Capítulo XVIII. DUDAS
La Sra Pomfrey Iba de un lado ocupándose de vendas, mejunjes y demás. Tenía que ocuparse, además del profesor de pociones del colegio, de unos cuantos alumnos despistados que, como siempre, se lastimaban por tonterías, como duelos, juegos de escobas, etc. Había un chico que llamaba más la atención, un Ravenclaw que parecía haber salido de un jardín de Lazos del Diablo, ya que tenía por todo el cuerpo pústulas moradas.
Elizabeth observaba todo esto en silencio mientras leía un libro en uno de los sillones cercanos a la cama de Severus. Un poco angustiada, miró el rostro dormido de Snape y suspiró. No sabía si el hombre lo hacía aposta, pero siempre que ella venía a visitarle estaba dormido.
Hacia ya tres días desde que Hagrid, el profesor de C. C. M. lo encontrara desmayado en un camino cercano a Hogwarts. Elizabeth había discutido con el director sobre las misiones de Snape, pero durante el primer día el director parecía estar en otro sitio. Elizabeth paró de amonestarle sobre que el estado de Severus podría repetirse si seguía espiando al Señor Oscuro cuando observó que Dumbledore estaba verdaderamente apenado y arrepentido por haberle enviado a la cueva del Diablo. Los dos se quedaron toda aquella tarde en la enfermería en silencio, cada uno pensando en sus cosas, hasta que la Sra Pomfrey les anunció que El profesor Snape estaba fuera de peligro. Si, estaba grave y necesitaba descansar, pero en cinco días o así podría salir y dar clases de nuevo.
Elizabeth estaba eufórica y hubiese entrado a verle en ese mismo instante si Dumbledore no se hubiese adelantado. Volvió por la noche, pero el director seguía con él. Elizabeth sospechó que lo estaba 'interrogando', así que decidió entrar también para enterarse, al fin y al cabo, ella también tenía derecho a enterarse. Entró en la enfermería y lo vio, pero no tuvo tiempo nada más que para preguntarle como estaba, a lo que Severus respondió con un gruñido, porque la Sra Pomfrey les pidió que lo dejaran descansar.
Al siguiente día había tenido que dar clases, muy a su pesar. Como notaban todos los chicos que pasaban por las clases, Elizabeth estaba abstraída. Aunque no se lo iba a ir contando a la gente por ahí, no se creía capaz de soportar alguna cosa más como esta. Primero le había fallado Hoz y ahora Severus le daba un susto de muerte estando a un paso de la muerte.
Cuando volvió por la tarde para verle por fin, la Sra Pomfrey le pidió que lo dejase solo, que necesitaba descansar. Así, más apenada y decepcionada que otra cosa, tuvo que aguantar durante la cena las palabras tranquilizadoras de la profesora McGonagall diciéndole con voz suave que probablemente el Sr Snape no querría que lo viesen en el estado en el que se encontraba, ya que siempre había sido muy orgulloso.
-Sí, será eso.- Contestó Elizabeth sin decirle que ella no quería ver al profesor Snape por asuntos de cordialidad, sino para hablar de... otros asuntos. Como por ejemplo qué pensaba de lo suyo.
Elizabeth consiguió entrar a la enfermería la tarde siguiente, pero se llevó una gran desilusión cuando lo encontró dormido tras una poción. No le habría importado si al día siguiente no se le hubiese escapado a la profesora McGonagall que Dumbledore había ido a verle tan sólo 15 minutos después. Aunque se cayó su estado frente a ella, la decepción y la preocupación fueron sustituyéndose poco a poco durante la noche por enfado y furia.
-"¿Por qué no quería hablar con ella?- Pensaba durante las horas de estudio que imponía desde esa semana en sus clases.- ¿Ha cambiado de idea? ¿No significó nada para él aquella noche?
Estos pensamientos y otros igual de positivos rondaban su mente cada vez que tenía un segundo para pensar a solas. La cosa se calentó aún más la última vez que fue y la Sra Pomfrey le dijo casi sin atenderla que estaba dormido. Obviamente, y dado que había apartado los ojos cuando la miró, Elizabeth creyó que era mentira y se fue hecha una furia de la enfermería con el claro propósito de no pensar más en él. Al día siguiente, es decir, hoy, se había visto camino de la enfermería sin saber qué hacer. Así que, sin pedirle permiso siquiera a la enfermera, se había instalado en uno de los sillones a la espera de que abriera un ojo.
Pasaron las horas y cuando se quiso dar cuenta eran ya las diez de la noche. Agotada, se levantó del sillón y se fue sin mirar atrás.
-"Total... ¿para qué?- Pensó de camino a las cocinas.- Seguirá dormido o actuando para la bella durmiente.
Entró a las cocinas del colegio y vio un gran número de elfos domésticos yendo de un lado para otro recogiendo platos usados de la cena y demás. Esto fue lo último que vio ya que, nada más verla esperar en la puerta, prácticamente todos los elfos se abalanzaron a ella y empezaron a entregarle cosas.
-¿Qué le podemos ofrecer, profesora?- Le preguntó uno con aspecto humilde mientras hacía una reverencia que bien podría haber ganado un diez.
-Bueno,- Dijo un tanto azorada con tanto servicio.- No he podido ir a cenar y me preguntaba si podríais darme alguna cosilla. ¿Os importaría?
Siempre había escuchado a los profesores hablar de que la mejor comida era la que pedían a media noche, así que decidió mientras iba por los pasillos probarlo. Se quedó impresionada al ver que los elfos se ponían en acción y que en diez segundos la mostraban montañas de manjares. Cuando recuperó el aire cogió un plato que contenía pastel de carne, zumo de calabaza, una botella de cocacola y unas cuantas piezas de fruta. Antes de poder decidir dónde ponerlas, los elfos ya estaban metiendo en una bolsa mágica el alimento. También vio que metían más cantidad de la que había pedido.
-Muchas gracias, yo...- Les agradeció mientras caminaba hacia la puerta.
-Es nuestro deber, profesora. ¡Qué disfrute!- Le contestaron todos los elfos prácticamente al unísono.
Antes de irse, un elfo le entregó una botella granate que contenía chocolate caliente. Le saludó y le dio las gracias cuando se dio cuenta de que era Dobby, el elfo que era tan amigo de Harry Potter. Pasó por alto las miradas furiosas de los demás elfos cuando Dobby le preguntó qué tal estaba.
-Harry Potter le dijo a Dobby que a la profesora Wingrove la habían atacado, profesora. Dobby quería saber si estaba bien.- Elizabeth iba a responder, cuando los demás elfos reprendieron a Dobby y se fueron totalmente indignados de su compañero. Después, claro está, de despedir a Elizabeth con mucha formalidad.
-Bien, bien. Podría estar peor.- Contestó sonriendo.- ¿Puedo hacerte una pregunta Dobby?
-Todas la que quiera la profesora Wingrove.- Contestó el elfo inclinándose hasta tocar con la nariz el suelo.
-Me pregunta quién era tu amo.- Observó la reacción de Dobby.- Era Malfoy, Dobby, ¿no?- Peguntó preocupada.
-Si, profesora Wingrove.- Contestó muy despacio, eligiendo las palabras con cuidado.- Pero el pobre Dobby no sabe nada. Dobby no puede hablar.
Elizabeth lo miró detenidamente y decidió no molestarle, al fin y al cabo, no era más que un pobre elfo, como él había dicho, que había tenido que aguantar al Sr Malfoy y compañía. Sabiendo que lo peor era presionarle, ya que había podido escapar de su amo asumiendo un gran peligro, lo trato de la manera que merecía, con respeto.
-No te preocupes, Dobby. Tú no tienes la culpa.-Le tranquilizó.
Salió al pasillo y empezó a caminar con la cabeza gacha. Tenía demasiadas cosas en la cabeza.
-Profesora Wingrove.- Elizabeth se dio la vuelta y vio al elfo. Iba a hablar, pero Dobby se adelantó.- Dobby tiene que darle un consejo a la profesora.- Se acercó y murmuró casi inaudible.- La profesora no debe acercarse al Sr Snape, Dobby sabe que es malo. Siempre piensa y hace cosas malas el profesor. Él no quiere nada bueno. Dobby lo sabe.
El mundo de Elizabeth se derrumbó. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? NO era posible. El director Dumbledore siempre le había asegurado que era de fiar, que se había arrepentido. El mismo Snape se lo había demostrado con creces durante aquella noche. Dobby estaba equivocado. Sí, eso era.
-Dobby, ¿qué estás dicen? El profesor Snape está de nuestro lado, él...- Empezó Elizabeth con voz entrecortada.
-Dobby nunca miente, profesora Wingrove. Él ha visto cosas. Cosas malas del profesor Snape.- Le dijo con miedo en los ojos. Elizabeth sabía perfectamente que después de aquello se castigaría, pero tenía que estar equivocado.
-Eso debió ser antes de que...- Le justificó sin saber el por qué.
Elizabeth se sintió aún peor cuando el elfo se limitó a mirarla. No contestó nada, se quedó ahí parado, como diciendo lo que Elizabeth se temía pero que no quería escuchar. Un instante después el espacio que ocupaba Dobby se vio ocupado por la nada. Elizabeth no vio como el elfo chasqueaba los dedos, pues estaba muy ocupada en sus ojos, y desaparecía con la misma expresión en los ojos.
-¿Dobby?
A la mañana siguiente no sabía a qué hora se había dormido, cómo, etc. Había estado toda la noche dándole vueltas a las palabras del elfo. Se había intentado convencer de que todo lo que le había dicho Dobby de Snape lo había dicho confundido. Si Snape había hecho algo malo debió ser hace mucho tiempo, antes de traicionarles. Dumbledore debía tener razones para confiar en él, algo bueno e importante debía haber hecho para la Orden o algo parecido. Todas estas 'excusas' le valieron para el principio de la noche, pero poco a poco fueron sustituyéndose por las dudas y la desconfianza. ¿Y si Snape no estuviese más que actuando? ¿Y si los estaba traicionando? ¿Y si era el culpable de que la mayoría de los planes de la Orden fracasasen? ¿Y si estaba fingiendo? ¿La había salvado verdaderamente o sólo quería llevarse el mérito él solo para ganar más confianza con Voldemort? Todos estos pensamientos le impidieron dormir, lo cierto es que el chocolate caliente de Dobby la ayudó con el insomnio, o cada vez que cerraba los ojos tenía horribles pesadillas. Sobre Hoz, sobre la noche de la tortura, etc.
Con todo, tenía un aspecto más que horrible cuando se levantó a las siete de la mañana. Después de una ducha de agua fría y maquillarse como arma contra las ojeras, se dirigió hacia el gran Comedor para aparentar que comía algo. Mientras que caminaba y se cruzaba con caras conocidas pensaba en Snape, para variar. Había tomado la determinación de no ir a verle ese día a la enfermería. Total, no iba a verle despierto ni había forma de sacarle demasiada información a Dumbledore sobre su estado, exceptuando que volvería a las clases en dos o tres días.
Cuando entró en el Comedor se encontró con Ron, quien la saludó sonriente mientras seguía a Harry a su clase. Elizabeth podría haber visto la cara de pocos amigos que le dirigía Hermione Granger si hubiese estado atenta, pero en ese momento miraba paralizada hacia la mesa de profesores. Al lado del director estaba el mismísimo Severus de pie, hablando como sino hubiese pasado nada en esos días. Se quedó unos segundos parada hasta que su cuerpo reaccionó y, sin darse apenas cuenta, se dirigía con paso firme hacia ellos. Observó imperturbable cómo Snape torcía la cabeza y la veía. Ella le iba a sonreír cuando el hombre dio media vuelta y, sin darle tiempo a Elizabeth para decir algo, salió del Gran Comedor por una puerta lateral.
Elizabeth se quedó p'araliozada y miró al sitio que antes ocupaba con furia.
-"¿Qué se había creído el hombre? No era más que un imbécil e idiota. ¿Cómo se atrevía a hacerle esto?
Pese a lo que hubiese querido, se empezó a encontrar muchísimo más que mal a medida que pasaba el desayuno y no veía más que caras sonrientes. Al final se decidió a preguntar a Dumbledore:
-¿Qué hacía el profesor Snape aquí?- Preguntó con una voz demasiado falsa para su opinión.- ¿No tendría que estar aún un par de días en la enfermería?
-Si, bueno. El profesor Snape insistió en que ya estaba recuperado y no hubo manera de convencerle.- Dijo sin dale importancia.- A medida que pase el tiempo verás que es un poco orgulloso.
-Ya, y seguro que estaba cansado de dormir, ¿no?- Replicó sarcásticamente Elizabeth.
Luego, después de escuchar atentamente sus propias palabras, se enrojeció. No le apetecía que el director sospechase algo. Pasaron los siguientes diez minutos sin hablar. Elizabeth sospechaba que el director quería que continuase con lo que le estaba contando, pero Elizabeth estaba un poco avergonzada. Cuando sonó el timbre de la primera clase del día y se levantaron todos los profesores, Elizabeth se quedó rezagada y se acercó a Dumbledore.
-Dumbledore,- Dijo en voz baja para que el profesor Flitwick no los escuchase.- Podría hablar con usted. En privado.- Añadió al ver como se acercaban algunos profesores curiosos.- Es importante.
-¿Tiene clase a primera hora?- Preguntó el director mientras caminaban juntos hacia la entrada.
-Si.- Contestó indiferente Elizabeth.
No hizo caso a la sorpresa de Dumbledore, así que el hombre no comentó nada al respecto. Caminaron en silencio por los pasillos desiertos, pues habían empezado las clases. Elizabeth, que recordaba bien el camino hacia el despacho del director, caminaba con la cabeza gacha pensando bien qué debía decirle.
-Me tocaba con Hufflepuff y Ravenclaw, así que no creo que formen mucho alboroto.- Comentó más que nada para romper el incómodo silencio.
Cuando llegaron al despacho se sentó en uno de los sillones, pero acto seguido se levantó y comenzó a dar vueltas por la sala. En cuanto Dumbledore se sentó en el sillón del escritorio y le preguntó qué le pasaba, se lanzó al ataque.
-Profesor, ¿me puede decir cuánta confianza deposita en Snape?- Preguntó nerviosa.- Quiero decir, ¿qué pruebas tiene de su fidelidad?
-¿A dónde quiere ir a parar?- Preguntó molesto Dumbledore.
-¿Cómo sabe que no juega a dos bandos? ¿No ha pensado que puede estar espiándonos a notros en vez de a ellos? ¿Qué puede estar... actuando?- Por fin había dicho lo que más temía.
Un silencio incómodo inundó todo el despacho del director. Los cuadros de antiguos directores, que hasta entonces habían cuchicheado entre ellos distintas opiniones produciendo zumbidos molestos, mantenían un silencio sepulcral y gélido que llegaba hasta los huesos. Albus Dumbledore miraba atentamente a Elizabeth y ésta, ganando algo de confianza, lo miraba con seguridad y testarudez. Se había planteado no salir de ahí sin respuestas. Por fin el director pareció reaccionar. Se incorporó con gesto arrogante sobre el sillón y la miró intensamente. No parecía muy furioso.
-Srta Wingrove,-Empezó con tono firme aunque sus ojos delataban que estaba nervioso.- todas las dudas que me está planteando hoy aquí no son nuevas para mis oídos. Muchas personas temen lo mismo que usted y creen que el Sr Snape es un traidor y que nos dará el golpe por la espalda en el peor momento. Estas misas dudas han cruzado mi mente infinidad de veces, pero más que con cualquiera, incluso con usted mismo.- Elizabeth no se sintió molesta en absoluto, es más, espera con ansiedad el resto de la respuesta.- Yo, como hombre sabio que me consideran, he barajado todas las opciones. Las dudas y las sospechas han ocupado en mí un lugar mucho más grande que el suyo, se lo aseguro. Siempre dudo de las personas, incluso de mí mismo, pero no por eso margino a la gente y la empujo hacia la única vía disponible para él.- Elizabeth miró unos instantes al director, sin entender del todo.
-Pero, ¿qué le hace confiar tanto en Snape como para contarle prácticamente todo?- Preguntó una vez más.
-El profesor Snape ha demostrado en más de una ocasión sus preferencias, como lo demostró aquella noche con usted.- Elizabeth bajó la mirada.- Puede, siempre es una opción, que estuviese actuando, escalando escaños entre nosotros para averiguar más cosas, pero me gusta pensar que es un buen hombre. Lo que usted piense es su elección.
Elizabeth salió del despacho con la vista puesta en el suelo. Lo que le había dicho el director tenía sentido, pero no le había solucionado nada. Lo único que había conseguido es que sus sospechas quedaran en fundamento: Dumbledore no tenía ninguna prueba exacta de la fidelidad de Snape. Se llevó una mano a la cabeza y la sacudió. Tal y como le había dicho Dumbledore, tenía que elegir ya. Elegir creer, elegir temer.
Iba tan absorta en sus pensamientos que se golpeó con alguien y casi cae al suelo por la rapidez de éste. Se volvió para mirar al 'tolebús' y se quedó sin habla cuando vio a Snape. El hombre parecía igual de azorado y se retorcía las manos con algo de disimulo. Sus ojos se paseaban de ahí a allá pero sin mirarla nunca a los suyos.
-¿A dónde ibas tan rápido?- Preguntó Elizabeth algo más borde de lo que hubiese querido.- Quero decir, ¿qué tal estás?- Preguntó con voz entrecortada.
-Estoy bien. Voy al despacho de Dumbledore. Ya sabes, trabajo.- Snape ni siquiera la miraba a los ojos. Elizabeth se quedó mirándole con aspecto severo, pero Snape caminó por su lado y aceleró hacia el otro lado del pasillo. Elizabeth se dio la vuelta furiosa. Le agarró del brazo y le obligó a darse la vuelta con fuerza.
-Severus, tenemos que hablar, ¿lo recuerdas?- No se podía creer lo que estaba diciendo. En un segundo estaba pensando mal del hombre, pero cuando lo tenía delante no podía evitar que la mente se le quedase en blanco. Sólo pensaba en que no le iba a hacer nada. Dobby, Voldemort, Malfoy, todos estaban equivocados, Severus era una buena persona. Tenía que serlo.
-No creo que lo haga.- Contestó con voz fría Snape. Se desprendió del brazo paralizado de Elizabeth y se dio la vuelta.
-¿Por qué?- Preguntó débilmente Elizabeth.
Severus continuó su camino sin darse la vuelta. Iba a dar la vuelta a la esquina, cuando la voz de Elizabeth le hizo detenerse. Elizabeth estaba temblando.
-¿Es por Voldemort? Es por él, ¿verdad? ¿Qué paso? ¿Qué te hizo? Todavía no sé qué te pasó en la reunión.- Dijo apretando los puños.- Nadie me lo ha contado. Tú ni siquiera me miras a loas ojos. ¿Por qué? Creo que tengo derecho a saberlo. Sea lo que sea que te hicieron fue por mi culpa, ¿verdad? ¿Crees que estoy bien después de eso?- Observó atentamente a Severus, pero éste se limitó a mirarla desde lejos. Después se marchó dejando a Elizabeth más confusa de lo que estaba antes.
Gracias a todos por sus Rewiers, te elevan la moral al máximo, de verdad.
Espero que les haya gustado este último capítulo, pues tendréis que estar
preparados para el siguiente.
¿Qué opináis de Snape? Yo, personalmente, lo mataría con mis propias manos
si me hiciese algo más o menos parecido. ¿A quién se le ocurre?
En cuanto a Dobby, podría aprender a tener la boca cerrada, ¿no creen?
Lo que creo que opina todo el mudo es: ¡Pobre Elizabeth!
Pero no se preocupen, ella se las arreglará bien.
¡HASTA EL PRÓXIMO CAPÍTULO!
La Sra Pomfrey Iba de un lado ocupándose de vendas, mejunjes y demás. Tenía que ocuparse, además del profesor de pociones del colegio, de unos cuantos alumnos despistados que, como siempre, se lastimaban por tonterías, como duelos, juegos de escobas, etc. Había un chico que llamaba más la atención, un Ravenclaw que parecía haber salido de un jardín de Lazos del Diablo, ya que tenía por todo el cuerpo pústulas moradas.
Elizabeth observaba todo esto en silencio mientras leía un libro en uno de los sillones cercanos a la cama de Severus. Un poco angustiada, miró el rostro dormido de Snape y suspiró. No sabía si el hombre lo hacía aposta, pero siempre que ella venía a visitarle estaba dormido.
Hacia ya tres días desde que Hagrid, el profesor de C. C. M. lo encontrara desmayado en un camino cercano a Hogwarts. Elizabeth había discutido con el director sobre las misiones de Snape, pero durante el primer día el director parecía estar en otro sitio. Elizabeth paró de amonestarle sobre que el estado de Severus podría repetirse si seguía espiando al Señor Oscuro cuando observó que Dumbledore estaba verdaderamente apenado y arrepentido por haberle enviado a la cueva del Diablo. Los dos se quedaron toda aquella tarde en la enfermería en silencio, cada uno pensando en sus cosas, hasta que la Sra Pomfrey les anunció que El profesor Snape estaba fuera de peligro. Si, estaba grave y necesitaba descansar, pero en cinco días o así podría salir y dar clases de nuevo.
Elizabeth estaba eufórica y hubiese entrado a verle en ese mismo instante si Dumbledore no se hubiese adelantado. Volvió por la noche, pero el director seguía con él. Elizabeth sospechó que lo estaba 'interrogando', así que decidió entrar también para enterarse, al fin y al cabo, ella también tenía derecho a enterarse. Entró en la enfermería y lo vio, pero no tuvo tiempo nada más que para preguntarle como estaba, a lo que Severus respondió con un gruñido, porque la Sra Pomfrey les pidió que lo dejaran descansar.
Al siguiente día había tenido que dar clases, muy a su pesar. Como notaban todos los chicos que pasaban por las clases, Elizabeth estaba abstraída. Aunque no se lo iba a ir contando a la gente por ahí, no se creía capaz de soportar alguna cosa más como esta. Primero le había fallado Hoz y ahora Severus le daba un susto de muerte estando a un paso de la muerte.
Cuando volvió por la tarde para verle por fin, la Sra Pomfrey le pidió que lo dejase solo, que necesitaba descansar. Así, más apenada y decepcionada que otra cosa, tuvo que aguantar durante la cena las palabras tranquilizadoras de la profesora McGonagall diciéndole con voz suave que probablemente el Sr Snape no querría que lo viesen en el estado en el que se encontraba, ya que siempre había sido muy orgulloso.
-Sí, será eso.- Contestó Elizabeth sin decirle que ella no quería ver al profesor Snape por asuntos de cordialidad, sino para hablar de... otros asuntos. Como por ejemplo qué pensaba de lo suyo.
Elizabeth consiguió entrar a la enfermería la tarde siguiente, pero se llevó una gran desilusión cuando lo encontró dormido tras una poción. No le habría importado si al día siguiente no se le hubiese escapado a la profesora McGonagall que Dumbledore había ido a verle tan sólo 15 minutos después. Aunque se cayó su estado frente a ella, la decepción y la preocupación fueron sustituyéndose poco a poco durante la noche por enfado y furia.
-"¿Por qué no quería hablar con ella?- Pensaba durante las horas de estudio que imponía desde esa semana en sus clases.- ¿Ha cambiado de idea? ¿No significó nada para él aquella noche?
Estos pensamientos y otros igual de positivos rondaban su mente cada vez que tenía un segundo para pensar a solas. La cosa se calentó aún más la última vez que fue y la Sra Pomfrey le dijo casi sin atenderla que estaba dormido. Obviamente, y dado que había apartado los ojos cuando la miró, Elizabeth creyó que era mentira y se fue hecha una furia de la enfermería con el claro propósito de no pensar más en él. Al día siguiente, es decir, hoy, se había visto camino de la enfermería sin saber qué hacer. Así que, sin pedirle permiso siquiera a la enfermera, se había instalado en uno de los sillones a la espera de que abriera un ojo.
Pasaron las horas y cuando se quiso dar cuenta eran ya las diez de la noche. Agotada, se levantó del sillón y se fue sin mirar atrás.
-"Total... ¿para qué?- Pensó de camino a las cocinas.- Seguirá dormido o actuando para la bella durmiente.
Entró a las cocinas del colegio y vio un gran número de elfos domésticos yendo de un lado para otro recogiendo platos usados de la cena y demás. Esto fue lo último que vio ya que, nada más verla esperar en la puerta, prácticamente todos los elfos se abalanzaron a ella y empezaron a entregarle cosas.
-¿Qué le podemos ofrecer, profesora?- Le preguntó uno con aspecto humilde mientras hacía una reverencia que bien podría haber ganado un diez.
-Bueno,- Dijo un tanto azorada con tanto servicio.- No he podido ir a cenar y me preguntaba si podríais darme alguna cosilla. ¿Os importaría?
Siempre había escuchado a los profesores hablar de que la mejor comida era la que pedían a media noche, así que decidió mientras iba por los pasillos probarlo. Se quedó impresionada al ver que los elfos se ponían en acción y que en diez segundos la mostraban montañas de manjares. Cuando recuperó el aire cogió un plato que contenía pastel de carne, zumo de calabaza, una botella de cocacola y unas cuantas piezas de fruta. Antes de poder decidir dónde ponerlas, los elfos ya estaban metiendo en una bolsa mágica el alimento. También vio que metían más cantidad de la que había pedido.
-Muchas gracias, yo...- Les agradeció mientras caminaba hacia la puerta.
-Es nuestro deber, profesora. ¡Qué disfrute!- Le contestaron todos los elfos prácticamente al unísono.
Antes de irse, un elfo le entregó una botella granate que contenía chocolate caliente. Le saludó y le dio las gracias cuando se dio cuenta de que era Dobby, el elfo que era tan amigo de Harry Potter. Pasó por alto las miradas furiosas de los demás elfos cuando Dobby le preguntó qué tal estaba.
-Harry Potter le dijo a Dobby que a la profesora Wingrove la habían atacado, profesora. Dobby quería saber si estaba bien.- Elizabeth iba a responder, cuando los demás elfos reprendieron a Dobby y se fueron totalmente indignados de su compañero. Después, claro está, de despedir a Elizabeth con mucha formalidad.
-Bien, bien. Podría estar peor.- Contestó sonriendo.- ¿Puedo hacerte una pregunta Dobby?
-Todas la que quiera la profesora Wingrove.- Contestó el elfo inclinándose hasta tocar con la nariz el suelo.
-Me pregunta quién era tu amo.- Observó la reacción de Dobby.- Era Malfoy, Dobby, ¿no?- Peguntó preocupada.
-Si, profesora Wingrove.- Contestó muy despacio, eligiendo las palabras con cuidado.- Pero el pobre Dobby no sabe nada. Dobby no puede hablar.
Elizabeth lo miró detenidamente y decidió no molestarle, al fin y al cabo, no era más que un pobre elfo, como él había dicho, que había tenido que aguantar al Sr Malfoy y compañía. Sabiendo que lo peor era presionarle, ya que había podido escapar de su amo asumiendo un gran peligro, lo trato de la manera que merecía, con respeto.
-No te preocupes, Dobby. Tú no tienes la culpa.-Le tranquilizó.
Salió al pasillo y empezó a caminar con la cabeza gacha. Tenía demasiadas cosas en la cabeza.
-Profesora Wingrove.- Elizabeth se dio la vuelta y vio al elfo. Iba a hablar, pero Dobby se adelantó.- Dobby tiene que darle un consejo a la profesora.- Se acercó y murmuró casi inaudible.- La profesora no debe acercarse al Sr Snape, Dobby sabe que es malo. Siempre piensa y hace cosas malas el profesor. Él no quiere nada bueno. Dobby lo sabe.
El mundo de Elizabeth se derrumbó. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? NO era posible. El director Dumbledore siempre le había asegurado que era de fiar, que se había arrepentido. El mismo Snape se lo había demostrado con creces durante aquella noche. Dobby estaba equivocado. Sí, eso era.
-Dobby, ¿qué estás dicen? El profesor Snape está de nuestro lado, él...- Empezó Elizabeth con voz entrecortada.
-Dobby nunca miente, profesora Wingrove. Él ha visto cosas. Cosas malas del profesor Snape.- Le dijo con miedo en los ojos. Elizabeth sabía perfectamente que después de aquello se castigaría, pero tenía que estar equivocado.
-Eso debió ser antes de que...- Le justificó sin saber el por qué.
Elizabeth se sintió aún peor cuando el elfo se limitó a mirarla. No contestó nada, se quedó ahí parado, como diciendo lo que Elizabeth se temía pero que no quería escuchar. Un instante después el espacio que ocupaba Dobby se vio ocupado por la nada. Elizabeth no vio como el elfo chasqueaba los dedos, pues estaba muy ocupada en sus ojos, y desaparecía con la misma expresión en los ojos.
-¿Dobby?
A la mañana siguiente no sabía a qué hora se había dormido, cómo, etc. Había estado toda la noche dándole vueltas a las palabras del elfo. Se había intentado convencer de que todo lo que le había dicho Dobby de Snape lo había dicho confundido. Si Snape había hecho algo malo debió ser hace mucho tiempo, antes de traicionarles. Dumbledore debía tener razones para confiar en él, algo bueno e importante debía haber hecho para la Orden o algo parecido. Todas estas 'excusas' le valieron para el principio de la noche, pero poco a poco fueron sustituyéndose por las dudas y la desconfianza. ¿Y si Snape no estuviese más que actuando? ¿Y si los estaba traicionando? ¿Y si era el culpable de que la mayoría de los planes de la Orden fracasasen? ¿Y si estaba fingiendo? ¿La había salvado verdaderamente o sólo quería llevarse el mérito él solo para ganar más confianza con Voldemort? Todos estos pensamientos le impidieron dormir, lo cierto es que el chocolate caliente de Dobby la ayudó con el insomnio, o cada vez que cerraba los ojos tenía horribles pesadillas. Sobre Hoz, sobre la noche de la tortura, etc.
Con todo, tenía un aspecto más que horrible cuando se levantó a las siete de la mañana. Después de una ducha de agua fría y maquillarse como arma contra las ojeras, se dirigió hacia el gran Comedor para aparentar que comía algo. Mientras que caminaba y se cruzaba con caras conocidas pensaba en Snape, para variar. Había tomado la determinación de no ir a verle ese día a la enfermería. Total, no iba a verle despierto ni había forma de sacarle demasiada información a Dumbledore sobre su estado, exceptuando que volvería a las clases en dos o tres días.
Cuando entró en el Comedor se encontró con Ron, quien la saludó sonriente mientras seguía a Harry a su clase. Elizabeth podría haber visto la cara de pocos amigos que le dirigía Hermione Granger si hubiese estado atenta, pero en ese momento miraba paralizada hacia la mesa de profesores. Al lado del director estaba el mismísimo Severus de pie, hablando como sino hubiese pasado nada en esos días. Se quedó unos segundos parada hasta que su cuerpo reaccionó y, sin darse apenas cuenta, se dirigía con paso firme hacia ellos. Observó imperturbable cómo Snape torcía la cabeza y la veía. Ella le iba a sonreír cuando el hombre dio media vuelta y, sin darle tiempo a Elizabeth para decir algo, salió del Gran Comedor por una puerta lateral.
Elizabeth se quedó p'araliozada y miró al sitio que antes ocupaba con furia.
-"¿Qué se había creído el hombre? No era más que un imbécil e idiota. ¿Cómo se atrevía a hacerle esto?
Pese a lo que hubiese querido, se empezó a encontrar muchísimo más que mal a medida que pasaba el desayuno y no veía más que caras sonrientes. Al final se decidió a preguntar a Dumbledore:
-¿Qué hacía el profesor Snape aquí?- Preguntó con una voz demasiado falsa para su opinión.- ¿No tendría que estar aún un par de días en la enfermería?
-Si, bueno. El profesor Snape insistió en que ya estaba recuperado y no hubo manera de convencerle.- Dijo sin dale importancia.- A medida que pase el tiempo verás que es un poco orgulloso.
-Ya, y seguro que estaba cansado de dormir, ¿no?- Replicó sarcásticamente Elizabeth.
Luego, después de escuchar atentamente sus propias palabras, se enrojeció. No le apetecía que el director sospechase algo. Pasaron los siguientes diez minutos sin hablar. Elizabeth sospechaba que el director quería que continuase con lo que le estaba contando, pero Elizabeth estaba un poco avergonzada. Cuando sonó el timbre de la primera clase del día y se levantaron todos los profesores, Elizabeth se quedó rezagada y se acercó a Dumbledore.
-Dumbledore,- Dijo en voz baja para que el profesor Flitwick no los escuchase.- Podría hablar con usted. En privado.- Añadió al ver como se acercaban algunos profesores curiosos.- Es importante.
-¿Tiene clase a primera hora?- Preguntó el director mientras caminaban juntos hacia la entrada.
-Si.- Contestó indiferente Elizabeth.
No hizo caso a la sorpresa de Dumbledore, así que el hombre no comentó nada al respecto. Caminaron en silencio por los pasillos desiertos, pues habían empezado las clases. Elizabeth, que recordaba bien el camino hacia el despacho del director, caminaba con la cabeza gacha pensando bien qué debía decirle.
-Me tocaba con Hufflepuff y Ravenclaw, así que no creo que formen mucho alboroto.- Comentó más que nada para romper el incómodo silencio.
Cuando llegaron al despacho se sentó en uno de los sillones, pero acto seguido se levantó y comenzó a dar vueltas por la sala. En cuanto Dumbledore se sentó en el sillón del escritorio y le preguntó qué le pasaba, se lanzó al ataque.
-Profesor, ¿me puede decir cuánta confianza deposita en Snape?- Preguntó nerviosa.- Quiero decir, ¿qué pruebas tiene de su fidelidad?
-¿A dónde quiere ir a parar?- Preguntó molesto Dumbledore.
-¿Cómo sabe que no juega a dos bandos? ¿No ha pensado que puede estar espiándonos a notros en vez de a ellos? ¿Qué puede estar... actuando?- Por fin había dicho lo que más temía.
Un silencio incómodo inundó todo el despacho del director. Los cuadros de antiguos directores, que hasta entonces habían cuchicheado entre ellos distintas opiniones produciendo zumbidos molestos, mantenían un silencio sepulcral y gélido que llegaba hasta los huesos. Albus Dumbledore miraba atentamente a Elizabeth y ésta, ganando algo de confianza, lo miraba con seguridad y testarudez. Se había planteado no salir de ahí sin respuestas. Por fin el director pareció reaccionar. Se incorporó con gesto arrogante sobre el sillón y la miró intensamente. No parecía muy furioso.
-Srta Wingrove,-Empezó con tono firme aunque sus ojos delataban que estaba nervioso.- todas las dudas que me está planteando hoy aquí no son nuevas para mis oídos. Muchas personas temen lo mismo que usted y creen que el Sr Snape es un traidor y que nos dará el golpe por la espalda en el peor momento. Estas misas dudas han cruzado mi mente infinidad de veces, pero más que con cualquiera, incluso con usted mismo.- Elizabeth no se sintió molesta en absoluto, es más, espera con ansiedad el resto de la respuesta.- Yo, como hombre sabio que me consideran, he barajado todas las opciones. Las dudas y las sospechas han ocupado en mí un lugar mucho más grande que el suyo, se lo aseguro. Siempre dudo de las personas, incluso de mí mismo, pero no por eso margino a la gente y la empujo hacia la única vía disponible para él.- Elizabeth miró unos instantes al director, sin entender del todo.
-Pero, ¿qué le hace confiar tanto en Snape como para contarle prácticamente todo?- Preguntó una vez más.
-El profesor Snape ha demostrado en más de una ocasión sus preferencias, como lo demostró aquella noche con usted.- Elizabeth bajó la mirada.- Puede, siempre es una opción, que estuviese actuando, escalando escaños entre nosotros para averiguar más cosas, pero me gusta pensar que es un buen hombre. Lo que usted piense es su elección.
Elizabeth salió del despacho con la vista puesta en el suelo. Lo que le había dicho el director tenía sentido, pero no le había solucionado nada. Lo único que había conseguido es que sus sospechas quedaran en fundamento: Dumbledore no tenía ninguna prueba exacta de la fidelidad de Snape. Se llevó una mano a la cabeza y la sacudió. Tal y como le había dicho Dumbledore, tenía que elegir ya. Elegir creer, elegir temer.
Iba tan absorta en sus pensamientos que se golpeó con alguien y casi cae al suelo por la rapidez de éste. Se volvió para mirar al 'tolebús' y se quedó sin habla cuando vio a Snape. El hombre parecía igual de azorado y se retorcía las manos con algo de disimulo. Sus ojos se paseaban de ahí a allá pero sin mirarla nunca a los suyos.
-¿A dónde ibas tan rápido?- Preguntó Elizabeth algo más borde de lo que hubiese querido.- Quero decir, ¿qué tal estás?- Preguntó con voz entrecortada.
-Estoy bien. Voy al despacho de Dumbledore. Ya sabes, trabajo.- Snape ni siquiera la miraba a los ojos. Elizabeth se quedó mirándole con aspecto severo, pero Snape caminó por su lado y aceleró hacia el otro lado del pasillo. Elizabeth se dio la vuelta furiosa. Le agarró del brazo y le obligó a darse la vuelta con fuerza.
-Severus, tenemos que hablar, ¿lo recuerdas?- No se podía creer lo que estaba diciendo. En un segundo estaba pensando mal del hombre, pero cuando lo tenía delante no podía evitar que la mente se le quedase en blanco. Sólo pensaba en que no le iba a hacer nada. Dobby, Voldemort, Malfoy, todos estaban equivocados, Severus era una buena persona. Tenía que serlo.
-No creo que lo haga.- Contestó con voz fría Snape. Se desprendió del brazo paralizado de Elizabeth y se dio la vuelta.
-¿Por qué?- Preguntó débilmente Elizabeth.
Severus continuó su camino sin darse la vuelta. Iba a dar la vuelta a la esquina, cuando la voz de Elizabeth le hizo detenerse. Elizabeth estaba temblando.
-¿Es por Voldemort? Es por él, ¿verdad? ¿Qué paso? ¿Qué te hizo? Todavía no sé qué te pasó en la reunión.- Dijo apretando los puños.- Nadie me lo ha contado. Tú ni siquiera me miras a loas ojos. ¿Por qué? Creo que tengo derecho a saberlo. Sea lo que sea que te hicieron fue por mi culpa, ¿verdad? ¿Crees que estoy bien después de eso?- Observó atentamente a Severus, pero éste se limitó a mirarla desde lejos. Después se marchó dejando a Elizabeth más confusa de lo que estaba antes.
Gracias a todos por sus Rewiers, te elevan la moral al máximo, de verdad.
Espero que les haya gustado este último capítulo, pues tendréis que estar
preparados para el siguiente.
¿Qué opináis de Snape? Yo, personalmente, lo mataría con mis propias manos
si me hiciese algo más o menos parecido. ¿A quién se le ocurre?
En cuanto a Dobby, podría aprender a tener la boca cerrada, ¿no creen?
Lo que creo que opina todo el mudo es: ¡Pobre Elizabeth!
Pero no se preocupen, ella se las arreglará bien.
¡HASTA EL PRÓXIMO CAPÍTULO!
