CAPÍTULO XVI. VUELTA A LA MONOTONÍA. Aterrada, Elizabeth llegó a la única explicación posible: Severus se estaba ahogando en ese depósito. Todo lo rápido que le fue posible, buceó por todos los rincones de la alcantarilla, pero comenzó a desesperarse cuando pasaron demasiados segundos y Severus no aparecía por ningún lado. -¡Severus!- Exclamó muerta de miedo. Ya no le importaba que pudiese escucharla nadie. ¿Qué sentido tenía? No pudo aguantar más y sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas, pero se resistía a llorar, eso significaría que él estaba... 'No.' Se dijo a sí misma.'Ahora debes centrarte en buscarle, lo encontrarás.' Tras unos instantes de zambullidas constantes ni sus ánimos podían darle ningún tipo de esperanza. Cada inmersión le hacía comprender que ella sola no podría encontrarle sin ayuda, era un sitio muy grande, y estaba tan cansada... Vencida después del minuto de búsqueda, se dejó llevar agotada por la corriente mientras luchaba contra el deseo de llorar que se iba apoderando de ella demasiado deprisa. De pronto logró ver una sombra que se deslizaba hacia un boquete por el que caía el agua a gran velocidad. Como lo vió borroso a causa del lloro, parpadeó un par de veces antes de convencerse de que era al que buscaba. -¡Severus!-Gritando, nadó a toda velocidad hasta el cuerpo. Cuando lo alcanzó intentó no preocuparse por el hecho de que estaba totalmente inmóvil. No podía imaginar que le hubiese pasado algo. Ya estaba ilusionada cuando un corriente más fuerte que las anteriores la impulsaba hacia el boquete. Conciente de que no sería muy 'seguro' bajar por esa especie de cascada, todavía más peligroso sería si Severus caía por ahí, Elizabeth comenzó a nadar con todas sus fuerzas mientras arrastraba con ella a Severus. Pronto comprendió que nadar una sola no era lo mismo que intentar mantener a flote un cuerpo a la vez que tenía que sobresalir su cara del agua. Más que nada por ese horrible vicio que tenemos las personas de respirar. Tras unos segundos de angustia, pues no se creía capaz de lograr llevar a Severus sano y salvo hasta una orilla, empujó el cuerpo al borde de uno de los lados. Con dificultad, pues todavía tenía secuelas de la maldición, se subió ella tras tomar varias veces impulso. Temblando, contempló expectante a Severus, esperando algún tipo de reacción que la permitiese averiguar que hacer a continuación, pero esta reacción no se produjo y Severus se mantuvo inmóvil. Tanto, que Elizabeth volvió a ponerse nerviosa. Acercó su cara a la Severus, donde comprobó con horror que no tenía respiración. Apartó la vista rápidamente y se dispuso a coger su varita, pero no la encontró. Aterrada, se dio cuenta de que debía haber soltado el bolso en la caída o mientras lo buscaba. -Mierda.-Murmuró mirando a los lados, como esperando encontrar la solución. Observó que Severus tenía una brecha en la frente muy profunda y de mal aspecto. Se debió golpear en la cabeza durante la caída y por eso no ha podido nadar a la superficie. Se retorció las manos intentando encontrar algo para ayudarle y estaba empezando a darle un ataque de ansiedad. De pronto, se acordó de las películas muggles, donde siempre que pasaba algo por el estilo, en vez de utilizar la magia (obviamente), hacían uso de una práctica bastante efectiva: el boca a boca. Sin ningún tipo de pudor, tomó aire y posó sus labios en la boca de Severus, donde expiró el aire. Se incorporó un poco y colocó las manos cruzadas sobre su pecho al tiempo que daba los golpes requeridos. Después de repetir este proceso tres veces, su nerviosismo pudo con ella y no pudo evitar exasperarse. -¡Venga, Severus!-Exclamó desesperada.- ¡Tienes que intentarlo!-Imploró hablando cada vez más alto.- ¡Tienes que volver!-Cada vez lo hacía más rápido, no iba a permitir que Severus se fuera después de eso. Sin previo aviso Severus tosió con fuerza y se incorporó intentando respirar. Se llevó una mano al pecho al tiempo que aspiraba con dificultad pero cada vez más firme. Tenía los ojos cerrados y en el rostro una mueca de dolor. Elizabeth, tras comprobar detenidamente que se encontraba todo lo bien que se podía encontrar, se arrastró hacia la pared y se apoyó en el muro, donde se recostó empezó a llorar todo lo que había estado reteniendo. Estaba feliz, lo había conseguido. No recordaba ningún otro momento en el que hubiese pasado más miedo. Después de unos instantes del más auténtico pánico, estaba vivo y se encontraba cerca de ella. Estaba tan abstraída, que no se percató de que Severus se había levantado y se acercaba a ella. Se sentó a su lado mientras que pasaba una mano por el pelo. -Gracias.-Le susurró al oído. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Elizabeth, pero no un estremecimiento como los que infundía Voldemort, no. Estos eran de otra cosa. Lo miró pícara y sonrió maliciosamente. -¿Por qué?-Sonrió al ver que ya se encontraba bien, más que nada porque ya estabas tomándole el pelo. Pero Severus no se lo tomó como una broma y, serio, la miró atentamente. -Si no hubiese sido por ti... Elizabeth no le dejó terminar y no se enteró de lo que hubiese pasado. Sin pensarlo, le plantó un largo beso al que Severus respondió sin rechistar. Elizabeth no se encontraba con ánimos suficientes como para hablar de cosas que ya no podían pasar. Severus le apartó unos mechones de pelo mojado de la cara y la siguió basando dulcemente. La verdad es que Elizabeth estaba un poco extrañada y confundida. Hasta no hacía más de tres horas, había estado más que enfadada con Severus, lo había odiado. Ahora estaban allí los dos, besándose con pasión. Pero lo mejor era que él se había arriesgado por ella viniendo hasta ahí. Había pasado de odiarle a ¿amarle?, antes pasando por supuesto por dudar de él y sentir pánico tras su desaparición. Sintiendo que los pensamientos le impedían disfrutar como es debido del beso, se olvidó de ellos por el momento y pasó su mano por el cuello de Severus. Aunque le dolía la cabeza, los músculos y...todo, no podía dejar de admitir que aquel hombre oscuro, como lo había denominado durante su primer encuentro, besaba mejor que muchos. Por su parte, Severus había seguido el mismo ejemplo que Elizabeth y había decidido olvidarse por el momento de los problemas que implicaban estar así con ella, del peligro que eso podía representar para ella, y se rindió al impulso y a la pasión que ejercían sobre él sus labios. De improvisto, unas voces comenzaron a oírse por el canal. Unas pisadas que venían corriendo por los charcos se oían cada vez más cerca. Las voces se entendieron cuando estaban muy cerca. -Deben haber venido por aquí,-Decía la voz cascada de un hombre.-Esta varita venía del depósito nº 13. -Sí.-Coincidió otra voz de hombre.-los otros dicen que estaba abierto por magia, seguro que están ahí. Elizabeth se sintió un poco frustrada al averiguar que los estúpidos Mortífagos tenían su varita. $Estaba claro que había sido una necia al dejar escapar su varita por la corriente. Ahora sólo podría luchar Severus. Elizabeth lo miró preocupada, estaba demasiado débil como para enfrentarse a dos Mortífagos con experiencia, pues parecían mayores. -Apártate a una esquina.-Le ordenó Severus señalando al margen del túnel. Elizabeth, sin fuerzas suficientes como para andar gastarla en quejarse, se apartó deprisa. Se agachó en la esquina y asomó por el borde la cabeza, donde no se perdió ningún movimiento de Severus, quien se había preparado para luchar. -¡Te imaginas que la capturamos y se la entregamos al Señor Oscuro...!- Decía la segunda voz.- ¡Nos convertiríamos en sus manos derechas o ago así! ¿Verdad? -Si porque...-El por qué no se pudo saber. El hombre se había detenido a pocos metros de Severus, percatándose de su presencia, y abría la boca estúpidamente. -¿Tú?-Preguntó tontamente el otro.-Creímos que te habías marchado. Ya veo que te sigue gustando matar por tu Señor. Nosotros hicimos apuestas para ver si podrías volver a hacerlo o te habías...oxidado. Elizabeth sintió como su sangre hervía. Esos monstruos no tenían ningún derecho para hablar así de Severus. En esos momentos deseó tener su varita. -Me alegra mucho que no tengáis nada más interesantes que hacer tú y tus amiguitos,-Contestó indiferente y con más desprecio del que debería haber utilizado. Elizabeth comprendió después que ese tono de voz era el habitual que utilizaba para hablar con los Mortífagos, pues estos no se mostraron humillados.-pero deberías ser lo suficientemente inteligente como para que tu cerebro procese una simple verdad: el Señor Oscuro, como todo el mundo, tiene tan sólo dos manos derechas. Aunque no parecían haber reparado en aquel pequeño detalle, los Mortífagos se mostraron indignados. -Supongo que crees que tú puedes llegar a serlo, ¿verdad?-La voz del primer sonaba triunfal.- ¿después de todos los años que has renegado de él? ¿Crees que eres mejor que nosotros? -Si.-Contestó simplemente Severus. Elizabeth pensó que aquella no era la mejor manera de mandarles a otro sitio. Los Mortífagos se movieron nerviosos. -¿Se puede saber por qué el sabiondo se lo cree?-Preguntó con una larga sonrisa que dejaba al descubierto una dentadura sucia y llena de caries. -Porque tengo algo que le interesa.-La sonrisa del segundo Mortífago se borró el escuchar esas palabras y al primero lo dejó con una cara de estúpido que no podía con ella. Por su parte, Elizabeth respiraba con dificultad. ¿Qué pensaba hacer Severus? -¿El qué?-Preguntó el de la voz cascada. -No es asunto tuyo. En ese momento el otro Mortífago pronunció una maldición y una luz plateada salió disparada de su varita. En el instante del choque, Severus materializó un escudo de color amarillo en el que rebotó el hechizo, mandándolo de vuelta al Mortífago. Su compañero, más rápido que su cómplice, lanzó un remolino verde oscuro que no rebotó enteramente en el escudo y que dio en el brazo a Severus. Este, sin preocuparse por el hechizo, que había quemado su manga y había vuelto la carne de un extraño tono gris, le lanzó a su vez una bocanada de aire que lo elevó por el aire y lo mandó por detrás de Severus y más allá de donde se encontraba Elizabeth. Sin inquietarse más por el Mortífago del suelo, Severus salió a perseguir al otro esclavo que, al ver cómo su compañero era lanzado por los aires, huyó en dirección opuesta. Un poco cabreada porque Severus se hubiese olvidado un poco de ella, salió de su escondite y corrió hacia el Mortífago. Sin miramientos, rebuscó en sus ropas buscando algo. -Esto es mío.-Murmuró cogiendo su varita. Antes de irse, se agachó para coger también la varita del Mortífago, para enseñarle lo que se siente sin ella. Acto seguido corrió hacia los gritos que provenían de otra parte de alcantarilla. A los pocos segundos de correr hacia los gritos, Elizabeth entró en una sala redonda donde se limpiaba el agua, es decir, donde había una depuradora. Aterrada, vió como los dos hombres se lanzaban hechizos el uno al otro y se acercaban peligrosamente a la máquina. Severus estaba de frente suya, pero no parecía haber reparado en ella, ya que estaba demasiado ocupado esquivando los hechizos del Mortífago. Elizabeth se fue acercando sigilosamente al Mortífago con la intención de aturdirle por la espalda para huir de una vez, pero un rayo rojo salió de la varita de este y dio de pleno en el cuerpo de Severus. El hombre se elevó por los aires y la maldición lo lanzó hacia la depuradora. Sin poder evitarlo, Elizabeth pegó un grito cuando Severus cayó cerca de la máquina con peligro de resultar herido. El Mortífago la miró unos segundos con aire confundido y después levantó la varita, pero Elizabeth ya estaba preparada: -¡Tríoglee! De su varita salieron tres luces de distintos colores, azul, roja y amarilla, que se enrollaron en ellas mismas y salieron disparadas hacia el desconcertado Mortífago. Las luces envolvieron su cuerpo como si fuesen cuerdas y lo hicieron caer con un ruido seco al suelo. Elizabeth contempló unos instantes su obra, pero salió a toda prisa hacia Severus cuando lo oyó intentar subir a tierra firme. -¿Necesitas ayuda?- Preguntó mientras le tendía una mano. -¿Tú que crees?- Lo ayudó a levantarse y se acercó a él todo lo que pudo. -Espero que sí.- Le susurró al oído para después besarle con todo ardor que pudo. Severus rodeó la cintura de la chica con una mano mientras que la otra empezó a juguetear con su pelo. Elizabeth rodeó con las manos su cuello y no dejó de besarle. Severus estaba entusiasmado, por fin lo estaba consiguiendo. De repente y durante poco más de dos segundos, una misteriosa brisa recorrió toda la sala y continuó expandiéndose por el resto del túnel. Severus y Elizabeth se separaron extrañados. -¿Por qué siempre nos tienen que interrumpir?- Preguntó enfadado Severus. Elizabeth se rió por el comentario, pero miraba preocupada el corredor, algo había cambiado en el ambiente, ya no estaba tan... ¿cargado? -Severus,- Dijo con voz cortada por la emoción.- creo que se ha roto el hechizo de Voldemort. Tal vez nos podamos desaparecer ahora.-Severus no dijo nada, pero asintió mientras miraba con el ceño fruncido al Mortífago que se debatía en el suelo intentando deshacerse de las ataduras. -No esperemos más,- Dijo mirándola.- pero antes tendremos que hacer algo con este, ¿no crees?- Preguntó mientras le daba un puntapié en la pierna. Elizabeth, quien ya había pensado en ese pequeño detalle, se acercó al Mortífago y le echó el conjuro 'Obliviate'. Acto seguido, el Mortífago miraba confuso la estancia y levantaba de manera bastante estúpida las cejas. -Listo,- Comentó sonriendo y guardándose la varita.- Ya podemos irnos. Se miraron unos instantes antes de desaparecerse, lo cierto es que los dos estaban deseando volver a Hogwarts. Se aparecieron el las lindes del bosque y empezaron a caminar hacia las puertas del castillo lentamente, estaban agotados. Pasaron por el lago y Elizabeth contempló todo el tiempo que pudo como el sol salía ya, debían de ser las 8:00 o así. No les sorprendió nada no ver por los pasillos a ningún alumno, ya que todavía era muy pronto, pero aún así fueron con cuidado de no toparse con el conserje o con la profesora Umbridge. Se dirigieron directamente al despacho del director con la clara idea de que iban a estar hablando hasta muy entrada la mañana. Elizabeth se quedó un poco sorprendida cuando, al doblar la esquina para ir al despacho, se encontraron cara a cara con el mismísimo director, pero Severus se mostró desinteresado. Ya había dejado de intentar descubrir cómo Albus Dumbledore sabía todo lo que pasaba dentro del colegio. Les invitó a subir a su despacho y Elizabeth pudo comprobar que estaba un poco nervioso. Estuvieron durante más de tres horas hablando del tema y de porqué quería Voldemort las varas antiguas. Al fin llegaron a la conclusión de que las quería para tener más fuerza a la hora del ataque. Dumbledore les explicó algo como que Voldemort sabía apoderarse de la magia de los objetos antiguos y así conseguir ser cada vez más fuerte, o eso entendió Elizabeth, ya que se encontraba peor por momentos. A la cuarta de hora de escuchar como cavilaban sobre el asunto los dos hombres, Severus reparó en su estado y le pidió a Dumbledore que la dejase ir a descansar. El director, después de disculparse por no haber pensado en ella, la mandó a sus habitaciones. Sin que se le pasara por la cabeza el rechistar, Elizabet salió del despacho y cuando ya estaba en el pasillo... -¡Elizabeth!- Se volvió un poco sorprendida y se encontró cara a cara con Severus, quien parecía haber corrido hasta ahí para hablar con ella. Se paró a su lado y se frotó nervioso las manos.- Esto... yo ahora... Albus me a manda do a... este... una misión. Ya sabes, tendré que reunirme con el Señor Oscuro después de lo de esta noche. Elizabeth pensó un momento en el caso de que ella fuese la encargada de espiar al Señor Oscuro y se estremeció ligeramente. Eso conllevaría a tener que aguantar sus castigos. Por unos instantes, estuvo tentada de retener a Severus para impedir que fuese, después comprendió que era una tontería. Él, como todos, ya había elegido. -Te dejaré marchar, pero no voy a permitir que cuando vuelvas hagas como que nada ha pasado, ¿ok?-Depositó en su boca una serie de besos, a los que Severus respondió, y, después de mirarse, se alejaron cada un por su lado.