LOS LOBOS DE SU VIDA
Snape y Elizabeth se aparecieron en el Ministerio de Magia y
Hechicería. Todo el edificio parecía correr. En todas las esquinas
se veían magos y brujas corriendo con pilas de papeles de un lado
para otro. Cuando iban a entrar por la puerta principal, Elizabeth
cogió a Snape por el brazo y lo apartó del camino.
-Mira Snape,-Dijo un poco desesperada. Ella no necesitaba un guardián.-no necesito que me acompañe hasta Hoz.-Al ver que el profesor abría la boca para replicar, prosiguió.-Los Mortífagos no me van a atacar dentro del Ministerio, así que puedes ir a la mansión de los Black para anunciar nuestra llegada mientras yo me entero de la situación.
-Puede que no te ataquen dentro, Wingrove,-Dijo un poco tenso.- pero sí lo pueden hacer cuando salgas.-Elizabeth abrió la boca para quejarse, pero Snape la interrumpió.-No hay nada más que hablar. Dumbledore me mandó para protegerla y yo la voy a proteger.
-Llegará el día, profesor Snape,-Replicó enfadada.-en que sea yo quien le proteja.
Dio media vuelta y se acercó a la puerta. Le entregó su varita al vigilante y esperó a la aprobación de este. Tenía la varita desde que la dijeron que era bruja. Era alta y delgada, pero pesaba lo suyo. Toda ella era de color marrón oscuro excepto la punta, que era verde brillante. El vigilante le entregó la varita y cogió la de Snape. Esta era más compuesta. Era muy larga y el mango era mucho más grueso que la punta. Sus colores eran oscuros, pero había matices amarillentos. Elizabeth pudo ver claramente tallada una cobra minúscula cerca de la punta.
Una vez dentro, fue encontrándose con conocidos que las saludaban y preguntaban por ella. Se fijó en que Snape se ponía nervioso cuando la saludaban, y eso la molestó. En lo que no se dio cuenta fue en que se ponía furioso cuando era un hombre el que se paraba a hablar con ella.
Cuando llegaron a las celdas, Elizabeth no podía con sus nervios. El carcelero la paró para hablar con ella un poco y le dio unas cuantas entradas para una fiesta de año nuevo.
-Será a partir de las once de la noche, para que a todo el mundo le dé tiempo a cenar con los parientes.-Guiño un ojo a Snape.-Sé que tengo más en el cajón, intentaré encontrarlas y te daré a ti otras.-Volcó un cajón lleno de papeles y basura.
-Descuida, ya tengo planes.-Explicó Snape con una mueca desagradable en la cara. Elizabeth agradeció aquel gesto, pues el carcelero no se demoró más y les dio la llave de la celda.
-Es la primera vez que me invitan a una fiesta del Ministerio.- Murmuró Snape mientras caminaban por el pasillo.
-Haberlo dicho antes.-Dijo un poco cansada.-A mí me dan decenas de todas las fiestas que se hacen por Londres.
Cuando entraron el la celda, Elizabeth sintió que se caía el alma. El chico estaba fatal. Unas ojeras le cubrían por completo los ojos, dado que posiblemente no había dormido en varias noches. Llevaba la camisa desabrochada, dejando ver su torso, y el pelo revuelto en nudos castaños claros. Se levantó de la cama rápidamente y se desplomó sobre Elizabeth, quien le sujeto a duras penas, pues, aunque estaba demasiado delgado al haber pasado las transformaciones, era muy alto.
-Oh, Elie.-Dijo sollozando.- ¿qué he hecho? Yo no quería herir a nadie, no lo recuerdo. Tengo miedo.- Si me llevan con los dementores esos, creo que me moriré.
-¡He!-Exclamó Elizabeth mientras le acariciaba el pelo.-No te preocupes, ya estoy aquí, y no dejaré que te lleven a ningún sitio.-Murmuró suavemente.-Ayúdame a sentarle en la cama.-Le suplicó a Snape, le fallaban las piernas. No esperaba encontrarle en aquel estado. Le sorprendió la fuerza de Snape, quien desprendió a Hoz de ella y lo acomodó en la cama.
-¿Qué pasó?-Le preguntó sentándose a su lado.- ¿Por qué no te tomaste la poción?-Hoz la miró con los ojos rojos pero la mirada dura.
-La preparé, pero cuando cerré la tienda me rodearon unos rateros en un callejón.-Dijo entre sollozos.-Les di el dinero, pero querían la botella de la poción. Les supliqué que no la cogieran, que no era nada importante para ellos, pero me la quitaron.-Se le veía dolido.-Como no tenía más, en vez de ir a casa me volví a la tienda y me encerré en la cueva. Hoy me he levantado aquí y me han dicho que ataqué a aquel hombre. Por fortuna no le mordí, sino no te hubiese llamado.
-¿Si lo hubieses hecho la habrías llamado?-Preguntó Snape sorprendido. Hoz lo miró profundamente y dijo:
-Si yo mordiese alguna vez a una persona, aguantaría cualquier castigo.-Se le nublaron los ojos por las lágrimas.
-¡Ya basta!-Exclamó Elizabeth en voz alta.-No quiero que pienses en eso cuando todavía puedo salvarte de Azkaban. Ahora quiero que me cuentes todo lo que has hecho, visto u oído en la última semana.
Hoz se recostó en la cama y se aclaró la garganta y empezó a contarles lo ocurrido a la chica más guapa que conocía y a aquel extraño hombre que la acompañaba.
*-*-*-*-*
-¡Es indignante!-Gritó Elizabeth mientras caminaba junto a Snape por las calles abarrotadas de gente de Londres.
-Si sigues gritando de esa forma nos detendrán los policías.-La cortó Severus observando cómo la gente se volvía para mirarlos. Habían decidido ir andando hasta la mansión para tomar un poco el aire y para que Elizabeth se aclarara las ideas.
Hoz les había hablado de un grupo de personas que le habían pedido datos personales. Eso no era raro, pues los hombres lobo tenían que someterse a eso y mucho más, pero le sorprendió el hecho que no era la misma persona que siempre. Recordó que los rateros hablaban entre ellos de su señor o del Tenebroso. A parte de eso no recordaba nada extraño.
-¿Cómo quieres que me calme si lo han atacado?-Le miraba furiosa.- Y lo peor es que no sé por qué quieren joderme, sino les habría intentado contentar.
-¿Estas segura? ¿Les hubieras dado la Dragonlance, les habrías dado las fichas de criaturas de Inglaterra o algo por el estilo?- Severus comprobó que Elizabeth no replicaba y continuó.-Ahora debes pensar el modo necesario para defender a tu amigo.
Guardaron silencio mientras cruzaban la calle. Severus pensó en el chico. ¿A Elizabeth le gustaría? ¿Él estaría conquistándola? Se obligó a apartar esos pensamientos de su cabeza, pues no tenían sentido para él, o no deberían.
-¿Por qué no nos aparecemos en la mansión?-Dijo a los varios minutos.-Estoy muy cansada. Nos vendrá bien dormir a los dos.- Severus asintió y caminaron hacia un callejón. Elizabeth fue la primera que desapareció. Severus pensó que no tendría que entristecerse, pues eso le molestaba. Iba a desaparecerse cuando apareció por la esquina del callejón una silueta de un mago encapuchado, después apareció otro, y otro, en unos segundos le rodearon 9 Mortífagos.
-¿Por qué la has acompañado Snape?-Habló una voz arrastrada y fría que conocía bien.-El plan consistía en atacarla cuando estuviera sola y llevársela al señor, ¿qué se te ha pasado por la cabeza desobedeciéndole?-Lucius Malfoy se quitó la máscara y lo miró de arriba abajo con una mueca desagradable.
-Dumbledore me obligó a venir.-En cierta manera no era mentira.- Tuve que venir para asegurar que Wingrove obedecía sus órdenes.- Severus no pudo dejar de sentir una punzada de ira cuando Lucius soltó una carcajada.
-Típico del carcamal.-Espetó con una sonrisa de satisfacción en la cara.-No se fía ni de su propia sombra.-Severus tuvo que reprimirse para no recordarle que su señor tampoco era de los más crédulos del mundo.-Por esta vez quien tú ya sabes no te atacará, pero como te atrevas a desobedecerle una vez más.-Lucius hizo un gesto amenazador con la varita y desapareció. Acto seguido se marcharon los demás, lo que agradeció Severus, pues estaba empezando a sudar y a perder la paciencia rápidamente.
*-*-*-*-*
Elizabeth estaba preocupada, se había aparecido en el lugar que Snape la había indicado, pero el hombre no aparecía por ningún lado. Sólo tenía dos posibilidades: Se había equivocado, lo que era posible pero poco probable, o que Snape la había metido en una trampa. Lo curioso era que la calle estaba desierta y hacía unos minutos que había aparecido ahí y no había oído ningún ruido de capas. Entonces, ¿qué pasaba?
En ese instante apareció delante de ella el profesor. Estaba más pálido de lo habitual y lo más extraño era que llevaba su varita en la mano.
-¿Qué está haciendo?-Preguntó Elizabeth sacando su varita cuando Snape comenzó a mirar detrás de ella.- ¿Qué demonios estás haciendo?-Repitió cuando el hombre pasó totalmente de ella.
-Estaba comprobando que no había nadie a la vista.-Se explicó Snape. Cuando vio la varita puso los ojos en blanco.-Me rodearon unos Mortífagos y estaba preocupado por usted.
Elizabeth guardó rápidamente su varita. Estaba avergonzadísima. ¡Qué tonta era! No debería de desconfiar de Snape, pero es que todo la parecía tan extraño.
-Lo siento,-Se disculpó.-Sólo era para prevenir y.-Se cayó al ver la cara que ponía su compañero.-Bueno.-Se sentía muy idiota.-¿Cómo que te han rodeado unos Mortífagos?-Exclamó al darse cuenta del detalle.
-Si,-Se explicó con calma.-Me han preguntado que qué hacía allí pero no ha pasado nada más.
-¿Cómo estás?-Se dio cuenta de que esquivó su mirada cuando le preguntó.
-Bien,-Se notaba que mentía.-Me han dicho que la siga a todas partes.
-¿Nada más?-No quería parecer cotilla, pero le preocupaba Snape.
-¿Qué quieres que te cuente?-Respondió sarcásticamente mirándola furioso.-No me pregunte y no la mentiré.- Le dio un papel donde venía la dirección de la mansión y se dio la vuelta.
Elizabeth lo vio desaparecer y se concentró en la dirección. Poco a poco se fueron separando los edificios por la mitad de la calle, pero en vez de verse un vacío, fue apareciendo la figura de otro edificio mucho más alto y compuesto que los de su alrededor. Se podían ver gárgolas de todas las formas y tamaños moviéndose entre los ladrillos. Estaba muy cargada con adornos y sus colores eran muy oscuros, sus puertas y ventanas eran negras. Se notaba que la mansión de los Black había sido una especie de santuario para el mal.
Snape llamó al timbre mientras ella se situaba a su lado. En el momento en el que Snape tocó el timbre, un grito de furia cruzó el aire. Elizabeth vió como Snape dibujaba una sonrisa en los labios mientras se oían ruidos de pasos molestos, pero se le quitó en el instante en el que un hombre abrió la puerta. Aquel era, sin duda, Sirius Black. Dumbledore ya la había dicho que era inocente de todos los cargos del que era acusado, y, viendo en el pedestal en el que lo tenía Harry, lo creía.
Black era un hombre bastante apuesto. Tenía una mirada misteriosa y alegre. El único color que resaltaba en él eran los ojos, de un color azul resplandeciente. Tenía la cara algo demacrada, Elizabeth lo atribuyó al hecho de haber pasado 12 años en Azkaban. Sus labios eran perfectos: ninguno era más grande que el otro y eran de un color carne rojiza que habrían quitado el hipo a cualquier chica que se propusiera. Era casi tan alto como Snape, pero más musculoso que él.
Cuando abrió la puerta, se le veía enfadado, pero se volteó furioso y molesto cuando vio a Snape.
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no llames al timbre?- Preguntó, se notaba una gran tensión entre ellos.
-Más de las que has hecho y menos de las que te piensas.-Contestó Snape con los dientes apretados mientras le miraba con desprecio.- La verdad es que suponía que tres meses era suficiente para controlar un simple cuadro.-Dijo con ademán de molestar.-Incluso para un mago tan mediocre como tú.-Añadió.
Elizabeth pensó que se estaba pasando. ¿Quién era el para juzgar a nadie? Le sorprendió encontrar una risa en la cara de Black.
-Ya te gustaría a ti que fuera tan estúpido como tú.-Replicó mientras soltaba una carcajada.-Así tendrías alguna posibilidad conmigo.-Mientras Black se reía con ganas, Elizabeth vio como Snape cogía la varita, pero tan sólo la sujetó con fuerza, en unos segundos pareció meditarlo, pues la soltó. Cuando volvió a mirar a Black la sorprendió encontrarle mirándola.
-Valla, valla.-Dijo mientras la estrechaba la mano. Tenía mucha fuerza en los dedos, que eran largos. La estaba sonriendo.- ¿Eres Elizabeth Wingrove?-Preguntó con los ojos muy abiertos.-Por supuesto que sí.-Dijo antes de que a ella le diese tiempo a contestar.- ¿Te han dicho alguna vez que eres tan preciosa como la más bonita de las flores?
Elizabeth se ruborizó, pero paró cuando se obligó a pensar que seguramente era el discurso que le soltaba a cada chica guapa que veía.
-Hoy no.-Replicó de buena gana. Le gustaba jugar con los chicos que se creían mucha cosa.-Pero recordaré a mi chico que me lo diga con más frecuencia, pues suena muy bien.-Black rió y Snape la miró sin poder creérselo, pero los dos estaban confundidos.
-Estoy seguro de que te lo acabas de inventar.-Dijo acercándose a ella.-Pero si es cierto,-La dijo prácticamente al oído.-Se lo tendría que decir, o si no, lo deja. No vale la pena desperdiciar esa belleza con un tío que no te lo afirma.
Ahora fue el turno de Elizabeth para reírse, pero no le dijo si era cierto o no que tenía novio. Black se hizo a un lado y pasaron a la casa. Era muy antigua y tenía artefactos mágicos valiosos por todos los rincones. Elizabeth se fijó en un Kiopxlo, que se utilizaba para cambiar las huellas dactilares de cualquier persona, en una Tarantra, utilizado por los franceses en la Edad Moderna para decapitar a distancia, y en una Bruhoya, parecida a una pistola muggle, pero que podía disparar cualquier tipo de proyectil, como chorros de agua, fuego, piedras, arena, etc. Los demás objetos eran similares. Saltaba a la vista que era una casa de magos oscuros. En las paredes había colgados adornos de Hallowen. Hallowen. Hallowen. ¡imposible! Si era Hallowen significaba que era su cumpleaños. ¿Cómo había podido olvidarlo? Hoy cumplía 20 años. ¡No! ¡Ya tenía la veintena! Con tanto alboroto se había olvidado completamente.
-¿Te encuentras bien?-La voz de Black la sacó de su estupor.- ¿Te duele la cabeza?
-No, no es nada.-Mintió. Lo cierto es que se le daba muy bien mentir, pero tampoco era tan grave, al fin y al cabo, todavía le quedaba día para celebrarlo. ¿Qué estaba diciendo? Tenía que preparar la defensa de Hoz. Hoz. Él tampoco se había acordado. Por lo visto nadie se había acordado.
-¿Estás segura?-Esta vez fue la vos de Snape quien la preguntó.
-Si, totalmente.-Le respondió con una sonrisa sarcástica. Todavía estaba enfada con él por haber creído que no podía vérselas sola. -Bueno, pues me tenéis que contar un poco más detenidamente lo ocurrido, porque Dumbledore no lo dijo en la carta y me estoy muriendo de curiosidad.-Los condujo a la cocina, Snape de mala gana y Elizabeth sin objetar nada, pues estaba un poco ausente. Pidió a Snape que lo contara él y ella observó mientras tanto a Black preparando té. El hombre tenía la misma edad que Snape, pero parecía mucho más joven. No es que fuese Snape el que peor se conservaba, no, al revés. Parecía como si Black no hubiese dejado atrás la niñez, ya que se comportaba como un niño grande, mirándola seductora y pícaramente. Elizabeth ignoró totalmente sus miradas, en esos momentos lo que menos necesitaba era una relación con el hombre más buscado del mundo. Además no era su tipo, tan chulo.
Al finalizar el relato, Snape opinó que si quería hacerlo bien al día siguiente debería ir a prepararse.
-Coincido con el alma de la fiesta.-Dijo Black cuando estuvo lejos de Snape.-Ya tendremos toda la tarde de mañana para conocernos.-A Elizabeth pensó que ese hombre era un poco prepotente, y Severus pensó que era un auténtico imbécil.
-Creo que mañana tengo el día ocupado-Se disculpó.-Pero tienes razón, ya tendremos tiempo para hablar.
Se levantó dispuesta a irse, pero en ese momento entró rápidamente en la sala un hombre. Era, más apuesto e intimidante que Black. Guapo, muy guapo. Tenía el pelo repleto de canas, que lo hacían más interesante a los ojos de Elizabeth. Aunque unas grandes ojeras los cubrían, pudo advertir que sus ojos eran grandes y de un gris que calmaba a cualquiera. En la barbilla tenía un hoyuelo muy pronunciado que le daba un aire inteligente. Era tan alto como Snape o Black, sólo que no era musculoso, pero no podía envidiarles mucho, pues estaba bastante bueno.
-¡Remus!-Gritó Black levantándose de un salto de la silla.-Ya era hora de que salieras del sótano.
-Es que estaba muy cansado, más que los demás días.-Dijo con ojos tristes-creo que cargaste demasiado la poción.
-Imposible.-Black estaba ofendido, pero Snape mostraba una gran sonrisa de satisfacción.
-Debería de tener cuidado con los ingredientes que utilizas en la poción, o podrías causar una desgracia.-Black casi se le lanza al cuello.
-¡Parad los dos!-Gritó Remus. Al momento pareció avergonzarse, pues añadió con voz más calmada.-Estoy bien, que es lo que cuenta.- Black y Snape se separaron lo más posible, cada uno a una esquina de la habitación, como para no tocarse. Dejaron a Elizabeth en medio de la cocina y enfrente a Remus. Este la miró sin saber quien era, por lo que se presentó.
-Ya que nadie me presenta.-Suspiró actuando como si se sintiera molesta.-Soy Elizabeth Wingrove, la profesora de Hogwarts de Estudio de la Magia.-Se presentó.
-Soy Remus Lupin.-Se presentó tras unos segundos de confusión.-Lo siento, no sabía que fuesen a venir.
-La Srta Wingrove ha venido para lograr que metan en Azkaban a un hombre lobo muggle.-Elizabeth miró sorprendida a Black. Ese hombre tenía una gran capacidad de la síntesis. Cuando volvió a mirar a Lupin, este estaba nervioso. Tenía gotas de sudor en la frente y las miraba atentamente. De repente comprendió. Remus Lupin la sonaba muchísimo, y ahora comprendía por qué. Había leído en el trabajo el nombre de Lupin alguna que otra vez. Remus Lupin era un hombre lobo.
-Usted es.-Lo soltó apenas sin pensar, se le escapó entre los labios.
-Si, ahora mismo acabo de subir del sótano, donde estoy cuando llega la noche de luna llena.-La miraba como queriendo descubrir algún signo de que a ella las aterraba la idea. Pero eso era prácticamente imposible. Elizabeth trabajaba rodeada de gente que, desgraciadamente, había sido atacada por un hombre lobo. Muchos de sus amigos eran ellos, que ella trataba como iguales y les mostraba su simpatía. Así pues, Elizabeth dibujo una de sus mejores sonrisas para Lupin. Este se ruborizó, pero ella no hizo caso extremo a eso. -Ya decía yo que me sonaba tu nombre, pero nunca he tenido la oportunidad de conocerte, pues nos repartimos las fichas entre todos los que trabajamos.
-Entonces está claro que ha tocado la persona equivocada para llevar mi caso.-Unas arrugas que había repartidas por su cara desaparecieron a la sombra de una resplandeciente sonrisa.- Elizabeth y él siguieron conversando alegremente sin percatarse de las miradas que se echaban Snape y Black. Los dos estaban deacuerdo en que lo que estaba sucediendo era muy raro.
-Parece que querías irte ya, ¿no?-Preguntó al rato Remus.
-Sí, debería preparar la defensa de Hoz.-A Elizabeth se le había olvidado el motivo por el cual estaba ahí durante un maravilloso momento.-Hasta mañana, Lupin.
-Puedes llamarme Remus.-La dijo con voz suave. Snape y Black volvieron a mirarse.
-Estupendo.-Elizabeth le miró a los ojos. ¡Qué bonitos eran!-Tú puedes hacer lo mismo.
-Hasta mañana.
Elizabeth salió de la cocina y subió las escaleras detrás de Snape, quien tenía la misma cara desagradable de siempre. Por su parte, la de Elizabeth estaba radiante. Aquel hombre sí que era de su tipo. Tan amable y atento, un auténtico peluche. Lobo, si, pero peluche.
Snape la señaló su cuarto y estaba a punto de entrar cuando la llamó. Cuando se dio la vuelta, se encontró a escasos centímetros de él. Antes de echarse un paso hacia atrás, comprobó que era muy alto. Aunque ella era muy alta, sus ojos llegaban a la altura de su boca, que, vista de cerca, era roja y carnosa. '¡No! Deja de pensar tonterías.' Se dijo al comprobar los pectorales de Snape.
-¿Si?-Logró articular cuando estuvo lo suficientemente lejos de él.
-Me acordé de que día era y te he comprado esto.-Sacó de su bolsillo una caja de madera cuidadosamente tallada. Elizabeth se quedó en blanco, no sabía que hacer ni que decir. Snape le tendió la caja y ella la cogió con manos temblorosas. La abrió con cuidado no sin antes apreciar las figuras de la caja. Representaba un precioso jaguar subido a un árbol de la sabana contemplando una preciosa puesta de sol. Dentro de la caja había una cadena de plata y ahí, resplandeciendo todo el interior de la caja se podía ver una piedra sin tallar de color verde. Elizabeth se quedó sin palabras cuando la vio y cogió. La piedra dibujaba todos los colores en la palma de su mano, luces amarillas, azules, rojas, de todos los colores, fluían por su mano.
-Es una piedra Calíope.-Explicó Snape.-Con una simple gota de luz es capaz de luminar toda una habitación.-La miró a los ojos. Elizabeth se fijó en que se reflejaban en ellos la luz de la piedra.-Es muy útil y valiosa, siempre y cuando no te molesten el desfile de colores que te muestra.-Añadió entrecerrando los ojos un poco.
-Es.es.-La costaba hablar. ¿Por qué Snape se había molestado en regalarle algo?-preciosa.-Logró terminar.-No deberías de haberte molestado.
-No es nada.-Dijo mirando atentamente la moqueta.-La tengo desde hace mucho tiempo,-Elizabeth lo miró sorprendida.-hice una pequeña excursión a Egipto y acabé dentro de una pirámide. En una de las salas de tesoros encontré la piedra. Me contaron que el faraón de ese tiempo se la había robado a la bruja, y me pareció interesante.
-Sabías que los objetos robados a las tumbas están malditos.-La verdad es que eso no la preocupaba.
-Si,-Dijo con la mirada perdida.-pero no la robé. En un principio así lo iba a hacer, pero al final la dejé en el baúl, pero al día siguiente, me la encontré alrededor del cuello y no tuve más remedio que quedármela.
-¡Qué bonito!-Exclamó Elizabeth. Snape la miró con expresión interrogante.-Las historias extrañas me interesan mucho.-Se explicó.-Pero dime, si es tuya y la tienes tanto estima. ¿por qué me la das?-no estaba muy segura de querer saber la respuesta.
-Oh, es fácil.-Desvió la mirada, pero Elizabeth pudo ver que estaba algo ruborizado.-No me gusta demasiado. No la llevo nunca.- Elizabeth le miró esperando más información.-No me agradan demasiado tantos colores, pero creo que a ti si que te gustarán.
-Muchas gracias.-Snape la devolvió la sonrisa, pero Elizabeth se entristeció al poco.
-¿Qué te pasa?-Preguntó.
-Bueno.el caso es que.nada, déjalo, no creo que te interese. Buenas noches.-Cuando iba a cerrar la puerta Snape la paró.
-Prueba.-Dijo. Elizabeth recordó la noche en la biblioteca y tuvo que contárselo.
-Vale, pero no te rías.-Le previno.-Aunque agradezco tu regalo mucho, no te ofendas, eres el único que se ha acordado de mi cumpleaños.-Nadie la había escrito.
-¡No me digas que crees eso!-Exclamó con una sonrisa Snape.-Por si no lo recuerdas, esta mañana no has tenido tiempo ni para desayunar, en cuanto abriste la carta no miraste a tu alrededor, pero lo más probable es que no vieses las lechuzas de tus amigos.
-¿Lechuzas?
-Si, había por lo menos 6 esperando que te percatases de ellas, pero saliste corriendo sin mirarlas.
-Eso está mejor.-Elizabeth suspiró aliviada.-Por un momento creí que tenía que gastarles una mala pasado a todos.
-Bien,-Dijo Snape.-ahora sí que es Buenas Noches, ¿no crees?
-Sí-Dijo sonriendo.-Feliz Hallowen.-Cerró la puerta y se dirigió a un pequeño escritorio que había al fondo de la habitación. Estaba muchísimo más animada que antes, podía trabajar más tranquila.
Su animó mejoró aún más cuando se encontró a toda una banda de lechuzas esparcidas por toda la habitación.
¡Oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! ¡QUÉ BONITOOOO! ¡QUÉ LO REPITAN! ESTE ES UNO DE MIS CAPÍTULOS PREFERIDOS, PERO TENGO UNA DUDA QUE QUIZÁ VOSOTROS ME LA PODÁIS ACLARAR: -¿QUIÉN PREFERÍS COMO PAREJA DE ELIZABETH?
-SEVERUS SNAPE -REMUS LUPIN SI ME ESCRIBÍS DÁNDOME VUESTRA OPINIÓN, OS PROMETO QUE HARÉ TODO LO QUE PUEDA PARA COMPLACEROS.
EN EL PRÓXIMO CÁPITULO SE CONCE LA SENTENCIA DE HOZ (BUEN CHICO ¿NO?) ¿CULPABLE? ¿INOCENTE? LO SABRÉIS SI SEGUÍS LEYENDO.
-Mira Snape,-Dijo un poco desesperada. Ella no necesitaba un guardián.-no necesito que me acompañe hasta Hoz.-Al ver que el profesor abría la boca para replicar, prosiguió.-Los Mortífagos no me van a atacar dentro del Ministerio, así que puedes ir a la mansión de los Black para anunciar nuestra llegada mientras yo me entero de la situación.
-Puede que no te ataquen dentro, Wingrove,-Dijo un poco tenso.- pero sí lo pueden hacer cuando salgas.-Elizabeth abrió la boca para quejarse, pero Snape la interrumpió.-No hay nada más que hablar. Dumbledore me mandó para protegerla y yo la voy a proteger.
-Llegará el día, profesor Snape,-Replicó enfadada.-en que sea yo quien le proteja.
Dio media vuelta y se acercó a la puerta. Le entregó su varita al vigilante y esperó a la aprobación de este. Tenía la varita desde que la dijeron que era bruja. Era alta y delgada, pero pesaba lo suyo. Toda ella era de color marrón oscuro excepto la punta, que era verde brillante. El vigilante le entregó la varita y cogió la de Snape. Esta era más compuesta. Era muy larga y el mango era mucho más grueso que la punta. Sus colores eran oscuros, pero había matices amarillentos. Elizabeth pudo ver claramente tallada una cobra minúscula cerca de la punta.
Una vez dentro, fue encontrándose con conocidos que las saludaban y preguntaban por ella. Se fijó en que Snape se ponía nervioso cuando la saludaban, y eso la molestó. En lo que no se dio cuenta fue en que se ponía furioso cuando era un hombre el que se paraba a hablar con ella.
Cuando llegaron a las celdas, Elizabeth no podía con sus nervios. El carcelero la paró para hablar con ella un poco y le dio unas cuantas entradas para una fiesta de año nuevo.
-Será a partir de las once de la noche, para que a todo el mundo le dé tiempo a cenar con los parientes.-Guiño un ojo a Snape.-Sé que tengo más en el cajón, intentaré encontrarlas y te daré a ti otras.-Volcó un cajón lleno de papeles y basura.
-Descuida, ya tengo planes.-Explicó Snape con una mueca desagradable en la cara. Elizabeth agradeció aquel gesto, pues el carcelero no se demoró más y les dio la llave de la celda.
-Es la primera vez que me invitan a una fiesta del Ministerio.- Murmuró Snape mientras caminaban por el pasillo.
-Haberlo dicho antes.-Dijo un poco cansada.-A mí me dan decenas de todas las fiestas que se hacen por Londres.
Cuando entraron el la celda, Elizabeth sintió que se caía el alma. El chico estaba fatal. Unas ojeras le cubrían por completo los ojos, dado que posiblemente no había dormido en varias noches. Llevaba la camisa desabrochada, dejando ver su torso, y el pelo revuelto en nudos castaños claros. Se levantó de la cama rápidamente y se desplomó sobre Elizabeth, quien le sujeto a duras penas, pues, aunque estaba demasiado delgado al haber pasado las transformaciones, era muy alto.
-Oh, Elie.-Dijo sollozando.- ¿qué he hecho? Yo no quería herir a nadie, no lo recuerdo. Tengo miedo.- Si me llevan con los dementores esos, creo que me moriré.
-¡He!-Exclamó Elizabeth mientras le acariciaba el pelo.-No te preocupes, ya estoy aquí, y no dejaré que te lleven a ningún sitio.-Murmuró suavemente.-Ayúdame a sentarle en la cama.-Le suplicó a Snape, le fallaban las piernas. No esperaba encontrarle en aquel estado. Le sorprendió la fuerza de Snape, quien desprendió a Hoz de ella y lo acomodó en la cama.
-¿Qué pasó?-Le preguntó sentándose a su lado.- ¿Por qué no te tomaste la poción?-Hoz la miró con los ojos rojos pero la mirada dura.
-La preparé, pero cuando cerré la tienda me rodearon unos rateros en un callejón.-Dijo entre sollozos.-Les di el dinero, pero querían la botella de la poción. Les supliqué que no la cogieran, que no era nada importante para ellos, pero me la quitaron.-Se le veía dolido.-Como no tenía más, en vez de ir a casa me volví a la tienda y me encerré en la cueva. Hoy me he levantado aquí y me han dicho que ataqué a aquel hombre. Por fortuna no le mordí, sino no te hubiese llamado.
-¿Si lo hubieses hecho la habrías llamado?-Preguntó Snape sorprendido. Hoz lo miró profundamente y dijo:
-Si yo mordiese alguna vez a una persona, aguantaría cualquier castigo.-Se le nublaron los ojos por las lágrimas.
-¡Ya basta!-Exclamó Elizabeth en voz alta.-No quiero que pienses en eso cuando todavía puedo salvarte de Azkaban. Ahora quiero que me cuentes todo lo que has hecho, visto u oído en la última semana.
Hoz se recostó en la cama y se aclaró la garganta y empezó a contarles lo ocurrido a la chica más guapa que conocía y a aquel extraño hombre que la acompañaba.
*-*-*-*-*
-¡Es indignante!-Gritó Elizabeth mientras caminaba junto a Snape por las calles abarrotadas de gente de Londres.
-Si sigues gritando de esa forma nos detendrán los policías.-La cortó Severus observando cómo la gente se volvía para mirarlos. Habían decidido ir andando hasta la mansión para tomar un poco el aire y para que Elizabeth se aclarara las ideas.
Hoz les había hablado de un grupo de personas que le habían pedido datos personales. Eso no era raro, pues los hombres lobo tenían que someterse a eso y mucho más, pero le sorprendió el hecho que no era la misma persona que siempre. Recordó que los rateros hablaban entre ellos de su señor o del Tenebroso. A parte de eso no recordaba nada extraño.
-¿Cómo quieres que me calme si lo han atacado?-Le miraba furiosa.- Y lo peor es que no sé por qué quieren joderme, sino les habría intentado contentar.
-¿Estas segura? ¿Les hubieras dado la Dragonlance, les habrías dado las fichas de criaturas de Inglaterra o algo por el estilo?- Severus comprobó que Elizabeth no replicaba y continuó.-Ahora debes pensar el modo necesario para defender a tu amigo.
Guardaron silencio mientras cruzaban la calle. Severus pensó en el chico. ¿A Elizabeth le gustaría? ¿Él estaría conquistándola? Se obligó a apartar esos pensamientos de su cabeza, pues no tenían sentido para él, o no deberían.
-¿Por qué no nos aparecemos en la mansión?-Dijo a los varios minutos.-Estoy muy cansada. Nos vendrá bien dormir a los dos.- Severus asintió y caminaron hacia un callejón. Elizabeth fue la primera que desapareció. Severus pensó que no tendría que entristecerse, pues eso le molestaba. Iba a desaparecerse cuando apareció por la esquina del callejón una silueta de un mago encapuchado, después apareció otro, y otro, en unos segundos le rodearon 9 Mortífagos.
-¿Por qué la has acompañado Snape?-Habló una voz arrastrada y fría que conocía bien.-El plan consistía en atacarla cuando estuviera sola y llevársela al señor, ¿qué se te ha pasado por la cabeza desobedeciéndole?-Lucius Malfoy se quitó la máscara y lo miró de arriba abajo con una mueca desagradable.
-Dumbledore me obligó a venir.-En cierta manera no era mentira.- Tuve que venir para asegurar que Wingrove obedecía sus órdenes.- Severus no pudo dejar de sentir una punzada de ira cuando Lucius soltó una carcajada.
-Típico del carcamal.-Espetó con una sonrisa de satisfacción en la cara.-No se fía ni de su propia sombra.-Severus tuvo que reprimirse para no recordarle que su señor tampoco era de los más crédulos del mundo.-Por esta vez quien tú ya sabes no te atacará, pero como te atrevas a desobedecerle una vez más.-Lucius hizo un gesto amenazador con la varita y desapareció. Acto seguido se marcharon los demás, lo que agradeció Severus, pues estaba empezando a sudar y a perder la paciencia rápidamente.
*-*-*-*-*
Elizabeth estaba preocupada, se había aparecido en el lugar que Snape la había indicado, pero el hombre no aparecía por ningún lado. Sólo tenía dos posibilidades: Se había equivocado, lo que era posible pero poco probable, o que Snape la había metido en una trampa. Lo curioso era que la calle estaba desierta y hacía unos minutos que había aparecido ahí y no había oído ningún ruido de capas. Entonces, ¿qué pasaba?
En ese instante apareció delante de ella el profesor. Estaba más pálido de lo habitual y lo más extraño era que llevaba su varita en la mano.
-¿Qué está haciendo?-Preguntó Elizabeth sacando su varita cuando Snape comenzó a mirar detrás de ella.- ¿Qué demonios estás haciendo?-Repitió cuando el hombre pasó totalmente de ella.
-Estaba comprobando que no había nadie a la vista.-Se explicó Snape. Cuando vio la varita puso los ojos en blanco.-Me rodearon unos Mortífagos y estaba preocupado por usted.
Elizabeth guardó rápidamente su varita. Estaba avergonzadísima. ¡Qué tonta era! No debería de desconfiar de Snape, pero es que todo la parecía tan extraño.
-Lo siento,-Se disculpó.-Sólo era para prevenir y.-Se cayó al ver la cara que ponía su compañero.-Bueno.-Se sentía muy idiota.-¿Cómo que te han rodeado unos Mortífagos?-Exclamó al darse cuenta del detalle.
-Si,-Se explicó con calma.-Me han preguntado que qué hacía allí pero no ha pasado nada más.
-¿Cómo estás?-Se dio cuenta de que esquivó su mirada cuando le preguntó.
-Bien,-Se notaba que mentía.-Me han dicho que la siga a todas partes.
-¿Nada más?-No quería parecer cotilla, pero le preocupaba Snape.
-¿Qué quieres que te cuente?-Respondió sarcásticamente mirándola furioso.-No me pregunte y no la mentiré.- Le dio un papel donde venía la dirección de la mansión y se dio la vuelta.
Elizabeth lo vio desaparecer y se concentró en la dirección. Poco a poco se fueron separando los edificios por la mitad de la calle, pero en vez de verse un vacío, fue apareciendo la figura de otro edificio mucho más alto y compuesto que los de su alrededor. Se podían ver gárgolas de todas las formas y tamaños moviéndose entre los ladrillos. Estaba muy cargada con adornos y sus colores eran muy oscuros, sus puertas y ventanas eran negras. Se notaba que la mansión de los Black había sido una especie de santuario para el mal.
Snape llamó al timbre mientras ella se situaba a su lado. En el momento en el que Snape tocó el timbre, un grito de furia cruzó el aire. Elizabeth vió como Snape dibujaba una sonrisa en los labios mientras se oían ruidos de pasos molestos, pero se le quitó en el instante en el que un hombre abrió la puerta. Aquel era, sin duda, Sirius Black. Dumbledore ya la había dicho que era inocente de todos los cargos del que era acusado, y, viendo en el pedestal en el que lo tenía Harry, lo creía.
Black era un hombre bastante apuesto. Tenía una mirada misteriosa y alegre. El único color que resaltaba en él eran los ojos, de un color azul resplandeciente. Tenía la cara algo demacrada, Elizabeth lo atribuyó al hecho de haber pasado 12 años en Azkaban. Sus labios eran perfectos: ninguno era más grande que el otro y eran de un color carne rojiza que habrían quitado el hipo a cualquier chica que se propusiera. Era casi tan alto como Snape, pero más musculoso que él.
Cuando abrió la puerta, se le veía enfadado, pero se volteó furioso y molesto cuando vio a Snape.
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no llames al timbre?- Preguntó, se notaba una gran tensión entre ellos.
-Más de las que has hecho y menos de las que te piensas.-Contestó Snape con los dientes apretados mientras le miraba con desprecio.- La verdad es que suponía que tres meses era suficiente para controlar un simple cuadro.-Dijo con ademán de molestar.-Incluso para un mago tan mediocre como tú.-Añadió.
Elizabeth pensó que se estaba pasando. ¿Quién era el para juzgar a nadie? Le sorprendió encontrar una risa en la cara de Black.
-Ya te gustaría a ti que fuera tan estúpido como tú.-Replicó mientras soltaba una carcajada.-Así tendrías alguna posibilidad conmigo.-Mientras Black se reía con ganas, Elizabeth vio como Snape cogía la varita, pero tan sólo la sujetó con fuerza, en unos segundos pareció meditarlo, pues la soltó. Cuando volvió a mirar a Black la sorprendió encontrarle mirándola.
-Valla, valla.-Dijo mientras la estrechaba la mano. Tenía mucha fuerza en los dedos, que eran largos. La estaba sonriendo.- ¿Eres Elizabeth Wingrove?-Preguntó con los ojos muy abiertos.-Por supuesto que sí.-Dijo antes de que a ella le diese tiempo a contestar.- ¿Te han dicho alguna vez que eres tan preciosa como la más bonita de las flores?
Elizabeth se ruborizó, pero paró cuando se obligó a pensar que seguramente era el discurso que le soltaba a cada chica guapa que veía.
-Hoy no.-Replicó de buena gana. Le gustaba jugar con los chicos que se creían mucha cosa.-Pero recordaré a mi chico que me lo diga con más frecuencia, pues suena muy bien.-Black rió y Snape la miró sin poder creérselo, pero los dos estaban confundidos.
-Estoy seguro de que te lo acabas de inventar.-Dijo acercándose a ella.-Pero si es cierto,-La dijo prácticamente al oído.-Se lo tendría que decir, o si no, lo deja. No vale la pena desperdiciar esa belleza con un tío que no te lo afirma.
Ahora fue el turno de Elizabeth para reírse, pero no le dijo si era cierto o no que tenía novio. Black se hizo a un lado y pasaron a la casa. Era muy antigua y tenía artefactos mágicos valiosos por todos los rincones. Elizabeth se fijó en un Kiopxlo, que se utilizaba para cambiar las huellas dactilares de cualquier persona, en una Tarantra, utilizado por los franceses en la Edad Moderna para decapitar a distancia, y en una Bruhoya, parecida a una pistola muggle, pero que podía disparar cualquier tipo de proyectil, como chorros de agua, fuego, piedras, arena, etc. Los demás objetos eran similares. Saltaba a la vista que era una casa de magos oscuros. En las paredes había colgados adornos de Hallowen. Hallowen. Hallowen. ¡imposible! Si era Hallowen significaba que era su cumpleaños. ¿Cómo había podido olvidarlo? Hoy cumplía 20 años. ¡No! ¡Ya tenía la veintena! Con tanto alboroto se había olvidado completamente.
-¿Te encuentras bien?-La voz de Black la sacó de su estupor.- ¿Te duele la cabeza?
-No, no es nada.-Mintió. Lo cierto es que se le daba muy bien mentir, pero tampoco era tan grave, al fin y al cabo, todavía le quedaba día para celebrarlo. ¿Qué estaba diciendo? Tenía que preparar la defensa de Hoz. Hoz. Él tampoco se había acordado. Por lo visto nadie se había acordado.
-¿Estás segura?-Esta vez fue la vos de Snape quien la preguntó.
-Si, totalmente.-Le respondió con una sonrisa sarcástica. Todavía estaba enfada con él por haber creído que no podía vérselas sola. -Bueno, pues me tenéis que contar un poco más detenidamente lo ocurrido, porque Dumbledore no lo dijo en la carta y me estoy muriendo de curiosidad.-Los condujo a la cocina, Snape de mala gana y Elizabeth sin objetar nada, pues estaba un poco ausente. Pidió a Snape que lo contara él y ella observó mientras tanto a Black preparando té. El hombre tenía la misma edad que Snape, pero parecía mucho más joven. No es que fuese Snape el que peor se conservaba, no, al revés. Parecía como si Black no hubiese dejado atrás la niñez, ya que se comportaba como un niño grande, mirándola seductora y pícaramente. Elizabeth ignoró totalmente sus miradas, en esos momentos lo que menos necesitaba era una relación con el hombre más buscado del mundo. Además no era su tipo, tan chulo.
Al finalizar el relato, Snape opinó que si quería hacerlo bien al día siguiente debería ir a prepararse.
-Coincido con el alma de la fiesta.-Dijo Black cuando estuvo lejos de Snape.-Ya tendremos toda la tarde de mañana para conocernos.-A Elizabeth pensó que ese hombre era un poco prepotente, y Severus pensó que era un auténtico imbécil.
-Creo que mañana tengo el día ocupado-Se disculpó.-Pero tienes razón, ya tendremos tiempo para hablar.
Se levantó dispuesta a irse, pero en ese momento entró rápidamente en la sala un hombre. Era, más apuesto e intimidante que Black. Guapo, muy guapo. Tenía el pelo repleto de canas, que lo hacían más interesante a los ojos de Elizabeth. Aunque unas grandes ojeras los cubrían, pudo advertir que sus ojos eran grandes y de un gris que calmaba a cualquiera. En la barbilla tenía un hoyuelo muy pronunciado que le daba un aire inteligente. Era tan alto como Snape o Black, sólo que no era musculoso, pero no podía envidiarles mucho, pues estaba bastante bueno.
-¡Remus!-Gritó Black levantándose de un salto de la silla.-Ya era hora de que salieras del sótano.
-Es que estaba muy cansado, más que los demás días.-Dijo con ojos tristes-creo que cargaste demasiado la poción.
-Imposible.-Black estaba ofendido, pero Snape mostraba una gran sonrisa de satisfacción.
-Debería de tener cuidado con los ingredientes que utilizas en la poción, o podrías causar una desgracia.-Black casi se le lanza al cuello.
-¡Parad los dos!-Gritó Remus. Al momento pareció avergonzarse, pues añadió con voz más calmada.-Estoy bien, que es lo que cuenta.- Black y Snape se separaron lo más posible, cada uno a una esquina de la habitación, como para no tocarse. Dejaron a Elizabeth en medio de la cocina y enfrente a Remus. Este la miró sin saber quien era, por lo que se presentó.
-Ya que nadie me presenta.-Suspiró actuando como si se sintiera molesta.-Soy Elizabeth Wingrove, la profesora de Hogwarts de Estudio de la Magia.-Se presentó.
-Soy Remus Lupin.-Se presentó tras unos segundos de confusión.-Lo siento, no sabía que fuesen a venir.
-La Srta Wingrove ha venido para lograr que metan en Azkaban a un hombre lobo muggle.-Elizabeth miró sorprendida a Black. Ese hombre tenía una gran capacidad de la síntesis. Cuando volvió a mirar a Lupin, este estaba nervioso. Tenía gotas de sudor en la frente y las miraba atentamente. De repente comprendió. Remus Lupin la sonaba muchísimo, y ahora comprendía por qué. Había leído en el trabajo el nombre de Lupin alguna que otra vez. Remus Lupin era un hombre lobo.
-Usted es.-Lo soltó apenas sin pensar, se le escapó entre los labios.
-Si, ahora mismo acabo de subir del sótano, donde estoy cuando llega la noche de luna llena.-La miraba como queriendo descubrir algún signo de que a ella las aterraba la idea. Pero eso era prácticamente imposible. Elizabeth trabajaba rodeada de gente que, desgraciadamente, había sido atacada por un hombre lobo. Muchos de sus amigos eran ellos, que ella trataba como iguales y les mostraba su simpatía. Así pues, Elizabeth dibujo una de sus mejores sonrisas para Lupin. Este se ruborizó, pero ella no hizo caso extremo a eso. -Ya decía yo que me sonaba tu nombre, pero nunca he tenido la oportunidad de conocerte, pues nos repartimos las fichas entre todos los que trabajamos.
-Entonces está claro que ha tocado la persona equivocada para llevar mi caso.-Unas arrugas que había repartidas por su cara desaparecieron a la sombra de una resplandeciente sonrisa.- Elizabeth y él siguieron conversando alegremente sin percatarse de las miradas que se echaban Snape y Black. Los dos estaban deacuerdo en que lo que estaba sucediendo era muy raro.
-Parece que querías irte ya, ¿no?-Preguntó al rato Remus.
-Sí, debería preparar la defensa de Hoz.-A Elizabeth se le había olvidado el motivo por el cual estaba ahí durante un maravilloso momento.-Hasta mañana, Lupin.
-Puedes llamarme Remus.-La dijo con voz suave. Snape y Black volvieron a mirarse.
-Estupendo.-Elizabeth le miró a los ojos. ¡Qué bonitos eran!-Tú puedes hacer lo mismo.
-Hasta mañana.
Elizabeth salió de la cocina y subió las escaleras detrás de Snape, quien tenía la misma cara desagradable de siempre. Por su parte, la de Elizabeth estaba radiante. Aquel hombre sí que era de su tipo. Tan amable y atento, un auténtico peluche. Lobo, si, pero peluche.
Snape la señaló su cuarto y estaba a punto de entrar cuando la llamó. Cuando se dio la vuelta, se encontró a escasos centímetros de él. Antes de echarse un paso hacia atrás, comprobó que era muy alto. Aunque ella era muy alta, sus ojos llegaban a la altura de su boca, que, vista de cerca, era roja y carnosa. '¡No! Deja de pensar tonterías.' Se dijo al comprobar los pectorales de Snape.
-¿Si?-Logró articular cuando estuvo lo suficientemente lejos de él.
-Me acordé de que día era y te he comprado esto.-Sacó de su bolsillo una caja de madera cuidadosamente tallada. Elizabeth se quedó en blanco, no sabía que hacer ni que decir. Snape le tendió la caja y ella la cogió con manos temblorosas. La abrió con cuidado no sin antes apreciar las figuras de la caja. Representaba un precioso jaguar subido a un árbol de la sabana contemplando una preciosa puesta de sol. Dentro de la caja había una cadena de plata y ahí, resplandeciendo todo el interior de la caja se podía ver una piedra sin tallar de color verde. Elizabeth se quedó sin palabras cuando la vio y cogió. La piedra dibujaba todos los colores en la palma de su mano, luces amarillas, azules, rojas, de todos los colores, fluían por su mano.
-Es una piedra Calíope.-Explicó Snape.-Con una simple gota de luz es capaz de luminar toda una habitación.-La miró a los ojos. Elizabeth se fijó en que se reflejaban en ellos la luz de la piedra.-Es muy útil y valiosa, siempre y cuando no te molesten el desfile de colores que te muestra.-Añadió entrecerrando los ojos un poco.
-Es.es.-La costaba hablar. ¿Por qué Snape se había molestado en regalarle algo?-preciosa.-Logró terminar.-No deberías de haberte molestado.
-No es nada.-Dijo mirando atentamente la moqueta.-La tengo desde hace mucho tiempo,-Elizabeth lo miró sorprendida.-hice una pequeña excursión a Egipto y acabé dentro de una pirámide. En una de las salas de tesoros encontré la piedra. Me contaron que el faraón de ese tiempo se la había robado a la bruja, y me pareció interesante.
-Sabías que los objetos robados a las tumbas están malditos.-La verdad es que eso no la preocupaba.
-Si,-Dijo con la mirada perdida.-pero no la robé. En un principio así lo iba a hacer, pero al final la dejé en el baúl, pero al día siguiente, me la encontré alrededor del cuello y no tuve más remedio que quedármela.
-¡Qué bonito!-Exclamó Elizabeth. Snape la miró con expresión interrogante.-Las historias extrañas me interesan mucho.-Se explicó.-Pero dime, si es tuya y la tienes tanto estima. ¿por qué me la das?-no estaba muy segura de querer saber la respuesta.
-Oh, es fácil.-Desvió la mirada, pero Elizabeth pudo ver que estaba algo ruborizado.-No me gusta demasiado. No la llevo nunca.- Elizabeth le miró esperando más información.-No me agradan demasiado tantos colores, pero creo que a ti si que te gustarán.
-Muchas gracias.-Snape la devolvió la sonrisa, pero Elizabeth se entristeció al poco.
-¿Qué te pasa?-Preguntó.
-Bueno.el caso es que.nada, déjalo, no creo que te interese. Buenas noches.-Cuando iba a cerrar la puerta Snape la paró.
-Prueba.-Dijo. Elizabeth recordó la noche en la biblioteca y tuvo que contárselo.
-Vale, pero no te rías.-Le previno.-Aunque agradezco tu regalo mucho, no te ofendas, eres el único que se ha acordado de mi cumpleaños.-Nadie la había escrito.
-¡No me digas que crees eso!-Exclamó con una sonrisa Snape.-Por si no lo recuerdas, esta mañana no has tenido tiempo ni para desayunar, en cuanto abriste la carta no miraste a tu alrededor, pero lo más probable es que no vieses las lechuzas de tus amigos.
-¿Lechuzas?
-Si, había por lo menos 6 esperando que te percatases de ellas, pero saliste corriendo sin mirarlas.
-Eso está mejor.-Elizabeth suspiró aliviada.-Por un momento creí que tenía que gastarles una mala pasado a todos.
-Bien,-Dijo Snape.-ahora sí que es Buenas Noches, ¿no crees?
-Sí-Dijo sonriendo.-Feliz Hallowen.-Cerró la puerta y se dirigió a un pequeño escritorio que había al fondo de la habitación. Estaba muchísimo más animada que antes, podía trabajar más tranquila.
Su animó mejoró aún más cuando se encontró a toda una banda de lechuzas esparcidas por toda la habitación.
¡Oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! ¡QUÉ BONITOOOO! ¡QUÉ LO REPITAN! ESTE ES UNO DE MIS CAPÍTULOS PREFERIDOS, PERO TENGO UNA DUDA QUE QUIZÁ VOSOTROS ME LA PODÁIS ACLARAR: -¿QUIÉN PREFERÍS COMO PAREJA DE ELIZABETH?
-SEVERUS SNAPE -REMUS LUPIN SI ME ESCRIBÍS DÁNDOME VUESTRA OPINIÓN, OS PROMETO QUE HARÉ TODO LO QUE PUEDA PARA COMPLACEROS.
EN EL PRÓXIMO CÁPITULO SE CONCE LA SENTENCIA DE HOZ (BUEN CHICO ¿NO?) ¿CULPABLE? ¿INOCENTE? LO SABRÉIS SI SEGUÍS LEYENDO.
