—Yo soy el único que puede matarte.

Amuro cargó la sobaquera y poniéndose el traje negro. Amigo tenía que ver a Vermouth y luego, a esa persona. No estaba con muchos ánimos de lidiar con ninguno de los dos. Sus días se basaban solo en conseguir la oportunidad para matar a Akai Shuuichi. Él sabía que Akai no murió cuando Hidemi lo contactó. No. Akai era un zorro viejo y con una inteligencia digna de la suya. Jamás iba a creer que moriría por una estupidez tal como un disparo de Kir y casualmente, el auto se prendería fuego.

No.

Amuro estaba decidido a ser el único que podía acabar con su vida. Tenía prohibido morir de otra manera y ahora que ese tal Okiya apareció cerca del profesor Agasa, sintió que debía investigarlo. Tenía sus sospechas y aquel hombre no era un simple soltero aficionado a los misterios. No. La sensación que tuvo al verlo fue aquella que le dijo que no estaba equivocado: Subaru Okiya no era trigo limpio.

Se terminó de acomodar la ropa y se miró en el espejo. Iba como Bourbon, pero después de eso, no sabía exactamente por quién iba. Si por Bourbon, por Amuro o por Rei. ¿Quién era el que quería desenmascarar a Okiya? ¿Cuánto sabría dividir sus tres personalidades?

Negó con la cabeza y miró la hora en su reloj de pulsera y se fue. No quería escuchar a Vermouth renegar porque él llegaba tarde.

El restaurante que ella eligió era de cinco estrellas, como siempre. Esa mujer nunca iba a comer en un lugar sencillo. Incluso, Amuro había notado su predilección por la comida extranjera. Pidió para los dos, e incluso, postre mientras hablaban sobre la organización. Nada que fuera digno de mencionar o que ameritara una cena. Sabía cuál era la situación con Gin: lo odiaba igual que a ella. En algún momento se preguntó si ella podría ser una infiltrada por la forma en que se movía, pero ahora, lo descartaba. En un momento se dijo que era porque le había tomado cariño y por eso, deseaba que ella no estuviera involucrada. Era la única con la que podía tener esas charlas, esas salidas y de paso, un poco de su vida.

Y se negaba a ello porque toda su vida era una mentira y no podía tener lazos con nadie, ni siquiera una amistad.

Se fue con una extraña sensación y se encontró con esa persona en su oficina. Estaba oscuro, sólo con la luz de la lampara de escritorio alumbrando. No entendía esa necesidad de crear un ambiente tan extraño sólo para una charla.

—¿Tienes alguna novedad que informar?

—Ninguna por ahora —respondió él y vio sus ojos escrutando todo su ser. Tuvo miedo de esa mirada la primera vez que se encontró con la suya. Ahora, estaba tan seguro de que era más astuto que esa persona que podía mantener la vista fija con él sin ningún tipo de remordimiento. Además, él se había vuelto alguien de confianza por lo que podía ir a su bola el tiempo que quisiera. Por esa misma razón, pocas veces informaba algo.

—Akai…

De nuevo, esa espina imposible de quitar.

—Si está vivo, yo mismo me encargaré de matarlo con mis propias manos —sentenció rápido, antes de que dijera cualquier otra cosa.

Una sonrisa se formó en la cara de esa persona mientras juntaba sus manos con satisfacción.

Bourbon tenía una determinación y paciencia que no tenían otros miembros del equipo. Gin era temperamental y a Vodka le faltaba más astucia. Kir era impulsiva y Vermouth demasiado sentimental. Amuro era lo que estaba buscando.

—Infórmame cualquier avance.

Amuro inclinó la cabeza y se retiró de ahí aflojándose el nudo de la corbata. Al fin, había terminado el suceso de acontecimientos inútiles en esa noche. Ahora, sólo quedaba uno más: la casa de Okiya.

Las luces estaban apagadas, sólo las de la entrada quedaban iluminando el jardín delantero. Todavía no entendía cuál era la relación que había entre Okiya y los Kudo, pero estaba viviendo ahí, así que debía averiguar. Si era Akai y por qué la familia lo estaba ayudando, especialmente, desde que su hijo desapareció hacia tiempo. Aunque Amuro tenía sus propias teorías, por el momento, sólo iba a concentrarse en Subaru.

Sacó una ganzúa que usó para abrir la puerta sin forzar la cerradura. Debía ir lo más sigiloso posible, pero estaba preparado para todo. Amuro había pensado en tantos escenarios que le era imposible no estar preparado para alguno.

Avanzó en la oscuridad, iba a sacar su linterna y sintió un movimiento. Pasos y el sonido de la respiración de alguien, entonces, rápido, abrió su saco y metió la mano en la sobaquera sacando el arma y apuntando hacia el frente de una buena vez. Al acostumbrarse a la oscuridad, vio que aquella persona que tenía en frente también tenía un arma. El clic al poner la bala en la cámara le decía que era tan hábil como para encontrarlo en la oscuridad y enfrentarlo. Ahora ¿Cuál iba a ser su próximo movimiento? Amuro esperó con una sonrisa, pero él no se movió.

—Lo sabía —se rio—. Un arma reglamentada ¿no es así? —dijo en voz baja con una sonrisa que torcía sus labios. Okiya no se movió ni cambió su respiración. Estaba tranquilo a pesar de la situación ¿cómo lo había previsto? O era eso o dormía al lado de la puerta con el arma en la mesa. Y considerando que era "bala de plata", bien podría estar en lo cierto. Sin embargo, no podía quedarse así para siempre. Uno de los dos tenía que hacer un movimiento y si Akai no lo hacía, él tenía que dar el primer paso.

Y Amuro lo hizo. Soltó su propia arma y agarró la muñeca de Okiya, dándole un codazo en el esternón y haciendo que soltara su arma. Okiya respondió tomando aire y agarró a Amuro del cuello con su brazo, impidiéndole moverse. Él, sujeto el brazo de Okiya con sus manos y miró de refilón a su oponente. Sí, era digno agente del FBI, pero no estaba a la altura de un agente de la Policía secreta de Japón.

Jamás.

Flexionó las piernas y movió su cuerpo ligeramente hacia adelante, sujetando bien el brazo de Okiya para que no lo soltara y haciendo un poco más de fuerza, lo levantó del suelo, sujetando con fuerza el antebrazo, hizo dar vuelta la situación, agarrando a Okiya y haciéndolo caer hacia el frente. Si bien, ese instante en que él había quedado cabeza contra el suelo para liberarse era para agarrar su arma en el suelo.

Okiya se quejó y volteó rápido y volvió a ver el destello del arma en la oscuridad. Amuro tenía la ventaja en ese momento.

—Casi me ganas.

—¿Casi? —repitió Amuro confundido. Él tenía todas las de ganar en ese momento, sólo debía jalar el gatillo. Y no lo estaba haciendo en ese momento.

Okiya vio su oportunidad en ese momento, agarró a Amuro e hizo que el disparo fuera al suelo, impidiendo que volviera a usar el arma en ese forcejeo. Rodaron por el suelo en un intento de detener al contrario. Okiya logró erguirse sobre sus rodillas y le dio un puñetazo en la cara a Amuro, golpeando la muñeca y haciendo que soltara el arma momentos después. Ahora, él había quedado arriba, sosteniendo sus manos e impidiéndole moverse.

—¿Qué esperas para matarme? —soltó Amuro con total resignación. En ese momento, no podía hacer nada. En realidad, sí, pero quería saber sobre aquel sujeto. Había muchas cosas que quería preguntarle antes de darle el tiro de gracia. Sin embargo, la respuesta no llegó tal y como él quería. Subaru se acercó a él, pensó que iba a ahorcarlo, a matarlo de una forma dura y dolorosa, sin embargo, lo que sintió en ese momento no fue otra cosa que los labios de él contra los suyos. Amuro se removió debajo de él, pero pronto cedió al contacto con la lengua. Un beso caliente y húmedo que lo estaba dejando sin aire y sin pensamientos. No hizo nada, por el contrario, su cuerpo se relajó tanto que Okiya lo soltó y sólo entrelazó su mano izquierda con la de él. Fue entonces que se dio cuenta de que ¡lo estaba besando voluntariamente! Ardido como estaba lo empujó lejos de él y se puso de pie refregando su boca intentando quitarse esa sensación que le había quedado encima.

Subaru se rio y eso sólo lo molestó aún más.

—Creo que he comprobado lo que necesitaba —dijo él relamiéndose los labios.

Amuro se sonrojó tanto que su piel morena estaba teñida de rojo, agradecía la oscuridad que evitaba que eso se viera.

—Esto aún no ha terminado —gritó fuerte e intranquilo. Estaba nervioso y todo su plan se había visto truncado por un beso. Un solo maldito beso había revuelto todos sus sentimientos e intenciones.

Tomó su arma y desapareció de la casa, saliendo con el corazón hecho un lio y aun, frotándose la boca. El sabor de Subaru había quedado impregnado en sus labios al igual que su perfume.

—Estoy loco —pensó revolviéndose el flequillo. Metió las manos en los bolsillos y se fue lo más pronto que pudo hasta su auto, subió y se quedó un largo rato ahí, con la cabeza pegada contra el volante.

Dudó cuando estuvo a punto de dispararle. E incluso, no quería admitir que disfrutó que Okiya lo tomara de esa forma. Pero estaba mal.

Se apretó el pecho y suspiró profundamente. Las razones le sobraban, ahora más que nunca que había sumado un punto más para alterarlo y alterar su vida. Okiya o Akai no le producían nada y jamás iba a producirle más que odio. Jamás amor.

—Yo soy el único que puede matarte.


¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Espero que de maravillas. Les traigo otra de mis ships favoritas. Amo con todo el corazón a Amuro x Azusa, pero no puedo negar que tengo debilidad por Akai -aunque la primera tiene más chance de ser canon que esta XD-. La química entre los dos me encanta y creo que sería muy interesante ver explorar sus máscaras -quizá con Amuro sea un poco más difícil, que bien podría ser un hombre de cien caras (?)-

Este relato surgió para el Miércoles de Drabbles de Pasión por los Fanfics, donde tocaba escribir de amor/odio -romance/drama ¿y quienes mejores que estos dos para ello? Además, aprovecho que está la repesca del Club de Lectura y tocaba usar la misma frase de inicio y final ¡Y salió! Yo feliz de haber cumplido con todo.

Espero que hayan disfrutado de esto.

¡Un abrazo!