Cap. XV. Fuga. Elizabeth miró pensativa a Severus, quien caminaba en silencio al lado de ella. Aquel hombre se estaba arriesgando por ella, sin pedir nada a cambio. Cuando le conoció, Le había dado la impresión de ser un hombre oscuro, sin sentimientos ni pasiones, incluso malvado en ocasiones. Ahora intuía perfectamente lo que quería ocultar tras esa máscara. Severus no lo había tenido nada fácil durante su vida, rodeado siempre de gente oscura que esperaba lo mismo de él. Había tenido que dar todo su esfuerzo para salir de aquel odioso mundo, pero lo había logrado. Lo había demostrado durante esa noche. Justo en el momento de pánico, de necesidad y desesperanza, apareció él indicándole el camino que debía seguir. En este momento debería estar con los Mortífagos, actuando, pero ahí estaba, a su lado, preocupándose por ella a un a riesgo de una tortura amenazadora. Después de comprobar que no podían desaparecerse, al parecer el hechizo de Voldemort les impedía, no sólo la salida a través de las tapas de alcantarilla, sino la desaparición. Con las varitas fuera y agarradas con fuerza por si un ataque sorpresa, habían decidido mantenerse alerta y seguir caminando hacia el norte. -Voldemort es poderoso, si,-Había explicado Severus cuando comenzaron a caminar.-pero no ha podido taponar todas las salidas de Londres. Encontraremos alguna boca por la que poder escapar. Elizabeth, aunque agradecía que pensara en esas cosas, hubiese preferido quedarse en el mismo sitio hasta que el hechizo se desactivase. Pero, como Severus explicó con mucha razón, eso podría durar más de lo podían esperar. Resignada, Elizabeth se vió obligada a seguir al hombre con pies de plomo. Estaba agotada después de aquella noche, la tortura, la decepción,... Todo se mezclaba en su cabeza causándole un gran dolor de cabeza. Pero no le quedaba más remedio. Ya llevaban más de media hora caminando, con cuidado de no pisar nada extraño, y no habían visto o tenido señal alguna de los Mortífagos. Estuviesen donde estuviesen, parecía que iban mal encaminados. Cada vez más nerviosa e inquieta al no saber nada de los atacantes, Elizabeth empezó una conversación, en voz baja claro. -Severus, ¿a qué tipo de castigos te impone la bestia esa? -Crucius es la mejor,-Contestó mirando una bifurcación.-comparada con las demás.-Terminó mientras tomaba el camino de la izquierda. -¿La mejor?-Sintió como su sangre hervía de indignación.- ¿Y por qué vas? Quiero decir, ¿Por qué no renuncias al puesto de espía?-Sin querer estaba hablando un poco más alto de lo recomendable. -Shhh.-Severus colocó su dedo índice en los labios de ella, girando rápidamente sobre sus talones. Después de un segundo de intercambio de miradas, apartó apresuradamente el dedo y reanudó la marcha. Elizabeth estaba confusa. Aquel gesto por parte de Severus era un poco elocuente. Aparte de eso, había visto como se sonrojaba antes de dar la vuelta. Sonriendo, le siguió sin decir nada. No quería forzarle a una respuesta. Para su sorpresa, fue él quien comenzó a hablar. -Esta misión es muy importante.-Dijo sin volverse.-Si no fuese por la información que le paso a Dumbledore...tal vez el Lord ya hubiese asesinado a alguien. Y no me refiero sólo a muggles.-La miró de soslayo, pero apartó su mirada al ver que Elizabeth lo miraba. -Pero es muy peligroso,-Se quejó preocupada.-demasiado arriesgado. Por lo que dices, ya te ha castigado, ¿no?-Al ver que Severus no contestaba prosiguió.-Nadie debería obligarte a verle. Nadie.-Repitió con más énfasis. En ese momento, sentía un profundo hacia Voldemort, Dumbledore, y todo aquel que tuviese que ver con Severus y su misión. -Si, es muy peligroso.-La voz profunda del hombre la hizo dar un respingo.- Pero es un riesgo escaso comparado con las vidas que se han salvado. Elizabeth tuvo la impresión de que Snape recordaba algo malo, por la expresión de su cara. Quiso decirle que nada era tan importante como su vida, pero unas voces provenientes del largo conducto la hicieron cerrar la boca de golpe. Severus la cogió del brazo y se escondieron en un entrante de la pared, esperando pasar desapercibidos. Estaban uno al lado del otro, había mucho espacio, pero nada para esconderse si los Mortífagos escogían ese camino. -Pues yo creo que es una tontería buscar a esa Wingrove.-La voz de un Mortífago mayor resonaba a la vuelta del cruce.-Deberíamos liberar de una vez a nuestros compañeros de Azkaban y empezar de una maldita vez a matar a los aliados del viejo loco. Severus y Elizabeth se miraron expectantes. Si seguían hablando de los futuros planes, de seguro podrían sacar algo en limpio. Pensó en Azkaban y en los dementores. No se había equivocado, las criaturas se venderían a la primera de cambio. Quiso adelantarse para oír mejor, pero el fuerte brazo de Severus la paró y le dijo con la mirada que no saliese. -No seas tonto.-Reprendió otro Mortífago. Hubo una tos seca, de una mujer. Tres contra dos. Elizabeth desechó la idea de atacarles, más que nada por que tenía los huesos agarrotados por la maldición. También le preocupaba que alguno de los Mortífagos escapara y diese la alarma, o dijese a los demás que Snape estaba con ella. Un poco desilusionada, se limitó a escuchar con más atención a los Tenebrosos. -Voldemort te mataría si te escuchase hablar en su contra.-Le espetó la mujer hablando con dificultad. -Yo no estoy hablando mal de mi señor,-Explicó muy nervioso y con miedo el primer Mortífago.-Que os quede bien claro, ¿Deacuerdo? No quiero que después le valláis con el chisme, ¿OK?-Se notaba, incluso sin mirarle, que estaba muerto de miedo. -Lo que tú digas.-Le tranquilizó de malas maneras el joven.- ¿Seguimos? -¿Y por que camino?-Elizabeth cerró los ojos y murmuró para sí: 'Para la izquierda, para la izquierda.' -Tomaremos el derecho, parece menos sucio.-Severus soltó un bufido y miró para los lados, esperando ver algo que los ayudase. Era consciente de que no podían cometer el error de pelear contra ellos, podía escapar uno y estropearlo todo. A medida que se acercaron, se fue poniendo más y más nervioso. Unas gotas de sudor resbalaron por su frente. -Severus.-Elizabeth tocó ligeramente la espalda del hombre.-Ven. Snape se volvió y la miró interrogante. Elizabeth se apartó y le dejó ver lo que había hecho con la varita mientras él se preocupaba por lo inminente. Un boquete se abría a medida que una pequeña luz salía de la varita de la chica. Elizabeth estaba construyendo un sitio donde esconderse, pero estaba yendo lento, demasiado lento. Las pisadas de los Mortífagos sonaban ya muy cerca. Sin pensárselo dos veces, Elizabeth paró el hechizo y se introdujo en el hoyo. Se tumbó a lo largo del socavón y miró a Severus exasperada. El hombre no bajaba, y las voces ya estaban en la esquina. Pero Severus estaba paralizado. No podía bajar con Elizabeth al agujero. Tendría que tumbarse sobre ella para que no los viesen, y no podía hacerlo. No podía. Ignorando las señas de la chica, se apartó a un lado, esperando pasar desapercibido. Ya estaba viendo las sombras de los Tenebrosos cuando una fuerza invisible le empujó hacia el hoyo. En cuanto se dio la vuelta comprendió que había sido Elizabeth y cayó sobre ella parando la caída con los brazos, para no hacerla daño. La escena era perfecta: Severus tenía su cuerpo sobre Elizabeth y las caras separadas tan sólo por unos dos milímetros. Pero la situación no era tan buena, mientras que los corazones de los personajes se desbordaban por la cercanía del otro, un trío de Mortífagos se acercaba demasiado deprisa. Pero no parecían prestarles mucha atención. Los personajes no hacían más que mirarse a los ojos, intentando descubrir los pensamientos del otro. Un momento de miradas quedó roto por el grito del Mortífago joven. -¡He oído un ruido por ahí delante!-Elizabeth lo maldijo por lo bajo mientras los oía acercarse con prisa. Miró por detrás del cuerpo de Severus, y miró horrorizada como sobresalía un poco de su cuerpo al estar sujetándose con los brazos. Con un fuerte estirón, bajó a Severus hasta tocarse enteramente. -Si no bajas más te descubrirán.-Se explicó después de que Severus colocase su cabeza en el hombro izquierdo. -No quiero molestarte.-Soltó de repente. Su voz sonaba muy grave a su oído. Elizabeth se estremeció levemente. -No me molestas.-Contestó con voz agitada. Le costaba admitirlo, pero se sentía muy cómoda bajo Severus sintiendo su respiración nerviosa en su cuello. Al segundo, todas estas sensaciones se desvanecieron, tenía que estar atenta a los Mortífagos, que ahora mismo estaban a dos metros escasos. Aterrada por si se les ocurría mirar hacia el entrante, cogió su varita y, sin hacer movimientos bruscos para que Severus no se moviera y pudiesen oírlos, pronunció unas palabras mágicas al tiempo que la mujer decía en voz suficientemente alta como para alertar a todo un ejército: -Mirad, ahí hay un buen escondite. Puede que el ruido procediese de ahí. Los pasos se acercaron justo cuando una capa de piedra aparecía sobre ellos. Elizabeth observó a los Tenebrosos, que observaban el hueco con suma atención. Y es que el hechizo formaba una capa de suelo idéntico al actual, impidiendo la visión a los que estaban encima, pero permitiendo ver un poco borrosa la escena que se cernía sobre sus cabezas a Elizabeth. Ésta sintió como el corazón de Severus latía frenético, y eso no hizo que su ánimo mejorase, pues ella también estaba al borde de un colapso nervioso. Aterrada, vió cómo el Mortífago mayor se situaba encima del suelo irreal. Se mantuvo concentrada en la ilusión, pero a los veinte segundos sentía que el hechizo se le escapaba de las manos. Este conjuro no estaba hecho para aguantar un hombre. -Aquí no hay nada.-Soltó de improviso la mujer.-Marchémonos ahora mismo, ya estoy un poco harta. Los dos hombres se marcharon sin contradecirla, pero el viejo aún murmuraba: -Pues yo juraría que había un ruido. Así.-Dijo dando una palmada.-Como un golpe seco. Y así, se marcharon sin hacerle demasiado caso. Por otro lado, Elizabeth y Severus no les hicieron demasiado caso. Cuando Elizabeth bajó la varita, el conjuro se hizo más fuerte, tal vez por la potencia almacenada, y se convirtió en un suelo que no permitía el acceso de luz. Durante un instante quedaron a oscuras, Elizabeth sintió como Severus levantaba la cabeza, pero al segundo siguiente, varias luces de distintos colores inundaron el hoyo haciéndoles cerrar los ojos. Cuando Elizabeth abrió los ojos y se acostumbró a tanta luz, buscó la fuente de aquel resplandor. Miró curiosa a Severus, quien ya parecía haber encontrado la causa. El hombre miraba atentamente su pecho, de donde se había salido la piedra responsable de la iluminación. Era la piedra que Severus la había regalado el día de su cumpleaños, Calíope. Sonriendo, miró a Severus. Le sorprendió que la mirara ahora a ella, se ruborizó y bajó la vista, para después volverla a posar en aquellos ojos grises. Por un momento, los dos se quedaron mirándose, sin atreverse ninguno de los dos a dar el primer paso, pero tampoco tentados a apartar la vista. De pronto, casi sincronizados, fueron acercando su boca al del otro hasta que coincidieron y encajaron perfectamente. Aquel primer beso estaba lleno de deseos contenidos, por parte de los dos. Severus fue abriendo su boca al tiempo que Elizabeth introducía su lengua. Se encontraron en la mitad del camino, donde comenzaron una especie de ritual ensayado desde que se conocieron. Severus alargó su mano hasta el cuello de Elizabeth, donde empezó a acariciarla suavemente. Elizabeth ya estaba olvidando todos sus problemas, cuando se empezó a oír un ruido a lo lejos, como un rugido lastimero o piedras rotas. Sus labios se despegaron sin ganas pero rápidos. -¿Qué ha sido eso?-Severus levantó deprisa su cabeza, olvidándose del suelo que se había formado, con lo que consiguió darse un fuerte golpe. -No sé.-Sus palabras salieron en un débil susurro, en parte porque estaba asustada y en parte porque intentaba contener la risa, dado el estúpido golpe que se había dado Severus. De esto se dio cuenta y la miró enfadado. -¿Quieres quitar es hechizo? No nos enteraremos de lo que es ese ruido. Elizabeth ignoró su tono enfadado, no era plan de ponerse a discutir. Con un hábil movimiento de varita, hizo desaparecer la ilusión. Severus se levantó a toda prisa, con lo que sólo consiguió tropezar. Elizabeth se adelanto para sujetarle y le murmuró al oído: -No te enfades.-Y comenzó a andar hacia donde provenían los ruidos, cada vez más potentes, aunque irreconocibles. Para su agrado, Severus se unió a ella y se situó a su lado, pero dijo nada. Al cabo de un momento, Elizabeth no pudo resistirlo y lo miró. Contenta, observó como Severus se retorcía las manos nervioso. Sonrió y miró hacia delante. -No me enfado.-La voz repentina de Severus la sorprendió, pero siguió caminando, aparentando no inmutarse. Entonces Severus la agarró del brazo y con diestro movimiento la obligó a voltearse hasta quedar frente a él, a unos pocos centímetros. Elizabeth abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero Severus pasó una mano por su cintura hasta que sus cuerpo quedaron pegados. Entonces Elizabeth cerró la boca consciente de que no la importaba lo que hiciese ese hombre con ella. Severus bajó su cara despacio, y ya tenía ella los ojos cerrados, esperando otro beso, cuando el ruido se hizo más grave y, posiblemente, peligroso. Desesperados, alejaron sus bocas una vez más, lanzándose miradas que venían a decir: 'La próxima vez...' -No, en serio,-Empezó Severus frunciendo el ceño en dirección al caos.- ¿qué ha sido eso? Elizabeth, como la primera vez, no tenía idea alguna de lo que era ese ruido, que se volvía más profundo a medida que pasaba el tiempo. -Podemos hacer dos cosas-Explicó Severus con voz grave.-Ir hacia el ruido y averiguar que es o salir corriendo en esa dirección.-Elizabeth siguió la trayectoria de su dedo y casi se le escapa la risa al ver que señalaba el sentido opuesto. Personalmente,-Prosiguió haciendo caso omiso a la chica.- prefiero la segunda, aunque quizá sea proveniente que veamos que está pasando. -Si.-Contestó ya seria y preocupada.- Pero vayamos con cuidado, ¿vale?- Severus asintió en silencio.- A la primera de cambio salimos corriendo, ¿ok? Comenzaron a andar en silencio hacia el origen del ruido, cada vez más convencidos de que deberían de estar en otro sitio. De vez en cuando, se echaban miradas y a los dos se les subía el ánimo, contentos de no estar solos. Ya llevaban unos minutos andando, cuando el ruido se tornó en una especie de rugido y se oyeron algunos ruidos aislados. Aunque querían salir corriendo, sabían que ese ruido estaba originado por un hechizo, y eso les hacía dudar. -¿Ese ruido son como clavos cayendo?-Preguntó extrañado Severus. Elizabeth no asintió, estaba mirando el suelo. -Mira.-Le dijo al hombre. -¿El qué?-Se notaba que estaba nervioso. -El agua, ¿no hay demasiada?-Se explicó preocupada. Al parecer, Severus no encontraba en ese nada peligroso. -Estamos en un desagüe,-Contestó algo irónico.-Es normal que haya agua. Elizabeth se mantuvo unos segundos pensativa, atando cabos, y palideció de golpe. Agarró la manga de Severus con fuerza, mientras intentabas encontrar las palabras adecuadas. -¡Claro que son clavos!-Saltó al fin.- ¡Los Mortífagos han roto la presa!- Elizabeth no se molestó en seguir hablando. Agarrando con la misma fuerza que antes la manga, empujó a Severus por todo el conducto. Tal y como temía, una fuerte explosión provino del sitio en cuestión. Severus ya no quería explicaciones, era consciente de que los Mortífagos habían roto la presa del desagüe con el tiempo suficiente como para irse ellos, pero no tendrían la misma suerte. Entonces comenzó a correr más deprisa, al tiempo que arrastraba con él a Elizabeth. Antes de lo que deseaban, empezaron a oír el sonido del agua fluir por las cañerías. Con una fuerte sacudida, el agua los arrastró hasta una pared, que empezó a inundarse mientras una pequeña cantidad se escapaba por un conducto, impidiéndoles la salida. Elizabeth se estaba ya aterrorizada, cuando el conducto se ensanchó y la succionó hacia la salida (Severus había usado un hechizo), que no consistía en otra cosa que en un chorro y un depósito. Salió a la superficie y buscó a Severus, que había desaparecido tras la caída. Desesperada, buceó po todas partes, sin conseguir nada. Severus había desaparecido.