Entró en el dormitorio redondo y encontró a Sirius echado en su cama
con dosel, con los ojos azul eléctrico clavados en el techo, sin
parapadear. No se movió cuando James, después de dejar la capa de
invisibilidad a buen recaudo en las profundidadeds de su baúl, se sentó a
los pies de su cama. Todavía apretaba la snitch en la mano, sin saber por
qué. Se quedó un rato ensimismado, pensando en Lily, en sus hermosos ojos
verdes, en aquella mirada, en su melena roja... y sobre todo, en si de
verdad había cambiado como parecía y estaba dispuesta a salir con él... en
vez de con el calamar gigante.
Al cabo de unos segundos, se acordó de qué era lo que le había hecho estar ahí sentado, y harto de tanto silencio, decidió romperlo.
-Padfoot... ¿estás todavía molesto? ¿Quieres que hablemos?
-Hablar... ¿de qué?
-Sabes de sobra de qué. Ahora no te hagas el tonto. ¿Por qué te ha sentado así lo de tu prima? ¿Acaso esperabas que fuera diferente? Quiero decir... está en Slytherin, ¿no? Allí todos son así.
Sirius se rió cínicamente, pero sin mirarlo. Al poco se incorporó, mirando a James directamente a los ojos.
-Vamo a ver si lo entiendes- dijo-. Tú conoces a mi familia, y sabes tan bien como yo cuáles son sus tendencias y su forma de pensar. Todos los magos tenebrosos han salido de Slytherin, y no quiero que mi prima sea uno de ellos, ¿comprendes? No es tan difícil. En un ambiente como el que se respira en mi familia, lo complicado sería NO ser un mortífago. Por eso no quiero que Bella lo sea... no quiero.
Volvió a echarse en la cama.
-¡Eh, Padfoot!- dijo James sacudiénole del hombro. No soportaba ver a su amigo en aquel estado de depresión, aquél no era su Sirius-. No te atormentes antes de tiempo. Mañana saldremos de dudas, y si es lo que tu piensas.... pues bueno, ¿qué se le va a hacer? Al fin y al cabo es su elección, y tú no puedes hacer nada por evitarlo. Y si no es así... ¡piensa en positivo, tío!
Le dio un puñetazo cariñoso en el hombro, pero no consiguió arrancarle la más leve sonrisa. James pensó entonces que aquel asunto preocupaba a su amigo más de lo que había creído él en un principio. Sirius exhaló un profundo y prolongado suspiro de resignación.
-Sí- dijo casi en un susurro-. Tal vez tengas razón. Tal vez todo sean imaginaciones mías... Pero algo me dice que hay mucho de cierto en lo que creo. De todas formas, mañana lo sabremos. Buenas noches.
Sirius corrió las cortinas de su cama adoselada, con un leve chirrido, mientras James se ponía el pijama. Justo cuando había acabado, Frank Longbottom entró en el dormitorio.
-¡Hola, James!- entonces reparó en las cortinas que ocultaban a Sirius de la vista y bajó la voz-. ¿Está dormido?
-No creo. ¿De dónde vienes a estas horas? No hace mucho que he subido yo, y en la sala común no estabas.
Frank se puso un poco colorado. James alzó una ceja, creyendo adivinar el porqué.
-Bueeenoo... De la biblioteca, ¿de dónde si no? He estado acabando unos trabajillos.
-¿Tú solo?
-Eeeeh... Sí, por supuesto.
-Ya, ya. Pues, ¿sabes? Yo no me quedaría solo hasta tan tarde. Debe resultar aburrido.
-Oye, no todo el mundo opina como tú. Yo me lo he pasado en grande.
-Frank, a mí me lo puedes contar. Es decir, yo no te lo ocultaría, ni se lo voy a contar a nadie. Puedes confiar en mí, ¡soy tu amigo!
-Sí, claro. También eras mi amigo cuando metiste una bomba fétida en mi baúl, ¿no?
James le miró con sorpresa.
-Ése fue Sirius.
-¿Y qué me dices de lo de aquel caramelo que ocultaste en mi túnica en clase que olía a huevo podrido?
-No fui yo, fue Remus.
-¡Ja! Eso no te lo crees ni tú.
-Vale, de acuerdo fui yo. ¿Pero cuándo te he traicionado?
-Nunca, porque nunca te he contado nada.
-¿Ves? Pues ya va siendo hora de acabar con eso. Venga, dime con quien has estado en la biblioteca.
Frank volvió a sonrojarse.
-Con Alice.
-¿Alice? ¿Esa chica morena de ojos miel?
-Sí, esa. Llevamos saliendo dos semanas.
-¡No me digas! ¡Eh, Padfoot! ¿A que no sabes con quién...?
-¡James! Prometiste no decírselo a nadie.
-Da igual, ya lo he oído- gruñó Sirius desde su cama-. Y hablad un poco más bajo, o se enterará hasta el calamar gigante.
-Bueno, ¿y cuáles eran los trabajillos, si puede saberse?- preguntó James bajando la voz hasta un susurro casi imperceptible-. ¿No sería...?
-¡No! No seas burro. Eran sobre Defensa Contra las Artes Oscuras.
-¡Ah! ¿Todavía quieres ser Auror?
-¡Pues claro! Es el único oficio que realmente merece la pena. Además, a Alice le gusta tanto o más que a mí. Imagínate, la de cosas que podríamos hacer juntos.
Frank comenzó a disertar sobre sus planes futuros con Alice, y James no tardó en desconectar y detenerse en acariciar las alas de la snitch, fuertemente sujeta en su mano. Las alas eran más suaves incluso de lo que eran antes de que Lily se la devolviera, y estaba seguro de que la esfera dorada brillaba más...
En ese momento entraron Neil McGregor y Allan Johnson. Saludaron y se fueron hacia sus respectivas camas. James lanzó un fingido bostezo, con lo que Frank se le quedó mirando como si acabara de hacer algo raro.
-¡Dios mío! ¡Qué sueño tengo! Mejor me voy a la cama. Si estos tres se van a dormir, no vamos a hacer más que molestarles, Frank.
Y sin dejarle al otro replicar, se echó en la cama y corrió las cortinas. Lo que en realidad quería era estar solo.
Se sentó sobre la almohada y dobló las rodillas, poniendo los pies sobre el colchón. Sonrió para sí. Jugueteó un poco con la snitch entre los dedos y con una sensación punzante en la boca del estómago, se decidió a abrirla. Era una snitch hueca, que se podía abrir fácilmente por la mitad. Él mismo la había fabricado, claro está, partiendo de una normal que había sustraído de la caja donde las guardaban después de los entrenamientos. Antes de duplicarla y haberla hecho entrar con las otras por la ventana de la habitación de Lily, la había abierto y había colocado en su interior algo para ella. Había logrado introducir el espectro de una pequeña ninfa vestida con pétalos de lirio, que cantaba con voz melodiosa una bonita canción de amor...Y esperaba que a Lily le hubiera gustado. Ahora, esperaba encontrar una respuesta, pero no se atrevía a imaginar qué exactamente.
Con dedos temblorosos abrió la esferita dorada. En su interior, y bastante arrugado, había un trozo de pergamino.
Al cabo de unos segundos, se acordó de qué era lo que le había hecho estar ahí sentado, y harto de tanto silencio, decidió romperlo.
-Padfoot... ¿estás todavía molesto? ¿Quieres que hablemos?
-Hablar... ¿de qué?
-Sabes de sobra de qué. Ahora no te hagas el tonto. ¿Por qué te ha sentado así lo de tu prima? ¿Acaso esperabas que fuera diferente? Quiero decir... está en Slytherin, ¿no? Allí todos son así.
Sirius se rió cínicamente, pero sin mirarlo. Al poco se incorporó, mirando a James directamente a los ojos.
-Vamo a ver si lo entiendes- dijo-. Tú conoces a mi familia, y sabes tan bien como yo cuáles son sus tendencias y su forma de pensar. Todos los magos tenebrosos han salido de Slytherin, y no quiero que mi prima sea uno de ellos, ¿comprendes? No es tan difícil. En un ambiente como el que se respira en mi familia, lo complicado sería NO ser un mortífago. Por eso no quiero que Bella lo sea... no quiero.
Volvió a echarse en la cama.
-¡Eh, Padfoot!- dijo James sacudiénole del hombro. No soportaba ver a su amigo en aquel estado de depresión, aquél no era su Sirius-. No te atormentes antes de tiempo. Mañana saldremos de dudas, y si es lo que tu piensas.... pues bueno, ¿qué se le va a hacer? Al fin y al cabo es su elección, y tú no puedes hacer nada por evitarlo. Y si no es así... ¡piensa en positivo, tío!
Le dio un puñetazo cariñoso en el hombro, pero no consiguió arrancarle la más leve sonrisa. James pensó entonces que aquel asunto preocupaba a su amigo más de lo que había creído él en un principio. Sirius exhaló un profundo y prolongado suspiro de resignación.
-Sí- dijo casi en un susurro-. Tal vez tengas razón. Tal vez todo sean imaginaciones mías... Pero algo me dice que hay mucho de cierto en lo que creo. De todas formas, mañana lo sabremos. Buenas noches.
Sirius corrió las cortinas de su cama adoselada, con un leve chirrido, mientras James se ponía el pijama. Justo cuando había acabado, Frank Longbottom entró en el dormitorio.
-¡Hola, James!- entonces reparó en las cortinas que ocultaban a Sirius de la vista y bajó la voz-. ¿Está dormido?
-No creo. ¿De dónde vienes a estas horas? No hace mucho que he subido yo, y en la sala común no estabas.
Frank se puso un poco colorado. James alzó una ceja, creyendo adivinar el porqué.
-Bueeenoo... De la biblioteca, ¿de dónde si no? He estado acabando unos trabajillos.
-¿Tú solo?
-Eeeeh... Sí, por supuesto.
-Ya, ya. Pues, ¿sabes? Yo no me quedaría solo hasta tan tarde. Debe resultar aburrido.
-Oye, no todo el mundo opina como tú. Yo me lo he pasado en grande.
-Frank, a mí me lo puedes contar. Es decir, yo no te lo ocultaría, ni se lo voy a contar a nadie. Puedes confiar en mí, ¡soy tu amigo!
-Sí, claro. También eras mi amigo cuando metiste una bomba fétida en mi baúl, ¿no?
James le miró con sorpresa.
-Ése fue Sirius.
-¿Y qué me dices de lo de aquel caramelo que ocultaste en mi túnica en clase que olía a huevo podrido?
-No fui yo, fue Remus.
-¡Ja! Eso no te lo crees ni tú.
-Vale, de acuerdo fui yo. ¿Pero cuándo te he traicionado?
-Nunca, porque nunca te he contado nada.
-¿Ves? Pues ya va siendo hora de acabar con eso. Venga, dime con quien has estado en la biblioteca.
Frank volvió a sonrojarse.
-Con Alice.
-¿Alice? ¿Esa chica morena de ojos miel?
-Sí, esa. Llevamos saliendo dos semanas.
-¡No me digas! ¡Eh, Padfoot! ¿A que no sabes con quién...?
-¡James! Prometiste no decírselo a nadie.
-Da igual, ya lo he oído- gruñó Sirius desde su cama-. Y hablad un poco más bajo, o se enterará hasta el calamar gigante.
-Bueno, ¿y cuáles eran los trabajillos, si puede saberse?- preguntó James bajando la voz hasta un susurro casi imperceptible-. ¿No sería...?
-¡No! No seas burro. Eran sobre Defensa Contra las Artes Oscuras.
-¡Ah! ¿Todavía quieres ser Auror?
-¡Pues claro! Es el único oficio que realmente merece la pena. Además, a Alice le gusta tanto o más que a mí. Imagínate, la de cosas que podríamos hacer juntos.
Frank comenzó a disertar sobre sus planes futuros con Alice, y James no tardó en desconectar y detenerse en acariciar las alas de la snitch, fuertemente sujeta en su mano. Las alas eran más suaves incluso de lo que eran antes de que Lily se la devolviera, y estaba seguro de que la esfera dorada brillaba más...
En ese momento entraron Neil McGregor y Allan Johnson. Saludaron y se fueron hacia sus respectivas camas. James lanzó un fingido bostezo, con lo que Frank se le quedó mirando como si acabara de hacer algo raro.
-¡Dios mío! ¡Qué sueño tengo! Mejor me voy a la cama. Si estos tres se van a dormir, no vamos a hacer más que molestarles, Frank.
Y sin dejarle al otro replicar, se echó en la cama y corrió las cortinas. Lo que en realidad quería era estar solo.
Se sentó sobre la almohada y dobló las rodillas, poniendo los pies sobre el colchón. Sonrió para sí. Jugueteó un poco con la snitch entre los dedos y con una sensación punzante en la boca del estómago, se decidió a abrirla. Era una snitch hueca, que se podía abrir fácilmente por la mitad. Él mismo la había fabricado, claro está, partiendo de una normal que había sustraído de la caja donde las guardaban después de los entrenamientos. Antes de duplicarla y haberla hecho entrar con las otras por la ventana de la habitación de Lily, la había abierto y había colocado en su interior algo para ella. Había logrado introducir el espectro de una pequeña ninfa vestida con pétalos de lirio, que cantaba con voz melodiosa una bonita canción de amor...Y esperaba que a Lily le hubiera gustado. Ahora, esperaba encontrar una respuesta, pero no se atrevía a imaginar qué exactamente.
Con dedos temblorosos abrió la esferita dorada. En su interior, y bastante arrugado, había un trozo de pergamino.
