Estaba realmente cansada. Pocas veces había estado tanto... las manos que se aferraban a las crines de un blanco caballo le temblaban y estaban como lánguidas... sus ojos siempre miraban al camino y a veces parpadeaba muy lentamente. El camino de vuelta había sido no menos duro que el de ida. Se habían enfrentado con grupos dispersos de orcos y lobos en los pasos montañosos. Miluinel no tenía más fuerzas, ver una sola gota de sangre más, fuere de quien fuere le producía una sensación de nausea y debilidad que no podía controlar. Su rostro lucía pálido y sus ojos no brillaban como de costumbre, estaban apagados, como una joya empolvada...

El valle ya se veía a lo lejos. Habían pasado diez años desde que la elfa no contemplaba el bello bosque de hojas verdes, rojas y amarillas que cubrían las esbeltas construcciones élficas. Pudo escuchar a lo lejos el cauce del Bruinen, vivo, implacable y protector como siempre. Escuchar el agua le quitó un poco de peso a su oprimido corazón. Era muy temprano, el sol todavía no salía y los lúgubres aullidos de algunos lobos todavía resonaban en lo alto de la montaña que acababan de bajar. El invierno era como un animal terco que no se quería ir. Su aire todavía soplaba helado y la bruma impedía que la numerosa caravana avanzara más rápido. Había sido un viaje silencioso, si algo se había extrañado del regreso fueron las palabras. Todos los soldados estaban como vacíos, como si no pudiesen llorar más ni encontrar motivos para sonreír, aunque poco a poco se iban sintiendo aliviados mientras se acercaban a sus hogares.

La brisa finísima, casi imperceptible de los rápidos del Bruinen hacía a sentir a Miluinel un poco más aliviada, un poco más cerca de su casa. Durante el retorno había pensado como nunca en su padre; noche tras noche el día en que se despidió de ella, en que lo vio por última vez no dejaba de repetirse. Casi olía de nuevo sus cabellos cuando le dio aquel último abrazo lleno de amargura... las palabras se paseaban por su cabeza, llevándola a un lugar donde sólo existían los recuerdos, donde no había tiempo... sólo pensaba en el antes y nunca en el mañana... el mal por fin había sido aplacado, aunque en el fondo todos los elfos sabían que podría regresar. Pero también poco apoco se iban cansando, se iban llenando de una perpetua melancolía...

Antes del amanecer, Imladris les esperaba impaciente

-Estoy cansada- dijo de pronto Miluinel, que llevaba días sin decir palabra. Apenas perceptible, apenas notable para la música de aquella nueva mañana que le quitaba el velo de penumbras al valle

-Ahora podremos descansar por fin- le respondió con la voz pesarosa, pero dulce, Aradan, que cabalgaba lentamente a su lado. Todos habían perdido tanto...

Cruzaron en silencio el estrecho puente de piedra, que los llenaba de fresco rocío matinal. El aire era ahora menos pesado, todo parecía envuelto en un brillo sereno... para recibirlos había varios elfos vestidos sobriamente. Estaban parados y silenciosos. La caravana se detuvo y todos bajaron de sus caballos. La dama Celebrían era como una llama plateada embellecida por el brillo de una luna que todavía no se iba, detrás estaban más elfos, en su mayoría mujeres, que buscaban con los ojos a sus esposos, hermanos y padres... no eran demasiadas, muchas ya se habían marchado con los restantes soldados de la caravana anterior, donde habían llegado la mayor parte de los elfos nobles de Imladris... se habían ido ya bastantes familias hacia los puertos grises, elfos que no tenían nada más en la Tierra Media, nada, más que tristeza... En esta caravana, que era de las últimas, venía el Señor Elrond pues no había querido llegar antes dejando a sus hombres regresar solos. Parecía cansado, pero con sólo ver a la Dama Celebrían muchas penas se aminoraron, sus ojos grises brillaron por un momento y olvidando el protocolo y todo lo demás, ambos se dieron un abrazo.

Miluinel había bajado ya de su caballo y bajaba las pocas cosas que traía consigo. La única que realmente le importaba era el arco de su padre, que ahora estaba un poco sucio y maltratado. Sólo pensaba en subir la larga escalinata blanca, caminar por el pasillo y entrar en su habitación que recibía al sol por la ventana... dejarse caer en la cama y dormir con los ojos bien cerrados, perdida, lejos... Una mano tocó su hombro

-¿Dama Miluinel? ¿Se encuentra bien?- preguntó una voz; apenas se volvió se encontró con una hermosa sonrisa, aunque fatigada. Era Glorfindel

-Estoy cansada...- respondió la elfa con un hilillo de voz al momento que se tambaleaba y se agarraba del caballo para no perder el equilibrio

-Sería bueno que os acompañara- dijo el rubio noldo, deteniéndola.

-No se moleste, Señor...- la frase quedó sin terminar, pues la delgada elfa se había desvanecido cayendo al suelo.

-¿Qué le pasa?- preguntó Aradan preocupado

-No lo sé, se veía cansada; llevémosla a su habitación- respondió Glorfindel tomando el brazos a la elfa que permanecía en un estado de inconciencia como si durmiera profundamente.

Mientras subían la escalinata y caminaban por el pasillo, Aradan notó algo raro

-No creo que esto sea sólo cansancio- dijo, tocando los párpados de la elfa, que habían adquirido un tinte violeta

-¡¿Qué es esto?!- preguntó espantado Glorfindel, al notar también una especie de anillos púrpuras alrededor de los labios. -Será mejor que la llevemos con Elrond... no me importa que esté cansado- dijo entonces, dando media vuelta y caminando rápidamente

Llegaron hasta la sala de estar anterior a los aposentos privados del señor de Imladris. Dejó a Miluinel recostada en un sillón y Aradan se sentaba en otro, mirándola inquietadamente. A Glorfindel no le importó la cortesía en absoluto y tocó la puerta fuertemente. Un cansado Elrond les abrió casi de inmediato, frunciendo el ceño

-¿Glorfindel? ¿Qué pasa?-

-Es la dama Miluinel, no sé qué le sucede, pero parece grave-

Elrond miró a la elfa que yacía tumbada en el sillón y se acercó. Apenas respiraba, la cara estaba pálida realmente, casi blanca... y los ojos estaban como teñidos por un violeta ahora más intenso... alrededor de la boca sucedía lo mismo; el cuerpo estaba helado

-¿Fue herida en combate?-

-Sí... hace menos de una semana, pero insistió en partir- respondió Aradan, recordando la flecha que había recibido en un costado.

-Háblame de la herida- dijo Elrond de nuevo, sin dejar de mirar a la elfa

-Fue una flecha, casi la atraviesa... en el costado derecho... no, izquierdo. Era una flecha negra, estuvo dormida por tres días pero parecía que se había recuperado- decía el joven elfo rápidamente. Elrond tuvo que desgarrar las ropas sobre el lugar donde había sido herida.

-Ay no...- dijo, poniendo una expresión entre enojada y alarmada- Ayudadme, la llevaremos a una cama; y tendrá que ser rápido, parece un envenenamiento-

Glorfindel de nuevo la cargó, sintiendo su helado tacto, casi mortal. Llegaron a una habitación enorme, de ventanas abiertas y una cama en el centro, velada por una bella escultura de madera blanca en la cabecera. Ahí Elrond tenía sus hierbas e instrumentos de curación.

-¿Qué le pasa?- preguntó Aradan, al ver la que ya parecía una herida cicatrizada de nuevo abierta y viva, con una oscura coloración.

-Tenía veneno. La flecha tenía veneno- dijo Elrond, concentrado en su trabajo - será mejor que salgan-

-La curarás, tú sabes hacerlo- dijo Glorfindel fingiendo tranquilidad- ¿No es así, Elrond?-

-No lo sé... pasó mucho tiempo. Vamos, vamos, salgan-
La elfa comenzó a balbucear algunas palabras, pero eso no era ninguna buena seña, a causa del tipo de envenenamiento.

-No... resiste...- decía Elrond, mientras mezclaba preparados curativos. La herida lucía bastante mal, pues el veneno había permanecido ahí por mucho tiempo y ahora estaba actuando de manera rápida; no perdonaba un solo minuto, invadía como una espesa e imborrable mancha el cuerpo de la elfa.

° ""La locura está al acecho escondida entre estas paredes de amargura negra de agonía y sol sin brillo rescátame de esta tenebrosa pesadilla estoy cansado sin aliento exhausto como si arrastrara siglos de dolores"

"Miluinel... ¿dónde estás?.... ella escuchó esa voz de nuevo, una voz cristalina y brillante como el agua al medio día.... ¿Quién eres?.... no eres nadie, por que no tengo ya a nadie. -¿estoy muerta? - se preguntaba mirando sus manos deshacerse y volverse a formar como arena de dunas pálidas. -Aquí no hay paz, ni en ningún lugar a donde vaya- repetía en aquel agujero de vacío y oscuridad.... "" ° *

-¿Cómo está la muchacha?- preguntó la diáfana voz de Celebrían aquella mañana donde el sol brillaba como no lo hacía de tiempo atrás. Las aves trinaban todavía tímidas en la joven primavera que abrazaba el valle. La dama estaba sentada en una banca de los jardines de la casa, hablando con su esposo, a la sombra de un pequeño castaño.

-Todavía no lo sé. Ha mejorado, pero sigue en un letargo-

-¿A causa del veneno?-

-Sí, a causa del veneno y también de las penas-

-No me digas que podría... morir-

-No penséis en eso, dama mía...- dijo Elrond, tocando la mejilla de Celebrían suavemente

-Este lugar se siento un poco... vacío-

-¿Sólo un poco? Más de la mitad de los que aquí vivían han partido. No os había dicho, pero pronto llegarán algunos elfos de Lindon y unos cuantos de Bosque Verde-

-Será esto como una morada... la última morada- dijo Celebrían, sonriendo con dulzura y nostalgia a la vez.

*

Glorfindel descansaba en uno de los prados del valle, por donde corría un río bastante cerca y se podía escuchar su rumor, como una canción de cuna para dormir elfos. Aunque era un prado cercano al puente del Bruinen, estaba lo bastante oculto como para nunca ser molestado. Su mente estaba perdida en las formas que creaban las nubes en un celeste del cielo idéntico al de sus ojos. Sus cabellos dorados parecían esparcidos por la verde y suave alfombra de hierba; algunas abejas zumbaban cerca de su oído y se posaban en las blancas flores. A veces podía escuchar lo que decían

-"La flor caída va volando a su rama.... ¡es mariposa!"- dijo entonces la abeja siseando

El elfo de dorados cabellos soltó una triste risilla; el tiempo nunca había sido tan duro y lento para él como en aquellos 10 años de guerra... tal vez sólo antes, mucho antes, cuando todavía era un elfo orgulloso de una ciudad igual de orgullosa y bella que se levantaba en un paraíso perdido...

Los pasos ligeros de un corcel al parecer élfico lo sacaron de su descanso; levantó la cabeza lentamente y vio a Lindir, escoltando a un par de elfos que no llevaban la capucha puesta; sería casi un crimen no disfrutar del calor del sol primaveral. Era una elfa joven, de negros cabellos, acompañada de otro elfo parecido a ella... ambos se lucían jóvenes. Pensó, acertadamente, que debían ser algunos de los elfos que llegarían de Lindon para vivir ahora en Imladris.

Ya no pudo descansar más, pues otra cosa le preocupaba también: Miluinel; llevaba casi una semana sin abrir los ojos, y tampoco decía ya nada, como los primeros días. Sabía lo que la pequeña elfa estaba sufriendo... aunque a decir verdad, ya no parecía tan pequeña, como si aquellos 10 años le hubiesen pesado como más de mil... Se levantó y se dirigió de nuevo a la casa, para ver cómo se encontraba. Aquel era un día hermoso como para que ella se lo perdiera, pensó.

Su sonrisa había vuelto, aunque no lucía del todo tranquilo... llevaba el cabello suelto, lo que le daba una apariencia diferente a la habitual, y más en aquel momento, pues lo llevaba lleno de hojitas y hierbas, por haber estado acostado en el prado. Vestía sencillamente, con telas finas y claras, propias de la estación. Subió por la escalinata animosamente.

-Aiya Celebrían- le dijo sonriente a la dama que estaba por ahí en ese momento

-Aiya Glorfindel... ¿vais a ver a la jovencita?-

-Habéis leído mis pensamientos- dijo, siguiendo su camino.

Cuando llegó a la habitación Elrond salía de ella, con una media sonrisa

-¿Cómo está?-

-Míralo tú, por fin de ha despertado-

Glorfindel sonrió como siempre y entró en la habitación. Miluinel lucía como desconcertada y su rostro aún se notaba débil, pero ahora estaba de nuevo ahí.

-Aiya Miluinel-

-Aiya- respondió muy bajito, incorporándose en la cama

-¿Os sentís mejor?-

-No lo sé... el Señor Elrond me ha contado ya lo que me pasó; vaya, todavía no creo haber estado dormida tanto tiempo-

-Lo mejor es que os encontráis bien- dijo sonriendo el rubio noldo

-Señor Glorfindel... ¿están aquí Galadwen o Berianis? Ni siquiera pude verlas el día que llegué-

-No, Miluinel... partieron a los puertos también, junto con la familia de Luinil; sabes que perdieron a muchos- respondió el elfo, en tono triste

-Y yo las perdí a ellas... ni siquiera me pude despedir- respondió tristemente, mirando por el amplio ventanal.

-Hace un día hermoso- dijo, tratando de cambiar el tema y corriendo las cortinas, dejando entrar la embriagadora luz del sol; Miluinel la sintió un momento inundar sus ojos perezosos; una luz que casi lastimaba después de tanto mirar sólo la negrura y los sueños diluidos.

-...no para mi...-

*********************** Caminaba doloridamente por el pasillo; era el atardecer, la hora en que se sentía aún más triste. Caminaba viendo al cielo cambiante, que se ponía de todos colores para recibir después a las estrellas.

-"Las estrellas hacen olvidar al tiempo"- dijo Miluinel.

Llevaba un vestido celeste con delgadísimos bordados del color de la luna que simulaban una enredadera. El cabello estaba suelto, con unas pequeñas trenzas encima de las orejas que enmarcaban el triste rostro.

Los años seguían pasando y la sonrisa de Miluinel estaba perdida, arisca y temerosa de aparecer; había recibido una carta del Bosque Verde, de Estelwen hacía apenas una semana... eso la había animado un poco, ahora, por lo menos salía de su habitación e iba a mirar las estrellas a los jardines más apartados. Veía a poca gente, sabía que muchos se habían ido, pero nunca creyó que tantos... el valle, aunque con hermosos cantos que acariciaban el aire con sus melodías, se sentía solitario. Aradan se había ido a Lindon, pero le había prometido que regresaría.

Llegó a su lugar favorito desde hacía poco: un prado oculto, de hecho, muy cercano a un jardín bastante grande y hermoso, donde había alguien casi siempre. Tras una cortina de espesas enredaderas había una menuda puerta blanca que daba entrada a un pequeño jardín lleno de flores blancas. Casi siempre había una fresca sombra que daba un árbol de altas ramas. Ahí pasaba horas, de noche o de día, mirando el sol o las estrellas, Miluinel estaba ahí, tejiendo coronas de flores, cantando melancólicas melodías a media voz o tocando la pequeña arpa que Estelwen le había mandado junto con la larga carta.

"¿El mundo

siempre fue así

o ahora

se ha vuelto

sólo por mi tan triste?..."

Los versillos cantados de Miluinel se interrumpieron cuando una nuececilla calló en su cabeza. Miró hacia arriba, pero no pudo distinguir nada

-Debió ser una ardilla...- dijo, y trató de retomar su canto, pero ahora escuchó murmullos en la copa del árbol.

-shhh cállate, ya se dio cuenta- decía una vocecilla traviesa

-Tírale otra...-

Miluinel dejó su arpa a un lado y se levantó de la hierba. Hacía tiempo que no subía a un árbol, así que de momento no pensó en intentarlo, sólo miraba hacia arriba, tratando de descifrar las sombras.

-¡shhh ya nos descubrió! - dijo la vocecilla ahora más fuerte

-deja de empujarme, que me voy a caer- le respondía otra, cada vez haciendo más ruido con las hojas del árbol. El bullicio aumentó hasta que una elfa estuvo a punto de caer de lo alto. Por suerte se pudo colgar a una de las ramas.

Bajó del árbol ligera y se plantó frente a Miluinel que la miraba con los ojos muy abiertos, sin poder pronunciar palabra.

-¡Aiya! Yo soy Naira- dijo sonriente la elfilla. Llevaba el negro cabello trenzado y despeinado, de tanto estar jugueteando y trepando por los árboles. vestía un vestido recto de mangas anchas, azul profundo... que limpio y desarrugado debía ser bastante bello. Tenía unos grandes ojos color zafiro

-A...aiya... Miluinel-

-¿Miluinel? ¿ese es tu nombre? ¡que bien! ¡eh, Mahtan, baja de ahí!-

Al momento las ramas comenzaron a sonar más y un elfo, bastante parecido a Naira, con el cabello oscuro y también revuelto; tenía los ojos bastante grandes y bonitos, más o menos del mismo tono azulado, pero aún más oscuro. Tenía los labios rellenos y una expresión un tanto simpática.

-Aiya- dijo el elfo, en un tono de voz bastante característico.

-No llevamos mucho tiempo en Imladris, pero supongo que el suficiente como para que ya nos hubieras conocido- dijo Naira, alegre

-Pero andas perdida siempre...- dijo Mahtan, con lo que Naira empezó a reír. Parecían unos elfos bastante burlones y risueños.

-Bueno... tengo mis asuntos... ¿ustedes me espiaban?- dijo Miluinel a media voz

-No claro que no... sólo practicábamos nuestra puntería- dijo Naira, y ahora fue quien hizo reír a Mahtan

-Tengo que irme...-dijo Miluinel, recogiendo su arpa de la hierba

-¿Tan pronto?- preguntó Naira

-Sí, tan pronto- respondió un tanto descortés, caminando hacia la salida de aquel jardín.

-Eh espera, no quisimos molestarte- dijo entonces Mahtan, en un tono más serio. Miluinel se detuvo y pensó un momento; hacía tanto tiempo que le hablaba a toda la gente así, que se alejaba y se refugiaba en sí misma... entonces se dio la vuelta

-Bueno, no me molestaron-

-Si no te molestamos entonces quiere decir que te agradamos- dijo Naira, y se acercó, tomando de la mano a Miluinel y llevándola de nuevo al lugar donde estaban -Anda, vamos a dar un paseo- le dijo, con una animada sonrisa...

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Ahora sí que no me he tardado con Miluinel!! A ver, vamos a ver, ciertas aclaraciones y significados; aclaraciones: cuando Elrond está curando a Miluinel, el espacio ese medio paranoide (donde por cierto, hay frases de un poeta mexicano llamado Salvador Córdova León) se supone que es un delirio acá de enfermedad. Luego, ok, en este capi pasan varios años, pero bueno, no les quise poner años y años donde Miluinel sólo se deprime... así que me salté eso hasta que encuentra a esos elfitos chistosos ;) lo que dice la abeja (jajaja ostro de mis viajes, yo supongo que los elfos pueden escuchar a los animales, a todos) es un haikai muy antiguo.

Gracias a Anariel (que linda! Comprendo que no tengas tiempo, pero de veras quiero leer tus fics de nuevo ;_;) a Nariko (no sabes las chidas tardes que me paso contigo, intercambiando mis dibujos, por cierto, el de Aredhel y Boromir ya está coloreado!) a Elanta (waaaa mil gracias por tu ayuda con el espacio/tiempo, por tu critica constructiva, por escribir fics tan de poca madre!! Por traernos a Fion =)____ jejeje hantalë también por tu buen karma) a Cari-Chan (eeeey sigo agradeciéndote a Aradan... pero ya extraño tu fic de Gil-Galad!) a Siobahn (mil gracias por todos tus revius, me animan muchísimo! Tendré tu dibujo de Beleg pronto) a Ellóith, la loka Carmenchuuu y a todos todos

Naira= corazón de llama (así le dicen a veces al sol)

Tenna rato!!