Capítulo 2: El encuentro

Luna Lovegood era una joven aspirante bruja fascinada por el mundo "muggle". Quizá influyó sobremanera en ello el hecho de que su difunta madre también lo estuviese, y que de alguna forma ella quisiese llenar ese vacío que había dejado su madre en su vida con toda clase de objetos pertenecientes al mundo que tanto fascinaba a la persona que le dio el ser. O eso, o porque, sencillamente, los entretenimientos más comunes entre los jóvenes magos, como el snap explosivo o el ajedrez viviente, eran pura morralla comparados con el entretenimiento "muggle" que ella más adoraba: los videojuegos. De hecho, lo que más le fastidiaba de Hogwarts era el hecho de que, por culpa de esa especie de barrera anti-tecnológica que rodeaba el colegio, no pudiera llevarse su Neo Geo Pocket al colegio, para matar las largas tardes de aburrimiento en la sala común de Ravenclaw. Era por eso que Luna solía aprovechar los veranos y las Navidades para dedicarse a su afición, tolerada aunque nunca muy bien comprendida por su padre, mago de rancio abolengo y director de la revista sensacionalista The Quibbler. También era por eso que accedió a ir todo un día de compras con Hermione y Ginny a cambio de que éstas le acompañaran a las tiendas de videojuegos que ella conocía en Londres, y de las que era, en algunos casos, cliente VIP. De hecho, muchos dependientes de esas tiendas la conocían, como quien dice, de toda la vida, y en cuanto la veían aparecer, con su larga y lacia melena rubia, su mirada azul y ausente y su estrafalaria forma de vestir, la llamaban por su nombre. Tal era el caso de Vintage Maniacs, una tiendecilla oscura y pequeña cercana a donde se encontraba El Caldero Chorreante, llena de videojuegos, videoconsolas y ordenadores antiguos, en la que las tres chicas acababan de entrar.

-Buenas tardes, Luna –le dijo un dependiente rubio de ojos verdes, pequeño pero fornido.

-Buenas tardes, Darius. Venía a hacerte la visita de todos los veranos.

-Y veo que esta vez vienes acompañada.

-¡Ah! Son mis amigas Ginny y Hermione. Venimos de hacer típicas compras femeninas, ya sabes... Y luego hemos quedado con unos amigos, así que tenemos un poco de prisa.

-No, mujer –interrumpió Ginny-, por... er... por nosotras no lo hagas, ¿eh? Tómate... tu... tu tiempo, ¿eh?

La pequeña de los Weasley tenía la mirada perdida, anonadada al verse rodeada de tal cantidad de misteriosos artilugios "muggles" que habrían hecho las delicias de su padre. Y quizá las suyas propias. El dependiente de la tienda apenas podía contener la risa al ver a aquella chica pelirroja con trenzas, pequeña, mofletuda, pecosa y de formas redondeadas, mirando el género con los ojos como platos y la boca abierta, como si fuera la primera vez en su vida que veía algo semejante.

-¿Te encuentras bien, Ginny? –preguntó Hermione, mientras la tomaba por un hombro- De todas formas, Luna, te recuerdo que hemos quedado con Harry y Ron dentro de un rato, así que no nos entretengas mucho.

-Por cierto, Luna –continuó Darius-, te tengo guardada una cosita que es...

-¿Canela fina? –trató de adivinar Luna.

-No: teta de novicia.

-¿El "Parodius" para MSX? –Luna comenzó a dar saltitos con las manos cerradas y juntas bajo el mentón y los ojos con un extraño brillo y aún más saltones que de costumbre.

-¡Premio!

-Er... Luna, cariño –interrumpió Hermione-, ¿nunca te han dicho que eres una friki?

-Oh, sí, con esta van... ciento cuarenta y ocho, desde que me matriculé en Hogwarts. No te preocupes, Hermione, que acabo enseguida y nos volvemos al callejón Diagon con los chicos. –Luego se dirigió a Darius- Me lo llevo.

-Oye, Hermione, -murmuró de pronto Ginny, que estaba tan alucinada con todo cuanto le rodeaba que no había dicho media palabra hasta ese momento- ¿tú crees que a mi padre le gustaría uno de esos... er... Sinclair Spectrum?

-Y puede que en dos semanas te tengamos la PC Engine que pediste. –continuó Darius, ajeno a todo lo que no fuera Luna, con quien iba a hacer su agosto a principios de junio.

-Tú sí que sabes complacer a una mujer, Darius.

-Eso ha sonado fatal, Luna. –apuntó Hermione.

-¿O crees que... que preferiría uno de esos... Sega Master System? –Ginny aún no había salido de su estado alterado de conciencia.

-Bueno, Darius, -dijo Luna mientras extendía hacia el dependiente una tarjeta de crédito- cóbrate, que estas chicas y yo nos vamos de excursión.

-Siceramente, Luna –apostilló Hermione-, yo también conozco esto de los videojuegos, y no entiendo qué le ves de bueno. Y más, para gastarte el dineral que te gastas en ello.

-Jo, Hermione –apuntó Ginny-, de pronto estoy por ir a devolver el jersey de punto que me he comprado y comprarme uno de esos Nintendo Game & Watch.

-¡Dios mío, estoy rodeada! –masculló Hermione, llevándose las manos a la cabeza.

~~0~~

Harry y Ron vieron aparecer cargadas con varias bolsas a Luna, Hermione y Ginny por la puerta de El Caldero Chorreante, tras llevar largo rato esperando. Harry parecía estar de buen humor, a diferencia de Ron, que llevaba ya mucho tiempo con el entrecejo fruncido y el pelo algo alborotado (y ya suelto), de habérselo mesado nerviosamente unas cuantas veces. De hecho, en cuanto su hermana y sus amigas se acercaron a saludarles, las reprendió:

-¿Ya os habéis decidido a aparecer por aquí? Qué lástima, oye, ahora que Harry y yo ya nos habíamos decidido a echar raíces aquí.

-Cuando vas de compras, has de dedicarle tiempo, no tirar el dinero en lo primero que veas, Ron –contestó Hermione.

-Debéis de llevar unas doce horas de compras. ¿De veras necesitabais tanto tiem... ?

-¡Hey! ¡Hola, hermano de Ginny! ¡Cuánto tiempo sin verte! –interrumpió Luna, mientras se acercaba a Ron con una amplia sonrisa y las manos a la espalda.

Fue en ese momento que Ron se percató de que Luna, embutida como estaba en aquellas ropas "muggles", dejaba ver algo que la túnica de Hogwarts ocultaba por completo: que tenía una figura preciosa. Además, sin ser especialmente alta, estaba muy bien desarrollada para su edad. Llevaba pantalones vaqueros y una camiseta blanca de manga corta en la que podía verse lo que parecía un perro salchicha tumbado en un pesebre junto a tres huevos, por encima de la leyenda "HAL Laboratory, Inc.". Ron señaló con el dedo a la camiseta, con la intención de preguntarle a Luna que qué era eso de "HAL nosequé", y de paso, quizá, aprovechar para decirle que estaba guapísima. Entonces Harry la miró con una de esas sonrisas encantadoras que tantas horas había ensayado ante el espejo y la saludó.

-Hola, Luna. Me alegro de verte. Y me alegra saber que sigues tan guapa y tan encant...

-¡Ah, hola! –le contestó Luna tras mirarle de reojo medio segundo y volverse a Ron, a quien empezó a mesarle el pelo- ¡Hey! ¡Te has dejado melena! ¡Cómo mola!

Ginny se acercó a Harry y le dijo en voz baja:

-Veo que te alegras de ver a Luna. ¿Y a las demás?

-Por supuesto, Ginny, siempre es un placer veros. Soy tan amigo de mis amigos... Lo que pasa es que con Luna he de mostrarme especialmente encantador, ya que ha de verse que soy tan bueno y puro de corazón que siempre tengo una sonrisa para todo el mundo, incluso para los raritos madera de colleja como Lovegood. Ahí reside mi grandeza.

En ese momento se oyó la voz de Ron:

-¡Ay, Luna, suéltame el pelo, que me haces daño! ¿No ves que lo tengo enredado?

Hermione se interpuso entre la rubia y el pelirrojo de forma apresurada. A Ron le pareció que, por un fugaz instante, su amiga de pelo castaño y ondulado le había lanzado una mirada asesina a Lovegood.

-La verdad es que estás muy guapo con el pelo largo, Ron –le dijo con la mejor de sus sonrisas, como si no hubieran estado a punto de comenzar otra de sus discusiones hacía sólo un momento.

Ron también sonrió:

-Menos mal. Al fin una opinión positiva al respecto. ¿Sabes la que me está dando mi madre?

Pero justo en el preciso instante en el que Hermione estaba a punto de lamentarse mentalmente de que Ron respondiese algo relacionado con su madre a un piropo suyo, intervino Ginny:

-Bueno, chicos, se supone que teníamos que pasar por el callejón Diagon para ver a George y a Fred. ¿Nos movemos?

-¡Por supuesto! –exclamó Harry- ¡Tengo muchas ganas de verles! ¡Seguro que tienen preparada una nueva y divertidísima travesura con la que eclipsarme como personaje, pero da igual, ya que El Niño que Sobrevivió es humilde, y, además, se debe a sus amigos!

-Si tú lo dices... –susurró Ginny, de forma casi inaudible.

~~0~~

-Me pregunto dónde se habrán metido estos.

George veía caer la tarde sobre el callejón Diagon desde una ventana de la planta superior del local donde trabajaban, su futura tienda, mientras agitaba suavemente una botella de cerveza de mantequilla que tenía en la mano. Llevaban una docena de cervezas entre su hermano y él, mientras esperaban a que su poción, en pleno proceso de I+D, hirviese. Ya no les quedaba nada para beber, pero eso no le preocupaba en exceso. Lo que sí le preocupaba era la tardanza de sus amigos.

-Que vengan cuando quieran –contestó Fred. Total, nosotros no nos vamos a mover de aquí.

-Sabes que no lo digo por eso. Y digo yo que podrías quitar todos esos botellines vacíos de la mesa de trabajo, que estorban.

-¿Por qué? A mí no me molestan.

-Anda, que nuestra poción ya está hirviendo; saca el caldero del fuego y busca... –George se detuvo a leer un viejo y ajado libro titulado "Forbidden Potions for Dirty Little Bastards"- un recipiente de cristal no transpa... ¡Un momento! ¿Qué demonios es esto de "un recipiente de cristal no transparente"?

-Puesssss... imagino que... mmmm... un recipiente... mmm... de cristal... mmmmmm... no transparente. –respondió Fred.

-No, me refiero que en este laboratorio, todo el instrumental de vidrio es transparente.

-¿Y eso que tienes en la mano? –Fred señaló la botella de cerveza de mantequilla que George sujetaba.

-¿Tú crees... ? –George miró primero a la botella y luego a su hermano gemelo, incrédulo.

-¿Se te ocurre algo mejor? Anda, pilla una de las vacías que hay en la mesa y enjuágala bien con agua destilada. Yo voy a por un embudo.

George corrió a por una botella de cerveza y luego la puso bajo el grifo de un pequeño tanque de agua destilada que había en la habitación, mientras que Fred retiraba el caldero del quemador y tomaba un embudo que ya había sobre la mesa de trabajo. Acto seguido, George llevó la botella a la mesa y, con ayuda del embudo, Fred la llenó.

-¿Ves, George, hermanito? Arreglado. Es que hay que ser un hombre de recursos. –apostilló Fred sonriente mientras cogía la botella y hacía el gesto de brindar con ella.

-Deja de jugar con...

George no terminó de decirlo. En ese momento, sonaron unos nudillos golpeando la puerta, en la planta de abajo.

-Son ellos. –informó Fred- ¿Bajamos a recibirles?

George se limitó a sonreír y se dirigió hacia la salida de la habitación, que daba a las escaleras que bajaban a la planta calle. Fred le siguió, no sin antes dejar la botella de poción junto al montón de botellas vacías que había tiradas en la mesa.