EL SILMARIL
********** Quiero dedicar este capítulo a Dernix, una de mis fieles lectoras. Espero que te guste.... XD.
Igualmente agradecer la ayuda a Lothluin que me ha sacado de un atasco serio con sus consejos (sabios)
Por fin agradecer la intervención de Narrigne, cedido por Narringe, eso de usar personajes ajenos se está transformando en un vicio....
********* - Se llevan a los niños mi Señora –Gritó un soldado señalando dos caballos que emprendían una veloz huida. En el último pudo distinguir el cabello llameante de Náredriel.
Y Galadriel se quedó con el corazón dividido. Fulminarlos sería lo menos que desearía pero al mismo tiempo temía dañar a Elrond y a Elros, usados como verdaderos escudos. Sin embargo a medida que las figuras se alejaban la sensación de estar haciendo lo correcto se asentó en ella.
Unas palabras se fueron formando en su mente y su garganta, sin quererlo las gritaba:
"Fëanáro nosello... Nai i umbar Namova atalta ten, (Descendiente de Fëanor. Ojalá el Hado de Namo caiga sobre ti). A mahtauvatye eressea umbartye mittal (Lucharás solitaria contra tu destino)"
- Mi Señora –la interrumpió un guerrero- Vuestra presencia es necesaria ahí adentro.
***
Sus ojos se negaban a ver. Ante ellos se extendía una sala atestada de cuerpos inertes, muchos mutilados, las paredes sanguinolentas y los suelos resbaladizos. En el corazón de la Dama se reprodujo el horror indescriptible que había vivido en Doriath pero multiplicado por si mismo y aún doblado.
- ¡Venid! –instaba el Elfo caminando por encima de los cadáveres de los caídos.
La batalla en la Casas de Curación había sido la más cruenta. Todos los niños de los Puertos se habían refugiado allí, pero sus defensas habían caído en poco tiempo: los hijos de Fëanor habían enviado a sus mejores Elfos, los más aguerridos y crueles. Puestos a matar, iban a obtener el Silmaril a cualquier precio.
Galadriel contempló con horror que entre los caídos dominaban los cabellos rubios.
- ¿Y la Dama Elwing? –Preguntó Galadriel mirando alarmada a los rostros de los muertos.
- Sólo hay un niño que sabe algo de lo que ha pasado. Los pequeños estaban a buen recaudo, los protegían las puertas del almacén y solo en el último momento fueron abiertas, cuando entramos al mando de Herumor era demasiado tarde.
- ¿Demasiado tarde para qué? –Preguntaba ella inquieta ¿Y Herumor? ¿Dónde está él? ¿Ha sido honesto?
- Mucho más de lo que cabría esperar. Luchó valientemente con ese elfo que se llevó a los Príncipes, pero fue herido. Turussë le está atendiendo, pero no da abasto
- No me extraña que haya sido herido –dijo Galadriel- No es poca cosa hacer frente a Narringe. Pero porqué está solo Turussë, ¿Y Phaire? ¿Y la Dama Aurenar?
- Aurenar también ha sido herida, ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, no es grave pero de momento debe reposar y Phaire... ella ha muerto, mi Señora...
La Dama palideció. ¿Muerta? Su pecho se llenó de oscuros presentimientos.
- ¿Dónde está ese niño que dices?
***
Finlomë no había visto nunca a la Dama de cerca. La expresión de su rostro le intimidaba. Lo único que salía de él eran las lágrimas. Era un elfo muy pequeño, de no más de diez años. La inocencia quemaba en sus azules ojos y sus labios gordezuelos se apretaban en una mueca de timidez.
- Debes contarme lo que has visto, Finlomë, necesito saber qué ha pasado. –Le pidió ella amablemente.
El niño la miró desde detrás de sus lágrimas. Cuando hablaba con él ya no parecía una reina. Su voz sonaba familiar, tal vez como la de una profesora... pero... ¿Cómo iba a encontrar su boca las palabras que tradujeran lo que sus ojos habían presenciado?. El horror parecía su único testimonio.
La Dama agachada frente a él, le acarició con una ternura inmensa y lo estrechó contra su pecho. Sus ojos, que también estaban húmedos, penetraron en su mente. Aun quedaba en ellos parte del sueño del que aquella mañana Minuiel, su madre, le había arrancado. Dentro de la cabeza del niño, entre sus confusos recuerdos, la Dama oyó un ensordecedor replique de campanas, que desde la mindon (torre) de la plaza sembraban la alarma: el momento de la batalla había llegado y todo el mundo debía correr a los puestos asignados: o a la batalla o al refugio.
- Corred –había ordenado su padre.
El pequeño tuvo que mirar dos veces para reconocerlo ocupando aquella armadura. Estaba guapo allí dentro. Parecía más alto y mucho más fuerte.
- ¿Yo también me pondré una así? –Preguntó admirado.
Su padre se arrodilló ante él haciendo tintinear el pesado metal de las perneras contra el frío suelo.
- Ionn –dijo su padre entre suspiros- Tal vez, por desgracia un día llevarás una así, pero hoy debes cuidar de tu madre y ser fuerte. Es posible, hijo, que no nos volvamos a ver en Endor...
- ¿Por qué ada, qué pasará ahora?. Los ojos claros de Finlomë se poblaron de preguntas al tiempo que los de su padre le mostraban el espanto que aquel día los dominaba. Le revolvió con la mano los dorados cabellos pero el guantelete de acero le rozó la frente.
Galadriel acarició el rasguño del niño que se apretó de nuevo contra ella, desamparado.
- Ya pasó, Finlomë... ya pasó todo –murmuró la Dama confortándolo al tiempo que veía con sus ojos de niño las estrechas calles de los Puertos, que tan bien conocía. Una niebla espesa unía su poder al de la noche para hacer que las casas blancas de los Falmari parecieran fantasmagóricas apariciones. En el perfecto rostro de Galadriel se pintó una expresión de dolor: A través del pequeño veía a otros Elfos presurosos que atravesaban las callejas empedradas de los puertos. El miedo se reflejaba en sus caras. Muchos cerraban ventanas y puertas no tanto para evitar el saqueo y el pillaje como para conjurar la esperanza de que pasado un oscuro mal rato, podrían regresar y seguir con la vida cotidiana. Para tanto de ellos, eso no sería así.
***
Finlomë se separó lentamente del cuerpo de Galadriel.
- Seguid mirando en mi cabeza... –dijo con ojos suplicantes y húmedos.
Galadriel se abismó de nuevo en él. Sintió la prisa en los pies y el Toc- toc de las pisadas contra el empedrado y sus ojos descubrieron los contornos de la Casa de Curación, difuminada por las brumas, perezosas en aquella mañana terrible.
Ante la puerta de la Casas de Curación había varios Elfos armados. Finlomë los miró temeroso. Uno de ellos parecía Noldo: Alto y robusto de mirada gris y cabellos nocturnos. El emblema de Finarfin lucía en su pecho. El otro elfo se aproximó a ellos y les explicó precipitadamente que algunos de los fëanorianos habían desertado jurando fidelidad a Galadriel. Eran Elfos de corazón cansado a causa del juramento. Aquel se llamaba Herumor
- Tu familia aquí estará a buen recaudo, es un guerrero extraordinario. Fue guardaespaldas de la hija de Maglor que también está refugiada con los niños. –Les explicó.- La Casa de Curación es inexpugnable.
Su padre asintió en silencio y Finlomë vio como ceñía la casi inexistente cintura de su madre y como le acariciaba el vientre preñado y como le besaba los labios por última vez. Luego se miraron. En silencio la mano del padre le revolvió los cabellos. Los labios no dijeron ya nada más. Un brillo acuoso danzaba en sus pupilas. Y se fue. La niebla fue devorando su imagen, su armadura no centelleaba.
*** *** ***
- ¿Qué sucedió aquí dentro? –Preguntó la Dama.
Finlomë tenía en su cabeza ideas dispersas, que no podía ordenar.
- El noldo nos acompañó y yo noté que a mi nana le costaba caminar, aunque ella sonreía... y le Elfa que mataron la hizo tumbar en un jergón, en una esquina, detrás de un biombo... y había una chica de cabellos rojos y era una princesa... y..
El niño arrancó a llorar...
- Shhh... –Dijo Galadriel tiernamente acomodando al niño en su regazo.- Déjame seguir mirando en tu mente... no hables, pequeño...
Y la Dama vio como Finlomë fue arrancado del lado de su madre y llevado con Lothluin, que se despedía del noldo que le había traído hasta allí con un tímido beso.
Luego vio a Herumor buscar a Náredriel y el gesto altivo de ella y su mirada fría. Galadriel no podía saber de qué hablaban, pero él lanzó antes de salir una última mirada hacia Lothluin y en sus ojos había vergüenza y duda.
- ¿Y este joven? ¿Cómo se llama? –Dijo Lothluin con dulzura. Los grandes ojos de Finlomë sonrieron inocentes y sus labios gordezuelos pronunciaron su nombre.
La Elfa había acomodado a los niños en un rincón al fondo del recinto y les contaba cuentos. Náredriel se sentó con ella y tocaba el arpa, pero se la veía inquieta, nerviosa. Y era extraño que ni la música calmara su espíritu. Los ojos del niño se cruzaron un momento con los de ella y Galadriel se estremeció al ver aquella mirada: tenía una chispa de demencia, de desesperanza y de pasión que ella conocía bien y temía aún más.
"Debí haberla llevado conmigo, en la grupa de mi propio caballo" –se reprochó.
***
Galadriel acariciaba largamente la espalda del pequeño. Quietas figuras entre el espanto. Lothluin, cargando con un bebé en brazos, hacía entrar a otros niños, que lloraban o llamaban a sus madres.
- ¿Ese pequeño es tu hermano? – Le preguntó la Dama. El niño asintió.
La Dama entornó los ojos y los gemidos de la madre de Finlomë le llegaron ahora nítidos, sobreponiéndose al barullo del juego de los niños. Un amigo se acercó a él, le apretó el brazo y le animó:
- ¡Tranquilo Fin! ¡Siempre es así! Cuando nació mi hermanita paso igual. Verás que pasará rápido y pronto.
Pero Finlomë tenía el corazón encogido y en la boca no encontraba saliva. Años más tarde supo que ese estado tiene nombre. Y que ese nombre es miedo.
Aurenar salió alarmada de detrás del biombo buscando a Phaire. Algo iba mal.
Phaire fue corriendo... mamá gritaba mucho... luego se oyó un ruido muy grande, tanto que hasta los niños que jugaban se callaron de golpe. Solo se oía llorar a los más pequeños y gritar a mi madre... y fuera... debían estar luchando... De pronto se abrió la puerta y entró un guerrero, debía ser muy importante, llevaba una armadura brillante, como los grandes capitanes... y custodiaba a una Dama muy hermosa y a dos niños a los que la Doncella Malitthe llamó. Eran iguales. Yo nunca había visto dos niños así. Luego me dijeron que eran los príncipes, cuando Náredriel se los llevó... ella, cuando vio entrar a la Dama dejó el arpa en mis manos y se deshizo de la mano de Lothluin que intentaba retenerla. Era como un barquito empujado por el viento que va aunque no quiera ir. En el cuello de la Dama brillaba algo... mucho... ¡Era algo como mágico, especial, algo que no podías dejar de mirar! Náredriel le gritó: "¡Dámelo! ¡Me pertenece! ¡Impide que más gente inocente muera! ¡Dame el Silmaril!" Tiene una voz tan clara y vibrante, que te obliga a obedecerla: si el Silmaril hubiera estado alrededor de mi cuello se lo habría dado sin importarme lo bonito que era. Pero la Dama no lo hizo. Miró a Náredriel y sus ojos, tan hermosos, se cuajaron de un odio cortante y espeso. "Jamás te lo daré y no es tuyo: Mi abuela lo rescató de la corona de Morgoth poniendo en peligro su vida.". Pero ella le contestó como si se burlara: "Nada habría rescatado tu abuela si las manos de mi abuelo no hubieran forjado esa joya y si ella arriesgó por el su vida mi abuelo la perdió. Así que ¡Dámelo!." Entonces el guerrero alto, que no le estaba haciendo caso a la doncella señaló esa pequeña puerta que da a la playa. Phaire, al oír los gritos, había dejado a mamá y había salido corriendo con la llave, Era la única que podía abrir la puerta. Pero Náredriel gritó "¡Elwing! ¡No vas a salir por esa puerta con el Silmaril!". Entonces se precipitó contra el guerrero y con un gesto preciso, seguramente lo había ensayado mil veces, le quitó la espada de su propia vaina y cuando el elfo iba a reaccionar ya tenía un tajo alrededor del cuello y cayó de golpe, con los ojos en blanco y su sangre empezó a hacer un charco... yo... nunca había visto a nadie matar a otro...
Finlomë se estremeció. El miedo le recorrió otra vez el cuerpo...
- Ella Lo hizo tan fácil, tan rápido... –dijo haciendo un gesto con la mano, como si él llevara ahora la espada- y él cayó y Elwing gritó y mi madre también gritaba mucho y Aurenar salió de detrás del biombo con un pequeño bultito blanco y llorón que dejó en mis brazos mientras desenvainaba su propia espada...
Finlomë se calló. Ya no podía seguir hablando. En su garganta había un nudo intrincado. El guerrero, emocionado, apenas contenía las lágrimas.
- Su madre, mi Señora... tuvo una hemorragia tras el parto y con la confusión no pudieron detenerla... cuando llegó Turussë...
La Dama mandó callar al elfo con un gesto. Sus dedos se hundieron en los rizos dorados del pequeño y leyeron con nitidez la escena que el pobrecillo había presenciado...
... Phaire ya había abierto la puerta y se interponía entre Náredriel y Elwing. "¡No me obligues a matarte!" Le gritaba Náredriel. "No pequeña, no me quitaré. Deja que Elwing huya. Yo no me moveré, si quieres pasar tendrás que matarme." Phaire hablaba con serenidad, mirando a los ojos de su alumna, segura de que guardaría la espada, aunque había matado al soldado no creía que se atreviera a usar la espada contra ella...
- ¡Y la mató! – Dijo el niño con un hilo de voz recordando la herida del pecho.- "¿Qué has hecho?" Le gritaba Aurenar, que no había llegado a tiempo. La Dama Elwing entonces huyó, salió hacia la playa, toda ella era como un rayo de luz...
- ¿Fue Náredriel quien hirió a Aurenar? –Preguntó Galadriel con incredulidad mirando con atención los grandes ojos del niño...
- No... no creo que hubiese podido, la lucha era muy desigual... La Dama superaba a Náredriel, pero cuando Aurenar ya casi había ganado, la puerta cerrada que nos separaba de la batalla cedió y entró un Noldo vestido de negro, muy corpulento, con una espada también negra con destellos azulados... él pareció muy conmocionado cuando vio a la doncella Náredriel y gritó: "¡Por Aulë! ¡Madre! ¡Nerdanel!" y se abalanzó sobre la Dama Aurenar y la hirió... Náredriel corrió hacia la costa en pos de Elwing y el elfo la siguió...
- ¡Narringe...! –musitó Galadriel.- No me extraña que reconociera a Náredriel enseguida, el parecido con su abuela es cada vez más extraordinario...
-¿Le conocéis mi Señora? –Inquirió el guerrero.
- Si...-dijo ella quedamente- Es por así decir un hijo adoptivo de Fëanor... Frío como el hielo y apasionado como el fuego. Aún guardo su imagen en Alqualondë... -dijo la Dama con un estremecimiento...
- ¿Adoptivo? Perdonad mi osadía Señora pero... ¿Es que con siete no tenía bastante?
Una sonrisa surcó el rostro de Galadriel.
- ¡Con nada ha tenido bastante! Tu eres Sindar, no puedes entenderlo... el corazón de un Noldo es voraz... cabe en el todo el odio y todo el amor, la creación máxima y la destrucción suprema... Debí ocuparme yo misma de esa niña, sentarla en la cruz de mi caballo... – Luego la Dama se volvió hacia el niño y le preguntó.- ¿Sabes qué más sucedió? ¿Qué ha sido de Elwing?
- No lo sé... luego entró ese noldo tan grande y se puso en la puerta y mandó a Lothluin que los niños saliéramos y yo estaba cerca y salí enseguida y les vi correr a los tres hacia el mar... La Dama llegó hasta la orilla y miró atrás y Náredriel corría tanto que yo pensé que le daría alcance pero la Dama se lanzó al mar y ella detrás y yo pensé que se ahogaría, pero el noldo siguió a Náredriel y la retuvo, como si entendiera que no había nada que hacer... entonces sucedió...
¿El qué? –Preguntó Galadriel.
- Señora, el muchacho cuenta algo extraño... dice que cuando la Dama hubo nadado muchos metros y las fuerzas la abandonaban sé...
El niño interrumpió al guerrero casi gritando, proclamando con seguridad aquello que había visto.
- ¡Se hizo un ave... blanca y poderosa, y surcó el cielo en dirección al Oeste...!
En el rostro del guerrero se pintó una mueca de incredulidad como si considerara que acontecimientos demasiado grandes habían excedido la resistencia de la mente de un niño demasiado pequeño. Pero la Dama lo miraba con seriedad, no dudando de sus palabras y sus labios pronunciaron un nombre que hizo cambiar la expresión del rostro del elfo...
- ¡Ulmo...! en sus manos está el destino del Silmaril... –dijo la Dama y le preguntó al niño- ¿Ellos luego se llevaron a los príncipes?
La cabeza de Finlomë asintió. Su voz, aunque cansada, prosiguió relatando.
- Si... el elfo nos apartó a empujones y luchó contra Herumor... Sus espadas chocaban y hacían mucho ruido y sus caras brillaban de ira...
Galadriel vio lo que Finlomë había presenciado.
Por muchos años que el niño viviera y por muchas batallas que viera jamás volvería a ser testigo una lucha tan espectacular y encarnizada, tan igualada y cruel.
- Lo que me extraña es que no lo matara... –dijo Galadriel
- Fue por la Princesa –dijo Finlomë- le gritó que le dejara y que la ayudara con los niños... entonces se los llevaron...
- Los he visto... no sé si hice bien pero no he querido detenerlos... –Dijo Galadriel
- ¿Dejó que se llevaran a los príncipes? –Preguntó el guerrero alarmado ante la impasibilidad de la Dama, recordando como en Doriath los hijos de Fëanor ya habían intentado obtener el Silmaril secuestrando a los hermanos de Elwing, Eluchíl y Eluréd de los que nunca más se supo.
- Nada les sucederá –dijo Galadriel con seguridad- Sé que Maglor los cuidará.
Finlomë había callado. Sus ojos seguían abiertos pero el cuerpo estaba flojo y desmadejado. Galadriel sabía que dormía, entregado al amparo de su cuerpo. Los llantos de los demás niños no paraban y el ajetreo de la Casa de Curación cada vez sería peor. El guerrero tomó al niño en brazos y lo dejó n un rincón, con los otros pequeños que Lothluin iba trayendo desde la playa, en donde se habían dispersado.
Galadriel se levantó con decisión. La batalla no había concluido totalmente y ella debía regresar a las calles. Al pasar delante de la puerta quiso mirar la playa, pero temió ver la masacre de los cuerpos de los niños y se volvió sobre sus pasos.
Salió tirando de su propio cuerpo, arrastrándose casi.
¡Era la tercera vez que sucedía! ¡Por qué a ella???!
Los cuernos de los fëanorianos ya tocaban a retirada
***
Narringe no podía apartar los ojos de ella.
Desde el color de sus cabellos hasta la forma de caminar en todo le recordaba a su madre.
Al llegar a un acantilado, alejados ya de la batalla se asomaron a la piedra y miraron hacia abajo. A lo lejos se veía la ciudad. Apenas había actividad en las calles, solo escaramuzas aisladas, gentes que aún peleaban y bultos caídos en el suelo. Soplaba un inquietante viento del oeste. Los cuernos sonaron marcando retirada.
- Ha sido una masacre. Nuevamente Nelyo se ha llenado de honor... –comentó Narringe.
Náredriel callaba. Pero se miró las manos, como si las tuviera sucias, y las restregó contra el cuello del caballo.
- Ya no puedes cambiar nada –dijo Narringe con cierta frialdad- No le des más vueltas. Eso vivirá en ti para siempre. Por días sin término verás sus caras y aunque te emborraches de sangre no podrás acallar sus voces muertas, la sangre derramada, la luz que huye de sus ojos...
Náredriel lo miró y vio una tristeza infinita, una profundidad brutal y una pasión ilimitada. A su vez Narringe reconoció en los de Náredriel a los de su padre: voraces, insaciables, temerarios.
- Yo no tenía derecho a quitarle la vida a nadie... –le dijo con un hilo de voz.
- ¿Derecho? ¡Claro que lo tenías! ¿Qué derecho tienen los Valar de castigarte por cosas que tu no has hecho, en las que no has tenido parte? ¡Hasta ahora has sido azotada sin motivo y eso te hace libre para hacer lo que quieras! ¿Desde cuando a los Valar les ha importado la justicia? !Ellos vieron los Silmarilis y en su corazón los desearon! ¡No te culpes por enamorarte de lo que los mismos Poderes anhelan!
Las tropas fëanorianas se agrupaban, los rojos penachos iban buscándose y formando una marea creciente. Náredriel suspiró pensando en las palabras que acababa de oír. Su vida había dado otra vuelta, y en medio del dolor, una sensación parecida a libertad se adueñaba de ella...
- ¿Náredriel es tu amilesse? –Le preguntó Narringe.
Ella asintió con la cabeza
- Pero tu padre te llama Míriel ... yo también te llamaré así ¿Sabes quien soy yo?
- Tú eres Narringe Fëanorion, el hijo que Nerdanel y Fëanor adoptaron.
- Veo que lo sabes... pensé que no te habrían hablado de mí...
- Bueno, me dijeron que eras el mayor de la casa, que no te habías unido al juramento y que te fuiste cuando Fëanor quemó los barcos.
- ¡Vaya! ¡La pequeña Miriel sabe más de Narringe que él de ella! Nelyo me habló de ti muy por encima. Te reconocí por que te pareces a Nerdanel. Mejor dicho eres Nerdanel venida a Endor.
- Pero tengo los ojos de Fëanor... -replicó ella con una sonrisa cansina- ¡Me lo han dicho mil veces!
Narringe no respondió a su comentario, aunque era cierto. Atisbço el horizonte y dijo:
- Las tropas de Nelyo pasarán por aquí. Supongo que querrás unirte a ellas, ¿No es así?
- Si... –musitó ella-
- Entonces los esperaremos aquí, además estos pequeños príncipes necesitan descansar ¿Cómo se llaman?
- El que tu llevas se llama Elrond y este es Elros
Narringe sonrió casi imperceptiblemente: los niños eran iguales...
- ¿Cómo los distingues? –Preguntó.
- ¡Pues como a Ambarto y a Ambarussa, por la forma de mirar! –Respondió Náredriel descabalgando y tomando en brazos a Elros, que se acarameló contra ella buscando asustado su cariño.
*** *** ***
Miriel apartó las manos del Elfo herido que intentaba sanar. Se mordió el labio y gruesos lagrimones fluyeron por sus ojos. La sombra se llevó la vida que le quedaba al Elfo y ella se dejó caer al suelo vacía. No tenía poder,
- ¿Que sucede? –Dijo Anteniss alarmada.
El elfo yacía inerte. La mirada de la Curadora se cernió sobre su nieta, que se replegaba sobre sí misma, abrazándose, como si quisiera salvarse de un desastre.
- ¿Has estado en contacto con la muerte? –Sus ojos penetrantes como los de un ave de presa la escrutaban- ¿Te has cobrado vidas? ¡Típico! ¡Nada te importa el sacrificio de tu madre! ¡Nada la soledad de tu padre! ¡Tu no has nacido para ser princesa, para preocuparte del destino de un pueblo! ¡Eres egoísta y mezquina! Pero ahora estarás contenta. ¡Has conseguido lo que querías! ¡El poder ha huido de ti! ¡Quítate del medio! ¡Vete a tocar el arpa! ¡Aparta de mi vista tu inutilidad!
Parecía que su cuerpo estuviese diseminado, fragmentado en mil trozos, difuminado... Náredriel se levantó penosamente, aún traspasada por los severos ojos de su abuela. Buscaba por su pecho arrepentimiento pero la luz deslumbrante del Silmaril aún la cegaba. Narringe había dicho que tenía derecho a matar, más derecho que nadie. Si Poderes injustos regían su destino, si el Hado la había perseguido injustamente, ¿Por qué ser virtuosa? Otras palabras resonaban en su mente, las de Aurenar, cuando le decía que no tenía nada de qué enorgullecerse. Y era cierto. Nada había hecho digno de mención, salvo los vergonzantes asesinatos de aquella tarde. Los ojos del guerrero asesinado que de pronto se habían llenado de muerte, el pecho abierto de Phaire... sólo ahora se daba cuenta de lo mucho que la quería... Pero se había interpuesto en su camino, la había apartado de... ¿De qué? La muerte ahora vivía en ella y le mordía el corazón como un perro. De pronto quiso ser aquella niña de cabellos revuelos que no sabía qué era un "noldo" y que juraba que jamás tendría nada que ver con aquellos Elfos fratricidas... Toda su vida había renegado del poder de sanar, pero ahora, viendo como había muerto un elfo por su falta de poder... ¡Ahora sabía qué importante era lo que había perdido!
Sorteando rabiosa los cuerpos de los heridos, saltando sobre sus gemidos que la acusaban de traidora, se acercó al acantilado. Bajo ella Los Puertos, enfrente las playas conocidas por las que había corrido y jugado, el mar que le había lamido la piel... "¿Recuerdas tú el nombre de todos tus ahogados? ¿Recuerdas el color de sus ojos, el tono de su voz, la sorpresa en su rostro cuando ya no había aire?"
Una mano en la espalda la sacó de su llanto.
- Ambarto y Ambarussa han caído. –Le dijo. Ella se mordió el labio. Su tío se sentó a su lado.
Ella le miró con el rostro bañado de lágrimas y la nariz rezumando mocos.
- Ilye ná avasanda, vanimelda... mártya tyalie Nuru . A nenatye niernen i osse karnaron, nan a kenatye i eleni estelenen... Eru lastaruva i yalme uaharyaina (Todo es mentida, preciosa... tus manos han tocado la Muerte. Moja con tus lágrimas el horror de tus hechos pero mira a las estrellas... Eru escuchará el clamor de los desposeídos)
La única mano de Nelyafinwë limpió las lágrimas de sus ojos antes de atráela hacia sí y estrujarla con un abrazo protector. El muñón se le clavaba en la espalda... él nunca volvería a tener una mano en el extremo de aquel brazo mutilado... ella sentía que también hoy algo se había amputado de su cuerpo, algún miembro...
- Nelyo, os dejo –dijo Narringe con voz fría.
Ambos le miraron.
- Albergaba la esperanza de que te unirías a nosotros... –dijo Nelyo.
- Y a sabes lo que pienso: esas joyas están perdidas. Debes buscar otras luchas hermano.
- ¡No es cierto! ¡Las recuperaré! Sabes que vivo para cumplir un juramento...
- Lo sé. Una vida absurda para cumplir un juramento absurdo...¡Estáis locos! Mira Elwing fue transformada en un ave y huyó con el Silmaril, tal vez jamás volvamos a verlo o a saber de él... quizá llegue a Manwë o Ulmo lo quiera para sí... y en cuanto a los otros dos no están a tu alcance ¡Mira tus fuerzas! Los mejores te han traicionado, se han unido a la Dama, otros han dejado su vida y no menos han desertado sin poder aguantar el horror... ¿Te enfrentarás con estas fuerzas a Morgoth, Señor y Dueño del Norte? ¿O harás una nueva Liga de Maedhros? ¿Con quién? ¿Con Gil-galad? ¿Unirá sus fuerzas que apenas pueden contener las escaramuzas de los orcos a las del Elfo que ha asolado los Puertos? .
- Sabes hermano que mi vida solo sirve para recuperar los Silmarilis... sabes que hace largo tiempo que vivo para eso solamente y que todo se dirige a ese único fin
- Conozco tu locura, si... –contestó fríamente Narringe- He visto el modo en que desperdiciáis la vida... ¡Locos! ¡Locos artistas! ¡Chiflados asesinos!
Nelyo miró a Narringe, En sus ojos latía aún la más injustificada de las esperanzas.
- Sabes que mis brazos están siempre abiertos para ti, hermano –dijo Nelyo.
- Lo sé –contestó el fríamente.- Miriel, vanimelda, he visto a mi madre en ti, nunca olvidaré eso.
- Mi corazón conservará tu recuerdo... –dijo ella frenado sus sollozos
- Mojado... y hasta lleno de mocos... pero, me bastará - contestó con una irónica sonrisa, besando las manos de su sobrina.- Nos veremos, vanima, presiento que el hado nos reunirá de nuevo.
El elfo se retiró y ambos lo vieron alejarse en dirección a Maglor, que jugaba con Elrond y Elros.
********** Quiero dedicar este capítulo a Dernix, una de mis fieles lectoras. Espero que te guste.... XD.
Igualmente agradecer la ayuda a Lothluin que me ha sacado de un atasco serio con sus consejos (sabios)
Por fin agradecer la intervención de Narrigne, cedido por Narringe, eso de usar personajes ajenos se está transformando en un vicio....
********* - Se llevan a los niños mi Señora –Gritó un soldado señalando dos caballos que emprendían una veloz huida. En el último pudo distinguir el cabello llameante de Náredriel.
Y Galadriel se quedó con el corazón dividido. Fulminarlos sería lo menos que desearía pero al mismo tiempo temía dañar a Elrond y a Elros, usados como verdaderos escudos. Sin embargo a medida que las figuras se alejaban la sensación de estar haciendo lo correcto se asentó en ella.
Unas palabras se fueron formando en su mente y su garganta, sin quererlo las gritaba:
"Fëanáro nosello... Nai i umbar Namova atalta ten, (Descendiente de Fëanor. Ojalá el Hado de Namo caiga sobre ti). A mahtauvatye eressea umbartye mittal (Lucharás solitaria contra tu destino)"
- Mi Señora –la interrumpió un guerrero- Vuestra presencia es necesaria ahí adentro.
***
Sus ojos se negaban a ver. Ante ellos se extendía una sala atestada de cuerpos inertes, muchos mutilados, las paredes sanguinolentas y los suelos resbaladizos. En el corazón de la Dama se reprodujo el horror indescriptible que había vivido en Doriath pero multiplicado por si mismo y aún doblado.
- ¡Venid! –instaba el Elfo caminando por encima de los cadáveres de los caídos.
La batalla en la Casas de Curación había sido la más cruenta. Todos los niños de los Puertos se habían refugiado allí, pero sus defensas habían caído en poco tiempo: los hijos de Fëanor habían enviado a sus mejores Elfos, los más aguerridos y crueles. Puestos a matar, iban a obtener el Silmaril a cualquier precio.
Galadriel contempló con horror que entre los caídos dominaban los cabellos rubios.
- ¿Y la Dama Elwing? –Preguntó Galadriel mirando alarmada a los rostros de los muertos.
- Sólo hay un niño que sabe algo de lo que ha pasado. Los pequeños estaban a buen recaudo, los protegían las puertas del almacén y solo en el último momento fueron abiertas, cuando entramos al mando de Herumor era demasiado tarde.
- ¿Demasiado tarde para qué? –Preguntaba ella inquieta ¿Y Herumor? ¿Dónde está él? ¿Ha sido honesto?
- Mucho más de lo que cabría esperar. Luchó valientemente con ese elfo que se llevó a los Príncipes, pero fue herido. Turussë le está atendiendo, pero no da abasto
- No me extraña que haya sido herido –dijo Galadriel- No es poca cosa hacer frente a Narringe. Pero porqué está solo Turussë, ¿Y Phaire? ¿Y la Dama Aurenar?
- Aurenar también ha sido herida, ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, no es grave pero de momento debe reposar y Phaire... ella ha muerto, mi Señora...
La Dama palideció. ¿Muerta? Su pecho se llenó de oscuros presentimientos.
- ¿Dónde está ese niño que dices?
***
Finlomë no había visto nunca a la Dama de cerca. La expresión de su rostro le intimidaba. Lo único que salía de él eran las lágrimas. Era un elfo muy pequeño, de no más de diez años. La inocencia quemaba en sus azules ojos y sus labios gordezuelos se apretaban en una mueca de timidez.
- Debes contarme lo que has visto, Finlomë, necesito saber qué ha pasado. –Le pidió ella amablemente.
El niño la miró desde detrás de sus lágrimas. Cuando hablaba con él ya no parecía una reina. Su voz sonaba familiar, tal vez como la de una profesora... pero... ¿Cómo iba a encontrar su boca las palabras que tradujeran lo que sus ojos habían presenciado?. El horror parecía su único testimonio.
La Dama agachada frente a él, le acarició con una ternura inmensa y lo estrechó contra su pecho. Sus ojos, que también estaban húmedos, penetraron en su mente. Aun quedaba en ellos parte del sueño del que aquella mañana Minuiel, su madre, le había arrancado. Dentro de la cabeza del niño, entre sus confusos recuerdos, la Dama oyó un ensordecedor replique de campanas, que desde la mindon (torre) de la plaza sembraban la alarma: el momento de la batalla había llegado y todo el mundo debía correr a los puestos asignados: o a la batalla o al refugio.
- Corred –había ordenado su padre.
El pequeño tuvo que mirar dos veces para reconocerlo ocupando aquella armadura. Estaba guapo allí dentro. Parecía más alto y mucho más fuerte.
- ¿Yo también me pondré una así? –Preguntó admirado.
Su padre se arrodilló ante él haciendo tintinear el pesado metal de las perneras contra el frío suelo.
- Ionn –dijo su padre entre suspiros- Tal vez, por desgracia un día llevarás una así, pero hoy debes cuidar de tu madre y ser fuerte. Es posible, hijo, que no nos volvamos a ver en Endor...
- ¿Por qué ada, qué pasará ahora?. Los ojos claros de Finlomë se poblaron de preguntas al tiempo que los de su padre le mostraban el espanto que aquel día los dominaba. Le revolvió con la mano los dorados cabellos pero el guantelete de acero le rozó la frente.
Galadriel acarició el rasguño del niño que se apretó de nuevo contra ella, desamparado.
- Ya pasó, Finlomë... ya pasó todo –murmuró la Dama confortándolo al tiempo que veía con sus ojos de niño las estrechas calles de los Puertos, que tan bien conocía. Una niebla espesa unía su poder al de la noche para hacer que las casas blancas de los Falmari parecieran fantasmagóricas apariciones. En el perfecto rostro de Galadriel se pintó una expresión de dolor: A través del pequeño veía a otros Elfos presurosos que atravesaban las callejas empedradas de los puertos. El miedo se reflejaba en sus caras. Muchos cerraban ventanas y puertas no tanto para evitar el saqueo y el pillaje como para conjurar la esperanza de que pasado un oscuro mal rato, podrían regresar y seguir con la vida cotidiana. Para tanto de ellos, eso no sería así.
***
Finlomë se separó lentamente del cuerpo de Galadriel.
- Seguid mirando en mi cabeza... –dijo con ojos suplicantes y húmedos.
Galadriel se abismó de nuevo en él. Sintió la prisa en los pies y el Toc- toc de las pisadas contra el empedrado y sus ojos descubrieron los contornos de la Casa de Curación, difuminada por las brumas, perezosas en aquella mañana terrible.
Ante la puerta de la Casas de Curación había varios Elfos armados. Finlomë los miró temeroso. Uno de ellos parecía Noldo: Alto y robusto de mirada gris y cabellos nocturnos. El emblema de Finarfin lucía en su pecho. El otro elfo se aproximó a ellos y les explicó precipitadamente que algunos de los fëanorianos habían desertado jurando fidelidad a Galadriel. Eran Elfos de corazón cansado a causa del juramento. Aquel se llamaba Herumor
- Tu familia aquí estará a buen recaudo, es un guerrero extraordinario. Fue guardaespaldas de la hija de Maglor que también está refugiada con los niños. –Les explicó.- La Casa de Curación es inexpugnable.
Su padre asintió en silencio y Finlomë vio como ceñía la casi inexistente cintura de su madre y como le acariciaba el vientre preñado y como le besaba los labios por última vez. Luego se miraron. En silencio la mano del padre le revolvió los cabellos. Los labios no dijeron ya nada más. Un brillo acuoso danzaba en sus pupilas. Y se fue. La niebla fue devorando su imagen, su armadura no centelleaba.
*** *** ***
- ¿Qué sucedió aquí dentro? –Preguntó la Dama.
Finlomë tenía en su cabeza ideas dispersas, que no podía ordenar.
- El noldo nos acompañó y yo noté que a mi nana le costaba caminar, aunque ella sonreía... y le Elfa que mataron la hizo tumbar en un jergón, en una esquina, detrás de un biombo... y había una chica de cabellos rojos y era una princesa... y..
El niño arrancó a llorar...
- Shhh... –Dijo Galadriel tiernamente acomodando al niño en su regazo.- Déjame seguir mirando en tu mente... no hables, pequeño...
Y la Dama vio como Finlomë fue arrancado del lado de su madre y llevado con Lothluin, que se despedía del noldo que le había traído hasta allí con un tímido beso.
Luego vio a Herumor buscar a Náredriel y el gesto altivo de ella y su mirada fría. Galadriel no podía saber de qué hablaban, pero él lanzó antes de salir una última mirada hacia Lothluin y en sus ojos había vergüenza y duda.
- ¿Y este joven? ¿Cómo se llama? –Dijo Lothluin con dulzura. Los grandes ojos de Finlomë sonrieron inocentes y sus labios gordezuelos pronunciaron su nombre.
La Elfa había acomodado a los niños en un rincón al fondo del recinto y les contaba cuentos. Náredriel se sentó con ella y tocaba el arpa, pero se la veía inquieta, nerviosa. Y era extraño que ni la música calmara su espíritu. Los ojos del niño se cruzaron un momento con los de ella y Galadriel se estremeció al ver aquella mirada: tenía una chispa de demencia, de desesperanza y de pasión que ella conocía bien y temía aún más.
"Debí haberla llevado conmigo, en la grupa de mi propio caballo" –se reprochó.
***
Galadriel acariciaba largamente la espalda del pequeño. Quietas figuras entre el espanto. Lothluin, cargando con un bebé en brazos, hacía entrar a otros niños, que lloraban o llamaban a sus madres.
- ¿Ese pequeño es tu hermano? – Le preguntó la Dama. El niño asintió.
La Dama entornó los ojos y los gemidos de la madre de Finlomë le llegaron ahora nítidos, sobreponiéndose al barullo del juego de los niños. Un amigo se acercó a él, le apretó el brazo y le animó:
- ¡Tranquilo Fin! ¡Siempre es así! Cuando nació mi hermanita paso igual. Verás que pasará rápido y pronto.
Pero Finlomë tenía el corazón encogido y en la boca no encontraba saliva. Años más tarde supo que ese estado tiene nombre. Y que ese nombre es miedo.
Aurenar salió alarmada de detrás del biombo buscando a Phaire. Algo iba mal.
Phaire fue corriendo... mamá gritaba mucho... luego se oyó un ruido muy grande, tanto que hasta los niños que jugaban se callaron de golpe. Solo se oía llorar a los más pequeños y gritar a mi madre... y fuera... debían estar luchando... De pronto se abrió la puerta y entró un guerrero, debía ser muy importante, llevaba una armadura brillante, como los grandes capitanes... y custodiaba a una Dama muy hermosa y a dos niños a los que la Doncella Malitthe llamó. Eran iguales. Yo nunca había visto dos niños así. Luego me dijeron que eran los príncipes, cuando Náredriel se los llevó... ella, cuando vio entrar a la Dama dejó el arpa en mis manos y se deshizo de la mano de Lothluin que intentaba retenerla. Era como un barquito empujado por el viento que va aunque no quiera ir. En el cuello de la Dama brillaba algo... mucho... ¡Era algo como mágico, especial, algo que no podías dejar de mirar! Náredriel le gritó: "¡Dámelo! ¡Me pertenece! ¡Impide que más gente inocente muera! ¡Dame el Silmaril!" Tiene una voz tan clara y vibrante, que te obliga a obedecerla: si el Silmaril hubiera estado alrededor de mi cuello se lo habría dado sin importarme lo bonito que era. Pero la Dama no lo hizo. Miró a Náredriel y sus ojos, tan hermosos, se cuajaron de un odio cortante y espeso. "Jamás te lo daré y no es tuyo: Mi abuela lo rescató de la corona de Morgoth poniendo en peligro su vida.". Pero ella le contestó como si se burlara: "Nada habría rescatado tu abuela si las manos de mi abuelo no hubieran forjado esa joya y si ella arriesgó por el su vida mi abuelo la perdió. Así que ¡Dámelo!." Entonces el guerrero alto, que no le estaba haciendo caso a la doncella señaló esa pequeña puerta que da a la playa. Phaire, al oír los gritos, había dejado a mamá y había salido corriendo con la llave, Era la única que podía abrir la puerta. Pero Náredriel gritó "¡Elwing! ¡No vas a salir por esa puerta con el Silmaril!". Entonces se precipitó contra el guerrero y con un gesto preciso, seguramente lo había ensayado mil veces, le quitó la espada de su propia vaina y cuando el elfo iba a reaccionar ya tenía un tajo alrededor del cuello y cayó de golpe, con los ojos en blanco y su sangre empezó a hacer un charco... yo... nunca había visto a nadie matar a otro...
Finlomë se estremeció. El miedo le recorrió otra vez el cuerpo...
- Ella Lo hizo tan fácil, tan rápido... –dijo haciendo un gesto con la mano, como si él llevara ahora la espada- y él cayó y Elwing gritó y mi madre también gritaba mucho y Aurenar salió de detrás del biombo con un pequeño bultito blanco y llorón que dejó en mis brazos mientras desenvainaba su propia espada...
Finlomë se calló. Ya no podía seguir hablando. En su garganta había un nudo intrincado. El guerrero, emocionado, apenas contenía las lágrimas.
- Su madre, mi Señora... tuvo una hemorragia tras el parto y con la confusión no pudieron detenerla... cuando llegó Turussë...
La Dama mandó callar al elfo con un gesto. Sus dedos se hundieron en los rizos dorados del pequeño y leyeron con nitidez la escena que el pobrecillo había presenciado...
... Phaire ya había abierto la puerta y se interponía entre Náredriel y Elwing. "¡No me obligues a matarte!" Le gritaba Náredriel. "No pequeña, no me quitaré. Deja que Elwing huya. Yo no me moveré, si quieres pasar tendrás que matarme." Phaire hablaba con serenidad, mirando a los ojos de su alumna, segura de que guardaría la espada, aunque había matado al soldado no creía que se atreviera a usar la espada contra ella...
- ¡Y la mató! – Dijo el niño con un hilo de voz recordando la herida del pecho.- "¿Qué has hecho?" Le gritaba Aurenar, que no había llegado a tiempo. La Dama Elwing entonces huyó, salió hacia la playa, toda ella era como un rayo de luz...
- ¿Fue Náredriel quien hirió a Aurenar? –Preguntó Galadriel con incredulidad mirando con atención los grandes ojos del niño...
- No... no creo que hubiese podido, la lucha era muy desigual... La Dama superaba a Náredriel, pero cuando Aurenar ya casi había ganado, la puerta cerrada que nos separaba de la batalla cedió y entró un Noldo vestido de negro, muy corpulento, con una espada también negra con destellos azulados... él pareció muy conmocionado cuando vio a la doncella Náredriel y gritó: "¡Por Aulë! ¡Madre! ¡Nerdanel!" y se abalanzó sobre la Dama Aurenar y la hirió... Náredriel corrió hacia la costa en pos de Elwing y el elfo la siguió...
- ¡Narringe...! –musitó Galadriel.- No me extraña que reconociera a Náredriel enseguida, el parecido con su abuela es cada vez más extraordinario...
-¿Le conocéis mi Señora? –Inquirió el guerrero.
- Si...-dijo ella quedamente- Es por así decir un hijo adoptivo de Fëanor... Frío como el hielo y apasionado como el fuego. Aún guardo su imagen en Alqualondë... -dijo la Dama con un estremecimiento...
- ¿Adoptivo? Perdonad mi osadía Señora pero... ¿Es que con siete no tenía bastante?
Una sonrisa surcó el rostro de Galadriel.
- ¡Con nada ha tenido bastante! Tu eres Sindar, no puedes entenderlo... el corazón de un Noldo es voraz... cabe en el todo el odio y todo el amor, la creación máxima y la destrucción suprema... Debí ocuparme yo misma de esa niña, sentarla en la cruz de mi caballo... – Luego la Dama se volvió hacia el niño y le preguntó.- ¿Sabes qué más sucedió? ¿Qué ha sido de Elwing?
- No lo sé... luego entró ese noldo tan grande y se puso en la puerta y mandó a Lothluin que los niños saliéramos y yo estaba cerca y salí enseguida y les vi correr a los tres hacia el mar... La Dama llegó hasta la orilla y miró atrás y Náredriel corría tanto que yo pensé que le daría alcance pero la Dama se lanzó al mar y ella detrás y yo pensé que se ahogaría, pero el noldo siguió a Náredriel y la retuvo, como si entendiera que no había nada que hacer... entonces sucedió...
¿El qué? –Preguntó Galadriel.
- Señora, el muchacho cuenta algo extraño... dice que cuando la Dama hubo nadado muchos metros y las fuerzas la abandonaban sé...
El niño interrumpió al guerrero casi gritando, proclamando con seguridad aquello que había visto.
- ¡Se hizo un ave... blanca y poderosa, y surcó el cielo en dirección al Oeste...!
En el rostro del guerrero se pintó una mueca de incredulidad como si considerara que acontecimientos demasiado grandes habían excedido la resistencia de la mente de un niño demasiado pequeño. Pero la Dama lo miraba con seriedad, no dudando de sus palabras y sus labios pronunciaron un nombre que hizo cambiar la expresión del rostro del elfo...
- ¡Ulmo...! en sus manos está el destino del Silmaril... –dijo la Dama y le preguntó al niño- ¿Ellos luego se llevaron a los príncipes?
La cabeza de Finlomë asintió. Su voz, aunque cansada, prosiguió relatando.
- Si... el elfo nos apartó a empujones y luchó contra Herumor... Sus espadas chocaban y hacían mucho ruido y sus caras brillaban de ira...
Galadriel vio lo que Finlomë había presenciado.
Por muchos años que el niño viviera y por muchas batallas que viera jamás volvería a ser testigo una lucha tan espectacular y encarnizada, tan igualada y cruel.
- Lo que me extraña es que no lo matara... –dijo Galadriel
- Fue por la Princesa –dijo Finlomë- le gritó que le dejara y que la ayudara con los niños... entonces se los llevaron...
- Los he visto... no sé si hice bien pero no he querido detenerlos... –Dijo Galadriel
- ¿Dejó que se llevaran a los príncipes? –Preguntó el guerrero alarmado ante la impasibilidad de la Dama, recordando como en Doriath los hijos de Fëanor ya habían intentado obtener el Silmaril secuestrando a los hermanos de Elwing, Eluchíl y Eluréd de los que nunca más se supo.
- Nada les sucederá –dijo Galadriel con seguridad- Sé que Maglor los cuidará.
Finlomë había callado. Sus ojos seguían abiertos pero el cuerpo estaba flojo y desmadejado. Galadriel sabía que dormía, entregado al amparo de su cuerpo. Los llantos de los demás niños no paraban y el ajetreo de la Casa de Curación cada vez sería peor. El guerrero tomó al niño en brazos y lo dejó n un rincón, con los otros pequeños que Lothluin iba trayendo desde la playa, en donde se habían dispersado.
Galadriel se levantó con decisión. La batalla no había concluido totalmente y ella debía regresar a las calles. Al pasar delante de la puerta quiso mirar la playa, pero temió ver la masacre de los cuerpos de los niños y se volvió sobre sus pasos.
Salió tirando de su propio cuerpo, arrastrándose casi.
¡Era la tercera vez que sucedía! ¡Por qué a ella???!
Los cuernos de los fëanorianos ya tocaban a retirada
***
Narringe no podía apartar los ojos de ella.
Desde el color de sus cabellos hasta la forma de caminar en todo le recordaba a su madre.
Al llegar a un acantilado, alejados ya de la batalla se asomaron a la piedra y miraron hacia abajo. A lo lejos se veía la ciudad. Apenas había actividad en las calles, solo escaramuzas aisladas, gentes que aún peleaban y bultos caídos en el suelo. Soplaba un inquietante viento del oeste. Los cuernos sonaron marcando retirada.
- Ha sido una masacre. Nuevamente Nelyo se ha llenado de honor... –comentó Narringe.
Náredriel callaba. Pero se miró las manos, como si las tuviera sucias, y las restregó contra el cuello del caballo.
- Ya no puedes cambiar nada –dijo Narringe con cierta frialdad- No le des más vueltas. Eso vivirá en ti para siempre. Por días sin término verás sus caras y aunque te emborraches de sangre no podrás acallar sus voces muertas, la sangre derramada, la luz que huye de sus ojos...
Náredriel lo miró y vio una tristeza infinita, una profundidad brutal y una pasión ilimitada. A su vez Narringe reconoció en los de Náredriel a los de su padre: voraces, insaciables, temerarios.
- Yo no tenía derecho a quitarle la vida a nadie... –le dijo con un hilo de voz.
- ¿Derecho? ¡Claro que lo tenías! ¿Qué derecho tienen los Valar de castigarte por cosas que tu no has hecho, en las que no has tenido parte? ¡Hasta ahora has sido azotada sin motivo y eso te hace libre para hacer lo que quieras! ¿Desde cuando a los Valar les ha importado la justicia? !Ellos vieron los Silmarilis y en su corazón los desearon! ¡No te culpes por enamorarte de lo que los mismos Poderes anhelan!
Las tropas fëanorianas se agrupaban, los rojos penachos iban buscándose y formando una marea creciente. Náredriel suspiró pensando en las palabras que acababa de oír. Su vida había dado otra vuelta, y en medio del dolor, una sensación parecida a libertad se adueñaba de ella...
- ¿Náredriel es tu amilesse? –Le preguntó Narringe.
Ella asintió con la cabeza
- Pero tu padre te llama Míriel ... yo también te llamaré así ¿Sabes quien soy yo?
- Tú eres Narringe Fëanorion, el hijo que Nerdanel y Fëanor adoptaron.
- Veo que lo sabes... pensé que no te habrían hablado de mí...
- Bueno, me dijeron que eras el mayor de la casa, que no te habías unido al juramento y que te fuiste cuando Fëanor quemó los barcos.
- ¡Vaya! ¡La pequeña Miriel sabe más de Narringe que él de ella! Nelyo me habló de ti muy por encima. Te reconocí por que te pareces a Nerdanel. Mejor dicho eres Nerdanel venida a Endor.
- Pero tengo los ojos de Fëanor... -replicó ella con una sonrisa cansina- ¡Me lo han dicho mil veces!
Narringe no respondió a su comentario, aunque era cierto. Atisbço el horizonte y dijo:
- Las tropas de Nelyo pasarán por aquí. Supongo que querrás unirte a ellas, ¿No es así?
- Si... –musitó ella-
- Entonces los esperaremos aquí, además estos pequeños príncipes necesitan descansar ¿Cómo se llaman?
- El que tu llevas se llama Elrond y este es Elros
Narringe sonrió casi imperceptiblemente: los niños eran iguales...
- ¿Cómo los distingues? –Preguntó.
- ¡Pues como a Ambarto y a Ambarussa, por la forma de mirar! –Respondió Náredriel descabalgando y tomando en brazos a Elros, que se acarameló contra ella buscando asustado su cariño.
*** *** ***
Miriel apartó las manos del Elfo herido que intentaba sanar. Se mordió el labio y gruesos lagrimones fluyeron por sus ojos. La sombra se llevó la vida que le quedaba al Elfo y ella se dejó caer al suelo vacía. No tenía poder,
- ¿Que sucede? –Dijo Anteniss alarmada.
El elfo yacía inerte. La mirada de la Curadora se cernió sobre su nieta, que se replegaba sobre sí misma, abrazándose, como si quisiera salvarse de un desastre.
- ¿Has estado en contacto con la muerte? –Sus ojos penetrantes como los de un ave de presa la escrutaban- ¿Te has cobrado vidas? ¡Típico! ¡Nada te importa el sacrificio de tu madre! ¡Nada la soledad de tu padre! ¡Tu no has nacido para ser princesa, para preocuparte del destino de un pueblo! ¡Eres egoísta y mezquina! Pero ahora estarás contenta. ¡Has conseguido lo que querías! ¡El poder ha huido de ti! ¡Quítate del medio! ¡Vete a tocar el arpa! ¡Aparta de mi vista tu inutilidad!
Parecía que su cuerpo estuviese diseminado, fragmentado en mil trozos, difuminado... Náredriel se levantó penosamente, aún traspasada por los severos ojos de su abuela. Buscaba por su pecho arrepentimiento pero la luz deslumbrante del Silmaril aún la cegaba. Narringe había dicho que tenía derecho a matar, más derecho que nadie. Si Poderes injustos regían su destino, si el Hado la había perseguido injustamente, ¿Por qué ser virtuosa? Otras palabras resonaban en su mente, las de Aurenar, cuando le decía que no tenía nada de qué enorgullecerse. Y era cierto. Nada había hecho digno de mención, salvo los vergonzantes asesinatos de aquella tarde. Los ojos del guerrero asesinado que de pronto se habían llenado de muerte, el pecho abierto de Phaire... sólo ahora se daba cuenta de lo mucho que la quería... Pero se había interpuesto en su camino, la había apartado de... ¿De qué? La muerte ahora vivía en ella y le mordía el corazón como un perro. De pronto quiso ser aquella niña de cabellos revuelos que no sabía qué era un "noldo" y que juraba que jamás tendría nada que ver con aquellos Elfos fratricidas... Toda su vida había renegado del poder de sanar, pero ahora, viendo como había muerto un elfo por su falta de poder... ¡Ahora sabía qué importante era lo que había perdido!
Sorteando rabiosa los cuerpos de los heridos, saltando sobre sus gemidos que la acusaban de traidora, se acercó al acantilado. Bajo ella Los Puertos, enfrente las playas conocidas por las que había corrido y jugado, el mar que le había lamido la piel... "¿Recuerdas tú el nombre de todos tus ahogados? ¿Recuerdas el color de sus ojos, el tono de su voz, la sorpresa en su rostro cuando ya no había aire?"
Una mano en la espalda la sacó de su llanto.
- Ambarto y Ambarussa han caído. –Le dijo. Ella se mordió el labio. Su tío se sentó a su lado.
Ella le miró con el rostro bañado de lágrimas y la nariz rezumando mocos.
- Ilye ná avasanda, vanimelda... mártya tyalie Nuru . A nenatye niernen i osse karnaron, nan a kenatye i eleni estelenen... Eru lastaruva i yalme uaharyaina (Todo es mentida, preciosa... tus manos han tocado la Muerte. Moja con tus lágrimas el horror de tus hechos pero mira a las estrellas... Eru escuchará el clamor de los desposeídos)
La única mano de Nelyafinwë limpió las lágrimas de sus ojos antes de atráela hacia sí y estrujarla con un abrazo protector. El muñón se le clavaba en la espalda... él nunca volvería a tener una mano en el extremo de aquel brazo mutilado... ella sentía que también hoy algo se había amputado de su cuerpo, algún miembro...
- Nelyo, os dejo –dijo Narringe con voz fría.
Ambos le miraron.
- Albergaba la esperanza de que te unirías a nosotros... –dijo Nelyo.
- Y a sabes lo que pienso: esas joyas están perdidas. Debes buscar otras luchas hermano.
- ¡No es cierto! ¡Las recuperaré! Sabes que vivo para cumplir un juramento...
- Lo sé. Una vida absurda para cumplir un juramento absurdo...¡Estáis locos! Mira Elwing fue transformada en un ave y huyó con el Silmaril, tal vez jamás volvamos a verlo o a saber de él... quizá llegue a Manwë o Ulmo lo quiera para sí... y en cuanto a los otros dos no están a tu alcance ¡Mira tus fuerzas! Los mejores te han traicionado, se han unido a la Dama, otros han dejado su vida y no menos han desertado sin poder aguantar el horror... ¿Te enfrentarás con estas fuerzas a Morgoth, Señor y Dueño del Norte? ¿O harás una nueva Liga de Maedhros? ¿Con quién? ¿Con Gil-galad? ¿Unirá sus fuerzas que apenas pueden contener las escaramuzas de los orcos a las del Elfo que ha asolado los Puertos? .
- Sabes hermano que mi vida solo sirve para recuperar los Silmarilis... sabes que hace largo tiempo que vivo para eso solamente y que todo se dirige a ese único fin
- Conozco tu locura, si... –contestó fríamente Narringe- He visto el modo en que desperdiciáis la vida... ¡Locos! ¡Locos artistas! ¡Chiflados asesinos!
Nelyo miró a Narringe, En sus ojos latía aún la más injustificada de las esperanzas.
- Sabes que mis brazos están siempre abiertos para ti, hermano –dijo Nelyo.
- Lo sé –contestó el fríamente.- Miriel, vanimelda, he visto a mi madre en ti, nunca olvidaré eso.
- Mi corazón conservará tu recuerdo... –dijo ella frenado sus sollozos
- Mojado... y hasta lleno de mocos... pero, me bastará - contestó con una irónica sonrisa, besando las manos de su sobrina.- Nos veremos, vanima, presiento que el hado nos reunirá de nuevo.
El elfo se retiró y ambos lo vieron alejarse en dirección a Maglor, que jugaba con Elrond y Elros.
