Pase lo que pase, todo estará bien.

Natalia

(Palimpsesto)

Mientras nos encaminamos a casa de Eriol, porque allí también vive Touya, siento que mis nervios se tensan. Volveré a ver a mi hermano después de nueve meses. ¿Qué debo decirle? Ambos nos hemos comportado como unos completos extraños. Y yo me siento tan lejano a él. El tiempo que trabajé con Eriol de ningún modo me permitió conocerlo. Creo que él tampoco me conoce demasiado.

Sutshiko y Tsé tienen un año y nueve meses. El tiempo pasa muy rápido. Me parece casi increíble que hace tan poco yo aún sufría por Natalie, aún lo hago, pero ya no de la misma forma. Y tengo miedo, miedo de que esta profunda felicidad sea efímera y se me escape entre los dedos sin que yo logre retenerla.

Sakura lleva de la mano a Tsé; yo, a Sutshiko y con las manos libres, Sakura y yo nos tomamos de las manos. Su piel es muy suave y tersa y su cuerpo desprende un calor agradable. Me pregunto si Sakura será feliz así, junto a mis hijos y junto a mí. Ella es muy joven para formar una familia, ella merece otra oportunidad. Pero Sakura me ama y yo también.

Luego de cuatro cuadras caminando, los chicos se cansan, así que los tomamos en brazos.

—Sakura…

—Soy feliz, Syaoran—me dice sonriendo alegremente—. ¿Sabes? En el tiempo que he convivido con Eriol, puedo decir con propiedad que lo conozco, no a cabalidad, porque Eriol siempre va a mantener sus secretos, si no, no sería él, pero lo suficiente para asegurar que él te espera con los brazos abiertos y mucho más tranquilo de lo que tú vas a su encuentro.

Yo me quedo callado, avergonzado. ¿Acaso mis expresiones son tan obvias? ¿Ella notará que temo este encuentro? Natalie nunca llegó a conocerme y Sakura parece hacerlo desde siempre. Me es inevitable compararlas: Natalie fue alguien muy esencial en mi vida y yo la amé mucho. Sakura me sonríe con sus hermosos ojos verdes, me sonríe con sus dulces labios, me sonríe con su rostro bello.

—Debes relajarte, Eriol te comprenderá. Y yo sé que tú le quieres. Así que respira hondo, mira que nada es tan terrible. Eriol te estima. Él quería invitarte para que lo acompañaras a visitar a tu madre, cuando él fue a conocerla, pero, ¿sabes?, él también sintió temor de tu rechazo, como tú no te has acercado a él, Eriol imaginó que tú no lo querrías.

Llegamos a una gran casa o, más bien dicho, mansión. Es blanca y de tres pisos. El frontis está muy ornamentado y tiene muchas ventanas. Y se me viene a la mente la imagen de la casa en Hong—Kong. Sakura abre la puerta de la verja silenciosamente.

—Quiero darle una sorpresa a Touya—me explica, sonriendo graciosa y maliciosamente

Yo la sigo por el sendero ondulado y rodeado de cerezos en flor. Una profunda alegría me invade, estamos en plena primavera y esto se parece tanto a Hong-Kong, sólo que aquí sopla una leve brisa helada. Sakura entra la llave en la cerradura de la gran puerta de roble y la gira suavemente. Ésta cede de inmediato.

Ingresamos al interior. Las habitaciones son muy luminosas y espaciosas. Realmente Eriol debe ser muy rico. Sakura camina, sigilosa y con gracia. Repentinamente, abre la puerta de un cuarto con violencia.

Sobre la ancha cama una muchacha de largo cabello castaño oscuro se besa apasionadamente con el hermano de Sakura. Ambos, al sentir el ruido provocado por la puerta al abrirse, saltan de la cama. La chica tiene unos brillantes ojos oscuros y una sonrisa muy coqueta. Touya está muy enfadado, si las miradas mataran, nosotros ya estaríamos muertos.

—¡¿Qué haces aquí, Sakura?!—brama, con la voz entrecortada por la furia. Luego repara en mí, su ceño se acentúa—. ¿Y qué demonios hace éste aquí?

Sakura ríe suavemente, avergonzada. Deja a Tsé en el suelo y me toma de la mano y me la aprieta fuertemente y me mira con sus hondos ojos verdes.

—Sí, cuñadita…

—¡No le digas así!—ordena Touya, enconadamente, a Nakuru.

—Está bien, mi amor…

—Nakuru, cállate—espeta entre dientes el mayor de los Kinomoto.

—Ay, amorcito, cálmate—replica Nakuru, calmadamente, sin percatarse de la mirada asesina de su "amorcito"—. A ver, querida Sakura, cuéntanos quién es este joven tan guapo y aquellos niños que traían en los brazos.

—¿Niños?—inquiere Touya, dando su furia paso a la sorpresa.

—Bueno, él es Syaoran Li…—comenzó Sakura con voz clara y algo divertida.

—¡Demonios! Eso lo sé ya. Fui yo quién lo atendió cuando se enfermó—dice, exasperado Touya—. Lo que ignoro y quiero saber de inmediato es qué hace él acá… Yukito se ha comportado extrañamente estos últimos meses. Partió hace tres días a Tokio y yo no fui capaz de descubrir sus motivos. Yo, que me ufano de ser su amigo y no pude ayudarlo—musita, apenado—. Supongo…

—Hermano… Syaoran y yo nos vamos a casar—interrumpe Sakura.

—¡Tú y este mocoso!—su sentimentalismo desaparece bruscamente.

—¡No soy ningún mocoso!—aclaro yo, con todo mi dignidad ofendida y harto de su ira.

—¿Y Yukito?—grita, sin hacerme el menor caso.

—Touya, él comprendió muy bien la situación.

—¿Y estos niños?

—Son mis hijos—le explico yo.

—¿Sus hijos, Sakura? Tú eres una niña y él para colmo ya tiene hijos…

—¡No soy una niña! Tengo más de dieciocho años, Touya.

—Lo eres. ¿Cómo te metiste con este mocoso que más encima tiene hijos?

—Los hijos que tengo son frutos del amor que hubo entre mi mujer y yo. No fueron un descuido, como tú estás dando a entender. Y no me llames mocoso—repuse, un tanto molesto y herido por sus palabras.

—Sakura, es casado—murmura, sin dirigirse a mí en ningún momento.

—Touya, él enviudó hace más de un año, ¿verdad?

Asiento silenciosamente. Este sujeto verdaderamente es un bodrio. Sólo es el hermano, es su padre quien debe estar celoso porqué su hija va a partir, pero él… Definitivamente él es un caso.

—Eres muy joven para ser viudo—opinó Nakuru.

—¿Sakura, cómo sabes que lo que dice no es mentira?

—¡No soy ningún mentiroso!—exclamo, enfureciéndome—. Siempre he sido muy honesto en todo lo que me comprometo.

—¿Cuándo es el matrimonio entre tú y este mocoso?—pregunta, rendido, siempre a su hermana.

—Touya él tiene nombre, ¿bueno? El próximo mes, cuando ya le avisemos a nuestro padre y a la familia de Syaoran—responde su hermana en voz alta, sin inmutarse.

—¿El próximo mes?—se vuelve a exaltar.

—Oye, yo quiero mucho a tu hermana. Jamás la haré sufrir, si está en mis manos evitarlo, ¿comprendes? Yo amo a Sakura—me sonrojo ligeramente.

Más te vale, mocoso—me advierte, con el puño en alto, hablándome a mí por primera vez.

Venga, córtala de una vez. Gracias, Touya. Sabía que lo entenderías—replica Sakura, corriendo a abrazarlo.

—A él le encanta hacerse el duro, pero es un excelente chico. Parece frío, ¿verdad? Pero ya ves, antes de que ustedes llegaran, y ustedes lo comprobaron con sus propios ojos, estaba bien caliente, ¿sí? Él es muy fogoso—comenta, desvergonzadamente.

—¡Nakuru!

—Touya, no te enojes, aunque te ves tan guapo así.

Touya da la impresión de estar considerando seriamente la posibilidad de matarla allí mismo. Nakuru es una chica muy divertida y espontánea, para nada tímida.

—Sabes, cuñadita, Touya me ha pedido matrimonio—anuncia, contentísima.

—¡Qué bueno! Te felicito. Es…

—¡No es verdad!—grita desaforadamente Touya.

—Pero tendrá que hacerlo, porque estoy embarazada.

No pudimos ver la reacción de Touya ante estas palabras, pues la puerta se abre bruscamente y por ella entran Daidouji y Eriol.

—Hola, Sakura. Hola, Li—saluda Tomoyo, con una sonrisa dulce.

—Hola, Tomoyo. Hola Eriol.

—Hola, Sakura.

—¿Cómo estás, Daidouji?

—Bien, gracias, Syaoran—contesta ella sonriéndome gratamente y llamándome por mi nombre.

Tal vez sea hora de acabar con las formalidades y abrazar los lazos fraternos. Eriol me mira con sus ojos azules e inescrutables.

—¿Y tú, Syaoran?

—Bien, gracias, Eriol…

Nos observamos un buen rato, mientras los otros conversan. No sé que puedo decirle. Él se ve tan tranquilo y pareciese que con una mirada abarcara toda la situación y la comprendiese. Me sonríe con amabilidad; yo, procuro mantener la calma y comportarme serenamente. No soy de esas personas acostumbradas a dar muestras de cariño ni a recibirlas, pero quizá ya es tiempo de que eso vaya cambiando.

—Eriol, yo ya he aceptado que tú eres mi hermano… Y con el tiempo he aprendido a quererte—agregué, desviando los ojos hacia la ventana.

Soy muy débil, ya lo sé. No soy capaz de verlo a los ojos, porque temo su rechazo, pero no logro contenerme durante mucho rato y le miro, deseo conocer su reacción. Él me observa con los ojos de mamá, azules y penetrantes. Con esos ojos que comprenden más allá de las palabras. Y su sonrisa se acentúa y es una sonrisa franca y cariñosa. Tengo la certeza de que él también me quiere. No es necesario que nos digamos algo, a veces las palabras están de más, como en esta ocasión.

—¡Eriol, Sakura y Syaoran se van a casar!—le comunica Nakuru.

—Felicitaciones a ambos—nos desea Eriol con su voz profunda y serena.

Serena, como la voz de mamá. Y con los ojos azules brillando suave e inexpresivamente como los de mamá. Él se parece tanto a ella, pero sus carácteres difieren como el día de la noche. Estoy seguro de que Eriol nunca fue rudo con nadie, ni siquiera sin querer, así como lo fue mamá.

—¿Tu hijo, Li?—inquiere Daidouji, acercándose a Tsé, que reposa en brazos de Sakura, quien lo ha vuelto a coger, pues se el chico tenía mucho sueño.

—También es mío, Tomoyo—le aclara Sakura, mirándome a los ojos fijamente—. Y Syaoran tiene a Sutshiko.

—Es muy bonito.

—También ella lo es. ¿Me permites cargarla, Syaoran?—me pide Eriol, contemplando cariñosamente a mi hija.

—Claro.

—¡Yo estoy esperando un hijo!—reitera Nakuru, con voz chillona.

Al parecer la respiración de Touya se ha detenido. Su rostro está lívido.

—Yo también—murmura suavemente Tomoyo, con un leve rosa en sus blancas mejillas.

—Ya era hora—dice Nakuru.

—¿Por qué no me lo dijiste, Tomoyo?—le increpa Eriol, mostrándose realmente confuso y sorprendido.

—Es que temí… Bueno, como la otra vez tú comentaste que aún éramos muy jóvenes para tener hijos… Yo pensé…—deja la frase inconclusa y baja la cabeza, avergonzada.

Su marido la abraza tiernamente y le susurra palabras al oído, que hacen aflorar una sonrisa en los labios de Tomoyo. Espero que pronto yo pueda decir que Sakura es mi mujer.

—¿Es mentira, verdad?—cuestiona Touya, recuperando el habla.

—Es verdad, amor mío. No recuerdo que nos hayamos protegido.

—¡Cállate, Nakuru!

—No sé porqué—comentó Nakuru con voz suave, que intentaba aparentar inocencia, pero que realmente reflejaba malicia—, pero tengo el presentimiento de que pronto habrá otro matrimonio que me involucrará directamente a mí, ¿verdad, chicos?

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Sakura, nuestros hijos y yo caminamos por las calles desiertas de Hong—Kong y Wei se ha adelantado para llegar más temprano a casa. Mi hogar, qué extraña me parece esta palabra, después de casi dos años. Son las tres de la tarde y, a pesar de ser pleno verano, el calor es agradable y nada sofocante y abrasador. Después de estar tanto tiempo en Londres este cambio viene como anillo al dedo. Las calles están solitarias y los cerezos están repletos de flores. Sakura.

Ayer visitamos al papá de Sakura. Fujitaka Kinomoto. El carácter de él es idéntico al de Sakura y sus gestos también. Es un hombre que se mantiene joven tan solo con sonreír, apreciando cada momento de la vida y viviéndolo intensamente. Tiene el mismo cabello que su hija y los ojos cafés claros, muy risueños. Siempre sonríe y es una persona muy afable.

Cuando Sakura y yo le informamos de nuestro mutuo amor y nuestro próximo matrimonio, se mostró sorprendido y, sobretodo, muy contento. Gustoso, aceptó ser el padrino de Sakura en la boda. Y acordamos que después de ir a hablar con mi madre lo pasaríamos a buscar y nos iríamos juntos a Londres.

—¿Qué te pareció mi padre?

—Una persona muy simpática y que quiere mucho a sus hijos. Mucho.

—Gracias.

—Se parece mucho a ti.

—¿Verdad? Eso me enorgullece no sabes cuánto.

—Lo sé.

Guardamos silencio, observando el cálido y azul cielo de Hong—Kong. Azul como los ojos de Natalie. Cómo le gustaba a ella contemplarlo y recuerdo esa sonrisa fugaz de regocijo tenue cruzar su rostro triste y sereno. Triste como su soledad infinita. Triste como sus recuerdos inolvidables hasta la muerte. Triste como todo en ella. Ni siquiera el crepúsculo la conmovía de tal manera. Le gustaba el cielo azul. Le gustaba demasiado.

—¿Piensas en ella?

—¿Cómo puedes saberlo?

—Porque te conozco, Syaoran. Tus ojos se entristecieron súbitamente. La quisiste mucho, ¿verdad?

—Sí, yo la amé, pero ella siempre fue muy especial.

—¿Y ella te quiso?

—No lo sé—suspiro—. Ella siempre fue muy especial—repito con cierto dolor.

—Dime, Syaoran, ¿cómo era ella?

—Tampoco lo sé, Sakura. Nunca la conocí realmente. Siempre fue muy lejana a mí, siempre estuvo ausente. Ella me hizo prometerle que la recordaría después de su muerte—callo unos segundos para reflexionar—. Pero algunas veces la olvido y cada vez esa situación es menos esporádica. Es como si su paso silencioso por la vida, porque, Sakura, ella siempre fue muy callada y silenciosa en todas sus cosas, fuese también casi inadvertido por mi memoria. Y aquello me lastima, pues me da la impresión que está ajeno a mi voluntad. Cuando veo a mis hijos, no siempre la rememoro a ella. Pero yo la amé, Sakura. Yo la amé y prueba de ello son mis hijos. Y me preocupa que si la olvido, también los olvidaré a ellos.

—¡No digas eso!—me reprocha Sakura, dirigiéndome una mirada dura.

—Los quiero. Bien sé que los quiero.

—Estoy segura de ello—me sonríe dulcemente.

—Natalie era una mujer sin pasado… Una mujer casi siete años mayor que mí. Una mujer con muchos enigmas indescifrables hasta para ella misma. Pero me quiso—y luego sonrío—. Sakura tú también eres muy especial para mí… Natalie era extraña y su belleza era enigmática, por eso ella fue especial; en cambio, tú eres especial para mí, porque te amo y tú me amas y me comprendes y me escuchas y me conoces.

—No nos compares, por favor—vuelve a reprenderme Sakura entornando sus ojos verdes luminosos—. No es correcto. Sólo quiérenos. Ella fue una mujer que amaste y ha muerto, y yo soy otra y estoy viva. Y nunca te dejaré, a menos que nos separe lo inevitable—y sus ojos verdes brillan de regocijo. Sus ojos verdes tan profundos y alegres. Sus ojos verdes tan reales y cercanos. Sus ojos verdes tan queridamente cálidos.

Nos callamos y nos apretamos más fuertemente las manos entrelazadas. Me gustaría decirle una vez más que la amo, que la adoro con todo el corazón, que deseo que estemos siempre juntos, que nunca nos separamos, pero me callo. Es mejor así, porque, de todos modos, ella comprende mi mirada.

—Te quiero, Syaoran. Te quiere mucho—suspira y observando el cielo, agrega—. ¿Crees que tú madre entienda nuestra relación? ¿Crees que ella me acepte?

—No.

—¿Por qué?

—Ya te rechazó una vez.

—¿Cuándo?

—Cuando impidió que yo viajase a Tomoeda a capturar junto a ti las cartas Clow. Ahí, porque ella conocía de la profecía.

—De veras…—acepta anonadada y desanimada.

—Pero estoy seguro de que lo conseguirás. Recuerda que vi los videos de aquellos tiempos cuando eras card captor. Realmente eres muy empeñosa, Sakura, y sé que, si le pones cariño y esfuerzo, lograrás todo lo que te propones.

—También eres tú un muchacho perseverante.

—Tal vez. Pero yo siempre me esforcé por ser mejor yo, por enorgullecer a mi madre. En cambio, tú lo hacías por ayudar a los demás.

—Yo sé que tú nunca hubieses lastimado a nadie, a menos que supieras que era culpable.

—Gracias, Sakura.

—Sólo digo la verdad.

—Gracias. ¿Y sabes? No importa si a mamá le gustas tú o no. Ieran Li ya se opuso una vez a mis sentimientos y una segunda vez no me afectará.

Sakura me observa sorprendida.

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Mis hermanas han estado molestando a Sakura desde que llegamos, le preguntan sobre todo y la llenan de halagos, pero también se han divertido jugando con Sutshiko y Tsé. Hasta ahora ha sido una velada feliz, pues mi madre ha salido y regresará esta noche.

Asomado a la ventana, lejos del bullicio, contemplo el cielo oscuro poblado de estrellas luminosas. La vida da tantas vueltas. Nunca pensé que la vida me concedería una segunda oportunidad. Cuando falleció Natalie me sentí completamente destrozado y al conocer a Sakura, no quise esperanzarme demasiado. Y ahora me siento feliz. Sin embargo, una sombra de tristeza nubla mi felicidad, Meiling no está en casa y mis hermanas, algo evasivas con respecto a su partida, me han dicho que ella se marchó sin decir a nadie dónde. Me gustaría compartir mi felicidad con Meiling y hablar sobre ella y decirle tantas palabras, porque la última conversación que sostuvimos me trae recuerdos tristes.

También me preocupa mamá. No es verdad que no me importe su reacción. Me encantaría que esta vez ella aceptara de buen grado mi relación con Sakura Kinomoto, la Maestra de cartas, porque me ha lastimado mucho el destierro. Espero sinceramente que mi madre haya recapacitado. Pero esto me parece casi imposible, ella siempre ha sido muy firme para sus ideas y es difícil lograr que cambie de opinión.

—¿Así que quieres conversar conmigo?

Me doy media vuelta. Entre las sombras distingo el rostro altivo y bello de mamá. Su voz ha sonado dura y fría. ¿Es que no ha cambiado nada?, ¿es que nuestra separación y la llegada de Eriol no han conmovido su corazón de piedra?

—Madre…—musito quedamente y con extraña timidez.

—Ven, hablemos en mi despacho.

—Aquí está bien, mamá, aquí estamos solos y en silencio, nadie nos interrumpirá—repongo.

Prefiero la oscuridad que otorgan las sombras. No quiero que ella vea mi expresión ni yo quiero ver la suya. No soportaría que ella leyera mi congoja y no la comprendiera y yo continuara viendo sus ojos azules inexpresivos, porque así nuestro lazo débil se quebraría definitiva e irremediablemente.

—¿Cómo has estado, Syaoran?

—Bien, gracias, ¿y usted?

—Bien también.

—¿Usted ya conoció a Eriol, verdad?

—Sí, es un muchacho muy simpático—replica con voz apagada, frágil.

—Es su hijo, también.

—Tú también eres mi hijo, Syaoran. No creas que soy un monstruo, porque te he extrañado y la llegada de mi otro hijo ha sido totalmente inesperada. Me ha dolido.

—Yo también he sufrido.

—¿Así que la Maestra de Cartas es tu novia?

—Amo a Sakura y espero casarme con ella pronto, con o sin su consentimiento.

—Ya lo sé—la oigo suspirar ahogadamente, como si contuviera un sollozo—. Te preparé durante años para que asumieras como Jefe del clan Li. Ahora ya no lo serás nunca, ¿verdad?

—Esa labor requiere de mucho tiempo y yo quiero dedicarme a mi familia. No quiero que les suceda lo mismo que a mí—digo, sin resentimiento.

—Perdiste a tu padre y a tu madre muy joven, ¿a eso te refieres? Lo hice con la mejor intención.

—No lo dudo, pero fue una decisión errada, a mi parecer.

—Eriol tampoco ha aceptado.

—Me lo imaginaba, él es una persona pacífica y muy tranquila y desinteresada.

—Nada ha resultado como yo he querido.

—¿Y nosotros, mamá? Somos personas con valores y sólo usted ha logrado que lleguemos a donde estamos ahora. Usted nos ha enseñado mucho y yo se lo agradezco.

—Pero no fue suficiente, ¿verdad?

—Hay cosas que nosotros, los humanos, no podemos imponer. Yo hubiese querido tener a mi padre y tenerla a usted, pero no se pudo. Usted también quiso muchas cosas y no las consiguió.

—Creo que Feimei quiere asumir esta responsabilidad de ser la Jefa del clan Li. Ella es la más indicada, por lo demás. Sabe mucho y le interesa mejorar…

—Mam

—Te extrañé.

Oigo su voz quebrada en el silencio de la noche y siento ganas de abrazarla y decirle que la quiero, pero no puedo. Simplemente, ya no somos los mismos.

—Espero que seas feliz, hijo, con aquella muchacha. Y espero que algún día… algún día tú me… perdones.

Da media vuelta y se aleja de mí lentamente. Anonadado aún por sus palabras, tardo en reaccionar. La retengo por un brazo.

—Mamá, yo la quiero, que no lo olvide usted nunca. Todos hemos cometido errores. No hay nada que perdonar. Mamá, usted sabe… no ha sido jamás mi intención desobedecerla, pero nuestras posiciones e ideales son demasiado distintos, a pesar de eso nosotros podemos querernos.

Ella me abraza suavemente y yo la siento temblar entre mis brazos. Tal vez llorar, pero me duele. Hubiese preferido a la Ieran Li dura e inflexible, porque ha así todo sería más fácil. Pero ella ha cambiado y yo también.

—Mamá, cuénteme sobre Natalie…

Ella se separa de mí y me observa en silencio. Los ojos azules le brillan extrañamente. Se acerca a la ventana y, sin mirarme comienza a contarme, como si narrara un cuento.

—En el tiempo de Clow, existió una hechicera muy poderosa, se llamaba Areh y era muy bella, por lo demás. Ella se enamoró de un chico normal y corriente, quien la engañó y abandonó. Areh era una mujer arrebatada y en sus despecho lo buscó y cuando lo encontró lo asesinó. Ella comprendiendo su acción en un momento de cordura, se suicidó.

"En la época actual, en Londres nació Natalie Blanc, quien era la reencarnación de Areh. Desde niña le detectaron leves trastornos mentales, pero nada suficientemente grave para internarla en un hospital psiquiátrico. Ella poseía muchos recuerdos de su anterior vida y cuando sus padres fallecieron ella viajó Hong-Kong a buscar a su amado. Seguramente te vio a ti, y te confundió.

—Pero ella siempre parecía muy ausente—objeto con voz débil, sorprendido por la historia.

—Claro, porque ella al poco tiempo seguramente descubrió que tú no eras él. Yo sabía que ella no te quería, hijo, y por eso quise advertirte sobre ella. Sí, fui injusta con Natalie, porque creo que llegó a quererte, si no se hubiera marchado de tu lado mucho antes.

—Ella también adivinó que me enamoraría de Sakura.

—Esto no lo sé con certeza, pero sospecho que tenía imágenes o sueños premonitorios, pero muy leves, porque su presencia mágica no se percibía y no emanaba ningún tipo de aura de su cuerpo.

El silencio nos invade de nuevo; las sombras también. Mi madre ha contado la vida de Natalie con voz dura y monótona, como si no lo sintiera. Tal vez la odia.

—¿Acepta usted que yo me case con Sakura?

—No puedo impedirlo—contesta con simpleza. Se gira a mirarme—. Pero Meiling sufrió mucho.

—Habla sobre ella como si estuviera muerta—replico, un tanto atemorizado.

—¿No te lo dijeron tus hermanas? Meiling se suicidó.

—¡No es verdad!

—¡Syaoran! Dejó una carta… Decía que en realidad te había ido a ver a ti esa vez en que nos anunció que viajaría a Pekín a ver a no se qué amiga, que estabas bien y tenían unos hijos preciosos y que estabas enamorado de otra chica y que la amabas muchísimo.

—¡No es verdad! Meiling no pudo cometer tal locura.

Mi madre me acarició el rostro húmedo de lágrimas. Ella también lloraba.

—A veces el amor es cruel, Syaoran.

Continuará pronto…

Nota de la autora: espero que les haya gustado este capítulo y gracias por leerlo.

Sólo habrá un capítulo más.