N/A: Me tardé bastante, lo sé, pero tmb tengo vida, gente!!! Les advierto que algunas personas podrían encontrar éste capítulo un poquito fuerte, claro depende de que edad tengas.
"Sangrando en la Oscuridad Sumidos Nos Hallaremos"
autora: Mione of the Dragon
e-mail: sugary_cutiepie@yahoo.com
" Prefiero morir de pie que vivir siempre arrodillado."
(Ernesto "Che" Guevara)
Capítulo 3: EL CÍRCULO INTERNO
Salió con paso firme del estudio del Señor Tenebroso, aún pensando que todo era una enorme y evidente estupidez. Ahora su vida dependía si una mujerzuela cualquiera aceptará casarse con aquél monstruoso mago. *Como si tuviera otra opción,* pensó. A Draco Malfoy poco le importaba si la desgraciada chica quería o no desposarse con aquella bestia, él tenía que salvar su propio elegante pellejo.
¿Cómo había terminado al servicio de Voldemort a tan tierna edad?
Más aún, ¿cómo había podido impedir que Voldemort notase que él no quería servir a nadie más que a sí mismo?
Sintió algo de apatía y una pizca de melancolía al recordar su sexto año en Hogwarts. Aquél día que su vida había tomado el giro que lo había llevado a donde actualmente se encontraba. En la élite, en el poder...¿Y eso qué? Desde que había tenido uso de razón, él siempre había sido uno de los pocos pertenecientes a esa casta elitista y poderosa. Lo que había logrado a través de Voldemort no era más de lo que ya tenía en su vida otorgado por la sangre que llevaba y el apellido que portaba desde antes de su concepción.
Voldemort había ganado mucha fuerza a partir del cuarto curso y si no te encontrabas a su favor, entonces, estabas en su contra.
Tal vez cuando los brujos miraban la marca tenebrosa en su antebrazo, le temían instantáneamente, más de lo que solían temerle antiguamente al dragón. Eso le gustaba, sí, le gustaba ver el miedo en los ojos de sus víctimas. Disfrutaba ver como ojos vacilantes miraban a todos lados y luego directamente a los suyos rogando por piedad. Una piedad que nunca llegaba y que nunca llegaría.
Una de las cosas de las que se encontraba orgulloso era de que durante su iniciación, él no había sido igual de brutal con los muggles como lo habían sido el resto de miembros del círculo interno de allegados a Voldemort. No, su odio por los muggles y repudio hacia los sangre sucia no había disminuido en lo mínimo. Era simplemente que mientras que muchos, mejor dicho, todos a excepción de él, mataban de manera vulgar, él lo hacía como si se tratase de un extraño arte. Un arte en la que él, Draco Malfoy, era el mejor de todos, un gran artista.
Era la última semana de su sexto año cuando Draco Malfoy se unió a los mortífagos. Él era el único de la casa de Slytherin que se iba a unir en aquel año o mientras que aún se encontrase estudiando en Hogwarts. Muchos de sus compañeros pensaban primero posicionarse en un empleo antes de unirse a las fuerzas del Señor Tenebroso, o en caso contrario, estar seguros de no estar bajo la constante mirada vigilante de Dumbledore cuando lo hiciesen. Pero Draco, no, él no era parte de aquellos que se dejaban intimidar fácilmente.
-¡Estás demente, Malfoy!- Simon LeStrange, un chico un curso superior al de él le dijo muy exaltado mietras que levantaba las manos para hacer énfasis en la palabra "demente". Él no planeaba unirse a los mortífagos hasta al menos haber acabado con su educación en Hogwarts. Los hermanos de su padre, Rodolphus y Rabastan habían estado en Azkaban un buen tiempo. *A él ya le falta como un par de semanas para graduarse, ¿de qué tiene miedo?*-Mejor espera a salir de Hogwarts. Espera terminar el séptimo curso, como yo. Es muy peligroso que seas un mortífago y vivas en Hogwarts durante un año más.
Simon no entendía. No era cuestión de encontrase vigilado o no, de ser descubierto o no, ¡ni siquiera era cuestión de ser leal o no a la causa!
Aunque en parte Draco estaba a favor de lo que representaba ser un mortífago, del punto de vista que defendían, no se trataba de cosas tan efímeras como aquellas; su deseo de unirse a los mortífagos se arraigaban a razones más profundas.
Todo había comenzado en el quinto curso, por culpa de Potter. Lucius, su padre, había sido enviado a Azkaban. Sus padres habían intentado comprarle el mundo desde qu él tenía uso de razón. No eran hechiceros de cálido corazón, es más, su padre era un cruel asesino cuando tenía delante suyo algo que aborreciése, y su madre podía ser la persona más fría y superficial del mundo, sólo preocupada por cosas meramente banales,pero, a pesar de todo, los Malfoy habían querido poner el mundo entero en las perfectas manos de su pequeño dragón porque lo amaban.
Así, el día que su padre había ido para a Azkaban, su madre tuvo que permanecer en San Mungo durante un mes entero y aún se encontraba en un estado ligeramente emocional al retornar. Cuando Draco había llegado a la mansión para las vacaciones, no había nadie que fuése de su sangre. La enorme mansión se encontraba vacía a excepción de los elfos domésticos y una mujer llamada Andromeda Tonks, a quien Draco no conocía.
Andromeda deslizo su mano por la mejilla del muchacho de quince años que tenía en frente de ella. Draco no dijo nada, no sabía quién era, sólo la observaba con desconcierto.
-Eres muy guapo.- entrelazó sus largos dedos entre los mechones rubios de Draco,-más de lo que me había imaginado. Eres muy parecido a tu padre, pero también tienes la belleza de tu madre.
Draco no se había inmutado. La miraba muy extrañado. En ese entonces todo su mundo se encontraba girado de cabeza: su padre se encontraba preso en Azkaban, y su madre en San Mungo y, ahora, tenía a esta mujer de unos cuarenta y cinco años aproximadamente, tal vez más, de largo cabello rubio y ojos claros, tocándole con lo que parecía ser "afecto" el rostro y cabello.
-¿Quién es usted?- Dijo arrastrando las palabras como solía hacer apartando la mano de la mujer de él. Ella intentó no perder el contacto pero removió su mano con una fuerza mayor a la de ella.
-Me llamó Andromeda, Andromeda Tonks.- como al parecer aquel nombre no le decía nada al quinceañero que tenía delante de ella, continuó, -antes de casarme era Andromeda Black, hermana de tu madre.
Draco se quedó en silencio. Ella hubiese querido ver más un signo de reacción, de cualquier reacción antes que el rostro sin expresión alguna que estaba mirando.
-Ya no estarás solo Draco.- comenzó a caminar alrededor del muchacho, -ahora estoy yo para hacerte compañía.
-¡Púes no necesito ni que usted, que dice ser hermana de mi madre, ni nadie me haga compañia! Puedo cuidarme solo.- Podría haberse mostrado con un semblante sin emcoción alguna escrita en el mismo, y con un corazón duro cual piedra, pero ¿acaso el dragón no llevaba en su interior un fuego? Él llevaba el suyo, tal vez, no lo exalaba como la mayoría de los dragones pero allí estaba, carcomiéndolo por dentro. Él era y siempre sería demasiado soberbio como para pedir o siquiera aceptar ayuda y menos quería parecer un niño que necesitase de cuidados. Aunque el mozalbete no quisiera reconocerlo, se sentía solo y perdido. Nunca se había encontrado fuera del seno protector de sus padres.
La mujer no dijo nada, lágrimas comenzaron a llenar sus ojos, lágrimas que no saldrían jamás. Ella era el adulto, ella tenía que responsabilizarse por aquel niño de apariencia tan angelical pero naturaleza tan fiera parado frente a ella. Ella lo miro con lo que parecía ser dolor, Draco no podía soportar que alguien lo mirase así. *¡Ella y yo no somos parientes! No, si lo fuéramos aparecería en el árbol genealógico de mi madre. La única hermana de mi madre se llama Bellatrix.*
-Váyase,- le dijo fríamente sin mirarla a los ojos verdes claros,- váyase y no vuelva, y mucho menos vaya diciendo por allí la incoherencia de que usted es hermana de mi madre, ¡esa es una mentira!
Draco habló con convicción aunque por dentro no se encontrara tan seguro de sus palabras. La mujer, con evidente tristeza en los ojos, murmuró que le deseaba lo mejor, que fuera feliz y que aunque en ese momento sonara como fuera de lugar, le dijo que no dejase nunca que el fuego del dragón se extinga, que nunca dejase que alguien o algo se lo quitase ni reinará sobre su voluntad.
Draco le respondió, aunque realmente no supo porque le respondía a aquella persona, que no temiera. "Prefiero morir de pie que vivir siempre arrodillado."
Con el auge de Voldemort siendo cada vez más evidente ante los ojos de todos los que estuvieran dispuestos a ver, Draco vio una oportunidad, una oportunidad para sacar a su padre de aquél sucio lugar en donde lo tenían como un vulgar reo. ¡Un Malfoy no podía ser un reo! ¡'Y mucho menos SU padre!
Draco quería de vuelta la infancia, los recuerdos de su infancia, la familia que alguna vez había poseído. Lucius no era el mejor de los padres, pero era SU padre, y lo quería. De pequeño Draco lo había admirado casi con devoción.
*¿Quieres tener el suficiente poder para ir en contra del Ministerio? Ésta es tu oportunidad,* se había dicho a sí mismo. Así era como que a los dieciséis años ya había tomado la resolución que gobernaría el resto de su vida, llevándolo por los caminos más insospechados y nunca imaginados ni por él mismo.
Era así como una noche durante la última semana del sexto curso había recibido una lechuza durante la cena.
Sr. Malfoy:
Si desea convertirse en un mortífago tal y como lo expreso en su ultima visita en el Callejón Knockturn, sírvase en encontrarse en los terrenos del colegio a las 9 de la noche.
Colagusano
Draco tomó su túnica negra y mientras que iba saliendo de los calabozos se la colocó. Camino con paso seguro y sin problemas, además a esas horas los alumnos ya no podían encontrarse fuera de sus respectivas casas así que era por más seguro que no se iba a encontrar con alguien con ánimos de curiosear sobre su rumbo. Se encontraba llegando a las puertas que llevaban a los terrenos del castillo, alzó la mano, asió la abrazadera y...
-¡Malfoy!- Granger se acercó a él, su insignia de prefecto brillando debido a la luz de la luna, -¿Qué haces acá? Sabes que está perfectamente prohibido. Cinco puntos menos para Slytherin. Anda a tu sala común.
-Mira sangre sucia, yo no tengo porque escucharte y menos hacerte caso.- Granger parecía herida por los de "sangre sucia".
-¡Eres un imbécil!- dijo, - no eres más que un niño engreído, ¿niño? quise decir un roedor.
-Y tu no eres más que una asquerosa sangre sucia.- dijo arrastrando las palabras sus ojos mirándola con rencor,- Basura, desperdicio, eso es lo que eres, al igual que tus padres y todos los muggles.
-No entiendo porque sigues pavoneándote como si fueras dueño del colegio. Si alguien es una basura acá, ese eres tú, tú y tu malvado padre quien no es más que un maldito mortífago que se encuentra preso en Azka....
-¡CÁLLATE SANGRE SUCIA!- Su grito pudo haber sido fácilmente escuchado en todo el castillo. Su voz resonando por el eco y su mano derecha se encontraba empuñando su varita y apuntándola con ella. - O juro que te arrepentirás.
-¿En serio? - le respondió con sorna, más segura de los que se sentía. -si me maldices, te sacarían de Hogwarts antes de que pudieras decir "quidditch". Eres el hijo de una mortífago, tu crianza y creencias están siendo a prueba.- Granger no estaba muy segura si había obrado bien al decirle de que se encontraba bajo un periodo de prueba, pero sabía que era lo justo. -Así que, ¿cómo va a ser?
Draco lo pensó bien. Detestaba haberse quedado callado por más de un segundo ya que usualmente él siempre respondía de manera mordaz y rápida. *¿Qué caso tiene que me echen de Hogwarts?*, se pregunto a sí mismo, *No importaría realmente tengo galeones de más para vivir como he vivido durante toda mi vida sin mover un dedo. Pero... sería una deshonra. Un Malfoy sin haber terminado la escuela, ¡no!* Además no quería a Dumbledore ni a nadie haciendo averiguaciones de por qué se encontraba a esas horas en la puerta de entrada del castillo.
-Bien,- dijo entre dientes, su sangre hirviendo de furia en sus venas, su mejillas sonrosadas por la cólera, -es tarde, me voy a dormir.
Hermione sonrió parea sí misma, Draco sintió aún más cólera al ver la sonrisa de satisfacción de Hermione, satisfacción causada por el conocimiento de saber que estaba cumpliendo bien su deber. *¡Estúpida sangre sucia, que crea lo que quiera,* pensó mientras comenzaba a caminar en dirección a los calabozos. Se perdió de vista y Granger continuó con su guardia. Draco se encontraba oculto por el manto de las sombra cuando ella pasó casi a su costado. *Bien,* pensó, *de vuelta a mi asunto.* Salió del castillo, se colocó la negra capucha de su túnica, y se alejo lo más que pudo hasta llegar el campo de quidditch en dónde pudo ver reflejada la luz de la luna en la calva de un pequeño hombre vestido de negro.
-Malfoy Hijo,- le dijo retorciéndose las manos con una extraña satisfacción, -Sígueme.
Comenzó caminar en dirección al sauce boxeador y ante los ojos del muchacho, se trasformó en una asquerosa rata. Corrió hasta un nudo del troncó y pareció haber activado una especie de mecanismo que paralizó al feroz sauce. A Draco realmente no le importaba saber como lo había hecho ni a donde se dirigían, sólo siguió a la rata cuando se deslizo por un hueco que había entre las raíces y caminaba agachado, casi gateando por un túnel de tierra de techo muy bajo.
-Lumos- murmuró. Siguió avanzando unos buenos minutos hasta que finalmente el techo del túnel empezó a elevarse y luego a serpentear. Draco vio una tenue luz penetrando por una abertura. al llegar a la abertura pudo divisar del otro lado una habitación muy desordenada y llena de polvo, con el suelo lleno de manchas y los mubles rotos. -Nox.- la luz de su varita de apagó y entró a aquella habitación. Una vez adentro pudo también notar que todas la ventanas se encontraban cegadas por gruesas maderas. La mente de Draco divagó antes de darse cuenta de que se encontraba en la Casa de los Gritos, la cual tenía su ubicación en Hogsmeade. Al salir de la habitación se encontraron en un oscuro y polvoriento vestíbulo por el cuál caminaron hasta llegar a donde se encontraban un par de puertas, una frente a la otra. Entraron en la de la mano izquierda, ésta segunda habitación se encontraba igual de sucia que la primera, también las ventanas se encontraban cegadas por maderas. Colagusano dejo su forma de rata y se encamino hacia una vieja y oxidada estatua.
-Dissendio,- susurró ya la estatua se movió dejando a sus pies unas escaleras industriales que llevaban a una habitación subterránea. Bajaron ambos hombres por ellas y se encontraron en una diminuta habitación de piedra que únicamente tenía una chimenea. Colagusano introdujo la mano sin un dedo en el bolsillo derecho de su túnica y sacó un pequeño bolsito lleno de lo que parecía ser polvos flu. Cogió un pequeño montoncito y le dio el resto a Draco, luego se paró en la boca de la chimenea.-La Mansión de los Riddle, en el Pequeño Hangleton,- el hombre bajito despareció entre las devoradoras llamas de color verde.
Draco suspiró, *esto es,* pensó, *el comienzo de mi final. Es una decisión decisiva en mi vida.* Dando unos pasos entró en la chimenea y con falsa seguridad dijo, -La Mansión de los Riddle, Pequeño Hangleton.
En un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba en aquella oscura y tenebrosa mansión. Al salir de la chimenea lo primero que vio fue a Colagusano. -Ven,- le dijo, -El Señor Tenebroso lo espera junto con el círculo interno de mortífagos, en el salón principal. Al entrar al salón principal lo único que Draco podía ver era a un gran grupo de hombres, todos vestidos de negro y encapuchados. Pero uno resaltaba entre todos, sólo uno. Debía de ser Voldemort, se encontraba totalmente encapuchado al igual que los otros, pero oculto por las sombras, sentado en una silla con respaldar alto.
Lo que parecía ser un ser salido de entre la tierra y el infierno, se le acercó. -Draco Malfoy.- Draco se arrodilló, y se sostuvo en una sola rodilla.
-¿Si mi Señor?
-¿Deseas unirte a la causa y servirme?
-Sí.- la palabra era como una condena.
-Tu vida entera me pertenecerá a partir de éste momento hasta el final de tus días, y hasta el final de los tiempos, después de tu muerte, tu alma será mía.- Con un movimiento de su varita hizo aparecer un pergamino, una pluma y un cuchillo de plata. *Muy bello,* pensó Draco, tenía una serpiente muy estilizada en el mango, y la hoja de la cuchilla parecía tener un gran filo.- Estira tu mano.- Draco hizo tal y como se le había sido ordenado. Voldemort hizo un pequeño corte en el dedo índice de su mano derecha, y le alcanzo el pergamino junto con la pluma. Posó la pluma sobre el corte para que se manchará de sangre.- Bien, -dijo,- ahora firma.
Draco firmó, y Voldemort se despegó de su silla y volvió a empuñar su varita; asió su antebrazo, levantando la manga de su camisa. Y recitó:
"Lei ha segnale, e per sempre Lei sarà il mio...
Grazie alla purezza del Suo sangue,
ora Lei stette in piedi di fronte al signore
Chi Lei mai servirà
Da allora ora ai giorni della fine dell'eternità."
("Has firmado, y para siempre mío serás...
Gracias a la pureza de tu sangre,
parado ahora frente al señor,
a quien deberás servir estás,
Desde ahora hasta el final de los días de la eternidad...")
Comenzó a sentir un intenso agudo dolor recorriéndole en el lugar en donde Voldemort había apuntado. Draco aún se encontraba arrodillado pero sentía que sus rodillas amenazaban con derrumbarse, sin embargo, Draco no parpadeó siquiera para no mostrar dolor. Voldemort pareció sonreír con insana diversión perversa al ver la resolución del joven de mantenerse arrodillado, por probar que era fuerte.
Poco a poco la marca tenebrosa comenzaba a formarse en su antebrazo. Era como si estuviera siendo quemada en su piel, ardía y dolía tanto que sentía como si fuese a perder el conocimiento. Al cabo de unos cinco minutos, un cráneo humano con una serpiente enroscada y saliéndole de la boca, se dibujó en su antebrazo. Draco observó con detenimiento la marca Tenebrosa en su brazo, él sabía que Voldemort podía contactarlo mediante ella en cualquier momento en que quisiera.
-Bien, bien,- siseó retornando a recostarse contra el respaldar de su silla. -¡Que comiencen las celebraciones!- exclamó casi con alegría. -Traigan a los muggles.
Uno par de sus hombres salieron del salón, y al cabo de unos segundos traían, apuntándolos con las varitas, a una familia entera muggle. Los cinco integrantes de la familia se encontraban con las manos atadas y la boca amordazada. Draco pudo distinguir claramente a cada uno de ellos. Había un padre, una hombre con rostro bonachón aunque parecía aturdido, una madre, lágrimas amenazaban con caer de sus ojos, un par de hijas y un hijo, una chiquilla, una niña y un niño quienes miraban frenéticamente a todos lados implorando silenciosamente por ayuda.
-Draco,- volvió a sisear Voldemort, ante esto todos los mortífagos en la sala parecían estar pendientes de lo que decía y a la vez, a punto de saltar encima de los muggles. -Ella es para ti.- dijo finalmente apuntando con una amarillento y arrugado dedo, que se había deslizado por debajo de la manga de su túnica, a una chica de aproximadamente unos quince años, la hija mayor de la familia muggle.
Como si una sentencia acabase de ser dictada, todos los demás mortífagos se abalanzaron sobre los otros cuatro temblorosos miembros. Draco sintió repulsión al observar como los hombres apartaban a los hombres de las mujeres, ahora arrancándoles salvajemente los extraño ropajes que llevaban sobre sí.
Un grupo de cinco hombres cerraban un círculo alrededor de las figuras desnudas del padre e hijo, se escuchaban gritos que claramente decían -¡Crucio!- y luego gritos de dolor eran audibles. También se escuchaban muchas mas terribles maldiciones, como una que sacaba pequeño trozos de piel del cuerpo.
Pero, el grupo de tres hombres alrededor de la mujer no se quedaban atrás. La mujer pateaba y arañaba una y otra vez, pidiendo ayuda cuando estaba siendo violada por los tres mortífagos. -¿Te gusta no? Maldita perra.- Le dieron un fuerte golpe que la aturdio, sin embargo, la mujer no dejaba de arañar y maldecía mientras que era violentada. Los mortífagos tomando turnos para asirle los brazos por encima de su cabeza.
Draco escuchó un sollozo de impotencia proveniente del hombre desnudo a quien ahora le faltaba un gran pedazo de piel en el lado izquierdo del rostro. Draco consideró que la situación de aquel asqueroso muggle debía de ser horrible. ¡Ver cómo tu hijo era torturado y tu esposa ultrajada, no era hechos que pudieran pasar por alto! Lo peor fue cuando otros tres mortífagos asieron a la niña, la cual no debía tener más de once primaveras transcurridas en lo largo, o mejor dicho lo corto, de su vida, por lo pelos cuando la pequeña había intentado escapar por un hueco entre los mortífagos que ahora la rodeaban.
Lo que sucedió después produjo que Draco sintiera arqueadas en el estómago del asco. Un hombre, con un fuerte manotazo, había tirada la niña contra el suelo. Otro se había puesto encima de ella. La niña lloraba, sentimientos de desesperación, miedo y del más puro odio cruzando su corazón. La niña, imitando a su madre, araño al mortífago en el rostro sin embargo, el mismo al ser mayor y mas fuerte la detuvo cogiéndola de los antebrazos y halándola hacia él, apartando su falda. Penetró en su pequeño organismo de manera violenta, la pequeña gritó de dolor y un profuso sangrado podía ser notado saliendo desde su interior. Le fue brindado otro manotazo fuerte en el rostro, uno que logró que una pequeña línea de sangre escaparan sus labios. La hermana mayor de la niña la miraba con lágrimas en los ojos, obviamente petrificada por el miedo, cuando los ojos suplicantes de su hermana se posaron sobre ella, con miedo pero con determinación comenzó a dirigirse hacia los mortífagos dispuesta a luchar para que soltasen a su hermana..
-Draco,- Voledmort se encontraba mirando absolutamente todo de manera divertida desde su sitio en la silla,- contrólala, domínala, impide que se acerque por que no puedo responder de que no vayan a tomarla si se presenta de manera tan voluntaria. Disfruta de las festividades, festeja.
Draco asintió de manera indiferente, con paso firme se encamino hacia ella y se interpuso entre las chica y el grupo de mortífagos ultrajando a la pequeña, los cuales ya habían rotado para que otro pudiera cometer el atroz acto. Mirándola de cerca, Draco tuvo que admitir que la muggle era muy bonita, tenía el cabello rubio largo y lacio y ojos de color negro. Ella miraba a la alta figura vestida de negro con una negra capucha cubriéndole el rostro que se encontraba interrumpiendo su paso con el más puro temor. ¿Qué le irían hacer a ella? ¿Cuántos la irían a torturar?
Draco la tomó de la muñeca y la chica se retorció y lucho por librarse de su puño. Draco la empujo contra el piso y dirigió una mirada fría a Voldemort quien se encontraba disfrutando del espectáculo, y luego se agachó, tendiéndose sobre ella, pero no antes de bajar la capucha de su túnica, revelando su rostro y su cabello rubio platino. La chiquilla lo miraba sorprendida a los ojos plata azulados, ciertamente no había esperado que fuese tan joven y, tan sólo un chiquillo como ella. Volteó la cabeza y observó que ninguno de los otros hombres habían revelado nunca su identidad. Draco sintió la mirada de Voldemort encima de él. No por nada lo había tomado por sorpresa la resolución de Draco de enseñar su rostro a su víctima.
La chica temblaba debajo de él, su cuerpo desnudo brillando a la tenue luz de algunas antorchas. La proximidad entre sus rostro hacía todo más incómodo, sus ojos temerosos mirándolo. No era que no le gustase que le temieran, pero la posesión por la fuerza era una idea que no le era muy atractiva, aún. -¿Cómo te llamas?- le preguntó en un susurro. La muchacha ,lo miraba sorprendida, con miedo pero a la vez agradeciendo al cielo de que él no fuera un brutal viejo asqueroso como aquellos encapuchados que ciertamente tendrían edad para ser sus padres, es más, agradecía porque al menos era guapo. Sus ojos la mantenían concentrada, pensó que podría sobrevivir al ultraje sólo si él mantenía sus ojos abiertos para que ella pudiese hundirse en ellos.
-Giselle,- respondió con voz temblorosa. Draco pasó suavemente su mano sobre su mejilla tratando de calmarla, *Va a ser más doloroso si no se relaja*, pensó. Draco llevó su rostro al de ella, ambas figuras desparramadas en el piso, como muchas otras en el mismo salón. Draco no rompió el contacto visual conforme se había acercado y ahora se encontraba posando un beso en los labios de la chica. En un inicio, ella se había resistido pero lentamente comenzó a responder, su cuerpo tomando control sobre su voluntad. Separando sus labios un poco para permitirle a él profundizar el beso. Sus manos recorrían los lados del cuerpo desnudo de la joven, desde sus brazos hasta su caderas, finalmente posándose en su estómago y senos.
Gritos y llantos podían ser aún escuchados, a Draco no le importaban. Estaba demasiado concentrado tratando de no apresurarse pero de no dejar que Voldemort notase su inconformidad, y que a la vez Giselle fuera la que cediera a la entrega voluntariamente. Si aquello era una violación, no lo iba a parecer; él no iba a forzarse dentro de ella, él la iba a manipular para que ella lo quisiera dentro de si misma.
Las hormonas eran un fuerte aliado de Draco. Él sabía que por más que muy dentro de ella, su conciencia se negará a lo que fuese a pasar, su cuerpo reaccionaba tal y como él había esperado que hiciése, debajo de sus expertas manos.
Comenzó a plantar besos en su mentón, deslizándose hasta su cuello. Giselle mantenía una respiración irregular, obviamente disfrutando de las sensaciones. Sus manos acariciaban de manera hábil sus senos, y la chica dejó salir un pequeño gemido. Ante ello, muchos de los mortífagos voltearon sus cabezas para ver que andaba sucediendo en el punto en donde Draco se encontraba. No era usual escuchar un gemido cuando se encontraban en aquellas celebraciones, lo común y hasta siempre después para los otros hombres, a excepción de aquella ocasión, era escuchar gritos y sollozos.
Draco deslizó sus labios hasta llegar a su pecho y la chica tan sólo gimió aún más fuerte. La mortífagos entornaron la vista hacia Voldemort quien tenía una sonrisa de satisfacción en la obtusa hendidura por donde salían sus palabras.
Draco se atrevió a introducir un dedo dentro de la chica, luego dos y aumentó la velocidad de sus caricias. Su espalda se arqueaba como queriendo sentir más de él que aquel estorboso pedazo de tela que la separaba de su cuerpo. Sus manos trataban de alcanzar su sedoso cabello, pero cada vez que ella intentaba eso, él levantaba la cabeza dejando sus rosados dedos estirados.
Draco súbitamente se separó de la joven y se sentó. La chica que tenía los párpados cerrados, los abrió y lo miró extrañada. -Regresa,- le dijo en un tono casi suplicante. Draco dirigió una rápida mirada a Voldemort quien parecía que estuviera a punto de comenzar a aplaudir al chico. Draco había logrado que la muggle perdiera toda dignidad, no sólo frente a extraños y su familia sino también frente a una situación de vida o muerte, y pidiera ser ultrajada.
Draco sonrió de manera engreída. -¿Qué es lo que quieres?
-Que continúes,- susurró sin siquiera pensar en lo que decía. Draco estaba en cierta forma agradecido que su pequeño truco hubiese funcionado ya que sentía que cada segundo era más difícil para él estar dentro de su ropa interior, soportar la presión que había. Volvió a deslizarse sobre ella y le dio un beso corto pero fiero en los labios antes de bajar sus pantalón y ropa interior y quitarle la virginidad a la muchacha.
Se sentía apretado, sí, esa era la mejor palabra para describir la sensación que recibía al estar dentro de ella. *Era virgen* Draco se dio por enterado después de la sensación en si mismo, y de ver los ojos de Giselle llenándose de lágrimas por el dolor que recorría todo sus cuerpo, no obstante, aquel agudo dolor se transformó en la sensación más placentera que iba a experimentar en su vida. Así, Draco comenzó a moverse. Pasaron como unos diez minutos antes de que ella llegará a su punto culminante, nunca había experimentado una sensación como aquella.
Draco llegó al suyo al cabo de varios minutos más. Ella le preguntó como se llamaba, la pregunta inundaba su cabeza, al menos tenía que saber el nombre de aquel chico que la había llevado lejos de la Tierra y de regreso.
-Soy quien soy, y tú nunca vas a saber quien realmente soy. Por lo que te puedo decir es que soy tan sólo un dragón.- Se levantó y ajusto la ropa antes de sacar su varita y apuntar con ella a Giselle, - hay cosas que no se pueden cambiar. El destino ya ha escrito los caminos que debemos seguir y yo, como buen peón de la suerte sólo sigo el mío. Adiós,- Ella lo miraba confundida -Crucio,- murmuró. La muchacha comenzó a retorcerse, su mirada sorprendida y llena de dolor. Draco no era ningún ángel, ni un demonio, era simplemente él, un dragón. La familia muggle entera a excepción de ella yacía muerte en el frío piso. Finalmente tras un minuto de puro dolor la vida de la chica legó a su fin por la mano de Draco, -Avada Kedavra.
Esa noche Draco había descubierto que tenía más habilidades de las que pensaba, bueno, *habilidades para otras cosas,*pensó. Las escalera rechinaban violentamente ante su fuertes pisadas, pero poco le importaba. Caminó pasando por el salón en donde su iniciación se había llevado a cabo hacia otra sala, en la cual en un extremo izquierdo se hallaba una puerta de madera, la cual le habían indicado que era donde la pobre desgraciada se encontraba. Casi podía sentir pena por ella, sus entrañas retorciéndose ante la imagen de una mujer yaciendo en la cama de Voldemort, bueno, casi...
Abrió lentamente la puerta, hasta que vio a...-¿¡GRANGER!?
***
16/08/03
N/A: les gusto? lo odiaron? díganme k tal les pareció please k d verás les juro k cuando m mandan REVIEWS escribo más rápido, lo k pasa es k m dicen k les gustó, y etc, y c m ocurren + cosas k escribir. Les vuelvo a implorar k dejen Reviews!!!
PRÓXIMO CAPÍTULO: La Sentencia
fecha: tan pronto pueda
