No tardaron los de Slytherin, por turno, en desaparecer pasillo abajo. James y Sirius se quedaron donde estaban, helados bajo la capa.

-¿Qué...?- empezó James, pero no se le ocurrió cómo continuar la pregunta-. ¿Desde cuándo...? -Pero también esta vez se quedó callado. Sirius, a su lado, meneaba la cabeza de un lado a otro, como intentando despertar o convencerse de que lo que acababa de ver se trataba solo de una simple pesadilla, no era real...

-Volvamos- propuso James al poco, echando a andar.

Sirius no abrió la boca, sumido en sus propias cavilaciones durante todo el camino de regreso a la sala común. Sin embargo, cuando enfilaron el pasillo en el que se encontraba el retrato de la Señora Gorda, se detuvo en seco, con la vista perdida en algún sitio al que James no podía llegar.

-¿Qué se traen entre manos?- soltó de pronto, sin mirar al otro. James lo miró y sonrió con malicia.

-Mañana lo sabremos-respondió. Los ojos azul eléctrico de Sirius se clavaron en él.

-¡Vaya que sí! No pienso parar hasta que no sepa en que lío ha metido ese estúpido a mi prima.

Se quitaron la capa, metiéndola de nuevo en la mochila de Colagusano, y dándole la contraseña a la Señora Gorda, entraron en la sala común.

Casi estaba vacía, a excepción de unas chicas de segundo, que en un rincón, hablaban y reían animosamente, y junto al fuego, Lupin ayudaba a Colagusano con su trabajo de Transformaciones. Lupin se levantó nada más verlos.

-¿Qué tal...?

-¡No me hables!- ladró Sirius tirando la mochila de Colagusano al suelo. Sin una palabra más, desapareció por las escaleras que llevaban a los dormitorios de los chicos.

Los ojos de Lupin, irradiando sorpresa, se clavaron en James. -¿Qué ha pasado?

James se dejó caer en un sillón, y Lupin se sentó a su lado. -Su prima Bella. Estaba con Snape y otro de Slytherin. No sé por qué le ha entado mal, creía que ya sabía de sobra que los de Slytherin son todos iguales.

-¿Y qué hacían?

-Hablaban.

Lupin arqueó las cejas. James hizo una mueca de agotamiento, mientras se incorporaba un poco en su asiento. Con un suspiro, y vigilando que nadie les oyera, puso a su amigo al corriente de lo que habían oído. Él no hizo ningún comentario al respecto, y la sala se sumió en el silencio, únicamente interrumpida por el cuchicheo de las chicas de segundo y el suave crepitar de las llamas en la chimenea. Al poco tiempo, James se levantó.

-Voy a ver cómo se encuentra- murmuró.

Se agachó y recogió la mochila de Colagusano del suelo. Sacó la capa de invisibilidad y le lanzó la bolsa a su dueño. Comenzó a subir las escaleras de caracol sin mucho ánimo. No hubiera sabido decir por qué, pero se notaba extrañamente somnoliento y cansado. El sonido de una puerta abriéndose con cuidado detrás de él, le hizo recuperar parte de su sentido.

-James...

Él se quedó helado. No podía creer lo que oía. Tal vez su embotado cerebro le estuviera gastando una broma de mal gusto. Pero no, ahora se sentía totalmente despejado. Se giró muy despacio, sin preocuparse de esconder la capa tras su espalda. Cuando sus ojos avellana se perdieron dentro de aquellos ojos verde brillante que tanto le gustaban, se quedó con la mente en blanco, sin saber qué decir. Ella le sonreía, y según le pareció, tenía la sonrisa más bonita del mundo entero. Se acercó lentamente a él.

-Oye...- ella también parecía haberse quedado sin ideas-. Eeehh... Siento lo que te dije antes.

-¿Qué? ¡Ah! No importa. Yo también me pasé...

Ella se rió entre dientes. Agachó la cabeza y le tomó la mano. Él notó como si una bola de calor que habitase en su estómago comenzara a subir hasta su cabeza, bloqueando aún más sus pensamientos y haciéndola casi estallar en llamas. Ella dejó algo en su mano, algo frío, que se agitaba. Él apretó la snitch.

-Gracias- murmuró Lily, y girando sobre sus talones, desapareció en el dormitorio de las chicas.

James se dio la vuelta, con el corazón casi saliéndosele por la boca y apretando la snitch hasta casi hacerse daño.