CAPÍTULO 3:
Tres es un número par
Ron se intentaba meter el jersey verde por la pierna derecha murmurando cosas sin sentido y mirando al vacío.
Harry se estaba preparando su bolsa para el entrenamiento de quidditch y lo observaba divertido.
Ron. . . . ¿No estarás nervioso por la cena de esta noche verdad?
El pelirrojo levantó la vista hacia su amigo que lo miraba con cara de incógnita. Ron no estaba nervioso.
Estaba petrificado.
¿¿¿Yo???Por favor. . . Como si no hubiera superado ya mi etapa de nervios y presión con las chicas, vamos Harry, no sé cómo puedes pensar eso. . .
Vaciló al final de la frase, al darse cuenta que se intentaba poner los pantalones a modo de jersey. Harry se tronchaba de risa en el suelo, pero a Ron ya no le importó. ¿Tanto se le notaba?
Sabía que sólo era una cena con dos amigos. Que la chica de sus sueños y mejor amiga fuera una de ellas y que el otro acompañante supiese la verdad acerca de sus sentimientos no ponía al chico en una situación crucial o embarazosa.
Pero no quería que nada saliera mal. Aún no había podido hablar con Draco acerca de ese "plan" y sólo faltaban diez minutos para bajar a buscarles.
¡¡¡Dios mío!!!Diez minutos!!!!- y el pelirrojo salió corriendo hacia el baño, dejando a Harry revolcándose de risa en el suelo de la habitación.
Draco se encontraba en la puerta del Gran Comedor.
Dentro, se encontraba una pequeña parte del colegio ya cenando. El resto
de la escuela también se iban a cenar fuera o en fiestas organizadas.
La noche del viernes libre se había vuelto muy popular, pues ofrecía un
descanso a la semana del agobio de los exámenes y los muros del castillo.
Hogsmeade era el destino más usual, pues era el poblado más cercano. Pero
quien podía, se acercaba al pueblo muggle un poco más lejos, donde las
discotecas y bares se llenaban de jóvenes magos de incógnito.
El Slytherin solía preparar sus propias fiestas aquellos sábados en los
locales más sofisticados y "cool" de aquel pueblo muggle, financiadas por
su padre, por supuesto, y de las que habían salido más problemas que
risas.
Draco sonrió al recordar esos tiempos. . . pero había cambiado. Y su
padre tampoco estaba para subvencionarle las escapadas con las chicas.
Quien me viese, esperando al Weasley y a Granger. . . Algún día hay que madurar.
Sonrió para sí por ese pensamiento.
Draco iba vestido con un jersey negro de cuello alto completamente liso, sin adornos, y unos pantalones vaqueros también negros. Sobre esto, la capa negra de lujo, con el emblema Slytherin. Éste, y la hebilla plateada del cinturón eran los únicos adornos que complementaban su sobria vestimenta, que sin embargo, al contrastar con su pálida piel y su pelo marfileño, le tornaba terriblemente sexy.
Observó el reloj. Ya eran en punto.
Unas chicas de un curso inferior pasaron por la puerta, mirando de reojo a Malfoy y riendo nerviosamente. Draco les envió una de sus media sonrisa "marca Malfoy", provocando que se sonrojaran. Mientras sonreía y tramaba un plan para cazarlas, una mano se apoyó en su hombro.
Sin sobresaltarse, no era eso lo suyo, dejó su plan seductor y se giró.
Una sonriente Hermione le dio dos besos.
Buenas noches Hermione- sonrió Draco, y tomándole de la muñeca le besó una mano, mirándola fijamente a los ojos.
¡Oh! Por Dios Draco! Jajajaja, ¡que teatrero!- rió Hermione, dándole un pequeño empujón con la otra mano.
El rubio se hizo el dolido, aún sonriendo.
Bueno, ¿y el hombre éste dónde está? ¿No sabe lo que es puntualidad? Draco, no todos somos perfectos como tú. Es cierto, siempre se me olvida.- y complementó el comentario con un arrogante gesto aplastándose el cabello.
Esto le ganó otro empujón por parte de la pelirroja.
En ese momento Ron bajaba las escaleras hacia ellos, sereno. Había tomado la determinación de no preocuparse, y de tener en perspectiva tan sólo pasárselo bien con dos amigos suyos. Pero en el momento en que vio a Hermione, la serenidad se fue, con todo lo que le había costado ganarla.
La castaña se encontraba preciosa con su ropa muggle. Llevaba unos pantalones vaqueros, no muy ajustados pero que caían de la cadera dejando entrever unas preciosas braguitas de colores. También llevaba un jersey naranja y azul con mangas acampanadas, que dejaban uno de sus hombros al descubierto. Y el pelo, normalmente enmarañado y suelto, lo llevaba medio recogido en una coleta muy graciosa, con todos los mechones revueltos y disparados.
Imposible mantenerse sereno.
Hermione visualizó a Ron y le llamó con la mano sonriendo.
Esa sonrisa. . .
Ron tragó saliva. Sería una noche muuuuy larga . . .
Tres es un número par
Ron se intentaba meter el jersey verde por la pierna derecha murmurando cosas sin sentido y mirando al vacío.
Harry se estaba preparando su bolsa para el entrenamiento de quidditch y lo observaba divertido.
Ron. . . . ¿No estarás nervioso por la cena de esta noche verdad?
El pelirrojo levantó la vista hacia su amigo que lo miraba con cara de incógnita. Ron no estaba nervioso.
Estaba petrificado.
¿¿¿Yo???Por favor. . . Como si no hubiera superado ya mi etapa de nervios y presión con las chicas, vamos Harry, no sé cómo puedes pensar eso. . .
Vaciló al final de la frase, al darse cuenta que se intentaba poner los pantalones a modo de jersey. Harry se tronchaba de risa en el suelo, pero a Ron ya no le importó. ¿Tanto se le notaba?
Sabía que sólo era una cena con dos amigos. Que la chica de sus sueños y mejor amiga fuera una de ellas y que el otro acompañante supiese la verdad acerca de sus sentimientos no ponía al chico en una situación crucial o embarazosa.
Pero no quería que nada saliera mal. Aún no había podido hablar con Draco acerca de ese "plan" y sólo faltaban diez minutos para bajar a buscarles.
¡¡¡Dios mío!!!Diez minutos!!!!- y el pelirrojo salió corriendo hacia el baño, dejando a Harry revolcándose de risa en el suelo de la habitación.
Draco se encontraba en la puerta del Gran Comedor.
Dentro, se encontraba una pequeña parte del colegio ya cenando. El resto
de la escuela también se iban a cenar fuera o en fiestas organizadas.
La noche del viernes libre se había vuelto muy popular, pues ofrecía un
descanso a la semana del agobio de los exámenes y los muros del castillo.
Hogsmeade era el destino más usual, pues era el poblado más cercano. Pero
quien podía, se acercaba al pueblo muggle un poco más lejos, donde las
discotecas y bares se llenaban de jóvenes magos de incógnito.
El Slytherin solía preparar sus propias fiestas aquellos sábados en los
locales más sofisticados y "cool" de aquel pueblo muggle, financiadas por
su padre, por supuesto, y de las que habían salido más problemas que
risas.
Draco sonrió al recordar esos tiempos. . . pero había cambiado. Y su
padre tampoco estaba para subvencionarle las escapadas con las chicas.
Quien me viese, esperando al Weasley y a Granger. . . Algún día hay que madurar.
Sonrió para sí por ese pensamiento.
Draco iba vestido con un jersey negro de cuello alto completamente liso, sin adornos, y unos pantalones vaqueros también negros. Sobre esto, la capa negra de lujo, con el emblema Slytherin. Éste, y la hebilla plateada del cinturón eran los únicos adornos que complementaban su sobria vestimenta, que sin embargo, al contrastar con su pálida piel y su pelo marfileño, le tornaba terriblemente sexy.
Observó el reloj. Ya eran en punto.
Unas chicas de un curso inferior pasaron por la puerta, mirando de reojo a Malfoy y riendo nerviosamente. Draco les envió una de sus media sonrisa "marca Malfoy", provocando que se sonrojaran. Mientras sonreía y tramaba un plan para cazarlas, una mano se apoyó en su hombro.
Sin sobresaltarse, no era eso lo suyo, dejó su plan seductor y se giró.
Una sonriente Hermione le dio dos besos.
Buenas noches Hermione- sonrió Draco, y tomándole de la muñeca le besó una mano, mirándola fijamente a los ojos.
¡Oh! Por Dios Draco! Jajajaja, ¡que teatrero!- rió Hermione, dándole un pequeño empujón con la otra mano.
El rubio se hizo el dolido, aún sonriendo.
Bueno, ¿y el hombre éste dónde está? ¿No sabe lo que es puntualidad? Draco, no todos somos perfectos como tú. Es cierto, siempre se me olvida.- y complementó el comentario con un arrogante gesto aplastándose el cabello.
Esto le ganó otro empujón por parte de la pelirroja.
En ese momento Ron bajaba las escaleras hacia ellos, sereno. Había tomado la determinación de no preocuparse, y de tener en perspectiva tan sólo pasárselo bien con dos amigos suyos. Pero en el momento en que vio a Hermione, la serenidad se fue, con todo lo que le había costado ganarla.
La castaña se encontraba preciosa con su ropa muggle. Llevaba unos pantalones vaqueros, no muy ajustados pero que caían de la cadera dejando entrever unas preciosas braguitas de colores. También llevaba un jersey naranja y azul con mangas acampanadas, que dejaban uno de sus hombros al descubierto. Y el pelo, normalmente enmarañado y suelto, lo llevaba medio recogido en una coleta muy graciosa, con todos los mechones revueltos y disparados.
Imposible mantenerse sereno.
Hermione visualizó a Ron y le llamó con la mano sonriendo.
Esa sonrisa. . .
Ron tragó saliva. Sería una noche muuuuy larga . . .
