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Este fic participó de la actividad "Fictober 2022", de las páginas de "Accio Story" y "El enigma del Kelpie". Reclamo solo de la trama, no de los personajes y mundo de HP.
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El traslador estaba programado para las 8 de la noche.
Quedaba media hora y tanto Draco como Theo, sentados en el área de espera del salón circular del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, lucían ansiosos, aunque por distintas razones.
Draco en su uniforme de auror, cuya túnica resaltaba el producto de largas horas de entrenamiento y sus muy particulares rasgos, había procurado no dar mayor explicación por su presencia más allá de la protocolar. La carpeta que llevaba bajo el brazo era la excusa perfecta.
Él solo estaba cumpliendo su trabajo, esperando a su jefa para darle los informes sobre el término del programa de aurores novatos…y que tuvieran una relación fuera del trabajo, después de aquella noche tequilera, no tenía nada que ver.
Tampoco que llevara dos semanas de abstinencia y un humor de los mil diablos desde la última carta de su… jefa.
…porque novia no era. Ella, (absurdamente, si le preguntaban a él) insistía en que era "muy pronto".
"….estoy feliz de haber tomado el trabajo de protección, aunque no me correspondía. He conocido a muchos magos y brujas interesantes y ayudado un poco con algunas tareas, además de vigilar. Supongo que muy en el fondo extraño un poco investigar cosas nuevas. Obviamente no dejaría mi puesto en el departamento por nada; pero esta experiencia me ha ayudado a aclarar mi mente. A mi regreso tú y yo tenemos que hablar, ahora te dejo. Royce y los muchachos ya me llamaron. Están listos para la última expedición.
Cuídate, M. Nos veremos pronto".
No solo fue el tenemos que hablar, lo que destrozó parte de su autoconfianza. Merlín sabía que nada bueno salía de una frase como esa; pero que llanamente ella cerrara su carta anunciando que un tal Royce y los muchachos la requerían, en definitiva, pudo con su muy esmerado autocontrol.
No pudiendo con su genio fue a revisar el expediente presentado al departamento de aurores, ávido de saber quiénes integraban el equipo de investigación. Pasando por el líder que prefería el anonimato, otros principales como Granger, llegó a los asistentes en América. Hasta que dio con el tal Royce.
Royce Rouviño. Mago brasileño mestizo experto en herbología tropical. Mago de 29 años. Mago que ella apenas tenía semana y media de conocer. ¿Y ya lo tuteaba?
¡Ni siquiera lo hacía con él! En su carta lo había llamado M. Y sí, en el éxtasis de aquella noche tequilera (y las que siguieron) había conseguido arrancarle su nombre entre suspiros; pero a la mañana siguiente volvía a ser Malfoy. En los pasillos seguía siendo Malfoy. Es más, ella tenía contacto estricto con él, siempre ocupada; siempre con algo pendiente.
¿Y ahora venía a decirle que tenían que hablar? ¿Y luego llamaba al tal Royce como si fueran viejos amigos?
No. No. Eso no estaba bien.
Él había sido muy paciente. Incluso se sorprendía a sí mismo por todo lo que pasaba por alto. Y es que estaba convencido de que ella valía la pena; pero si era sincero, su paciencia había llegado casi a sus límites.
Tan absorto estaba en sus tortuosos pensamientos que no se dio cuenta de la atención de Theo sobre él hasta que lo oyó carraspear con fuerza.
—Romperás esos documentos si sigues así.
Draco parpadeó y miró la carpeta que había pasado a sujetar con ambas manos. Mierda. ¿En qué momento había pasado a estrangular los informes?
—¿Noche pesada, Draco? No luces muy bien.
—Guardia nocturna. Ayer hubo una redada. Es normal—respondió él.
«Claro. Culpa a la redada que no requería tu presencia; pero a la que fuiste de todas formas para ver si podías liberar tensiones», se dijo; no obstante.
—¿Qué haces aquí, Theo? Y tan… arreglado. ¿Qué? ¿Esperas la llegada de algún embajador?
Theo miró su atuendo. Túnica azul grisáceo, con un distintivo muy particular en la solapa, hecho en plata y lapislázuli. Se removió incómodo en su silla.
—Represento a mi empresa—dijo—. Estoy aquí para cuidar de mis… intereses.
Draco enarcó una ceja.
—Si no recuerdo mal, solo hay un traslador programado para esta noche.
—Entonces supongo que esperamos al mismo.
—No. Yo estoy esperando a Granger.
—Y sucede que yo estoy esperando a quien ella custodia.
Draco parpadeó.
—¿Tú eres el que encargó la expedición en Brasil?
Theo lució imperturbable.
—Manejo un apotecario conocido por proveer ingredientes y plantas exóticas además de las tradicionales, Draco. Además, ¿No trabajas con Granger? Creí que lo sabrías.
Draco tal vez había pasado por alto ese detalle por no considerarlo importante en el momento. No era relevante cuando quería averiguar más del mentado Royce. Además, el investigador privado de "MoonPrize", el apotecario de Theo, había permanecido anónimo.
Granger solo dijo que era un amigo suyo, que supuestamente solo por eso aceptaba la misión. Eran las únicas pistas. Y ahí había gato encerrado. Theo y Granger no tenían amigos en común. (Y él no contaba, porque se negaba a ser catalogado como amigo de la Gryffindor).
—¿Por qué Brasil?
—Existe una especie rara y única en ese país. Eres un pocionista excelente, Draco, sabes que muchos de los ingredientes en varias pociones provienen de criaturas mágicas y plantas especiales, por ejemplo, los bezoars o las alas de murciélago. Además, como pocionista, sabes que obtener algunos de esos ingredientes implica la muerte de la criatura.
—Ajá… ¿Y entonces?
—Y entonces, se puede decir que mi empresa está intentando conseguir ingredientes, Ahm, amigables.
Draco enarcó una ceja. Theo se sonrojó un poco.
—En la medida de lo posible—acotó—. Existen investigaciones que avalan otros medios para la obtención de ingredientes mágicos de seres vivos. La base se encuentra en las técnicas de los fabricantes de varitas. No necesariamente tiene que morir un dragón para obtener fibra de su corazón, por ejemplo. En el caso de mi negocio, estamos intentando aplicar esa teoría.
—¿Qué especie es la que investigan?
—Es medianamente nueva. Los lugareños no han querido nombrarla aún.
—¿Son tan raros?
—No en el sentido de magnificencia. Técnicamente son tortugas de río; pero en su caparazón crecen flores especiales cuyas propiedades se están usando para pociones de alto valor curativo, solo que hasta el momento, obtenerlas implica la muerte de la criatura, por lo que la mayoría de insumos proviene del mercado negro o son excesivamente costosos. "MoonPrize" está intentando obtener el ingrediente manteniendo vivo al portador.
—Y por eso enviaste un investigador.
—En efecto. Ella, ejem, es muy hábil con las criaturas.
—¿Ella? Ahora sí me sorprendiste, Theodore. Tenía entendido que tu staff era puramente masculino.
—Quita la sonrisita, Draco. Sabes bien que mi socio es Blaise y que no es buena idea ponerle carroña al buitre.
—¿Y a quién contrataste como investigadora entonces? ¿A Bulstrode? Digo, si la idea era mantener controlado a Blaise.
Un brillo peligroso en los ojos azules de Theo hizo que Draco borrara su sonrisa.
En eso, un suave céfiro revoloteó bajo sus túnicas, anunciando la llegada de los viajeros.
Theo arregló el distintivo de su solapa y se enderezó orgulloso, mirando a Draco una sola vez.
—Si tienes que saberlo, contraté a mi novia.
Luego avanzó a la zona de espera.
Draco se quedó con la boca abierta.
¿Theo? ¿Theo, el eterno ermitaño tenía novia? ¡¿Y lo decía así tan natural?!
Diablos. Entre Granger y el trabajo sí que se había perdido mucho de la vida de sus amigos. ¿Qué seguía? ¿Que el mujeriego de Blaise sentara cabeza?
Suaves pisadas extra lo sacaron de su asombro. Giró la cabeza y ahí estaba Granger vistiendo su uniforme oficial y el cabello sujeto en una cola de caballo que exponía su lindo cuello.
Ese cuello donde a él le encantaba poner la…
—¡Theo!
La voz cantarina hizo que Draco espabilara.
Y nuevamente su mandíbula cayó.
Theodore Nott. Ese Theodore Nott que sonreía y que recibía entre sus brazos a una alegre y pequeña rubia, no era el mismo mago con el que él prácticamente había crecido.
La pequeña rubia. Su novia.
Luna Lovegood.
—¿Tuviste un buen viaje? ¿Te sientes bien? ¿No estás mareada?
—Todo me fue excelente. Brasil es precioso; pero la siguiente vez tendrás que ir conmigo, te va a encantar—dijo Luna, clavando la mirada en la solapa de Theo después.
Había mandado a hacer esa joya para su último cumpleaños. Una media luna de plata con incrustaciones de lapislázuli custodiada por dos estrellas. En un principio creyó que fue un poco estrafalario; pero Theo dijo que hallaría el momento adecuado para usarlo.
Y lo cumplió.
—¡Lo estás usando!
—Te dije que lo haría. Y te tengo una sorpresa—dijo Theo—. Desde la próxima semana se convertirá en el logo del apotecario.
Luna se llevó ambas manos a la boca, emocionada.
—¿De veras? ¡Oh, Theo!
Hermione esbozó una sonrisa sincera al ver a la pareja abrazándose de nuevo. No obstante, tal sonrisa se perdió al cruzar miradas con Draco sin que él hiciera nada, salvo seguir respirando.
No entendía cuál era su problema. Le sorprendió encontrarlo ahí y sintió su corazón dando un vuelco al reconocerlo; pero él ni siquiera se había acercado a saludar como mandaba el protocolo frente a un superior.
—Mira. Mira, Hermione—dijo Luna atrayendo su atención—. ¿No es bonito? Será el siguiente emblema de "MoonPrize".
La aurora se acercó sólo lo suficiente para complacer el entusiasmo de su amiga sin incomodar al ya incómodo Theodore.
—Muy apropiado. Me parece que tú también trajiste algo, ¿Cierto, Luna?
La rubia lo recordó de golpe.
—¡Pero claro! Ven, ven, Theo. Mira, ¡No creerás lo que conseguí!—añadió, tirando del pesado hombre como si fuera su muñeco hasta una urna que había dejado en el suelo al llegar—. La comunidad que nos permitió acercarnos a las tortugas me dieron estos como regalo. Mira. Se llaman maracuyá, los probamos allá, son muy ricos. Oh, y la madre del líder me enseñó a hacer un postre que te prepararé al llegar a casa.
Los ojos de Draco se abrieron de par en par mientras veía a la bruja sosteniendo unos frutos amarillos muy particulares. Su mente solo concentrada en una cosa:
¿Casa?, ¡¿Nott y Lovegood vivían juntos?!
—No es la única novedad—añadió Hermione, cumpliendo su función como aurora—. La cooperación de mi departamento termina aquí, señor Nott; pero por tratarse de Luna, escribiré al Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas avalando la obtención legal del espécimen.
Theo enarcó una ceja y miró a Luna de soslayo. Ella le sonrió, radiante.
—Funcionó, amor. Con la técnica que el señor Ollivander tuvo la gentileza de enseñarme, logré extraer la flor del caparazón sin dañar a la tortuga y, la mejor parte, no pasó ni una semana y ya le había crecido un bulbo. ¡Son renovables! ¿puedes creerlo? ¡Dejarán de cazarlas!
—Y como muestra de agradecimiento, la comunidad permitió que un espécimen de tortuga viajara con nosotras. Por supuesto, "MoonPrize" tendrá que hacerse responsable y asegurar un ambiente adecuado para la criatura—agregó Hermione.
—¿De verdad?—. Theo lucía superado—. Yo…no sé qué decir.
—Nada habría sido posible sin Luna, por supuesto. Hay más noticias; pero dejaré que ella se las diga—agregó Hermione—. Bueno, creo que eso sería todo. Luna, enviaré mi informe a tu oficina mañana, solo necesita una firma conforme y pasará a archivo.
—Muchas gracias por todo, Hermione. Tu ayuda en la investigación fue invaluable. Espero que la claridad de la que me hablaste siga contigo—dijo Luna.
Sus ojos soñadores entonces se posaron en Draco. El mago casi juró que le guiñó el ojo.
—Hola, Draco, has estado muy callado; pero me da gusto verte—añadió Luna—. Creo que el uniforme de Auror te sienta tan bien como a Hermione.
Los aludidos se miraron de lado, incómodos; pero Draco se enderezó y se acercó a paso solemne.
—Auror Granger, señorita Lovegood…
—Solo Luna. Somos antiguos compañeros, no lo olvides.
—Erh, sí, por supuesto. Espero que hayan tenido un buen viaje.
Hermione tuvo que frenar una mueca. ¿Era en serio que iba a tener esa actitud frente a Luna y Theo?
—Oh sí, hay tanto qué contar: pero tendrá que ser otro día—dijo Luna sin darse cuenta de la tensión—. Tal vez podamos quedar para almorzar algún día todos juntos. ¿Verdad, Theo?
El aludido le miró más que extrañado; pero acabó asintiendo.
—Ahm, sí, seguro. Sería cuestión de coordinar.
—Tú también, Hermione, por supuesto.
Ella solo respondió con una sonrisa dudosa. Luna entendió que era tiempo de irse.
—Bueno, entonces nos escribiremos pronto—dijo y giró a ver a su novio—. Vamos, Theo. Es hora de llevar a la pequeña Flora a casa. ¿Las chimeneas aún están disponibles a esta hora, cierto?
—Hasta las 10—respondieron Draco y Hermione a la vez, volviendo a las miradas incómodas.
Theo les miró con abierta curiosidad; pero al sentir la mano de Luna presionando su brazo, decidió no decir más que un cordial buenas noches y marcharse con su novia. Seguro ella le resolvería sus dudas. Además, ya le urgía estar en casa y darle una bienvenida completa.
Por su parte, Hermione, solo esperó a la marcha de la otra pareja para abandonar todo formalismo.
—¿Hay algún problema?
Él la miró. Hermione conocía esos ojos. Estaba molesto. La pregunta era: ¿De qué demonios?
Draco tampoco estaba seguro. Tal vez era producto de comparar su relación con Granger con la que Theo y Lovegood parecían tener. Tal vez era porque ella no se había dignado a dirigirle la palabra hasta estar solos. Como si únicamente de esa forma tuviera las agallas de reconocer su presencia sin protocolos.
Y sí, él tampoco lo había hecho; pero tenía excusa. Theo y Lovegood eran novios y vivían juntos. Cualquiera se impactaba con la noticia.
Así que sí. Que lo llamaran idiota por estar molesto; pero lo estaba. Y como molesto no iba a hablar de nada que considerara importante, cuadró los hombros y se colocó frente a ella como si se tratara del mismo Robards.
—Auror Granger, aquí están los informes de los últimos entrenamientos en el Programa de novatos—dijo, entregándole la carpeta a una anonadada Hermione—. Supuse que querría revisarlos. Necesitan su firma para programar las fechas de los exámenes finales. También incluyo el informe de la redada de ayer. Se capturó a dos brujas que vendieron filtros de amor a un grupo de adolescentes muggles en Soho. Fuera de eso, no ha habido mayor altercado en el Departamento.
Hermione esperó exactos diez segundos para que o bien Draco se disculpara o bien le dijera a qué estaba jugando.
No sucedió ni lo uno ni lo otro. El mago estaba imperturbable.
—Auror Granger es entonces. No "Hola, ¿Cómo te ha ido?".
—Auror Granger…
—No "Hola ¿Tuviste un buen viaje?"—continuó Hermione, ahora ella estrangulando la carpeta en sus manos.
—Granger…
—No "Hola, me da gusto verte". Solo Auror Granger y un pequeño discurso que pudiste ahorrarte con darme la carpeta e irte—espetó ella.
Ambos se lanzaron dagas con los ojos.
—Servicio cumplido, Auror Malfoy. Es libre de irse a casa. Buenas noches—terminó ella y casi ondeando la capa de su traje al más puro estilo de Snape, giró sobre su eje y comenzó a irse haciendo resonar con fuerza su calzado en el salón circular.
Draco sabía que tenía que dejar que se fuera. Ella estaba enfadada. Él también. Fuego no podía combatirse con fuego o ambos arderían.
Pero, claro, una cosa era pensar eso con la cabeza fría y otra intentar entenderlo cuando en lugar de sangre se sentía las venas ardiendo como brasas encendidas.
—¿Y qué esperabas que hiciera, Hermione?
Ella se detuvo en seco.
—Merlín—continuó Draco—. Esto es absurdo. No te he visto ni he sabido de ti en dos semanas; pero no pasa ni media hora de tu llegada y te enojas por una actitud que tú has sostenido por los últimos dos meses.
Ella volteó, indignada y muy tentada a doblar la carpeta en sus manos y proceder a agarrar a carpetazos a ese rubio dramático.
—¿Actitud? ¿Cuál actitud?
—La de hacer de cuenta que no existo o que no significo nada para ti si hay ojos pendientes de lo que hace o deja de hacer la gran heroína Hermione Granger.
—¡Ahora eso sí que es absurdo!, ¡Yo nunca…!
—Dime si no es verdad que cada vez que me he acercado a ti públicamente, y lo he hecho muchas veces, de pronto tuviste algo que hacer, un informe qué llenar, un entrenamiento que supervisar o una reunión que por accidente olvidaste. Dime si no es cierto que ni siquiera eres capaz de decir mi nombre en voz alta en los pasillos por miedo o vergüenza de que te relacionen conmigo—Dijo Draco.
—Eso no es verdad.
—Hay dos Ministerios entonces y yo he estado trabajando en uno paralelo—ironizó Draco. Luego exhaló hondo y se frotó el puente de su nariz—. Mira. Lo entiendo. Te juro que lo entiendo. Eres la heroína y yo el mortífago reformado que ni muriendo terminará de limpiar su nombre. Sé que es problemático y que posiblemente estés pensando en tu reputación o incluso tu carrera; pero…
—¡Oh, por favor!, si ese fuera el caso, esa noche en el pub ni siquiera habría dejado que te acercaras—le cortó Hermione, acortando la distancia mientras se esmeraba por lucir lo más intimidante posible—. Que prefiera mantener mi vida personal en privado no quiere decir que te evite por vergüenza, yo… no lo hice por eso.
—Entonces admites que sí lo hiciste.
Hermione se mordió el labio. Sin que se diera cuenta, Draco la había acorralado. Ella tenía planeado tener esa conversación entre cuatro muros y muy posiblemente con menos ropa y tensión de por medio. Tantas horas planeando el momento, para nada.
Exhaló rendida.
—No es por lo que estás pensando.
Draco sintió la ironía pugnando por salir de su boca.
—Por supuesto. Buenas noches, Granger.
Ella contuvo una palabrota antes de cerrarle el paso al rubio.
—Déjame explicar.
—No te molestes—dijo él, queriendo rodearla. Hermione volvió a impedirlo.
—¡Por favor!
Draco exhaló con pesadez y torció el gesto mientras decidía.
Él era alto y, gracias al entrenamiento de auror, de presencia imponente y un tanto atemorizante de vez en cuando. De verdad que era infame que una bruja tan pequeña pudiera detenerlo así sin siquiera tocarlo.
—Bien—espetó, cruzando los brazos, indicándole sin palabras que continuara.
Hermione tomó aire, Draco esperó el inicio de algún sermón con todas las excelentes razones que seguro ella le daría para justificar su evasión; pero entonces la vio girar el rostro hacia un lado y morderse el labio.
—Aquí no.
«Soy idiota», se dijo Draco.
—Habla ahora o no lo hagas nunca más, Granger.
—P-Pero es privado…
Él entornó los ojos, sacó la varita y conjuró.
—Homenum Revelio.
Por supuesto, nada pasó. Estaban solos.
—¿Feliz?
Hermione le miró retadora y con el rostro tenso.
—¡¿Por qué tienes que complicarlo todo?!
—¿Yo? Te preocupaba tener audiencia y ahora ya sabes que no existe—dijo Draco; pero su paciencia bordeó el límite cuando la vio rodar la mirada—. ¿Sabes qué? Ahora sí voy a complicar las cosas.
Y entonces la tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo.
—¡¿Qué crees que haces?!—reclamó Hermione, mirando por encima de su hombro para cerciorarse de que estaban solos—. Por favor, estamos en el Ministerio, Malfoy, esto es altamente inapropia…
—Sin ánimo de ofender; pero, ¡Me importa un carajo!—exclamó Draco. Hermione dejó de empujar contra su pecho y brincó un poco entre sus brazos.
Ella no era mujer que se sometiera a los gritos y demandas de ningún hombre, mucho menos una que se dejara amedrentar por uno. Y no estaba asustada. Si quería podía mandar a volar a Draco contra la pared del frente y lo sabía bien. Pero no. Lo que estaba, era sorprendida.
Desde que Draco ingresó al cuerpo de aurores como novato, nadie pudo acusarlo de ser un buscapleitos ni boicotearlo por problemas de conducta. De hecho, enfrentaba bien los retos e incluso, en los duelos de entrenamiento, no cayó en provocaciones ni reaccionó a los rumores ni a los ataques por la espalda.
Siempre imperturbable.
Siempre profesional.
Por eso, el hecho de que le hubiera gritado así la había tomado por sorpresa.
Y sus manos. Si bien la sujetaban con fuerza, no reconocía en su tacto intención alguna de lastimarla. Si era sincera, de no estar en el Ministerio, ese solo gesto habría hecho que la discusión pasara al olvido.
Estúpido sentido del deber. ¡Y estúpidos los dos por ser tan cabezotas!
—Malfoy, por favor…—intentó de nuevo, probando a relajar sus manos sobre su pecho; pero entonces él la alejó un poco.
—Ese es exactamente uno de los problemas—dijo él—. He sido Auror Malfoy o solo Malfoy en tu boca salvo en los momentos en los que envías tu autocontrol al demonio y fluyes entre mis brazos. Pero nunca después. Así que dime, ¿Qué esperabas que hiciera hoy? ¿Podía acercarme, Hermione? ¿Así como lo estoy haciendo ahora?
Y como para reforzar su punto elevó una de sus manos hacia su rostro, asegurándose de que no pudiera rehuirle.
—¿Podría haberte besado?, ¿Podía decir tu nombre? ¿Me habrías abrazado tú como Lovegood a Theo siendo que en la muy larga carta que enviaste no hay una sola línea en la que dijeras que me extrañabas?, ¿Siendo que ni siquiera puedes llamarme por mi nombre ni admitir que tenemos una relación porque según tú es "muy pronto"? Ah; pero no tienes problema de tutear a otros magos con solo días de conocerlos, ¿Cierto?
Casi al instante la expresión de Hermione mutó a una de culpa. Draco; no obstante dio un paso atrás y la soltó por completo. No tenía nada más que decir y algo le decía que, aunque había sido sincero, acababa de romper el puente hacia Hermione que tanto le había costado construir.
—Pero sí te extrañé—la oyó decir de repente. Por un momento creyó haberlo alucinado—. Te extrañé. Yo…
—No seas condescendiente.
—¡No lo soy, estoy diciendo la verdad!—exclamó Hermione, luego bajó un poco la mirada—. M-Me me hubiera gustado poder hablar de esto contigo en otro lugar. Es… inapropiado aquí, hasta peligroso, si quieres; pero no porque me avergüence, es…
Entonces lo miró. El temple volviendo a su brío de siempre.
—¿Qué crees que sucedería si descubren que estamos juntos? Las relaciones personales entre los miembros de nuestro departamento están prohibidas. Nos podrían obligar a optar por áreas diferentes para evitar cualquier conflicto de intereses. No importa quien sea yo ni si tú eres uno de los mejores aurores en cartera. Nos separarían y no tendríamos siquiera el derecho a protestar.
A Draco, esa lógica le supo a derrota. Ella no decía nada que no fuera cierto. Sin embargo, lo que Hermione parecía no entender era que él tampoco estaba a favor de fabricar una pancarta, contratar bailarines y músicos y montar un show para anunciar que salía con ella. ¡Ese no era el punto!
—¿Crees que no me cuesta guardar las apariencias?—continuó Hermione—. Sé que te he evadido, sé que te he dicho que es pronto para sentir esto que pasa entre nosotros como algo serio. Pero lo hice porque no quería perderte o… o eso pensaba hasta este viaje.
Ante eso, él ya no tuvo cómo refutar. Ni siquiera en pensamiento.
—No lo esperaba. No te esperaba, ¿Bien?—dijo Hermione—. Para mí y para lo que yo conocía antes de ti, sentir esta… esta especie de fuego solo podía darse tras mucha convivencia y charlas. No en cuestión de días. Nunca en días. ¿Y qué si todo lo que estaba sintiendo era temporal? ¿Qué si le decía Amor a la Pasión, qué si los confundía y al final terminaba lastimada?
—Granger, yo nunca te…
—Por favor, déjame terminar—dijo ella y tomó un poco de aire—. Tuve miedo—admitió—. Miedo de estar dejándome llevar sin razón. A estar confundiéndome. Supuse que si me iba y me concentraba en algo nuevo, algo emocionante, una… una aventura, entonces lo sabría. Si no te extrañaba, si era sencillo hacer mi día sin pensar en ti, entonces el sentimiento era pasión. Y la pasión siempre termina, tarde o temprano; pero sucedió que me descubrí extrañándote, me descubrí pensando en ti, deseando que estuvieras ahí, hasta imaginando lo que dirías de los paisajes, o la comida, o de la humedad y los puñeteros mosquitos impidiéndote dormir.
Luego ella se sonrojó.
—Te extrañé también como… como hombre.
Draco abrió la boca para protestar. Ella lo ignoró, concentrada en su soliloquio.
—Pero, ¿Cómo podía ser? ¿Cómo se podía tener las dos cosas sin que una resultara falsa? Amor y pasión.
—Granger…
—No lo entendía—insistió ella—. No me gusta la incertidumbre. Y encima tomando en cuenta lo rápido que ha ocurrido todo entre nosotros, me hizo sentir fuera de control y… y…
—Hermione…
—¡Me asusté!, ¿De acuerdo? ¿Y si lo estaba enredando todo? ¿Y si solo era yo la que me monté en el barco? Si tú no…
Draco la silenció con un beso que Hermione primero respondió con un sonidito de protesta que luego se perdió junto a sus muy arraigados remilgos, olvidando momentáneamente dónde estaba.
Se sintieron completos.
Reconocían el sentimiento. Era esa chispa que encendía la pasión que sus manos y sus bocas trazaban y que, de vez en cuando, sus voces suspiraban sin tener la menor voluntad de alejarse uno del otro.
Draco entremezcló entonces sus largos dedos en sus rizos, deslizando una hilera de besos desde su boca hacia su cuello, haciéndola jadear.
—Mmmm, hueles delicioso.
Hermione se aferró a su espalda, mordiéndose el labio para contener otra exclamación.
—¿Es un nuevo perfume?
—U-Un aceite… mi… mi cabello fue un desastre por la humedad, las… las mujeres de la comunidad me lo dieron. Lo fabrican ellas, es… mmm… es de maracuyá. Mmm… le llaman "fruta de la pasión".
—Muy apropiado—dijo Draco—.Me encanta.
Y lo hacía. Era fresco, cautivante, incitador. Justo como ella.
—E-El Ministerio—pareció recordar Hermione, aunque no por ello dejó de corresponder al beso que él le dio—. Mmm… no, para. Tenemos que irnos.
Beso.
—Draco, por favor.
Eso hizo el truco. Y Hermione lo selló mirándole a los ojos antes de darle un casto beso. Se había dado cuenta por el lenguaje corporal de él. Ahora ya tenía una pequeña arma secreta que iba a usar hasta el cansancio antes de que perdiera efecto.
—Llévame a casa, Draco. Aún no te he explicado del todo cuánto te extrañé.
Él le dio una sonrisa torcida y, aprovechando la posición en la que estaban, tiró de ella un poco, recargándola sobre su pecho y mirándole, retador.
—Solo si puedo demostrártelo yo también.
Hermione sonrió.
Draco era, sorpresivamente, un amante generoso. Pero lo que no sabía era que, esa noche, sería solo para él.
—Vámonos—dijo entonces, tomándolo de la mano.
En el plan inicial había estado pasar por su oficina un rato; pero, después de esa sesión de besos, en definitiva el trabajo podía esperar.
—Granger—la llamó Draco a unos pasos de salir del recinto circular.
Ella de pronto se vio suavemente presionada contra la pared y ya no tuvo la fuerza ni la voluntad de recordarle que seguían en el Ministerio.
Luego de un beso especialmente dulce, Draco se acercó sinuoso a su oreja, besando y dándole un mordisquito que hizo a las rodillas de ella debilitarse de inmediato.
—Draco…
—No es unilateral—lo oyó susurrar sobre su mejilla y después tuvo sus ojos que lucían como metal líquido, fijos en los suyos—. No eres la única ardiendo en el mismo fuego, Hermione. Yo estoy igual.
—P-Pero, ¿No es muy…?
—No. No es pronto. No hay reglas en esto. Sucede o no y nos pasó a ambos—dijo Draco llevando las manos a su rostro—. Por favor, entiende… No te montaste en el barco sola, y si lo hiciste, entonces yo icé las jodidas velas y no tengo intención de volver a puerto si no te aseguro para mí antes.
Hermione sintió el corazón latiéndole en el garganta y, al tener un tumulto de palabras que no sabía cómo decir sin ponerse a llorar, lo besó con fervor.
Luego sintió su mano tomando la suya, posiblemente para conducirla a las chimeneas; pero ella se soltó y enlazó su cintura con los brazos, ganándose una mirada de curiosidad.
Ya había quebrado un buen grupo de normas ministeriales. ¿Qué más daba una más?
—Sujétate—le dijo sonriéndole un un retintín travieso en la voz.
Maldición, ella si que era la mejor. Fue lo que pensó Draco cuando Hermione los apareció derechamente en su habitación.
Aparición conjunta sin varita y para salir del mismísimo Ministerio.
Si antes no estaba prendido de ella. Ahora era insalvable.
—Sorprendido, eh—dijo Hermione—. No lo hago a menudo; pero me daba pereza esperar hasta llegar a la red flu. Habrá un registro en el Ministerio; pero solo el de dos aurores dejando las instalaciones por…
—Hermione.
—¿Sí?
—Explícame luego—dijo él y quitó la goma que sujetaba su cabello, liberando sus rizos junto a ese rico aroma a maracuyá.
Hermione sonrió y acunó su cabeza con las manos cuando fue directo hacia su cuello.
Sí, para el trabajo y explicaciones técnicas habría mucho tiempo.
Después.
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Gracias por leer.
Esta sería oficialmente la continuación de "Shot, shot, Kiss!"; pero la pregunta es, ¿Quisieran un fic rate M de ambos fics?
Jeje... ahí me avisan.
