Hacía calor. La luna estaba llena y su luz tejía destellos entre las construcciones y el verde follaje que la primavera regalaba a los árboles. El viento era perfumado y tibio; rozaba delicadamente los rostros de los elfos que se encontraban en la gran terraza de la Casa de Elrond, tomando el fresco. No quedaba ni un rastro de aquel invierno que había vestido de blanco al valle. La Dama Celebrían estaba sentada al lado de su esposo, en una cómoda banca. Ambos, sobre sus piernas y recargados en su pecho tenían a sus pequeños hijos durmiendo profundamente. Habían pasado ya 5 años de haber recibido esa bendición. Los pequeños estaban creciendo en un suspiro; antes de tener un año habían dado sus primeros pasos y balbuceaban sus primeras palabras. Ahora, eran inquietos torbellinos que llenaban de alegría a todos.

Naira había sido elegida como ayudante para cuidar a los gemelos. Era perfecta para el trabajo, pues nunca se cansaba de jugar con ellos, de contarles historias y de procurarlos. Los acompañaba incluso en sus travesuras, correteando por los pasillos, por los jardines... Se respiraba paz esa noche, aunque el calor hacía imposible cualquier tipo de descanso. En la terraza estaban, además de los Señores de Imladris, algunos otros elfos que los acompañaban: Naira, siempre cerca de la dama Celebrían; Glorfindel, Mahtan y Miluinel, disfrutando de una bebida refrescante.

-Estoy convencida, los elfos no somos para el calor- dijo Miluinel, que se hacía aire con un abanico blanco.

-Ya lo creo... hasta las habitaciones están imposibles- correspondió Mahtan

-Son unos exagerados, yo prefiero este calor a estar congelándome como el pasado invierno... disfruten de esta hermosa primavera y dejen de quejarse- dijo entonces Naira, dando un sorbo más a su té (helado). Un elfo de cabello oscuro llegó de pronto, informando a Elrond sobre la llegada de una misiva de Thranduil.

-Hantalë; haz pasar al mensajero, Lindir-

Los elfos de la terraza miraron entrar a otro elfo, con ropas de viaje en verde oscuro y de negros cabellos. Llevaba entre sus manos un pergamino enrollado y rematado con el emblema del rey de Eryn Galen. No sería una misiva urgente; se podía adivinar por el semblante del mensajero. Miluinel lo reconoció enseguida. No era otro más que Irimar, el hijo de Estelwen, con sus inconfundibles y encendidos ojos violeta.

-Hannad le. Miluinel, por favor, acompaña al caballero a una habitación donde podrá descansar- dijo Elrond. La elfa no tuvo más que hacer lo que le pedían, aunque no podía ocultar el desagrado que eso le provocaba.

Irimar hizo una respetuosa reverencia y se retiró, junto con Miluinel. Apenas dieron unos pasos, el elfo habló

-¿Recibiste mi carta?-

-Sí- respondió secamente Miluinel, sin mirarlo

-Al parecer no habéis aceptado mis disculpas...-

-Al parecer fuiste forzado a enviar esa carta- replico enérgicamente la elfa

-Nadie me fuerza a nada, si hago las cosas es por que yo quiero hacerlas-

Miluinel pensó que ese elfo tenía más orgullo que todos sus amigos juntos. Incluso para pedir una disculpa

-Pues has acertado, no acepté tus disculpas-

-Entonces no insistiré, si parece no tener caso-

Ella se detuvo y lo miró, con los ojos chispeantes

-¿Me podrías responder, de una vez por todas, qué es lo que te pasa conmigo?-

-¿Qué me pasa?- preguntó Irimar, haciéndose el desentendido

-Sí, qué te pasa; al principio traté de ser amigable y no recibí siquiera tu cortesía; después me reclamas no sé que cosas y crees conocer mi vida. Ahora esto, resulta que tu eres el considerado que quiere arreglar las cosas. Supongo que tengo mi derecho a estar enfadada-

Irimar la miró largamente y no respondió nada.

-¿Podrías decirme dónde me quedaré esta noche?-

-¡¡Ah!!- gruñó Miluinel y caminó rápidamente hasta llegar a una de las habitaciones de los huéspedes. -Ahí puedes quedarte y descansar todo lo que quieras... por la mañana el desayuno se servirá en el comedor-

Se retiró, dejando al elfo en su cuarto. No lo comprendía...

*

Mahtan, Miluinel yNaira habían descansado toda la noche en un apacible jardín. Después de que Miluinel volviera a la terraza hecha una furia decidieron dar un paseo para que calmase sus ánimos y ahí, ya más calmados, se habían entregado al sueño. Todavía el sol no había salido por completo cuando Elladan y Elrohir jugueteaban por los jardines; pero el hecho de estar solos los aburría un poco así que se colaron a aquel jardín donde los elfos todavía dormían, con miradas de paz en sus ojos... el pequeño Elladan se acercó a Naira, quien estaba recargada cómodamente sobre el hombro de Miluinel.

-Naira... ¿Nairita estás despierta?-preguntó en niño elfo tirando levemente un mechón del oscuro y ondeado cabello de la medioelfa. Esta se incorporó pero fingió dormir de nuevo.

-Despierta ya...- insistía Elladan. Entonces, súbitamente la muchacha aprisionó al niño en un fuerte abrazo y le comenzó a hacer cosquillas.

-¡¡Te atrape, pequeño!! ¡¡no te podrás escapar!!- dijo ella fuertemente, lo que hizo a sus amigos despertar de su descanso también. Elladan reía con fuerza y Elrohir se acercaba a ellos con unos lindos juguetes en las manos: un par de caballitos finamente tallados, uno en madera blanca y otro en oscura.

-Qué lindos caballos, Elrohir- dijo Mahtan, desperezándose. Todos estaban juntos, sentados en ese apacible jardín, recibiendo al amanecer.

-Me los regaló atto (papá) uno es de mi hermano, el blanco- dijo el niño. Naira ahora jugaba también con Elrohir y no paraban de reír, mientras Miluinel y Mahtan los miraban divertidos. Miluinel nunca había tenido... tacto para los niños; no sabía como hablarles, ni siquiera cómo jugar con ellos; jamás imaginaba el día en que pudiera ella misma tener hijos.

-No me puedes hacer reír a mí, yo soy el más fuerte- decía Elrohir levantándose y poniéndose de puntillas.

-Yo también soy el más fuerte de todos- siguió Elladan también poniéndose de pie. Mahtan los miraba, tenían la misma estatura que él de rodillas y decidió jugarles una broma.

-¿Más fuertes que yo?- preguntó el elfo

-Pues claro- corearon. En ese momento Mahtan se levantó, y alto como era, dejó a los niños con la boca abierta, aún cuando lo habían visto ya muchas veces.

-Les he ganado-

-¡No es cierto!- gritaron y se le lanzaron para derribarlo, pero Mahtan los alzó con la fuerza de sus brazos mientras ellos reían y le pedían que los alzara de nuevo.

-Pero, aunque nos levantes ¡Somos más fuertes que tú! - insistían los gemelos

-¿Ah sí? En su lugar yo no diría eso- dijo el elfo con una cara maliciosa -¿ Y saben por qué?-

Los niños negaron con la cabeza

-¡¡Por que les robaré sus caballos ajajaja!!- dijo el elfo y de un movimiento tomó a los dos caballitos, mientras fingía una risa malvada. Los pequeños saltaban en pos de Mahtan tratando de alcanzar sus juguetes que él alzaba con la mano, dejándolos fuera de su alcance.

-¡¡No!! ¡¡Devuélvelos!!- gritaba Elrohir

-Elfo malo, tu vas a perder por que Nairita nos ayudará a recuperarlos- dijo Elladan jalando del brazo a Naira que se levantaba, decidida a rescatar a los caballos.

-¡¡Ajajaja!! ¿con esa estatura creen que los podrá ayudar?- continuaba Mahtan, fingiendo risas malvadas y con los caballos arriba. Naira negó con la cabeza y le dijo muy bajito al elfo

-Vas a sufrir... ¡¡Eh, niños!! Si él les roba sus caballos... ¡¡¡Nosotros le robaremos su brazalete!!!-

La medioelfa con gran agilidad sacó de la muñeca de Mahtan una pulsera que siempre llevaba consigo.

-¡No, mi pulsera no, Naira!- el elfo la comenzó a perseguir, sin soltar los caballos. La chica se colaba entre los árboles y arbustos, con los niños siguiéndola, gritando y riendo para que Mahtan no la alcanzara.

-¡Elladan, atrápala!- dijo Naira y lanzó la pulsera al elfillo, justo antes de que Mahtan la derribara sobre la hierba. El niño comenzó a correr al ver que ahora Mahtan lo perseguía a él. El barullo se podía oír por todo el valle, pues el juego no se limitó a el jardincillo; entraban a la casa, se escondían, subían y bajaban escaleras, trepaban árboles... aquello era una múltiple persecución por recuperar el objeto robado, tanto los caballos como el brazalete. Miluinel sólo los seguía divertida, pues aunque no participaba en el juego, le entretenía bastante mirar a sus amigos comportarse como niños. Mahtan ahora estaba en la estancia de la casa, triunfante, tanto con la pulsera como con los caballos y se reía. Los niños saltaban a su alrededor de nuevo.

-He ganado, les daré sus caballos, pero tendrán que bajarlos de aquí- el elfo, entonces, puso los juguetes en un alto estante, a donde, ni los niños ni Naira podían llegar. Estaban desesperados... hasta que Elrohir comenzó a reír en silencio y a murmurar palabras a su hermano, que asentía con la cabeza. Entonces se fueron corriendo.

-¿Y ahora qué planean?- preguntó Naira, aún agitada por la gran persecución...

Los niños se aproximaban a la biblioteca tímidamente

-¿Crees que quiera ayudarnos?-preguntó Elladan

-Sí... él es muy bueno, nos ayudará a vencer a ese elfo malo- respondió Elrohir, tratando de convencer a su hermano de la efectividad de su plan. En la biblioteca, sentado en una de las sillas, estaba Glorfindel, concentrado en un pergamino; notó enseguida la llegada de los niños y les regaló una sonrisa

-Aiya Elladan, Elrohir-

-Aiya Glorfindel... tenemos que decirte que...-

-Bueno, no decirte pedirte que...-

-Sí tu nos podías...-

-¡Ayudar!-

-Sí, ayudar... a vencer... a un elfo...-

-¡Un elfo maléfico!... que nos ha robado nuestros caballitos...-

Glorfindel sonreía al ver como los niños se completaban las frases. ¿Vencer a un elfo malo? Ese debía ser otro de sus juegos con Naira y Mahtan...

-¡Qué malvado! Robarles sus caballos... ¡pues vamos, mis niños, a vencer a ese elfo malo!-

El rubio noldo se levantó del asiento y los niños lo llevaron hasta la estancia de la mano. Ahí seguía Mahtan, ahora hablando tranquilamente con Naira. Pero al ver entrar a los niños de nuevo se levantó y asumió su papel antagónico.

-Así que ese era su plan- dijo Naira, sonriéndole a Glorfindel

-¡¡Hemos traído a nuestro amigo!! ¡¡Y es más fuerte que tú!!- gritaban los niños. Glorfindel subió a Elladan a sus hombros y así pudo alcanzar a los caballos; Mahtan no opuso más resistencia.

-Me han ganado...- dijo Mahtan, realmente cansado para seguir el juego.

-¡Te acusaremos con atto! Tenemos a Glorfindel de testigo-

-¡No niños, con sus padre no!- respondió Mahtan fingiéndose realmente preocupado. Naira se fue un momento y regresó con una fría bebida para mitigar el cansancio. En la estancia ahora estaban todos sentados y los niños jugaban con sus recuperados juguetes. El elfo rubio notó que Miluinel estaba un poco... ausente.

-¿Qué pasa, Miluinel?-preguntó con su radiante sonrisa. La elfa le dedicó también una, pero más apagada.

-No lo sé... tal vez el hecho de no comprender a alguien... que me trata mal sin motivos-

-Entonces trátalo como quieres que te trate a ti-

Miluinel arrugó la nariz.

-¿Cómo dices?-

-En estos casos, debes comportarte como su mejor amigo. Así, tu enemigo, no tendrá motivos para tratarte mal-

-Pero eso es... no es...?-

-No, a menos que te importe más el orgullo que arreglar las cosas. Es difícil, pues inevitable sería entregarse a la ira y responder de la misma manera que él. Eso lo decides tú-

-Es un buen consejo...-

Glorfindel hizo un gesto con la cabeza a manera de agradecimiento. En un rato apareció Elrond, llevando a la dama Celebrían de la mano. Iban a dar su habitual paseo a la floresta al atardecer, ahora que el clima era tan caluroso. Se llevaron a los niños consigo. Lucían tan felices...

-¿Tu crees que venga alguien más? Quiero decir, otro hijo- preguntó Miluinel a Naira

-¡Ya lo creo que sí! Es más, ahora con este calor...-

-¡¡Naira!!- censuró Miluinel a su amiga, sin poder esconder las carcajadas que el comentario le había provocado. Glorfindel comenzó a reír también. El sonido de una campana de plata los llamó a ir a cenar. Tomaron una cena ligera, pero con bastante bebida a causa del clima. Ahora, las reuniones después de la cena no se hacían en la sala del fuego como habitualmente, sino en la terraza más amplia de la casa de Elrond. Miluinel había pensado largamente en el consejo de Glorfindel: tratar a Irimar tan bien como ella debería ser tratada; era cierto, si no lo hacía sería sólo por orgullosa. Cuando los hermosos cantos élficos empezaron, decidió ir por él, para invitarlo a la reunión.

Tocó tímidamente la puerta de su habitación. Después de tres toques, unos ojos violetas aparecieron detrás de la puerta; mostraron extrañeza y después una expresión algo indolente. Tenía el torso desnudo y el negro cabello húmedo; algunas gotas resbalaban por su pecho. Tal vez acababa de tomar un baño.

-Alassëa lóme (buenas noches)... dispensa lo de anoche- dijo la elfa con una sonrisilla; estaba un poco sonrojada por haberlo ido a molestar en ese momento y mirarlo así.

Irimar no respondió nada.

-Bueno, vine a pedirte que vengas a la terraza, estamos cantando y bebiendo algo, con este calor...- dijo Miluinel, tratando con todas sus fuerzas de parecer amable

-Está bien; iré en un momento... deja que me ponga presentable-

Miluinel sonrió y se retiró. Cuando el elfo cerró la puerta, soltó un suspiro de alivio

-Bueno, no fue tan difícil- se dijo y caminó hasta la terraza de nuevo. Tomó un asiento mientras unos elfos cantaban una alegre canción acompañada de una dulce flauta. Ella llevaba el cabello recogido, pues con el calor casi se hubiera atrevido a cortárselo. Sus amigos estaban ahí, también tranquilos, escuchando atentamente la canción del bardo. Qué noches tranquilas pasaban ahora; todo parecía volver a ser como antes, por lo menos con la misma paz. Pasados unos minutos llegó Irimar, elegantemente vestido; ni siquiera parecía ser el mismo mensajero que había llegado a Imladris un par de días antes. Llevaba una camisa de un blanco tornasol y un jubón verde oscuro. Ahora, ese negro cabello que tenía estaba recogido hacia atrás y no suelto como siempre lo traía. Se vio obligado a ir junto a Miluinel, pues no conocía a nadie más.

-Aiya, que bueno que vienes. Siéntate, aquí hay un lugar- dijo Miluinel, señalando el espacio vacío en el sillón

-Aiya...-

-Te presentaré a mis amigos... Naira, Mahtan, él es Irimar, un amigo de Eryn Galen-

Irimar levantó las cejas. Ahora resultaba que hasta era su amigo. Saludó a Mahtan con indiferencia, pero cuando estrechó la mano de Naira, esbozó una media sonrisa.

-¿Cómo está Estelwen?-

-Mi madre está bien; creo que te ha mandado algo, por la mañana te lo daré-

-Gracias, está bien-

Miluinel se fue a su habitación después que Irimar, que a final de cuentas no estuvo tan disgustado a lo largo de la noche. Aún así seguía siendo un elfo insufrible, pero hizo un gran esfuerzo por mantenerse agradable. No tendría más motivos para ser soez. Irimar tenía algo de su madre, era silencioso, pero de cuando en cuando tenía unos destellos de simpatía y sobre todo, de amabilidad. Aunque al principio no lo viera, era un elfo bastante educado... y esos ojos violetas, siempre obligaban a mirarlo. Se despidió de Naira y Mahtan, quienes seguirían un rato más en la terraza, y luego de Glorfindel.

-He tomado vuestro consejo... hantalë- dijo ella, sonriente

-Lo he notado, Miluinel- respondió de igual manera Glorfindel

-Ya lo creo que ha servido; no era un elfo tan desagradable después de todo- Miluinel sonrió para sus adentros; Irimar era más que un simple niño inmaduro y mal educado. -Me retiro, Señor Glorfindel, alassëa lóme-

Glorfindel se despidió de la elfa sin mucho entusiasmo y se quedó un momento pensativo...

Ella iba caminando hacia su habitación, por el pasillo del ala oeste cuando un ruidillo la distrajo; parecían unos golpes sordos que venían de uno de los jardines. Sigilosamente caminó hasta allí y vio a Irimar, al parecer enojado, dando cada cierto tiempo golpes a un pilar de la construcción.

"qué novedad" pensó Miluinel " de nuevo haciendo corajes". La curiosidad no pudo con la elfa y se quedó observándolo un rato

-tendría que odiarla... pero si no fuera así, tan agradable... estúpidas circunstancias... mi padre sabría que decirme... y todo por ella... en Eregion... estúpido recuerdos... me atormentan- medio decía Irimar, hablando consigo mismo y golpeando el pilar de vez en cuando. Miluinel no entendía ni lo que decía ni le encontraba sentido a las palabras que había logrado entender.

-Eregion...- dijo muy bajito. Luego, se retiró a su habitación.

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Ay, no sé, esto quedó medio raro... pero bueeeeeeeno, ya se que en este capi no ha pasado gran cosa, pero es que son tiempos de paz... no negarán que esos gemelitos son de lo más tierno!! Buaaaa no quero que crezcan u_u en fin; tendrán que hacerlo. Una aclaración: en cada capi de este fic pasan años y años jeje bueno, en el pasado apenas nacían los gemelos y ahora ya son unos chamacos revoltosos, quien sabe para el próximo... jajaja si Estelita, Irimar tiene algo magnético jajaja serán sus ojos... pero es un elfo medio toques jajaja está enfermito de la cabeza :p

Gracias por sus revius a Estela, Nariko, Elanta, Cari-Chan y Anariel.... ah sí! También a Angie, no sabía que siguieras esta historia! Que buena vibra! ^o^

Tenna rato!