Su cabeza era un confuso y horrible caos. No podía, ¡no quería!, aceptar esa verdad... ¿Verdad? Más que eso... No quería aceptar esa pesadilla. Por su mente había cruzado muchas veces el temor de perderla, pero, como nunca había ocurrido, el dolor no había podido imaginárselo. Sin embargo..., todo era tan crudo y desesperante ahora.

No se puede decir con palabras el dolor que se experimenta al perder a un ser amado, aunque no se pueda asumir aún. La sola idea de imaginar una vida sin ese ser parece imposible, pero cuando ocurre cuesta mucho y toma largo tiempo en aceptarse. Aunque no todos se niegan a aceptar la realidad con obstinación, hay quienes no logran hacerlo por el simple hecho de que sus mentes no se acostumbran a tan radical cambio.

Algo parecido le ocurría a Legolas en aquel momento. Pero él se obstinaba a pensar que Mislif podría haber muerto. ¿Cómo...? ¡¿Cómo ella podría haber caído así y matarse?! No... eso debía de ser una mentira de los hombres de Éomer para alejarla de él. ¡Mislif no podía estar muerta, por Elbereth!

Legolas seguía cabalgando, con esos oscuros pensamientos consumiéndole la mente a cada segundo. Se había separado de los demás hacía ya más de diez minutos, pero que a él se le habían pasado muy lentos; extrañamente lentos.

Estaba luchando con todas sus fuerzas por reprimir el deseo de lanzarse del caballo, y seguir así a Mislif; pero prefirió entrar en Fangorn y encontrar... su cuerpo. Una vez que lo hiciera... se uniría a ella en otro lugar... No veía motivos para seguir, si sabía que ella ya no volvería. A pesar de que Mislif había optado por seguir su vida con Éomer, nunca le había negado que seguía amándolo, y eso le daba fuerzas. Pero si ahora ella ya no volvería jamás a sus brazos ni sentiría aquel calor en sus labios, prefirió que terminaría con todo. ¡¿A quién más podría darle su amor, si él se obstinaba a cerrar su corazón?! Sólo una vez lo había abierto así, y no volvería a hacerlo.

Finalmente, llegó a los lindes de Fangorn. Una vez ahí, sintió cómo su desesperación crecía y cómo su corazón latía nerviosamente rápido. Dudó un segundo en si entrar o no, pues el miedo a ver el cuerpo sin vida de Mislif lo consumía; pero ya había tomado una decisión.

Así que se apeó del caballo, que no quería entrar al bosque, y se introdujo en la oscuridad de Fangorn que meses antes había visitado. Sin embargo, aquella vez él se había sentido relativamente feliz, pues estaba conociendo árboles nuevos y un extraordinario lugar; pero la sombra de la separación con Mislif aún le dolía. Aunque aquella vez había visto con ojos maravillados aquel enorme bosque y sus mágicos y desconocidos árboles, ahora lo veía como el oscuro y triste escenario del fin de todo lo que amaba. Ni siquiera en los días de la Guerra contra el Señor Oscuro se había sentido tan desesperado y temeroso.

Fijó toda su atención en oír lo que ocurría, pues quería encontrar alguna pista de Eäros. Y la encontró.

No muy lejos, hacia el norte, podía oír el sonido de los cascos de un caballo al pisar las rocas y las hojas y ramas caídas. Dirigió rápidamente sus pasos hacia allá, mientras el corazón cada vez aceleraba más sus latidos; y mientras a su cabeza volvía el antiguo caos emocional. De pronto, se detuvo. ¿Quería realmente ver a Mislif muerta? Al menos la tendría entre sus brazos por última vez...

Nuevamente decidido, reanudó su marcha. Caminaba lenta y penosamente por entre los oscuros árboles, donde la luz rara vez se hacía presente en todo su esplendor. Al cabo de unos diez minutos, ante él apareció Eäros. Tenía, como pudo notar Legolas, una extraña mirada de angustia; y eso lo asustó aun más. La yegua lo reconoció y se acercó a él tímidamente. Legolas le acarició la frente, donde estaba la marca en forma de estrella, pues podía sentir que el animal estaba horriblemente nervioso.

- Llévame a donde está Mislif, Eäros. Por favor.- le dijo con voz temblorosa.

El corcel resopló con tristeza y se encaminó por un sendero que había en un ángulo noroeste. Las hojas caían de los árboles y parecían una triste lluvia. Eäros iba lentamente, presa de gran tristeza, y Legolas la seguía no en mejor estado. Llegaron hasta un claro, que tenía en el centro un montículo verde e iluminado por la luz matutina. Y ahí, sobre el montículo, estaba Mislif...

Legolas, luego de verla, se cubrió el rostro con las manos y cayó de rodillas al suelo, donde sentía cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos para salir desesperadamente. Mientras tanto, Eäros se acercó a la joven. Con su cabeza le movió el rostro a Mislif, como intentando hacerla despertar penosamente de un sueño; pero ella no se movía.

Cuando el Elfo levantó la vista, puedo ver que la joven estaba prácticamente igual. Su cabello rojizo brillaba bajo la luz del Sol. Llevaba un precioso vestido blanco, que Legolas no tardó en reconocer como el que le había sido regalado en Lothlórien. Pero no se podía ver el brillo de sus ojos verdes; en cambio, una joya, que él no conocía, brillaba en su cuello con una luz cautivadoramente azul.

Legolas se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban, y se acercó al montículo donde descansaba Mislif. Ya no le importaba que las lágrimas recorrieran su rostro, sólo quería quedarse ahí. Acarició el rostro de la joven con una temblorosa mano, pero al instante la retiró, pues el rostro de ella estaba frío.

- Mi joven dama...- murmuró.- Y aquí estamos... finalmente juntos. Ya nadie podrá evitar que termine mis días a tu lado.- volvió a acariciarle el rostro. De pronto, y cuando su mano tocaba los labios de la joven, hizo un descubrimiento...

Todo era oscuridad y caos. La cabeza le daba vueltas y no podía abrir los ojos. El golpe había sido muy fuerte contra el suelo y una roca se había encargado de golpearle horriblemente el cuello. Y sin más recuerdos que esos, todo se esfumó y ella cayó en una temible oscuridad sin regreso...

Sin embargo, y como no suele ocurrir con el resto de los mortales, una luz se hizo presente en su mente. Se vio al instante de pie, en medio de muchos árboles con hojas de color dorado. Reconoció el bosque como Lothlórien. La hojas caían como una preciosa lluvia de ensueño. Cuando dirigió la vista frente a sí, pudo ver a una persona que ella quería mucho: la Hermosa Dama Galadriel.

La Dama de Lothlórien se volvió para mirarla, desviando la vista de las hojas que caían; y le sonrió. Dio unos pasos hasta ella, sin dejar de sonreír, y puso sus delicadas manos en los hombros de la joven.

- Y finalmente mi presagio se hizo realidad.- dijo Galadriel sin mover los labios, hablándole mentalmente.- Vi que esto ocurriría, pero no podía intervenir en tus decisiones, joven dama.

"Tu desesperación y tristeza te condujeron hasta éste punto, sólo para que te dieras cuenta, finalmente, de que no podrás alejar tu corazón ni tu deseo del hijo de Thranduil.

"En otro caso, te darías cuenta de que ya no hay vuelta atrás, pues de la muerte sólo Beren, hace muchísimos años, ha regresado. Sin embargo, tú no estás muerta, y eso es gracias a que obedeciste mi consejo: te pusiste la Piedra Estrella antes de dejar Edoras. No hablé directamente en tu cabeza, pero sí hice que sintieras el inexplicable deseo de huir con ella. Ahora, es la Joya Azul quien te salvó. Su energía vital ha impedido que nos dejes para siempre, mi querida Mislif.

"Regresarás ahora, y cuando lo hagas no temas por el futuro. Sólo preocúpate de recuperar el tiempo perdido y de aprovechar los días que se avecinan. Abandona tus miedos pasados, y deja ya de preocuparte que el hijo de Thranduil quiera compartir tu destino, pues ya no está en tus manos.

"Regresa pronto a su lado, joven dama. Y no olvides todas las experiencias que has vivido, pues te servirán como sabiduría en los días que vienen. Tienes para siempre mis bendiciones y afecto. ¡Regresa ya!

Y sin más, Mislif abrió los ojos. Le dolía mucho el cuerpo, en especial el cuello, pero poco le importó al ver a Legolas que la tenía en su regazo, mientras él acariciaba su rostro. La joven pudo ver que estaba en un bosque, donde también caían las hojas, pero que no era Lothlórien. Quiso preguntar algo, pero no podía hacerlo.

Legolas, por su parte, había estado acariciando el rostro de Mislif cuando había llegado a sus labios y había descubierto que la joven aún respiraba, pero débilmente. Y se sintió feliz, más que nunca. Más que cuando había visto llegar a Mislif al Abismo de Helm; más que cuando la había besado antes. Un alivio instantáneo le había recorrido el cuerpo, disipándole las sombras de la mente. Y su felicidad creció con sorpresa, al ver que ella abría sus ojos, y que volvían a brillar con luz verde.

- ¡Mislif!- exclamó Legolas presa de gran emoción. El grito del Elfo llamó la atención de Eäros, que se acercó rápidamente.- ¡Oh, Elbereth!- exclamó.- ¡Estás viva! Esto es... ¡no puedo creerlo! ¡Mislif!, ¿cómo es posible?

- Perdóname, Legolas.- dijo la joven tristemente.

- ¿Perdonarte?- exclamó él.- ¿Por qué? ¿Por volver a mi lado? ¡No, Mislif! Ya no hay qué perdonar. Estamos juntos, ¡y aún no puedo creerlo! Te creía muerta, ¡muerta!, mi joven dama. Pero has vuelto a mí.

- Casi me voy de esta tierra.- dijo la joven más tranquila.- Pero regresé por ti, gracias al regalo de la Dama de Lothlórien.

- ¿Regalo?- preguntó el Elfo recordando las palabras de la Reina Arwen días antes: "Legolas, Mislif guarda algunos secretos, pero uno de esos es un regalo muy valioso. Cuando sientas que todo está olvidado o perdido, recuerda ese obsequio que le fue dado a la joven dama." Legolas, inconscientemente, dirigió su mirada hacia la Piedra Estrella; y Mislif sonrió dulcemente.

- Ésta es la Joya Azul, la Piedra Estrella de Aulë el Herrero.- le dijo la joven para sorpresa de él. Le relató brevemente la historia que Galadriel le había contado antes, y Legolas sintió que su felicidad crecía.

- ¿Y por qué no me lo habías dicho?- exclamó.

- Porque la Dama Galadriel me la regaló luego de que yo decidí casarme con Éomer.- explicó Mislif.- No podía ir con la Piedra Estrella a decirte que podía alargar mi vida, cuando ya no estaríamos juntos. Como pensé que ya no me serviría, la guardé en Meduseld; y anoche, sin saber por qué, decidí que partiría con ella a las Cavernas Centelleantes.

- ¿Y por qué, ¡por qué!, no te dirigiste hacia allá?- le dijo Legolas, en una especie de regaño afectuoso.- Si hubieras ido, no habrías pasado por esto.

- Pero habría tenido que volver a Edoras y a mi maldita vida sin ti.- contestó la joven.- No, Legolas, no quise ir. Ahora veo que fue lo mejor: estamos juntos.

- Todos creen que estás muerta, aunque casi lo estuviste. Y los jinetes de Éomer deben de ir camino a Meduseld para decirle lo que ocurrió. Debemos arreglar éste malentendido.

- No.- sentenció Mislif tajantemente.

- ¿Por qué?

- ¿Quieres que nos separemos denuevo?- dijo ella.- Yo prefiero pasar por muerta a tener que separarme de ti. Sería la tercera vez y la más dolorosa, luego de lo que hemos vivido hoy.

- No tienes ni idea de lo que sufrí cuando supe todo esto.- murmuró Legolas.

- Tienes... tienes unas lágrimas en las mejillas...- susurró Mislif emocionada. Se sentó en el montículo, junto a Legolas, y le secó el rostro con sus manos. Él sólo la miraba fijamente, como creyendo que estaba en un sueño. Mislif acercó su rostro al de él y se besaron. Legolas recordaría aquel beso como el más intenso, emocionalmente hablando.

- Cuando dijeron que habías muerto, quise venir aquí para terminar con todo.- dijo él, una vez que se separaron sus rostros.- No veía motivo para estar sin ti. Gracias a Ilúvatar que no despertaste después... ¡no sé qué habría hecho!

- Entonces... ¿qué dices?- preguntó la joven volviendo al tema, luego de sonreírle dulcemente.- ¿Regreso a Edoras a cumplir con mi deber al que estoy atada, o dejamos que los demás crean que estoy muerta y pasamos nuestros días juntos?

- Ya conoces mi respuesta, Mislif.- sonrió Legolas abrazándola.- Anoche me dijiste que deseabas irte lejos pero no podías, ahora yo te llevaré tan lejos que nadie nos recordará.

- Suena excelente, pero me temo que no podremos hacerlo completamente.

- ¿A qué te refieres?

- Hay personas que ambos queremos y que se enterarán de la noticia, y lo más probable es que los entristezca.- dijo la joven.- Por ejemplo, Gimli y Aragorn.

- Deben de pensar que yo me suicidé o algo así.- murmuró Legolas pensativo.

- Con mayor razón.- dijo Mislif poniéndose de pie trabajosamente. El cuerpo aún le dolía bastante.- Además, yo prometí darle noticias a un anciano amigo mío de Edoras, llamado Norl. Él me ha ayudado mucho, y merece saber la verdad. Estoy segura de que sabrá guardar el secreto.

"También Gimli debe de estar preocupado y triste. Pronto se enterarán Aragorn y Arwen. Y luego no sé quién más, pero como suele decirse 'las malas noticias vuelan rápido'. Debemos hacer algo.

- No quiero que descubran que estás viva, y te aparten de mí.- dijo Legolas levantándose para abrazarla denuevo.- Y si me ven, se acabará el secreto. ¿Qué haremos?

- Hum-hm. Las aves serían una buena idea, señor Legolas.- dijo una voz ronca detrás de ellos. Al volverse vieron a Bárbol, el viejo Ent, que venía a pasos lentos por entre los árboles.

- ¡Fangorn!- exclamó Legolas sonriendo.- ¡Qué dicha volver a verlo!

- El gusto también es mío.- contestó el Ent.- Ya me preguntaba cuánto demorarías en volver a mi país.

- No tenía pensado venir.- corrigió Legolas.- Pero éste bosque ha sido lugar de un encuentro más que mágico.

- Lo sé.- contestó Bárbol.- Ésta noble yegua me ha comunicado parte de lo que ha ocurrido.- señaló a Eäros.- Sucesos muy apresurados, diría yo.- dijo luego.- Pero es común en los Humanos llevar a cabo actos rápidos.- miró fijamente a Mislif.- La última vez que te vi- le dijo lentamente-, tenías una mirada más triste de la que tienes ahora, joven dama. Hum-hm. Un temor grande invadía tus ojos, y a eso lo acompañaba un gran dolor. Pero veo ahora que estás comenzando a despejar tus dudas y miedos; y eso me alegra.- hizo una pausa.- Ahora, como les decía, para enviar sus apresuradas noticias sin ser vistos, pueden utilizar las aves que habitan aquí.

- Pero... ¿qué haremos si nuestros amigos no conocen el lenguaje de las aves?- preguntó Mislif.

- Podrían hacer eso que... hacen algunos... Hum-hm...- Bárbol se quedó unos momentos pensativo.

- ¿Escribir?- dijo Legolas.

- ¡Escribir, eso es!- rió el Ent.- Podrían escribir.

- Yo no traigo papel ni nada.- dijo la joven.

- Yo dejé mi equipaje en Edoras.- murmuró Legolas algo molesto.

- ¡Oh, pero en Isengard hay muchas de esas cosas!- dijo Bárbol.- Hace unos meses vino el Gran Rey de Gondor, y decidió dejar las llaves de Orthanc en mis manos, por cualquier eventualidad que pudiera presentarse.

- Sí.- dijo Mislif.- Recuerdo que Aragorn pasó por Edoras a saludar y para pedir permiso de transitar por la Marca. Dijo que se dirigía a Isengard.

- Si lo desean, podemos entrar ahí a buscar eso... Hum-hm... llamado... ¿papel?

- Sí, papel.

- ¿Vienen conmigo?

- ¡¿Qué dicen?!- exclamó Éomer poniéndose de pie de un salto.- ¡¿Qué Mislif...?! ¡No es posible! ¡No puede estar muerta! ¡Oh, Eorl!, ¿por qué ella?

- Le ruego que acepte nuestras condolencias, Rey mío.- dijo Hálber. Él y los demás jinetes ya habían llegado a Meduseld, y también le habían comunicado la triste noticia de Éomer.

- Las acepto.- contestó el Rey sombrío.- Y no se preocupen... Pueden retirarse.- los hombres comenzaban a salir de la sala del trono, cuando Éomer los detuvo.- Díganme, antes de que se vayan- dijo-, ¿qué fue de Legolas el Elfo, Señor de Ithilien?

- No lo sabemos con certeza, Señor.- contestó Hálber.- Pero... lo más probable es que...- enrojeció ligeramente.- Bueno, él nos dijo que... amaba a la Reina Mislif... Suponemos que...

- Que fue a reunirse con ella.- murmuró Éomer terminando la frase. Hálber asintió con la cabeza, y luego se retiró con los demás tristes jinetes.- Se han ido juntos donde ya no puedo interponerme.- se dijo el Rey.- Ese era el destino de ambos, incluso antes de que yo apareciera en el camino de Mislif. Ella sólo... sólo quiso quedarse a mi lado para evitar que Legolas muriera, pero nunca dejó de amarlo.- sonrió tristemente.- Es una triste historia de amor...- susurró.- Sólo espero que sean felices donde quiera que estén.

- ¡Gimli!- exclamó un enano corriendo.- ¡Algo extraño está ocurriendo!

- ¿Qué pasa, Forin?- preguntó Gimli sumido en sus pensamientos nostálgicos. Hacía dos días que se había enterado de la noticia de Mislif, y desde entonces no había tenido noticias de ella ni de Legolas. Suponía que su gran amigo se había quitado la vida con la desesperación de la noticia.

- Hay un ave en tu habitación.- le dijo Forin.- Lleva un papel atado a una pata, pero no deja que nos acerquemos. Supongo que es para ti.

- ¿Un pájaro?- preguntó Gimli poniéndose de pie. Tenía la ligera sospecha de que aquella ave le traía nuevas noticias. Así que se dirigió a su habitación, que de momento era en el Abismo de Helm, y encontró a un pájaro de color gris oscuro, no muy grande, que llevaba un pergamino atado a una de sus patas. Con cierto recelo, Gimli se acercó y logró desatar el nudo del pergamino. Una vez que extendió el papel se halló con la siguiente nota:

"Querido Gimli, gruñón y amigo:

Ya todas las tristezas se han disipado. Legolas y yo estamos muy bien, pero no deseamos dejar éste lugar ni esta paz (supongo que sabes a qué lugar me refiero). Te rogamos que guardes el secreto de nuestra vida, pero confiamos en que lo harás. Ojalá que piques muchas piedras en las Cavernas Centelleantes, y espero que nos veamos pronto en algún lugar apartado para que sepas que todavía puedo vencerte.

Con cariño, Mislif (y Legolas)."

- ¡Por el martillo y el hacha!- exclamó Gimli riendo.- ¡La chiquilla vive! ¡Oh, por mis barbas! ¡Ésta es la mejor noticia que he recibido! ¡Mis dos grandes amigos están a salvo y juntos como debía ser!- de pronto calló, pues no quería que nadie oyera.- Les enviaré una respuesta.- dijo acercándose a la mesita de la habitación. Tomó una pluma y papel y escribió:

"Querido Legolas y querida chiquilla:

¡Qué felicidad saber que están bien! ¡No vuelvan a asustarme así, porque sino les dejaré las piernas como las de mi tamaño con mi hacha! Espero que disfruten de ésta nueva vida que comienzan. Habría comenzado antes, si hubieran escuchado mis palabras. Pero bueno... Pronto nos veremos, amigos; y ahí verás, chiquilla, que no podrás vencerme.

Cuídense, tortolitos. Gimli."

Luego ató el papel en la pata del ave, y ésta alzó el vuelo y se perdió en dirección al norte. El Enano suspiró con alivio de que todas sus penas hubieran desaparecido, y se alegró por sus amigos. Sin embargo, se dijo que lo mejor sería olvidarlos un tiempo, pues así el secreto de ellos estaría bien guardado; y para lograr olvidarlos, se dijo que comenzaría a revisar las cavernas de inmediato.

- ¡Norl, querido!- exclamó una mujer entrada en años.- Ha llegado una carta para ti.

- ¿Una carta?- preguntó tristemente el anciano.

Había estado sentado en el jardín de su casita mirando fijamente hacia el noroeste. La tristeza lo invadía y le costaba mucho creer que él había sido cómplice de la Reina y de la muerte de ésta.

Su esposa llegó a su lado y le entregó un pergamino. Le dijo que había llegado atado a la pata de un ave. El anciano, con una leve sospecha, abrió el pergamino; leyó lo que decía y luego lanzó un grito de felicidad.

- ¿Qué pasa, Norl querido?- preguntó la mujer viendo el cambio de reacción en su rostro.

- N- nada, querida...- sonrió él abrazándola.- Es sólo que... una joven amiga ha logrado su sueño. Sólo espero que aproveche al máximo cada momento de ahora en adelante.

- Cada vez estás peor.- sonrió su mujer que no había entendido mucho.- Todos están de duelo por la muerte de la Reina, y tú celebrando por amistades. Mejor será que te deje hablar solo, y yo iré a terminar la cena.

- Adelante, querida. ¿Qué habrá de cenar?

- Me alegro mucho por ellos.- sonrió Aragorn.- Ya era hora de que pudieran estar juntos para siempre.

- Tal como nosotros.- sonrió Arwen.- ¿Entiendes ahora por qué dije que sólo debíamos confiar en las noticias que nosotros creyéramos que eran ciertas? Si sólo prestábamos oídos a la noticia de la muerte de Mislif y la supuesta de Legolas, nos habríamos entristecido; pero yo sentía que en el fondo de todo había cierto secreto lleno de júbilo.

- Yo confíe en ti, amada mía.- sonrió Aragorn.- Pero... hay algo que aún no entiendo. ¿Cuál es el regalo que la Dama Galadriel le hizo a Mislif? Le dijiste a Legolas que lo recordara cuando sintiera que estaba todo perdido. ¿Qué es?

- ¿Has oído hablar de la Piedra Estrella, la Joya Azul de Aulë el Herrero?- preguntó ella.

- No.

- Es una larga y secreta historia, pero te la relataré.

- ¡¿Qué significa esto, Hasym?!- exclamó una mujer iracunda.

- ¿Qué pasa?- preguntó el mago asustándose.

- ¿Tú sabías que mi hija estaba enamorada?- gritó la mujer.

- S- sí... Es decir... lo suponía.- balbuceó él.

- ¡¿Y cómo rayos vienes hasta Pueblo Gris a entregarme ésta carta sin explicarme todo antes?!

- Yo...

- ¿No ves acaso que esto es tan, ¡tan!, romántico?- la mujer dulcificó el tono de su voz, mientras se secaba las lágrimas de los ojos.- ¡Mi hija Mislif viviendo un cuento de amor!

- ¿No te molesta que se haya escapado de su obligación como Reina de Rohan para vivir como exiliada con un Elfo?- preguntó Hasym incrédulo y sorprendido.

- ¡Oh, Hasym, qué insensible eres!- exclamó la mujer.- Yo nunca creí que mi hija duraría como Reina. No ha nacido para eso ni fue educada para algo así. Tiene el mismo espíritu libre que tenía Musolf, no lo habría soportado mucho tiempo. Debo decir que me sorprendo de que haya durado más de seis meses.

- Ahora que lo pienso tienes razón.

- ¿Y qué importa si ahora vive como exiliada?- replicó la mujer ceñuda.- Nunca creí que se enamoraría, pero ahora vive una hermosa fantasía, como cualquier jovencita soñadora. Al menos ya no podrá contradecirme cuando le diga que sí era capaz de enamorarse. ¡Cómo se nota que eres un mago, Hasym! ¡Tan frío! De inmediato sacas a relucir que el amor de mi hija es un Elfo. ¡¿Qué rayos importa eso?! Lo que vale es que ellos se amen.

- Y no dudo que lo hacen.- dijo el mago con ternura.- ¡Y yo que pensaba que la pequeña chiquilla sólo se había sentido atraída por la belleza de la Hermosa Gente al conocerlo! ¡Nunca creí que se había enamorado de él ni él de ella!, con lo gruñona que es...

- A todo esto...- murmuró la mujer.- ¿Cómo se llama el muchacho?

- El 'muchacho' conoció a Musolf cuando era un chiquillo.- dijo riendo Hasym.

- No te burles de mí.- lo reprochó la mujer.- Ya sabes a qué me refiero.

- Bien, bien. Su nombre es Legolas. Es el hijo del Rey Thranduil del Bosque de las Hojas Verdes, o el anterior Bosque Negro.

- ¡Oh! ¿Qué tiene Mislif por mezclarse con gente de la realeza?- exclamó la madre de la joven.- Es íntima amiga del Rey de Gondor, se casa con el Rey de Rohan, ¡y ahora huye con el Príncipe del Bosque Negro! Es inteligente mi hija, sí señor.

- ¿A dónde quieres que nos vayamos?- le preguntó Legolas.

- ¿Irnos? ¿Es que ya quieres irte?- sonrió Mislif abrazada a él.

- Claro que no. Sin embargo, no creo que pasar todos nuestros días en Fangorn sea algo que podamos llamar 'vida romántica'.

- Sabes muy bien que odio esas cosas cursis.- gruñó la joven.- Además, ¿a dónde podríamos ir sin que nos descubrieran?

- Tenemos varias alternativas.- dijo Legolas.- Una es ir a Lothlórien. ¿Te imaginas? Donde comenzó nuestra historia juntos...

- Vuelves a las cursilerías.- gruñó Mislif.

- ¡Oh, mi joven dama!- exclamó riendo Legolas.- Luego tenemos por opción Rivendel. Elrond nos ayudaría, sin duda. Después podríamos ir al Bosque Negro, hay gente de mi familia ahí. Y tal vez a mi padre le guste la idea. Y la última alternativa, mi amada Mislif, es que vuelvas conmigo a Ithilien.

- ¿A Ithilien?- preguntó la joven no muy convencida.- Eso está muy cerca de Gondor, y las noticias no tardarían en ser sabidas en Rohan. Además, recuerda que Faramir y Éowyn, hermana de Éomer, viven también en Ithilien. ¡No quiero pasarme la vida encerrada en un flet! Ya he tenido bastante con Meduseld.

- Buen punto.- el Elfo pensó largo rato, pero no encontró la forma de regresar a Ithilien sin ser descubiertos. De repente, notó que Mislif lo miraba sonriendo.- ¿Qué ocurre?- le preguntó.

- ¿Por qué te preocupas tanto por el futuro, si nos espera uno muy largo?- sonrió la joven con ternura.- Deja de pensar en dónde viviremos. Ya tendremos tiempo para eso. Yo opto por quedarnos largo tiempo en Fangorn para disfrutar de cada segundo a tu lado. Además- acercó su rostro al de él- , quiero recuperar el tiempo perdido.

- Yo también.- sonrió Legolas, y la besó.

- ¡Vaya, vaya!- rió Bárbol, que venía caminando entre los árboles.- Tanto amor no se veía en mi país desde que las Ents-mujeres se fueron. Mucho tiempo atrás ocurrió eso, exageradamente mucho tiempo para ustedes, mis queridos jóvenes; incluso para ti, señor Legolas.

- No dudo que tiene razón, Fangorn.- sonrió Legolas sin dejar de abrazar a Mislif.

- He estado hablando con Ramaviva- dijo Bárbol-, y él ha dicho que les buscará un lugar apropiado para pasar sus días aquí. No muy alejado, pero aislado de los problemas y de las impertinencias. Hum-hm.- luego rió.- No queremos interrumpir a dos tortolitos.

- Se lo agradecemos.- sonrió Legolas.

- ¡Qué gente tan apresurada!- exclamó Bárbol.- ¡Aún no he terminado de decirles todo! Hum-hm. Como les decía... Será un lugar no muy alejado, pero sí aislado de las impertinencias. Fangorn aún sigue siendo un sitio que tiene partes oscuras, pues no todos los males de éste lugar fueron traídos por la Gran Sombra de Mordor. Es por eso que no pueden quedarse muy lejos. Además, Ramaviva, que es más joven, opinó que debíamos escoger un sitio donde los árboles estuvieran dormidos por completo; así no escucharías sus voces siempre, señor Legolas. Hum-hm. Creo que eso es todo lo que quería decirles... de momento. Mmm... Algo se me olvida...- estuvo pensando unos minutos con los ojos cerrados.- ¡Oh, ya recuerdo! Ramaviva y yo los ayudaremos a construir su talan con nuestros amigos que cayeron por culpa de Saruman.

- ¿En verdad?- preguntó Mislif.- ¿No le molesta tener que hacer eso? Después de todo... usted los conocía.

- Estoy seguro de que ellos preferirían ser utilizados para algo bueno, antes que pudrirse mientras nos lamentamos sus pérdidas.- dijo Bárbol.- Ahora despreocúpense y vayamos a... ¡oh, acabo de recordar otra cosa!- exclamó.- No pueden vivir sólo de los brebajes nuestros. Los jóvenes hobbits Merry y Pippin, al menos, no acabaron con todas las reservas de comida de Isengard; y supongo que muchas deben de estar buenas. Además, Saruman guardaba una gran provisión de las mejores en Orthanc.

- Se lo agradecemos mucho, Fangorn.- dijo Legolas inclinando la cabeza.- Es muy generoso de su parte hacer todo esto por nosotros.

- Me agrada tener visitantes... Hum-hm... que son muy buenas personas. Ahora descansen y despreocúpense, mis queridos jóvenes. Disfruten de sus días al máximo. Ahora... me iré a mi casa. Antes de que me dé sueño, será mejor que llegue rápido... ¡Qué digo! Me estoy poniendo apresurado. Hum-hm. Esto de habernos tomado Isengard nos ha acelerado. Deben ver cómo está Ramaviva ahora. ¡Nos vemos!

- ¡Adiós!- contestaron Legolas y Mislif al mismo tiempo.

- ¿Lo ves?- le dijo la joven.- ¡Tenemos que despreocuparnos! Ya tendremos tiempo de pensar qué hacer. Hum-hm. No tenemos que ser apresurados.- rió.

- Tienes razón.- rió Legolas.- Ahora que sé que con la Joya Azul de Aulë estarás mucho más tiempo a mi lado, me alegro de sobremanera al pensar que disfrutaremos mucho más ¡y al fin!

- Podemos empezar ahora...