Capítulo XX. Cuando te oigo decir sí
Elizabeth se encontraba sentada en una mesa doble del bar más de moda del
momento. Situado en la calle Mayor de Londres se mantenía en la cima de las
citas el bar-restaurante Witch's. Hacía ya un par de años que ella y sus
amigas, casi todas muggles, habían encontrado ese discreto bar a altas
horas de la noche, pero el ambiente había cambiado un poco. Los asientos se
distribuían desde mesas para dos a tableros en los que se juntaban grupos
de decenas.
En ese momento esperaba a su amiga Clare en una mesa situada cerca de la
ventana, así podía ver si Clare llegaba. Elizabeth, para no aburrirse
durante el retraso de su amiga, construía artefactos extraños y difíciles
con los palillos.
Justo cuando había conseguido montar un aparato que rara vez lograba, una
chica alta y morena se acercó a ella y la dio un golpe en la espalda. Claro
está, el aparato saltó por los aires y cayó al suelo hecho pedazos.
-Hola, Clare. ¡Qué oportuna eres!- Dijo Elizabeth molesta.
-Siempre para cumplir, ya lo sabes.- Replicó sonriendo.
Elizabeth se rió del comentario de su compañera mientras se fijaba en ella.
Entonces se dio cuenta de cuánto la extrañaba. Aunque se había escrito con
ella durante toda su estancia en Hogwarts, sólo la había visto unos días
cuando estuvo en cama por culpa del matalobos y aquel extraño fin de año.
Clare y ella se conocían desde los 16 años más o menos, cuando vino a
Londres. Se habían hecho amigas después de que las presentase un amigo en
común, Spike. Muy pronto comprendieron que tenían prácticamente todos sus
gustos en común. Lo único importante que siempre parecía intentar
separarlas era que Clare no era bruja.
Su amiga no había cambiado mucho en su aspecto, excepto un mechón rojo que
se había puesto, según dijo, hacía dos semanas. Llevabas puestos unos
pantalones negros y una camisa marrón ajustada debajo de una chaqueta de
cuero roja. Y, siguiendo su tradición, aquel domingo llevaba unos
pendientes que llamaba mucho la atención, pues estaban hechos con marfil.
La miraba con un brillo alegre que picó la curiosidad de Elizabeth.
-Pues esto es obra de Spike.- Comentaba después de haber pedido las
bebidas.- Me fui a cortar el pelo y salí con esto en la cabeza. ¡Todavía no
sé cómo pude dejarme!- Exclamó abriendo los ojos.
-No te queda mal, en serio.- Afirmó Elizabeth.- Pero me tienes que decir
por qué estás tan contenta, ¿recuerdas?
-¡Oh! ¿Se nota mucho?- Elizabeth puso los ojos en blanco dando la
respuesta.- ¡Pues no sé cómo!- Replicó Clare bufando.- No te puedes
imaginar los líos que estamos teniendo en la imprenta. Hemos tenido que
pararla porque ha llegado un notición y hemos tenido que cambiarlo todo.
Vamos, un caos.
-Ya, me lo imagino.- Dijo Elizabeth un poco distraída. Le resultaba raro
hablar de máquinas, sobre todo teniendo en cuenta que ella había vivido en
el mundo muggle y sabía su funcionamiento.- Seguro que fue horrible.
-Te he dicho que no te lo imagines.- Replicó dramática Clare.-Para ser una
profesora no escuchas a la gente, ¿eh? Muy bonito.- Elizabeth la dio una
patada por debajo de la mesa.- Por cierto.- Dijo Clare mirándola seria.- No
sé si te interesará, pero creo que a lo mejor es importante.
-¿Qué pasa?- Clare se acercó a ella después de mirar a los lados.
-La noticia, esa maldita, es sobre un topo.- Dijo confidencialmente.
-¿Un topo?- Preguntó sin entender.- ¿Dónde?
-En el Ministerio.- Contestó Clare todavía más bajo.- Había rumores, por
eso mandamos a uno de nuestros espías, ya sabes, para que estuviera de
incógnito. Hoy por la mañana se ha confirmado.- Elizabeth escuchó
atentamente.- Aunque no lo habían dicho, al Ministerio le han desaparecido
determinados archivos, sobre defensa, que luego reaparecían intactos. Los
últimos archivos eran sobre la distribución de armas en el ejército.
Reaparecieron hoy.
Elizabeth estuvo unos momentos pensativa. Voldemort busca armas para
robarlas y atacar el mundo mágico. Alguien robaba archivos para, de seguro,
apoderarse de armas de todo tipo, pero muggles. ¿Coincidencia? No lo creía.
No sabía por qué motivo, pero Voldemort estaba tramando algo que
involucraba a los muggles y, aunque se negaran a ello, a los magos. ¿Qué
querían? ¿Desconcertar a los muggles? ¿Para qué? ¿Para que los magos se
ocuparan de ellos y después atacar más duro?
Se podía plantear otra posibilidad: que Voldemort se hiciera con armas de
explosión o pistolas. Todo el mundo sabía que en un duelo varita-pistola,
la pistola no tenía nada que hacer. ¿Pero qué pasaría si atacaban a lo
grande con explosivos? Aunque muchos magos se burlaran de estas armas, lo
cierto es que eran muy peligrosas. Lord Voldemort demostraría no ser nada
tonto si detonaba dinamita en el Ministerio. Nadie lo detectaría si no es
por verla, y para eso estaba la magia. Sería muy buena jugada. Demasiado
buena.
-¿Eran muy importantes?- Preguntó intentando que su voz sonara normal. Lo
único que consiguió fue un temblor.
-El hombre dice que demasiado. No habían dicho nada a las comunicaciones
porque creían que lo tenían controlado, pero les han vuelto a robar. El
hombre dice que lo dirán a las noticias en unos días, pero nosotros tenemos
la exclusiva.- Dijo Clare sin tapar su orgullo.- Pero yo he creído que
podría estar relacionado con tu mundo, ¿qué crees?
-Es difícil. Podría tener mucho que ver y podría no relacionarse en
absoluto.- Contestó Elizabeth con determinación.
-Lo más extraño es que no abrieron la compuerta, no dejaron huellas, no
entró nadie en aquel sector desconocido, ni siquiera entró nadie, y todos
los que fueron aquellos días al Ministerio que no trabajasen se les ha
investigado. A los empleados se les puso a prueba desde el primer día, pero
nada. Folio en blanco.- Siguió argumentando Clare.
-Eso ya lo deja más claro, pero no puedo asegurar nada.- Elizabeth bebió
antes de continuar.- Aún así, esto no me gusta nada. Aunque no tuviese nada
que ver con lo mágico, no es bueno para los magos que el mundo muggle entre
en guerra en estos momentos, así que no será difícil convencer a la Orden
para que investiguen.
-¿Lo harás?- Preguntó Clare con admiración.
-Y si no consigo que muevan el culo me ocuparé yo, no te preocupes.-
Exclamó Elizabeth riendo.
-Estupendo, estupendo.-Dijo Clare.-La verdad es que me preocupaba, pero ya
estoy segura.-Dijo mirándola contenta.- Por cierto,- Dijo mirando al techo.-
no me has preguntado nada sobre mí.
-¿Serás capaz?- Exclamó Elizabeth sonriendo.- Te lo he preguntado, pero
estabas muy ocupada hablándome sobre tu trabajo, ¿recuerdas?
-Vale, vale.- Oye, chica, ¡qué genio tenemos hoy! ¿No?- Replicó Clare.-
Después me contarás qué te pasa a ti.- Elizabeth lo prometió.- Bueno, el
caso es que me dejaste el otro día preocupada, ¡y con razón!, cuando te
fuiste de la fiesta como una loca. ¿A quién se le ocurre?- Elizabeth se
hizo cargo de la acusación.- Mira que dejar a Remus sólo, ¡sólo se te
ocurre a ti! Fue muy descortés de tu parte, ¿sabes?- Elizabeth esquivó su
mirada, pues estaba avergonzada.
-Bueno, deja ese tema, ¿vale?- Se defendió Elizabeth.- Lo hice y ya está,
¿deacuerdo? No lo puedo cambiar.
-Oh, yo no quiero que lo cambies, no te preocupes.- Dijo Clare
ruborizándose.- Sé que lo hiciste por un hombre misterioso, así que sui has
decidido a ese chico yo no te lo voy a impedir.
-¿Eh? ¿Cómo sabes que he elegido a...? bueno, déjalo. Aunque, oye, ¿qué
tiene que ver Remus con todo esto? Se supone que estamos hablando de ti,
así que será mejor que desviemos el tema, ¿ok?-Preguntó Elizabeth un poco
confusa.
-No, si yo estaba hablando de mí.- Dijo aún más roja.
-¿A qué te refieres?- Preguntó tontamente. Lo cierto es que se hacía una
idea de a dónde quería llegar Clare.
-Bueno, después de que tú te fueras, estuve hablando con Remus para
animarle y... bueno, el caso es que estuvimos toda la noche juntos. Yo le
dije que era muggle y a qué me dedicaba y cosas por el estilo. ¡Y a él no
le importó! Aunque parezca mentira, acabamos hablando de cosas sin sentido
y riéndonos como locos, aunque creo que ahí intervino un poco el alcohol.-
Elizabeth se estaba partiendo de risa, Clare no sabía donde meterse.- Le dí
mi teléfono y me dejó en casa. Pasaron los días y me desanimé un poco, pues
no me llamaba. A la semana dejé las ilusiones y me centré en otras cosas,
como por ejemplo en cómo introducir veneno en tu bebida sin que te dieras
cuenta.- Elizabeth se sorprendió, pues creía que su amiga defendía el
pacifismo, pero no le dijo nada porque seguía riendo.- Si, bueno, yo creía
que él había vuelto de alguna manera contigo, y me enfadé bastante. Pero se
me olvidó completamente, no te preocupes no hay nada en tu bebida, cuando
me llamó por la tarde. El muy tonto no había podido llamarme porque no
sabía cómo funcionaba un teléfono y no lo había conseguido hasta que,
después de tres días de intentos fallidos junto a un tal Sr Weasly, habían
conseguido crear un enchufe.- Elizabeth intentó decir algo como 'hombres',
pero no quería interrumpir el fantástico relato de su amiga.- Así que
quedamos esa noche, y otras más, y... bueno, el caso es que estamos
saliendo juntos, ¿sabes?
Obviamente, Elizabeth estuvo interrogando a Clare sobre Remus a fondo.
Descubrió que aquel hombre podía ser muy romántico, pues uno de los días la
llevó a Venecia y allí encantó una barca que los llevó por una atracción
mágica de ahí, que consistía en un tour por un río encantado, y allí
hicieron cosas que, lo siento, Elizabeth no está autorizada a decir por un
juramento que le hizo prometer Clare cuando pararon de reírse y cotillear
sobre el cuerpo de Remus. Si os sentís mejor, esas cosas sólo la saben
Clare y Remus, obviamente, Elizabeth y Sirius, por ser sus amigos
predilectos, y Dumbledore, pues, no se sabe muy bien cómo, se terminaba
enterando de todo.
-Magnífico, esto sí que no lo esperaba.- Dijo Elizabeth al rato de la risa.-
Me alegro mucho por los dos, de veras.
-Gracias. La verdad es que sabía que no te gustaba Remus, al menos ahora,
pero siempre es bueno asegurarse.- Elizabeth bebió, pero se atragantó
cuando Clare siguió hablando.- Por cierto, ¿qué me cuentas de tu hombre
misterioso?
-Yo, bueno, es que yo...- 'Mierda, otra vez Severus'.- Yo no sé si...- Dijo
limpiándose la chaqueta.
-¿Si?- Preguntó Clare animándola.
-No creo que pueda decirlo. Ni siquiera a ti, Clare. Es... complicado. Sí,
eso. Complicado.- Contestó avergonzada.
-¿Es peligroso?- Preguntó Clare sabiendo que siempre que Elizabeth no
contaba algo era porque tenía problemas.
-No. Bueno, no demasiado.- Suspiró sabiendo que, al menos en eso, debía
decirla la verdad.- Sí, un poco. Bueno, sí.
-¿No estarás mejor si me lo cuentas?- Imploró Clare.- Tal vez es un
problemilla de nada, Elizabeth. Te conozco. Sueles hacer montañas de un
grano de arena. Seguro que no es grave.
-Esta vez sí, Clare. Yo, la reina de los problemas, he ido a meterme en una
jaula de lobos donde todos muerden.
Clare la miró preocupada durante unos segundos, pero comprendió que
Elizabeth tenía la razón. Tenía que confiar en ella y ya está. Elizabeth
había salido bien de muchos problemas, en apariencia, imposibles. Si tenía
confianza en ella esa vez no sería diferente.
*-*-*-*-* Elizabeth caminaba por los pasillos de Hogwarts sin ningún contratiempo. Una amplia sonrisa recorría su rostro de parte a parte. Estaba muy contenta. Hacía tiempo que no tenía una conversación decente con Clare y, definitivamente, ya era hora de necesitarla. Después de dos horas en las que habían hablado sobre Remus, las últimas películas, Remus, los libros leídos hasta el momento, Remus, los hombres que había por el bar, Remus, la magia, Remus y la magia (como veis de temas variados), Elizabeth había tenido que decir de nuevo adiós a su amiga. Elizabeth aún no se creía que Remus y Clare hubiesen acabado juntos, pero la resultaba genial. Remus le caía muy bien y le apenaba mucho haberle utilizado en Fin de Año, pero ahora resultaba que el hombre no había quedado del todo mal. Además, se llevaba a su mejor amiga, así que no se podía quejar. Llevaban un rato hablando cuando Clare mencionó de nuevo que Remus fuese tan genial (¿Qué si no?) por aceptar que ella fuese muggle. Elizabeth sabía que Remus era un buen tipo y que no hacía estúpidas distinciones de ese tipo. Fue cuando reparó en un pequeño detalle: ¿Hasta qué punto sabía Clare lo genial que era Remus? Elizabeth estuvo el resto de la conversación intentando entrar en el tema, pero, una de dos, o Clare no sabía nada del asunto, o se estaba haciendo la tonta por un extraño motivo. Elizabeth se enfureció un poco con Remus cuando supo que Clare no sabía nada, pues no lo podía estar ocultando tanto, no podía haber saltado el tema sin querer. La cosa estaba clara, su amiga no tenía ni la más remota idea de que Remus era un hombre lobo. La cosa se puso bastante tensa cuando llegó Remus, quien se sentó con ellas igual de desconcertado que ella. Clare les explicó que quería que hablasen un poco y solucionaran las cosas, pues quería que su novio y su amiga fuesen amigos. Ni Elizabeth ni Remus fueron capaces de quejarse y la conversación cambió para dar paso a otros temas, ya no se hablaba de Remus. Después de un rato de gracias y risas, la tensión bajó considerablemente y Clare se arriesgó a dejarlos solos. Fue entonces cuando Elizabeth se lanzó enfurecida contra Remus. -¿Se puede saber por qué no le has contado que eres un licántropo?- Le preguntó soltando chispas por los ojos. -Yo... no creo que ella esté conmigo si lo llega a saber. Y no la culpo.- Dijo Remus bajando la voz gradualmente. -No lo estás haciendo bien, Remus.- Le dijo en un tono más suave al ver el estado del hombre.- La conozco bien y sé que si se lo cuentas más tarde creerá que no confías en ella. Sí, ya sé que lo haces. Pero lo pensará si no eres capaz de creer que te querrá igual. No sé cómo reaccionará cuando sepa que eres un hombre lobo, eso es imprevisible, pero sé que no te perdonará por dudar de ella. En ese momento llegó Clare del baño y Remus no pudo contestar, pero Elizabeth sabía que lo había dejado dudando. El pobre no sabía qué hacer. Si se lo decía Clare cortaría con él muerta de miedo. Si no se lo decía, algún día, tarde o temprano, Clare se estaría, y entonces si que no le perdonaría. 'Un buen dilema.'- Pensó Elizabeth mientras los miraba.'No se quedan detrás de mi problema.' Iba con la cabeza gacha al recordar estos momentos cuando una voz resonó detrás de ella. -Elizabeth.- La llamó quien reconoció cuando se dio la vuelta como McGonagall. -Buenas noches, Minerva.- Saludó deteniéndose a mitad de las escaleras. Se miró de reojo la hora para ver si había llegado tarde y la profesora venía para decirla algo, pero sólo eran las 21:30. Tampoco era tan tarde. -Quería darte un mensaje de parte de Snape.- Elizabeth sintió desfallecer. -¿De Severus?- Preguntó tontamente. -Eh... sí, de Severus.- Respondió sorprendida Minerva.- Necesita ayuda con las pociones, se le está acumulando el trabajo con los informes. Dado que no soy buena en pociones, lo cierto es que soy bastante mala, se preguntaba si tú podrías ayudar. Le he dicho que te pasarías por su despacho a eso de las nueve, pero seguro que sigue ahí. -Oh.-Articuló Elizabeth con un nudo en el estómago y mirando a los lados.- Sí, creo que puedo pasarme un rato por allí. Hoy he dormido mucho, así que podré hacer horas extras.- Dijo con voz despreocupadas y media sonrisa. -Estupendo. Buenas noches.- Se despidió Minerva dejándola paso. Elizabeth tenía el corazón prácticamente en la mano. ¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Por qué ahora quería que le ayudase? Intentando que no le estallase la cabeza y que no le diese un infarto, bajó las escaleras aparentando tranquilidad. Pero, si creía que se iba a escapar de McGonagall, se veía lista.
-Elizabeth, un momento.- Pidió Minerva con voz curiosa.- ¿Desde cuando le llamas Severus? -¿Qué? Bueno...no sé...algo de tiempo.-Elizabeth le dio vueltas a la cabeza hasta encontrar la respuesta que le pareció más conveniente.- Supongo que desde que... ejem... me ayudo a escapar. Sí, tal vez más tarde. Minerva se fue dejando a Elizabeth más nerviosa que nunca. Si hubiese habido un terremoto en esos instantes, a Elizabeth no le hubiera importado lo más mínimo, pues no lo hubiese notado. Con la cabeza un tanto aturdida, y no sabía muy bien por qué, se dirigió a las mazmorras con paso tembloroso. No paraba de pensar en Severus y en por qué le había dicho eso a McGonagall. ¿Por qué se tenía que poner tan nerviosa? Se sorprendió frente a la puerta del despacho y tuvo que respirar varias veces antes de llamar a la puerta. Antes de decidirse había dado pasos hacia atrás dudosa de llamar. ¿Qué iba a hacer, o a decir? La escena iba a ser, lo menos, desconcertante. SE prometió que no saldría de ahí sin Severus. -¿Quién es?- La voz fría y cortante de Severus se oyó desde dentro. Elizabeth no respondió, pues no veía el por qué. El hombre sólo necesitaba un par de neuronas para recodar que esperaba respuesta. Decidido esto, empujó la puerta y entro con paso decidido al despacho.
*-*-*-*-* Severus se quedó paralizado cuando alzó la vista indiferente de las hojas y vio a Elizabeth frente a él. Ya iban a ser las diez de la noche, por lo que había supuesto que Elizabeth no quería ni oír hablar de él, pero hay estaba. Y estaba más guapa que nunca. La chica llevaba una ropa simple pero que ella hacía espectacular. Unos vaqueros claros cubrían sus piernas y una chaqueta marrón tapaba una camisa de manga larga roja. Severus se dio cuenta de que la chica iba menos llamativa que de costumbre. Su pelo castaño lo llevaba suelto, como siempre, hasta la cintura, donde se rizaba dándole un aire travieso. Llevaba al cuello un colgante de la marihuana. Lo miraba con las manos en los bolsillos y una mirada que daba a entender que estaba dolida e iba ser muy rencorosa. -¿Qué haces aquí?- Su propia voz lo sacó del embelesamiento. -Querías ayuda, ¿no?- Contestó aguda. Se acercó a su escritorio y se sentó en la mesa.- ¿Qué tengo que hacer? -Pociones.- Contestó Severus disimulando una sonrisa.- Necesito Veritaserum, al parecer a la Sra Umbridge le ha dado por envenenar a los alumnos, lo cual no es asunto mío, y, para mi otro jefe,- Severus observó como Elizabeth no hacía esfuerzos por ocultar una mueca.- necesito paralizantes, algunas curativas de grado alto y...venenos. -¿Nada más?- Preguntó sarcásticamente mientras se levantaba y miraba las estanterías.- ¿De dónde tengo que coger los ingredientes?- Severus se limitó a señalarle un armario a parte. Elizabeth se dirigió ahí.- ¿Qué ingredientes utilizo? Severus se levantó de su asiento consciente de que Elizabeth no pararía hasta verlo enfadado. Se sentía atraído hacia ella, sobre todo después de haberla besado. Si no lo hubiese hecho sería más fácil. Pero ahora la tenía ante sí, tan cerca que con estirar la mano la tocaría. Un cosquilleo de su marca lo sacó de sus alucinaciones y se amonestó. NO tenía que dejar ver sus sentimientos por ella. Por su bien no debía hacerlo. -¿No sabes qué ingredientes necesitas para las pociones?- Preguntó aparentando burla. -Exacto, ¿no me has oído?- Preguntó molesta mientras se cruzaba los brazos y evitaba su mirada.- Por un momento me he olvidado de todo.- Dijo acercándose a él y mirándole con los ojos púrpuras. -No deberías olvidar determinadas cosas.- Aquello se acercaba cada vez más a una conversación de tontos. Elizabeth se acercaba a él sin dejar de mirarle y él se sentía demasiado bien. Sabía que no podía dejarla seguir, pero sus propias piernas le traicionaron caminando hacia Elizabeth. -¿Por qué?- Susurró con voz nerviosa Elizabeth. Sus alientos rozaban y se revolvían en el aire. -Porque es peligroso.- Dijo Severus con voz ronca. Al segundo siguiente no pudo aguantar más y dio el último paso hacia Elizabeth y la rodeó con sus brazos. Bajó su boca al nivel de los labios de Elizabeth y sus labios se juntaron en el beso ansiado por los dos. Tras unos segundos, que podían haber sido perfectamente minutos, horas, Severus apartó a Elizabeth. Ambos temblaban. -No podemos... esto no...- Logró decir antes de que Elizabeth lo besara con pasión. -Por supuesto que podemos.- Murmuró Elizabeth a su oído con voz entrecortada. -Es demasiado peligroso. Yo no quiero que... no puedo permitir que a ti...- Dijo con sus últimas fuerzas. -No me importa. Lo asumo. Puedo aguantar el peligro, pero no estar sin ti.- Dijo Elizabeth con voz segura. -¿Tú quieres...?- Preguntó Severus sin ocultar su nerviosismo. -Sí.- Y ambos se fundieron en un beso eterno que duró toda la noche. Sus almas se juntaron en una y un pacto se selló.
*-*-*-*-* Elizabeth caminaba por los pasillos de Hogwarts sin ningún contratiempo. Una amplia sonrisa recorría su rostro de parte a parte. Estaba muy contenta. Hacía tiempo que no tenía una conversación decente con Clare y, definitivamente, ya era hora de necesitarla. Después de dos horas en las que habían hablado sobre Remus, las últimas películas, Remus, los libros leídos hasta el momento, Remus, los hombres que había por el bar, Remus, la magia, Remus y la magia (como veis de temas variados), Elizabeth había tenido que decir de nuevo adiós a su amiga. Elizabeth aún no se creía que Remus y Clare hubiesen acabado juntos, pero la resultaba genial. Remus le caía muy bien y le apenaba mucho haberle utilizado en Fin de Año, pero ahora resultaba que el hombre no había quedado del todo mal. Además, se llevaba a su mejor amiga, así que no se podía quejar. Llevaban un rato hablando cuando Clare mencionó de nuevo que Remus fuese tan genial (¿Qué si no?) por aceptar que ella fuese muggle. Elizabeth sabía que Remus era un buen tipo y que no hacía estúpidas distinciones de ese tipo. Fue cuando reparó en un pequeño detalle: ¿Hasta qué punto sabía Clare lo genial que era Remus? Elizabeth estuvo el resto de la conversación intentando entrar en el tema, pero, una de dos, o Clare no sabía nada del asunto, o se estaba haciendo la tonta por un extraño motivo. Elizabeth se enfureció un poco con Remus cuando supo que Clare no sabía nada, pues no lo podía estar ocultando tanto, no podía haber saltado el tema sin querer. La cosa estaba clara, su amiga no tenía ni la más remota idea de que Remus era un hombre lobo. La cosa se puso bastante tensa cuando llegó Remus, quien se sentó con ellas igual de desconcertado que ella. Clare les explicó que quería que hablasen un poco y solucionaran las cosas, pues quería que su novio y su amiga fuesen amigos. Ni Elizabeth ni Remus fueron capaces de quejarse y la conversación cambió para dar paso a otros temas, ya no se hablaba de Remus. Después de un rato de gracias y risas, la tensión bajó considerablemente y Clare se arriesgó a dejarlos solos. Fue entonces cuando Elizabeth se lanzó enfurecida contra Remus. -¿Se puede saber por qué no le has contado que eres un licántropo?- Le preguntó soltando chispas por los ojos. -Yo... no creo que ella esté conmigo si lo llega a saber. Y no la culpo.- Dijo Remus bajando la voz gradualmente. -No lo estás haciendo bien, Remus.- Le dijo en un tono más suave al ver el estado del hombre.- La conozco bien y sé que si se lo cuentas más tarde creerá que no confías en ella. Sí, ya sé que lo haces. Pero lo pensará si no eres capaz de creer que te querrá igual. No sé cómo reaccionará cuando sepa que eres un hombre lobo, eso es imprevisible, pero sé que no te perdonará por dudar de ella. En ese momento llegó Clare del baño y Remus no pudo contestar, pero Elizabeth sabía que lo había dejado dudando. El pobre no sabía qué hacer. Si se lo decía Clare cortaría con él muerta de miedo. Si no se lo decía, algún día, tarde o temprano, Clare se estaría, y entonces si que no le perdonaría. 'Un buen dilema.'- Pensó Elizabeth mientras los miraba.'No se quedan detrás de mi problema.' Iba con la cabeza gacha al recordar estos momentos cuando una voz resonó detrás de ella. -Elizabeth.- La llamó quien reconoció cuando se dio la vuelta como McGonagall. -Buenas noches, Minerva.- Saludó deteniéndose a mitad de las escaleras. Se miró de reojo la hora para ver si había llegado tarde y la profesora venía para decirla algo, pero sólo eran las 21:30. Tampoco era tan tarde. -Quería darte un mensaje de parte de Snape.- Elizabeth sintió desfallecer. -¿De Severus?- Preguntó tontamente. -Eh... sí, de Severus.- Respondió sorprendida Minerva.- Necesita ayuda con las pociones, se le está acumulando el trabajo con los informes. Dado que no soy buena en pociones, lo cierto es que soy bastante mala, se preguntaba si tú podrías ayudar. Le he dicho que te pasarías por su despacho a eso de las nueve, pero seguro que sigue ahí. -Oh.-Articuló Elizabeth con un nudo en el estómago y mirando a los lados.- Sí, creo que puedo pasarme un rato por allí. Hoy he dormido mucho, así que podré hacer horas extras.- Dijo con voz despreocupadas y media sonrisa. -Estupendo. Buenas noches.- Se despidió Minerva dejándola paso. Elizabeth tenía el corazón prácticamente en la mano. ¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Por qué ahora quería que le ayudase? Intentando que no le estallase la cabeza y que no le diese un infarto, bajó las escaleras aparentando tranquilidad. Pero, si creía que se iba a escapar de McGonagall, se veía lista.
-Elizabeth, un momento.- Pidió Minerva con voz curiosa.- ¿Desde cuando le llamas Severus? -¿Qué? Bueno...no sé...algo de tiempo.-Elizabeth le dio vueltas a la cabeza hasta encontrar la respuesta que le pareció más conveniente.- Supongo que desde que... ejem... me ayudo a escapar. Sí, tal vez más tarde. Minerva se fue dejando a Elizabeth más nerviosa que nunca. Si hubiese habido un terremoto en esos instantes, a Elizabeth no le hubiera importado lo más mínimo, pues no lo hubiese notado. Con la cabeza un tanto aturdida, y no sabía muy bien por qué, se dirigió a las mazmorras con paso tembloroso. No paraba de pensar en Severus y en por qué le había dicho eso a McGonagall. ¿Por qué se tenía que poner tan nerviosa? Se sorprendió frente a la puerta del despacho y tuvo que respirar varias veces antes de llamar a la puerta. Antes de decidirse había dado pasos hacia atrás dudosa de llamar. ¿Qué iba a hacer, o a decir? La escena iba a ser, lo menos, desconcertante. SE prometió que no saldría de ahí sin Severus. -¿Quién es?- La voz fría y cortante de Severus se oyó desde dentro. Elizabeth no respondió, pues no veía el por qué. El hombre sólo necesitaba un par de neuronas para recodar que esperaba respuesta. Decidido esto, empujó la puerta y entro con paso decidido al despacho.
*-*-*-*-* Severus se quedó paralizado cuando alzó la vista indiferente de las hojas y vio a Elizabeth frente a él. Ya iban a ser las diez de la noche, por lo que había supuesto que Elizabeth no quería ni oír hablar de él, pero hay estaba. Y estaba más guapa que nunca. La chica llevaba una ropa simple pero que ella hacía espectacular. Unos vaqueros claros cubrían sus piernas y una chaqueta marrón tapaba una camisa de manga larga roja. Severus se dio cuenta de que la chica iba menos llamativa que de costumbre. Su pelo castaño lo llevaba suelto, como siempre, hasta la cintura, donde se rizaba dándole un aire travieso. Llevaba al cuello un colgante de la marihuana. Lo miraba con las manos en los bolsillos y una mirada que daba a entender que estaba dolida e iba ser muy rencorosa. -¿Qué haces aquí?- Su propia voz lo sacó del embelesamiento. -Querías ayuda, ¿no?- Contestó aguda. Se acercó a su escritorio y se sentó en la mesa.- ¿Qué tengo que hacer? -Pociones.- Contestó Severus disimulando una sonrisa.- Necesito Veritaserum, al parecer a la Sra Umbridge le ha dado por envenenar a los alumnos, lo cual no es asunto mío, y, para mi otro jefe,- Severus observó como Elizabeth no hacía esfuerzos por ocultar una mueca.- necesito paralizantes, algunas curativas de grado alto y...venenos. -¿Nada más?- Preguntó sarcásticamente mientras se levantaba y miraba las estanterías.- ¿De dónde tengo que coger los ingredientes?- Severus se limitó a señalarle un armario a parte. Elizabeth se dirigió ahí.- ¿Qué ingredientes utilizo? Severus se levantó de su asiento consciente de que Elizabeth no pararía hasta verlo enfadado. Se sentía atraído hacia ella, sobre todo después de haberla besado. Si no lo hubiese hecho sería más fácil. Pero ahora la tenía ante sí, tan cerca que con estirar la mano la tocaría. Un cosquilleo de su marca lo sacó de sus alucinaciones y se amonestó. NO tenía que dejar ver sus sentimientos por ella. Por su bien no debía hacerlo. -¿No sabes qué ingredientes necesitas para las pociones?- Preguntó aparentando burla. -Exacto, ¿no me has oído?- Preguntó molesta mientras se cruzaba los brazos y evitaba su mirada.- Por un momento me he olvidado de todo.- Dijo acercándose a él y mirándole con los ojos púrpuras. -No deberías olvidar determinadas cosas.- Aquello se acercaba cada vez más a una conversación de tontos. Elizabeth se acercaba a él sin dejar de mirarle y él se sentía demasiado bien. Sabía que no podía dejarla seguir, pero sus propias piernas le traicionaron caminando hacia Elizabeth. -¿Por qué?- Susurró con voz nerviosa Elizabeth. Sus alientos rozaban y se revolvían en el aire. -Porque es peligroso.- Dijo Severus con voz ronca. Al segundo siguiente no pudo aguantar más y dio el último paso hacia Elizabeth y la rodeó con sus brazos. Bajó su boca al nivel de los labios de Elizabeth y sus labios se juntaron en el beso ansiado por los dos. Tras unos segundos, que podían haber sido perfectamente minutos, horas, Severus apartó a Elizabeth. Ambos temblaban. -No podemos... esto no...- Logró decir antes de que Elizabeth lo besara con pasión. -Por supuesto que podemos.- Murmuró Elizabeth a su oído con voz entrecortada. -Es demasiado peligroso. Yo no quiero que... no puedo permitir que a ti...- Dijo con sus últimas fuerzas. -No me importa. Lo asumo. Puedo aguantar el peligro, pero no estar sin ti.- Dijo Elizabeth con voz segura. -¿Tú quieres...?- Preguntó Severus sin ocultar su nerviosismo. -Sí.- Y ambos se fundieron en un beso eterno que duró toda la noche. Sus almas se juntaron en una y un pacto se selló.
