Varias semanas habían ya pasado desde que los ejércitos de Arnor y Lindon llegaron a Imladris. Todos los días numerosos soldados se preparaban intensamente mientras a cada minuto la presión aumentaba. El ajetreo era inminente, gente de un lado a otro, practicando, trazando planes, hablando... había una gran expectación y también un innegable aire de tristeza y preocupación. Todos los nobles alistaban a las jóvenes filas; los arqueros no dejaban un momento en paz los blancos de la galería y casi cada momento se prestaba para un buen duelo de entrenamiento con la espada. La tensión crecía mientras los días se atropellaban casi imperceptibles, cayendo como las hojas de los árboles abrazados por el otoño. Miluinel estaba contenta; los entrenamientos constantes eran un buen pretexto para siempre llevar su ropa de guardia y no ponerse vestidos. En ese lapso de tiempo tan agitado no había tenido ni siquiera tiempo de pensar o de ver a sus amigas: todos parecían tan ocupados!, Galadwen se había pasado los días en el observatorio con su padre que la comenzaba a enseñar sobre los astros. Berianis haciendo el lembas junto con las demás mujeres. Sólo había visto a Luinil y a Gadonen de vez en cuando, en las prácticas.

Fijó la mirada en el blanco, sacó una flecha de su carcaj y tensó la cuerda, enfocó la mirada y de súbito soltó un disparo que cortó el aire. Miluinel no había acertado justo al centro esta vez.

-¡Diablos! Necesito practicar más - decía para sí

- Hágalo de nuevo, y esta vez quiero que lo haga bien - dijo Rohedil que aleccionaba a los arqueros en ese momento.

Repitió la operación, pero ahora resultó mucho peor pues su flecha se había desviado aún más que la primera vez

-¿A eso llama disparar, Señorita? - dijo Rohedil

-Fue un mal tiro... - respondió, un poco molesta

- Eso es evidente ¡vamos! que esto no es un juego -

-Ya lo sé - decía enfurruñada. Si en esos días el nerviosismo le tenía el humor bastante pesado con las exigencias de su maestro se sentía a punto de estallar. Enfocó su mirada y sentía que hervía por dentro, sacó la flecha rápidamente y soltó el tiro

- No creo que sea necesario que se enoje para tirar bien - dijo Rohedil mirando la recién disparada flecha perfectamente centrada

- Si me enojé no es por que yo quisiera - dijo la muchacha frunciendo el ceño. El reservado elfo comenzó a reír alegremente. Miluinel se sorprendió pues esperaba cualquier reacción menos esa.

-No me mire así ¿acaso cree que no se reír? - decía, con una sonrisa. Era raro, sus verdes ojos tenían un extraño brillo que la elfa nunca antes había visto; todo su rostro parecía diferente, más alegre.

-Es que nunca lo había visto reír así -

-No cualquiera lo logra-

-¿Quiere decir que sólo alguien lo demasiado cómico puede?-

-No, nada de eso... sólo alguien como tú- dijo él, dejando de lado su normal tono severo, mientras la miraba fijamente. Miluinel se puso nerviosa, fue extraño, pues en aquella frase dejó de hablarle con el protocolo de cortesía. La elfa se había ruborizado tanto que le fue imposible ocultarlo aún cuando puso una mano en su frente.

-Continúe practicando, Señorita - dijo como si sintiera que alguien lo observara, como si volviera a la realidad

Trató de seguir la indicación, tomó una flecha más pero la mano le temblaba terriblemente y cuando soltó el disparo este fue a clavarse en un árbol cercano. Después de reír nerviosamente se dispuso a guardar sus armas.

-Será mejor que deje esto si no quiero provocar un accidente - se dijo.

Mientras caminaba hacia donde tomaría un baño de agua muy caliente (en realidad le encantaba bañarse a altas temperaturas) vio, no tan lejos a dos noldor que combatían con las espadas. Enfocó la mirada

-Ah, ese debe ser el joven Aradan - se dijo al observar aquel oscuro y ondulado cabello- y el otro es... es Glorfindel - concluyó. Se quedó mirándolos y soltaba risillas espontáneas, pues era un muy singular enfrentamiento. Pero después la cara le cambió, después de echar una última mirada a los elfos

-Esto no tiene ningún caso... - dijo tristemente y continuó su camino.

*

Miluinel se había puesto un sencillo vestido blanco después de un largo baño. Aún le dolían un poco las manos pues estuvo todo el día practicando con el arco. La noche llevaba un aire fresco que movía algunas delicadas nubes en el cielo de azul y plata. Caminaba lentamente por los corredores, disfrutando a cada momento su querido Imladris, aquel tranquilo y hermoso lugar...

-Alassëa lóme - dijo una dulce voz desde uno de los jardines. Era Galadwen que estaba acompañada por Berianis (buenas noches)

-¡Alassëa lóme, ahora mismo bajo! - dijo Miluinel, apresurando su paso para llegar con sus amigas. Estaban sentadas sobre una pequeña banca, mirando el estrellado cielo

-Parecía como si no nos viéramos hace años - dijo Berianis mientras Miluinel se acercaba- supongo que los entrenamientos te han tenido ocupada -

-Claro, pero no soy la única ¿cómo va ese lembas? -

-De maravilla, hoy hemos terminado, con ritual de consagración y todo - dijo riendo la alegre elfa de rojizos cabellos

-¿y tú, espía de los astros? - preguntó, dirigiéndose a Galadwen

-Ahora parece que mi padre se ha empeñado en que aprenda todo de una vez; no sabes! Las estrellas dicen aún más cosas de las que pensamos! -

-¿Qué cosas, joven astróloga? - una hermosa voz venía desde el ventanal arriba. Las tres elfas voltearon sorprendidas, pues se creían solas. Vieron el resplandor argénteo de unos largos cabellos y hasta entonces se percataron: era la princesa Celebrían - es difícil no escuchar vuestros comentarios si están en el patio de mi dormitorio -

Las tres jóvenes se miraron con vergüenza ¿cómo no haberse dado cuenta de que precisamente ese jardín el de los aposentos de la princesa?

-Te dije que no nos metiéramos, ah no, pero la dama Galadwen quería venir justo aquí- decía Berianis muy bajito y en tono reprochador

-Disculpe usted, mi Señora; no nos dimos cuenta de que era su jardín, ahora mismo nos retiraremos -

Celebrían río

-No os preocupéis, que no me habéis molestado... pero aún no ha contestado usted mi pregunta - dijo, dirigiéndose a Galadwen

-Es que yo... bueno, no soy todavía una experta realmente...- decía Galadwen con una sonrisa nerviosa

-Vamos, lo que puedas decirme será bueno -

La elfa asintió y miró hacia arriba por un rato, a veces parecía que murmuraba algo y señalaba también algunas cosas... permanecieron en silencio hasta que Miluinel se impacientó

-Mejor dile que no sabes y ya - dijo bromeando

-¡Cállate tú! - dijo y después se volvió a Celebrían para decirle lo poco o mucho que pudo ver

- Una bendición vendrá para usted, mi señora. Cuando el día a punto esté de ser noche, entre el verano y el invierno... quebrando el cielo multicolor, una estrella- hizo una pausa - y dos árboles de vida para cada uno de sus ojos - finalizó la joven astróloga

- Dice cosas muy bellas, Dama... -

-Galadwen - dijo, haciendo una respetuosa reverencia. Miluinel y Berianis hicieron los propio también, pues se habían quedado calladas todo aquel tiempo mientras su amiga interpretaba los mensajes astrales para la princesa. En ese momento, Celebrían se despidió de ellas, como si recordara algo que había dejado pasar.

-Vaya es más hermosa de lo que creí, nunca la había visto tan de cerca...- dijo Miluinel cuando ya la princesa se alejaba

-Yo tampoco, de hecho creí que era de esas princesas muy mimadas - apuntó Berianis

-Sí, de hecho- dijo Galadwen - pero nada que ver con eso, me pareció muy linda; si fuera una princesa mimada habría mandado a un par de guardias a sacarnos de su jardín -

Berianis comenzó a reír

-Y mira qué desvergüenza, seguimos aquí! - dijo Miluinel riendo también - oigan, ¿por qué no vamos a dar una vuelta por el campamento? Me parece que hoy hay algo de música -

-¿Allá... con los soldados?- preguntó Galadwen un poco insegura

-Claro, ¡que no hacen nada! -

-Yo voy - dijo Berianis levantándose por fin de la banca

-Tendremos que ir por Luinil también, ¿saben donde está? - preguntó Miluinel

-Con Isilnar, no se despega de él - respondió Berianis

-Bueno, que no venga y ya - dijo Miluinel enfadada

La elfas caminaron hasta salir del palacio y fueron hasta el lado más ancho del valle, que estaba rodeado de árboles con los colores del otoño. Ahí se veían varios puntitos de luz rojiza. Mirando un poco más a la izquierda había un conjunto más grande de luces y varios soldados alrededor de un fuego.

-No llegaremos así como así ¿verdad? - apuntó Galadwen

-¿No, verdad? Mejor hay que ir detrás de los árboles- propuso Miluinel. Comenzaron a moverse sigilosamente hasta estar muy cerca de aquel bullicioso grupo de soldados. Eran bastantes, entre edain y elfos que compartían los cantos, las historias y la música. Era, para ellos, una tregua antes de enfrentar su destino. Las tres elfas los miraban con curiosidad, en especial a los jóvenes edain, en realidad no habían tenido trato cercano con ninguno y era curioso observarlos, tan diferentes y tan parecidos a la vez; todos con barba o por lo menos con rastros de ella, en los ojos como una chispa, un brillo agitado y lleno de prisa por vivir. Las fuertes constituciones, las voces, ásperas y profundas. A los elfos los conocían bien, a veces parecían serios, pero los más jóvenes eran bastante alegres. Ahí estaban algunos de los noldor que habían llegado de Lindon: el más notable era el joven Aradan, el caballero Hirwë... parecían divertirse tanto que las elfas ya no pudieron quedarse solamente mirando

-Anden, ya, vamos - dijo Berianis, animando a sus amigas

-Como que yo mejor me regreso... - dijo Miluinel

-¡Qué te vas a andar regresando! Vamos! -

Las tres elfas llegaron disimuladamente, como si "pasando por ahí se hubieran encontrado con que había música".

-¡Hola Miluinel! - saludó un joven del ejército de Arnor. Ella era ya un poco conocida entre ellos pues practicaban juntos y su destreza con el arco no la hacían pasar desapercibida.

-¡Hola Bereg ! ¿Festejan algo en especial? -

-Ah no, ya sabes como pasan estas cosas, uno se pone a cantar, llegan los demás, empieza el alboroto y bueno, aquí estamos - decía animado el edain. Galadwen y Berianis lo miraban con curiosidad y la manera en que hablaba les parecía divertida; apresurado y sin aquella extremada cortesía con la que los caballeros elfos hablaban siempre.

-Ellas son mis amigas, la dama Galadwen y la dama Berianis-

El joven hizo una cortés reverencia y besó la mano a ambas elfas

La música era peculiar; el brillante timbre de las flautas élficas combinado con los timbres ardientes de los instrumentos de los edain; los huecos pulsos de los tambores de todos tamaños y el metálico sonar de los cascabeles llenando el vacío silencio al lado de las delicadas arpas. Berianis pensaba que sólo faltaba algo: una buena voz

- ¡Caballeros! - dijo alzando la voz para llamar la atención- ¿os gustaría que os cantáramos algo? -

-Sería un honor para nosotros - respondió Bereg sonriendo

-Entonces así será -

Berianis se acercó a Galadwen y Miluinel y les propuso cantar algo entre las tres.

-¿Estás loca? Y yo quería pasar desapercibida - le dijo Galadwen

-Bueno, ya estamos aquí...-

las elfas hicieron una pequeña seña a los músicos. En tres tonos diferentes, sus hermosas voces, al principio tímidas, hicieron callar el alboroto de todos

"En un sueño

rompí y vacié una copa

llena de primavera...

En el mar de los cielos

Sobre olas de nubes

La barca de la luna

Parece que navega

Entre un bosque de estrellas"

La pequeña canción se descomponía en partes que cada quien cantaba a diferentes entradas, si el sonido se hubiera podido ver sería como una tímida lluvia de estrellas.

"Parece que navega

En el mar de los cielos

Entre un bosque de estrellas

La barca de la luna

Sobre las olas de nubes"

Todos rieron, la canción era animada y hermosa. Lo mejor era que al mirar hacia arriba se encontraban con aquella que daba inspiración a tan sencillos versos. La música continuó otro rato más. Bailaron, rieron y cantaron todavía más. Miluinel, cansada se sentó en una de las improvisadas bancas que estaban alrededor del fuego

-¿Cansada, dama Miluinel?-

-En realidad sí, joven Bereg, estuve practicando todo el día -

-Falta poco para partir -

-Sí... Bereg, tú eres joven, ¿por qué viniste a pelear? -

-"La muerte alcanza incluso al que evita el combate" me dijo alguna vez mi padre... y si la he de encontrar será mejor verla de frente y luchando por aquello que lucharon mis antepasados -

-Me resulta extraño, pensar en la muerte.... pero no he dudado un solo momento, sabes? Yo también moriré si así lo quiere el destino defendiendo todo lo bueno que hay aquí- dijo la elfa de castaños cabellos mirando al cielo. Bereg sonrió. La noche se dejó ir ruidosa, hasta que el cansancio invadió a todos y uno a uno se fueron retirando. Las elfas se habían divertido mucho y caminando con sus últimas fuerzas llegaron hasta sus casas y habitaciones.

******************************

Sólo quedaban dos días. Dos días. A Miluinel le sonaba imposible.

-¿me trenzarías el cabello? - preguntó Miluinel a Luinil, que se encontraba en su habitación aquella fresca mañana

- Claro - dijo, aproximándose y tomando un cepillo del pequeño tocador de Miluinel- ¿Cómo lo quieres? -

-Hoy quiero algo especial... ¡y que no se enrede en la cota de malla! La última vez que me hiciste una trenza sucedió eso, no sabes cuánto duele - Luinil se echó a reír, le encantaba cuando su amiga estaba de buen humor.

-Prometo que no lo haré... por cierto, hoy nos darán la armadura que llevaremos a... -

-Sí, por eso quiero un buen peinado -

- Miluinel...¿No tienes miedo? -

La elfa no contestó inmediatamente. Se miró un momento al espejo y después miró el reflejo de su amiga

-Claro que tengo miedo, Luinil - al decir esto dejó de lado su tomo bromista

- Es que yo ni siquiera puedo estar de buen humor -

-Ya sabes que cuando estoy nerviosa digo bastantes tonterías... y siempre te hacen reír, soy objeto de tus burlas - Miluinel no se podía contener con aquello de las bromas. Ambas rieron. Después de un rato y cuando el peinado de Miluinel estuvo terminado, salieron hacia la galería militar, donde se probarían las armaduras.

-Señoritas, siempre puntuales - dijo Rohedil con una media sonrisa al verlas llegar

-Alassë' Arin' Señor Rohedil- dijeron casi al mismo tiempo .(buenos días).

- Ahí están las armaduras- dijo señalando- dispongan de una y no tarden demasiado... Ah y usted, Miluinel, busque una cota de cuello corto y no tome yelmo; recuerde que usted capitaneará a una escuadra de arqueros -

Le recorrió un escalofrío por la espalda al oír eso. Las elfas avanzaron hasta donde estaba el equipo y tomaron uno. Fueron a una cámara cerrada, pues no se cambiarían en frente de todos los soldados... a veces parecía que olvidaran que había mujeres en el regimiento.

-Primero, la ropa de algodón, perfecto. Las botas, las protecciones de las botas... - decía Luinil mientras se vestía

-Después el traje de lana... oye, esto está muy bonito - le respondió Miluinel señalando las hermosas ropas púrpuras con tintes verdosos que complementaban la armadura del ejército.

-Ahora, la cota de malla - continuó Luinil- uf! Vaya que es difícil ponerse esto -

- El traje de piel y encima la armadura - puntualizó Miluinel, colocándose cuidadosamente la ligera armadura élfica: de un dorado pálido que a veces se transformaba en verde patinado cerca de los bordes. Al final ambas se pusieron la capa, los guantes y se ajustaron las armas. Luinil salió con el yelmo entre los brazos. Se sentían extrañas, no podían negarlo.

El día fue difícil; trabajo duro, minuto tras minuto había que seguir y practicar, practicar... a medio día, mientras tomaban un breve receso Rohedil se acercó a Miluinel

-Está trabajando bien... pero ahora necesito que me acompañe -

-¿A dónde? -

-A ver al Rey Gil-Galad y al Rey Elendil, junto con los otros nobles -

-¡¿Qué?! Pero... yo... ¡no puedo hacer eso! -

-Nos desplazaremos en escuadras de cien soldados, lleva a cargo a los arqueros de una, o sea, a la mitad - dijo mirándola gravemente - y los grandes dirigentes la tienen que conocer, ahora, ¿vendrá?-

-Pues si me lo pone de ese modo... -

-Deje de lado la timidez, vamos, que si está usted aquí es por que tiene capacidad -

Miluinel asintió. Caminaron un trecho hasta el pabellón real, donde las estrategias y planes se discutían y se llevaban a cabo. La elfa miró a los hombres que estaban rodeando una mesa repleta de mapas. Había gente importante ahí: Cirdan de los Puertos, con su expresión eterna de serenidad; capitanes de los otros ejércitos; los hijos del Rey Elendil, grandes hombres de distinguido e innegable linaje numenóreano... y a los dos grandes reyes: un noldo de oscuros cabellos, con una sencilla corona plateada sobre su cabeza, unos ojos grises que a veces parecían azules, de esos ojos que tienen fondo, que se extienden hacia dentro de las personas... un rostro perfecto y noble. Elendil y su mirada seria; un edain que recordaba a aquellos que se narraban en las historias de los días antiguos.

Rohedil se acercó junto con la muchacha. El Rey Ereinion levantó su mirada de los mapas y entonces, ambos elfos hicieron una profunda reverencia a los dos reyes.

- Majestad, ella es la dama Miluinel, un excelente elemento para dirigir a la escuadra 45, de arqueros y milicia -

-¿Así lo considera usted? -

-Absolutamente -

-Entonces así será - dijo mirando a la elfa

-Con su permiso, majestad, tengo obligaciones que cumplir con los soldados -

-Adelante, Rohedil -

Miluinel lo miró con cara de circunstancia ¡la había dejado sola frente a los reyes!

-No es del todo común ver a una dama dirigiendo una tropa - dijo Elendil, con una expresión amable

-Estoy de acuerdo - afirmó Gil-Galad - pero confío plenamente en las decisiones del los hombres de Elrond -

-Tengan ustedes por seguro, majestades, que no os fallaré en mi tarea - dijo Miluinel dirigiéndose a ambos reyes con algo de esa informalidad que tenían los jóvenes elfos. Hizo de nuevo sendas reverencias y se retiró del pabellón.

-Uf! He salido viva! - se dijo a si misma dando un suspiro. Vio pasar a Glorfindel, llevando de la mano a la dama Arien. Gruñó ligeramente de nuevo; quiso hacer como si nada pasara pero le fue imposible, no podía dejar de mirarlos.

*

Se revolvía en su cama; no había podido descansar un solo momento, pues esa era ya la última noche que pasaba reposando tranquilamente en sus aposentos. Tuvo todo listo desde la mañana anterior: sus vestimentas, sus armas, había ido a ver a su caballo personalmente, de hecho, había estado con él toda la tarde; no quería llevarlo hasta allá, pero era necesaria la caballería de exploración para las tropas. Pensaba en todo y en nada, miraba el techo tallado de su habitación, el resplandor de la noche colándose por los ventanales.... Los planes de estrategia, el flanqueo, la formación a cuadro... no podía descansar su mente! Sólo hasta ya muy entrada la noche fue cuando no pudo más y dejó por fin todo aquello.

Se levantó muy temprano; poco después de que se desperezara llegó Luinil a cumplir su promesa de hacer una buena trenza para ella.

-Ahora sí, aquí estamos. El tiempo ya se nos vino encima- dijo Luinil

-Ahora sí - dijo riendo levemente - no podemos ir hacia atrás -

- Mi madre me ha dado sus bendiciones y... parece que me ha comprendido -

-No sabes cuanto me alegro - respondió con la cara emocionada, volteando a ver a su amiga

-Más me alegro yo, y no te muevas! No querrás que esto salga chueco - -No, no -

Estuvieron un rato más preparándose y hablando de su infancia, de cuando se conocieron y jugaban saltando de un árbol a otro, mojándose en las cascadas y corriendo por el bosque. Ahora, seguían juntas, pero en una situación muy diferente.

El campamento había sido levantado por completo. Las tropas estaban alineadas perfectamente; los soldados tenían semblantes nerviosos, tristes o emocionados. Los reyes y nobles lucían aún más majestuosos de lo que se veían siempre; Elrond llevaba una hermosa armadura dorado oscuro y una capa azul que le daba todavía más magnificencia. Los estandartes de Lindon y Arnor ondeaban con el aire matutino; Las casas de Imladris se habían vaciado pues todos estaban despidiendo al numeroso ejército. La dama Celebrían, acompañada por la dama Arien, no se apartaba un momento de Elrond. Ahí estaba también Círdan, Glorfindel, Lindir entre otros nobles, hablando, dirigiendo, organizando...

Miluinel estaba junto con Luinil, que marcharía en la misma tropa. Su abuela y su madre despedían a sus respectivos esposos, que irían en los escuadrones principales. Galadwen y Berianis acompañaban a sus amigas; parecían casi igual o más nerviosas que ellas.

-No quiero que les pase nada - decía Galadwen

-No se preocupen, estaremos bien - les respondió Luinil tratando de ocultar su nerviosismo, pero era imposible. Miraba a todos lados, buscaba a Isilnar con la vista, a su padre, a su abuelo... y ahora a Miluinel, que se había ido de ahí donde estaban.

-Esperen, dejen busco a Milui, ¿dónde se metió? -

Caminó entre los soldados y se topó con Gadonen

-Gadonen, ¿no has visto a Milui por aquí?-

-Sí, paso hace un momento... ¿estás nerviosa, verdad?-

-Claro que lo estoy, tú deberías de estarlo también -

-Pero no estoy- dijo sonriendo

-Gadonen, no llegaremos juntos, pero te veré allá a menos que ocurra algo. No te arriesgues demasiado, por favor, sabes que las cuatro te queremos mucho -

-Bueno, un soldado tiene que ser arrojado, pero me cuidaré, lo prometo... y ustedes protéjanse también, no sé con qué ideas nacieron de que las mujeres tienen que ir a la guerra pero en fin...¡las quiero volver a ver a las dos! -

Luinil negó con la cabeza mientras sonreía. Avanzó para ver si veía a Miluinel, pero entre tanta gente no distinguía a nadie

No muy lejos estaba la aludida, hablando con Glorfindel, que aquel día se veía especialmente distinguido; su armadura dorada relumbraba con el sol y su capa nívea ondeaba igual que los estandartes. Aún con su alegre expresión, parecía intranquilo

- Parece usted preocupado -

-Sí, en realidad lo estoy... -

-Bueno, creo que no habrá nadie aquí que esté contento de ir para allá -

-Dama Miluinel, tenga mucho cuidado, no me gustaría que os pasara algo -

La elfa movió la cabeza hacia un lado y después asintió

-Tendré cuidado, eso os lo puedo asegurar - dijo sonriendo inocentemente.

- Muy bien, pues el momento está cerca-

-Sí, yo... tengo que ir... allá- dijo nerviosamente mientras señalaba a su escuadra

Glorfindel le sonrió: era innegable que en sus ojos había una gran preocupación por todos aquellos a quienes quería: grandes amigos realmente. Pasó una mano por el cabello de Miluinel

-nai Eru varyuva len - le dijo (que Eru os guarde)

-A usted también - respondió y se alejó.

Llegó Luinil y la tomó del brazo rápidamente, para que no se le escapara de nuevo

-¿Dónde estabas? -

-Ah... por ahí nada más -

-Te estaba buscando y tú! Tan tranquila! Vamos, no hay que alejarnos ya -

-Perdón, perdón... -

- Oye, y ya no tienes por qué estar enojada con la dama Arien -

-¿De qué hablas? Eso en realidad no me importa - dijo fingiendo indiferencia

-Ya, no te hagas- hizo una pausa y miró a los lados, cuidando que nadie la escuchara -Ella está casada - dijo en voz muy baja

-¡¿qué?! -

-¡Shhh Cállate!, no querrás que todos se enteren -

-¿C...casada?¿Con.... quién? - dijo sintiendo que le faltaba el aire.

-Con el rey Ereinion -

Miluinel se quedó boquiabierta sin poder articular una palabra

-Pero no le digas a nadie, por favor promételo, que yo me enteré de contrabando - dijo riendo traviesa

-¡Por Eru! Soy una estúpida - dijo apretando los dientes y llevándose una mano a la cara. Luinil se echó a reír al ver la reacción de su amiga

-¿Señorita Miluinel?¿ Me permitiría un momento? - las elfas vieron a Rohedil no muy lejos

-Claro - respondió - espérame allá, no tardo- dijo dirigiéndose a Luinil

-¿De qué se trata? -

El elfo la condujo un poco más lejos de donde estaban todos.

- Ahora que el futuro se nos vino encima, no lo sé; sentí la necesidad de deciros esto-

-¿Decirme qué? - preguntó con curiosidad, pues no le estaba hablando como solía hacerlo siempre

- Miluinel... acepta esto, como un regalo - dijo extendiendo su mano. Llevaba una cadena fina que parecía de mithril con un delicado colgante en forma de flor, roja y muy brillante.

-Pero ¿por qué? - dijo mientras observaba la joya, no parecía cualquier cosa.

-Por que yo...- hizo una pausa- os amo, vanimelda (hermosa elfa)- dijo mientras la miraba a los ojos - pero no os sentáis comprometida a nada, es sólo que quería, no lo sé... hacérselo saber - complemento, apresuradamente.

-Pues... yo... -

Rohedil puso suavemente un dedo sobre sus labios

-No digas nada - le dijo tristemente - Vamos, se hace tarde -

Miluinel asintió y caminó rápidamente hasta donde estaba su escuadrilla.

-¡Me voy a volver loca! - se dijo a si misma mientras llegaba, con todos los colores subidos a la cara y con un montón de cosas dándole vueltas en la cabeza.

La campana de plata sonó limpiamente, apagando el bullicio que había en todo el valle. La mirada de Luinil se encontró con la de Miluinel; se dieron un último abrazo con sus queridas amigas, como si quisieran prolongarlo una eternidad... pero el llamado había sido dado. Los soldados se alinearon perfectamente y un cuerno retumbó en todas las paredes rocosas. Miluinel subió a su castaño caballo. Las tropas se comenzaron a movilizar poco a poco hasta que tocó a ella guiar a los soldados. Sus ojos de agua se posaron en el vasto horizonte... había mucho que hacer... y mucho por qué pelear.

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Waaaaa ahora sí llegó, llegó la guerra! Que miedo! Pero no sólo la guerra, pobre Miluinel, le sueltan todas las noticias así a las bravas, se va a volver loca! Esto quedó un poco cortito pero no iba a quedar bien si metía ya parte de la marcha, pues iba a quedar como cortado; pero no se preocupen jejeje que no me tardaré tanto en subir el que sigue. El verso de la canción es un poema muy antiguo oriental, no crean que tengo metáforas tan buenas! Ja! Muchas gracias por sus reviews, me ponen contenta!! A Anariel por su ayuda, sus sugerencias y su amistad, gracias ^-^. A Elanta por sus siempre tan útiles (y alentadores) reviews, a Cari-Chan (eeeey me calabacee a tus personajes un ratito, espero que no te haya molestado :P) por sus reviews y por incluir a mis personajillos en sus fics. A Nariko también muchas muchas gracias. A Éowyn 007 le agradezco sus reviews.

Tenna rato!