En el Nombre del Padre.

Acto 6

Equivocación.

No sé por qué, a pesar de que te amo con todas las fuerzas de mi corazón, no puedo expresártelo como quisiera. Tú antes me apartabas de ti cuando las cosas iban mal, me hacías a un lado. Te considerabas tan poca cosa que no deseabas que tu persona perturbara mi existencia. Pero fue conocerte y amarte y volver mi mundo y mi corazón de cabeza. Quizá estaba destinada a nuestro encuentro... era cosa de tiempo. Realmente no te esperaba, pero después que llegaste a mí, no podía... no quería dejarte ir. La primera vez me costó decidirme a ir a por ti, una decisión de la que nunca podría arrepentirme. Cuando llegaste esa noche tan exhausto, al límite de tus fuerzas y entonces yo te acogí en mi pecho... estabas desvanecido en ese momento, por eso nunca lo supiste. Te abracé con cuidado, te besé las sienes, la cabeza, mientras me hacía cargo de ti y te llevaba hacia adentro, ayudada de Sanosuke quien no quería soltarte, temeroso de que se te fuera la vida si no te sostenía... y después me confió tu ser, sabiendo que nadie más que yo podía amarte más, que nadie mejor que yo para cuidarte y retenerte en este mundo. Y te cuidé y te amé cada vez que respirabas y suspirabas recobrando la vida... mi amor, nunca en mi vida había tenido tanto miedo por ti. Fueron tres noches seguidas en las que no dormí. Me escabullía de mi cuarto para acompañarte. Dormiste mucho tiempo, ¿sabes?... a veces despertabas por momentos y me llamabas. Yo siempre procuraba estar en esos instantes y entonces tú tanteabas el suelo, sin abrir los ojos, hasta que encontrabas mi mano y yo te reconfortaba con frases dulces, llenas de optimismo, para infundarte ánimo aunque sabía que seguirías durmiendo. ¿Cuánto tiempo duró todo aquello? ¿Un mes? Seguramente... un día despertaste y te incorporaste. Mi corazón se aceleró, nuevamente volvía a mirar esos ojos violetas que siempre me han conmovido. Quería abrazarte, besarte como lo hacía mientras dormías, pero me quedé ahí, inmóvil, sonriéndote. Estabas vivo, despierto... y por ello el muro que erigías a tu alrededor volvía a aparecer ante mí, apartándome. Y era triste.

Con lo de Enishi... te lo dije... no quería apartarme de ti nunca más. Y por un momento pensé que deseabas lo mismo... llamaste mi casa como "tu hogar" al que siempre regresarías. Soñé muchas cosas esa noche, pero al día siguiente el chico del cabello plateado apareció ante nosotros y nos separó... yo me atormentaba, sabía que sufrías por mi culpa por no saberme segura a tu lado. Quizá entonces pudiste comprender que al corazón no lo puedes obligar a fingir más. Lloraste, te deprimiste y juraste no volver a levantarte. Pero algo dentro de ti te hizo saber que yo estaba viva y que esa verdad nos daba la oportunidad que tanto te negaste a aceptar. Y nuevamente pasé por la angustia de no saber si despertarías nuevamente cuando la nueva batalla terminó.

Siempre que alguien nos separaba, el destino te devolvía a mí, completamente destrozado. Pero yo siempre me encargaría de aliviarte. Con tu primera gran batalla supiste quien eras tú. Y con la segunda, supiste quien era yo para ti.

Y nos dimos la oportunidad, ¿recuerdas?... entonces bebíamos té en el pórtico. Sentía la brisa fresca acariciar mis mejillas en tanto mis ojos contaban las estrellas. Tú hablabas, no recuerdo qué... deseaba inmortalizar ese momento en mi memoria. La brisa acariciante se volvió cálida sobre mi rostro y supe que eran tus dedos deslizándose y me mirabas... Kenshin... la única palabra que vino a mi mente en ese momento... retiraste tu mano avergonzado de que te haya sorprendido, por no poder contener tu impulso. Y te sonreí. Todo estaba bien. Yo te esperaría aún más de ser necesario. Miraste el pasillo de madera y volviste a mirar mi cara. "Te amo" musitaste. Fue tan sencillo... me sorprendiste. Ya lo sabía, pero me sorprendiste de todas maneras, el momento, el tono dulce de tu voz. "Te amo" repetí. Rozaste mis labios con los tuyos, me besaste. Te sentí un poco torpe, ¿estabas nervioso, verdad? Yo si lo estaba. Cuando nos separamos para respirar, repetiste tus palabras, me atrajiste sobre tu pecho y ahí quise acunarme siempre. Oía tu corazón... latía muy rápido. ¿Tenías miedo? Mi amor... todos tenemos miedo. Siempre lo sentimos.

No sé qué pasó después. Todo iba bien y de pronto peleábamos y discutíamos... si, es cierto que había tenido un día horrible... pero no era excusa para lo que te dije. Lo que me dijiste tú... sólo te defendías de mi ataque... lo siento tanto, Kenshin.

Pero esa noche fui incapaz de decírtelo. Muchas veces quise levantarme cuando despertaba, para pedir tu perdón. Pero al hacerlo ya era tarde y te habías ido.

Tonta de mí... yo misma te obligué. Te consideré un cobarde, un imbécil... cuando yo era todo eso... después me tranquilicé un poco. Debía traerte a casa por tercera vez.

Y apareció Kojiro Tendo. Y supe que tu huída no fue cobardía. Le abriste tu corazón a Kojiro... supe que te fuiste para hacerte mejor hombre. "No la merezco" le confesaste un día al chico, mientras acabábamos de acomodar unos fardos en alguna bodega. "Por eso debo adquirir habilidades que la hagan estar orgullosa de mí. Quiero aprender más cosas, no quiero ser lo que fui. Por ella seré un hombre nuevo, Kojiro". Y después de esa declaración, seguías trabajando con energía renovada y yo te miraba con el pecho agitado. "Pero si tú eres el mejor... al que amo" quise decirte. Pero mis ropas de hombre me hicieron retroceder. Había inventado toda una farsa para seguirte y debía atenerme a ella. Y así como tú erigiste barreras para ocultar tus sentimientos, así debía hacerlo yo, por motivos mucho menos nobles. Y supe que además, eras un hombre muy fuerte. Yo apenas puedo contenerme con esto.

Ahora... ahora Misao atiende mis heridas. No sé qué sucederá con nosotros en el futuro... pero esta noche reconociste mi fortaleza y valentía. Quería ser más fuerte, para estar a tu altura y lo conseguí, pero por el contrario, he demostrado ser cabezota, niña chica... si tú te consideras indigno de mí, teniendo tantas cualidades, imagínate cómo me siento yo ahora. Quizá sea yo quien deba viajar para ser mejor.

Misao me da otro sorbo de agua. Creo que mis heridas finalmente han dejado de sangrar... no sé cómo convenció al resto para que le permitieran atenderme a solas. Kenshin vigila afuera de la puerta. Te he notado extraño, mi amor. ¿Qué te sucederá ahora? Recuerdo la época cuando me ocultabas tus sentimientos... pero es tonto que se de eso con Kojiro. ¿Qué tendrías que ocultarle a un chico como yo? Quizá te sientes culpable por dejarme pelear solo.

Misao me besa la frente justo en el momento en que Kenshin corre la puerta. Aoshi viene con más agua fresca para mí. Su actitud hacia mí ha cambiado mucho. Fue quien sugirió a Misao que me atendiera antes que a él... que yo era un chico muy valioso. Jeje... ¿quién lo diría?

Todos se retiran y me dejan a solas con Kenshin. Él se prepara para acomodarse en el futón del lado y promete velar por mí durante la noche.

Cierro mis ojos. Te lo diré, mi amor. Mañana... en cuanto me encuentre mejor. Te demostraré que me recupero muy rápido, que soy fuerte. Y te diré que soy tu Kaoru... mi Kenshin, te lo diré. No deseo engañarte más. Nunca más.

-Buenas noches, mi amor... – murmuro sin darme cuenta de que lo digo.


Yahiko se incorporaba nuevamente, espada de madera en mano. Su espada de bambú estaba partida en dos y la de madera de Kaoru era la que lo defendía de los golpes que le estaba propinando la turba de hombres. El chico había dejado inconscientes a tres, pero los cinco restantes decidieron olvidarse de sus consideraciones en pos del honor y atacarlos todos a la vez. Tras ellos, Gohei y Kihei Hiruma sonreían. Finalmente el dojo sería de ellos. Y lo quemarían. Pero antes le sacarían provecho.

La espada de madera de Yahiko se alzó en el aire y cayó certeramente sobre una cabeza. Sin embargo, descuidó la guardia y uno de los hombres le dio una patada en el estómago. Los tres restantes se abalanzaron sobre él y lo patearon un rato, antes de dejarlo semiinconsciente en el piso del dojo.

Tsubame había presenciado todo. Había corrido al cuerpo inmóvil del chico para socorrerlo en cuanto la policía llegaba para constatar lo sucedido. Y lo había llevado con ella y con Tae para cuidarlo.

Habían pasado tres días desde aquello. Yahiko era fuerte y tenaz... quizá no fuera un experto como Kenshin, pero era tenaz y eso, en su caso, compensaba su falta de maestría. Aunque casi lo había llevado a la muerte. Por un momento, Tsubame pensó en Kaoru y en el hecho de que ella siempre veía a su amado en las condiciones más lamentables. Seguramente Kaoru había pasado por el temor y la incertidumbre de que Kenshin no volviera a despertar. Era terrible, pero Kaoru siempre sonreía y era amable... era una gran chica.

Yahiko con su movimiento llamó la atención de Tsubame en el pequeño cuarto. Tsubame lo miró. El chico terminaba de armar su paquete. Se iba a Kyoto a la mañana siguiente, para llegar por la tarde, en el tren.

-Y nada de lo que digas me hará cambiar de opinión.- le aseguró el chico, cuyo rostro estaba marcado por moretones y raspones.

Tsubame sólo cerró los ojos. Debía ser difícil vivir con Kenshin y no poder evitar sus partidas.

Pero Yahiko... era diferente.

-Esperaré a que regreses bien y les prepararé algo delicioso para entonces.

-Gracias, Tsubame. No tienes que molestarte.- dijo Yahiko, levemente sonrojado.

-Tratándose de ti... no puede ser de otro modo.- soltó la chica en un murmullo que Yahiko escuchó...


Las dos y media de la noche. Kenshin se incorporó un poco. Le parecía increíble que en tan sólo unas horas hayan pasado tantas cosas. Primero, él besaba a Kojiro confundiéndolo con su Kaoru en sueños... luego el chico casi muere a manos de Aoshi... y ahora lo trataba de "su amor"... y él, Kenshin... se moría por... por...

No, no... él es muy machito... Kenshin no haría eso.

Bueno, nadie lo sabría...

Y así sabría con certeza qué le causaba el chico. Sólo rozaría sus labios. Nadie lo sabría... era más fuerte que él ese sentimiento...

Kenshin se sentó junto a Kojiro. La luna estaba del otro lado de la habitación y Kenshin notaba, gracias a su luz, el rostro dormido del joven. El cabello negro desordenado sobre su frente... esperen un momento... mirándolo atentamente, algo no estaba en su lugar en ese rostro.

Le resultaba familiar... y ese aroma... qué diablos hacía ese aroma de jazmín en la habitación. No podía ser de Kojiro, ¿o sí?

Kenshin notó la ropa ensangrentada de Kojiro doblada cerca de la cabecera de éste. Estiró una mano para olerla.

Jazmin...

Kenshin la devolvió a su sitio, asustado... no podía ser lo que se le estaba ocurriendo... no...

Tiró de la ropa y algo duro cayó al suelo. Una bolita de algo. Un jabón.

Un jabón de fuerte olor a tabaco, y otros aromas "varoniles".

Kenshin volvió su rostro ávido a Kojiro. Pero no podía ser ella. Su voz... estaba tan deformada. De pronto una imagen le vino a la memoria.

Kojiro defendiéndose del ataque de Aoshi usando el Hawatari... esa... no, esa era el Arcano supremo de la escuela Kamiya. Sólo dos personas podían ejecutarla y una de ellas se encontraba en Tokio...

Sus labios entreabiertos dejaban escapar el aire fatigosamente mientras alargaba una mano hacia los cabellos de Kojiro para acomodarlos... su piel cálida. Algo pasó en el pecho de Kenshin. parecía que iba a salírsele el corazón.

Kojiro se movió en sueños. Kenshin retiró su mano... debía comprobar su teoría... dirigió su mano hacia la yukata de Kojiro. La abriría. Comenzó a retirar la colcha que lo cubría.

Kaoru abrió los ojos cuando sintió una fría mano cerrarse fuertemente sobre su seno izquierdo.

Kenshin, demasiado sorprendido, no notaba que apretaba el seno hasta que Kojiro o quien quiera que sea, gimió de dolor.

Los ojos azules del chico brillaban como estrellas cuando lo miraban... Kenshin le sostenía la mirada. Ya no apretaba su seno, pero no retiraba la mano. Kaoru la quitó de un manotazo y cerró su yukata hasta el cuello... maldición... Misao le había quitado su "apreta busto" para permitir un mejor flujo de la sangre y por ende, mayor descanso al dormir y por eso Kenshin había descubierto que ella...

Kenshin retiró violentamente la colcha hacia atrás, dejando al descubierto las suaves curvas femeninas distinguibles perfectamente bajo la luz de la luna y la yukata gracias a la postura que había tomado Kaoru cuando se medio incorporó de lado sobre la cama, apoyándose sobre el brazo sano.

Los ojos de Kenshin relampaguearon de furia. Tomó a Kaoru por la muñeca cercana a su pecho y tiró de ella hasta que la chica se levantó... luego abrió la maldita yukata. El cuerpo femenino brilló como la porcelana... así como las vendas que cubrían parte de él en el cuello, piernas y torso, mientras la prenda se deslizaba hasta llegar al suelo.

Y se quedó inmóvil.

¡Maldita sea!

-¿Kaoru?- susurró.

-¿Y quién otra, si no?- musitó Kaoru, mareada... ¿era un sueño o era real? Bueno, el frío y la amenaza que percibía le parecían muy reales.

Kenshin dejó de mirar su cuerpo desnudo de modo indiferente y bueno, al pobrecito le pasaron muchas cosas en muy poco tiempo.

Pero de momento, besarla como un desesperado antes de recriminarle algo le pareció una buena forma de canalizar sus sentimientos.

Kaoru no entendía qué pasaba. De pronto despertaba, Kenshin le quitaba la ropa, la descubría y ahora, ahora...

Ahora cerraba los ojos en tanto permitía que Kenshin la doblara contra él, afirmando su cintura, como si de ese modo pudiera protegerla del frío. Y Kaoru notaba una dura presión contra su vientre, como si una parte del cuerpo de Kenshin hubiera cobrado vida propia.

-Kaoru... mi Kaoru...

Y Kenshin ingresaba a su boca y la tomaba, succionando sus labios, su lengua, sintiendo el fuego apoderarse de sus venas de modo enloquecedor que quitaba todo vestigio de razón en él. Y tomaba el labio inferior de Kaoru para morderlo levemente antes de entrar nuevamente a su boca. Deslizaba las manos por su espalda, como si ella fuese una muñeca de algo moldeable... pensando que él había llegado a sentir algo por Kojiro... lógico, si sólo Kaoru le causaba esas reacciones en él de modo tan loco. Claro que ahora la sorpresa y la rabia y ante todo, el amor, todo eso junto logró que Kenshin perdiera su maravilloso autocontrol con ella.

Y Kaoru no se quedaba atrás. Kenshin nunca la había besado así antes, con tal premura... la joven enredó sus dedos en los cabellos cobrizos y se arqueó contra él cuando sintió su lengua llegar hasta el seno que antes fue aprisionado por él.

De algún modo Kenshin la acostó sobre el futón, tomando sus muñecas para inmovilizarla. ¡Tanto tiempo extrañándola y ahora la tenía desnuda y bajo él...! Kaoru cerraba los ojos y se elevaba hacia él cuando Kenshin se separaba levemente de ella, buscándolo. Y besaba sus orejas ocultas por el cabello rojizo, su cuello, sus hombros duros... y Kenshin extasiado se olvidaba de la pelea que había tenido con Aoshi, de las heridas... Kaoru llegó hasta el obi de Kenshin y desatándolo, pronto sintió su torso sobre el propio cuando ella lo abrazó, uniendo ambos pechos. Y el hombre acariciaba su espalda, acercándola más, si es que podía. Intoxicado con su aroma, Kenshin enterraba el rostro en su garganta... la succionaba, la mordía... bajaba a los senos... seguía por la cintura. Volvió a los labios hinchados de la joven y entonces, separó las piernas de ella con una rodilla.

La penetró lentamente... Kaoru sorprendida al sentir el miembro erecto de él entrando... su cuerpo apenas se amoldaba a la dureza y le causaba dolor. Pero eso, comparado con las muchas sensaciones que la embargaban, era nada. Le permitió el poseerla, sin quejarse... lo sintió moverse y de algún modo instintivo, ella se acomodaba para permitirle un mejor acceso a su cuerpo... Kenshin seguía como un loco besando su cuello y su boca alternadamente, hasta que, rato después, habiendo alcanzado el clímax, más calmado, se acostó al lado de ella. Kaoru lo abrazó y él la acunó entre sus brazos.


Una prenda de vestir cayó sobre el rostro de Kaoru... y despertó.

-Levántate, chico... – escupió Kenshin. – y vístete. Tenemos visitas.

Kaoru algo mareada, sólo lo miró confusa. Y algo de frío le anunció que sólo estaba cubierta con la colcha del futón.

Kenshin dirigió su mirada al suave valle entre los senos, visible desde su posición al lado de Kaoru y de pie. Pero en ese momento, su autocontrol había regresado de manera evidente.

-No querrás que te descubran así, ¿verdad?- La voz de Kenshin sonaba bastante mal para el gusto de la joven. Kaoru pronto recordó todo con claridad. –Apresúrate. Okina no tarda en regresar.

La joven se incorporó ruborizada. Kenshin se apoyó contra un mueble y se dedicó a observarla vestirse. Kaoru se puso nerviosa y le temblaron las manos. Sabía que debía disculparse. Sabía que él estaba furioso.

-No entiendo cómo pude ser tan tonto y no darme cuenta antes del engaño. Claro, lo de las cartas fue una gran idea... yo de verdad te hacía en Tokio, cuidando de tu dojo.- Se adelantó él. –y por favor, deja de temblar y acaba de vestirte ya.-

-Kenshin... yo... – susurró Kaoru, mirándole de reojo... ¿dónde había quedado su amante de la noche anterior? -Misao ya me puso al tanto, así que no busques las palabras. No las necesitas. Como ha sido una actuación tan buena, dejaremos que los demás aún sigan pensando que eres un hombre. –

Kaoru finalmente cubrió su pecho con el "apreta busto" y empezó a ajustarlo con cuidado, mientras trataba inútilmente de contener las lágrimas. Era una sensación peor de cuando su padre la regañaba de pequeña. Ahora tenía la certeza de que había defraudado al hombre que amaba. Por ello, bajó la vista para que Kenshin no notara sus lágrimas, permitiendo que su desordenado fleco azabache cubriera sus ojos. Kenshin, por su parte, agradeció el que ella hubiera cubierto sus senos. Su cuerpo reaccionaba fuertemente a esa visión, pero no podía permitirse flaquear miserablemente como la noche anterior.

-Kenshin... perdóname... –

-¿qué te perdone?... ¿qué te perdone por engañarme, por ponerte deliberadamente en peligro una y otra vez como si se tratara de un juego? ¿Y si te hubieran matado?... ¡Dios! Eso habría acabado conmigo... –Kenshin no pudo controlarse al recordar la noche anterior y se abalanzó sobre ella, abrazándola fuertemente. – Que te perdone por negarme tu presencia durante todo este tiempo... ¿lo hacías para vengarte por nuestra pelea?... – Kenshin se separó de ella violentamente y Kaoru se cubrió protectoramente con la camisa, mirando siempre al suelo.–Seguro que ya me sacarías en cara en el futuro el no haberte reconocido... –

-No... no es eso... yo quería estar contigo. Kenshin... yo nunca pensé en vengarme de ti... sólo quería saber que estabas bien y llevarte de vuelta a casa... –

-Habría bastado con presentarte como Kaoru. Y yo te habría seguido. Pero no... tuvieron que pasar casi dos meses y tú... ¡siempre disfrazada de ese maldito chico! Si Aoshi lo supiera, te mataría por burlarte de él. ¡Y termina de vestirte de una vez! Por lo demás, no vuelvas a dirigirte a mí con esa voz deformada. No quiero oírte.- Kenshin salió furioso de la habitación, dejándola sola. Y Kaoru se sintió bastante miserable en ese momento. Minutos después, entró Misao, con cara de culpable.

-Discúlpame, amiga. Entré temprano para traerte el desayuno y él ya estaba vestido, sentado junto a ti, con los brazos cruzados y muy furioso... sentí miedo y cuando me preguntó si yo lo sabía, y cuanto sabía, le dije todo. Pero traté de hacerlo parecer que yo te convencí de ello y que estabas desesperada.

Kaoru se anudó el obi de la hakama. Misao le ofreció un bocadito que ella se esforzó en tragar, pero tenía la garganta cerrada.

-Déjalo escapar, Kaoru... vamos. Nadie entrará hasta una hora. Es muy temprano, ¿sabes? Y a esta hora, el señor Aoshi prepara algunos asuntos y no se aparece hasta las once.

Kaoru entonces se largó a llorar.

-Yo sé que... que hice mal engañándolo, pero... pero él, anoche... me descubrió... yo no sé por qué, pero estaba tocándome y descubrió mis senos y... y... fue... – Kaoru volvió a gimotear con más fuerza, dejando a Misao triste por no saber cómo ayudarla.-... él me quitó la yukata y no dejaba de... acariciarme... y besarme... Misao... yo pensé que él estaba contento de verme, pero hoy... me ha tratado muy feo...-


Okina miraba a Kojiro con evidente admiración. El chico seguía trabajando como todos los días y no se permitió descansar. Kaoru, por su parte, estaba demasiado triste y quería trabajar sólo para no pensar en la furia de Kenshin, quien no lo miraba ni le pedía nada. Kojiro realizaba tareas para los demás cocineros.

El anciano ex ninja seguía mirando al jovencito. Y a Kenshin. Algo había pasado entre esos dos. La tensión era palpable. Conociendo a Kenshin, seguramente en su papel de protector se había puesto pesado con el chico y ambos se habían enfadado.

Aoshi entró en la cocina, mirando a Kojiro acarrear unos saquitos de patatas.

-Kojiro, deja eso. Debes descansar.

Kaoru iba a abrir la boca, pero Kenshin se adelantó.

-Olvídalo, Aoshi. A este chico obstinado se le ha ocurrido demostrarnos lo fuerte que es. Déjalo seguir hasta que caiga rendido, a ver si así aprende a medir su propia capacidad de una buena vez.-

El ninja miró extrañado a Kenshin, en tanto Kojiro salía del lugar a por el otro saquito. La mirada azul hielo se encontró con la del más anciano.

Aoshi entonces siguió a Kojiro.

-Te ayudaré.

Ambos jóvenes pronto acabaron con las labores y Kojiro se vio libre de ellas. Nunca imaginó que Aoshi fuera un hombre tan noble. Con razón Misao lo amaba tanto. La chica era muy afortunada porque el ninja la amaba tanto como ella a él y la contemplaba con total adoración mientras acompañaba a Kojiro y pasaba cerca de ella, que ordenaba los lugares vacíos de gente en el restaurant.

Kaoru ese día se sentía bastante mal con la actitud amable de Aoshi. Lo mejor sería decirle la verdad. Misao estaba de acuerdo en ello. Por eso lo invitó al parquecito en el cual se batieron a duelo la noche anterior, sentándose en una banquita cercana.

Kaoru sentía miedo de Aoshi... pero algo sucedió. Al principio no le salían las palabras, sin embargo, esa mirada a los ojos azul hielo le devolvió la calma. Tranquilidad era lo que emanaba de Aoshi. Tenía un aura muy especial...

Y se lo contó todo... desde su pelea con Kenshin en el dojo hasta el momento en que se le ocurrió la idea de seguirlo y luego demostrarle su hombría. Finalmente la chica reflexionó con que se le había escapado de las manos su papel de Kojiro Tendo.

Cuando terminó, pidiéndole perdón y defendiendo a Misao por estar metida en el engaño también, la chica se encogió de hombros, temerosa cuando Aoshi levantó un brazo. La golpearía.

Pero no la golpeó. Pasó su brazo por los hombros de la joven y la atrajo hacia él. Misao los miraba, aprobatoriamente, cerca de ellos. Aoshi lo había descubierto cuando peleó con ella.

-Discúlpeme a mí, señorita Kamiya. Fui yo quien no quiso detenerse anoche, debido a mi locura, cuando lo supe. Estaba demasiado furioso. Fue cuando la tomé del cuello de la yukata para golpearla. Cuando le estrellé el puño en la boca, mi vista se dirigió hacia abajo y no pude dejar de notar... un par de detalles debido a que se había corrido esa cosa que usa usted para apretar su busto. Por eso la arrojé contra la pared. Para apartarla de mí en tanto asimilaba la información. Pero después usted me retó y bueno... yo también reaccioné de modo infantil. Por eso... no tengo nada que perdonarle. Por el contrario... gracias a Kojiro logré abrir los ojos y saber qué tipo de hombre debo ser para agradar a Misao. Y ante todo, aceptar mis sentimientos por ella.

-Aoshi... yo... – Kaoru no encontraba las palabras. Así que optó por cerrar la boca.

-Mire, no tienen nada más que decir. Lo que usted ha hecho, ha sido, evidentemente de buena fe y por amor. Usted sólo seguía a su hombre, que fue lo mismo que hizo mi pequeña.

-Pero yo hice mal... quería demostrarle que se me defender sola, entre otras cosas... soy vanidosa...

Aoshi sonrió un poco, suspirando.

-Señorita Kamiya... Misao es una joven ninja y aunque es muy joven, posee grandes cualidades y habilidades en combate, más que el común de las mujeres y que yo reconozco y admiro. Usted es una kendoka, y muy buena, por lo que pude notar anoche, pues estoy conciente de que nuestras fuerzas no son equivalentes... pienso que usted desea demostrar simplemente, lo que es y el orgullo que siente de serlo. Yo sé mejor que nadie lo duro que es entrenar y creer en una causa y esperar una oportunidad de validarme ante los demás como el Onniwabanshu que soy, pero ya sabe usted que el emperador se rindió antes de que nosotros pudiéramos demostrar nuestras habilidades y compromiso el gobierno. No es justo que Kenshin cierre los ojos no sólo ante la mujer hermosa y valiente que es usted, sino también a su esencia kendoka. Por otra parte, yo sé que usted se preocupa porque Kenshin siempre busca proteger a los demás aún a costa de su propia vida, por eso si usted le demuestra que es fuerte, ya sería una carga menos para él. Yo no podría condenarla por eso, sino admirarla más de lo que ya lo hago, porque aunque anoche fuimos adversarios, cuando yo estrecho la mano de alguien, me comprometo a ser su amigo. Y un amigo reconoce las cualidades cuando el amigo triste no puede notarlas ni dejarlas ver.

Aoshi tomó un poco de aire. Kaoru estaba más calmada. Misao entró a la tienda, feliz. Estaba orgullosa de su hombre y lo amaba más que nunca. Era un hombre que finalmente se permitía demostrar lo cariñoso y comprensivo que era.

-Por lo demás, señorita Kamiya, espero que usted siga manteniendo en pie su promesa de venir a la boda mía y de Misao. Ahora que he descubierto este sentimiento hacia ella, desearía no perder el tiempo sin hacerla mi esposa. Estoy seguro que para ese momento, Kenshin y usted ya estarán mejor.

Kaoru puso triste cara nuevamente.

-No, Aoshi. Está muy enojado. Yo nunca lo había visto así. Me asusta.

Aoshi volvió a sonreír. Cuando Kaoru vio su sonrisa, recordó el modo de sonreír de su padre.

-Cuando los hombres nos enojamos, nos volvemos un poco locos y no pensamos mucho, pero... cuando amamos tanto a nuestra mujer, no podemos estar enfadados demasiado tiempo. Por lo demás, señorita Kaoru... estoy extrañando mucho a Kojiro. Era un chico muy valiente... muy fuerte... creo que algo como él es lo que usted necesita en este momento. Pienso que seguramente su padre era así y que por eso supo inculcar esos valores en usted. Y ya que los lució ante nosotros con tanto éxito, pienso que ahora debiera sacar esa parte suya nuevamente. Por favor, no se abata. Este es el momento en que debe demostrar su valor, y ya no oculta bajo Kojiro. Sino como la mujer que es usted.


Yahiko llegó por la tarde, causando una gran conmoción en todos los residentes en Aoiya, debido a su estado. Aunque para ser sinceros, no se veía demasiado diferente de Kojiro Tendo quien tenía su boca aún hinchada y cojeaba levemente. Cuando el chico miró a Kenshin, supo de inmediato que habían sido descubiertos y que hasta él sería juzgado en su momento.

Yahiko notó que todos trataban de Kojiro a Kaoru, así que él, bajo la mirada inexpresiva de Kenshin, optó por llamarle así también.

-Disculpen mi llegada sin avisar, pero... asaltaron el dojo Kamiya y necesito la ayuda de Kenshin en esto.

Kojiro palideció ente eso.

-Fueron los Hiruma. Llegaron hace cuatro días con muchos hombres. Habían notado que Kenshin no andaba por el lugar y decidieron cobrar venganza por todas las veces que fueron vencidos por él y por Sanosuke. Afortunadamente Kaoru no se encontraba, porque llegaron dispuestos a... a todo. A mí me golpearon entre varios y quedé inconsciente... Tsubame cuidó de mí... por eso debemos partir a Tokio cuanto antes. Gohei y Kihei prometieron regresar a quemar el dojo. La policía aún no ha dado con ellos y no desearía que eso sucediera. Pensaba hacerme cargo yo solo, pero, finalmente... soy un niño. No pude hacer mucho por proteger nuestra casa. Perdónenme.- Yahiko bajó triste y avergonzado la cabeza.

Kenshin no se movió de su lugar. Los demás miraban expectantes la escena. Kojiro finalmente se movió hacia Yahiko. Aoshi tenía razón... ella debía demostrar lo que era. Y era una mujer conmovida por la tristeza de su pupilo. De su hermano menor.

Así que se acercó a él y lo abrazó cariñosamente, apoyando la cabeza del chico en su hombro.

-No, no, Yahiko... perdóname tú a mí por ponerte en esta situación... debí regresar antes, pero... estaba tan entretenida viviendo otra vida... Yahiko... – Los demás miraban asombrados a Kojiro, en tanto Aoshi y Misao sonreían aprobatoriamente. -... Yahiko, yo nunca había tenido esa vida... no debía preocuparme por nada... y peleé y jugué, hice amigos, me divertí mucho y en cierto sentido fui más libre de lo que había sido en mi vida... recordé en muchas ocasiones cuando era una niña, la que nunca volveré a ser. Ser hombre es divertido, pero... ya debo enfrentar quien soy, ¿no? Debo enfrentar mi destino. Mañana regresaré contigo a pelear por nuestra casa. No podría estar enfadada contigo, porque... estoy segura que esos moretones no te los hiciste mirando como esos animales se metían a mi dojo.- Kaoru rió un poco. Y sintió los músculos de Yahiko destensarse lentamente bajo su abrazo afectuoso.- Okon, Omasu... por favor... sírvanle algo más a mi pupilo. Esta noche te alimentarás bien, Yahiko y mañana, les demostraremos a esos tipos quienes somos.

Nadie estaba enfadado con Kaoru por lo del engaño y pronto Misao los puso al tanto de lo sucedido. Yahiko fue acomodado en una habitación contigua a la de Kaoru, que fue ubicada en otro lugar aparte de Kenshin quien no le había dirigido la palabra. Kaoru fue a comprar los boletos para el tren y a pesar de que estaba cerrada la boletería, uno de los trabajadores la reconoció como el ilustrísimo Kojiro Tendo... fundador del exitoso Club de la Pelea de Kyoto. Así que le regaló los boletos y se entristeció al saber que partiría a Tokio.

-Pero regrese cuando quiera, joven Tendo. Usted siempre será bienvenido en nuestra comunidad.

Kaoru sonrió ante ese recuerdo antes de cerrar sus ojos para dormir. Entonces un ruido en la habitación la puso alerta.

-¿Kenshin...?

Kenshin se movía en la sombra y Kaoru apenas podía notarlo. Así de sigiloso era su paso.

-Tú si que me reconoces en cualquier situación, ¿no?

-¿Pasa algo? ¿Kenshin?

El pelirrojo se acercó a ella. Kaoru estiró una mano para tocar su rostro... Kenshin cerró los ojos ante su contacto, como si apenas pudiera contenerse, pero... ¿de qué?

-¡Maldición...! Kaoru...

De tomarla entre sus brazos, de besarla como un poseído... de acostarla bajo él y de algún modo hundirse en ella, acallando sus gemidos con besos hambrientos que le quitaban la respiración a la joven. Kaoru no protestó ni se negó a él y lo recibió como sólo ella podía hacerlo. Con amor, entregando todo su ser a su amante.

Parecía que Kenshin no se cansaría de ella en toda la noche y en cuanto terminaba, la atraía sobre él, acariciándola hasta que la pasión volvía a encenderlo. Pero... pero...

Fue durante la mañana, cuando Kaoru despertó, sonriente, que él volvía a mirarla serio. Y nuevamente estaba vestido para partir. Le extendió sus ropas varoniles.

-Te quedaste dormida. Ahora vístete que nos vamos a Tokio.-

Kaoru, medio adormilada debido al agotamiento y a la noche casi en vela, no comprendía cómo es que Kenshin se veía siempre fresco como una lechuga. Le sonrió, buscando una sonrisa de él como respuesta.

La respuesta que no llegó. Parecía enfadado nuevamente y más que el día anterior.

-¿Kenshin... qué pasa esta vez?... Porque ya no estás enfadado conmigo, ¿verdad?

-No confundas las cosas. Y vístete ya.

Kaoru sintió como su corazón se partía en varios pedazos. Pero debía intentar, al menos...

-¿Hice algo malo anoche? Perdóname... esto es tan nuevo para mí... pero me acostumbraré. Sabes que yo no sabía como era esto y...

-¿Serías tan amable de callarte y vestirte? El tren se irá sin nosotros.

Kaoru miró confundida a Kenshin, quien seguía impasible junto a ella. Y sintió ganas de llorar amargamente. Antes deseaba que la tratara como "Kaoru" a secas, no como "señorita Kaoru". Pero en ese momento, en que él no usaba el honorífico, hacía sonar su nombre como algo humillante.

-Ya- Kaoru se incorporó y comenzó a vestirse. Kenshin la observaba como si fuese cualquier cosa, menos la mujer a la que tanto amó durante la noche.

"Debe demostrar su valor, pero como la mujer que es"

Kaoru se irguió entonces, ante Kenshin. Ya no estaba avergonzada de su desnudez ni se sentía disminuida. En vez de eso, hizo a un lado su sentimiento de culpabilidad... ¡No era justo! Ella había seguido a su sueño, demostrando más determinación y valor que cualquiera en su empresa y ahora, aunque su sueño era una horrible pesadilla, Kojiro Tendo no se amilanaría... Kojiro Kamiya jamás lo hizo. Kaoru Kamiya menos.

Kenshin notó el cambio en la mirada de Kaoru y no pudo apartar los ojos de ella. La joven se acercó a él, cubriéndose con un kimono. Aún le dolía el hombro y la pierna herida. Pero más le dolía el corazón.

Se acercó a Kenshin humedeciéndose los labios, sosteniendo su mirada. Cuando estuvo a centímetros de él, respirando de su aliento, la joven estiró una mano hacia él.

En realidad, hacia su espada. En un rápido movimiento, colocó el filo en la garganta de Kenshin, quien no se movió ni un ápice. Ni siquiera pestañeó.

-Nadie en mi vida me había humillado como tú, estúpido rurouni, lo has hecho. Te seguí... quería estar contigo y veo que no ha valido la pena. Me salté toda la educación que me dio mi padre y me entregué a ti y tú lo ves como si fuera mi deber satisfacerte por estar en deuda contigo, pero... pero no. Me has decepcionado profundamente, Kenshin Himura. Porque ese trato no me lo merezco. Merezco alguien que me quiera realmente. Si no me amaste nunca y necesitabas una excusa para alejarte, esta te salió bastante buena. Como supongo que aunque te lo prohíba te meterás en mis asuntos, vendrás a Tokio, pero en cuanto todo esto termine, me harás un favor por única vez en tu vida y espero que te apartes de mí. Y ahora, ¡SAL DE ESTE CUARTO, MALDITO SEAS!-

Misao sintió el grito de Kaoru desde su habitación y salió corriendo a ver qué le pasaba. Llegó junto a Aoshi al pasillo, quien subió corriendo las escaleras, para ver a Kenshin salir del cuarto de la joven con una mejilla colorada y el hermoso orinal blanco con flores pintadas, puesto de manera más o menos graciosa sobre su roja cabeza. Y expresión abatida.

Misao no lo tomó en cuenta. Ella también estaba decepcionada de Himura. Aoshi se detuvo junto a él.

-Te lo mereces. Lástima que a ella no, Kenshin. Quizá tenías razón desde el principio. Solo daño es lo mejor que sabes hacer.

Una hora exacta después, el un quinteto que nos resulta familiar viajaba a Tokio en tren. Aoshi y Misao, quienes no podían dejar de prestar ayuda a su amiga Kaoru y Yahiko. Misao vestía de kimono, conciente de que Aoshi no le quitaba la mirada de encima.

¿Cómo no había notado antes lo hermosa que era? Bueno, la chica era maravillosa en todos los sentidos... la amaba... ah, si... gracias al cielo que la amaba y eso podía retenerla de manera deliciosa a su lado.

Kaoru también vestía kimono. Misao le había prestado uno muy bonito y como era de esperar, maquilló y peinó a su amiga con ayuda de Okón y Omasu quienes e tomaron el asunto de Kojiro con humor. Cuando Kaoru salió del Aoiya, muchos caballeros se detuvieron a contemplar a la singular pareja de bellezas que conformaba con Misao. Aoshi, como era de esperar, se apresuró a tomar del brazo a Misao, como un gran señor, vestido a la manera occidental. Que le gustaba bastante. Yahiko notaba cómo Kenshin quedaba totalmente descolocado... hacía tiempo que no veía a Kaoru tal y como era con sus ropas femeninas y por ende no atinaba a reaccionar, ahora que el sentido común había vuelto a su cabeza tan anteriormente recalentada. Yahiko decidió evitarle un mal rato a Kaoru, así que sonriendo, se acercó a ella y tomó su brazo.

-Es un honor que un buen joven como usted me lleve, joven Myoujin... descendiente de los samurais de Tokio.

-Y para mí un orgullo llevar a tan bella dama, señorita Kamiya.

Fue así como los dos chicos le dieron alcance a la pareja de enamorados, sonriendo y contándose chistes o peleando un poco para mantener la costumbre. Kenshin... bueno... sólo se conformó con seguir sus pasos y observarles, envidioso.

¿Acaso él nunca terminaría de aprender a ser una buena persona?

Por ahora, lo más importante, era llegar a Tokio a defender el que sería su hogar al menos, durante esa noche.


Fin acto seis.

Abril 26, 2004.

Notas de la autora.

Son en este momento, las cuatro con treinta de la mañana en Santiago de Chile. Fue una semana de locos y promete seguir así, por lo que peligra la entrega de Actuación sin Libreto. Al menos estoy satisfecha porque saqué adelante esta.

Me encontré con algunas personas el sábado en la tarde y noche... algunas trataron de comunicarse conmigo... hablé con otras... verán... yo estaba preparando un informe, así que no podía hablar con ustedes. Ahora me escapé unas dos horas para terminar este capítulo y contarles un par de cosas.

Primero... discúlpenme, pero no contestaré reviews en este episodio por falta real de tiempo... ¡quiero dormir!... me sorprende continuamente mi capacidad de soportar largas jornadas sin dormir más de algunas horas... quizá el problema sea que no sé organizarme... y en ese caso esto es sólo culpa mía. Pero también influyen factores externos que ahora resultaría largo de explicar y que realmente dudo que les interese demasiado... mejor, comentaremos este episodio, que sí, es el penúltimo de esta serie.

Nunca pensé que diría esto, pero me encanta Aoshi... sep.. al principio me extrañó que hablara tanto con Kaoru, pero... creo que realmente Aoshi es una persona muy noble y que en ese aspecto no quedó demasiado alejado del personaje real... recuerdo cuando trataba de convencer a los demás, en alguna parte del Jinchuu, de abrir la tumba de Kaoru... jajaja, ahí si que habló bastante el chico. Aquí era necesario, porque le bajó el lado paternal, que sin duda tuvo con Misao cuando era tan solo una niña. Entonces, creo que Aoshi en el fondo es un tipo celoso, sep, pero tierno y cariñoso. Si fue como era en el manga, lógicamente se debe a su historia de vida... en fin, supongo que me entienden. Jejeje.

Misao, apareció menos, aunque por oír a Aoshi valió la pena, ¿no?... además, la chica es bastante inteligente y segura del amor de su hombre...

Yahiko y la breve aparición de Tsubame me dejó satisfecha... si señor, qué linda es esa chica. Ahora, no son mi pareja favorita, pero creo que su corto encuentro fue muy bonito.

Kaoru... pobre chica... llega el tipo, se enfada, la toma, la deja, luego la toma nuevamente... y la vuelve a dejar como si cualquier cosa... ¡ qué rata me salió Kenshin en este episodio! En fin... tendrá que hacer demasiados méritos en el próximo episodio para conseguir el perdón de Kaoru, que al fin y al cabo hizo todo por él y no hizo daño a nadie en el camino... y Kaoru... al principio se nos puso depresiva, quién no en su situación, pero al final, alentada por las palabras de Aoshi, su nuevo mentor, ella recupera la fuerza. Ahhh, cómo quisiera ser así yo también... pero parece que soy muy llorona a veces... jajaja, sin duda que lo soy. Y Kaoru ahora le demostrará a Kenshin que le importa un pepino y que tiene mejores cosas que hacer que sufrir por él. Como recuperar su dojo.

Hablemos sobre Gohei y Kihei Hiruma. Quizá algunas de ustedes no los conozcan. Veamos. Resulta que en la serie aparece uno solo de estos hermanos, pero en el manga son dos. Uno se hace el enfermo, poco después de la muerte del padre de Kaoru, y ella, cómo no, lo recoge y él se queda en su casa como su sirviente. Y en tanto, trata de convencerla para que venda el dojo. Su otro hermano es el que se hace pasar por el falso Battousai, ahuyentándole los estudiantes. Y es aquí cuando aparece Kenshin y salva el día y el dojo.

Reaparecen después cuando contratan a Sanosuke para que mate a Kenshin. Y nuevamente salen muy mal parados.

Y reaparecen otra vez, como unos estafadores en el Jinchuu, que se aprovechan de la gente que vive en el pueblo natal de Sanosuke. Esta vez es Sanosuke y Kamishimoemon, su padre ( jajajajaja, y es tan gamberro como él) quienes les dan su merecido, aunque esta parte sólo la he leído por ahí, así que no sé qué pasa finalmente con ellos, pero estoy segura que si siguen vivos, le tienen muchas ganas al dojo de Kaoru.

Volviendo al tema Kenshin... ¿qué diablos le habrá pasado? Sin duda que nos convencerá en el próximo episodio de lo sucedió en este, aunque es tan lindo que se le perdona casi cualquier cosa.

Bueno, esta semana he dormido poco, corrido mucho... pero soy feliz igual. De pronto tengo amigos muy buenos y creo que eso me infunde mucho ánimo, en especial, cuando estoy alejada de mi noviecito por incompatibilidad de horarios. Uno de ellos, el chico del que les hablé en alguna ocasión... sí, es muy lindo. Pero otra de mis amigas no se queda atrás. Es muy simpática, sabe escuchar y nos llevamos estupendamente. Y hacemos una buena dupla de trabajo, porque no peleamos y nos reímos bastante. Y ella le cae bien a mi amigo y viceceversa, así que todo bien.

Y lo mejor es que estoy escuchando el tema nuevo de Chayanne... jajaja, cómo no... Cuidarte el Alma. Y cuando la escucho, pienso fuertemente en Kenshin y Kaoru... guaus...

Bueno. Las dejo, porque debo terminar mi otra tarea y ya son las cuatro con cincuenta y siete. Hace frío, pero acabaré mi trabajo... siiiiiii... Blankiss no se rendirá ante la adversidad... seguro que un Kojiro Tendo vive dentro de mí también.

Es posible que la actualización de Actuación sin Libreto también se corra un par de días, pero no semanas. Solo paciencia y... por cierto...dudo que pueda leer más fics de ustedes durante las próximas semanas... please, sean comprensivos conmigo... ya luego tendré net yo también, pero si debo amanecerme haciendo tareas, eso es lo que tendrá prioridad más que seguir alimentando mi mente de vuestras maravillosas historias. Quiero agradecer a las personas que me enviaron imágenes de esas que tanto me gustan... sorry, ahora no recuerdo el nombre... ah,. Serenety... te prometo contestar tu mail en la semana... uf... por cierto... hablando de mails... agradezco que se acuerden de mí, pero, please... no me manden cadenas...sé que muchas de ustedes me consideran y se los agradezco profundamente, pero yo uso mucho el mail por motivos académicos y hay cadenas que usan un esapcio considerable. Ahora, si son livianitas, no me molestan... pero de más de 300... guaus, eso me ha puesto en aprietos, porque liberando espacio como loca a veces se me van mails importantes como los que me envían para comentarme algo lindo... seguramente tenga otro correo en un par de días, y en ese caso lo publicaré o les daré luz verde para lo que quieran enviarme... menos virus, porque si se me infecta el computador, ahí si que nos quedamos sin Actuación, Por Siempre Mía y el final de En el Nombre del Padre.

Ya, me voy. Gracias a todas ustedes por leerme y haber llegado hasta este momento. Y el gran final... sep, en tres semanas más.

¡Chau... besos y amor a todas! Ahhhh, amo repartir besos... son lindos y alcanzan para todas.