"UNA CITA A CIEGAS"

K KINOMOTO

Capítulo V

Una flecha directo al corazón.

Aún no podía creer lo que había visto.

Yukito vagaba sin rumbo fijo por toda la escuela tratando de asimilar lo vivido momentos antes. Un enorme desconsuelo se reflejaba en su rostro.

Caminaba entre los demás estudiantes tratando de perderse entre ellos, queriendo distraer su mente en otras cosas. Siempre que se sentía triste buscaba algún lugar que pudiera hacerle olvidar los motivos que lo entristecían. Así que pensó que mezclarse entre la gente que se divertía iba a ayudarle un poco a disminuir el profundo dolor que estaba sintiendo.

Pero en ésta ocasión no fue así. Por más que lo intentó, el ver los rostros alegres de los estudiantes a su alrededor sólo aumentó su dolor. Buscando estar a solas llegó a una parte aislada del instituto, y se sentó bajo un ciruelo.

Sacó de su bolsillo el recado que Touya le entregara, lo leyó nuevamente tratando de entenderlo.

"Yuki:

Necesito decirte algo muy importante. Encuéntrame en nuestro árbol a las tres de la tarde.

To-ya".

Se había equivocado al creer que eso tan "importante" que To-ya necesitaba decirle era algo relacionado con ellos. No. Era que To-ya ya había encontrado a la persona especial para él y seguramente quería que su "mejor amigo" fuera el primero en saberlo. Seguramente esperaba que Yukito llegara al árbol para correr directamente hacia él tomando de la mano a su novia para presentársela, esperando que él lo felicitara sinceramente.

Seguramente aquello que durante tanto tiempo había tratado de decirle simplemente era "Yuki... Me preguntaba si te gustaría... Conocer a la muchacha de la cual me enamoré."

Sí, probablemente después lo invitarían y celebrarían juntos los "tres" el que To-ya estuviera enamorado, esperando que con una gran sonrisa Yukito celebrara con ellos.

Si eso era realmente lo que To-ya quería hacer, entonces él había sido el que se había equivocado completamente.

Recargó su cabeza contra el ciruelo y se sintió incómodo. Definitivamente no había ningún otro árbol más cómodo que el suyo.

¿El suyo? ¿Su árbol de cerezo? No. Volvió a leer el recado.

"Nuestro árbol..."

Así le había llamado To-ya. Nuestro árbol. El árbol donde cada mañana desde el primer día en que se conocieron habían pasado juntos tantos momentos.

Se sintió abatido y disgustado al mismo tiempo. Tal vez debió reclamarle. Tal vez debió preguntarle cómo había sido que se había atrevido a besar a alguien debajo de "nuestro árbol". El jamás habría hecho semejante cosa. No en el sitio que desde siempre había considerado como el de ellos dos y de nadie más.

Pero no tenía ningún derecho de hacer algo así. Después de todo To-ya sólo era su mejor amigo. Sólo eso y nada más.

Su mejor amigo. Muy buen amigo. Aquél que le sonreía siempre que podía, porque él y sólo él era el único que lo hacía sonreír de verdad. El que cada vez que el viento hacía que su cabello plateado cubriera parte de sus ojos siempre se lo retiraba con los dedos, los cuales posaba sobre su frente para extrañamente terminar deslizándolos disimuladamente a lo largo de su mejilla...

Pero sólo su amigo. El que siempre se preocupaba por él. El que cada vez que Yukito no traía dinero para el almuerzo o se quedaba con hambre le regalaba el suyo, sin importarle si él comía o no. El que no le importaba cuántas veces lo viera llorar frente a la tumba de su madre en cada aniversario, cuando nadie más lo había visto llorar nunca, porque To-ya no lloraba ni reía delante de nadie que no fuera él. Porque nadie lo conocía de verdad como lo conocía él...

Pero solamente su amigo.

Yukito levantó su vista del papel, su mirada recorrió el sitio en donde se encontraba. Le pareció ajeno, extraño. A lo lejos divisó a una pareja de enamorados que, ignorantes del sufrimiento que le causaban se fundían en un beso, atormentándolo más.

¿Quién era la joven a la que To-ya besaba?

Creía haberla visto antes. Sí... Era una de las porristas.

Seguramente durante las prácticas se habían conocido y tratado... Y enamorado.

¿Ella lo conocería tan bien como él? ¿Conocería su lado alegre, bromista, triste que nadie más que él había creído conocer?

-¿Lo amaría más que él? ¿Con la misma fuerza y pasión con la que él hubiera sido capaz de amarlo?

Yukito sonrió tristemente mientras las lágrimas brotaban, deslizándose lentamente por sus mejillas, humedeciendo el lugar que los suaves dedos de Touya alguna vez acariciaran.

-Ella no te conoce To-ya. Nunca te conocerá como te conozco yo... Nunca te amará como te amo yo.

Pero en medio de su pesar tuvo que admitir que ella había logrado algo que él no. Él la había besado. Y ese beso había sido como una flecha que se había clavado directamente en su corazón, destrozándolo.

¿A qué sabrían sus besos? Si To-ya alguna vez lo hubiera besado ¿Lo habría hecho con la misma fogosidad con que la besaba a ella? ¿Habría estrujado sus hombros con la misma pasión como se los estrujaba a ella?

Pero eso nunca lo sabría. Y entre todo, "eso" era lo que más dolor le causaba...

El hecho de haberlo perdido... Sin haberlo tenido nunca.

Yukito cerró los ojos tratando de enviar a alguna parte infinita de su mente la imagen que tanto dolor le causaba. Haber visto a To-ya besando a otra persona que no había sido él, bajo "su" árbol.

No. Ya no era "su" árbol. Tampoco "nuestro árbol"...

-No... –Reconoció Yukito entre sus lágrimas. –Su árbol. De él... Y de ella.

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Touya ya no volteaba a ver su reloj. Simplemente ya no despegaba la vista de él. Se estaba desesperando. En cualquier otra circunstancia hubiera dejado pasar diez minutos y se habría ido. No era precisamente una persona muy paciente cuando se trataba de esperar a alguien.

Pero estaba esperando a Yukito. Y ya había pasado una hora. Y estaba verdaderamente preocupado.

¿Qué le habría pasado? ¿Por qué no había acudido a la cita? ¿Y si le había sucedido algo?

Pero estaban en la escuela. Nada podría pasarle estando ahí, y de ser así, habría sido al primero al que le avisaran. No, no era eso.

Se paseaba de un lado a otro. Iba y venía, del árbol hacia la malla de la primaria, de la malla al árbol... Sin perder nunca de vista el árbol.

¿Y si lo había visto con ésa muchacha? ¿Qué tal si en el momento preciso...?

Touya sacudió la cabeza tratando de alejar ésa idea absurda de su mente. No podía ser eso. No quería que fuera eso.

¿Y si se le había olvidado? ¡Pero claro! Sólo eso podía ser. ¿Qué tal si su amigo, tan despistado como era a veces, había olvidado que ésa misma mañana él le había guardado en el bolsillo de su camisa su carta?

Volteó a ver su reloj por última vez. Era hora de empezar a buscarlo. ¿Pero en dónde podría estar? Lo primero que se le vino a la mente fue el club de tiro, y se dirigió hacia allá.

De camino al club Touya decidió desviar su camino y se dirigió primero al área de juegos, sabía que los amigos de Sakura habían sido los últimos en verlo ya que habían estado con él durante la competencia, así que seguramente ellos podrían darle alguna razón.

Al llegar al lugar alcanzó a ver de lejos a su hermana y a sus amigos, que entretenidos, observaban a Shaoran mientras disparaba un balón hacia una de las pequeñas porterías que sus compañeros del club de fútbol habían instalado como entretenimiento para los visitantes.

Después de anotar el gol el niño recibió como premio un muñeco de peluche. Shaoran volteó a ver entonces a Sakura y se acercó a ella. Luego, completamente sonrojado le extendió el peluche que la niña aceptó, también sonrojada. Una media sonrisa se dibujó en el rostro de Touya.

-Vaya... Debo reconocer que se ven lindos. ¿¡Pero qué estoy diciendo!? ¡Ese condenado mocoso me las va a...! Pero primero le voy a preguntar por Yuki...

Y se dirigía directamente hacia los niños cuando una mano en su hombro lo detuvo.

-Ah... Hola Yahami... -Touya saludó a su portero. Le extrañó notarlo un poco serio, pero no le tomó demasiada importancia.

-Hola Kinomoto, precisamente a ti te buscaba...

-¿Qué se te ofrece? –Respondió Touya mientras miraba para todos lados esperando poder encontrar entre la gente al único dueño de sus sonrisas.

-Pues verás, los muchachos del club decidimos organizar una reunión ésta noche para celebrar nuestro triunfo. Será en mi casa, a las nueve. Compraremos botanas, refrescos y pondremos algunas películas. Ya sabes, de ésas de... Kinomoto... ¿Me estás poniendo atención?

-¿Ah...? ¿Qué me decías?

Yahami sólo sonrió. –Vaya, vaya... Lo que hace el amor...

Touya se le quedó viendo. –¿De qué hablas?

-No te hagas Kinomoto, que ya sabemos... -El pelirrojo lo miró, malicioso.

Touya se sonrojó.

-¿Qué saben?

-Que tienes novia. –Yahami coreó, juguetón. –Kinomoto tiene novia, tiene novia, tiene nov...

-¿Pero qué estás diciendo Yahami? –Touya lo interrumpió, molesto. –Eso no es cierto. Yo no tengo novia.

-¿Ah no...? –El pelirrojo lo miró, confundido. –Pero entonces... ¿Quién era la chica con la que te vimos besándote apasionadamente bajo el cerezo hace más de una hora?

-¿Besándome...? –Touya estaba abrumado. –No Yahami, ella me besó a mí, pero yo no... Un momento, dijiste... ¿Vimos?

-Eh... Sí. Así es... Te vimos. –Yahami comenzaba a comprender.

Touya tuvo un mal presentimiento.

-Quién... ¿Quién más me vio?

-Pues verás Kinomoto... -El joven de ojos grises tosió. –Le dije que estaba buscándote y él me dijo que sabía dónde encontrarte, así que yo lo acompañé y entonces...

-¿Él? –El corazón de Touya comenzó a latir muy rápido. –¿Quién? ¿¡Quién!?

-Pues... Tsukishiro...

Touya tomó por lo hombros al pelirrojo y lo sacudió con tanta fuerza, que de no haber tenido sus pecas bien pegadas a su rostro, habrían salido disparadas.

-¿¡¡Qué!!? ¿¡¡Que Yukito me vio!!? ¿¡¡Qué fue lo que hizo!!? ¿¡¡Te dijo algo!!? ¿¡¡Qué te dijo!!?

-Oye, cálmate Kinomoto, te va a dar algo... –Yahami logró librarse de su capitán y sacudió su cabeza, aturdido. –La verdad es que... No dijo nada.

-¿Que no dijo nada? –Touya no comprendía.

¿Es que acaso no le había importado haberlo visto?

-Lo único que hizo fue darse la media vuelta y marcharse. –Respondió Yahami. –Pero...

-¿Pero qué?

-Es que... No pensaba decírtelo pero...

-¿¡Pero qué!?

-La verdad... No se veía muy bien.

Eso fue peor que creer que no le había importado.

-No puede ser... -Touya se agarró de los cabellos. -¿Y ahora qué haré? ¿Dónde lo encontraré? ¿Cómo le explicaré?

-Oye Kinomoto... No sé lo que está pasando realmente entre ustedes dos pero... Si yo fuera tú aclararía éste malentendido. Y pronto.

Touya comprendió que su compañero sabía más de lo que aparentaba. Así que decidió terminar de confiar en él.

-¿De casualidad tienes idea de dónde pueda estar?

-Pues... No. Pero ¿Qué hubieras hecho tú en su lugar?

-Gracias Yahami. Te debo una.

-De nada Kinomoto. –Touya se despidió y se marchó a toda prisa. –Te deseo suerte... La vas a necesitar.

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Después de haber estado bajo el ciruelo Yukito pensó en marcharse directamente a su casa. Ya no tenía nada qué hacer en la escuela, pero a última hora decidió quedarse. Era mucho más probable que estando solo se deprimiera más. Sobre todo en un lugar que tanto le recordaba a Touya.

Había pensado también perderse en el parque, pero ése de igual forma era un lugar que los dos siempre frecuentaban. Así que, buscando un sitio que no le recordara tanto a él, había llegado a la cafetería. Después de todo en ése lugar nunca almorzaban juntos.

Masticaba una galleta sin mucho entusiasmo. Bebió un poco de su gaseosa y miró a través de la ventana. La tarde había refrescado un poco. Volteó a ver a su alrededor, el lugar estaba casi vacío. La mayoría de los estudiantes se encontraban disfrutando de las últimas horas del festival.

Sonrió irónicamente. Ese día había comenzado como uno de los más emocionantes de su vida. Primero los nervios de la competencia por el torneo, después sus últimos momentos con Touya bajo el cerezo. Luego la alegría de celebrar el triunfo de los dos. Más tarde, la emoción por saber lo que le deparaba su cita con él... Para al final terminar con un profundo dolor.

Yukito suspiró, desilusionado. Y el día aún no terminaba.

Una voz de mujer interrumpió sus pensamientos. Era Yumi, su compañera del club.

-Tsukishiro, qué gusto me da verte. –La muchacha lo saludó alegremente. -¿Qué haces aquí? ¿No se supone que deberías estar celebrando tu triunfo?

Yukito sólo la miró de reojo y siguió observando a través de la ventana.

-¿Te ocurre algo Tsukishiro? -La joven lo interrogó, preocupada. -¿Tienes algún problema?

Pero Yukito permaneció en silencio.

-Ya veo... No quieres hablar de eso. Bueno, entonces hablemos de otras cosas. ¡Ah! Ya sé... ¿Sabías que...?

Y mientras la muchacha hablaba y hablaba sin parar, Yukito siguió contemplando el avance del atardecer, perdido en sus propias cavilaciones.

-¿...Entonces qué? ¿Ya te decidiste?

-¿Disculpa? –Yukito tuvo que poner atención a la muchacha, ya había sido demasiado grosero al no haberla escuchado desde un principio.

-El juego Tsukishiro. Te estoy hablando del juego.

-¿Qué pasa con el juego?

La joven tuvo que repetir lo último que le había dicho.

-Te estaba comentando que el juego que organizamos en el club ya comenzó. Te preguntaba si siempre te habías decidido ¿Participarás o no?

Yukito recordó de repente.

-Ah sí, el juego... El de los arqueros.

-Exacto. ¿Entonces qué? ¿Participarás? Y por favor Tsukishiro, si me vas a salir con una excusa, que sea buena.

¿Con una excusa? Era verdad. La última vez que Yumi le había preguntado él le había respondido sólo con pretextos tontos, sin sentido. Hasta ése momento sólo había tenido una razón para no aceptar participar, pero ésa razón no podía decírsela a ella, ni a nadie más.

La única razón por la que no había querido participar en el juego era Touya.

Pero ésa razón ya no era válida, ¿Verdad? Yukito ya no tenía ninguna posibilidad de salir con ésa persona especial. Y si era así entonces ¿Qué otra razón podría tener para no jugar? Recordó que le había dicho a Touya que no le llamaba la atención salir con desconocidas. Pero... ¿Touya sí podía hacerlo?

Porque ésa muchacha con la que lo había visto besándose era una desconocida. Al menos lo era para él. Y eso a Touya no le había importado en absoluto. Nunca se la presentó ni como amiga. Nunca le habló de ella, nunca le dijo nada. Ni siquiera sabía cómo se llamaba.

Una creciente sensación de descontento se iba apoderando de él conforme lo pensaba. Estaba celoso. Muy celoso. Y también estaba muy enamorado.

Pero además... Estaba muy dolido.

Si Touya ya había encontrado a su persona especial, él también tenía el derecho de hacerlo. Tal vez la encontraría en la joven que él eligiera en ese juego.

Yukito suspiró con pesar mientras se ponía de pie. Se dirigió directamente hacia la muchacha y con voz firme, pero que denotaba una profunda tristeza le respondió:

-Está bien Yumi. Participaré en ese juego.

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¿En qué se había equivocado?

Touya regresaba a la escuela luego de haber ido a buscar a Yukito a su casa. Estaba seguro de que después de lo que había visto sería lo primero que haría. Pero cansado de tocar el timbre como quinientas veces tuvo que hacerse a la idea de que su amigo no estaba ahí.

Pero entonces ¿Dónde se había metido? ¿En dónde más podría estar? Touya analizó la situación.

¿Qué habría hecho él, Touya? Lo primero: Alejar a la intrusa que Yukito estuviera besando, sin importar de quién se tratara. Segundo: Confrontar a Yukito y reclamarle el motivo por el cual se había atrevido a lastimarlo. Tercero: Irse a su casa y encerrarse directamente en su habitación sin cenar, para después tomar el primer objeto que le recordara a él y arrojarlo contra la pared, lo que significaría destruir todo el cuarto, ya que todo lo que había ahí le recordaría a él.

¡Eso era! Ahí radicaba su error. Lo había hecho todo mal. La pregunta correcta no era ¿Qué hubiera hecho él, Touya? Sino más bien ¿Qué hubiera hecho Yukito?

Yukito no había dicho nada cuando los vio. No le reclamó nada a él, porque estaba seguro que pensaría que no tenía derecho de hacerlo. Y no se había ido a su casa porque seguramente había buscado un lugar alegre que lo hiciera olvidar su tristeza. Eso sólo podía significar una cosa, que Yukito seguía en el festival.

Buscó por todos lados, preguntó a varios de sus compañeros, pero nadie lo había visto.

Cuando ya estaba a punto de perder la calma alcanzó a ver a una de sus compañeras del salón y se dirigió directamente hacia ella.

-Hola Murasaki...

-Hola Kinomoto. ¿Cómo estás?

-Quisiera hacerte una pregunta, ¿De casualidad has visto a Yukito?

-Sí, vi cuando se dirigía con Yumi hacia el club de tiro. –Le respondió.

-¿Al club de tiro? –Touya no comprendió. -¿Por qué?

-¿Acaso no lo sabes? Me acabo de enterar que siempre sí va a participar en el juego.

-¿El juego? –Entonces recordó el día en que Yukito le había hablado de él.

Pero... Yukito le había dicho que no estaba interesado en salir con una desconocida. Es más, le había asegurado que él solamente saldría con una persona especial...

Entonces lo comprendió todo.

Yukito estaba lastimado, y en medio de su dolor había tomado lo primero que se le había ofrecido como una salida para poder olvidarlo. Era comprensible. En su lugar, posiblemente él también habría hecho lo mismo.

Ahora más que nunca necesitaba aclararle lo que había sucedido. Tenía que explicarle, o al menos, demostrarle que él era la persona a la que amaba. Pero debía hacerlo ya, antes de que fuera demasiado tarde.

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El club de tiro estaba bastante cambiado. La sobriedad y silencio que lo caracterizaban habían desaparecido completamente. Las organizadoras habían pegado corazones de papel en las paredes, pequeñas figuras de cupidos de cartón colgaban de los techos y las ventanas, y afuera del área de tiro, junto a las gradas, habían colocado un cartel con todas las reglas del juego, además de la lista de los arqueros que participarían.

Al enterarse de que Tsukishiro había decidido participar a última hora, varias muchachas se apuntaron para salir en la cita a ciegas con él. Ya habían pasado todos los arqueros de la lista, el turno era de Yukito.

Pero Yukito no se sentía bien. Algo en su interior le decía que estaba cometiendo un gran error. Pero ya estaba ahí. Yumi ya le había vendado los ojos, y le había entregado el arco con la flecha lista para que él la disparara. Las jóvenes se habían acomodado frente a él y cada una de ellas esperaba tener la suerte de ser la elegida por él.

Yukito levantó el arco y tanteó, sin importarle nada ya. Ni siquiera se molestó en calcular la dirección y la altura a la que dispararía, solamente quería acabar con todo eso de una buena vez.

Le daría a una joven con el corazón de goma, se resignaría a que ella lo besara e hiciera con él lo que se le antojara, después concretaría una cita con ella, la cual tendría que cumplir. Ésas eran las reglas y debía respetarlas.

Se olvidaría de Touya, empezaría de nuevo y tal vez... Tal vez durante ésa cita se enamoraría otra vez.

Frunció el ceño bajo la venda que lo cegaba, al tiempo que suspiraba de coraje y frustración. No era cierto. Nunca se enamoraría de nadie más. Jamás podría olvidar a Touya.

En ese momento se quiso quitar la venda, pensó en decirle a Yumi que lo sustituyera por algún otro arquero, lo que fuera, con tal de salir de ahí e ir directamente a buscar a Touya y decirle que lo amaba, que no le importaba que él no le correspondiera, que sólo quería que lo supiera. Para después, con todo su corazón, desearle toda la felicidad del mundo al lado de la persona que él quería.

Pero ya no había marcha atrás.

Touya entró corriendo al recinto sin importarle los murmullos que levantaba a su alrededor, se dirigió directamente hacia Yukito para pedirle que se detuviera. Estaba dispuesto a impedir que cometiera un error, no podía permitirse el lujo de perderlo por un malentendido. También tenía miedo de que durante su cita a ciegas pudiera enamorarse de alguien más.

Además, estaba decidido a decirle que lo amaba, de cualquier forma.

Tratando de impedir el inevitable disparo de Yukito y sin pensarlo dos veces, Touya se interpuso entre él y las jóvenes que formadas enfrente lo esperaban de un momento a otro.

-Por favor Yuki, no lo hagas...

Yukito creyó escuchar la voz de Touya y trató de desviar el tiro.

Pero fue demasiado tarde. La flecha salió disparada y una fuerte exclamación se escuchó por todo el salón, seguida de un profundo silencio.

Yukito bajó poco a poco el arco sintiendo que un enorme pesar invadía su corazón. Lentamente fue retirando la venda que cubría sus ojos mientras esperaba, resignado, conocer a la joven con la que saldría en esa cita a ciegas.

El salón permanecía en absoluto silencio. A Yukito le extrañó que nadie estuviera aplaudiendo. También le extrañó que hasta ése momento la joven no se hubiera acercado a él para "cobrarle" el valor de su disparo.

Terminó de quitarse la venda y dejó que sus cristalinos ojos dorados, llenos de una profunda tristeza, se adaptaran a la luz. Y lo que vio frente a él lo dejó aturdido, haciendo que de la impresión soltara lo que tenía en las manos. El arco cayó al suelo haciendo eco en el silencio del recinto.

Frente a él, a unos metros de distancia y mirándolo de una forma que Yukito no supo interpretar si era de desconcierto o diversión, Touya se encontraba parado, con ambos brazos separados a los lados, mientras lentamente agachaba la cabeza y sus ojos azules se desviaban de los suyos para observar una parte de sí mismo.

Yukito dirigió su vista a la parte del cuerpo que Touya observaba y alcanzó a ver lo que parecía una suave goma roja pegada en su pecho.

El tiro que a última hora había tratado de desviar le había pegado a Touya...

A la altura de su corazón.

Yukito se quedó paralizado, sin tener la más remota idea cómo reaccionar. Se acordó de la lista que Yumi le había entregado aquél día. ¿Dónde había quedado? ¿Qué era lo que significaba la flecha a la altura del corazón?

Pero pronto lo averiguaría de la forma más inesperada.

Con un gesto de absoluta seriedad, Touya caminó lentamente mientras se despegaba el corazón de goma del pecho. El silencio en el recinto se hizo más profundo conforme Touya se aproximaba a él. Se detuvo a una distancia de medio metro y esbozando una sonrisa pegó el corazón en el pecho de él, a la misma altura.

Un murmullo se levantó en toda la sala, al mismo tiempo que Touya lo tomaba cuidadosamente por la cintura y lo atraía despacio hacia él.

Poco a poco fue acercando su rostro al suyo. Yukito cerró los ojos.

Un amoroso, tímido y delicado beso que duró sólo un segundo fue depositado en sus labios.

El murmullo a su alrededor se convirtió en un suspiro general. Ése beso había quedado como uno de los más hermosos entre todos lo que se dieran las parejas formadas durante el juego.

Touya apoyó su frente en la suya, y con un tono de voz tan suave que Yukito jamás le había escuchado, le hizo la tan ansiada pregunta que desde hacía varios días había tratado de expresarle.

-Me preguntaba si te gustaría... Salir conmigo ésta noche.

Yukito asintió lentamente con la cabeza mientras sonreía con dulzura, perdido en la profundidad de su mirada.

Los dedos de Touya acariciaron los cabellos que cubrían su frente, recorriendo su mejilla como lo habían hecho tantas otras veces. Después tomó su rostro entre sus manos y acercó sus labios a su oído, y con el mismo tono de voz le susurró:

-Entonces... Pasaré por ti a las ocho en punto.

Después de eso se separó de él. Sonriendo, le señaló el corazón de goma que Yukito aún tenía pegado en el pecho, y le dijo mientras le guiñaba un ojo en un gesto que prometía una noche muy especial:

-Me debes un beso.

Y se retiró del lugar con la frente en alto, indiferente a las miradas asombradas de todos los presentes.

Cuando el joven hubo desaparecido de su ángulo de visión, todas las miradas se posaron entonces en Yukito, quien completamente ajeno a ellas, permanecía de pie en el fondo del salón.

En su mano sostenía la flecha con el corazón de goma, mientras la contemplaba con ojos soñadores, y una sonrisa en sus labios.

FIN