No lo entendía… no entendía porqué Pilika me estaba obligando a ir a aquella mansión.
-"Necesitamos ese dinero"- fue lo que me dijo.
Y lo que más me confundía era que yo había sido llamado a ese lugar con el único propósito de jugar ¡y me iban a pagar solo por eso! ¡Dios!
Aun a mis escasos trece años yo entendía el valor del dinero, especialmente para mi familia… lamentablemente siempre carecíamos de él; es por eso que no comprendía las excentricidades de esos ricos.
*Campos Alisios 148* por fin había llegado.
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Muriendo poco a poco
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Capítulo 1: Hubiera querido ser como tu
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No podía salir de mi asombro, era realmente una imponente mansión, toda blanca con esas columnas griegas que parecían rasgar el cielo, un jardín que era más grande que todo mi vecindario, – se pudren en dinero- fue lo primero que se me vino a la mente. Sólo la enorme reja negra me impedía el paso.
Toqué el timbre del intercomunicador.
Una voz clara preguntó:
-"¿Quién llama?"
-"Horokeu Usui, señora"
-"Muy bien"- contestó la voz.
Pocos momentos después, un niño –sospecho de mi edad- venía caminando hacia la reja empuñando una llave.
Lo observé pacientemente durante su recorrido atravesando el jardín, era de mi tamaño, su piel era muy blanca –tanto que parecía de porcelana- y caminaba con ligereza como si su cuerpo no pesara más que una pluma, su cabello era violeta y estaba peinado de una forma muy extraña… seguramente de haberlo conocido de otra forma le hubiera hecho una broma pesada; pero lo que más llamó mi atención fueron sus ojos… eran grandes, parecían los de un gato debido al inusual color dorado de estos. Nunca había visto a una persona con ese color de ojos.
Ya parado al frente de mí, se quedo quieto un momento mientras me miraba de pies a cabeza, no sé si me equivoco pero creo usó un tono un tanto despectivo cuando preguntó:
-"¿Tú eres Horokeu Usui?"
Yo asentí, para luego decirle:
-"Pero todos me llaman Horo Horo"- y finalicé con una de mis mejores sonrisas.
Sin embargo, el abrió la puerta, me dio la espalda y dijo:
-"Sigueme, Horo Horo"
Pude contar todos los pinos del jardín mientras caminábamos, luego la variedad de rosales que había, y la cantidad de pajaritos cantando alrededor de la pileta central.
Luego llegamos al recibidor, el piso era de mármol, el techo inalcanzable, los muebles de cuero, los amplios ventanales lo llenaban completamente de los rayos solares matutinos.
-"Pareces bastante impresionado, Horo Horo y no es para menos, el nombre de esta casa es Satis, lo cual en griego significa bastante".
-"¡Bastante casa!"-exclamé yo.
-"Sí"- replicó-, "Pero significa más que eso. Cuando le pusieron ese nombre querían dar a entender que quien la poseyera no necesitaría ya nada más. Esa persona debió haberse conformado fácilmente"- sonrió de una forma arrogante.
Ese niño se movía y hablaba con mucho aplomo y demostraba tanto desdén como si tuviera más de veinte y fuese una especie de rey.
Subimos una majestuosa escalera, cruzamos algunos corredores y de pronto el se detuvo ante una puerta.
-"Mi hermana Jun quiere verte"- y luego me dijo en algo que sonó como una orden –"Entra".
Yo, más por timidez que por etiqueta social dije:
-"Después de ti"
-No seas ridículo, niño… yo no voy a entrar.- y así se alejó por los corredores.
Llamé a la puerta y luego escuché una voz que autorizaba mi ingreso. Obedecí, encontrándome en una habitación bastante grande, pero extrañamente oscura… las ventanas habían sido selladas con madera y sólo era iluminada por la tenue luz de unas velas. Las esquinas de la habitación eran el lugar perfecto para el albergue de las arañas y sus respectivos tejidos. Había un enorme espejo, que tal vez doblaba mi estatura, tenia el borde de oro y no sé si era una especie de alucinación de mi parte, pero sentía miedo de ese objeto, era absurdo… como si fuera a mostrarme otra cosa que no fuera mi propia imagen. El closet también –en exagerado tamaño- para mi humilde condición, estaba repleto de los más finos vestidos con bordados de hilos de oro y plata, otros de seda, de satén, de organza, chifón y en los colores que harían opacar al más hermoso arco iris. La cama en la que –tal refinada dama- reposaba era de un blanco tan puro que parecía un copo de algodón gigantesco –y digo esto- también por lo cómoda que se veía.
Al voltear, observé a una elegante señorita mirándome mientras sonreía cálidamente, como si supiera lo fuera de lugar que me sentía en aquel aposento. Pronto esa sonrisa se apagó y fue reemplazada por lo que me pareció una mueca de dolor… sus ojos verdes –tristes y talvez melancólicos- parecían no tener vida, de pronto se volvieron opacos –quizá cansados de llorar- y así mi vista de esa señorita cambio, era la persona más extraña que haya visto en toda mi vida y que talvez veré. Llevaba puesto un vestido blanco –al parecer de novia- bastante roído por el paso del tiempo; también llevaba un velo que mostraba parcialmente mechones de cabello verde; estaba sin calzado, sus pies tocando el frío piso; llevaba exquisitas joyas –todas de diamantes- un collar, unos largos pendientes y varios anillos, al parecer uno de ellos de compromiso. Su voz interrumpió mis pensamientos…
- "Acércate, déjame verte de cerca".
Con pasos vacilantes me acerqué a ella, pude darme cuenta de un detalle dejado de lado anteriormente, el reloj de pared estaba parado a las ocho y cuarto.
-"¿Cómo te llamas niño? Y… ¿A qué has venido?"
- "Horo Horo, señora. He venido…a jugar"
-"Mírame"- dijo la Señorita Jun.- "Supongo que no tendrás miedo de una persona que hace tres años no ve la luz del día".
Lamento afirmar que no temí decir la enorme mentira en mi repuesta:
-"No".
-"¿Sabes lo que toco ahora?"- dijo poniendo sus manos delgadas, una sobre otra, encima del lado izquierdo de su pecho.
-"Sí, señorita"- contesté.-"Es su corazón".
-"¡Destrozado!"- gritó ella, mientras dos lágrimas bajaban por sus mejillas, echando a perder su maquillaje. Luego me miró y dijo:
-"Tu corazón algún día también lo estará"- y me dirigió la más ansiosa mirada al pronunciar sus palabras con el mayor énfasis y con una sonrisa maligna, en la que advertí cierta vanidad. Yo retrocedí un poco, asustado. La señorita Jun conservó las manos en su pecho por unos instantes y luego las separó lentamente, como si fueran dos varas de plomo. No se molestó en secar sus lágrimas.
-"¿Por qué me abandonaste Bruce?... ¡Me mentiste!... Eres igual o peor a los otros…"- los surcos finos que habían dejado las lágrimas anteriores se ensancharon, su cuerpo temblaba con cada reclamo, enterraba sus dedos en su cabellos jalándolos fuertemente, dándole más intensidad al sufrimiento reflejado en su monólogo.
De pronto, como si nada hubiera pasado, la señorita Jun lucía una sonrisa encantadora aunque un tanto retorcida.
-"Estoy fatigada"-Dijo ella-."Deseo alguna distracción y ya no soporto a los hombres ni a las mujeres ¡Juega!"
Tenía miedo, quería escapar de ahí lo más rápido posible – y lo huera hecho- de no ser por la reprimenda que hubiera recibido de mi hermana.
-"Pensarás, que es un capricho de una enferma mental"- dijo algo entretenida- "Vamos, Horo Horo"- hizo sonar sus dedos- "¡Juega! ¡Juega!"
Aún tenía deseos de salir corriendo de aquella habitación, pero me contuve… intente hacer lo que ordenaba pero mi cuerpo temblaba más que una hoja. Solo me quede allí…quieto, intentando no mirarla.
-"¿A qué clase de niño no le gusta jugar? O… ¿Acaso eres testarudo?"
-"No, señorita. Lo siento mucho por usted… en verdad lo siendo mucho. Pero en este momento no puedo jugar. Si da usted quejas de mi comportamiento sufriré el castigo de mis padres y causaré gran decepción en mi hermana… es sólo que este lugar es nuevo para mi… extraño, tan elegante y a la vez… tan melancólico"
-"Tan nuevo para ti y tan viejo para mi"-murmuró mientras llevaba su mano a mi barbilla-."… ¡y melancólico para ambos!"
Yo la miraba a través del espejo, haciendo esos movimientos exagerados… al parecer hablando consigo misma.
-"Llama a Len"- me sacudió por los hombros-."Llama a mi hermano, eso s puedes hacerlo. A la puerta"
Asomarme por la puerta hacia el oscuro pasillo y llamar a ese niño arrogante… tal vez no estaría visible y menos me contestaría… incluso creo que seria un atrevimiento de mi parte pronunciar su nombre sin que él me lo haya dicho – eso equivaldría a tomarme una libertad extraordinaria-. Pero él contestó por fin y apareció por el pasillo iluminándolo de insufacto, tan solo de su presencia.
La señorita Jun le acarició el cabello, acomodándolo a su gusto.
-"Len, hazme el favor de jugar a los naipes con este niño"
-"¿Con este niño? ¡Si es un pobretón!"- terminó esa oración con una mueca de asco.
-"Pues entonces"-dijo ella-"…diviértete en destrozarle el corazón".
Apenas pude creer lo que oía.
-"¿A qué sabes jugar?"- me preguntó Len, con el mayor desdén.
Contesté, indicándole los juegos que conocía.
-"Entonces jugaremos poker"- replicó, conformándose y se sentó ante mí y empezamos a jugar.
Mientras Len repartía los naipes, observé con más detenimiento el vestido de la señorita Jun; el traje nupcial sobre su cuerpo inmóvil… no podría haberse parecido más a una mortaja… y el largo velo, a un sudario.
Allí estaba ella como un cadáver en vida, viéndonos jugar. Tal vez la ausencia del calor solar la había convertido en un montón de polvo.
-"Tengo una escalera royal"- dijo Len, de modo arrogante así terminando el primer juego.-"¡Que manos tan ordinarias tiene y mira sus zapatillas rotas!"
Hasta ese momento nunca me había avergonzado de mis manos, pero estaba empezando a considerarlas de un modo desfavorable. Su desprecio hacia mi era tan grande. Miré mis zapatillas gastadas por el tiempo y las aventuras con mis amigos – aún no había dinero para un par nuevo-.
Me tocaba repartir y, naturalmente, lo hice mal sabiendo que él esperaba cualquier torpeza de mi parte. Y en efecto, así Len me califico de torpe y estúpido.
-"Tú no dices nada de él"-señalo ella, mientras miraba nuestro juego-,"te dijo muchas cosas ofensivas y sin embargo; tú no le contestas"-arqueó una ceja- ¿Qué piensas de él?
-"N-No quiero decirlo"- tartamudeé.
-"Ven… dímelo al oído, Horo Horo"- ordenó la señorita Jun.
-"Me parece que el orgullo le sobra"- le dije lo más bajo que pude.
-"¿Nada más?"
-"Es muy ofensivo"- dije mientras él me miraba con la mayor aversión.
-"¿Y nada más?"
-"Creo que debería regresar a casa."
-"¿Y no verlo nunca más?"
Él tenía sus penetrantes ojos dorados clavados en mí – mi corazón dio un vuelco- y casi me quedo sin habla.
-"De eso no estoy seguro, señorita; pero deseo irme a casa ahora"
-"Esta bien, Horokeu… pronto irás. Acaba este juego".
Terminé aquel juego con Len – que por supuesto me ganó nuevamente- él arrojó los naipes sobre la mesa como si se despreciara a si mismo por haberme ganado.
-"¿Cuándo volverás?"- me preguntó ella.
Yo le dije que era jueves, pero me interrumpió sonando sus dedos.
-"¡Calla, Calla! Nada quiero saber de los días de la semana, de los meses o de los años. A una mujer desdichada como yo no le es recomendable saberlo, ya que prolongaría mi angustia. Vuelve dentro de siete días."
-"Sí, señorita".
-"Len, acompáñale abajo y dale su pago. Vete, Horo Horo"
Me condujo hacia la salida. Miré nuevamente mis bastas manos y mi grosero calzado, ahora me molestaban como cosas ordinarias y vulgares. También deseé haber recibido mejor educación para así no ser un ignorante.
Ya cerca a la puerta, Len me extendió un fajo de billetes; sin mirarme y como si fuera un perro mugroso. No quería recibir ese dinero, hubiera preferido haberme prostituido en la calle para conseguirlo. Me sentía tan humillado, ofendido e irritado, y mi amor propio se sentía tan herido… Tenía que tragarme mi orgullo – por mis padres y especialmente por mi hermana Pilika- acepté el dinero con mis temblorosas manos. No puedo encontrar el nombre apropiado para mis sentimientos, que Dios sabe cual eran, pero las lágrimas empezaron a humedecer mis ojos. Y en el momento en que asomaron a ellos, Len me miró satisfecho de saber que él era la causa de mi dolor. Eso fue bastante para darme fuerza de contenerlas y mirarlo. Movió la cabeza desdeñosamente pero, creo yo, convencido de haberme humillado, y me dejo solo.
Luego se aproximó nuevamente a mí, empuñando las llaves para dejarme salir. Me dirigió una mirada triunfal, como si se alegrase de que mis manos fueran tan bastas y mi calzado tan vulgar. Abrió la reja y se quedó junto a ella para darme paso. Yo salí sin mirarlo, pero él me tocó bruscamente.
-"¿Por qué no lloras?"
-"Porque no tengo necesidad".
-"Sí tienes"- replicó él-." Las lágrimas contenidas te nublan la vista".
Se echo a reír con burla, me empujo para hacerme salir y cerró la puerta a mi espalda.
Sólo pude dar unos pasos más hasta que apoye la manga en la pared, incliné la cabeza y me eché a llorar. Empecé a dar patadas a la pared y me retorcí el cabello, tan amargos eran mis sentimientos y tan agudo el dolor que me impulsaba a hacer aquello. Lamentaba que mis manos fueran tan bastas y mi calzado sea grotesco y también por ser más ignorante de lo que me figuraba la noche anterior… así como porque mi vida era peor y más baja de lo que había supuesto.
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Notas de la autora:
Pobre Horo-kun TT_TT… sé que me odian por haber puesto a Len tan malo, pero piensen que es como antes de conocer a Yoh y Horo, además ya veremos que hace Horo para ablandarlo ;D. En cuanto a Jun, Lee Bruce no la abandonó… el murió, y Jun se volvió loca por que no aceptaba y hasta ahora no acepta su muerte prefiere pensar que la abandonó.
La historia es bastante extraña, pero me entusiasma bastante, esperen grandes cosas ^^… solo un capitulo más será de cuando están niños, porque la verdadera acción ocurre cuando cumplen 20 ^_~. Esperen lemon nuevamente xD. Escribí esta historia para incursionar en un nuevo género acá en ff, y no ser una escritora tan feliz -_-;; además el angst –aunque no lo parezca es uno de mis favoritos-. Esto esta basado en el libro Grandes Esperanzas de Dickens.
*Dickens revolcándose en su tumba por que una niña se atreve a profanar su obra*
Pronto la continuación de Mar, arena y sol.
Y también después del lemon que escribí en Entre Tus Brazos , se me antojó hacer otro .. Ya lo verán.
Muchas Gracias por leer!!!!!! Y si quieren que esto continué déjenme su opinión, onegai!!!
Komachi Tao
