Nota previa: A los que habeis mandado reviews, muchas gracias, en serio. Sigo la historia porque no esperaba que tuviera tan buena acogida. Espero haber actualizado bastante rápido, y seguiré haciéndolo los fines de semana, que es cuando me libro de la universidad (. Para críticas, comentarios, amenazas de muerte y etc, dejad reviews! Un saludo especial a Climenestra, qe ha sido mi primera reviewer, y a Nacilme... ¡Porque es genial!

A la mañana siguiente, mientras desayunaban en el gran comedor, casi se les había olvidado todo el asunto de la misteriosa caja, cuando Draco Malfoi se acercó descaradamente a la mesa de griffindor, flanqueado por Crabbe y Goile. Se detuvo a escasos pasos de Harry, y dijo con su voz fría arrastrando las palabras:

¿Y bien? ¿Qué creéis que sería ese paquete que le mandaron ayer a Potter? Yo estoy casi seguro de que era un barril de poción analgésica... Ya sabéis que a Potter le dan esos dolores de cabeza y...- se llevó un dedo a la sien y hizo un gesto como de enroscar una tuerca.

Crabbe y Goile se rieron con ganas. Ron se volvió en su silla para mirar a Malfoi fijamente, y le respondió:

Creo que te equivocas, Malfoi. El paquete era para mí.

¿Ah, sí? – dijo Malfoi agrandando la sonrisa en su rostro-, entonces seguro que no era poción analgésica... Tu familia no podría permitirse ni un frasquito.

Harry tubo que aferrarse a la manga de Ron para que no se levantara, y Malfoi se fue sin prisas, pavoneándose.

Hermione no tardó en sentarse entre ellos dos.

En la biblioteca no he encontrado nada sobre cajas... Claro que tampoco tengo muchas pistas, si supiera qué es lo que tengo que buscar... - dijo.

No te preocupes – dijo Ron-, Fred y George querían que consultáramos a Dumbledore.

No me parece una buena idea – intervino Harry, untando un panecillo con grandes dosis de mantequilla-, Dumbledore tiene ya suficientes problemas de los que preocuparse, con todo esto del retorno de Voldemort.

Media tostada voló por los aires, y fue a estrellarse en la nariz de Ron sin que este pudiera evitarla. Cuando se la quitó de encima, tenía la mejilla izquierda y parte de la frente cubiertas de mermelada de cereza.

¡Neville! – exclamó Ron-, ¡Qué... Estas... Haciendo...!

Perdona – se disculpó, sin atreverse a levantar la cabeza-, es que Harry ha dicho ese nombre... Me he asustado y...

Lo siento – dijo Harry.

Malhumorado, Ron se levantó y salió del comedor como una exhalación, sin darse cuenta de cómo llevaba la cara.

Iré a hablar con él – dijo Hermione poniéndose de pie.

Yo no quería... Soy tan torpe... - declaró Neville, los ojos nublados por un par de lágrimas que intentaba contener.

Voy contigo – dijo Harry.

Hermione negó con la cabeza, y sin haber probado bocado se fue en pos de Ron.

Durante la clase de pociones todos lo pasaron mal. Snape estaba de mal humor – cosa bastante habitual por otro lado-, pero además Ron no dijo una sola palabra, y Hermione tampoco. Harry no se atrevía a preguntarle qué había ocurrido cuando ambos se fueron del comedor. Lo que sí sabía es que no podía haber sido nada bueno. Por su parte, Neville siguió con la cabeza gacha el resto del día, parecía muy avergonzado.

Por suerte era la última clase del día.

¿Qué os parece si después de comer vamos a visitar a Garrid? – preguntó Harry, sin muchas esperanzas.

No me apetece – dijo Ron lacónicamente.

Vamos – dijo Hermione-, te irá bien dar un paseo.

Sí, Ron, y ya que hablamos del tema... Creo que no es para tanto, nadie se ha dado cuenta de lo de la mermelada.

¡Nadie! – dijo Ron-, ¡Pues claro que se ha dado cuenta... alguien!

Podríamos aprovechar para preguntarle a Hagrid sobre la caja que te mandaron tus hermanos – añadió Harry.

La caja... Ya no me acordaba- respondió Ron-. Está bien... vamos.

Durante la comida Ron se animó bastante, aunque Harry no acababa de comprender por qué se había enfurruñado de esa manera toda la mañana. A nadie le hacía gracia que le hicieran eso con una tostada, pero no era para tanto, o sí...

El sol de enero brillaba tímidamente sobre los terrenos del colegio, derritiendo los últimos vestigios de nieve. El suelo, en aquellos lugares donde era de tierra, se encontraba embarrado, y el hielo del lago era solo una capa de poco grosor que ya no permitía el patinaje. De vez en cuando, el calamar gigante quebraba la superficie para estirar sus tentáculos perezosamente a los rayos del sol.

El cielo estaba despejado, y el aire era fresco cuando se encaminaron a la cabaña de Garrid, situada en el extremo del bosque prohibido.

Llamaron a la puerta, y Hagrid les abrió de inmediato secándose las manos en una servilleta del tamaño de una colcha.

¡Hola! – saludó-. Pasad, acabo de comer. ¿Queréis una taza de te?

Cuando ya se habían acomodado y sorbían de sus tazas, agradecidos, Garrid les preguntó el motivo de su visita.

Verás – explicó Ron sacando la caja de su mochila y mostrándosela-, mis hermanos me han mandado esto... La compraron no sé dónde, y parece que les dieron gato por liebre. Quiero decir que se suponía que la caja debía tener algún poder mágico, pero a mí me parece una caja de lo más normal.

¿Y por qué te la mandan a ti? – preguntó Garrid, interesado.

Fred y George querían que consultáramos a Dumbledore pero...

Pero Dumbledore ya tiene preocupaciones de sobras – concluyó Harry.

Ya veo – dijo Garrid-. ¿Puedo echarle un vistazo?

Claro – dijeron los tres al unísono.

Hagrid tomó la caja en sus grandes manazas, la puso del derecho y del revés, la sopesó, y volvió a depositarla en la mesa. Luego la abrió y se quedó mirando el interior fijamente.

Creo que esta vez alguien a conseguido estafar a los gemelos – dijo Hagrid a modo de conclusión-. Diría que lo más mágico que puede hacer esta caja es abrirse y cerrarse.

Gracias de todas formas – dijo Hermione-. Con una opinión experta como la tuya nos quedamos más tranquilos.

Hagrid se rió reconfortado, y le dio un par de palmaditas amistosas a Hermione en la espalda que la dejaron medio tumbada en la mesa con la nariz metida en el cuenco del azúcar. Se recompuso resoplando, intentando sin mucho éxito forzar una sonrisa.

Lo siento...- se disculpó Hagrid-, es que últimamente he hecho algo de ejercicio, y... ¡Un momento!

Hagrid se levantó, volvió a abrir la caja y tamborileó sobre la tapa con sus dedos del tamaño de salchichas.

A lo mejor la caja esconde algo – dijo-, me refiero a dentro de la madera...

Y dicho esto aferró ambos extremos del objeto y tensó los músculos con la evidente intención de partirla. Ron y Hermione saltaron de sus asientos.

¡No! – gritaron.

Justo a tiempo, entre ambos lograron rescatar la caja... ¡Pero ya no era la misma caja!

Era del mismo tamaño, eso sí. Pero a parte de eso, la caja había cambiado por completo. El color de la madera de roble se había vuelto de un rosa chillón que refulgía, y en la tapa había aparecido un grabado que representaba dos corazones unidos por una flecha, todo en el mismo e intenso color rosa.

Se quedaron en silencio durante unos momentos. Al cabo, Harry dijo:

Em... Parece uno de esos regalos de San Valentín.

Sí – reconocieron los demás.

Y entonces, tal y como había llegado, el color rosa empezó a difuminarse hasta desaparecer, con lo que la caja recuperó su habitual color madera.

No lo entiendo – dijo Hagrid-, ¿Lo he hecho yo?

Eso parece – respondió Harry-. Creo que debes haber apretado algún resorte oculto, o algo así.

Hagrid volvió a coger la caja y empezó a manosearla. Todos lo observaban expectantes, pero no ocurrió nada.

¡Espera! – dijo Harry-. ¡Creo que lo tengo!

Se levantó, se puso junto a Hagrid y tocó la caja de igual forma. Seguía sin ocurrir nada. Ron y Hermione le interrogaron con la mirada.

Venid aquí – les dijo-, Hagrid, déjales sitio. Bueno, hemos visto que si la toca Hagrid no pasa nada, y si la toco yo tampoco. Pero, si me hacéis el favor...- tomó una mano de Ron y otra de Hermione, y las apoyó contra la madera de la caja.

Hubo un destello, y la caja volvió a ponerse del mismo color rosa que antes. El grabado volvió a refulgir con intensidad.

¡Ajá! – dijo Harry.

Y... ¿Por qué? – preguntó Ron.

Hermione parecía petrificada.

No lo sé – dijo Harry-, quizá solo haga eso cuando la tocan un chico y una chica a la vez, o algo parecido.

Pero no podía ser eso, porque Harry sabía que, el día anterior, él y Hermione habían puesto las manos en contacto con la caja al mismo tiempo, y no había ocurrido nada.

¡Tengo una idea! – exclamó Hagrid haciéndolos a un lado-, ¿qué os parece si la abrimos ahora? En una ocasión vi un baúl que no tenía nada dentro, y luego lo sacudías, lo volvías a abrir y estaba lleno de estiércol de dragón.

Arg – Ron hizo una mueca de asco-, ¿Crees que estará lleno de...?

Hagrid negó con la cabeza, y se dispuso a abrir la caja.

La abrió. No pasó nada. Los cuatro se inclinaron para ver el fondo, pero estaba vacío. Solo ese color rosa intenso... ¡Chis! Hubo un destello más intenso, de un rosa que perforaba la retina, y quedaron cegados por un momento. Hagrid dio un respingo debido al susto, y tras golpearse la cabeza con el techo de la cabaña se desplomó en el piso.

¡Hagrid! – gritó Harry sin poder enfocar la vista todavía-, ¿Estás bien?

Y entonces, aunque las lucecitas rosas aún titilaban frente a sus pupilas, vieron dos formas que emergían de la caja, dos formas haladas que revolotearon y salieron a toda velocidad por la ventana entreabierta de la cabaña de Hagrid.

Sin pensarlo, Harry corrió afuera, pero no había ni rastro... ¿Se lo había imaginado?

¿Dónde está Ron? – interrogó Harry volviendo al interior.

Aquí... debajo...- dijo una voz apagada, y Hermione y Harry comprendieron.

¡Hagrid! – gritó Hermione-, te has caído encima de Ron!

Cuando consiguieron que Hagrid se pusiera en pie, Ron salió ileso aunque desaliñado de debajo de la mesa. Las tazas se habían roto y la tetera había derramado totalmente su contenido, y como se apresuraron en comprobar, la caja había vuelto a ser del color de la madera vieja.