TRES CAMPANADAS
Severus caminaba por un bosque muerto cubierto por una espesa
niebla que lo cubría todo. A lo lejos oyó su nombre. Lo habían
gritado, pero se oía como un murmullo. La voz imploraba auxilio,
estaba en peligro, y él sabía que era el único que podía ayudar.
Cuando se dio la vuelta, un círculo de fuego negro lo rodeó. Hacía
mucho calor, el fuego le quemaba el brazo izquierdo y le impedía
ver mientras en su cabeza sólo oía un grito y, al final, el ruido
de un objeto al caer en agua. Una figura aparecía a su lado y,
cuando le iba a ver el rostro, el fuego de su brazo se interponía
entre ellos y se transformaba en.
Severus se despertó sobresaltado. Aunque nunca había llegado a terminar el sueño, nunca le había parecido tan real el dolor de su antebrazo. Se quitó la capa y la camisa y se quedó horrorizado. La marca tenía los bordes de color rojo y le abrasaba. Sólo había tenido ese aspecto cuando. Sí, no había duda, Voldemort había conseguido otro Mortífago.
Caminó hacía el armario y buscó de entre las botellitas la poción que necesitaba. La Wunflow le había servido bastante bien hasta hace tres semanas. La marca se había vuelto inmune a la medicina. Aún así, la poción le ayudaba a superar los malos tragos. Estaba totalmente seguro que, de no haberla tenido, no podría haberlo soportado y se hubiese puesto gravemente enfermo. El dolor era un castigo. Un castigo por todos los años que, supuestamente, había creído que su Señor había caído. Si en los momentos de dolor tuviese a "su Señor" delante.
Se miró en el espejo. Tenía chorreones de sudor que le cubrían la piel. En el torso todavía tenía marcas de la prueba de fidelidad que le habían obligado a cumplir. Entre los Mortífagos era bien conocida la maldición Zuyrot. El cabrón de Voldemort la utilizaba cuando creía que le habían desobedecido. Ahora la utilizaba para torturar a sus vasallos cobardes. Se podían ver claramente dos arañazos rojos que le llegaban del pecho izquierdo, le cubrían los abdominales y llegaban al muslo derecho. Los bordes estaban rodeados de moratones que llegaban del morado al negro. "Las marcas se irán al cabo de 6 meses.-Le dijeron.-Pero el dolor posiblemente no desaparezca hasta dentro de mucho." Si hubiese tenido fuerzas, habría dejado de lado el plan para apagarles la risa a esos imbéciles.
Se volvió a poner la camisa negra y la capa. Ya era tarde, pero no podría volver a dormir. Cogió la varita y se fue de la habitación. Daría una vuelta por el castillo. De pronto recordó que la noche anterior también había tenido ese sueño y había ido a dar una vuelta. Recordó también el encuentro con Elizabeth.
Ella estaría pensando cualquier barbaridad sobre él, y él no había hecho nada para evitarlo. Aunque le tentaba la idea de ver si estaba por ahí, se dirigió hacia la primera planta. Llevaba dando vueltas un rato cuando le sorprendió ver la luz de la biblioteca encendida. Seguramente era un alumno que quería molestar a los profesores. Se dirigió a la biblioteca dispuesto a regañar al "valiente" cuando se le ocurrió: ¿Desde cuándo encendían tantas luces? Siempre que había pillado a algún alumno, este llevaba consigo un solo candelabro. Entró despacio a la estancia y se encontró justo detrás de la persona con la que no quería encontrarse.
Elizabeth estaba dormida en uno de los sillones de terciopelo azul. Entre las manos cogía un libro grande y negro con las tapas duras. Severus no intentó dar con el título, se había quedado inmóvil. Elizabeth vestía un camisón de lana blanco que le cubría hasta las rodillas, era de tirantes y se podía observar un generoso escote. El pelo castaño le caía por la cara y en su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa. En uno de los brazos del sillón estaba doblada una capa parda.
Severus se disponía irse sin hacer ruido, pero al volverse hacia su derecha vio a su águila posada en uno de las estanterías, pero lo peor no era eso, el águila abrió las alas y dio un grito que desgarró el aire. Severus estaba pensando seriamente el matar a todas las aves del mundo, pero una voz sonó detrás de él.
-¿Qué pasa?-Elizabeth abrió los ojos como platos al verle ahí.- ¿Qué hace aquí?-Se levantó rápidamente del sofá y se puso la capa por encima.
-Yo pasaba por aquí cuando vi la luz y.- ¿Por qué demonios tenía que ponerse tan nervioso? Sólo era una chica. Si, bueno, todo había que reconocerlo, era un poco guapa, ¡pero nada más!
La cara de Elizabeth se suavizó y sus ojos cambiaron del verde al azul. Se sonrojó un momento, pero acto seguido volvió a la carga.
-¿Y?-Hablaba con rudeza.- ¿No pensó que hay más gente en el colegio además de alumnos?-Se iba poniendo más roja en cuestión de segundos. Aquello no le divirtió, pues estaba totalmente seguro de que a él le estaba pasando lo mismo.
-La verdad es que no imaginé que una profesora tuviera que venir a leer a la biblioteca escolar.
-Ya, yo tampoco lo hubiese pensado.-Le sonrió.-Pero no podía dormir y no me gustaba la idea de pasar otra noche leyendo en mi dormitorio.- ¿Por qué le contaba todo eso? No había quien lo entendiera, primero le molestaba y al momento le contaba su vida. Él nunca había hecho nada parecido.
-¿Y pensó en venir a la biblioteca?-Cada vez entendía menos a la chica.-Un buen remedio.
-Bueno, ¿me he dormido o no?-Replicó Elizabeth
-En ese caso no te molesto más, que tengas buenas noches.-Iba a abrir la puerta cuando lo llamó.
-Snape, yo le he dicho por qué estoy aquí, ¿no crees que me lo deberías de decir tú?-Su voz sonaba preocupada.
-Yo no le he pedido que hiciera tal cosa, por lo tanto no veo el porqué de hacerlo.-Iba a celebrar una victoria cuando vio en los ojos de la chica una sincera preocupación.
Se sentó en una silla a una prudente distancia del asiento de Elizabeth y la miró resignado. Wingrove le miró con alegría y se sentó en el sillón mientras le miraba con interés.
-Yo no puedo dormir todas las noches, por lo menos no tanto como me gustaría, aunque tampoco menos de lo que querría.-No la estaba mirando a ella, recordaba el sueño y se preguntaba por su significado.
-¿Qué quiere decir exactamente? ¿Por qué no puede dormir?
-Ahora si que no tengo porqué continuar,-Replicó de mala gana.-Tú no me has contado tu motivo.
-Si es eso lo que quieres saber.-Le miraba con una sonrisa de oreja a oreja.-No pudo dormir porque fue por estas fechas la primera y última vez que uno de mis padres de acogida me pegó.
Esas noticias sorprendieron a Severus, Elizabeth no parecía del tipo de chicas que se deja golpear. Y así se lo preguntó.
-Y no lo soy.-Explicó.-Yo tenía 15 años y me que daban un par de semanas para cumplir los 16, pues, sino lo sabes, en Hallowen es mi cumpleaños. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Yo iba a un colegio de magia en Francia, y el colegio no era interno, cada uno dormía en su casa. La bestia que tenía como padre de acogida sólo quería el cheque de cada mes. Un día, llego borracho a la casa y se puso un poco pulpo.-Severus sintió como la sangre le ardía al enterarse de que le había pasado eso a Elizabeth.-Yo le di una bofetada y él me dio un puñetazo en el ojo y varias ostias. Pero como yo no soy tonta, le lancé varios hechizos que funcionaron muy bien.-Se rió de forma pícara.
-¿Qué le hiciste?-Preguntó Severus divertido.
-Bueno, digamos que ya no podría tener hijos propios.
-Pero si hiciste eso te debieron expulsar de tu colegio.-Dijo alarmado.
-No, además de que lo hice en defensa propia, no podían expulsarme porque me escapé.-Severus la miró escandalizado.-Pero me encontraron-Ella suspiro.-y me llevaron a otra casa de acogida en Portugal y, como no, me cambié de colegio.
Severus la miró con admiración. Elizabeth había llegado muy lejos sabiendo que tenía en su contra aquella infancia. -Bueno, yo ya te he contado mi causa, ahora es tu turno. ¿Concursas?-Haber quién se podría negar. Sus ojos estaban púrpuras.
-Lo que te conté antes.-Hablaba muy despacio. No le había contado lo del sueño a nadie, ni siquiera a Albus.-Va, déjalo. No te interesa.
Se levantó de la silla, pero antes de que pudiera dar un solo paso, Elizabeth le cogió por los brazos y le volvió a sentar.
-Eso no lo sabrás nunca si no me lo cuentas.-De repente pareció que se dio cuenta de lo que hacía y se sentó rápidamente en su sitio.- ¿Quién sabe? A lo mejor me vuelvo una adicta a tus relatos.
Severus sabía que era una broma, pero le llegó muy hondo.
-Está bien. Desde hace mucho tiempo, exactamente desde el retorno de Voldemort,-Elizabeth no se sobresaltó al oír el nombre del Tenebroso.-tengo una serie de sueños que no me dejan dormir. Bueno, la verdad es que sólo es uno.-No se atrevía a mirarla, le parecía muy interesante el título de su libro: "Naves Negras Ante Troya".
-¿Qué pasa en tu sueño?-Preguntó suavemente.
-Un fuego me cubre y quema mi marca Tenebrosa, y lo peor de todo es que al despertarme tengo el brazo rojo.
-¿Te duele?-Su voz tenía un matiz a miedo.
-Siempre.-La chica se levantó y se arrodilló cerca de él.
-Creo que lo mejor sería que te tomaras algún tipo de poción o te echaras pomadas.-Se levantó despacio mientras miraba las estanterías de libros.- ¿Cuál estás tomando?
-Wunflow, hasta ahora daba buenos resultados.
-¿Qué tal si te preparo una Cretyop?-Preguntó volviéndose.
-Las Cretyop no son muy eficaces con las maldiciones.-Afirmó Severus extrañado con la proposición.
-¿Alguna vez la has probado?-Severus cayó dando a entender que nunca se le había ocurrido.-Entonces arreglado,-Se acomodó en el sillón.-mañana empezaré a prepararla con los de 3º y en pocos días la tendrás lista.
Severus le iba a dar las gracias cuando sonó el reloj de la biblioteca. Tres campanadas.
-¿Ya son las tres?-Elizabeth se levantó rápidamente.-Tengo que hacer ronda a esta hora, ¿y mira como voy vestida?-Se destapó dejando ver su camisón.-Me tengo que ir.-Cogió su libro y abrió la puerta dejando que pasase antes el águila.-Nos vemos mañana.-Eso fue lo último que oyó Severus.
Se dirigió a su dormitorio, iba intentando pensar en la conversación, pero lo único que podía pensar era en sus piernas, sus brazos, sus labios y sus hermosos ojos.
Tal vez tuviese razón el director y se podría empezar a llevar algo mejor con Elizabeth.
¿OS HA GUSTADO? ESTOS SON LOS PENSAMIENTOS "IMPUROS" DE VUESTRO MARAVILLOSO SEVERUS SNAPE. ESPERO QUE LO HAYAIS DISFRUTADO, PORQUE HA MI AMIGA AIDAN LA HA ENCANTADO Y SE PONDRÍA MUY FURIOSA SI NO FUESE ASÍ. HASTA LUEGO.
Severus se despertó sobresaltado. Aunque nunca había llegado a terminar el sueño, nunca le había parecido tan real el dolor de su antebrazo. Se quitó la capa y la camisa y se quedó horrorizado. La marca tenía los bordes de color rojo y le abrasaba. Sólo había tenido ese aspecto cuando. Sí, no había duda, Voldemort había conseguido otro Mortífago.
Caminó hacía el armario y buscó de entre las botellitas la poción que necesitaba. La Wunflow le había servido bastante bien hasta hace tres semanas. La marca se había vuelto inmune a la medicina. Aún así, la poción le ayudaba a superar los malos tragos. Estaba totalmente seguro que, de no haberla tenido, no podría haberlo soportado y se hubiese puesto gravemente enfermo. El dolor era un castigo. Un castigo por todos los años que, supuestamente, había creído que su Señor había caído. Si en los momentos de dolor tuviese a "su Señor" delante.
Se miró en el espejo. Tenía chorreones de sudor que le cubrían la piel. En el torso todavía tenía marcas de la prueba de fidelidad que le habían obligado a cumplir. Entre los Mortífagos era bien conocida la maldición Zuyrot. El cabrón de Voldemort la utilizaba cuando creía que le habían desobedecido. Ahora la utilizaba para torturar a sus vasallos cobardes. Se podían ver claramente dos arañazos rojos que le llegaban del pecho izquierdo, le cubrían los abdominales y llegaban al muslo derecho. Los bordes estaban rodeados de moratones que llegaban del morado al negro. "Las marcas se irán al cabo de 6 meses.-Le dijeron.-Pero el dolor posiblemente no desaparezca hasta dentro de mucho." Si hubiese tenido fuerzas, habría dejado de lado el plan para apagarles la risa a esos imbéciles.
Se volvió a poner la camisa negra y la capa. Ya era tarde, pero no podría volver a dormir. Cogió la varita y se fue de la habitación. Daría una vuelta por el castillo. De pronto recordó que la noche anterior también había tenido ese sueño y había ido a dar una vuelta. Recordó también el encuentro con Elizabeth.
Ella estaría pensando cualquier barbaridad sobre él, y él no había hecho nada para evitarlo. Aunque le tentaba la idea de ver si estaba por ahí, se dirigió hacia la primera planta. Llevaba dando vueltas un rato cuando le sorprendió ver la luz de la biblioteca encendida. Seguramente era un alumno que quería molestar a los profesores. Se dirigió a la biblioteca dispuesto a regañar al "valiente" cuando se le ocurrió: ¿Desde cuándo encendían tantas luces? Siempre que había pillado a algún alumno, este llevaba consigo un solo candelabro. Entró despacio a la estancia y se encontró justo detrás de la persona con la que no quería encontrarse.
Elizabeth estaba dormida en uno de los sillones de terciopelo azul. Entre las manos cogía un libro grande y negro con las tapas duras. Severus no intentó dar con el título, se había quedado inmóvil. Elizabeth vestía un camisón de lana blanco que le cubría hasta las rodillas, era de tirantes y se podía observar un generoso escote. El pelo castaño le caía por la cara y en su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa. En uno de los brazos del sillón estaba doblada una capa parda.
Severus se disponía irse sin hacer ruido, pero al volverse hacia su derecha vio a su águila posada en uno de las estanterías, pero lo peor no era eso, el águila abrió las alas y dio un grito que desgarró el aire. Severus estaba pensando seriamente el matar a todas las aves del mundo, pero una voz sonó detrás de él.
-¿Qué pasa?-Elizabeth abrió los ojos como platos al verle ahí.- ¿Qué hace aquí?-Se levantó rápidamente del sofá y se puso la capa por encima.
-Yo pasaba por aquí cuando vi la luz y.- ¿Por qué demonios tenía que ponerse tan nervioso? Sólo era una chica. Si, bueno, todo había que reconocerlo, era un poco guapa, ¡pero nada más!
La cara de Elizabeth se suavizó y sus ojos cambiaron del verde al azul. Se sonrojó un momento, pero acto seguido volvió a la carga.
-¿Y?-Hablaba con rudeza.- ¿No pensó que hay más gente en el colegio además de alumnos?-Se iba poniendo más roja en cuestión de segundos. Aquello no le divirtió, pues estaba totalmente seguro de que a él le estaba pasando lo mismo.
-La verdad es que no imaginé que una profesora tuviera que venir a leer a la biblioteca escolar.
-Ya, yo tampoco lo hubiese pensado.-Le sonrió.-Pero no podía dormir y no me gustaba la idea de pasar otra noche leyendo en mi dormitorio.- ¿Por qué le contaba todo eso? No había quien lo entendiera, primero le molestaba y al momento le contaba su vida. Él nunca había hecho nada parecido.
-¿Y pensó en venir a la biblioteca?-Cada vez entendía menos a la chica.-Un buen remedio.
-Bueno, ¿me he dormido o no?-Replicó Elizabeth
-En ese caso no te molesto más, que tengas buenas noches.-Iba a abrir la puerta cuando lo llamó.
-Snape, yo le he dicho por qué estoy aquí, ¿no crees que me lo deberías de decir tú?-Su voz sonaba preocupada.
-Yo no le he pedido que hiciera tal cosa, por lo tanto no veo el porqué de hacerlo.-Iba a celebrar una victoria cuando vio en los ojos de la chica una sincera preocupación.
Se sentó en una silla a una prudente distancia del asiento de Elizabeth y la miró resignado. Wingrove le miró con alegría y se sentó en el sillón mientras le miraba con interés.
-Yo no puedo dormir todas las noches, por lo menos no tanto como me gustaría, aunque tampoco menos de lo que querría.-No la estaba mirando a ella, recordaba el sueño y se preguntaba por su significado.
-¿Qué quiere decir exactamente? ¿Por qué no puede dormir?
-Ahora si que no tengo porqué continuar,-Replicó de mala gana.-Tú no me has contado tu motivo.
-Si es eso lo que quieres saber.-Le miraba con una sonrisa de oreja a oreja.-No pudo dormir porque fue por estas fechas la primera y última vez que uno de mis padres de acogida me pegó.
Esas noticias sorprendieron a Severus, Elizabeth no parecía del tipo de chicas que se deja golpear. Y así se lo preguntó.
-Y no lo soy.-Explicó.-Yo tenía 15 años y me que daban un par de semanas para cumplir los 16, pues, sino lo sabes, en Hallowen es mi cumpleaños. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Yo iba a un colegio de magia en Francia, y el colegio no era interno, cada uno dormía en su casa. La bestia que tenía como padre de acogida sólo quería el cheque de cada mes. Un día, llego borracho a la casa y se puso un poco pulpo.-Severus sintió como la sangre le ardía al enterarse de que le había pasado eso a Elizabeth.-Yo le di una bofetada y él me dio un puñetazo en el ojo y varias ostias. Pero como yo no soy tonta, le lancé varios hechizos que funcionaron muy bien.-Se rió de forma pícara.
-¿Qué le hiciste?-Preguntó Severus divertido.
-Bueno, digamos que ya no podría tener hijos propios.
-Pero si hiciste eso te debieron expulsar de tu colegio.-Dijo alarmado.
-No, además de que lo hice en defensa propia, no podían expulsarme porque me escapé.-Severus la miró escandalizado.-Pero me encontraron-Ella suspiro.-y me llevaron a otra casa de acogida en Portugal y, como no, me cambié de colegio.
Severus la miró con admiración. Elizabeth había llegado muy lejos sabiendo que tenía en su contra aquella infancia. -Bueno, yo ya te he contado mi causa, ahora es tu turno. ¿Concursas?-Haber quién se podría negar. Sus ojos estaban púrpuras.
-Lo que te conté antes.-Hablaba muy despacio. No le había contado lo del sueño a nadie, ni siquiera a Albus.-Va, déjalo. No te interesa.
Se levantó de la silla, pero antes de que pudiera dar un solo paso, Elizabeth le cogió por los brazos y le volvió a sentar.
-Eso no lo sabrás nunca si no me lo cuentas.-De repente pareció que se dio cuenta de lo que hacía y se sentó rápidamente en su sitio.- ¿Quién sabe? A lo mejor me vuelvo una adicta a tus relatos.
Severus sabía que era una broma, pero le llegó muy hondo.
-Está bien. Desde hace mucho tiempo, exactamente desde el retorno de Voldemort,-Elizabeth no se sobresaltó al oír el nombre del Tenebroso.-tengo una serie de sueños que no me dejan dormir. Bueno, la verdad es que sólo es uno.-No se atrevía a mirarla, le parecía muy interesante el título de su libro: "Naves Negras Ante Troya".
-¿Qué pasa en tu sueño?-Preguntó suavemente.
-Un fuego me cubre y quema mi marca Tenebrosa, y lo peor de todo es que al despertarme tengo el brazo rojo.
-¿Te duele?-Su voz tenía un matiz a miedo.
-Siempre.-La chica se levantó y se arrodilló cerca de él.
-Creo que lo mejor sería que te tomaras algún tipo de poción o te echaras pomadas.-Se levantó despacio mientras miraba las estanterías de libros.- ¿Cuál estás tomando?
-Wunflow, hasta ahora daba buenos resultados.
-¿Qué tal si te preparo una Cretyop?-Preguntó volviéndose.
-Las Cretyop no son muy eficaces con las maldiciones.-Afirmó Severus extrañado con la proposición.
-¿Alguna vez la has probado?-Severus cayó dando a entender que nunca se le había ocurrido.-Entonces arreglado,-Se acomodó en el sillón.-mañana empezaré a prepararla con los de 3º y en pocos días la tendrás lista.
Severus le iba a dar las gracias cuando sonó el reloj de la biblioteca. Tres campanadas.
-¿Ya son las tres?-Elizabeth se levantó rápidamente.-Tengo que hacer ronda a esta hora, ¿y mira como voy vestida?-Se destapó dejando ver su camisón.-Me tengo que ir.-Cogió su libro y abrió la puerta dejando que pasase antes el águila.-Nos vemos mañana.-Eso fue lo último que oyó Severus.
Se dirigió a su dormitorio, iba intentando pensar en la conversación, pero lo único que podía pensar era en sus piernas, sus brazos, sus labios y sus hermosos ojos.
Tal vez tuviese razón el director y se podría empezar a llevar algo mejor con Elizabeth.
¿OS HA GUSTADO? ESTOS SON LOS PENSAMIENTOS "IMPUROS" DE VUESTRO MARAVILLOSO SEVERUS SNAPE. ESPERO QUE LO HAYAIS DISFRUTADO, PORQUE HA MI AMIGA AIDAN LA HA ENCANTADO Y SE PONDRÍA MUY FURIOSA SI NO FUESE ASÍ. HASTA LUEGO.
