueno.

Y no tan tarde llegaron a la nueva galería. El lugar a Lincoln le pareció el mejor que hubiese visto en su vida. No sólo tenía mesas de hockey y videojuegos, también de skeeball entre otros juegos con los que podía ganar tickets para después canjearlos por premios como dulces, juguetes, entre otros. Los adultos sonrieron ante el modo en que a los niños los ojos se les abrieron por todo lo que les rodeaba.

—¡Lincoln! ¿Puedo jugar a ese, a ese otro y ese también? —La niña no dejaba de exclamar cada tanto conforme iban recorriendo el lugar. De pronto al chico se le dificultó contenerla, a pesar de causarle gracia su reacción.

—Por supuesto, Lana. Pero primero déjame jugar un poco con Clyde, ¿sí? —el puchero que le hizo pudo con él—. Bueno, está bien. Pero después tendrás que dejarme jugar con él, ¿está bien?

—¡Sí!

Feliz por salirse con la suya, Lana hizo que su hermano le explicara cómo se jugaban algunas de las máquinas, además de jugar en las mismas a su lado orientándola. Cuando Lincoln sintió que ya había sido suficiente, jugó junto con Clyde, aunque Lana no tardaba en uníserles pidiendo su turno también con ellos, siempre anunciando que ella jugaba en el equipo de Lincoln.

—Eso no es del todo justo —Clyde le reclamó sin molestarse en realidad cuando se dirigieron al hockey de mesa, donde Lana por su corta estatura no podía jugar a no ser que Lincoln la cargara y la sentara en un extremo—. Lana, ¿por qué no juegas de mi lado para variar? ¿Qué dices? Tú y yo contra tu hermano.

La niña se lo pensó un momento e hizo nuevamente que Lincoln se inclinara hacia ella para susurrarle algo al oído.

—Podría funcionar. Puedo hacer que pierda si cree que estoy de su lado.

El muchacho sintió un escalofrío y la miró con reprobación.

—Eso no está bien, Lana. Mejor ve con los señores McBride a la cafetería por un trozo de pizza mientras yo juego con Clyde.

Algo sentida porque su hermano la despachara así, pero entendiendo que había dicho algo malo, se retiró bajo la atenta mirada de Lincoln que comprobaba que en efecto llegara con los padres de su amigo, aunque no era el único motivo por el que la miró tan fijamente.

—Sí, definitivamente esa es Lana.

—¿A qué te refieres?

Lincoln le contó lo que su hermana le había sugerido sorprendiéndolo.

—Y por eso trataba de buscar algún otro detalle en ella para asegurarme que era en realidad Lola suplantándola.

—Es inevitable que se influencie un poco por su hermana gemela, amigo. Igual me parece más simpática que Lola. Sin ofender.

—Descuida, no me ofendo. Puedo entenderlo.

Empezaron la partida cuando tanteando el terreno, el niño McBride carraspeando su voz le dijo.

—Aunque… ¿no te enojarías tampoco si te digo cuál es de tus hermanas la que más me gusta?

Lincoln soltó un suspiro de fastidio.

—Déjame adivinar, ¿Lori?

La sonrisa ensoñadora que Clyde ponía cada vez que mencionaba a la mayor de sus hermanas comenzaba a resultarle incómoda al niño.

Aunque hubiese preferido permanecer al lado de su hermano, Lana realmente consiguió divertirse con los padres del Clyde, quienes disfrutaron de su compañía sorprendiendose cuando la niña a momentos y a su corta edad, se comportaba mucho más hiperactiva que su propio hijo. Realmente les era complicado en ocasiones seguirle el ritmo, pero no tardaron mucho en hacerlo.

Lana orgullosa de sí misma y tras agradecerle a los señores McBride por su ayuda, corrió con Lincoln para presumirle el botín de tiras de boletos que había conseguido de los juegos.

—¡Mira todo lo que conseguí, Linc! ¡Tengo como un millón de estos!

—¡Vaya! Es realmente impresionante, Lana.

Por supuesto que con los más de trescientos boletos que él había conseguido en tiras, a primera vista se notaba que superaba por mucho el "millón" de los que su hermana creía tener.

—Yo también conseguí lo mío —Clyde les mostró sus tiras—. Habría que pensar en qué cambiarlos. Mis papás me dijeron que sólo irían al baño y después nos llamarían para que nos vayamos ya.

—¿Tú ya pensaste en qué los vas a gastar?

—No. Por eso los ahorraré y los traeré hasta la siguiente visita, o cuando tenga muchos más para conseguir un mejor premio.

—Esa es una buena idea. Tal vez haga lo mismo, ¿qué dices tú, Lana?

Pero la niña ya no estaba con ellos, se encontraba con las manos y la cara pegada contra el vidrio del aparador de premios buscando en qué gastar su pequeña fortuna. Había muchos caramelos que podría comprar con esa cantidad y le tentaron bastante, cuando entonces la vio.

—¡Yo quiero esa gorra!

Le señaló a Lincoln una gorra roja que parecía ser demasiado grande para ella, lo que le hizo torcer un gesto al niño cuando vio la cantidad de boletos requerida para llevársela.

—Lana, no creo que se te acomplete con lo que tienes.

—¿Pero por qué? Tengo muchos boletos.

—Sí, pero… no los necesarios. Ahí dice que por lo menos necesitas quinientos

La niña segura que tenía la cantidad necesaria, comenzó a contar los boletos de las tiras.

—Uno, dos… tres… cinco… ¡No! Cuatro y… seis… tres, ¿o seguía el ocho?

Su hermano suspiró. Ciertamente aunque no fueran muchos, le tomaría bastante tiempo dejar que Lana contara por su cuenta los boletos, por lo que se los pidió para contárselos consciente que de cualquier manera no se acercaría a la cifra necesaria. En efecto cuando terminó comprobó que le faltaban poco más de la mitad para llegar a los quinientos.

—Lo siento, Lana. Tal vez la próxima vez llegues a la cantidad que necesitas.

La niña desanimada suspiró.

—Está bien —se dio la vuelta y una vez más pegó su cara de forma divertida contra el escaparate—. ¡Te prometo volver por tí la próxima vez que Lincoln me traiga para llevarte conmigo!

Al muchacho le sorprendió lo mucho que a Lana le interesó la gorra, más lo haría cuando ella le entregó sus boletos.

—Me da miedo que se me vayan a perder. ¿Puedes guardarlos por mí, Linc?

—Sí, claro.

Para que no se le fueran a revolver, los puso en el bolsillo opuesto de su pantalón a donde guardó los suyos. Lana se apresuró a acompañar a Clyde para ir con sus padres, pero cuando Lincoln estaba por hacer lo mismo, dos chicos mucho mayores que él se acercaron al escaparate.

—¡Rayos! Creí que la gorra era más barata. Doug, préstame treinta boletos.

—De ningún modo. Brandi quiere el llavero de la tortuga y todavía me faltan algunos para conseguirlo.

—¿No puede venir y conseguírselo ella misma? ¡Sólo cuesta ochenta boletos!

—Lo mismo podría decirte a tí. Realmente quiero sorprenderla regalándoselo mañana en la escuela. Ya me imagino lo feliz que se pondrá conmigo por dárselo.

—Es lo más tonto que he escuchado.

—Es porque eres un niño. Cuando crezcas y las niñas te comiencen a gustar lo entenderás.

El chico suspiró.

—Como sea. Gracias por nada. Supongo que compraré un par de fichas más. Es seguro que en menos de quince minutos la acomplete.

Cuando se marcharon a la caja para comprar más fichas, Lincoln tragó saliva. Todo lo que pensó fue en lo mucho que Lana entristecería cuando en su próxima visita no viera la gorra que tanto quería, o quizás por el contrario y como la niña que era se olvidaría de la misma. Aún así… ese otro chico había dicho que las niñas se alegran mucho cuando reciben regalos, las niñas que a uno le gustan y a él su hermana le gustaba más que el resto y quería que se sintiera feliz.

De su bolsillo sacó los boletos, tanto los de su hermana como los suyos y se apresuró a contarlos mientras esos chicos estaban ya enfrascados en los juegos.

El señor Harold McBride fue a buscarlo para apresurarlo a que fuese al auto. Lo encontró en el escaparate de premios cambiando apenas sus boletos.

—Ya tenemos que irnos, Lincoln. ¿Qué pasa? Ya encontraste algo que te gustara.

—Algo así —cuando el encargado le hizo el canje, se volvió hacia él—. Ya estoy listo, señor McBride.

—Pues vámonos. Tu hermana ya está en el asiento trasero con Clyde preguntando por ti. Cuéntame Lincoln, ¿te divertiste?

—Sí. Bastante, señor. Gracias por todo.

Ya en el auto, Lana miraba por la ventanilla cuando Lincoln entró con un extraño bulto bajo su camisa.

—¿Por qué tardaste tanto? ¿Fuiste a hacer caca?

—Se dice ir al baño, Lana —Lincoln se sonrojó mirando a Clyde y a los padres de este reírse por la expresión de la pequeña—, y… no te enojes, pero me deshice de tus boletos.

—¡Qué cosa! —brincó por la sorpresa en el asiento—. ¡Yo te los confié! ¿Cómo sucedió?

—Vi algo que me gustó mucho y como no me alcanzaba con mis boletos para llevármelo, usé los tuyos.

Ella asintió cabizbaja comprendiendo. Lincoln divertido esperaba que le hiciera algún reclamo, pero no lo hizo, en realidad parecía comprensiva, a pesar de mostrarse triste y resignada.

—¿Y qué te compraste?

—Cierra los ojos primero.

Curiosa, Lana le hizo caso. No vio nada, pero sí sintió algo caer sobre su cabeza y quedarse ahí sorprendiéndola de nuevo. Al abrirlos, siguió sin comprender hasta que con sus manos se quitó lo que su hermano le puso encima, entonces sus ojos se abrieron todavía más con un brillo en estos a causa de la impresión.

—¡Es la gorra! ¡Compraste la gorra!

—Así es. Conseguí "tu" gorra.

Lana la abrazó y enseguida se la volvió a poner. Le quedaba en efecto bastante grande al usarla, dándole un aspecto cómico que le causó gracia a los chicos.

—¡Muchas gracias, Lincoln! ¿Pero entonces tú de verdad no querías nada para ti?

Él se encogió de hombros y con la mentalidad inocente de un niño de ocho años que repite lo que aprende, exclamó.

—Lo que de verdad quería era regalar algo que hiciera feliz a mi hermanita, la niña que más me gusta.

Casi al borde de las lágrimas, a pesar que la gorra se ladeó tapándole el rostro, Lana abrazó estrechamente a su hermano quien creyó comprender a medias los sentimientos del amigo de aquél chico que también quería la gorra. Realmente se sentía muy bien ver feliz a la niña que quiere mucho tras recibir un obsequio de su parte.

Howard, siendo el más sensible de los adultos en el auto, no pudo reprimir una lágrima, como tampoco el sacar su teléfono celular para darse la vuelta y tomarle una foto a la pareja de hermanos.

—¡Esto es tan encantador! Estoy seguro que a Rita le gustará ver esto.

Y vaya que la madre de los chicos se enterneció, no tardando en mostrarle la fotografía a su esposo y posteriormente al resto de las chicas quienes más tarde le manifestarían cierta admiración a su hermano cuando regresaran a casa y Lana les presumiera su gorra, aunque a Lola no le haría mucha gracia.

—Esa gorra es fea y no te queda.

A Lana no le afectó la crítica, mientras que las chicas se reirían en silencio por los evidentes celos de hermano que Lola tuvo.


—Recuerdo que tuve que ayudarla por primera vez a prepararse para uno de sus certámenes para que dejara de actuar tan sentida conmigo después de eso.

Lana asintió al finalmente recordar con agrado el resto de los detalles de aquella anécdota. Con el dorso de la mano se limpió unas lágrimas que se le escaparon de los ojos.

—Ni siquiera recuerdo porqué me gustó tanto la gorra —ella le confesó—. Pero fue por lo que me dijiste cuando me la regalaste que la valoré más de lo que lo hubiese hecho de sólo haberla conseguido luego por mi cuenta.

Lincoln asintió. En realidad era algo que ya había sospechado..

—Por supuesto era un niño todavía —Lincoln musitó—. Sabía que te quería mucho, por eso te dije eso sin darme cuenta que podía tomarse de otra forma mis palabras.

—No importa —ella se levantó para estirarse y tronar sus huesos—. Supongo que tienes razón, aunque igual tenías ocho años y creo que también ya se suponía que debías de comprender si bien no todo, al menos algo acerca de los sentimientos románticos.

—¿Es que a esa edad tú ya lo hacías?

Con altivez lo miró.

—Para que te lo sepas, las mujeres maduramos emocionalmente antes que los hombres.

Su hermano ya había escuchado eso antes y no le costaba creerlo, no después de haberse criado entre tantas chicas de diversas edades, por lo que lo tenía comprobado de primera mano y en realidad el asunto no le disgustaba reconocerlo como sucedía con algunos de sus amigos. Las chicas para él eran seres excepcionales y le gustaba pensar que tenía a diez de ellas en casa, once si contaba a su madre, por mucho que en ocasiones llegaran a desesperarlo con sus ocurrencias.

—Entonces… cuando eras una niña pequeña, ¿ya había algún chico que te gustara así?

—¿Es que ya te olvidaste de Skippy? ¿El de la primaria?

Lincoln tuvo problemas para darle una cara al chico que le mencionó.

—¿Te refieres al niño castaño de tu salón cuando estabas en primer grado? ¿El que siempre estaba sucio? ¿Uno que tenía dientes de conejo?

Lana refunfuñó.

—No eres precisamente el más apropiado para criticarle de esa manera los dientes a alguien, pero sí. Me refiero a él.

Lincoln se rió. Ya lo recordaba.

—No sabía que te gustaba. ¿Alguna vez se lo dijiste?

—Sí, a los seis años, hasta le escribí una carta, pero se apenó mucho cuando lo hice y dejó de hablarme por unos días, cuando se le pasó hizo como que nunca le escribí nada, y como yo ya había perdido el interés en él le seguí el juego dejando todo como estaba antes entre los dos.

—Pues… lo siento, supongo. Al menos no fue un rechazo directo… creo. En realidad no sé qué es peor.

—Supongo que peor hubiera sido que se viralizara un video mío besando su fotografía y él en respuesta pidiera que lo cambiaran de salón.

—¡Auch! —Exclamó Lincoln entendiendo la indirecta—. Bueno, eso fue distinto a lo que imaginaba me contarías.

—¿Qué te imaginabas?

—Ya sabes, cosas de niños. Que te respondió que sí quería ser tu novio, compartieron una hamburguesa con papas y malteada, después se jurarían amor eterno o hasta que terminaran el curso, quizás a lo mucho la primaria. Ya sabes, el primer beso y esas cosas.

—Creo que a veces tienes razón y en efecto te hace daño ver tantas telenovelas con nosotras. Pues nada de eso ocurrió. En todo caso mi primer beso lo había conseguido un año antes de lo de Skippy.

El chico abrió los ojos por la sorpresa.

—¡Eso significa que tendrías…!

—Casi seis.

—¡Cinco años cuando recibiste tu primer beso! ¡Vaya! Yo tuve que esperar hasta los once para que eso sucediera. ¿Y cómo ocurrió? ¿Con quién fue?

Lana repentinamente se sonrojó bastante.

—Si te cuento te enojarás.

Demostrándole que estaba bien por él, se levantó y la abrazó por la espalda. Realmente se sentía agradable rodear el cuerpo de Lana de aquella manera.

—Tú nunca te celaste a causa de Ronnie Anne, ¿no? ¿Por qué debería hacerlo yo? Vamos, cuéntame. Tengo mucha curiosidad.

Sintió como Lana tembló y entonces tuvo un mal presentimiento al respecto.

—Lana… ¿se trató de un beso… no consensual?

Ella dejó escapar el aire que había estado reteniendo desde que su hermano la abrazó.

—Algo así.

En efecto Lincoln comenzó a enfurecerse contra el imbécil que le había arrebatado a su hermana su primer beso sin que ella lo consintiera. Ahora entendía por qué Lana había anticipado su reacción, por lo que trató de controlarse y evitar que en su timbre de voz su evidente disgusto se siguiera escuchando al hablar.

—Lana… tal vez pasó hace mucho, pero de verdad quiero que me lo digas.

Y esperaba que el responsable haya sido un niño de su salón que tampoco conociera y por tanto no tuviera que...

—Fue con alguien que me doblaba la edad.

Cinco años. A su hermana de cinco años la había besado un imbécil de diez que conocería sus puños en caso que él lo conociera y tenía el grave pensamiento que así era. Lana era linda y cada día se hacía más hermosa, como sucedió con Leni y… Lori. ¿Clyde? Lana siempre se llevó bastante bien con Clyde, aunque… no quería pensar que fue él ni ningún otro de sus amigos, pero le costaba trabajo pensar en algún otro chico aparte de ellos con la misma edad, que se le podría acercar a su hermanita sintiendo que gracias precisamente a su amistad con él podía hacerlo con la suficiente confianza para no despertar recelo.

—Lana… ya sólo dime quién fue, por favor.

La seriedad en la voz de Lincoln la atemorizó un poco, por lo que con cautela comenzó a contarle.


—Esto es bastante aburrido. ¿De verdad no hay caricaturas a esta hora?

Lana estaba desparramada de cabeza sobre el sillón mirando la televisión al lado de Lola, Leni y Lori, quienes con mucha atención miraban juntas una película de romance juvenil. En ese momento la protagonista tras haber pasado una serie de obstáculos absurdos y ridículos, que Lana reconocería fueron divertidos, ahora estaba frente al chico de quien finalmente consiguió su atención, el cuál conmovido se acercó a ella para plantarle un beso en los labios que se le hizo muy largo.

—¡Yiuk!

Pero la niña de cinco años fue la única en manifestar su desagrado, pues incluso Lola como las mayores chilló de emoción por el acto.

—¡Eso fue tan romántico! —Exclamó Leni—. Charlotte se lo merecía, ¡ya se lo merecía!

—Literalmente —sollozó Lori—. Aunque el bobo de Mark ya se estaba tardando.

Lana comenzó a irritarse.

—Es tonto, ¿qué tiene de bueno que dos personas compartan saliva? Eso es repugnante incluso para mí, y eso que me gustan las cosas repugnantes.

Lola comenzó a reírse de ella y a señalarla a sus hermanas.

—Pobrecilla. No le hagan caso. Todavía es una niña como para comprender las cosas de los mayores.

Para Lana eso fue el colmo.

—Tenemos exactamente la misma edad. ¡Tú eres la tonta si se te olvidó eso!

—¡La tonta eres tú, tonta!

—¡Deja de llamarme tonta, tonta!

Leni y Lori se pusieron de pie y cada una sostuvo a una de las niñas cuando estuvieron a nada de enzarzarse en una de sus acostumbradas peleas.

—¡Ya dejen de discutir ustedes dos! —Lori las amonestó—. ¡No quiero que…!

Ninguna supo exactamente qué era lo que quería de ellas, aunque se les olvidaría preguntar, pues como Lori, se distrajeron por el sonido de lo que pareció ser una explosión en la segunda planta. Una de las primeras que con el pasar de los años se harían más y más frecuentes al punto que ya no les prestarían tanta atención, pero que en aquellos momentos las asustó al recordar que arriba estaba su pequeña hermanita Lisa de tres años.

Olvidándose de la discusión y de la película, las tres corrieron a la segunda planta, donde Luan y Lucy se asomaban por la puerta de Lisa. Adentro Luna ya estaba apoyando a su hermano inconsciente contra su regazo.

—¡Lincoln, despierta!

Como las demás, enseguida Luna miró a su alrededor. Había humo que comenzaba a disiparse al salir por la ventana, mientras que Lisa trataba de recuperarse de una fuerte tos que le dio y que Leni la animaba a cortarla dándole golpecitos en la espalda tras ir en su auxilio.

—Está bien, bonita —la jovencita de quince años comenzó a arrullar a la segunda más joven de sus hermanas, agradeciendo que Lily, la pequeña de pocos meses de vida, estuviera con su madre visitando al pediatra—. ¿Pero qué ocurrió, Lisa?

Una vez que se recuperó, la pequeña se ajustó los lentes para ver confusa el desastre que generó, específicamente a la mesa didáctica, donde había estado experimentando con su juego de química y del que quedaban sólo algunos frascos médicos de muestra rotos.

—Creo que erré en la conjugación de compuestos produciendo una reacción volátil entre dos elementos.

Lori miró disgustada el juego.

—¿Pero qué rayos tiene esa cosa? Se supone que debería ser algo inofensivo para que los niños jueguen con él —miró con sospecha a la pequeña castaña—. Porque sólo estabas jugando con los compuestos que había en el juego, ¿cierto?

Lisa rodó los ojos nerviosa.

—Por supuesto… entre otros que tal vez pedí por internet para ampliar la experiencia de ese maravilloso arte que son las ciencias químicas.

Lori no podía entender cómo una niña de tres años ya podía realizar compras por internet, pero no era el momento para averiguarlo. se acercó a Luna y juntas examinaron a Lincoln preocupadas. Lisa sintiéndose culpable les dio una explicación sobre cómo él terminó involucrado.

—Le pedí a mi unidad fraternal masculina que me auxiliara a revolver una mezcla que hice, ya que tiene mayor fuerza que yo y… sobra contar lo que ocurrió después. Descuiden, no se quemó ni lo que hacía se trataba de algo tóxico, pero se golpeó en la cabeza cuando la fuerza de la explosión lo precipitó con violencia contra la pared y por eso se cayó.

Lori ya había comprobado tal y como le enseñaron en el curso de primeros auxilios que tomó en la secundaria para ganar puntos extra, que el pulso y ritmo cardíaco de su hermano estuviese bien, lo mismo el ritmo de su respiración. Todo parecía en orden y más allá del chichón en la cabeza que se le estaba formando, no había nada más que lamentar.

—¡Lincoln! —Lana exclamó asustada al finalmente darse cuenta del estado de su hermano. También había escuchado más que suficiente para entender lo que había ocurrido—. ¡Tú eres la tonta, Lisa! ¡Ahora verás!

Aterrada, la pequeña se hizo para atrás por reflejo cuando Lana se le arrojó encima, sólo para al vuelo ser atrapada por Leni.

—¡Calma, Lana! Lisa también se hizo daño.

—¡Pero no tanto como Lincoln! ¡Dame un minuto con ella para igualar eso!

—¡Todos compórtense ya! —Lori gritó dando la orden a nivel general—. Lincoln estará bien, sólo quedó noqueado. Hay que llevarlo a su habitación para que descanse y eso será más que suficiente.

Aunque Lana junto con Leni quiso ayudarle, Lori por sí sola pudo cargar a su hermano de diez años y llevarlo a su habitación para dejarlo en su cama, permitiéndose arroparlo y darle un cariñoso beso en la frente deseándole que se recuperara pronto.

Luna y Leni por su parte se ocuparon de revisar que en efecto Lisa se encontrara bien, sin dejar de advertirle que le contarían lo que provocó a sus padres. Lucy se limitó a evitar que Lana intentara pegarle a Lisa, mientras que Lola ya estaba marcándole a su mamá para contarle lo que ocurrió en casa para después hacerlo con su padre, y luego a Luan y Lynn que estaban fuera, sólo para prestar sus servicios de mantener a todos al tanto de las novedades, por supuesto.

Más tarde y un poco más calmada, Lana estaba enfurruñada en su habitación mientras que Lola intentaba tranquilizarla organizando una fiesta de té sólo para ambas.

—¿Quieres otro cubo de azúcar, Lana?

—No, gracias.

—Ya, mujer. Cálmate. Ya escuchaste a Lori. Lincoln de seguro no tardará en despertar como si nada le hubiera ocurrido.

En realidad lo haría desorientado y con un fuerte dolor de cabeza que le duraría hasta la mañana siguiente, pero eso no lo sabrían hasta después. Lana suspiró preocupada por su hermano e insatisfecha con el consuelo.

—Eso espero.

—Animate, hermana. ¿Quieres chicle? Me sobra uno de los que me regaló uno de mis admiradores.

Lana sintió que le ofreció el chicle principalmente para presumirle sobre los admiradores que tenía en su salón que por hacerla sentir mejor, pero de todas maneras lo aceptó y se entretuvo mascándolo un rato.

—Ahora vengo. Tengo que ir al baño.

Sin embargo, después de haber ido, al regresar se detuvo frente a la puerta de la habitación de su hermano, recordando que Lori les había pedido no molestarlo mientras se recuperaba y se despertaba por su cuenta. Realmente estaba muy preocupada por él.

Mirando a su alrededor esperando que nadie la viese, lo más silenciosamente que pudo entró en la habitación. Tal y como se lo imaginaba, su hermano seguía en la cama con aspecto convaleciente.

—Lincoln…

Suspirando, ella misma se le acercó para comprobar lo que le habían dicho. En efecto, parecía estar bien. Su respiración era pausada, pero tranquila. Su boca estaba entreabierta, del mismo modo como el chico ese de la película que había estado viendo con sus hermanas cuando…

Una idea le pasó por la cabeza al instante. Sonaba tonto, pero sus hermanas habían actuado como si el suceso fuese lo mejor de la vida. Sonaba tan asqueroso, pero como ella mismo lo reconoció, las cosas asquerosas solían gustarle, aunque parecía ser la única que consideró como tal ese acto. Además, la chica de la película hizo eso con el chico porque lo quería mucho y no paraba de repetir durante la misma cuánto lo amaba, y ella por supuesto amaba a Lincoln como a sus hermanas, a sus mascotas o a sus padres… incluso tal vez un poco más todavía.

Con cada pensamiento se le fue acercando más y más. De pronto ya estaba frente a él. El chicle ya había perdido su sabor y con la lengua se humedeció los labios. ¡Qué rayos! Si se trataba de algo tonto y no era la gran cosa no debería de asustarle tanto.

Lincoln continuó inconsciente cuando los labios de su hermana se conectaron con los suyos.

Lana contó mentalmente hasta veinte de forma rápida al inicio, porque se imaginó que ese fue el tiempo total que la pareja de la película duró pegada, sin embargo cuando llegó al diez comenzó a contar de forma lenta lo que le faltaba, incluso cuando llegó al veinte dejó pasar algunos segundos más. Los labios de su hermano eran suaves y su aliento le recordó al gusto que le deja la pasta dental. Era algo muy agradable, aunque apenas sintió la inconsciente lengua de Lincoln chocar con la suya, fue que interrumpió el beso y nerviosa se separó de él pensando que Lincoln acababa de despertarse molesto por lo que le hizo, pero eso no ocurrió.

El niño se relamió los labios un par de veces y se quedó quieto de nuevo. Lana lo observó un momento antes que abochornada saliera con prisa de la habitación, sin darse cuenta que estaba riéndose entre dientes como Lola lo hubiese hecho ante una de esas escenas románticas que tanto le gustaban.

Cuando regresó a su cuarto con su gemela, esta al instante se percató de su radical cambio de ánimo.

—¿Qué te pasó?

—¿He? Digo, ¡No! ¡Nada! ¿Por qué debería de tener algo?

Lana no dejaba de reírse como una boba. Para Lola fue evidente que algo le había ocurrido, pero por mucho que insistió, no consiguió nada de ella en la siguiente media hora en que intentó hacer que hablara hasta perder el interés.

En su habitación, de pronto Lincoln se despertó entrando en pánico al sentir que se ahogaba. Se enderezó en su cama y juntó sus manos frente a su cara tosiendo frenéticamente hasta arrojar lo que parecía ser un chicle ya sin sabor.

Con un fuerte dolor de cabeza, se preguntaría qué era lo que le había sucedido, y aunque más tarde le explicarían lo que Lisa le provocó, seguiría con la duda que se guardó sobre por qué tenía aquel chicle, pues no recordaba haber tomado ninguno antes del incidente.


Lana se puso más nerviosa ante el desconcierto de su hermano tras escuchar su relato.

—¿Ese fue tu primer beso?

—Siii —le contestó arrastrando la palabra—. Sabía que te molestarías cuando te contara. Por favor, ten en cuenta que tenía cinco años y ya sabes cómo era de curiosa todo el tiempo a esa edad.

En realidad Lincoln estaba seguro que a hoy fecha seguía siéndolo, aunque eso era tema aparte. Lana bailoteó en su lugar y Lincoln le siguió el ritmo al continuar abrazándola permaneciendo en un meditativo silencio.

—Ya, Lincoln. Dime algo, lo que sea. ¿Si te enojaste mucho conmigo?

—No. No lo estoy, solo me siento… sorprendido. Yo no sabía nada de esto y ahora que lo pienso, esto significa que no fue con Ronnie Anne como siempre pensé que fue mi primer beso, sino… contigo.

—¿Y piensas… que eso es malo?

—¡Por supuesto que no! No me malinterpretes. Creo que fue algo… lindo y tierno. Aunque me inquieta el hecho de que entonces sólo tenías cinco años.

—Vamos, no pienses como que te hubieras aprovechado de mí.

—Bueno… en realidad técnicamente fuiste tú la que se aprovechó de mí. Pero estoy bien con eso.

Lana tenía sus dudas de que estuviese siendo sincero, en especial porque el abrazo de su hermano se volvió más estrecho y un poco incómodo.

—¿Lamentas mucho que no fuese de tu amiga como habías creído hasta ahora?

—No, ya te dije que sólo me inquieta lo precoz que eras ya a esa edad. De todas formas… me da mucho que pensar sobre… cómo incluso desde entonces se podría decir que estábamos destinados a… ya sabes.

Lana le sonrió.

—¿A estar juntos?

Lincoln le devolvió la sonrisa y algo más. Se acercó a ella y al comprender lo que buscaba, Lana cerró los ojos. El contacto entre ambos se dio de nuevo, pero en esta ocasión hubo algo distinto a las ocasiones anteriores. Lincoln degustaba el beso como si se tratara de la primera vez que se lo daba a su joven hermana, algo semejante experimentó Lana conforme el beso fue subiendo su intensidad.

—¡No hay nadie en casa! ¡Necesito un poco de ayuda aquí!

Aunque el llamado de su padre vino desde la sala, los chicos saltaron y se separaron bruscamente, reaccionando como si estuviese presente en la habitación.

Algo acalorada la pareja se vio entre sí dedicándose una sonrisa nerviosa. Lana le guiñó un ojo a su hermano.

—Más tarde pasaré por mi beso de las buenas noches, Linc.

Le guiñó un ojo y todavía algo agitado, todo lo que Lincoln pudo hacer para responderle fue asentir antes de calmarse y bajar un momento después de ella a la entrada.

Su padre estaba metiendo del coche a la casa un surtido de despensa con el que sus únicos dos hijos presentes se apresuraron a ayudarle.

—Gracias chicos, que bueno que estaban aquí. En breve me pondré a hacer la cena en lo que su madre y hermanas regresan.

—Está bien, papá.

Animada, Lana tomó una bolsa llena de patatas y con ella se dirigió a la cocina. Por hacer conversación, Lincoln le soltó a su padre sin dejar de mirar a su hermana entrando de regreso.

—Parece que crecerá para ser tan fortachona como Lynn, ¿no crees?

Su padre asintió claramente afectado.

—No es eso lo que me preocupa. Lincoln, he notado que has pasado mucho tiempo con Lana últimamente y quiero que seas sincero conmigo en lo que te voy a preguntar.

Sintiendo que el alma se le iba a los pies y el corazón estaba por detenérsele, Lincoln miró fijamente a su padre teniendo un mal presentimiento hacia dónde iría con esto.

—¿De qué se trata?

—Yo… tengo la sospecha de que tu hermana ya tiene un novio. ¿Tu no sabrás algo al respecto?

El chico no detectó ningún tono de acusación en su voz, únicamente duda y lo que podría ser curiosidad mezclada con preocupación.

—No… nada. Papá, ¿por qué piensas eso?

—Pues, últimamente su comportamiento me recuerda mucho al de tus hermanas mayores cuando comenzaron a salir con chicos.

—Pe… pero Lana…

—Sí, ya me imagino lo que estás pensando, y ya sé que suena a algo tonto siendo ella solamente una niña de doce años y por tanto todavía muy joven para esas cosas, además de tratarse de… pues Lana, que hubiera creído antes haber sospechado primero de Lola sobre eso.

Lincoln tragó saliva.

—Igual suena a algo… descabellado.

—Lo sé, por eso no le he contado a tu madre lo que creo hasta estar seguro, aunque quizás sólo, y espero, se trata de mi imaginación. De todas maneras, hijo. ¿Puedo contar contigo por si te enteras de algo?

El joven de diecisiete años aspiró profundamente sintiendo una pulsada de culpa por tener qué mentirle a su padre.

—Sí, papá. Puedes hacerlo.

—Gracias, campeón. Sé que siempre podré contar contigo si se trata en especial acerca del cuidado de tus hermanas.

El señor Loud entró en la casa y Lincoln lo siguió llevando las bolsas que faltaban de la despensa, sintiendo lo mal que estaba correspondiendo a su padre y a la familia en general.

Él tenía razón. Lana era muy joven todavía para estar pensando en chicos, y él lo hacía todavía peor por tratarse del chico como quien salía, pero… no por ello se sentía con la voluntad necesaria para romper con ella ante lo mucho que la amaba peligrosamente más allá de lo debido, tratando de ignorar las funestas consecuencias que esto podría traerles a ambos si se descubriera su relación.