El cielo tenía un claro azul celeste casi sin ninguna nube; el sol
reflejaba con delicadeza sobre el verde follaje de los árboles. Imladris
parecía tranquilo...
-Señor Elrond, un mensajero de Lindon - dijo un joven asomando la cabeza por la puerta del salón.
-Hágalo pasar -
Elrond estaba sentado en un escritorio de madera oscura, tenía muchos papeles en desorden: cartas viejas y otras nuevas, pergaminos polvorientos y otros tantos en blanco. Glorfindel le hacía compañía, caminando de un lado a otro por el salón.
-¿Qué noticias habrá de los puertos? Tal vez Ereinion sepa algo más de lo que ya notamos -
-¿Qué más habría de saberse?... terrible fin el de Númenor y terrible tuvo que ser por la debilidad y la codicia de sus habitantes... ¿cómo pudo llegar a convertirse en eso, aquel lugar en donde Elros...? - Elrond calló, pero sus ojos lo dijeron todo
-Sauron fue astuto... y los númenóreanos orgullosos -
- El mundo ha cambiado, lo sabíamos, pero nunca de esta manera... y con tal magnitud. Ahora el occidente se olvidará de la Tierra Media hasta que nosotros nos agotemos de ella también... es extraño, pero ahora veo un final, lejos de aquí -
-El camino es ahora recto, sí... -
En ese momento un joven de cabellos rubios, con apariencia cansada, llevaba una carta con el sello del emblema de Gil-Galad. Se lo entregó; Elrond le indicó donde podría descansar y tomar algún alimento. No abrió el sobre hasta que estuvo sentado de nuevo y, calmadamente rompió el sello. Comenzó a leer.
-Los elendili pisaron tierra firme... - sus ojos se abrieron un poco más, cambiando su expresión antes calmada por una de gran asombro - Elendil y sus hijos, Isildur y Anárion llegaron a Lindon... ¿Narsil?... Vaya... -
-¿Qué dices? -
-Que los fieles no cayeron al abismo... misterioso suele ser el destino ¿No crees? -
- Vaya... - Glorfindel estaba muy sorprendido, al igual que Elrond, que seguía concentrado en la carta. Tocaron la puerta de nuevo y avisaron de la llegada de otro mensaje, desde Bosque Verde
-Hoy nos llueve la información... - dijo Glorfindel con su sempiterna sonrisa. Acercó el sobre a Elrond y lo abrió, dejando sin terminar el otro mensaje.
-Los torneos se suspendieron y... Rohedil y los demás estarán aquí para mañanada y... La Dama Galadriel y su esposo Celeborn para el anochecer -
-¿Qué clase de mensaje es este? "Sus hombres llegarán en un minuto" ¿no te parece insulso?- dijo mientras reía
-Es bueno que lleguen pronto...y que venga Ninquenís - dijo Elrond sonriendo ante el comentario de Glorfindel - creo que nuestros hombres no saben nada de lo sucedido -
************************************************
Galadwen y Berianis miraban el cielo desde una banca cobijada por la sombra de un frondoso árbol. El cielo al atardecer tenía muchos colores contrastados, como si todo el color de los metales se vertiera por los cielos. Aquellos cobrizos y dorados resplandecían en los cabellos de las elfas.
-Galadwen ¿ya viste eso? -
-Son caballos... y ese parece más blanco de lo normal - dijo Galadwen, enfocando su mirada
- Oh, viene la Dama Galadriel ¿no te da un poco de miedo esa señora? -
- ¿Miedo? No... bueno, tal vez un poco-
En ese momento pasó Lindir presuroso
-Alassë' undóme Lindir - dijo Galadwen sonriendo
-Alassë' undóme - le respondió con una ligera sonrisa, sin detener su paso
-¿Por qué saludas a Lindir de esa manera? -
-¿Cómo?-
-Se me olvidaba que es tu naturaleza sonreírle así a todo elfo-
Ambas empezaron a reír alegremente
-Oye, me preocupa un poco Luinil... tú sabes los problemas que tiene con su familia - dijo Berianis, ahora seria
- No les parece que se interese tanto en pelear, sabes de su tradición de ser sanadores , todos lo son.... menos ella -
- Espero que le comprendan-
El sol se había ocultado tras las lejanas alturas, pero aún había un azul y violáceo resplandor antes de que la negrura lo cubriera todo. La primera estrella de la tarde había aparecido en lo alto, justo en medio de la oscuridad y el crepúsculo.
-¿Es extraño, no? -
-¿Qué cosa? -
-Que todo cambie tan de prisa y sigamos aquí, pero mirando un cielo diferente... -
Se quedaron calladas; vivir en Imladris para ellas era como estar entre hermosas paredes de protección mientras el mundo se agitaba y cambiaba. Vieron a cercarse de nuevo a Lindir, y a la Dama Galadriel con el Señor Celeborn... recordaba tanto a la Dama Celebrían, a la que veían a veces por los jardines paseando, o por el palacio. El semblante de los grandes señores era sombrío, no eran tiempos precisamente de alegría... y aún siendo unas jóvenes y risueñas elfas, también lo sabían... y lo sentían.
******************************
La noche estaba avanzada, la luna en lo alto se dirigía al occidente presuroso, buscando a Arien mientras las horas pasaban. Un grupo de elfos cabalgaba acercándose al puente del Bruinen; el resplandor níveo de sus rostros iluminaba a fugaces espasmos la espesura de la noche. Sus caballos eran tan negros que parecía que montasen en nada más que sombras. La dorada cabellera del líder sobresalía en breves fulgores; sus ojos estaban vigilantes y avivados, aunque el cansancio parecía vencerlo. Detrás venían otros elfos que hablaban quedamente de pronto
-¿Miluinel? Algo te ha sucedido que no me has dicho -
-No Luinil, estoy bien ¿por qué habría de pasarme algo? -
-¿Por qué? Sólo mírate la cara, ¡si hasta Gadonen lo ha notado! -
-Baja la voz -
-¿Entonces no me lo dirás? -
-No tengo nada que decirte -
Luinil después de negar con la cabeza se adelantó con su caballo. En poco tiempo atravesaron el puente y entraron en Imladris. La luz de las estrellas se reflejaba como brillantes en las cascadas y en los edificios ocultos bajo los árboles. Era imposible no hacer aunque fuera un poco de ruido, pues los caballos sonaban los cascos al pasar por el empedrado. Había algunos elfos caminando o mirando el cielo. Rohedil bajó de su caballo, con un gesto cansado. Los demás hicieron lo mismo y alguien se encargó de llevar a los animales hasta las caballerizas después de que bajaran sus muy ligeros equipajes.
-Mañana pueden descansar... y el día que sigue también - dijo Rohedil sin mirarlos. Cada quien caminó hacia donde estaban sus respectivas residencias. Miluinel avanzaba lentamente, entonces Luinil de nuevo le habló
- Milui, soy tu amiga, ¿no es así? -
-Claro que lo eres - dijo con una triste sonrisa
-¿Entonces me tendrás confianza y me dirás que tienes? -
Miluinel calló un momento, mirando hacia el suelo, después tomó aire y al fin habló
-Luinil, tú sabes de dónde vengo y qué sucedió con mi padre... también sabías de una elfa que me había llevado a las puertas de Kazad-Dûm-
- Sí sí, la que murió ¿no es cierto? -
-Eso creía... la vi, en Bosque Verde... ahí estaba, igual que la recuerdo -
-Imposible... ¿Era aquella con la que estabas cuando...? -
-Sí, la de los ojos grises -
- Milui, debes de ... -
-No Luinil, no tengo ganas de escuchar a nadie ahora - dijo tajante la elfa y se fue dejando a su amiga con las palabras en la boca. Caminaba rápido hacia donde estaba su habitación. Subió la escalinata y se detuvo un momento a mirar el cielo; se extrañó un poco pues al buscar la luz de hoz de los Dioses se encontró con otras estrellas que nunca pudieron haber estado en ese mismo lugar.
-Ahora ni siquiera ellas están donde deberían estar -
No le dio importancia, tenía demasiadas cosas en la cabeza, pues todo su mundo se había volteado en un instante, todo: sus recuerdos y su vida entera. Estuvo a punto de llorar de nuevo
-No, ya no lloraré - dijo enojada, secándose las lágrimas. Pasaba sin mirar nada a sus lados.
-Aiya Miluinel - la muchacha volteó y vio a Glorfindel, que entonces pasaba por ahí
-Aiya...- respondió, casi imperceptible
-¿Te pasa algo? -
- ¡¿Y por qué habría de pasarme algo?! ¡déjenme en paz de una vez! - dijo la muchacha hablando desesperadamente y se fue siguiendo su camino, ahora más rápida que antes. Glorfindel se quedó parado en el mismo lugar, desconcertado
-¡Vaya humor que se cargan! -
La elfa llegó a su habitación y dejó en el suelo sus cosas. Se acercó al lavamanos y tomando el agua fría entre sus manos se mojó el cansado rostro, tomó un paño y se secó; se miró al pequeño espejo y se notó diferente. Sentía el aire viciado en su habitación y entonces abrió las cortinas rápidamente para dejar entrar el aire nocturno. Cerró los ojos un momento, con la brisa acariciando su aún húmedo rostro. Apagó las velas y se quedó en silencio con las cortinas ondeando y mirando a la luna en la penumbra. Se dejó caer en su lecho y poco a poco dejó de pensar... y se quedó dormida.
*
Miluinel abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue el cielo gris sobre el valle. Nunca había visto el paisaje tan triste y tan lleno de cosas que sucedieron ayer y hace tiempo. Era temprano, pero con las grises nubes cubriendo el cielo la vida era como atemporal. Un ave solitaria cantaba con un timbre un poco grave, un poco opaco. Su rostro tenía una triste expresión. Se levantó de la cama lentamente y se dispuso a tomar un largo baño. Al sumergir su cuerpo en el agua caliente volvió en sí, recordó el gran regalo de malas palabras que había hecho a sus amigos: a Luinil, a Gadonen... y a Glorfindel. Pensó que no tenía excusa y cuanto antes tendría que pedir perdón, aunque le fuese a resultar difícil.
Un rato después se vistió con un sencillo vestido claro; encima llevaba un chal tejido finamente, la lluvia veraniega provocaba un clima extrañamente frío para ser verano. Dejó su castaño cabello suelto y calzó unas finas sandalias color oro. Se sentía la elfa más desconsiderada de toda Imladris. Salió de su habitación, caminaba lentamente y como si quisiera esconderse de todo el que la pudiera ver. Primero que con nadie, tendría que ir con Luinil; la casa de su familia era una de las más hermosas de todo Imladris, los mejores sanadores y más nobles elfos. Tocó la puerta suavemente
- Alassë' aurë Miluinel, ahora mismo viene Luinil - dijo una hermosa elfa de oscuros cabellos y voz cristalina; la abuela de Luinil tenía una belleza excepcional; tanto la visitaba Miluinel que era conocida por toda su familia.
Entonces bajando la escalera apareció Luinil, aún medio dormida
-Aiya... pasa, no te quedes allá afuera - dijo pesadamente
-Luinil, quiero pedirte perdón, ayer estuve insoportable -
-Sí eh... - le respondía, evasiva
-En serio, perdona, es que pasaron muchas cosas, siento como si no tuviera nada - dijo Miluinel con la voz entrecortada y mirando el triste paisaje
Luinil le sonrió y se acercó
-Puedes estar confundida y puedes dudar de todo... menos de nuestra amistad -
-Hantalë- dijo al momento en que le daba un abrazo a su gran amiga
-¿Ahora puedes decirme qué fue lo que pasó?-
-Lo que te conté anoche, sobre Estelwen...-
-¿Y estás segura que es la misma? -
-Claro que es la misma, la recuerdo como si fuera ayer-
-Es extraño... ¿te dijo algo sobre tu padre?-
-Estaba a punto cuando sucedió el terremoto, por cierto, ¿Qué habrá sido eso? -
-Hable con mi abuelo... - dijo Luinil tristemente - Númenor desapareció junto con todos sus habitantes a un abismo oscuro, las estrellas se movieron y ahora el mundo es muy diferente, es redondo -
-¿Qué dices? -
-Sí, sí... el oriente está oculto ahora y sólo podrán ir allá los elfos que nunca más regresen a Endor, da miedo ¿no? -
-Nunca pensé que eso podría pasar -
-Yo tampoco -
-Estelwen no sólo me habló de mi padre... también mencionó a mi madre -
-¿Tu...madre? Nunca me habías hablado de ella-
Luinil nunca había sabido en realidad nada sobre la madre de Miluinel. En realidad, nadie lo sabía...
-Es que ni yo misma lo sé... el último recuerdo es aún más lejano que el de mi padre: tenía el cabello negro, los ojos enormes y verde azulados. Era una mujer muy fuerte, sabes? Pero un día la dejé de ver, y mi padre se hizo un poco más callado -
- Ay Milui - dijo poniendo una mano sobre el hombro de su amiga
Hicieron un largo silencio.
-¿y cómo estás tú? Lo único que he hecho ha sido hablar de mi -
-Bien, en lo que cabe -
-¿Por qué dices eso? -
-Mi abuela no está muy contenta conmigo, y mi madre tampoco... -
-¿Es por lo de los torneos?-
-Sí... -
Estuvo largo rato con Luinil hablando y bebiendo un poco de agua de moras, sólo a ella se le habría ocurrido preparar esa bebida, pero les resultaba deliciosa. Después Miluinel se despidió, ahora parecía tener un mejor humor, pero aún estaba evitando algo... pedirle perdón a ese noldo de cabellos dorados y ojos risueños.
Se dirigió a la biblioteca a perderse un rato del mundo, a leer hermosas canciones y entonarlas con la voz bajita y despreocupada. Le encantaba cantar y tocar su arpa; cuando cantaba el tiempo se detenía y la voz le encendía cada milímetro de su cuerpo, olvidaba y sólo sentía... Llegó pronto hasta donde estaban los libros acomodados en estanterías de madera clara, estaban repletos de grandes libros, de lomos azules, rojos y marrones, con hermosas inscripciones en dorado. Tomó un libro de tapas púrpuras: era su favorito pues contenía las más grandes canciones de la primera edad. Se sentó en un cómodo sillón y abrió el libro, la tinta negra era perfecta sobre las hojas de papiro claro. Cuando leía se transportaba como si viviera todo aquello. Así podía pasar horas y horas en la biblioteca, devorando libros, versos y canciones.
Se levantó del sillón para estirar un poco las piernas y salió un momento de la biblioteca, para respirar aire fresco. El cielo se había abierto un poco y algunos rayos de sol calentaban el ambiente. Miluinel sonrió un momento y decidió continuar con su lectura. Apenas dio unos pasos cuando vio a Glorfindel acomodándose en un sillón dispuesto a leer. Se detuvo en seco, no tenía cara para verlo después de los tremendos gritos de anoche. Ahora sí que se sentía tonta. Pero no podía seguir evitando el asunto, es más, si él estaba ahí ¿por qué no aprovechar el momento?. Se acercó tímidamente, pero entonces de nuevo pensó que tal vez a él ni siquiera le importaba que una chica caprichosa le hubiera gritado, es más, que ni siquiera recordaba el incidente. Entonces se dio la vuelta para alejarse
-¿Está alguien ahí? - escuchó entonces. Miluinel cerró los ojos con una expresión de "metedura de pata".
-¡Diablos! - dijo muy bajito. No le quedó más que darse la vuelta y acercarse al elfo
-Aiya Glorfindel -
-Oh, aiya Miluinel -
-Perdón por lo de anoche - dijo, con la mirada agachada - es que estaba un poco alterada, pero no fue mi intención responderte de esa manera, en realidad lo siento -
Glorfindel se quedó mirándola un momento y no dijo nada.
-Está bien si no me quieres decir nada ahora - dijo la chica y se dio la vuelta para irse
-No te preocupes, está bien - dijo entonces Glorfindel. Ella se volvió y él sonreía
-¿En serio? -
-Sí sí, en serio, aunque aún no sé por qué te pusiste así -
-Es que toda mi vida es una mentira -
-¿Qué dices? - dijo el noldo extrañado
-Nada, nada, no te aburriré con mis cosas- dijo con la voz temblorosa, como si estuviera a punto de llorar
-No me molestas, si me aburriera saber qué tienes no te lo preguntaría, no crees? - dijo con su alegre expresión
Miluinel sonrió y dejó caer una lagrima. Glorfindel se acercó un poco y le tomó la cara con sus manos suavemente.
-No llores-
-No, ya no- dijo tímidamente la chica, esbozando una dulce sonrisa.
*********************
Los días soleados habían vuelto desde hacía semanas. Y ese día en especial parecía empeñarse el cielo en estar más azul y el sol más caluroso que nunca, aunque ya el otoño iba comiéndose al verano y las primeras hojas amarillentas asomaban en los árboles. En un verde prado descansaban Luinil, Berianis, Galadwen y Miluinel, las cuatro inseparables amigas. En medio de ellas estaba Gadonen.
- ¡Míralo! Te das la gran vida, ¿verdad? - dijo Berianis divertida.
-Ah si no quieres que esté aquí nada más dime - replicó Gadonen
-Eres la persona más enojona que he conocido en toda mi vida - le dijo Luinil riendo
-Ah si verdad? ¡Pues si soy enojón es por que ustedes me provocan! -
Todas comenzaron a reír. En realidad Gadonen era un gran amigo, cuando cualquiera de ellas necesitaba un consejo él siempre estaba ahí... aunque los momentos divertidos también eran inigualables.
-Miluinel me trae comida, Luinil es mi consejera, Berianis me canta canciones y Galadwen... bueno Galadwen es mi compañera de descanso -
-Sí verdad, ¿Qué más puedes pedir? - dijo Miluinel
En ese momento llegó un joven mensajero con dos cartas.
- Correspondencia - dijo - y digan que me tomo la molestia de venir a buscarlas- dijo divertido el joven al verlas tan alegres descansando. Luinil tomó un sobre color añil, no tenía idea de quién pudiera ser. Miluinel recibió una carta de Laitalë, su nueva amiga de Bosque Verde. Sonrió ampliamente y la rompió el sello para leerla.
"" Aiya meldonya
¿Cómo va todo en Imladris? El Bosque Verde está muy bien, como siempre. Ya sabes, los grandes señores yendo de un lado a otro, arreglando asuntos y mandando mensajes, la misma movilización de siempre. Osanwë ha sido ascendido de puesto en la guardia, no sabes lo feliz que lo tiene eso. Por cierto, no dejaré de agradecerte que me hayas dejado sola con él ¡aunque en ese momento quise matarte!.
Estelwen ha sido mi amiga desde que llegó aquí, es una herborista. En principio no lo supe, pero ella vino de Lothlórien, lugar donde había pasado apenas una corta temporada. Quiso venir a vivir aquí, no sé en realidad por qué. Suele ser callada, aunque es una persona muy sabia, sin duda, creo que tiene bastante más tiempo en este mundo que nosotras. Te podría contar mucho más, pero primero necesito confirmar con ella, ¿sabes? Es un poco sospechoso que de pronto le esté preguntando cosas sobre su vida, creo que ya se las huele... en fin.
Miluinel, os comunico que Osanwë y yo estamos comprometidos; estoy feliz, más feliz que muchas otras veces y me parece que tuviste mucho que ver en todo esto. Todavía falta tiempo para la boda, ¡pero sería bueno que estuvieras aquí! Ya te contaré después cuando será la fecha
Tu amiga, Laitalë""
Miluinel sonreía con cada palabra escrita en el papel. Rápidamente se despidió de sus amigos y corrió a su habitación para responder la carta de Laitalë. Justo estaba sellándola cuando tocaron su puerta
-Adelante -
-Luinil te quiere ver- era Gadonen
-¿Ahora? -
-No, mañana - dijo irónicamente el elfo - claro que ahora, ¿si no para qué hubiera venido?-
-Bueno ya, enojón... -
Salieron de la habitación y caminaron por el pasillo, bajaron la escalinata y ahí estaba Luinil, con un papel en las manos, parecía nerviosa.
-¿Qué pasa? - le preguntó Miluinel a su amiga
-¿Te acuerdas de ese elfo de los puertos? -
-Ah del que te enamoraste - dijo, bromeando
-¡No me enamoré!- le respondió enojada - ¡pero me ha escrito! ¡si ni siquiera habíamos hablado mucho! -
Miluinel empezó a reir
-Cállate que no es cosa de risa -
-Ay no, perdóname, es un asunto muy peligroso - seguía bromeando
-¿Qué hizo que me escribiera? - se preguntó a sí misma
-Pues le gustas ¿qué más? -
-¡Ya! -
Luinil se lanzó contra Miluinel, tirándola en la hierba, ambas muriéndose de risa; en ese momento se cruzó por ahí Glorfindel, con equipaje y ropa de viaje.
-Alassëa arin' Señor Glorfindel - le dijo Luinil, aún desde el piso - ¿Se va de viaje?
-Enviaré un mensaje a Lindon yo mismo -
-¡Hasta Lindon! - decía divertida
-Sí, hasta allá... tengo ganas de ver a mucha gente, a una en especial - dijo sonriendo
Miluinel dejó de reir ¿"a una en especial"? vaya, así que era eso... pero entonces sacudió su cabeza levemente. "¿estás celosa?" se preguntó "eso nunca, él es sólo mi amigo... claro, mi amigo"...
/////////////////////////////////////////
He aquí ostro capi vasca donde la protagonista estuvo de muy mal humor!! Bueno, al final se le compuso un poco jeje, en fin, vendrán unos cuantos momentos de tranquilidad donde me voy a poner muy romántica... hasta les va a dar un glaucoma de tanta azúcar jajaja y claro, claro, el misterio continúa!!
Mil gracias por sus reviews, son mejor que cualquier regalo!. Anariel, gracias por dejarme usar a tus personajes y muchas muchas gracias por tu linda amistad, a Elanta le agradezco enormemente sus consejos y sus opiniones, son muy provechosas!! A Nariko por su amistad y los buenos ratos que se pasan a su lado, y claro, por sus reviews!. Cari-Chan, muchas gracias también por hacerme ese favorcillo jejeje y por sus reviews que nunca faltan
(ya saben, sugerencias, comentarios y mentadas de madre a : hun_joro@hotmail.com)
-Señor Elrond, un mensajero de Lindon - dijo un joven asomando la cabeza por la puerta del salón.
-Hágalo pasar -
Elrond estaba sentado en un escritorio de madera oscura, tenía muchos papeles en desorden: cartas viejas y otras nuevas, pergaminos polvorientos y otros tantos en blanco. Glorfindel le hacía compañía, caminando de un lado a otro por el salón.
-¿Qué noticias habrá de los puertos? Tal vez Ereinion sepa algo más de lo que ya notamos -
-¿Qué más habría de saberse?... terrible fin el de Númenor y terrible tuvo que ser por la debilidad y la codicia de sus habitantes... ¿cómo pudo llegar a convertirse en eso, aquel lugar en donde Elros...? - Elrond calló, pero sus ojos lo dijeron todo
-Sauron fue astuto... y los númenóreanos orgullosos -
- El mundo ha cambiado, lo sabíamos, pero nunca de esta manera... y con tal magnitud. Ahora el occidente se olvidará de la Tierra Media hasta que nosotros nos agotemos de ella también... es extraño, pero ahora veo un final, lejos de aquí -
-El camino es ahora recto, sí... -
En ese momento un joven de cabellos rubios, con apariencia cansada, llevaba una carta con el sello del emblema de Gil-Galad. Se lo entregó; Elrond le indicó donde podría descansar y tomar algún alimento. No abrió el sobre hasta que estuvo sentado de nuevo y, calmadamente rompió el sello. Comenzó a leer.
-Los elendili pisaron tierra firme... - sus ojos se abrieron un poco más, cambiando su expresión antes calmada por una de gran asombro - Elendil y sus hijos, Isildur y Anárion llegaron a Lindon... ¿Narsil?... Vaya... -
-¿Qué dices? -
-Que los fieles no cayeron al abismo... misterioso suele ser el destino ¿No crees? -
- Vaya... - Glorfindel estaba muy sorprendido, al igual que Elrond, que seguía concentrado en la carta. Tocaron la puerta de nuevo y avisaron de la llegada de otro mensaje, desde Bosque Verde
-Hoy nos llueve la información... - dijo Glorfindel con su sempiterna sonrisa. Acercó el sobre a Elrond y lo abrió, dejando sin terminar el otro mensaje.
-Los torneos se suspendieron y... Rohedil y los demás estarán aquí para mañanada y... La Dama Galadriel y su esposo Celeborn para el anochecer -
-¿Qué clase de mensaje es este? "Sus hombres llegarán en un minuto" ¿no te parece insulso?- dijo mientras reía
-Es bueno que lleguen pronto...y que venga Ninquenís - dijo Elrond sonriendo ante el comentario de Glorfindel - creo que nuestros hombres no saben nada de lo sucedido -
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Galadwen y Berianis miraban el cielo desde una banca cobijada por la sombra de un frondoso árbol. El cielo al atardecer tenía muchos colores contrastados, como si todo el color de los metales se vertiera por los cielos. Aquellos cobrizos y dorados resplandecían en los cabellos de las elfas.
-Galadwen ¿ya viste eso? -
-Son caballos... y ese parece más blanco de lo normal - dijo Galadwen, enfocando su mirada
- Oh, viene la Dama Galadriel ¿no te da un poco de miedo esa señora? -
- ¿Miedo? No... bueno, tal vez un poco-
En ese momento pasó Lindir presuroso
-Alassë' undóme Lindir - dijo Galadwen sonriendo
-Alassë' undóme - le respondió con una ligera sonrisa, sin detener su paso
-¿Por qué saludas a Lindir de esa manera? -
-¿Cómo?-
-Se me olvidaba que es tu naturaleza sonreírle así a todo elfo-
Ambas empezaron a reír alegremente
-Oye, me preocupa un poco Luinil... tú sabes los problemas que tiene con su familia - dijo Berianis, ahora seria
- No les parece que se interese tanto en pelear, sabes de su tradición de ser sanadores , todos lo son.... menos ella -
- Espero que le comprendan-
El sol se había ocultado tras las lejanas alturas, pero aún había un azul y violáceo resplandor antes de que la negrura lo cubriera todo. La primera estrella de la tarde había aparecido en lo alto, justo en medio de la oscuridad y el crepúsculo.
-¿Es extraño, no? -
-¿Qué cosa? -
-Que todo cambie tan de prisa y sigamos aquí, pero mirando un cielo diferente... -
Se quedaron calladas; vivir en Imladris para ellas era como estar entre hermosas paredes de protección mientras el mundo se agitaba y cambiaba. Vieron a cercarse de nuevo a Lindir, y a la Dama Galadriel con el Señor Celeborn... recordaba tanto a la Dama Celebrían, a la que veían a veces por los jardines paseando, o por el palacio. El semblante de los grandes señores era sombrío, no eran tiempos precisamente de alegría... y aún siendo unas jóvenes y risueñas elfas, también lo sabían... y lo sentían.
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La noche estaba avanzada, la luna en lo alto se dirigía al occidente presuroso, buscando a Arien mientras las horas pasaban. Un grupo de elfos cabalgaba acercándose al puente del Bruinen; el resplandor níveo de sus rostros iluminaba a fugaces espasmos la espesura de la noche. Sus caballos eran tan negros que parecía que montasen en nada más que sombras. La dorada cabellera del líder sobresalía en breves fulgores; sus ojos estaban vigilantes y avivados, aunque el cansancio parecía vencerlo. Detrás venían otros elfos que hablaban quedamente de pronto
-¿Miluinel? Algo te ha sucedido que no me has dicho -
-No Luinil, estoy bien ¿por qué habría de pasarme algo? -
-¿Por qué? Sólo mírate la cara, ¡si hasta Gadonen lo ha notado! -
-Baja la voz -
-¿Entonces no me lo dirás? -
-No tengo nada que decirte -
Luinil después de negar con la cabeza se adelantó con su caballo. En poco tiempo atravesaron el puente y entraron en Imladris. La luz de las estrellas se reflejaba como brillantes en las cascadas y en los edificios ocultos bajo los árboles. Era imposible no hacer aunque fuera un poco de ruido, pues los caballos sonaban los cascos al pasar por el empedrado. Había algunos elfos caminando o mirando el cielo. Rohedil bajó de su caballo, con un gesto cansado. Los demás hicieron lo mismo y alguien se encargó de llevar a los animales hasta las caballerizas después de que bajaran sus muy ligeros equipajes.
-Mañana pueden descansar... y el día que sigue también - dijo Rohedil sin mirarlos. Cada quien caminó hacia donde estaban sus respectivas residencias. Miluinel avanzaba lentamente, entonces Luinil de nuevo le habló
- Milui, soy tu amiga, ¿no es así? -
-Claro que lo eres - dijo con una triste sonrisa
-¿Entonces me tendrás confianza y me dirás que tienes? -
Miluinel calló un momento, mirando hacia el suelo, después tomó aire y al fin habló
-Luinil, tú sabes de dónde vengo y qué sucedió con mi padre... también sabías de una elfa que me había llevado a las puertas de Kazad-Dûm-
- Sí sí, la que murió ¿no es cierto? -
-Eso creía... la vi, en Bosque Verde... ahí estaba, igual que la recuerdo -
-Imposible... ¿Era aquella con la que estabas cuando...? -
-Sí, la de los ojos grises -
- Milui, debes de ... -
-No Luinil, no tengo ganas de escuchar a nadie ahora - dijo tajante la elfa y se fue dejando a su amiga con las palabras en la boca. Caminaba rápido hacia donde estaba su habitación. Subió la escalinata y se detuvo un momento a mirar el cielo; se extrañó un poco pues al buscar la luz de hoz de los Dioses se encontró con otras estrellas que nunca pudieron haber estado en ese mismo lugar.
-Ahora ni siquiera ellas están donde deberían estar -
No le dio importancia, tenía demasiadas cosas en la cabeza, pues todo su mundo se había volteado en un instante, todo: sus recuerdos y su vida entera. Estuvo a punto de llorar de nuevo
-No, ya no lloraré - dijo enojada, secándose las lágrimas. Pasaba sin mirar nada a sus lados.
-Aiya Miluinel - la muchacha volteó y vio a Glorfindel, que entonces pasaba por ahí
-Aiya...- respondió, casi imperceptible
-¿Te pasa algo? -
- ¡¿Y por qué habría de pasarme algo?! ¡déjenme en paz de una vez! - dijo la muchacha hablando desesperadamente y se fue siguiendo su camino, ahora más rápida que antes. Glorfindel se quedó parado en el mismo lugar, desconcertado
-¡Vaya humor que se cargan! -
La elfa llegó a su habitación y dejó en el suelo sus cosas. Se acercó al lavamanos y tomando el agua fría entre sus manos se mojó el cansado rostro, tomó un paño y se secó; se miró al pequeño espejo y se notó diferente. Sentía el aire viciado en su habitación y entonces abrió las cortinas rápidamente para dejar entrar el aire nocturno. Cerró los ojos un momento, con la brisa acariciando su aún húmedo rostro. Apagó las velas y se quedó en silencio con las cortinas ondeando y mirando a la luna en la penumbra. Se dejó caer en su lecho y poco a poco dejó de pensar... y se quedó dormida.
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Miluinel abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue el cielo gris sobre el valle. Nunca había visto el paisaje tan triste y tan lleno de cosas que sucedieron ayer y hace tiempo. Era temprano, pero con las grises nubes cubriendo el cielo la vida era como atemporal. Un ave solitaria cantaba con un timbre un poco grave, un poco opaco. Su rostro tenía una triste expresión. Se levantó de la cama lentamente y se dispuso a tomar un largo baño. Al sumergir su cuerpo en el agua caliente volvió en sí, recordó el gran regalo de malas palabras que había hecho a sus amigos: a Luinil, a Gadonen... y a Glorfindel. Pensó que no tenía excusa y cuanto antes tendría que pedir perdón, aunque le fuese a resultar difícil.
Un rato después se vistió con un sencillo vestido claro; encima llevaba un chal tejido finamente, la lluvia veraniega provocaba un clima extrañamente frío para ser verano. Dejó su castaño cabello suelto y calzó unas finas sandalias color oro. Se sentía la elfa más desconsiderada de toda Imladris. Salió de su habitación, caminaba lentamente y como si quisiera esconderse de todo el que la pudiera ver. Primero que con nadie, tendría que ir con Luinil; la casa de su familia era una de las más hermosas de todo Imladris, los mejores sanadores y más nobles elfos. Tocó la puerta suavemente
- Alassë' aurë Miluinel, ahora mismo viene Luinil - dijo una hermosa elfa de oscuros cabellos y voz cristalina; la abuela de Luinil tenía una belleza excepcional; tanto la visitaba Miluinel que era conocida por toda su familia.
Entonces bajando la escalera apareció Luinil, aún medio dormida
-Aiya... pasa, no te quedes allá afuera - dijo pesadamente
-Luinil, quiero pedirte perdón, ayer estuve insoportable -
-Sí eh... - le respondía, evasiva
-En serio, perdona, es que pasaron muchas cosas, siento como si no tuviera nada - dijo Miluinel con la voz entrecortada y mirando el triste paisaje
Luinil le sonrió y se acercó
-Puedes estar confundida y puedes dudar de todo... menos de nuestra amistad -
-Hantalë- dijo al momento en que le daba un abrazo a su gran amiga
-¿Ahora puedes decirme qué fue lo que pasó?-
-Lo que te conté anoche, sobre Estelwen...-
-¿Y estás segura que es la misma? -
-Claro que es la misma, la recuerdo como si fuera ayer-
-Es extraño... ¿te dijo algo sobre tu padre?-
-Estaba a punto cuando sucedió el terremoto, por cierto, ¿Qué habrá sido eso? -
-Hable con mi abuelo... - dijo Luinil tristemente - Númenor desapareció junto con todos sus habitantes a un abismo oscuro, las estrellas se movieron y ahora el mundo es muy diferente, es redondo -
-¿Qué dices? -
-Sí, sí... el oriente está oculto ahora y sólo podrán ir allá los elfos que nunca más regresen a Endor, da miedo ¿no? -
-Nunca pensé que eso podría pasar -
-Yo tampoco -
-Estelwen no sólo me habló de mi padre... también mencionó a mi madre -
-¿Tu...madre? Nunca me habías hablado de ella-
Luinil nunca había sabido en realidad nada sobre la madre de Miluinel. En realidad, nadie lo sabía...
-Es que ni yo misma lo sé... el último recuerdo es aún más lejano que el de mi padre: tenía el cabello negro, los ojos enormes y verde azulados. Era una mujer muy fuerte, sabes? Pero un día la dejé de ver, y mi padre se hizo un poco más callado -
- Ay Milui - dijo poniendo una mano sobre el hombro de su amiga
Hicieron un largo silencio.
-¿y cómo estás tú? Lo único que he hecho ha sido hablar de mi -
-Bien, en lo que cabe -
-¿Por qué dices eso? -
-Mi abuela no está muy contenta conmigo, y mi madre tampoco... -
-¿Es por lo de los torneos?-
-Sí... -
Estuvo largo rato con Luinil hablando y bebiendo un poco de agua de moras, sólo a ella se le habría ocurrido preparar esa bebida, pero les resultaba deliciosa. Después Miluinel se despidió, ahora parecía tener un mejor humor, pero aún estaba evitando algo... pedirle perdón a ese noldo de cabellos dorados y ojos risueños.
Se dirigió a la biblioteca a perderse un rato del mundo, a leer hermosas canciones y entonarlas con la voz bajita y despreocupada. Le encantaba cantar y tocar su arpa; cuando cantaba el tiempo se detenía y la voz le encendía cada milímetro de su cuerpo, olvidaba y sólo sentía... Llegó pronto hasta donde estaban los libros acomodados en estanterías de madera clara, estaban repletos de grandes libros, de lomos azules, rojos y marrones, con hermosas inscripciones en dorado. Tomó un libro de tapas púrpuras: era su favorito pues contenía las más grandes canciones de la primera edad. Se sentó en un cómodo sillón y abrió el libro, la tinta negra era perfecta sobre las hojas de papiro claro. Cuando leía se transportaba como si viviera todo aquello. Así podía pasar horas y horas en la biblioteca, devorando libros, versos y canciones.
Se levantó del sillón para estirar un poco las piernas y salió un momento de la biblioteca, para respirar aire fresco. El cielo se había abierto un poco y algunos rayos de sol calentaban el ambiente. Miluinel sonrió un momento y decidió continuar con su lectura. Apenas dio unos pasos cuando vio a Glorfindel acomodándose en un sillón dispuesto a leer. Se detuvo en seco, no tenía cara para verlo después de los tremendos gritos de anoche. Ahora sí que se sentía tonta. Pero no podía seguir evitando el asunto, es más, si él estaba ahí ¿por qué no aprovechar el momento?. Se acercó tímidamente, pero entonces de nuevo pensó que tal vez a él ni siquiera le importaba que una chica caprichosa le hubiera gritado, es más, que ni siquiera recordaba el incidente. Entonces se dio la vuelta para alejarse
-¿Está alguien ahí? - escuchó entonces. Miluinel cerró los ojos con una expresión de "metedura de pata".
-¡Diablos! - dijo muy bajito. No le quedó más que darse la vuelta y acercarse al elfo
-Aiya Glorfindel -
-Oh, aiya Miluinel -
-Perdón por lo de anoche - dijo, con la mirada agachada - es que estaba un poco alterada, pero no fue mi intención responderte de esa manera, en realidad lo siento -
Glorfindel se quedó mirándola un momento y no dijo nada.
-Está bien si no me quieres decir nada ahora - dijo la chica y se dio la vuelta para irse
-No te preocupes, está bien - dijo entonces Glorfindel. Ella se volvió y él sonreía
-¿En serio? -
-Sí sí, en serio, aunque aún no sé por qué te pusiste así -
-Es que toda mi vida es una mentira -
-¿Qué dices? - dijo el noldo extrañado
-Nada, nada, no te aburriré con mis cosas- dijo con la voz temblorosa, como si estuviera a punto de llorar
-No me molestas, si me aburriera saber qué tienes no te lo preguntaría, no crees? - dijo con su alegre expresión
Miluinel sonrió y dejó caer una lagrima. Glorfindel se acercó un poco y le tomó la cara con sus manos suavemente.
-No llores-
-No, ya no- dijo tímidamente la chica, esbozando una dulce sonrisa.
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Los días soleados habían vuelto desde hacía semanas. Y ese día en especial parecía empeñarse el cielo en estar más azul y el sol más caluroso que nunca, aunque ya el otoño iba comiéndose al verano y las primeras hojas amarillentas asomaban en los árboles. En un verde prado descansaban Luinil, Berianis, Galadwen y Miluinel, las cuatro inseparables amigas. En medio de ellas estaba Gadonen.
- ¡Míralo! Te das la gran vida, ¿verdad? - dijo Berianis divertida.
-Ah si no quieres que esté aquí nada más dime - replicó Gadonen
-Eres la persona más enojona que he conocido en toda mi vida - le dijo Luinil riendo
-Ah si verdad? ¡Pues si soy enojón es por que ustedes me provocan! -
Todas comenzaron a reír. En realidad Gadonen era un gran amigo, cuando cualquiera de ellas necesitaba un consejo él siempre estaba ahí... aunque los momentos divertidos también eran inigualables.
-Miluinel me trae comida, Luinil es mi consejera, Berianis me canta canciones y Galadwen... bueno Galadwen es mi compañera de descanso -
-Sí verdad, ¿Qué más puedes pedir? - dijo Miluinel
En ese momento llegó un joven mensajero con dos cartas.
- Correspondencia - dijo - y digan que me tomo la molestia de venir a buscarlas- dijo divertido el joven al verlas tan alegres descansando. Luinil tomó un sobre color añil, no tenía idea de quién pudiera ser. Miluinel recibió una carta de Laitalë, su nueva amiga de Bosque Verde. Sonrió ampliamente y la rompió el sello para leerla.
"" Aiya meldonya
¿Cómo va todo en Imladris? El Bosque Verde está muy bien, como siempre. Ya sabes, los grandes señores yendo de un lado a otro, arreglando asuntos y mandando mensajes, la misma movilización de siempre. Osanwë ha sido ascendido de puesto en la guardia, no sabes lo feliz que lo tiene eso. Por cierto, no dejaré de agradecerte que me hayas dejado sola con él ¡aunque en ese momento quise matarte!.
Estelwen ha sido mi amiga desde que llegó aquí, es una herborista. En principio no lo supe, pero ella vino de Lothlórien, lugar donde había pasado apenas una corta temporada. Quiso venir a vivir aquí, no sé en realidad por qué. Suele ser callada, aunque es una persona muy sabia, sin duda, creo que tiene bastante más tiempo en este mundo que nosotras. Te podría contar mucho más, pero primero necesito confirmar con ella, ¿sabes? Es un poco sospechoso que de pronto le esté preguntando cosas sobre su vida, creo que ya se las huele... en fin.
Miluinel, os comunico que Osanwë y yo estamos comprometidos; estoy feliz, más feliz que muchas otras veces y me parece que tuviste mucho que ver en todo esto. Todavía falta tiempo para la boda, ¡pero sería bueno que estuvieras aquí! Ya te contaré después cuando será la fecha
Tu amiga, Laitalë""
Miluinel sonreía con cada palabra escrita en el papel. Rápidamente se despidió de sus amigos y corrió a su habitación para responder la carta de Laitalë. Justo estaba sellándola cuando tocaron su puerta
-Adelante -
-Luinil te quiere ver- era Gadonen
-¿Ahora? -
-No, mañana - dijo irónicamente el elfo - claro que ahora, ¿si no para qué hubiera venido?-
-Bueno ya, enojón... -
Salieron de la habitación y caminaron por el pasillo, bajaron la escalinata y ahí estaba Luinil, con un papel en las manos, parecía nerviosa.
-¿Qué pasa? - le preguntó Miluinel a su amiga
-¿Te acuerdas de ese elfo de los puertos? -
-Ah del que te enamoraste - dijo, bromeando
-¡No me enamoré!- le respondió enojada - ¡pero me ha escrito! ¡si ni siquiera habíamos hablado mucho! -
Miluinel empezó a reir
-Cállate que no es cosa de risa -
-Ay no, perdóname, es un asunto muy peligroso - seguía bromeando
-¿Qué hizo que me escribiera? - se preguntó a sí misma
-Pues le gustas ¿qué más? -
-¡Ya! -
Luinil se lanzó contra Miluinel, tirándola en la hierba, ambas muriéndose de risa; en ese momento se cruzó por ahí Glorfindel, con equipaje y ropa de viaje.
-Alassëa arin' Señor Glorfindel - le dijo Luinil, aún desde el piso - ¿Se va de viaje?
-Enviaré un mensaje a Lindon yo mismo -
-¡Hasta Lindon! - decía divertida
-Sí, hasta allá... tengo ganas de ver a mucha gente, a una en especial - dijo sonriendo
Miluinel dejó de reir ¿"a una en especial"? vaya, así que era eso... pero entonces sacudió su cabeza levemente. "¿estás celosa?" se preguntó "eso nunca, él es sólo mi amigo... claro, mi amigo"...
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He aquí ostro capi vasca donde la protagonista estuvo de muy mal humor!! Bueno, al final se le compuso un poco jeje, en fin, vendrán unos cuantos momentos de tranquilidad donde me voy a poner muy romántica... hasta les va a dar un glaucoma de tanta azúcar jajaja y claro, claro, el misterio continúa!!
Mil gracias por sus reviews, son mejor que cualquier regalo!. Anariel, gracias por dejarme usar a tus personajes y muchas muchas gracias por tu linda amistad, a Elanta le agradezco enormemente sus consejos y sus opiniones, son muy provechosas!! A Nariko por su amistad y los buenos ratos que se pasan a su lado, y claro, por sus reviews!. Cari-Chan, muchas gracias también por hacerme ese favorcillo jejeje y por sus reviews que nunca faltan
(ya saben, sugerencias, comentarios y mentadas de madre a : hun_joro@hotmail.com)
