Pase lo que pase, todo estará bien.

Natalia

(Palimpsesto)

Es cierto, la vida tiene muchas vueltas. Tenías razón, Meiling, cuando pronunciaste esas palabras hace ya mucho tiempo.

La felicidad es como un puñado de arena entre las manos: es efímera e imposible de retener. Sin embargo, soy feliz. La vida me ha tratado bien y no ha sido injusta conmigo, como lo fue contigo.

Sakura y yo vivimos en Tomoeda. Ella trabaja de profesora básica en la escuela primaria donde ella estudió cuando era niña y yo trabajo impartiendo clases de Literatura en la misma universidad en la que trabaja su padre. ¿Por qué regresamos a Oriente? Ni a Sakura ni a mí nos gustó alguna vez esa ciudad fría, distante y ajena. En realidad, todos regresaron: Eriol y Tomoyo, Touya y Nakuru y sólo el profesor Tsukishiro permaneció en Londres.

Te preguntarás quién en definitiva asumió como Jefe del Clan Li, ¿verdad?, pues es Feimei. Lo ha hecho muy bien, tú más que nadie sabes lo resuelta y esmerada que es. Claro, a mamá jamás va a gustarle, ella es muy obstinada en sus ideas y además encuentra a Feimei demasiado liberal. ¿Qué es de mamá y yo? Bueno, mamá se ha mudado de casa, dijo que no aguantaba estar todo el día en la mansión, pues ya no era la Jefa del Clan Li y por lo tanto no tenía trabajo ni salidas protocolares al exterior, junto a sus bulliciosas hijas, sus esposos y sus hijos. Se mudó muy cerca eso sí a una casa modesta y pequeña y vive sola. Yo la voy a visitar frecuentemente; ella también viene. Creo que nunca más voy a volverla a ver de aquella manera cuando me comunicó aquella fatal noticia sobre tu partida, Meiling. Creo que nunca volverá a llorar delante de mí ni me dirá tantas palabras sentimentales, pero no me importa, yo la prefiero así por ahora: fría y firme. Tal vez aún se necesiten demasiados años para que ella sonría y para que yo me acostumbre a ello.

Sakura y yo ya tenemos cuatro hijos. Bueno, Tsé y Sutshiko tienen ya diez años y Nadeshiko, cinco y Meiling, apenas tres. Nadeshiko en honor a la madre muerta de Sakura; Meiling, en el tuyo, prima querida. Sakura y yo pensamos que sería mejor hacer crecer la familia cuando ambos hubiésemos terminado la carrera, y es por esa razón que hay tanta diferencia de edad entre Tsé y Nadeshiko. Los chicos son muy queridos por el padre y el hermano de Sakura, sí, créelo. A veces, Fujitaka los regalonea mucho y Touya, aunque siempre irónico y casual, no logra disimular el cariño que les profesa. Y eso se debe a que mis hijos son unos niños muy cariñosos y respetuosos. No se parecen demasiado a mí, siempre están riendo y expresándose.

También Tomoyo y Nakuru han tenido sus propios hijos, sanos y fuertes. Hay ocasiones en que nos reunimos todos a compartir, demasiada gente, demasiado bullicio. Me resulta extraño, pero lo disfruto.

Bueno, ya te dije que soy feliz, Meiling, más de lo que alguna vez imaginé. Sakura es una mujer llena de sorpresas y entrega infinito amor a todas las personas que la rodean. Yo la amo. Amos sus ojos verdes luminosos, su piel tersa, su cabello castaño y sedoso, su sonrisa bondadosa, su rostro hermoso y apacible, su mirar dulce y comprensivo, su actuar desinteresado y distraído, su querer infinito y abierto, su impetuosidad y su sinceridad. Yo la amo y creo que ella también me ama.

¿Y Eriol? No creo que exista alguna ocasión en que nos miremos y nos pensemos como hermanos. Ha transcurrido demasiado tiempo ignorándonos… Aún faltan muchos años para que nos comprendamos y nos queramos como los hermanos que somos. A veces, conversamos y creo que somos buenos amigos. Tal vez no se necesite tanto tiempo, tal vez con eso baste. Somos amigos, y eso es mucho.

A veces, cuando el cielo está demasiado azul, evoco el recuerdo triste e inolvidable de Natalie y un miedo aterrador e intangible me embarga. Miedo de perder lo que me ha sido dado, miedo de que la felicidad se esfume en un abrir y cerrar de ojos, miedo de que pase algo malo, miedo a la soledad. Pero Sakura siempre está a mi lado y me consuela pacientemente, porque ella me comprende. He estado demasiado tiempo solo, y la soledad es una negra compañía.

Wei ha muerto. Lo extraño muchísimo, como a ti, Meiling. Se fue en el sueño y en ese momento, cuando tuve que enfrentar la realidad, aquello constituyó mi único consuelo. No alcanzó a conocer a Nadeshiko… Él hubiese sido un buen abuelo, siempre me quiso mucho a mí, a Tsé, a Sutshiko y a Sakura.

A pesar de mi felicidad, Meiling, no sabes cuánto te extraño. Intento concebir la idea de que te has marchado a otros lugares, que continúas aquí, pero es en vano. Las palabras de mamá siempre retornan destruyendo cualquier atisbo de esperanza. ¿Por qué, Meiling? Te faltó pasión por la vida, ¿verdad? El profesor Tsukishiro se ha casado, quizá sin amar demasiado a su mujer, pero ahora es feliz y él ha dicho que ha aprendido a amar a su compañera de todos los días. Meiling, te faltó paciencia, te faltó voluntad. Extraño tus trenzas negras y tus ojos canelas y tu mirar travieso y divertido y tu sonrisa alegre. No merecías irte, Meiling. No puedo conformarme, me dueles. Aquella última vez que nos vimos debí decirte algo más, convencerte y no dejarte partir, pero ya nada se puede hacer, te has marchado para siempre. Y sólo espero que seas feliz. Tú lo dijiste aquella vez… si yo era feliz tú también lo serías. Y soy feliz, Meiling.

—¿Piensas que ella es feliz realmente?

—Claro que sí. Ella, Natalie, Wei y mamá nos cuidan desde donde sea que estén. Siempre he creído que hay algo más que la muerte material. Tenemos alma, ¿no? Tiene que haber un cielo…, un lugar donde descansar…, quiero creer que lo hay, no me importa qué digan los demás, yo lo creo.

Sakura ha pronunciado aquellas palabras con firmeza y pasión y me ha mirado con sus grandes ojos verdes. Me ha mirado con ternura y comprensión, me ha mirado con amor.

—Tengo miedo de perderte, Sakura.

—Si algún día yo tuviera que partir, tú sabrías como continuar, Syaoran.

—¡No quiero que te vayas!

—Y no lo haré si puedo evitarlo, pero eso está en manos de Dios—Sakura esboza una bella sonrisa—. Nunca me cansaré de agradecerle a la vida lo que me ha concedido.

—Te amo…

—Yo también.

Caminamos tomados de las manos entre los árboles y las flores, bajo un espumoso cielo azul. Nos miramos y nos besamos y nos amamos. La felicidad es como un puñado de arena que se escapa entre las manos, y por eso hay que vivir cada momento con intensidad, porque no se volverá a repetir.

No sé si Sakura estará mañana conmigo, pero ahora lo está y soy feliz. Soy feliz, porque mis hijos son saludables y pueden querer y aprender y jugar, porque Sakura me ama y porque yo puedo amar.

Aún me mira con sus ojos verdes brillantes, me mira con suave pasión, me mira comprendiendo.

El cielo está azul y la primavera ha rebosado de flores cada árbol. La vida me ha arrebatado mucho, pero también me ha entregado. Y sólo me queda agradecerle esta alegría, este regocijo que me invade, que me llena, que me hace humano.

Fin.

Nota de la autora: No me queda más que agradecer a todas las compañeras lectoras que se han dado el tiempo de llegar hasta este último capítulo y sólo me resta esperar que lo hayan disfrutado a concho, que la vida está llena de momentos.