Desde que se conocieron se hicieron inseparables. Los tres elfos andaban de un lado para otro, siempre riendo, siempre alegres. Pocos meses habían sido suficientes para que se conocieran casi del todo y ahora, a casi un año desde su primer encuentro en aquel jardín oculto, eran muy buenos amigos. Miluinel supo que Naira no era una "elfa completa" como le gustaba decirse a si misma, sino que era una curiosa medio elfa (de ahí que tuviera una estatura menor que la de un elfo común) sabía también cuánto quería a Mahtan, a quien consideraba un hermano. Éste era un elfo de descendencia noldor de Lindon, siempre bromeando y riendo... aunque era también bastante serio cuando necesitaba serlo, y siempre tenía buenos consejos; era el más grande de los tres.

Sus citas eran en los riachuelos y manantiales, donde tiraban piedras; ahora hasta a Miluinel le obsesionaba aquello de la puntería, que siempre practicaban a la menor provocación. Las risas en el palacio volvieron a ser frecuentes, lo que le daba un poco de la vida que había perdido después de la guerra. Aunque Miluinel había recuperado mucha de su energía vital, nunca volvió a quitarse ese halo de melancolía que a veces invadía su rostro. Ahora hablaba un poco menos y reflexionaba un poco más; le gustaba escuchar y muy a menudo estar sola...

Los años habían pasado tan tranquilamente como antaño; con ello vino la felicidad y muchas decisiones también. La más importante de ellas fue la fijación de una fecha para la esperada boda del Señor Elrond con la princesa Celebrían. Apenas esto fue anunciado, el valle entero comenzó a movilizarse...

Esa era una mañana templada y tranquila, con el canto de los ruiseñores colándose entre los edificios élficos.

-¡Milu!- dijo la elfilla que entraba por la ventana de su dormitorio. Le dio un gran abrazo, como si tuvieran años de no verse. Así eran los abrazos de Naira, sinceros y cálidos.

-¡Nai!- respondió Miluinel, correspondiendo al efusivo abrazo; aún estaba desperezándose de su descanso y llevaba su ropa de dormir.

-¡Vístete y levántate de una vez! Tenemos trabajo que hacer-

-¿Trabajo? ¿De qué hablas?- preguntó Miluinel, confusa

-Pues claro, o qué, ¿creías que la vida de un elfo era sólo cantar y tirar piedras al agua?-

-Bueno, pero podrías decirme de qué se trata-

-Supongo que tienes buena letra... tenemos que escribir muchas invitaciones ¡a la boda del Señor Elrond!-

Miluinel abrió mucho los ojos y puso una expresión alegre

-¿Se casan ya? ¡qué bueno, ya era tiempo!-

Dicho esto la elfa se puso un sencillo vestido y ambas salieron de la habitación, hablando animadamente sobre todo lo que estaba por venir.

-¿Dónde está Mahtan?- preguntó Miluinel.

-Él está recibiendo los barriles de vino que vienen desde Bosque Verde... ¡esto no será cualquier cosa!-

En ese momento por el pasillo vieron a Lindir, que venía cargando una pila de cajas que casi no lo dejaba ver. Miluinel sabía cuanto odiaba que lo pusieran a hacer esa clase de trabajos.

-Alassë' aure (buenos días)- dijo Lindir, dejando caer todas las cajas en el suelo -las buscaba; Naira sabe ya del encargo que se les ha hecho... muy bien, aquí está el papel de las cartas, la tinta y los sellos... también me han dicho que se encarguen de esto ahora mismo-

Ambas elfas asintieron sin poder responder, pues el elfo caminaba presuroso hacia otro lado. Ellas caminaron a la biblioteca y se fueron a instalar en una amplia mesa de madera blanca, donde extendieron los papeles azul claro y la tinta plateada que tenían, además de el modelo y la lista de invitados, que miraba con interés Naira.

-¡Mira! El rey Thranduil de Bosqueverde y familia. ¿sabes lo que eso quiere decir?-

-pues... ¿qué vendrá el rey Thranduil y su familia?- respondió Miluinel bromeando

-No seas tonta... ¡qué vendrá el príncipe Legolas! Dicen que es un elfo bastante guapo...-

-¡y tú eres una elfa sátira! Le llevas casi mil años y ya estás pensando en él-

-Bueno bueno, dime tú ¿cuántos años le llevaba Lúthien a Beren? Yo me vería bastante decente...-

Ambas elfas empezaron a reír, sin dejar de escribir y sellar numerosos sobres de invitación.

***************

En los apenas cinco días que pasaron desde que se anunció la boda, la gente comenzó a llegar a Imladris. La primera de ellas fue la Dama Galadriel, junto con su esposo Celeborn, quienes llegaron con bastante equipaje para permanecer una buena temporada. Numerosos mensajeros a diario confirmando asistencia y otros tantos llegando con barriles de vino, de exóticas flores y demás objetos que irían a utilizarse. El valle se fue haciendo poco a poco más ruidoso y ajetreado, no había un solo elfo que no trabajara en algún preparativo de la boda. A Miluinel le había tocado casi hacer de todo: desde escribir invitaciones, bordar algunas mantas (cosa que no se le daba del todo bien) hasta realizar algunos pesados trabajos de carpintería.

Con todo, cuando la fecha estaba muy cerca, no menos de una semana, llegaron todos los invitados que venían de lejanas tierras: había llegado desde Lindon, Círdan, acompañado de algunos nobles telerin; desde Lóthlorien llegaron algunos más elfos conocidos y de Bosque Verde un grupo mediano con el Rey Thranduil y su hijo (que por cierto, no había salido de su habitación, o por lo menos Miluinel nunca lo vio) como invitados más honorables. Ahora, en los jardines siempre había elfos saludándose, descansando o simplemente caminando por ahí. Pocas veces se encontraba un momento para estar solos. Con tanto ajetreo, Miluinel no había visto a nadie de los que habían llegado, sólo sabía que estaban ahí por lo que contaba Mahtan, quien era uno de los elfos que siempre escoltaban a los invitados y recibían las cosas que llegaban para la boda. El verano estaba a todo su esplendor, el calor subía desde el húmedo piso (pues a veces por las noches llovía); las flores despedían un embriagador aroma y el aire soplaba tibio y envolvente.

El tiempo, entonces, se fue bastante rápido y cuando todos acordaron el día había llegado. El clima se había puesto hermoso, más todavía. La mañana se había despertado temprano, con muchos elfos dejando todo listo: los sitiales de los nobles, el hermosos y adornado sitial de la pareja, los asientos de los invitados, las largas mesas que para la noche estarían llenas de alimentos y vino; la brillante pista de la plaza principal y el sitio donde tocarían los músicos. Parecía ya no faltar nada: aquella fiesta no sería cualquier cosa.

Miluinel había estado acomodando las multicolores frutas en las bandejas de plata, acomodándolas por color degradado, había tanta variedad que parecían un arcoiris... había continuado haciendo mil cosas más durante todo el medio día, hasta la media tarde que se encontró a Naira

-Aiya ¿trabajando todavía? Todo está listo ya, no seas exagerada-

-No, no, falta acomodar las bandejas, dejar las copas en...-

-¡Basta ya!- interrumpió la elfilla- se hace tarde y tú ni siquiera te has bañado, o qué, ¿piensas conocer así a muchos elfos guapos?-

Miluinel río al percatarse de que era ya bastante tarde y tenía una pinta bastante despreocupoada

-¡Por Eru! Me tengo que arreglar, me había olvidado...-

-Sí, tienes que ponerte muy guapa-

Las dos se dirigieron a los baños; para esa hora ya no había nadie, todos estaban en sus habitaciones preocupándose por sus ropas.

Naira dejó sola a Miluinel y esta tomó un rápido baño; con una bata de seda puesta subió corriendo a su habitación, procurando que nadie la viese

-Me gusta vuestro vestido- dijo de pronto una bromista voz. Ese no podía ser otro más que Glorfindel. Ella se volvió realmente avergonzada, forzando una sonrisa

-Señor Glorfindel... qué vergüenza...-decía la elfa. Él sólo soltó una risa

-La veré en la noche; tal vez tenga suerte y con la misma ropa-dijo por último, alejándose. Miluinel sólo se daba golpes en la cabeza, a veces sentía que estaba destinada a pasar vergüenzas precisamente con ese elfo.

Entró en su habitación; tenía el pelo todavía húmedo. Se acercó rápido a su armario y miró todos los vestidos, que en realidad no eran muchos, detalladamente. El azul era demasiado simple, el morado no le venía bien... después de un rato consideró la idea de Glorfindel de vestir con la bata, pues parecía no encontrar nada apropiado. De pronto vio asomarse una fina tela color vino detrás de sus habituales vestidos. Lo miró un poco más de cerca y lo vio perfecto. Ni siquiera recordaba que tenía ese vestido...

Después de un rato, Miluinel se miró por última vez al espejo. Se había atado el cabello castaño en una media coleta, enmarcada por unas finas trenzas rematadas con unas cuentas pequeñitas, color rojo. Ese día se había puesto el broche de su padre sujetando su peinado, la hermosa mariposa castaña. El vestido estaba rematado con bordados en forma de enredadera color oro oscuro; las mangas estaban abiertas; era un ligero vestido de verano. Había también pintado sus labios con algunas bayas que se utilizaban para ese fin.

Miró un momento por la ventana, ya había algunos elfos en la explanada; el valle estaba más hermoso e iluminado que nunca, con faroles azules y blancos y además unas luciérnagas que engalanaban la cálida noche con sus intermitentes chispas. Todo estaba dispuesto; sobre las mesas habían puesto unos toldos de tela transparente y por todos lados había blancas flores. El cielo también parecía festejar algo, como si las estrellas brillaran más sólo por este motivo, especialmente Eärendil, que desde arriba en la infinidad parecía observarlo todo con gran alegría.

Salió de la habitación y se encontró con Naira y Mahtan; ella vestía un hermoso vestido color azul plata y el cabello oscuro caía sobre su espalda, sólo sujeto por una banda de tela bordada con perlas. Él vestía de negro, lo que lo hacía ver un poco más grande, y más serio aunque no hubiera nada de eso, menos una noche de fiesta.

-¡Alassëa lóme mellyrn! (buenas noches amigos)- saludó Miluinel con una gran sonrisa- se ven fantásticos-

-Míra que guapa tú también- dijo Naira

-Ya bañada si cambias- dijo Mahtan por lo que recibió un golpe en el brazo de parte de Miluinel.

Comenzaron a caminar por el pasillo, dirigiéndose a la explanada y sin hacer su usual bullicio, pues todas o casi todas las habitaciones estaban ocupadas por los invitados. De la puerta de una de las habitaciones salió un elfo de cabello rizado y azabache, peinado hacia atrás, elegantemente vestido de azul oscuro con adornos en plata. Miluinel lo reconoció de inmediato y corrió hasta él dándole un gran abrazo que casi lo derriba.

-¡¡Aradan!!-

-¡¡Miluinel!!- respondió el elfo abrazándola y cargándola, dándose un par de vueltas por la emoción -Te ves hermosa... y alegre-

-¡Tú te ves muy guapo también! Te presentaré a mis amigos, ella es Naira y él es Mahtan-

Los elfos se dieron las manos y siguieron su camino.

-¿Dónde los conociste? ¿Viven aquí?- preguntó Aradan a su amiga

-Sí sí, vinieron de Lindon después de la guerra...- los ojos de Miluinel se entristecieron fugazmente.

-Ella es curiosa... es... pequeñita- decía Aradan, mirando con curiosidad a Naira, que caminaba por delante. Cuando bajaron la escalinata miraron a los elfos que iban llegando a la explanada; decidieron ir a saludar a todos los de Bosqueverde, que recién aparecían. Casi todos iban vestidos con el color de las hojas, llevando tocados y joyas con esas formas también. Se acercaron los cuatro elfos, con Miluinel y Aradan al frente. Cuando vieron al rey Thranduil hicieron una reverencia y lo saludaron

-Dama Miluinel, Joven Aradan, pero claro que los recuerdo.. la mejor vanguardia de todo el ejército estaba con ustedes- decía el Rey- dejadme presentarles a mi hijo, Legolas-

Un muy joven elfo saludó haciendo un movimiento con la cabeza. Tenía unos profundos ojos azules y un cabello dorado pálido que llevaba peinado hacia atrás, con unas trenzas a los costados. Parecía tímido, un poco callado, un poco melancólico.

Miluinel reconoció una mirada conocida entre los elfos de Bosque Verde, de grandes ojos grises

-¡Estelwen! No sabía que estabas aquí- dijo la elfa, dándole un abrazo

-Mi niña... te quería dar una sorpresa, igual que Laitalë-

-¿También ella está aquí? Vaya... si que he estado distraída-

Una rubia elfa de dulce mirada azul la saludó efusivamente

-¡amiga! Tienes que contarme como te va con Osanwë-

Laitalë no pudo ocultar una sonrisa y mostró a Miluinel la mano en que llevaba un lindo anillo de oro.

-Me hubiera gustado que viniese... pero no pudo, se quedó cuidando a nuestro hijo-

-¿Hijo? Me hubiera encantado conocerle...-

-No conocerás ahora al hijo de Laitalë, pero sí al mío- dijo de pronto Estelwen, mientras llamaba a alguien.

-¿Tienes un hijo? No lo sabía...-

-Este es mi hijo, Irimar; ella es Miluinel-

Irimar tendió la mano sin muchas ganas a Miluinel; llevaba una sencilla vestimenta de un verde oscuro y el negrísimo y liso cabello sin sujetar; parecía no haber puesto demasiado empeño en su arreglo. Sus ojos eran muy bellos, de un tono violeta intenso, aunque su expresión no era del todo amigable.

-Encantada- dijo la elfa sonriendo, pero él no le respondió nada y se dio media vuelta.

Miluinel levantó las cejas, extrañada, pero no le dio demasiada importancia; en cambio, se quedó pensando un momento en aquella mirada violeta, como si la hubiera visto antes... Estelwen se disculpó tanto como pudo hasta que Miluinel se despidió de sus amigas cuando apareció por fin la pareja próxima a casarse.

Nunca había visto ella una elfa tan hermosa hasta que vio aparecer a la Dama Celebrían, con sus hermosos y peculiares cabellos sueltos, llevando sólo una corona de mithril y joyas azuladas. El vestido que llevaba era blanco, de un blanco que deslumbraba aún más con la luz de la luna. Bajó las escaleras pausadamente y su padre, Celeborn, quien se veía realmente majestuoso, vestido de blanco y plata, tomó su mano. Galadriel estaba en la especie de altar, adornado aunque no demasiado, donde se consumaría el enlace. A su lado esperaba Elrond, con un traje azul oscuro, de un color tan profundo como el cielo; llevaba sobre su cabeza una delicada corona de mithril que se ceñía a su frente. Su mirada gris se iluminó cuando por fin vio a Celebrían y toda su belleza aparecer frente a él. En el aire había música callada y solemne, cantada por un par de elfas, desde el lugar de los músicos. Aquella era una especie de canción sagrada para esas ocasiones. Celeborn entregó la mano de su hija a Elrond. Todos alrededor miraban silenciosos y felices el acontecimiento.

La dama Galadriel, quien se veía más admirable que nunca, pronunció los versos sagrados para confirmar ante los Valar y también ante Eru, que esa pareja se unía para siempre por su decisión. El sagrado momento fue breve, sólo eso, un momento. Después de la consagración, los elfos invitados gritaron y dieron numerosas bendiciones a los nuevos esposos, y también entregaban hermosos regalos, en especial los reyes y los importantes nobles.

Justo después de la entrega del último regalo la solemnidad despareció para dar paso a una enorme alegría y gozo, cuando los músicos tocaban los primeros arpegios de una animada canción. Las arpas, las flautas y las voces bailaban siguiendo una sola línea, llenando de colores y sonrisas el ambiente. Alrededor del lugar de baile (el centro de la plaza, que se había usado entonces para ese fin) se colocaron varias sillas y bancas donde todos se acomodaron; en la parte más visible estaban los sitiales de la pareja, de los padres y de los invitados más importantes. También alrededor de la pista estaban las largas mesas repletas de deliciosos manjares: de lado izquierdo estaban las bandejas con deliciosos panes y aromáticas frutas dispuestas en bellos acomodos. Por las mesas había flores esparcidas y en el lado izquierdo estaban los barriles de vino recién abierto y muchas copas alargadas de cristal transparente y azulado, que soltaban destellos en los toldos de encima.

Miluinel miraba todo encantada: las cintas de los árboles, los faroles, la comida... escuchaba la música, las risas y la alegría alrededor que desde hacía mucho tiempo no se sentía. Naira igualmente veía a la gente ir y venir, saludando a Elrond y Celebrían, que estaban más sonrientes que nunca, a los reyes hablar de asuntos ya no tan importantes, a los músicos tañer sus instrumentos...

-Bueno, vayamos a comer algo, no nos quedaremos viendo todo con la boca abierta nada más- dijo entonces Naira, jalando de la mano a Miluinel y aproximándose a la mesa de las frutas.

-Está todo tan perfecto... no me dan ganas de desacomodarlo-

-Eso es por que a ti te tocó el trabajo sucio-

Ambas tomaron un plato lleno de negras cerezas y pasaron a la otra mesa, a la de los vinos. Tomaron unas copas

-¿Y esto qué es?- se preguntó Miluinel señalando un barril con una inscripción que decía "verano"

-Ese es un vino frutal, de gusto dulce y fresco, precisamente como el verano- respondió el una voz por detrás, perteneciente a Glorfindel; se dio media vuelta y lo vio, vestido de blanco y dorado, realmente se veía muy bien. Miluinel recordó el incidente de hacía unas horas.

-Ah... gracias... y bueno, ya ha visto que no me he dejado la bata-

-Así te ves aún mejor... y te convendría probar ese vino, es de los mejores del rey Thranduil-

-Hantalë- respondió Miluinel sirviendo dos copas, la de ella y de Naira. Las elfas se fueron a sentar a una banca muy cerca al lugar de los músicos, que ahora tocaban una animada pieza sólo con percusiones.

-¿Qué has traído?-preguntó Naira, mirando a través de su copa

-Un vino de verano... o por lo menos eso me dijo Glorfindel-

-¿Glorfindel eh?- preguntó Naira poniendo una sonrisilla maliciosa

-Sí sí, el mismo... ¿qué con eso?-

-¿Es que te pusiste algo de color en las mejillas o no se te ha quitado lo sonrojada desde que lo viste?-

-No digas tonterías... oye, esto está realmente bueno- dijo Miluinel dando un sorbo a su copa al igual que Naira. Mahtan llegó acompañado de Aradan, al parecer se habían caído un tanto bien. Traían consigo unas copas de un vino más oscuro.

-¿Me dejas probar?- preguntó Miluinel a Aradan, sin esperar por la respuesta y dando un sorbo a la escarlata bebida.

-No me ha gustado tanto como el mío ¿quieres probar?-

Los cuatro elfos hablaban y comían las cerezas que habían llevado, además de los pequeños panes y el vino. Cuando Miluinel se terminó su copa fue de nuevo a la mesa de los vinos, donde se encontró con Irimar. Realmente era un elfo bien parecido, con la nariz recta y los labios delgados; era alto y delgado y tenía una expresión misteriosa, se parecía bastante a su madre.

-Aiya Irimar ¿qué bebes?-

-Vino ¿no es obvio?- le respondió neciamente el elfo de los ojos violetas, sin mirarla

-Pues claro, me refería a qué vino es el que bebes-

-Eso que importa...-

Miluinel decidió ignorar su actitud e intentar hablar un poco más con él

-¿No te había visto en alguna parte? Me resultas conocido...-

-En Eregion tal vez-

-¿en Eregion? ¿entonces ya nos conocíamos?-

-Dije tal vez... y también digo que me tengo que ir... eres aburrida- dicho esto, el elfo se perdió entre la gente, dejando de nuevo a Miluinel con las palabras en la boca, pero ahora con una expresión de disgusto

-Vaya, esto se gana una cuando quiere ser amable...- se dijo a si misma y volvió con sus amigos. La plática cada vez estaba más animada, pero ahora Miluinel no podía participar demasiado...

-Es que es demasiado complicado, digo, eso de enamorarse... se mueve tu mundo entero- decía Mahtan mientras mordía una manzana verde

-Yo no lo sé, en verdad todavía no encuentro a alguien que de veras me haya atrapado- respondió Aradan

-Para mi el amor es lo más grande que te pueda pasar, sólo imaginen, estar con la persona que más quieres viendo ese justo instante en que el arcoiris se refleja en el agua y...- decía Naira, con la voz emocionada

-Sí si Naira, pero tu qué puedes decir, el único elfo al que le habías hablado de más de amigos era ese raro de Lindon... y ya- dijo Mahtan cortándole la inspiración a la medioelfa

-¿Y tú Miluinel?¿ya te has enamorado de alguien?-le preguntó Naira

Aradan la volteó a ver gravemente, pues sabía que recordaría a Rohedil.

-Sí... pero ha quedado atrás-

-¿En serio? ¡No me lo habías dicho! Y no digas eso, estoy segura de que algo se puede hacer- dijo Naira sonriendo

-No, no se puede hacer nada... él murió-

Los cuatro elfos se quedaron inmersos en un incómodo silencio hasta que Mahtan habló de nuevo.

-Bueno, brindemos por el amor, siempre deja más cosas buenas que malas ¿no?-

-¡Almien! (salud)- dijeron los cuatro al unísono.

-¿Meralyë miruvórë? Miluinel? (quieres hidromiel, Miluinel?)- preguntó Naira cuando vio pasar a un elfo con la copa llena de la dorada bebida

-Tancave! (claro!)- respondió y fueron caminando, de nuevo, al sitio de los vinos. La música era más animada ahora que todos habían terminado de comer. Las mesas de la comida ahora estaban casi vacías y sólo quedaban los deliciosos postres y frutas, además de algunas nueces endulzadas. Ambas regresaron a la banca, no con una sin con un par de copas cada quien.

-El hidromiel es lo mejor ¿verdad?- preguntó sonriendo Aradan cuando las vio

-Vamos, que nosotras nunca bebemos demasiado-

-Eh Naira, mira eso, tu principito del Bosque Verde parece bastante aburrido- dijo Miluinel señalando discretamente a Legolas que permanecía sentado en una silla, sin hablar con nadie.

-Esta es una oportunidad única, deja lo hago mi amigo- dijo Naira y caminó hasta donde estaba, todavía con las dos copas en la mano. Legolas la vio acercarse y en realidad no supo que hacer, y no tuvo más que dejar salir una nerviosa sonrisa

-Tula yo emmë (ven con nosotros) Legolas- dijo Naira en un tono seguro, además ofreciéndole la copa extra de hidromiel que llevaba.

-Está bien- respondió Legolas y la acompañó, no sin antes decirle a su padre que estaría ahí con ellos. Thranduil sonrió al ver que su hijo hacía nuevos amigos

Miluinel, sonriente, negó con la cabeza cuando vio llegar a Naira acompañada del príncipe. Todos lo saludaron y de nuevo comenzó una animada plática sobre arcos y flechas. Miluinel, Legolas y Mahtan estaban realmente apasionados, mientras que Naira y Aradan se miraban a los ojos sonriendo, sin saber qué decir para entrar en la conversación. La música se puso más animada, dejando de lado las delicadas voces por unas tenaces percusiones y un ritmo acelerado. Naira tomó a Aradan de la mano

-Vamos a bailar- le dijo

-e...está bien-

Los elfos fueron los primeros en abrir la pista y poco a poco llegaron más parejas a bailar, entre ellas, Elrond y Celebrían, cosa bastante rara para todos tomando en cuenta la seriedad del elfo...

Mientras en la banca, la plática seguía igual de apasionada que antes.

-Pienso que cien soldados del Bosqueverde podrían contra mil orcos- decía orgulloso el joven Legolas, mientras Mahtan ponía una cara de incredulidad

-No seas exagerado... pero bueno, como ahora no tenemos mil orcos para probar que es cierto, qué te parece si pasado mañana organizamos un pequeño torneo de tiro con arco?- dijo Miluinel

-Hecho, todavía estaré aquí- respondió Legolas.

-De momento tendremos que ir por más vino... pero me estoy aburriendo de ir a cada momento, ¿podrían ayudarme a traer más copas?-

Los elfos asintieron y llegaron hasta la mesa, llenando tantas copas como pudieron cargar y después con mucho cuidado llevar hasta la banca. Miluinel tomó otra copa de aquel vino de verano que tanto le había gustado. Aradan y Naira llegaron de bailar, un tanto agitados.

-¿Quién sigue? ¡Vamos hermanito, ven a bailar!- dijo la medioelfa dirigiéndose a Mahtan, quien animado la siguió de nuevo a la pista de baile

-Ella es genial- dijo Aradan, todavía cansado, mirándola bailar en la pista- ¿qué traes tú con ese vino de verano?-

-Nada, nada, que me ha gustado mucho... tengo ganas de bailar ¿quién de los dos viene?-

Ambos elfos dieron un paso hacia delante

-Ah no no, ve tu- dijo Legolas, un tanto apenado, Aradan respondió más o menos lo mismo

La elfa los miró divertida

-No seáis tontos, venid los dos- dijo Miluinel y los tomó a ambos de la mano, llevándolos a la pista de baile. Los tres elfos bailaron animadamente, cerca de tres piezas, hasta que estuvieron exhaustos. Miluinel llegó a beber más copas. Gradualmente, ambas elfas, Naira y Miluinel se habían puesto más risueñas y alocadas de lo normal. A Miluinel se le notaba un ligero rubor en las mejillas...

-¿No creen que ya han bebido suficiente?- dijo Aradan, mirándo preocupadamente a Mahtan, para que también hiciera algo.

-¿Acaso estamos tiradas en el suelo? Entonces no digas nada- le respondió Naira, tomando una copa más de hidromiel. Ambas elfas reían como si les hubieran contado un muy buen chiste

-¡Quiero bailar! Pero ustedes ya están muy cansados...-

-Mira Milu, allá está alguien muy solito- dijo señalando el otro extremo de la pista, donde Glorfindel estaba sentado, disfrutando de una copa de vino blanco. Miluinel, animada (y pasada de copas) como estaba, se decidió a sacarlo a bailar. Llegó hasta donde estaba, ya un poco mareada, pues había chocado con algunos elfos antes de llegar.

-Aiya Glorfindel- le dijo con una coqueta sonrisa

-Aiya Miluinel, te ves muy contenta-

-¡Y tú muy aburrido!-

-¿Aburrido yo? ¡qué va! Sólo estoy descansando un momento-

-No entiendo como siento tú un elfo tan guapo no tengas a ninguna elfa al lado y estés aquí sentado triste y solo-

Glorfindel la miró un momento y sonrió, deduciendo que la felicidad de Miluinel se debía a aquel vino de verano que él le había recomendado

-¿Y qué propones para que ya no esté triste y sólo?-

-Qué vayamos a bailar-

Dicho esto, Miluinel lo tomó de la mano y lo llevó a la pista, donde bailaron una bella pieza tocada por los entusiastas arpistas y percusionistas. La elfa se le colgaba del cuello al rubio noldo, quien la trataba de sostener para que no se cayera; Glorfindel sólo sonreía cuando la muchacha le decía alguna cosa, digamos, inapropiada...

-En serio no os entiendo, señor Glorfindel-

-¿Por qué dice eso?-

-Por que es usted un elfo muy guap... guapo... ¡vaya si es guapo! No me diga que tiene a una elfa por ahí por que me pondría a llorar... muy triste, triste triste....-

La voz de Miluinel ya estaba cada vez menos clara; cuando acabó la pieza, Glorfindel la llevó hasta la banca donde estaba Naira, a la que ya no le entendían tampoco nada de lo que decía, y se reía muchísimo.

-¿No le dan ganas de sumergirlas en el Bruinen hasta que dejen de decir incoherencias?- preguntó Mahtan a Glorfindel, observándolas carcajearse y no parar de hacerlo.

-De momento habrá que cuidarlas... y olvidar todo lo que nos puedan decir-

La Dama Galadriel observaba todo divertida, desde su sitial; Glorfindel fue con ella un momento, al mirar su expresión

-¿Cómo va todo, Glorfindel?- le preguntó la dama, irónica

-¡Qué como va!... recuerdo que la vez que me sucedió todavía era un joven... en Gondolin, en una de esas celebraciones de...-

-Ni lo menciones. No quisiera imaginarte así, ya bastante con estar sobrio...-

-No es justo, mi señora, que nos mire sufrir mientras usted ríe-

-Debes estar sufriendo mucho, sobre todo cuando esa elfa se te cuelga del cuello- le respondió Galadriel, sonriendo maliciosamente

-Es como mi pequeña hermana-

La dama lo miró un momento con suspicacia

-Anda ya, ve con ella antes de que se de un buen golpe- puntualizó y dicho esto, el rubio noldo volvía a donde los tres elfos preocupados sólo las observaban, riendo de vez en cuando también. Las horas habían pasado y las elfas seguían bebiendo, ahora a escondidas de sus "cuidadores". Naira se divertía quitando la silla de todo aquel que se fuera a sentar, mientras Miluinel se reía de aquellos que caían en su juego. Así estuvieron haciendo toda serie de boberías hasta que no pudieron más. Muchos elfos se habían retirado a descansar y la gente se dispersaba poco a poco. La madrugada estaba muy entrada, y ahora las muchachas comenzaban a estar somnolientas, yéndose hacia atrás de pronto. Legolas pudo sostener a Naira antes de que se cayera al piso.

-Es hora de que duerman... creo yo...-

-¿Habrá que llevarlas a su dormitorio? Entonces yo me pido llevar a Naira, es más pequeñita- dijo Mahtan, ayudando a Legolas quien todavía la sostenía.

-Llevaré a Miluinel- dijo Glorfindel, tratando de levantarla de la banca donde ahora estaba acostada, con la cabeza sobre el regazo de Aradan

-¿Necesitas ayuda?- le preguntó este

-Tal vez sí, mejor acompáñame-

Ambos caminaron y recordaron que estaban haciendo lo mismo hace años, pero en una situación muy diferente, cuando Miluinel estuvo a punto de morir... ahora la llevaban balbuceando palabras ininteligibles y oliendo penetrantemente a ese ya inolvidable vino de verano. Abrieron la puerta del dormitorio y Glorfindel entró, mientras Aradan esperaba afuera. La colocó en el próximo lecho de blancas sábanas.

-Glorfindel...en realidad... eres un elfo muy guapo...- medio decía Miluinel al momento en que se le acercó y mareada como estaba le dio un beso que intentó ser en la boca, pero sólo abarcó la mitad de esta. El elfo sólo río ligeramente y la dejó dormir en su cama, tranquilamente...

-Vaya... que noche- dijo Glorfindel, mientras regresaba con Aradan a lo que quedaba de la gran fiesta.

*

Abrió los ojos doloridamente; el brillante sol entraba por la ventana y le hacía daño a los ojos. Todavía traía puesto el vestido de la noche y el peinado medio deshecho. Reconoció su habitación y se levantó de golpe. Todavía estaba mareada y tenía un terrible dolor de cabeza... apenas pudo caminar para quitarse el arrugado vestido y ponerse un holgado camisón blanco. Se miró al espejo, vaya que lucía mal... no recordaba casi nada después del baile a trío con Legolas y Aradan... sí, bailó con Glorfindel; totalmente normal...

Salió de su cuarto arrastrando los pies, hacia el comedor, donde esperaba beberse todo un río... en el camino encontró a Glorfindel y le sonrió tranquilamente

-Alassë' aure- saludó con la voz cansada. El lucía bastante descansado y tranquilo-s iento una... terrible vergüenza con usted...-

-Esas cosas pasan... sobre todo en una fiesta tan animada-

-Supongo que ni hice nada de lo que me pueda arrepentir-

-Pues no, a menos que te arrepientas de... no, olvídalo-

-¿De qué?-

En ese momento llegó Naira, con un similar aspecto al de su amiga. Glorfindel ya no le respondió la pregunta. Detrás de ella, venía también Mahtan y Aradan que no dejaban de burlarse de ambas por el desastre de la noche anterior

-Eh Naira, ¿no quieres desayunar al estilo enano? Una buena carne frita con mucho aceite y un gran tarro de cerveza...?- dijo Mahtan maliciosamente

Naira salió corriendo con una mano tapando su boca. Miluinel sólo puso una cara de bastante asco

-Bebe esto- le dijo Aradan acercándole una copa llena de agua burbujeante

-Hantalë-

Los elfos se sentaron a la mesa y no dejaban de reír en silencio aunque Miluinel no dijera nada... realmente había sido una noche para recordar... o tal vez para olvidar.

//////////////////////

Wajajaa ahora sí que no me podrán decir que con Miluinel puras desgracias, pura vasca... de hecho me divertí mucho escribiendo este capi jejeje (y está dos tres basado en experiencias verídicas ^ ^' ) y hay más nuevos!! Ese Irimar, odiosísimo aunque muy wapo, no creen?

Jijijiji muchas se han de haber babeado con Legolas!!! Sí si por fin ha aparecideeee y pues bueno, aunque está todavía aquí muy jovencito no deja de ser una preciosura...

Elanta: Señora Sacerdotisa, mil gracias por tus halagos! Que chido que mi historia te haya enganchado, qué mejor elogio que ese!!

Nariko: aaaay hija mía te agradezco muchísimo tu ayuda y tus ideas, jajaja ya era hora de reconocértelo... y sí Glorfindel es un solecito y más ahora en este capi, nooo?

Cari-Chan: jejeje bueno, es que ese Aradan, desde el momento en que lo creaste fue una chulada de elfo =)______ espero que te lo esté tratando bien, si no me darás dos tres guantazos

Siobahn: bueno, no tardarán en llegar esos chulos gemelos! De momento te puse a Legolas, y te tengo una sorpresa en ostro de mis fics... en unos días lo verás. Y pues ahora no sé si hubo mucha intriga, pero bueno jajaja no negarás que quedó acá bien loko

Irimar: pl. "amable(digno de ser querido o amado), hermoso", PD: ESTE CAPI ESTÁ DEDICADO A TODAS LAS LOKAS DE FF. NET ^ ^

Tenna rato!