Cap. XIV. Atrapada. Horrible. Esa era la justa calificación para esa noche. Se había enfadado tanto con Severus que había hecho el estúpido delante de Remus, de Clare, etc. ahora mismo estaba en medio de una calle casi desierta, pues de vez en cuando pasaba algún coche que otro, con el bajo de la túnica empapado y sucio y un vestido minifalda con un escote hasta el ombligo, exagerando las cosas. Severus la ponía de los nervios. Primero decía que quería ir a la fiesta con ella y después va y desaparece del castillo con una rubia bajo el brazo. Patético. Justo en ese momento pasó un camión enorme a gran velocidad al lado suya pisando un charco de agua. Como no, la mojó entera, de pies a cabeza. -¡Serás imbécil!-Le gritó al conductor al tiempo que cogía su varita.-Telum airum.-Dijo al tiempo que sus ropas se iban secando y limpiando automáticamente a medida que desplazaba la varita por el vestido. De repente sintió como si la observaran. Levantó la cabeza y miró a su alrededor tratando de buscar algo sospechoso. Todo estaba en silencio, demasiado silencioso. Un ruido de pasos la hizo volverse rápidamente, pero sólo pudo ver la calle desierta. La luz de una farola se apagó sin previo aviso, la siguiente también, y así sucesivamente hasta que toda la calle quedó sin luz pública. Temiéndose lo peor, Elizabeth conjuró la varita con lumus para alumbrar su camino y justo cuando se accionó, las luces de las tiendas y casas muggles de la calle se apagaron con un pequeño chasquido. Elizabeth imploró para que volviera el camionero, consciente de lo que iba a empezar a continuación. Un ruido mecánico sonó a su derecha, pero cuando se volvió el ruido sonaba detrás de ella. Cuando miró hacia un callejón, aparecieron en la oscuridad unos ojos rojos. Antes de poder reaccionar, aparecieron luces rojas, verdes, azules y plateadas por todo alrededor suya. Cuando abrió los ojos, se sorprendió al notar que ninguna maldición le había dado, y no por falta de enemigos. En un segundo se vió rodeada de un grupo de Mortífagos encapuchados, todos vestían de negro. Serían unos 15, pues formaban un círculo bastante extenso en torno a ella. Y ahí, justo enfrente de ella estaba Él. El señor Tenebroso. Elizabeth le había puesto muchas caras, pero nunca se la había imaginado de esa manera. Tenía la cara de un extraño amarillo pálido. Su cabeza estaba rapada y Elizabeth dudó de que alguna vez le pudiese volver a crecer el pelo. Sus ojos estaban rasgados y sus pupilas eran gatunas y hacían temblar a todo aquel que osara mirarle. Su rostro asemejaba más al de una serpiente que al de un humano. Para su asombro, él era el único que no la estaba apuntando con la varita. Es más, Elizabeth no pudo verle ninguna. -Srta Wingrove, por fin nos encontramos.-Su voz penetró en su cuerpo causándole temblores involuntarios, aquel ser daba auténtico temor. Elizabeth se reprendió por no poder aguantar su mirada sin sentir temblores, pero terminó comprendiendo que era inevitable, estaba ante el Señor Oscuro. -Si, desgraciadamente. Había tenido esperanzas de no verle en la vida. Ya veo que es imposible.-Maldijo una y otra vez su boca, que la traicionaba cuando se sentía en peligro y, precisamente en ese momento, se encontraba ante el ser más peligroso sobre la faz de la Tierra y, claro, su lengua estaba desbocada. -Se cree graciosa, ¿no?-Replicó el Lord.-Pues quítate esa idea de la cabeza y contesta a mis preguntas si no quieres quedar más allá del olvido, que es lo que te sucederá si te pasas de la raya. Mierda. Estaba atrapada entre la espada y la pared. Si no habría la boca la matarían, y si hablaba la dejarían sin memoria. 'Como poco.' Pensó angustiada. Dadas las cartas que había sobre la mesa, elegiría morir con dignidad. Si esa serpiente quería historia, que se la inventase él. -¿Qué quieres saber?-Si iba a morir, lo menos era morir con un par de respuestas. -¿Dónde están las siete varas?- ¿Cómo? ¿Para qué quería ese tipo las varas de la magia antigua? ¿Sabría usarlas? -Las siete varas están destruidas.- ¡Dios! Ni ella misma se lo creía. -Crucius.-Dos voces lanzaron ese hechizo a la vez. En un instante y durante un minuto, un terrible dolor la recorrió el cuerpo malévolamente haciéndola chillar de sufrimiento. Cuando terminó la maldición, cayó de rodillas sobre la acera. Le costaba trabajo respirar y tenía fuertes calambres por todo el cuerpo. Ahora entendía por qué la gente enloquecía tras esta maldición. -Ahora, Srta Wingrove,-La voz de Voldemort se arrastraba cruelmente hacia sus oídos, martillándole la cabeza.-me dirá la verdad antes de que me enfade de verdad. Elizabeth consiguió levantar la cabeza y miró aquellos ojos inyectados en sangre. Unos ojos que la hacían temblar de miedo, de terror. Pero no se dejaría intimidar. Ninguna palabra amable saldría de su boca. Nunca. Se obligó a desechar los pensamientos sobre el posible castigo que le impondría si llegase a enfadar. -¿Y bien?-Preguntó Voldemort apuntándola con una varita aparecida de no sabía donde. Un dolor extenso le traspasó cada articulación. 'Recuerda tu vida, Elie, porque no vas a pasar de esta noche.' Este pensamiento, junto a otros igual de positivos, cruzó su mente a la velocidad de la luz. Elizabeth tragó saliva, pero tenía la boca seca. En su interior sabía lo que pasaría. -Voldemort,-Dijo todo lo firme y alto que pudo.-Creo que te has equivocado de persona. Aunque supiera de lo que me estás hablando no te lo diría. Esos ojos le partieron el alma en pedacitos. Durante una fracción de segundo, sintió deseos de contárselo, de salvarse, pero Elizabeth era fuerte y resistió con la mirada fija en el suelo, pues si no acabaría rindiéndose. -¡Tú!-Gritó Voldemort volviéndose mientras chascaba los dedos y señalaba a uno de los Mortífagos.- ¡Tortúrala!-Exclamó con la voz más fría del mundo.- ¡Quiero que antes de diez minutos esté contándolo todo! "¿Torturar?"Pensó Elizabeth aterrorizada. "¿Y qué había sido lo de antes? ¿Cosquillas?" Se encogió al observar al Mortífago encargado de su tortura. Un hombre alto y musculoso, con la cara tapada con la misma máscara negra pero con un atuendo un poco más elegante que los demás, se adelantó e instaló delante de ella. Al mirarle sintió deseos de gritar. "No, Elie, que no te vean llorar." Aunque sólo fuese un pensamiento, le dio fuerzas. Levantó la cabeza y clavó la mirada en los ojos del Mortífago. Sus ojos eran grises. Parecían un torbellino que te encerraba en ellos, con unas pupilas inquietantes mirándola. "Severus" En un segundo se sintió a salvo, pero su mirada se posó por casualidad en la varita que empuñaba y tembló. "¿Era bueno o malo?" Pasaron unos segundos en que no hicieron otra cosa que mirarse. Elizabeth rezó por que Severus estuviera en sus cabales y no hiciera ninguna tontería. No tenía dudas respecto a su lealtad, ya no, lo que dudaba es que no estuviera bajo la maldición Imperius. Le miró a los ojos directamente, como esperando encontrar en ellos algún tipo de respuesta, de esperanzas, y la obtuvo. Con un movimiento imperceptible, señaló con la mirada su varita. Su mirada se posó a continuación en el Mortífago que tenía la de Elizabeth, para echar un rápido vistazo la tapa de una alcantarilla situada a pocos metros del círculo. Confusa, Elizabeth observó durante otros segundos la alcantarilla, hasta que captó el mensaje y comprendió. Volvió a posar la mirada en Severus y se le heló la sangre al verle apuntándola con la varita. Casi al instante, pronuncio la maldición. -Strouch.-Como si de una señal se tratase, Elizabeth se apartó con agilidad de la trayectoria de la maldición y se tiró violentamente encima del confuso Mortífago antes de dar tiempo a los demás para reaccionar. Después de derribarle con un enérgico codazo, cogió su varita, que había caído a poca distancia del Tenebroso. Cuando la cogió, aprovechó para robar la varita del propio hombre y se volvió con soltura al grupo de Mortífagos. -Xillox.-De su varita salieron varios rayos de luces granates que impactaron sobre los Mortífagos que se habían dispuesto a perseguirla. Sin pararse a ver el resultado de su conjuro, empezó a correr por la calle. Ya estaba llegando a las alcantarillas cuando más Mortífagos salieron de los callejones y se encaminaron a bloquearla el paso. Sin dejar de correr, Elizabeth fue lanzando distintos hechizos para contenerles. Inmovilizó a dos, estrelló a otros contra los cubos de basura y las paredes, cegó con maldiciones a más hasta llegar por fin a la boca de alcantarilla. -Rictusempra.-Una enorme masa de aire la impulsó a varios metros de su salida, haciéndola caer de lado sobre el frío suelo de un callejón. Elizabeth se quejó en voz baja. Aunque estaba destrozada, no podía mover prácticamente su cuerpo, no iba a mostrar esa debilidad ante esos locos. -Escudo.-Una barra protectora de un color plástico se materializó ante ella, resguardándola de maldiciones de un par de Mortífagos. Sabiendo que este escudo podría acabar con la fuerza que le quedaba, quitó la defensa y acto seguido atacó a los agresores con hechizos aturdidores. Maldijo a todos los Tenebrosos habidos y por haber al observar otro más acercándose a ella, con tal mala suerte que la impedía salida. Advirtió impotente como la apuntaba con la varita. Ya se estaba desesperando, cuando apuntó hacia la calle principal y lanzó un hechizo obstaculizador. En la entrada del callejón se formó una capa de sustancia gris verdosa que impedía pasar a los demás Mortífagos e impedía, a su vez, la visión desde fuera. Aturdida, volvió a clavar la vista en el hombre hasta caer en la cuenta de que era Severus. Se lanzó impulsiva hacia sus brazos y lo rodeó con fuerza.

-Venga,-Dijo separándola rudamente.-tenemos que salir de esta trampa.-Miró a los lados pensativo. Todavía llevaba el antifaz puesto. -¿Y por donde?-Preguntó comenzando a desesperarse de nuevo.-Has tapado la única salida del callejón, el sumidero estaba en otro lado. -Ahí.-Dijo apuntando un rincón de la calle, donde, sorprendentemente, había otra boca de alcantarilla. -No la había visto.-Afirmó confusa. -La próxima vez tendrás que mirar mejor.-La reprendió Severus abriendo la escapatoria. -Eso lo dices porque no han intentado matarte,-Replicó enfadada Elizabeth cruzándose de brazos.-Me gustaría verte a ti en un momento como este.-No lo decía enserio, pero la estaba poniendo nerviosa. -Dejemos de discutir,-Exclamó Severus dando por zanjado el asunto.-Vamos. Elizabeth le miró la máscara y se estremeció ligeramente, no le gustaba ese símbolo. A su espalda, el grupo de Mortífagos se había unido y echaban conjuros sobre el escudo. Lo miró de nuevo, esta vez a los ojos. -¿Dónde has estado?-Preguntó dudosa.- ¿Lo sabías? -No.-Respondió con los ojos brillantes.-Debes creerme.-La imploró con los ojos nerviosos. Elizabeth observó unos pocos segundos la mano que la tendía Severus. Sin vacilar, extendió su mano y la posó sobre la de él, que la apretó con fuerza mientras observaba su sonrisa. Se dejó ayudar por las difíciles escaleras de la alcantarilla. Tras unos cuantos escalones, llegó al suelo de la cloaca, un lugar nauseabundo y maloliente. Repugnada, Elizabeth se echó a un lado para dejar bajar a Severus, quien observó con asquerosidad el lugar cuando hubo bajado. -¿Qué hacemos?-Preguntó en un tono disgustado mientras observaba al hombre. -Tendremos que ir para uno de los lados.-Decretó mirando atentamente cada uno de los caminos. -¿Vendrás?-preguntó sorprendida.- ¿No sería mejor que volvieras con esas ratas?-Terminó con irritación mirando hacia arriba, de donde provenían los gritos de los Mortífagos bien distantes. -No estás en condiciones para ir tú sola.-Respondió examinándola. Elizabeth se sentía extraña al ser observada tan detenidamente por esos ojos grises. -¿Y si te hacen algo cuando vuelvas?-Preguntó muy preocupada.- ¿Estarás bien? -¡Pero bueno!-Exclamó aparentando estar enojado plantándose en jarras delante de ella.- ¿Tú quieres que vaya o no? Elizabeth le sonrió como toda respuesta y empezó a andar velozmente por el lado derecho. Enseguida sintió como Severus se acercaba a ella por detrás. -¿Por qué tomas este camino? ¿Sabes a dónde vamos?-La preguntó interesado. -He cogido este lado porque uno había que tomar y tú no parecías tener muy buena idea de por dónde ir.-Le miró divertida.-Este camino nos llevará al norte, y siempre me ha gustado el norte. -Buena respuesta.-Contestó sonriendo Severus. Después de torcer varias veces por los recovecos de la cloaca, Elizabeth se vió tentada a hablar con Severus. -¿Por qué no te quitas la máscara? Es horrenda. -Si nos encuentran Mortífagos, puedo decir que te he capturado. Así no llamaremos la atención y, con suerte, saldré ileso de esta misión.- Elizabeth, pese a haberlo intentado, sólo podía darle vueltas a una cosa. -¿Dónde has estado esta noche?-Preguntó deseando no saber la respuesta. -¿Lo dices por Camila?-Inquirió Severus mirándola inquieto.-ella es un Mortífago. Si eso responde a tu pregunta. -¿Vino al castillo para llevarte a una reunión?-Soltó Elizabeth sin poder creérselo. -Si. No sabes lo infiltrados que pueden llegar a estar los Mortífagos en el mundo normal.-Dijo esto aire cansado. -¡Pues no veas como te agarraba!-Exclamó intentando sonreír, lo cual le fue totalmente imposible. En su lugar, una horrible mueca de repulsión apareció en su rostro. Severus paró en seco, asombrando a Elizabeth. -¿No creerás que entre ella y yo...?-Preguntó tartamudeando. -¡No!-Dijo nerviosa.-No. Porque no hay nada, ¿verdad? -¡No!-Respondió rápidamente.-Por supuesto que no. No es más que una mujer sin sentido común. A mí me interesan otro tipo de chicas.-Elizabeth le miró extrañada por esa confesión y le sorprendió mirándola. Enseguida apartó la vista. -¿Qué tipo de chicas?-Preguntó pícara. -¡Mira!-Gritó Severus cambiando de tema.- ¡Una salida! -Si, guau, una salida.-Murmuró entre dientes al ver como salía corriendo el hombre de su derecha. Estaba observándole mientras se encaminaba a la abertura cuando olió algo en el aire. Era un olor como azufre, caliente. Se volvió y creyó ver una pequeña luz que se iba aproximando y ensanchando. -¡Severus,-Exclamó en el acto.-al suelo! Justo cuando tocó el suelo, una ráfaga de luz azul metálico cruzó el túnel, iluminando todo a su paso. Pasado un tiempo, y viendo que no ocurría nada, Se levantó de golpe y corrió hacia donde se encontraba incorporándose su amigo. -¿Estás bien?-Le preguntó Severus mirándola largamente. -Si.-Reveló a toda prisa.- ¿Qué ha pasado? -No lo sé,-Respondió irritado el hombre.-Pero estoy seguro de que el Señor ha entrado en la alcantarilla, tenemos que salir ahora mismo de aquí. Sin necesidad de que la convencieran, Elizabeth comenzó a correr detrás de Severus hacia la boca de salida. El hombre empujó con fuerza la tapa. No ocurrió nada. Lo intentó de nuevo más fuertemente con idéntico resultado. Exasperado, abordó impulsivamente la tapa herméticamente cerrada por el hechizo. Elizabeth observó impotente cómo Severus se golpeaba absurdamente el hombro contra una tapa que no iba a moverse. Había sido hechizada por Lord Voldemort, y no creía que fuese muy fácil invertir un hechizo de este mago. Tampoco se creía con fuerzas para intentarlo. Aterrada, empezó a oír voces provenientes de la esquina de la cloaca. Velozmente agarró a Severus y lo llevó a uno de los rincones, esperando a que pasaran de largo. -Te digo yo que he oído golpes por ese lado.-La voz de un Tenebroso resonó muy cerca de ellos. -Porque estás sordo.-replicó otra voz más alejada.-El Señor nos a dicho que vayamos por aquí, así que sígueme.-Se oyeron las voces mientras se alejaban. Se miraron aterrados. Casi ni percibieron que se habían abrazado durante esos momentos. Elizabeth se separó unos centímetros de Severus, quien susurró pálido: -Estamos atrapados en un laberinto lleno de magos tenebrosos. Vamos a necesitar mucha suerte para salir...vivos.