CAPÍTULO 10: LA ÚLTIMA AMENAZA

Alejandro levantó su puño y trató de conectarlo con el abdomen de Aída, pero ella reaccionó y se cargó hacia un lado, jalando a uno de los tipos que la detenía y provocando que Alejandro lo golpeara. El otro tipo reaccionó y la sujetó por los dos hombros, y Alejandro intentó nuevamente, pero ella detuvo su brazo con una rodilla. Alejandro y los hombres la miraron asombrados. Al principio, ellos creyeron verla sumisa, pero ahora era muy diferente.

Mu la observó, y vio en sus ojos la misma fiereza de Aioria y la determinación de Aioros. De una patada, Aída se liberó del hombre que la sujetaba. Con otra, golpeó al tipo que llevaba la pistola de dardos, quitándosela.

-¿Qué demonios...?-

-Como ves, no soy una niña débil como imaginas...-dijo Aída- también soy un caballero de Atena...-

Encendió su cosmo. Serena soltó a Kiki, quien aún estaba muy somnoliento, y se puso de pie frente a Aída.

-Veremos lo que tienes, Aída- le dijo Serena burlonamente- aunque ya tengo esta pelea ganada, debido a tu condición...-

-Mi condición es lo de menos, Serena- dijo Aída- una amazona común no puede vencer a un caballero dorado...-

-Tú no eres un caballero dorado- dijo Serena.

-Si eso es lo que crees, piensa de nuevo...- dijo ella, encendiendo aún más su cosmo. Aída disparó su ataque, y Serena el suyo. Ambos chocaron, pero el de Aída era mucho más poderoso y ambos ataques se dispararon hacia Serena y algunos de los hombres detrás de ella. La amazona cayó al suelo, inconsciente, igual que la mayoría de los sujetos.

Aída apagó lentamente su cosmo y se apoyó en una pared. De nuevo, se sentía muy mareada. Alejandro encendió un cosmo.

-¡No es posible!- dijo Aída, sorprendida- también tú...-

-Sí, también yo poseo un cosmo...-

-Imposible...- murmuró Mu.

-Ahora- dijo Alejandro- te enseñaré lo que le sucede a quienes se meten conmigo... si creías que no te haría daño, estás muy equivocada...-

Alejandro se lanzó contra Aída. Cuando estuvo a escasos centímetros de ella...

-No te lo permitiré- dijo Mu, reaccionando. Utilizó su Stardust Revolution para evitar que la lastimara. Alejandro fue despedido y los dos sujetos que los vigilaban levantaron a Serena y huyeron con ella junto con Alejandro. Los demás sujetos, asustados, huyeron.

Mu se acercó a Aída, quien le hizo una seña para darle a entender que estaba bien. Luego, Mu levantó a Kiki.

-¿Estás bien?- le preguntó. Kiki asintió con los ojos medio cerrados. Los dos caballeros dorados suspiraron aliviados.

-Volvamos al Santuario- dijo Aída- ya no soporto este lugar...-

-Ni yo- dijo Mu.

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Una vez a salvo en el Santuario, Mu dejó a Kiki en su habitación en la casa de Aries. Luego, acompañó a Aída hasta su casa.

-Mu, hay algo que no entiendo- dijo Aída.

-¿Qué cosa?-

-Te he ocasionado demasiados problemas, desde que te conocí. Y aún así, tú me amas. ¿Por qué?- preguntó ella, cabizbaja- ¿por qué no me dices: 'ya estoy harto, no lo vales...'?-

Mu cerró los ojos antes de contestar.

-¿Has visto la Acrópolis?- dijo Mu. Aída asintió- pues si fuera toda de oro y me la dieran a cambio de dejarte, la rechazaría indignado- sonrió- tú vales mucho más que todo eso...-

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Al día siguiente, Aioros visitó a su hermana para preguntarle por la noche anterior, porque no había sentido su cosmo ni el de Mu durante ella. Aída le contó todo lo que había ocurrido, y no le mintió acerca de que estaba embarazada.

-¿Tú...crees que deba decirle a Aioria?- preguntó ella.

-Pues...- dijo Aioros- por una parte, si lo haces, no estoy muy seguro de que Mu esté a salvo de su furia...- Aída sonrió, y Aioros continuó- por otro lado, yo creo que sería mejor que se lo dijeras a que te vea... así como vas a estar...- y el caballero de Sagitario no pudo evitar sonreír.

-Gracias, Aioros- dijo ella en tono sarcástico, porque sentía ya su abdomen un poco crecido, aunque apenas tenía dos meses y medio de embarazo y no se notaba mucho.

-Para servirte- dijo Aioros- y si te sientes mejor así, te acompaño a verlo... solo como precaución...-

-Vamos-

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Aioria tomó la noticia relativamente bien, es decir, no fue a asesinar a Mu ni nada por el estilo. Aún así, los demás caballeros dorados lo notaron más callado y reservado.

-Pobre muchacho- comentó Aldebarán al verlo salir.

-¿Qué le sucederá?- preguntó Saga.

-Tal vez Marín lo dejó- dijo Milo.

-No seas tonto, Milo- dijo Kanon.

-Eso es mucho pedir, Kanon- dijo Camus con su tono frío. Kanon se echó a reír y Milo les lanzó una mirada asesina.

-Marín no dejó a Aioria- dijo Kanon- primero se acaba el mundo... además, yo los vi juntos esta mañana, y Aioria ha estado así desde ayer...-

-¿Entonces?- dijo Saga.

-¿Tú que piensas, Mu?- preguntó Shura. Mu solo se encogió de hombros. Sabía muy bien lo que le pasaba al caballero de Leo, pero no podía decirlo.

-Pues yo tampoco tengo idea- dijo Milo- hablando de cosas más importantes, ¿qué les parece si nos vamos de juerga esta noche?-

Casi todos aprobaron la idea, excepto Saga, Kanon y Mu.

-Oh, vamos, Mu- le insisitó Milo- sabemos que Saga y Kanon están casados y por eso no pueden ir, pero tú estás libre... puedes venir...-

-Lo siento, chicos- dijo Mu con seriedad- ya será en otra ocasión...-

-Como quieras- dijo Milo- tú te pierdes la diversión...-

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Cinco meses después...

Aioria estaba de mal humor (n/a: para variar jeje...) (n/a: fans de Aioria, plis no me maten) La causa: Mu llevaba cinco días sin aparecerse siquiera en la casa de Aries. Aioros se encontraba en su casa, cuando Kiki entró, muy serio.

-Aioros- dijo el niño- tienes que venir conmigo...-

-¿A dónde?- preguntó.

-Al hospital-

-¿Al hospital?- preguntó Aioros, intrigado- ¿y quién está ahí?-

-Tu hermana- contestó Kiki.

-¡Mi hermana!- dijo sorprendido- ¿qué sucedió?-

-Pues... sé que es algo pronto, pero...- dijo Kiki, vacilante- ¿recuerdas que iba a tener un bebé...?-

-¿Ya lo tuvo?- preguntó el caballero con los ojos bien abiertos. Kiki asintió con una sonrisa- ¿qué sucedió?¿porqué tan pronto?¿y fue niño o niña?¿y cómo están?-

-Calma- dijo Kiki, algo abrumado por tantas preguntas- no sé que sucedió, fue una niña, y ambas están bien... aunque no pude verlas... Mu no me dejó entrar, porque dijo que Aída estaba cansada...-

-Me imagino...- dijo Aioros.

-No sé- dijo Kiki- si es prudente avisar también a Aioria-

-Yo creo que sí- dijo Aioros, llamando a su hermano con su cosmo y diciéndole lo que acababa de suceder. Aioria, desde la casa de Leo, le dijo a su hermano que iría en un rato más.

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Aioros tocó la puerta de la habitación que Kiki le había señalado. Pasó, y vio a Mu sentado sobre una silla, sosteniendo un pequeño bulto de mantas en sus brazos. En la cama, yacía Aída, profundamente dormida.

-Mu- susurró Aioros- ¿qué sucedió?-

-Aída se sintió mal desde hace cinco noches, y el médico dijo que ya era hora, a pesar de que fueron solo siete meses...- dijo Mu, sonriendo- mira: nació anoche, y todo salió bien...-

-¿Y Aída como está?-

-Cansada- dijo Mu- y debería estarlo, acaba de traer al mundo a una niña- sonrió- ¿no quieres conocer a tu sobrina?-

Aioros asintió, y Mu descubrió la cabecita de la bebé. Tenía los cabellos castaños y ligeramente ondulados. El contorno de su rostro era muy parecido al del caballero de Aries. Tenía dos lunares en la frente, justo igual que Mu. La pequeña bostezó y luego entreabrió los ojos. Eran de color violeta muy claro.

-Es muy linda- dijo Aioros, algo embobado- ¿puedo...?-

Mu se la entregó, y Aioros la cargó con tal delicadeza que parecía como si la niña fuera de cristal y se pudiera quebrar en cualquier momento. Recordó cuando Aída era pequeña, o más aún, cuando salvó a Saori de Saga. Los pensamientos de Aioros se vieron interrumpidos por la voz de su hermana.

-Te ves bien con ella, Aioros- dijo Aída, sonriendo- deberías tener una tú...-

-Es muy bonita, Aída- dijo Aioros- ¿cómo te sientes?-

-Cansada- dijo ella con un suspiro, pero con una sonrisa. Kiki apareció frente a ellos.

-¿Ya puedo estar aquí?-

Aída asintió. Mu se sentó junto a su esposa y acarició con delicadeza sus cabellos, mientras que Aioros y Kiki admiraban a la niña. Aída cerró los ojos de nuevo para volver a dormir. En ese momento, el médico entró, y le hizo una seña a Mu. El caballero de Aries salió a hablar con él.

-Algo grave pasó- dijo el médico- no te preocupes, Aída y la bebé están bien... pero será mejor que las lleves a tu casa lo más pronto posible...-

Mu no dijo nada, solo miró al médico con una expresión interrogante.

-Hay un hombre- dijo el médico- que esta mañana entró sin permiso al hospital. Me enteré que le ofreció mil dólares a una enfermera a cambio de que inyectara una solución letal a tu esposa y a tu hija...-

Mu sintió un escalofrío. ¿Era otra vez ese tipo? ¿Por qué los odiaba tanto? Todo parecía indicar que ahora lo que quería Alejandro era venganza.

-Vete lo más pronto posible...- le urgió el médico- toma, aquí esta el alta... cuando Aída despierte y si tiene hambre, deja que coma...-

-Así lo haré- dijo Mu- gracias...-

-De nada- dijo el médico, retirándose.

Mu entró a la habitación de nuevo, con una expresión muy grave en el rostro.

-Mu, ¿qué sucede?- preguntó Aioros, asombrado- parece que el médico te dio malas noticias... ¿está todo bien?-

-Muy bien- dijo Mu- pero nos tenemos que ir...-

-¿Ir? ¿Ahora?- preguntó Aioros- ¿no es muy pronto?-

-Algo anda mal- dijo Mu, mirando a Aioros de manera significativa- tenemos que volver al Santuario lo más pronto posible-

-De acuerdo- dijo Aioros.

-Tú sal como si nada hubiera sucedido- dijo Mu- Kiki y yo las llevaremos al Santuario, teletransportándonos... no deben saber que nos fuimos...-

-De acuerdo- dijo Aioros, y entregó la bebé a Mu. Salió de la habitación.

-Ahora, Kiki- dijo Mu- tú llévate a la niña- se la entregó, y Kiki la tomó con sumo cuidado. Luego, Mu tomó en brazos a Aída, quien se movió ligeramente pero no despertó.

-¿A dónde iremos?- preguntó Kiki.

-Debemos llevarlas al Santuario- dijo Mu- a la casa de Piscis-

Los dos desaparecieron.

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Cuando Aída despertó ya era de noche, y se sorprendió al encontrarse en su habitación en la casa de Piscis. Miró a su alrededor. No había ninguna luz, salvo una vela prendida. Trató de sentarse sobre la cama pero no pudo, le dolía demasiado el abdomen.

-No te levantes- le dijo Mu- aún estás muy débil...-

Aída lo miró. Tenía el semblante serio y llevaba a la niña en sus brazos.

-¿Qué pasó?- preguntó ella- ¿porqué...?-

-Es largo de contar- dijo Mu- en resumen, te diré que el médico pensó que estarías mejor aquí...-

-No me mientas- dijo Aída- algo pasó, ¿verdad?-

-Alejandro -contestó sencillamente Mu. Aída lo miró interrogante- el médico me advirtió... pero ya no te preocupes, aquí estarán a salvo las dos...-

Aída asintió. Mu le entregó al bebé envuelto en la manta. Aída la miró con detenimiento. Se parecía mucho a Mu. Aída acarició con delicadeza la carita de su hija.

Aioria entró a la habitación, seguido de su hermano mayor.

-Aída, Mu, ¿qué sucedió?- preguntó Aioria.

-Larga historia- dijo Mu- pero todo está bien...-

-¿Puedo...verla?-

-Claro-

Aioria vio como su hermana retiraba la manta que cubría parcialmente el rostro de la niña. El caballero de Leo la miró con una ternura que parecía imposible en él. El solo hecho de ver a la pequeña dormir con tanta tranquilidad le llenó de paz el corazón.

-Aída- dijo Aioros- acabo de hablar con Saori sobre ese chico...-

-¿Qué chico?- preguntó Aída.

-Ya sabes- dijo Aioros con un gesto significativo. Aída asintió- Saori me contó que ese Alejandro es descendiente de la familia Midaes... o sea, es descendiente directo del rey Midas...-

-¿En que tocaba un objeto y se convertía en oro?- preguntó Aioria.

-El mismo- dijo Aioros- Alejandro, que es su descendiente, puede hacer lo mismo, salvo que él tiene que encender su cosmo para hacerlo. Saori dice que planea algo malo...-

-Por eso podía encender un cosmo- dijo Aída- y quiso...- pero no siguió. Sabía que en el momento en que se enfureció y encendió su cosmo cinco meses atrás, había tratado de convertirla en...

-Y por eso, Aída, necesita tu ayuda...- dijo Aioros.

-¿Mi ayuda?- preguntó Aída- ¿para qué?-

-Para castigarlo de una vez por todas- dijo Aioros.

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Esa noche, en la mansión de Alejandro...

-Señor Alejandro, tiene una visita...- dijo el mayordomo.

-¿Quién es?-

-Son dos señoritas- dijo el mayordomo- una es la señorita Aída, y a la otra no la conozco...-

-¿Vienen solas?-

-No, señor- dijo el mayordomo- tres caballeros dorados vienen con ellas...-

-Hazlos pasar- dijo Alejandro.

Saori y Aída entraron a la sala, seguidas de Mu, Aioros y Aioria. Aída llevaba a su bebé en brazos, y tenía una mirada de miedo, como si algo malo fuera a suceder. Alejandro, al ver eso, sonrió maléficamente. Aún tenía una oportunidad de vengarse.

-¿A qué han venido?- preguntó.

-A detenerte- dijo Saori- sé quien eres y sé que es lo que eres capaz de hacer...-

-Atena...- murmuró Alejandro- ¿qué planeas hacer para detenerme? En cuanto uno de tus caballeros se acerque, no solo su armadura sino todos ellos serán de oro...-

-Si lo haces- dijo Saori- me veré obligada a encerrarte igual que Poseidón y Hades... aunque no seas un dios...-

-¿Acaso crees que no lo soy?- dijo Alejandro- verás como te venceré...-

Encendió su cosmo y se lanzó contra Saori, pero Mu conjuró su Cristal Wall. Al estar en contacto con la mano del joven, la pared dejó de ser de cristal y se transformó en una pared de oro. Todos miraron esto asombrados.

-Ahora, haré cinco estatuas de oro que adornarán mi jardín... y una muy pequeñita...- agregó mirando a Aída con maldad. Ella, de forma refleja, abrazó con más fuerza a la pequeña. Mu lo miró con odio, y se puso frente a Aída.

-Antes de que la toques acabaré contigo...- dijo. Alejandro se echó a reír.

-Eso lo veremos...- dijo encendiendo su cosmo.

-¡Stardust Revolution!-

-¡Plasma Relámpago!-

-¡Plasma Atómico!-

Los tres caballeros dorados utilizaron sus respectivos ataques, con cuidado de no ser tocados por Alejandro. Éste fue lanzado hacia atrás y cayó de espaldas al suelo.

-Esta es tu última oportunidad, Alejandro- dijo Saori, apuntándolo con su báculo- ríndete...-

-¡Nunca!-

-Entonces, no me dejas más remedio que esto...- Saori encendió su cosmo. Con su báculo, apuntó a Alejandro y le lanzó un rayo de luz. El joven desapareció y, en lugar de él, quedó un espejo con un marco dorado.

-¿Qué sucedió?- preguntó Aioria asombrado. A través del espejo, vieron el rostro de Alejandro.

-Lo encerré en el espejo- dijo simplemente Saori.

-Me las pagarás, Atena- gritó Alejandro del otro lado del espejo- me vengaré, de todos ustedes...-

-Eso lo veremos...-dijo Saori.

-Aída, y tú también, Mu, recuerden mis palabras- gritó Alejandro- en menos de dos meses, ya no tendrán a su preciado tesoro... dos meses...-

Aída frunció el entrecejo, y Mu no cambió su rostro de expresión. Aquella era una amenaza. Cuando volvieron al Santuario, ambos llevaban eso en sus corazones. Tal vez no dormirían tranquilos hasta que los dos meses se cumplieran.

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Ya había pasado un mes desde que había nacido la hija de Mu y Aída. Nadie lo sabía, salvo Aioros, Aioria, Marín, Kiki y Saori. Los demás caballeros que vivían en el Santuario ignoraban completamente su existencia.

Y a pesar de todo lo que habían pasado juntos, y todo el tiempo que había transcurrido, Aioria aún no podía perdonar a Mu. Se sentía dolido y traicionado. Y no importaba lo que le dijeran Marín, Aioros o Aída, el orgulloso caballero no cambiaba de opinión.

Una mañana, los caballeros dorados estaban reunidos. Faltaban, como siempre, los caballeros de Aries, Libra y Piscis. Y esta vez, también faltaba Aldebarán de Tauro.

-Bien, como ya lo saben, se acerca el cumpleaños de Aldebarán- dijo Aioria, tomando la palabra- y Milo sugirió que hiciéramos una fiesta sorpresa...-

-Saori nos dijo que conocía a una persona que nos podía prestar una casa- dijo Aioros.

-Bien- dijo Milo- invitaremos a muchas chicas... las de Asgard y Camus puede invitar a algunas francesas...-

-Lo que sea, Milo- interrumpió Camus.

-También debemos avisar a los caballeros de bronce, que están en Japón- dijo Shaka- y a Miho y Shunrei-

-Sí- dijo Saga- y también debemos conseguir un lugar para alojarlos...-

-Bueno- dijo Aioria- Saga, tú encárgate de eso. Milo, invita a los de Asgard-

-De inmediato- dijo Milo con una sonrisa.

Así, Aioria comenzó a repartir tareas entre los caballeros dorados presentes.

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En Japón, en la mansión Kido, Seiya, Shun, Hyoga y Shiryu miraban la televisión cuando sonó el teléfono.

-Hola...-contesta Shun- ¿si? Ah, hola, Saga, ¿cómo están todos allá?...me alegro... sí, claro... ¿en serio?... claro que sí, de inmediato, yo les avisaré... gusto en saludarte... hasta pronto-

-¿Quién era?- preguntó Seiya perezosamente.

-Seiya, eres un tonto- dijo una voz desde la ventana. Ikki apareció apoyado contra la pared.

-Hola, Ikki- dijo Shun con una sonrisa.

-Bueno, Shun, dinos quien llamó- dijo Hyoga.

-Era Saga- dijo Shun- le harán una fiesta sorpresa a Aldebarán mañana en la noche, y quieren que asistamos...-

-¿Y cómo llegaremos hasta Grecia?- preguntó Hyoga.

-En avión- dijo Shun- Saori nos mandará uno. Llegará en como dos horas...-

-¡Dos horas!- gritó Seiya- entonces, a hacer la maleta...-

-¿Y tendremos dónde quedarnos?- preguntó Shiryu.

-Sí, Saga dijo que consiguió un lugar para nosotros...- dijo Shun- lo que me recuerda. Seiya, tenemos que llamar a Miho-

-De acuerdo-

Los cinco caballeros de bronce hicieron sus maletas. Una hora después, Miho llegó también con su maleta y una gran sonrisa.

-Llegó el avión- dijo Shiryu- todos a bordo...-

-Sí- dijeron los demás.

Dos horas después, en el avión...

-¿Cuánto falta para llegar?-

-No lo sé, Seiya- dijo Hyoga.

Cinco minutos después...

-Hyoga, ¿cuánto falta para llegar?-

-No lo sé, Seiya...-

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Al día siguiente, en la casa de Piscis...

-¿Irás a la fiesta esta noche?- preguntó Mu.

-No lo sé, Mu- dijo Aída, mirando de reojo al bebé que dormía.

-Vayan- dijo una vocecita, interrumpiéndolos- yo la cuidaré...-

-Kiki...-

-Vamos, señor Mu, Aída - dijo Kiki- se la pasarán bien, lo necesitan...-

Ambos lo meditaron un momento, y Mu asintió.

-Está bien- dijo Aída- aunque solo un pequeño rato, ¿de acuerdo?-

-De acuerdo- dijo Mu. Kiki sonrió.

-¿Crees que deba descubrir mi identidad a los caballeros de bronce?- preguntó Aída.

-No lo sé- dijo Mu- todos son muy responsables, excepto Seiya, claro...- lo meditó unos momentos- no lo sé, mejor mantenlo en secreto un tiempo más...-

-Está bien- dijo Aída.

-Bueno, me voy- dijo Kiki- tengo que ir al aeropuerto por los caballeros de bronce- y desapareció.

La bebé comenzó a llorar. Mu la cargó.

-Ya no llores, pequeña- dijo, mirando la carita de su hija- lloraste toda la noche... deberías dejar descansar a tu mamá... además, no dudo que Camus sepa que existes, por el escándalo que haces...-

La niña quedó en silencio, mirando fijamente el rostro de Mu. Aída sonrió.

-Bueno, Mu- dijo Aída- tú te levantarás la próxima vez que llore...-

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Eris, la diosa de la discordia, se daba vueltas por el Santuario y por la casa donde sería la fiesta, mirando los preparativos y esperando a que alguno de los caballeros la invite. Desgraciadamente (n/a: para ella), esto nunca sucedió, y Eris se marchó, enfadada. Pateó un basurero.

-¡Malditos caballeros dorados!-

-No eres la única que los odias, Eris- dijo una voz masculina. Eris, intrigada, se asomó al basurero que había pateado, y encontró en su interior un espejo con marco de oro...

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FIN

Lo siento... este capi estuvo muy largo... aquí se acaba mi fic. Si quieren conocer lo que sucede después, lean la continuación 'Los dos extremos del Santuario' jeje... suena a comercial...

Gracias a todos los que me mandaron reviews... Hasta la próxima historia...

Abby L.