- Por aquí.- dijo Mislif acercándose a la habitación adjunta a la sala del trono, aquella que habían utilizado Éomer y Gimli momentos antes. Ambos entraron en ella, y un silencio incomodísimo se hizo presente. Legolas miraba hacia el suelo, pero Mislif lo miraba fijamente.- Dime la verdad, Legolas.- dijo la joven de pronto, decidiéndose al fin.- ¿A qué has venido a Rohan? Porque no creo que hayas venido simplemente a visitar a Gimli en las Cavernas Centelleantes, sabiendo lo que odias esos lugares.

- No puedo mentirle, Reina de la Marca.- contestó él mirándola fijamente.

- No me hables así, por favor.- murmuró Mislif cerrando los ojos.

- Pero sí eso es, Señora: la Reina.

- Lo sé, pero entre mis... amigos no me gusta ser llamada así.- dijo la joven abriendo los ojos.- Responde a mi pregunta, Legolas.

- Vine, porque sentí que me llamabas.- dijo el Elfo sin rodeos, dejando a Mislif de una pieza.- Hace unos días sentí que me llamabas desesperadamente con el pensamiento, y creí que estabas en algún problema. Por eso vine: porque quería saber si todo marchaba bien contigo.

- ¿Y qué has sacado en conclusión?- preguntó ella, mirándolo fijamente y con un renovado amor.

- Que no estás bien.- contestó Legolas.- Lo tienes todo, pero asimismo sientes que te estás quedando sola y que lo que quisieras no lo tienes. Tal como me pasa a mí.

- Es cierto...- murmuró Mislif cabizbaja. Sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar angustiosamente; tanto así que Legolas sintióse sorprendido y asustado. No había esperado algo como eso y la situación lo ponía incómodo. De haber sido por él, habría corrido a abrazarla apenas la había visto; pero ahora no sabía con exactitud qué hacer.

- Mislif- le dijo finalmente-, no llores...- se acercó a la joven que lloraba sentada en una butaca. Se inclinó ante ella y le tomó tímidamente una mano. La joven dejó de sollozar y lo miró a los ojos. Legolas también la miró fijamente, y ambos sintieron cómo todo desaparecía alrededor.- Me llamaste, ¿no es así?- le dijo al cabo de unos segundos.

- Sí. Te llamé, te llamé con toda mi alma.- contestó Mislif.- Lo único que quería era volver a verte y dejar de sentir ésta desesperación que tengo desde que decidí alejarme de ti.

- Yo también vine porque ya no aguanto tenerte lejos, aunque esté mal que nos digamos esto a estas alturas.

- Lo sé... Ya no hay vuelta atrás.

- No, moralmente.- sonrió Legolas con tristeza.- Pero, por lo menos, podemos dejar todo claro y en paz. Podemos aclarar nuestras tristezas, para poder llevar cada uno su vida como ya está encaminada.

- ¿Y qué ocurriría si yo no quisiera aclarar las cosas y prefiriera dejar todo más confuso?- inquirió la joven acercando su rostro al de Legolas. Él abrió más los ojos, sintiendo que su corazón se le saldría por la rapidez con que latía.

- Si hicieras eso, sufrirías más en tus días futuros.- contestó tratando de mantener la calma; pero con la suave fragancia de los cabellos de Mislif no lograba mantenerse tranquilo. Tenía su rostro cerca de ella, y el primero que diera el paso arruinaría la última oportunidad de arreglar la situación.

- Sufriría, sí.- dijo Mislif bajándolo a tierra.- Pero, nadie me quitaría sentir un beso tuyo por última vez.

- No podemos, Mislif.

- Sí podemos, pero no queremos.- objetó ella sin retroceder.- Acepta que te mueres de ganas, igual que yo, de recordar ese calor en los labios.

- No me tientes, joven dama... Por favor.

- No puedo, Legolas.- contestó Mislif como disfrutando la situación.- He esperado demasiado tiempo por tenerte así, a mi lado. He soñado y he llorado por ti, y no quiero que te vayas sin saber que me moriré amándote. Nuestros destinos ya no están unidos, pero sí nuestro deseo de estar juntos; y eso tal vez nos una despu...- fue detenida en seco por lo que más añoraba: un beso de Legolas. Él había oído con mucha emoción sus palabras, y se dejó llevar por esa pequeña tentación. Ambos parecían, a cada intenso segundo de beso, estar vaciando de ellos la tristeza y la desesperación, para dar paso a un encuentro deseado sólo en sueños. Y volvían a sentir ese calor en los labios, y era bienvenido con una alegría enorme.

Demoraron mucho en alejarse, pues ninguno quería terminar con el momento. Respiraron hondo muchas veces, para volver luego a besarse, pero sabían que no podrían demorar mucho más. Y cuando finalmente todo terminó, ambos sintieron una tranquilidad extraña.

- Lo necesitaba tanto...- dijo Legolas poniéndose de pie, y tomándola de una mano.- Te he necesitado como nunca antes, y eso ya es mucho decir.

- Al menos tú no tienes una cadena atada al cuello y que te impide respirar.- dijo Mislif rodeándole el cuello con sus brazos.- Yo te he necesitado como no tienes idea, y más en la soledad de estas paredes. No he podido darle a Éomer lo que quiere de mí, porque te recuerdo a cada instante; y me siento más presionada. ¡Sólo quisiera irme de aquí! ¡Lejos, tan lejos que nadie pudiera verme!

- Te llevaría conmigo lejos, si pudiera.- dijo Legolas, abrazándola también.- Te sacaría de aquí y de esta opresión, si hubiera manera de hacerlo.

- Pero moralmente no la hay.- dijo Mislif con tristeza.- Tendremos que ver éste momento como el de la despedida, entonces.

- Ojalá el tiempo se detuviera.- susurró Legolas antes de besarla denuevo y por lo que creían última vez.- Ya es hora.- dijo alejando de ella su rostro.- Si no quieres levantar sospechas, mejor será que vayamos pronto al comedor.

- Yo no iré. No puedo.- dijo Mislif.- No podría mirar a Éomer a la cara. Él me descubriría de inmediato. Tú ve. Diré que no me siento bien, suelo hacerlo a veces.

- Muy bien.- contestó Legolas. La joven se dirigió hacia la puerta, pero él hizo algo que añoraba hacer, tal vez no tanto como besarla; y se trataba de tomarla de un brazo, como solía hacerlo, y traerla hacia sí. Mislif no lo había esperado, pero cuando ocurrió se sintió feliz, como no lo era en mucho tiempo. Se besaron a manera de despedida, y luego Mislif salió de la habitación, dirigiéndose a una criada; mientras que Legolas se dirigía al comedor.

- ¿Y Mislif?- preguntó Éomer extrañado al ver entrar en el comedor sólo a Legolas. Tenía un mal presentimiento.

- La Reina dice que no se siente en condiciones de venir a acompañar su mesa, Señor.- dijo la criada de Mislif.- Le ruega a sus invitados y amigos que la disculpen, pero que su salud no le permitiría llevar a cabo una cena tranquila.

- ¿Está enferma la chiquilla... ? ¡La Señora, quiero decir!- exclamó Gimli.

- A veces suele pasarle esto.- explicó Éomer.- Me dijo una vez que cuando sentía que podía resfriarse, prefería no comer en la misma mesa que los demás, para evitarles problemas.

- Entiendo.- dijo Gimli.- Más adelante ya tendremos tiempo de conversar largamente con Mislif, pues espero que me visite pronto.

- Volviendo al tema...- Éomer comenzó a hablar con Gimli sobre las Cavernas Centelleantes. A veces incluía a Legolas en la conversación, pero el Elfo tenía la cabeza y sus pensamientos en otro lado. Interiormente, se sentía tranquilo y con una paz que no sentía desde hacía mucho. Sin embargo, aquella paz se vería interrumpida dentro de muy poco tiempo.

- ¡Aquí está! Al fin la encuentro... por un instante creí que la había perdido.- decía Mislif mientras, en una habitación destinada a sus objetos personales, buscaba desesperadamente la Piedra Estrella. Cuando la encontró al fin, volvió a ver la cautivadora luz azul que emitía; y se sintió feliz. Extrañamente feliz, a decir verdad. Desde que se había separado de Legolas, hacía ya una media hora, la joven había corrido a su habitación. Se sentía mal y con un cargo de conciencia horrible, producto de haber engañado a Éomer. A pesar de que él aún no sabía, si la miraba, probablemente se enteraría de todo. ¡Y se armaría el lío interno tal vez más grande visto en Rohan en mucho tiempo! Mislif quería huir, al menos unos días, lejos de Meduseld y de Éomer, para poder ordenar sus pensamientos. No sabía por qué, pero algo le decía que llevara consigo la Piedra Estrella; así que ella obedeció y se la puso como broche en el cuello. Podía sentir cómo el corazón le latía horriblemente rápido, y cómo sus nervios estaban más alterados que nunca.

Se sentó en una butaca para pensar con seriedad qué haría. No podría aguantar una noche más junto a Éomer, si sus reacciones la delatarían. Así que optó por la noticia que estaba fresca en su mente: huir hacia las Cavernas Centelleantes. Probablemente hallaría ahí descanso y estaría además con un gran amigo. Entonces, lo menos que podría hacer sería dejarle una nota a Éomer, explicándole que se sentía algo mal y quería relajarse en compañía de Gimli.

La joven se levantó y se dirigió hacia una mesita, donde escribió la siguiente nota con mano temblorosa:

"Querido Éomer:

Me dirijo hacia las Cavernas Centelleantes, pues deseo descansar y compartir un tiempo con Gimli, nuestro amigo. Espero que no te moleste, pero volveré pronto. Además, creo que ya es hora de que salga un poco de Meduseld, como me ofreciste. No te preocupes por mí.

Mislif."

Era obvio que ella aún no había progresado en su imaginación para escribir, pero eso era lo que más podía hacer, dada también las circunstancias. Pero poco le importó, así que buscó un sobre y puso en él su malograda carta.

Entonces, mandó a llamar a su criada y, cuando ésta llegó, le dijo que hiciera venir a su encuentro al anciano Norl. La criada hizo lo que se le pidió, y luego de unos diez minutos apareció el viejecito en aquella habitación.

- ¡Señor Norl!- exclamó la joven corriendo al verlo.- ¡No tiene ni idea de la locura que he hecho!

- Tranquilícese, joven dama.- le dijo el anciano abrazándola.- Vamos, cuénteme qué pasó.

- Hice que más de seis meses no valieran de nada.- sollozó Mislif como una niña pequeña.- Ésta tarde llegó a Rohan Legolas, y yo... ¡yo le dije que aún lo amaba!

- ¡Pero, Señora!- exclamó Norl.- ¿De qué sirvió entonces haberla aconsejado tantas veces de dejar el pasado atrás? ¡Ahora no podrá olvidarlo!

- Además...

- ¡No me diga que...! ¿Lo besó?

- Sí.- contestó Mislif triste.- Es tan patético de mi parte hacer esperar a Éomer seis meses, y luego ver a Legolas y estar en sus brazos a los cinco minutos. Pero no pude evitarlo... Era una fuerza extraña.

- La entiendo. Pero, ¿qué va a hacer ahora? Con esos ojos que tiene, el Rey no tardará en descubrirla.

- Eso es lo que más temo. Por eso... por eso le escribí una nota diciendo que me iré unos días a las Cavernas Centelleantes, en compañía de Gimli, el Enano amigo nuestro. Pero necesito que usted le entregue la nota a Éomer, porque es usted con quien más he compartido. Ahora, cuando llegue, le dirá que me ha visto decaída físicamente, lo cual es cierto, y que yo le pedí que le pasara la nota, ¿bien?

- Lo haré, Señora.- dijo el anciano.- Pero... si esto llega a descubrirse, yo podría ser castigado.

- No.- le aseguró Mislif.- Si esto llega a descubrirse, yo seré castigada. Usted sólo llevó a cabo, desinteresadamente, una orden mía y nada más. Éomer es justo y no lo castigará tampoco por haber sido un confidente y amigo mío. Créame que ya he pensado en su bien, mi querido señor Norl.

- Es usted muy buena, joven dama.- sonrió él.- A veces siento que usted ha sufrido innecesariamente.

- Tal vez...

- ¿Y de verdad irá a las Cavernas Centelleantes?

- Sí. Sólo quiero salir de Edoras y estar con un amigo. No veo qué malo pueda salir de esto.

- No lo sé yo tampoco, pero tengo un mal presentimiento.- dijo el viejo moviendo la cabeza en actitud negativa.

- Entonces partiré enseguida.- dijo la joven tomando un abrigo que estaba cerca.- Confío en usted, Norl. No vaya de inmediato. Espere a que me vea cabalgando en Eäros para partir.

- Noble corcel es Eäros, la llevará donde crea conveniente. Lo sé.- sonrió él.- Cuídese mucho, joven dama. Le tengo un profundo cariño, y espero que se cuide y que todo esto la lleve a un buen destino.

- Ya veremos.- Mislif antes de salir de la habitación dijo: Yo también le tengo un gran afecto, mi querido amigo. Y, pase lo que pase, tendrá noticias mías; pero se las enviaré yo misma. ¡Adiós!- y sin más, dejó la habitación rápidamente. Se dirigió al gran establo y le preguntó a un hombre por Eäros. Le contestó que estaba corriendo por los campos, y Mislif se dirigió hacia afuera, atravesando Edoras. Llegó a las puertas de la ciudad, pero no pudo cruzarlas, pues los guardias no se lo permitían; sin embargo, cuando vieron que era la Reina de Rohan, se las abrieron inmediatamente. La joven llegó a las praderas que se extendían fuera de la ciudad y que brillaban bajo la luz de la Luna, y lanzó un gran y agudo silbido. Entonces, como un rayo llegó hasta ella Eäros, con su pelaje gris brillando con un resplandor plateado.- Feliz encuentro, amiga mía.- la saludó la joven acariciándole la frente, donde estaba la pequeña marca en forma de estrella.- Esta noche necesito de tu rapidez. No estoy bien, amiga, y tú eres la única que puede sacarme de aquí.

Eäros lanzó un fuerte relincho y se inclinó para que Mislif pudiera montarla, y la joven se subió con su pequeño equipaje. Al cabo de unos segundos ya partían sigilosa y rápidamente en dirección al oeste. Sin embargo, el relincho de Eäros fue oído en Meduseld, y Legolas se levantó de la butaca en que estaba para mirar por una ventana. Desde ahí, vio con sus agudos ojos élficos cómo Mislif se alejaba cabalgando velozmente.

- ¡Mislif!- murmuró sorprendido. ¿A dónde iba a esa hora? Como respuesta a su pregunta, un anciano entró en la habitación. Hizo una reverencia ante Éomer, que conversaba animadamente con Gimli, y le entregó un sobre de parte de la Reina de Rohan.- ¿De Mislif?- preguntaron el Elfo, el Enano y el Rey al mismo tiempo.

- ¿Por qué escribiría una carta?- preguntó Éomer sorprendido. Abrió el sobre, mientras Legolas miraba por la ventana nuevamente; pero Mislif había desaparecido. El hombre leyó la carta y lanzó una exclamación.- ¡Se ha ido! Dice que partirá a las Cavernas Centelleantes para estar contigo, Gimli.

- La Señora no se ha sentido bien físicamente estos últimos días.- explicó el anciano.- La he notado decaída, y ahora me pidió que le entregara esto en su lugar. Me dijo también que probablemente el aire de las montañas la haría mejorar.- mintió el viejecito.- Por eso quiso partir hacia las Cavernas.

- ¿Tan pronto?- gruñó el Enano.- Me parece bien, pero creo que se apresuró mucho.

- ¿Te dijo algo semejante, Legolas?- preguntó Éomer.

- No.- contestó el Elfo.- Es extraño, como dice Gimli, que haya partido sola y tan pronto.

- ¿Cómo sabes que partió sola?

- Acabo de verla partir hacia el oeste sobre el lomo de Eäros.- contestó Legolas.

- ¿Y por qué no lo dijiste?- exclamó Éomer poniéndose de pie para mirar también.

- Porque no sabía qué ocurría y no tuve tiempo.

- No logro verla.- murmuró Éomer.- Eäros es muy veloz; hija de Sombragrís, creo, y ya debe de llevarla muy lejos de aquí. Aun así, enviaré hombres para que la acompañen. No puede ser que la Reina de Rohan cabalgue sola por la Marca.- se dirigió a la puerta.- Discúlpenme, pero volveré en seguida.- y salió de la habitación.

- ¿Qué pasó, Legolas?- preguntó Gimli al cabo de unos segundos.- ¿Qué te dijo Mislif, o qué le dijiste, para que se fuera así de Meduseld?

- Nada.- contestó Legolas.- Habíamos convenido en que todo seguiría su curso normal, y no tengo idea por qué se fue tan pronto y sola hacia allá.

- ¿Y tú crees de verdad que se fue hacia las Cavernas Centelleantes?- gruñó Gimli, pero luego sonrió ante la ingenuidad de su amigo.- Legolas, tal vez su idea sea ir hacia allá, pero te puedo asegurar que se arrepentirá pronto. Está tratando de huir de esto, sin embargo, se dará cuenta de que llegará a lo mismo después de unos días. No..., la chiquilla no regresará.

- ¿Cómo puedes saberlo?

- Leí la carta de Éomer.- le mostró el papel que había escrito Mislif.- Él la tiró, de rabia supongo. Lee esta parte.- le señaló unas líneas.- Dice que quiere compartir y relajarse conmigo, y yo ¡hola! estoy aquí aún. Además, con Eäros llegará una semana antes de que nosotros.

- Tal vez quiera un tiempo para meditar lejos de Edoras.- dijo Legolas pensativo.- Ella no huirá, Gimli, porque sabe que no puede hacerlo. Ya lo conversamos hace unos momentos y, aunque lo desea, no está dispuesta a cambiar esta vida que tiene, por mucho que la ahogue.

- Ya sabes cómo es de impulsiva Mislif, amigo mío.- dijo el Enano.- Puede decir algo y a los segundos cambiar de opinión.

- Contigo, tal vez; pero a mí me dice la verdad.- replicó Legolas.- Sabe que no puede huir de esta vida que escogió, a menos que...

- ¿Qué?

- ¡Oh, Elbereth!- exclamó el Elfo asustándose.- A menos que decida... terminar con todo.

- ¡No digas eso ni en broma!- le gritó Gimli asustándose también.- Ella no haría algo así... Puede que odie este lugar y esta vida, pero sabe que no todo está perdido... o al menos eso pienso... ¡Legolas, no quiero que le pase algo malo!

- Y yo menos.- replicó el Elfo.- ¡Debemos partir, Gimli! Si cabalgamos rápido, podremos encontrarla antes que los hombres de Éomer.

- ¿Y qué estamos esperando?- dijo Gimli comenzando a correr hacia la puerta. Legolas lo imitó y juntos llegaron hasta el gran establo, donde estaban los caballos del Elfo y sus acompañantes. Estos últimos se hallaban ahí, y no demoraron en partir con su señor; pero le dijeron que los hombres del Rey ya habían partido.- ¡Esto nos quita ventaja!- gruñó Gimli.- ¡Tendremos que apresurarnos!

Así que hicieron todo lo posible por partir rápidamente, y fue entonces donde Gimli y Legolas volvieron a cabalgar juntos.

- Tendré que volver pronto- dijo el Enano sentado detrás de Legolas-, pues mi gente sigue en Edoras.

- Dudo mucho que demoremos un tiempo considerable.- dijo el Elfo.- Ahora, ¡sujétate bien, porque cabalgaremos rápido!- e hizo que su caballo apresurara la marcha.

Eäros seguía corriendo a todo dar de sus ágiles patas, como Mislif se lo ordenaba. La joven comenzaba a pensar ahora con mayor lucidez lo que estaba haciendo. Ya habían recorrido muchas millas desde Edoras, y Mislif comenzaba a dudar si quería o no ir a las Cavernas Centelleantes. ¿Qué encontraría ahí? ¡Nada!, porque la muy tonta había partido antes que Gimli. Además, había olvidado que Legolas había llegado a Rohan con el pretexto de ir a ese mismo lugar. ¡Éomer creería que Mislif iba a juntarse con Legolas ahí! No, no iría a las Cavernas; tampoco al Abismo de Helm.

Sabía que si se quedaba unos días en alguno de esos lugares, o en cualquiera de Rohan, finalmente tendría que volver a Meduseld; ya fuera por orden del Rey o por voluntad propia. ¿Y qué le esperaba en Edoras? El encierro y la tristeza que había vivido más de seis meses. Tampoco quería volver a Edoras... ¡¿Qué rayos haría entonces?! Eso le pasaba por no pensar bien lo que hacía.

Podría ir a Minas Tirith, pero le quedaba muy lejos, y además ella iba hacia el oeste. Además, si llegaba ante Aragorn, lo más probable era que se enteraría Éomer; y no quería tener que verle la cara en mucho tiempo.

Entonces, recordó Fangorn. Podría esconderse ahí un tiempo, pensaría bien todo y luego regresaría. Además, Fangorn era un bosque, y a ella le gustaban los bosques. Legolas y Gimli lo habían visitado, ¿por qué ella no? Podría estar con los Ents y relajarse con la tranquilidad de los Pastores de Árboles. Ella ya había conocido a Bárbol y esperaba poder encontrarlo. Aun así... Fangorn seguía siendo, al parecer, un sitio donde había que tener cuidado y caminar con recelo. Sin embargo, Mislif no tenía miedo y dudaba que la buscaran ahí, pues tenía muy presente que Éomer enviaría hombres para acompañarla.

Mislif hizo que Eäros se detuviera, y ese fue uno de sus grandes errores. Quiso sentarse en la suave pradera, mientras pensaba detenidamente. Le había entrado también sueño, y quería descansar. Así que se apeó del lomo de Eäros y se tendió en el pasto, mientras que su corcel comenzó a comer un poco más allá.

El Sol comenzaba a despuntar por el este cuando Mislif ya no pudo aguantar más y el cansancio la hizo su prisionera. Durmió intranquilamente, pues un sueño llegó a su mente. Era el mismo que había tenido muchos meses atrás en el Bosque Negro, y que luego había soñado denuevo en Minas Tirith. En él se veía en medio de un sinnúmero de cadáveres de orcos y cerca de ella estaba Legolas. Sin embargo, en ésta ocasión los orcos habían desaparecido, y ella se hallaba rodeada de un sinnúmero de árboles, oscuros y fríos; y Legolas también se hallaba ahí.

Al cabo de unas horas, Eäros comenzó a zamarrear incesantemente a Mislif, como si estuviera nerviosa o asustada por algo. Les costó bastante despertar a la joven, pues ella seguía con su común sueño pesado para dormir. Cuando finalmente lo logró, Mislif se sentó en la hierba y miró a la yegua con incertidumbre.

- ¿Qué pasa, Eäros?- le preguntó. Como respuesta, el animal relinchó mientras miraba constantemente hacia el este. Mislif se puso de pie y miró hacia aquel lugar, y lo que vio la llenó de sorpresa: a unas dos o tres millas de ellas cabalgaban rápidamente unos jinetes; y la joven supo de inmediato que debían de ser los hombres de Éomer que venían en su busca, pues llevaban en las ropas el estandarte de la casa de Eorl.- ¡Debemos huir!- exclamó Mislif asustándose. Montó rápidamente en Eäros y comenzaron a correr a todo galope.

Sin embargo, los jinetes comenzaron a alcanzarlas, pues aquel terreno no era muy apto para la velocidad de Eäros: tenía muchas piedras y rocas, además de ser accidentado en varias partes.

- ¡Deténgase, Reina!- le gritó uno de los jinetes desde atrás. Aún no las habían alcanzado, pero poco les faltaba.- ¡No le haremos daño! ¡Deténgase!

Mislif pensó que huir de los jinetes ya era un caso perdido, y que no le harían daño; así que optó por detener la cabalgata de Eäros.

- ¡Alto!- gritó la joven. Pero ese fue su mayor error: justo cuando le ordenó a Eäros que se detuviera, frente a ellas se alzaba una roca de no gran tamaño, pero que hizo que el corcel se detuviera en seco; e hizo que Mislif cayera del caballo, saltando bastante más lejos, y golpeándose la cabeza al caer.

- ¡Señora!- gritaron los jinetes estupefactos. Pero Mislif ya no les contestaría.

Algunos de los hombres se apearon de sus respectivos caballos para acercarse con temor a la joven. Sin embargo, Eäros se puso delante de ellos, haciéndoles frente. En sus ojos brillaba una luz de ira y valentía, y no permitiría que se acercaran más.

Los hombres, por supuesto, no lo hicieron, pero no podían dejar a la Reina de Rohan tirada en el suelo, donde parecía estar... muerta. Finalmente, Eäros se levantó en sus dos patas traseras, asustando a los hombres, y luego se acercó a la joven. La movió un poco, asustándose ella también de que estuviera muerta, pues Mislif no reaccionaba; y como pudo la subió a su lomo. Miró denuevo a los jinetes, lanzó un poderoso relincho de angustia, y se fue a galope tendido hacia el Bosque de Fangorn. Éste no estaba lejos, y Eäros no tardó en introducirse en su profunda y temible oscuridad...

- ¡Ah!- exclamó Legolas de pronto, deteniendo el caballo.

- ¿Qué pasa, Señor?- le preguntó uno de los elfos.

- Algo malo le ha pasado a Mislif. Puedo sentirlo.- contestó él, con una marcada sombra de temor en los élficos ojos.

- ¡No digas eso ni en broma!- le gritó Gimli asustándose.- ¡Vamos! ¡Tenemos que apresurarnos!

Así continuaron su veloz cabalgata; pero ahora una gran sombra de temor recorría a los viajeros. Al cabo de una media hora lograron ver a los Jinetes de Rohan que se acercaban con rostros tristes.

Quince minutos antes de que se encontraran con Legolas y los demás, los Rohirrim se reunieron rápidamente para comentar lo sucedido.

- Te digo que estaba muerta.- decía uno de los jinetes.- ¿O crees que con esa caída se iba a salvar de romperse el cuello?

- ¡No seas idiota!- le gritó uno.- ¡No puede ser que haya muerto la Reina! Ella es muy fuerte, ¿recuerdas la Batalla de Cuernavilla? Ella estuvo ahí.

- ¿Y eso la libra de romperse el cuello al caer?- replicó el primero.- ¡Tú también la viste! Cualquiera de nosotros que se hubiera caído así, no viviría para contarlo.

- No puedo creerlo...- murmuró otro hombre apenado.- Matamos a la Reina...

- ¡No fuimos nosotros!- replicó el segundo.- Ella detuvo mal a Eäros y calló... N- no tuvimos nada que ver con esto.

- ¡Qué insensible eres, Hálber!- le dijo otro.- ¿Te das cuenta de lo que es esto significa? ¡El Rey va a morirse con la noticia! ¡Toda la Marca sabe cuán enamorado estaba de la joven Reina!

- Lo sé...- contestó Hálber.- Y no sabes cuánta tristeza tiene mi corazón. Todos queríamos mucho a la joven Estrella del Norte. Aún no me entra la idea de que...- su voz se extinguió por la tristeza.

- No podemos quedarnos aquí lamentándonos.- dijo el primero.- Tenemos dos opciones: una es ir directamente hacia Edoras con la noticia; y la otra es entrar en Fangorn a buscar... el cuerpo de la Reina...- su voz también se extinguió, mientras unas lágrimas asomaban en sus ojos.

- Ya, amigo.- sonrió Hálber tristemente, poniéndole una mano en el hombro.

- No entiendes, Hálber.- sollozó el hombre.- Ella siempre fue muy amable conmigo, y ahora está...- levantó la mirada y se secó las lágrimas.- Debemos entrar en Fangorn para buscarla.- dijo.- Puede ser que... esté viva.

- No. Tú mismo lo dijiste: con esa caída se debió de haber roto el cuello.- dijo otro.- Además, yo no entraría en Fangorn ni para rescatar a mi madre.

- ¡Idiota!- lo reprochó Hálber.- ¡No vengas con esas ironías en un momento así! Tal vez no entraremos en Fangorn por el momento; pero si vamos rápidamente a Edoras, podemos dar aviso al Rey, y luego él verá qué hacer.

- Yo opto por lo mismo.- dijo el primer jinete.- No soporto estar aquí sin hacer nada, recordando a cada instante ese maldito momento.

- Eäros es un noble corcel.- murmuró Hálber.- Se llevó a su ama lejos de quienes la perseguían. Incluso se internó en Fangorn por ella.

- ¡Vámonos de inmediato!- gritó uno de los hombres subiéndose en su caballo.- No deben de ser más de las siete de la mañana. Si vamos a galope tendido, llegaremos a Edoras alrededor de las seis de la tarde. Más no podemos hacer.

- Sí.- dijeron los demás jinetes. Todos montaron en sus caballos y comenzaron a retomar su veloz camino, ahora en dirección a Edoras. Pero antes de partir todos dirigieron sus miradas hacia la roca que había sido la causante de la caída de Mislif. Más tarde le pondrían a ese lugar la Roca de la Dama Triste.

Cuando al fin se encontraron con Legolas y los demás, no se esfumó la tristeza que sentían, ya que sabían que el Elfo y Gimli eran amigos de la Reina. El Enano se apeó del caballo y les preguntó qué había ocurrido, y ellos demoraron en contestar, pues ninguno sentía que las fuerzas lo acompañaran para hacerlo. Finalmente, el jinete llamado Hálber respondió.

- L- la Reina... cayó de Eäros, señores.- dijo con voz cortada y triste.- Una roca les impidió el paso mientras cabalgaba... y la joven Señora cayó m- muy lejos de ahí. No volvió a levantarse...- y no pudo seguir diciendo más, pues su voz volvió a extinguirse.

- ¡¿Qué...?!- gritaron Legolas y Gimli aterrados y estupefactos con la noticia.- ¿Y...? ¿Y d- dónde está su... su cuerpo?- preguntó el Enano armándose de fuerzas, mientras sentía que las lágrimas le nublaban los ojos.

- Eäros no permitió que nos acercáramos.- contestó otro jinete.- Se llevó a la Señora, y se internó en... Fangorn.

- ¡¿En Fangorn?!- exclamó Gimli con voz temblorosa.- ¡Qué horrible día! La chiquilla...- no pudo seguir, pues su tristeza era grande y todo aún era increíble.

- Lo lamentamos mucho, señores.- dijo Hálber volviendo a hablar.- Nuestra pena también es grande, y entendemos su dolor...

- ¡No lo entienden!- gritó Legolas fuera de sí. No sabía qué pensar, pues sólo sentía un profundo y horrible dolor en el pecho.- ¡Nunca podrían entender qué se siente perder así a la mujer que se ama!

- Legolas...- murmuró Gimli. Todos lo miraban sorprendidos, y más los jinetes.

- Nosotros debemos partir hacia Edoras de inmediato.- dijo Hálber nervioso.- Debemos informar al Rey de... todo.

- Vayan. De prisa.- dijo el Enano. Miró a Legolas, quien se tapaba el rostro con las manos; la imagen del Elfo era desoladora.

De pronto, y luego de lanzar un grito de angustia, Legolas se acercó a su caballo. Montó rápidamente en él y se fue a galope tendido en dirección a Fangorn. Nadie pudo detenerlo, pues nadie se atrevía, ni siquiera Gimli pudo.

Legolas nunca volvería a ser visto por hombre alguno...