REGRESO A GRIMMAULD PLACE

Harry se quedó en el umbral de la puerta con una gran presión en el estómago. Intentaba decidir si sería capaz de atravesar la puerta del número 12 de Grimmauld Place sin venirse abajo.

Notó como alguien le cogía del hombro por detrás dándole fuerza, no le hacía falta girarse para saber quien era, pero se giró. Necesitaba ver a sus dos grandes amigos dispuestos a todo por él. Los tres se miraron a los ojos, no hicieron faltas palabras, sus miradas eran suficiente lenguaje.

Hermione se adelantó para entrar en la casa. Cuando se encontró al lado de Harry le dedicó un cálido beso en la mejilla y, mirando atrás una vez cruzó el umbral, se perdió dentro de la casa.

Harry respiró profundamente cogiendo fuerza. La orden del fénix se iba a trasladar a un nuevo refugio. Todos habían venido a recoger aquellos materiales que les pudiesen servir y a honrar a Sirius por última vez.

Volvió a mirar a su amigo Ron que no se había movido de su lado. Algo inquietó a Ron y mirando a Harry se adentró en la casa. Momentos después, Ron salía con el cuadro de la madre de Sirius tapado con una sábana. Harry le agradeció el gesto con una sonrisa. No hubiese soportado los gritos y desvaríos de aquella mujer que apoyaba a Voldemort y que no tenía en gran estima a su querido padrino.

Harry volvió a respirar profundamente. Era el momento de entrar, no había marcha atrás. Con paso decidido cruzó el umbral de Grimmauld Place y se introdujo en un mundo de recuerdos.

Las charlas en la cocina, las confidencias entre él y su padrino, Kreacher malhumorado, el enfado de Harry del verano anterior, la vista en el tribunal... Todo se arremolinaba en su cabeza produciéndole una mayor presión.

Que distinta se veía ahora la casa. Vacía, silenciosa, mugrienta, sin vida... cierto que esa casa nunca había sido un hogar ni para el mismísimo Sirius. Pero, el verano pasado había acogido momentos especiales difíciles de olvidar.

Harry llegó al desván. La puerta se abrió con un aullante chirrido. El desván estaba completamente a oscuras, cubierto por sábanas blancas repletas de polvo y abarrotado por cosas que en otro tiempo habían sido parte de la casa de los Black.

Harry paseó entre todos aquellos bultos, y llegó ante una especie de escritorio antiguo repleto de cajones. Un libro con las tapas muy viejas llamó su atención. De entre sus páginas sobresalía lo que parecía ser una foto.

Harry cogió la foto con curiosidad. El corazón le dió un gran vuelco. Ya había visto esa foto antes. Moody se la había enseñado el verano anterior. Allí estaban sus padres, Sirius, Colagusano, los Longbottom, Dumbledore y su hermano, Lupin e incluso el propio Moody. Sonrientes, igual que el verano anterior, sin saber el trágico futuro que les esperaba a muchos de los fotografiados.

Harry dejó la foto sobre la mesa mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Le dió la vuelta a la foto. No podía ver a ese grupo feliz e ignorante.

Abrió el libro en el que había encontrado la foto. Tan solo tenía escritas a pluma las primeras páginas. Parecía un diario, una confesión. Leyó las primeras frases:

"Alguien me dijo una vez que del sufrimiento de los otros aprendemos valiosas lecciones. Supongo que es la impotencia que siento al estar encerrado en esta casa lo que me ha impulsado a escribir.

Ya que si no puedo ayudar a la orden del fénix por mi situación actual, tal vez pueda ayudar a alguien con mi historia"

El corazón de Harry dio un vuelco aún mayor al que había dado al encontrar la foto. Sabía perfectamente quien había escrito esas líneas. Siempre se había sentido inútil en Grimmauld Place, por eso fue aquella noche a ayudarle, por eso no volvió a la casa que le vio nacer.

Harry se sentó en el mugriento suelo con el libro en sus manos. con los ojos empañados se dispuso a leer la historia del que había sido un segundo padre para él: Sirius Black