No os voy a distraer, disfruten de la obra:
Capítulo 2
-¡Maldita sea!- Catherine se llevó el dedo a la boca para chuparse el doloroso corte que se había hecho.
Contempló enfadada el espejo con el que se había hecho el corte y deseó que sus compañeras de cuarto fuesen más cuidadosas con el edificio, pero claro, ¿qué cuidado se podía tener entre algo que odiabas?
Supuso que Michelle abría tenido mala que tenía que puntería una de las muchas veces que jugaba a tirar su cepillo hasta el estante del cuarto de baño o algo parecido. Catherine se apuntó mentalmente amonestarla seriamente. Esta vez había sido ella la herida, y no le había pasado gran cosa, pero si alguna de las niñas entraba y le daba por recoger todo ese desastre... Un horroroso estremecimiento recorrió su cuerpo en señal de premonición. Miró hacia los lados esperando oír algún ruido, pero no escuchó a nadie.
Se incorporó del suelo donde había estado recogiendo y se dirigió a su cama, aún ejerciendo presión sobre la herida, que no parecía querer dejar de sangrar. Se agachó y sacó de debajo de la cama un baúl bastante grande. Lo abrió y buscó con la mirada hasta que se paró en lo que buscaba, su varita. La cogió con fuerza y se dirigió al baño todavía con el oído alerta. Any sabía que era bruja, pero las demás no. Además, a Catherine no le agradaba la idea de que lo supieran, podrían acabar en peligro. Si hubiese sabido todos los problemas del mundo mágico, dudaba mucho que se lo hubiese dicho si quiera a ella.
-"Reparus"- Su voz firme y segura se oyó por la habitación y del cuarto de baño salió una rápida luz color violeta.
Catherine observó satisfecha el resultado de su hechizo. El espejo se había restaurado en un abrir y cerrar de ojos y mostraba su imagen con total perfección.
'Incluso está más limpio que antes' Pensó divertida.
Su sonrisa se esfumó y su mirada se tornó triste y preocupada. En uno de los lados del espejo se veían gotas de sangre, que, según suponía, no se irían hasta que se rompiera definitivamente. Se dio la vuelta y pegó un portazo al cerrar la puerta del baño con fuerza.
Aunque le costaba admitirlo, estaba bastante contenta con los resultados de su hechizo e incluso empezaba a pensar que los profesores no estuviesen tan equivocados y no fuese mala en eso de la magia. Lo peor de todos estos años de aguantar a que empezara el curso de nuevo era el hecho de que utilizar magia estaba prohibido. No entendía esta norma.
'¿Para qué nos enseñan magia si luego nos castigan por utilizarla?' Este pensamiento acompañaba todos los largos veranos desde primero.
Pero, por fin, aquél año le estaba permitido utilizar magia siempre que quisiese. Aunque aún faltaban dos semanas para el comienzo de su 7º y último curso de Hogwarts, Catherine tenía hecha la maleta desde cabía otras dos.
Estaba deseando el comienzo de este año, ya que sería el definitivo para elegir su futuro. ¿Por qué mentir? Catherine no tenía ni idea de qué dedicarse cuando abandonase Hogwarts. Dumbledore no paraba de aconsejarle la carrera de Auror, pero no estaba del todo convencida.
'En fin, eso ya lo decidiré más tarde.'-Se dijo a sí misma.'Hasta dentro de 10 meses será mejor tener la cabeza despejada y ocuparme en otras cosas, como en Matt...'
Catherine se mordió el labio recordando al chico que le gustaba. Bueno, no es le gustara, pero tenía posibilidades, muchas posibilidades. Más que nada porque era el único chico de Hogwarts que valía la pena. Catherine cerró los ojos y pensó en los chicos que todavía quedarían Hogwarts este año. Estaba Cole, el cual estaba bastante bien pero era sólo un amigo y nada más. Por otro lado Scott, quien no le llegaba a gustar, demasiado prepotente. Y, a parte de Matt, estaba el guapísimo Rudolf, pero Catherine prefería pasar de él porque le gustaba demasiado la marcha y era bien conocida sui fama de mujeriego. Usaba a las chicas como productos de usar y tirar, por lo que muchas veces había discutido acaloradamente con ella. No, Rudolf no era definitivamente de su tipo.
Aunque, seamos sinceras, Catherine tenía claro que no se iba a pasar el curso preocupada por los chicos y los bailes, para eso ya estaban las demás chicas. Ella quería dedicarse a, ya no al estudio, si no al conocimiento de los Slytherin.
Sí, los chicos de esta casa parecían un imán hacia el lado oscuro, y todo el mundo lo sabía. Pero Catherine quería llegar más lejos, pues, aunque no se quería dedicar a Auror, tenía de seguro que sería parte de la Orden de Dumbledore p'ara luchar contra Voldemort. Dumbledore se lo había comentado una vez, pero cuando Catherine le había dicho que quería entrar, el hombre había dicho que no, que todavía no podía entrar, ya que era muy pequeña y podría ser peligroso.
Fue eso, más que nada, lo que la ayudó a seguir con la idea continuar sus estudios en Hogwarts, pues le aburrían demasiado las largas mañanas de clases y las soporíferas tardes de deberes, ¿o era al contrario? El caso es que se había dedicado a espiar superficialmente a los Slytherin y, para su sorpresa, ya tenía una lista con veinticinco nombres aproximadamente. Dumbledore también se mostró asombrado, y la prohibió seguir con esto. Desde mitad del curso había tenido especial cuidado en que no la descubrieran dos bandos: ni los Slytherin ni Dumbledore.
Aparte de todas estas presiones, que si Auror, que si te he visto,... su vida no estaba ni remotamente mal. Tenía a sus amigas, Kiela, Chloe, Rossie y Sarah, incluyendo también a su amiga del orfanato, Any. Todas ellas la querían y le mostraban todo su apoyo, incluso cuando no sabían de qué se trataba.
Después estaban los chicos, pues no todos eran carne para atrapar. Estaban Josh, Michael, Carl, Cole, uno de los chicos más deseados de todo Hogwarts, y Brendam. Todos ellos estaban totalmente dispuestos a defenderla incluso en las batallas perdidas. También eran una buena opción, a veces la mejor, para que te ayudaran en alguna travesura para llevar a cabo venganzas.
Catherine recordó aquella vez en que le había tocado a ella ayudar y se había llevado un buen castigo impuesto por el Sr Castle, el profesor de pociones, por haberle metido lombrices secas en el caldero de un imbécil entrometido. Lo mejor de todo fue el efecto que produjo, ya que al minuto siguiente comenzaron a salir lombrices vivas del caldero. Estuvo castigada durante tres semanas limpiando tanto el aula de pociones como el pasillo de las mazmorras. Incluso dos meses después, algunos chicos decían que se habían encontrado lombrices por los pasillos, pero Catherine nunca vio ninguna.
Catherine sonrió tumbándose en la cama boca arriba. Un gran sentimiento de nostalgia inundó su mente. Definitivamente echaba de menos Hogwarts. Odiaba aquél orfanato. Sí, siempre la habían tratado bien, pero vivir en aquellas paredes significaba un estancamiento, por mucho que lo negaran los empleados sociales.
Oyó ruido de pasos provenientes del pasillo y unos segundos después la puerta del dormitorio se abrió.
-¿Pensando en chicos?- Preguntó su amiga Any sentándose a su lado.
-Entre otras cosas.- Confesó Catherine observando las goteras del techo.- ¿Cómo lo has sabido?
-Supongo que después de hacer amistades con una bruja, una desarrolla poderes alternativos, ¿no crees?- Bromeó con mirada pícara la rubia.
-No me querrás quitar el puesto, ¿verdad?- Preguntó Catherine siguiéndole el rollo.- En Hogwarts sólo tienen insultos para una huérfana, lo siento.
Any le lanzó una almohada a la cara y Catherine tuvo que levantarse para no recibir más golpes. Se sentó en la cama de al lado y observó como el rostro de Any, al igual que el de ella, se ensombrecía por instantes. Any se levantó y se tumbó en la cama mientras derraba los ojos.
-¿Te irás este año también?- Preguntó con la voz entrecortada.
-Sí, pero es mi último año, después...- Dijo Catherine en un susurro.
-Después no tendrás que volver más a este asqueroso lugar y te olvidarás de mí.- La cortó con voz alterada.
-¡No digas eso!- Exclamó escandalizada Catherine. No es que no lo hubiese pensado antes, pero le daba miedo lo que pudiese pasar en el futuro.- Eses mi mejor amiga, Any, nada cambiará.
-Claro que sí.- Protestó Any abriendo los ojos y mostrando unas lágrimas.- Comenzarás una vida, tu vida, y te irás lejos. Te irás al mundo mágico definitivamente. Ya no tendrás nada que te retenga y te quedarás... para siempre.
-Te equivocas.- Replicó bastante afectada por las palabras de su amiga.- Tengo algo que me ata, ¿o es que no recuerdas?
-¿A qué te refieres?- Preguntó Any. Las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.
-A las películas.- Contestó con voz fría Catherine. Any la golpeó con la mano, pero sin fuerzas.- No, no es eso, aunque debes creerme cuando te digo que las mágicas no son nada buenas, aquí están mejor.- Any sonrió y a Catherine le complació mucho.- Lo que pasa es que todavía no has conocido a todas mis amigas, ¿recuerdas? Prometí que las conocerías a todas, y a todas vas a conocer, lo juro. Aunque cumpla noventa años, ojalá no. Todavía me falte Chloe y Crista.
Any se incorporó y Catherine la abrazó con fuerza. Tuvo que luchar para que no se le soltasen un par de lágrimas.
-Gracias.- Murmuró Any.
-No tienes de qué. Además, no pienso dejarte sola. Te necesito.- La susurró.- Nunca he estado sin ti.- Se separó de ella y la secó las lágrimas.- ¿Desde cuándo hemos estado juntas?
-Desde que me trajeron con dos años, supongo.- Contestó medio sollozando Any.
-¿Y cuántas veces me has tenido que ayudar en algún lío?- Any sonrió.- ¿Y cuántas veces has necesitado ayuda y yo te la he pedido?- Any no contestó.- Lo que me espera es duro... y peligroso. Pero sé que puedo conseguirlo si tú me apoyas.
-¿Lo dices en serio?- Preguntó con los ojos bien abiertos.
-Completamente.- Respondió con firmeza.- Y espero que tú estés igual, porque hay que tener mucho valor para dedicarse a la enseñanza después de que hayas visto cómo tratamos a los maestros. ¿Estás segura que quieres seguir el camino de la perdición?- Preguntó en un tono dramático.
-Sí, creo que podré enseñar algo de provecho a los niños y no echarme atrás, como hacen todos los que pasan por sus manos, No soy de las que me rindo. Además, la universidad está lejos de aquí, en el norte, así que me alejaré de toda esta mierda de una vez por todas. ¿Me escribirás a la universidad?
-Si, claro. Ahora ya sé que no debo utilizar a Cold en nuestros mensajes, así que no te preocupes por recibir en medio de tus clases a un halcón con una carta en el pico. No tendrás que aguantar las preguntas.
Las dos comenzaron a reírse, pero un ruido seco las hizo enmudecer. Catherine se levantó de un salto distinguiendo ese ruido, no era tonta y sabía muy bien su origen. Su teoría se afirmó cuando un Mortífago se apareció delante de ella.
¿Sí? ¿No? Quien diga sí puede pasar. Los que digan que no, no es que puedan, es que les obligo a que sigan. Bueno, no hagáis caso, soy un poco exagerada. Aunque si seguís leyendo seguro que os gusta más.
¡Hasta el siguiente capítulo!
Capítulo 2
-¡Maldita sea!- Catherine se llevó el dedo a la boca para chuparse el doloroso corte que se había hecho.
Contempló enfadada el espejo con el que se había hecho el corte y deseó que sus compañeras de cuarto fuesen más cuidadosas con el edificio, pero claro, ¿qué cuidado se podía tener entre algo que odiabas?
Supuso que Michelle abría tenido mala que tenía que puntería una de las muchas veces que jugaba a tirar su cepillo hasta el estante del cuarto de baño o algo parecido. Catherine se apuntó mentalmente amonestarla seriamente. Esta vez había sido ella la herida, y no le había pasado gran cosa, pero si alguna de las niñas entraba y le daba por recoger todo ese desastre... Un horroroso estremecimiento recorrió su cuerpo en señal de premonición. Miró hacia los lados esperando oír algún ruido, pero no escuchó a nadie.
Se incorporó del suelo donde había estado recogiendo y se dirigió a su cama, aún ejerciendo presión sobre la herida, que no parecía querer dejar de sangrar. Se agachó y sacó de debajo de la cama un baúl bastante grande. Lo abrió y buscó con la mirada hasta que se paró en lo que buscaba, su varita. La cogió con fuerza y se dirigió al baño todavía con el oído alerta. Any sabía que era bruja, pero las demás no. Además, a Catherine no le agradaba la idea de que lo supieran, podrían acabar en peligro. Si hubiese sabido todos los problemas del mundo mágico, dudaba mucho que se lo hubiese dicho si quiera a ella.
-"Reparus"- Su voz firme y segura se oyó por la habitación y del cuarto de baño salió una rápida luz color violeta.
Catherine observó satisfecha el resultado de su hechizo. El espejo se había restaurado en un abrir y cerrar de ojos y mostraba su imagen con total perfección.
'Incluso está más limpio que antes' Pensó divertida.
Su sonrisa se esfumó y su mirada se tornó triste y preocupada. En uno de los lados del espejo se veían gotas de sangre, que, según suponía, no se irían hasta que se rompiera definitivamente. Se dio la vuelta y pegó un portazo al cerrar la puerta del baño con fuerza.
Aunque le costaba admitirlo, estaba bastante contenta con los resultados de su hechizo e incluso empezaba a pensar que los profesores no estuviesen tan equivocados y no fuese mala en eso de la magia. Lo peor de todos estos años de aguantar a que empezara el curso de nuevo era el hecho de que utilizar magia estaba prohibido. No entendía esta norma.
'¿Para qué nos enseñan magia si luego nos castigan por utilizarla?' Este pensamiento acompañaba todos los largos veranos desde primero.
Pero, por fin, aquél año le estaba permitido utilizar magia siempre que quisiese. Aunque aún faltaban dos semanas para el comienzo de su 7º y último curso de Hogwarts, Catherine tenía hecha la maleta desde cabía otras dos.
Estaba deseando el comienzo de este año, ya que sería el definitivo para elegir su futuro. ¿Por qué mentir? Catherine no tenía ni idea de qué dedicarse cuando abandonase Hogwarts. Dumbledore no paraba de aconsejarle la carrera de Auror, pero no estaba del todo convencida.
'En fin, eso ya lo decidiré más tarde.'-Se dijo a sí misma.'Hasta dentro de 10 meses será mejor tener la cabeza despejada y ocuparme en otras cosas, como en Matt...'
Catherine se mordió el labio recordando al chico que le gustaba. Bueno, no es le gustara, pero tenía posibilidades, muchas posibilidades. Más que nada porque era el único chico de Hogwarts que valía la pena. Catherine cerró los ojos y pensó en los chicos que todavía quedarían Hogwarts este año. Estaba Cole, el cual estaba bastante bien pero era sólo un amigo y nada más. Por otro lado Scott, quien no le llegaba a gustar, demasiado prepotente. Y, a parte de Matt, estaba el guapísimo Rudolf, pero Catherine prefería pasar de él porque le gustaba demasiado la marcha y era bien conocida sui fama de mujeriego. Usaba a las chicas como productos de usar y tirar, por lo que muchas veces había discutido acaloradamente con ella. No, Rudolf no era definitivamente de su tipo.
Aunque, seamos sinceras, Catherine tenía claro que no se iba a pasar el curso preocupada por los chicos y los bailes, para eso ya estaban las demás chicas. Ella quería dedicarse a, ya no al estudio, si no al conocimiento de los Slytherin.
Sí, los chicos de esta casa parecían un imán hacia el lado oscuro, y todo el mundo lo sabía. Pero Catherine quería llegar más lejos, pues, aunque no se quería dedicar a Auror, tenía de seguro que sería parte de la Orden de Dumbledore p'ara luchar contra Voldemort. Dumbledore se lo había comentado una vez, pero cuando Catherine le había dicho que quería entrar, el hombre había dicho que no, que todavía no podía entrar, ya que era muy pequeña y podría ser peligroso.
Fue eso, más que nada, lo que la ayudó a seguir con la idea continuar sus estudios en Hogwarts, pues le aburrían demasiado las largas mañanas de clases y las soporíferas tardes de deberes, ¿o era al contrario? El caso es que se había dedicado a espiar superficialmente a los Slytherin y, para su sorpresa, ya tenía una lista con veinticinco nombres aproximadamente. Dumbledore también se mostró asombrado, y la prohibió seguir con esto. Desde mitad del curso había tenido especial cuidado en que no la descubrieran dos bandos: ni los Slytherin ni Dumbledore.
Aparte de todas estas presiones, que si Auror, que si te he visto,... su vida no estaba ni remotamente mal. Tenía a sus amigas, Kiela, Chloe, Rossie y Sarah, incluyendo también a su amiga del orfanato, Any. Todas ellas la querían y le mostraban todo su apoyo, incluso cuando no sabían de qué se trataba.
Después estaban los chicos, pues no todos eran carne para atrapar. Estaban Josh, Michael, Carl, Cole, uno de los chicos más deseados de todo Hogwarts, y Brendam. Todos ellos estaban totalmente dispuestos a defenderla incluso en las batallas perdidas. También eran una buena opción, a veces la mejor, para que te ayudaran en alguna travesura para llevar a cabo venganzas.
Catherine recordó aquella vez en que le había tocado a ella ayudar y se había llevado un buen castigo impuesto por el Sr Castle, el profesor de pociones, por haberle metido lombrices secas en el caldero de un imbécil entrometido. Lo mejor de todo fue el efecto que produjo, ya que al minuto siguiente comenzaron a salir lombrices vivas del caldero. Estuvo castigada durante tres semanas limpiando tanto el aula de pociones como el pasillo de las mazmorras. Incluso dos meses después, algunos chicos decían que se habían encontrado lombrices por los pasillos, pero Catherine nunca vio ninguna.
Catherine sonrió tumbándose en la cama boca arriba. Un gran sentimiento de nostalgia inundó su mente. Definitivamente echaba de menos Hogwarts. Odiaba aquél orfanato. Sí, siempre la habían tratado bien, pero vivir en aquellas paredes significaba un estancamiento, por mucho que lo negaran los empleados sociales.
Oyó ruido de pasos provenientes del pasillo y unos segundos después la puerta del dormitorio se abrió.
-¿Pensando en chicos?- Preguntó su amiga Any sentándose a su lado.
-Entre otras cosas.- Confesó Catherine observando las goteras del techo.- ¿Cómo lo has sabido?
-Supongo que después de hacer amistades con una bruja, una desarrolla poderes alternativos, ¿no crees?- Bromeó con mirada pícara la rubia.
-No me querrás quitar el puesto, ¿verdad?- Preguntó Catherine siguiéndole el rollo.- En Hogwarts sólo tienen insultos para una huérfana, lo siento.
Any le lanzó una almohada a la cara y Catherine tuvo que levantarse para no recibir más golpes. Se sentó en la cama de al lado y observó como el rostro de Any, al igual que el de ella, se ensombrecía por instantes. Any se levantó y se tumbó en la cama mientras derraba los ojos.
-¿Te irás este año también?- Preguntó con la voz entrecortada.
-Sí, pero es mi último año, después...- Dijo Catherine en un susurro.
-Después no tendrás que volver más a este asqueroso lugar y te olvidarás de mí.- La cortó con voz alterada.
-¡No digas eso!- Exclamó escandalizada Catherine. No es que no lo hubiese pensado antes, pero le daba miedo lo que pudiese pasar en el futuro.- Eses mi mejor amiga, Any, nada cambiará.
-Claro que sí.- Protestó Any abriendo los ojos y mostrando unas lágrimas.- Comenzarás una vida, tu vida, y te irás lejos. Te irás al mundo mágico definitivamente. Ya no tendrás nada que te retenga y te quedarás... para siempre.
-Te equivocas.- Replicó bastante afectada por las palabras de su amiga.- Tengo algo que me ata, ¿o es que no recuerdas?
-¿A qué te refieres?- Preguntó Any. Las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.
-A las películas.- Contestó con voz fría Catherine. Any la golpeó con la mano, pero sin fuerzas.- No, no es eso, aunque debes creerme cuando te digo que las mágicas no son nada buenas, aquí están mejor.- Any sonrió y a Catherine le complació mucho.- Lo que pasa es que todavía no has conocido a todas mis amigas, ¿recuerdas? Prometí que las conocerías a todas, y a todas vas a conocer, lo juro. Aunque cumpla noventa años, ojalá no. Todavía me falte Chloe y Crista.
Any se incorporó y Catherine la abrazó con fuerza. Tuvo que luchar para que no se le soltasen un par de lágrimas.
-Gracias.- Murmuró Any.
-No tienes de qué. Además, no pienso dejarte sola. Te necesito.- La susurró.- Nunca he estado sin ti.- Se separó de ella y la secó las lágrimas.- ¿Desde cuándo hemos estado juntas?
-Desde que me trajeron con dos años, supongo.- Contestó medio sollozando Any.
-¿Y cuántas veces me has tenido que ayudar en algún lío?- Any sonrió.- ¿Y cuántas veces has necesitado ayuda y yo te la he pedido?- Any no contestó.- Lo que me espera es duro... y peligroso. Pero sé que puedo conseguirlo si tú me apoyas.
-¿Lo dices en serio?- Preguntó con los ojos bien abiertos.
-Completamente.- Respondió con firmeza.- Y espero que tú estés igual, porque hay que tener mucho valor para dedicarse a la enseñanza después de que hayas visto cómo tratamos a los maestros. ¿Estás segura que quieres seguir el camino de la perdición?- Preguntó en un tono dramático.
-Sí, creo que podré enseñar algo de provecho a los niños y no echarme atrás, como hacen todos los que pasan por sus manos, No soy de las que me rindo. Además, la universidad está lejos de aquí, en el norte, así que me alejaré de toda esta mierda de una vez por todas. ¿Me escribirás a la universidad?
-Si, claro. Ahora ya sé que no debo utilizar a Cold en nuestros mensajes, así que no te preocupes por recibir en medio de tus clases a un halcón con una carta en el pico. No tendrás que aguantar las preguntas.
Las dos comenzaron a reírse, pero un ruido seco las hizo enmudecer. Catherine se levantó de un salto distinguiendo ese ruido, no era tonta y sabía muy bien su origen. Su teoría se afirmó cuando un Mortífago se apareció delante de ella.
¿Sí? ¿No? Quien diga sí puede pasar. Los que digan que no, no es que puedan, es que les obligo a que sigan. Bueno, no hagáis caso, soy un poco exagerada. Aunque si seguís leyendo seguro que os gusta más.
¡Hasta el siguiente capítulo!
