Un nuevo atardecer. La vida era tan tranquila... mientras los reinos de los hombres en el sur y el cercano norte proliferaban y crecían en número y en fuerzas, los cada vez menos elfos que permanecían en la Tierra Media disfrutaban el curso de los días tranquilamente. Cada día era una descarga de música, de risas y de palabras de quietud. A menudo, y sobre todo en los inviernos como ese, Miluinel vagaba por el mundo de los sueños élficos, caminando por prados vividos antaño; abrazando el firme recuerdo de su padre: sus cabellos de atardecer, con olor a madera, a naranja...

-La vida no es sueño- dijo una voz de pronto, que la hizo regresar su mente a Imladris, al prado secreto donde pasaba parte de su tiempo a solas.

-Mahtan, aiya... ¿qué no tenías guardia?-

-¿Guardia? ¿y qué se supone que es de lo que hay que protegerse?- preguntó el noldo, haciendo alusión a los tiempos de paz en que se hallaban. Se había acercado a Miluinel por encima del árbol, como siempre, sorprendiéndola.

-Bueno, algo más productivo habrá que hacer que trepar a los árboles y perturbar doncellas-

-¿Algo más productivo? ¿como dormir?-

Ambos rieron. De momento y sin tardarse mucho llegó Naira, también por los caminos que habían fundado entre las ramas.

-Alassë'undóme mellyrn (buenas tardes amigos)- dijo alegremente la elfa, recostándose entre la hierba. Se quedaron callados un rato: también les encantaba el silencio y mirar y escuchar, los rumores de las aves y los árboles, de las caídas de agua que arrullaban el valle perpetuamente; la música de Ilúvatar....

-Deberíamos salir de aquí y hacer un viaje- dijo de pronto Mahtan

-¿Un viaje? ¿A dónde?- Miluinel frunció el ceño; cualquier cosa que la sacara de la enorme tranquilidad que vivía le desagradaba.

-Sí, un gran viaje... el valle nos da toda la paz que queremos, pero no podemos pasar la vida así nada más...-

-Yo sí podría- interrumpió Miluinel

-Tú por que eres una amargada- dijo Mahtan en todo de broma, para después ser serio de nuevo - No, hablo en serio... un viaje lejos de todo esto, al sur o al mar o yo qué se... ¿no les gustaría conocer los reinos edain?¿sus pueblos, sus leyendas?-

-Eso sería magnífico... debería acercarme a mi lado mortal; lo he abandonado un poco- dijo Naira, pensando seriamente en la propuesta de Mahtan.

-¿Y qué buscaríamos ahí?- preguntó Miluinel

-Aventura, gente, ojos... podríamos mirar las estrellas en otro cielo, caminar por distintos bosques, nadar en otros estanques...- Mahtan hablaba realmente emocionado, mirando hacia arriba, como si con la mirada pudiera escapar hacia todos esos lugares.

-Tendremos que planearlo bien...- seguía Miluinel con comentarios renuentes

-Hablando de viajes...lo mejor de ellos es poder comer el Lembas- dijo Naira con una sonrisa

Sus amigos rieron.

-¿Sabes qué, Naira? No hay que hacer un viaje para eso, podemos ir a las cocinas y robarnos unas cuantas-

Ambas pidieron a Mahtan que les esperara; además el elfo estaba tan distraído pensando en otras tierras que no les hizo caso. Mientras se dirigían hacia allá vieron como Elladan y Elrohir pasaban rápidamente por su lado, visiblemente molestos y decididos, sin siquiera saludarlas. Entre pasillo y pasillo, llegaron hasta la entrada de las cocinas de las Dadoras de Pan y discípulas de Yavanna.

-¿Crees que se molesten con nosotras?- preguntó Naira al mirar hacia adentro, con un gesto preocupado

-Para nada, es sólo comida y eso no se le niega a nadie- dijo Miluinel sonriendo, como si quisiera creer en sus palabras. Sabía perfectamente que el Lembas no era un alimento común. Con pasos inseguros pasaron por el marco de la puerta. Miraron el grano, la harina y los utensilios que utilizaban para preparar el pan de camino. Vieron unos hermosos recipientes donde estaban guardadas, sin la envoltura para ser entregadas.

-Toma unas cuantas y vámonos de aquí- indicó Miluinel a Naira.

Justo cuando la medioelfa estiraba la mano para agarrar el preciado alimento, una voz femenina las detuvo con autoridad

-¡¿Qué creen que están haciendo?!-

Se giraron y contemplaron a una elfa de cabellos dorados, elegantemente vestida de blanco y celeste; llevaba una hermosa trenza y un collar sencillo. Miluinel hizo un gesto de desagrado: era Ungalad, otra de las tantas chicas presuntuosas y delicadas que había en Imladris. No la frecuentaba mucho, si la había un visto 3 veces era mucho decir.

-Alimentándonos, los elfos hacemos eso, por si no lo sabías- dijo Miluinel, respondiendo con una provocación.

-Los elfos distinguidos nos alimentamos a la hora de la cena y no robamos furtivamente los alimentos-

-¿Qué estás insinuando?- dijo Naira, claramente molesta.

-Que dejen esta comida en paz y se busquen otro lado para robar- dijo Ungalad, con una mano en la cintura. A Naira no le había gustado nada lo que había dicho y mucho menos el tono que había usado. Sin que nadie se diera cuenta, mientras Miluinel y Ungalad se miraban retadoramente, estiró su brazo a los sacos de harina y tomó un puñado, que, sorpresivamente arrojó en la cara de Ungalad. Miluinel comenzó a reír burlonamente y además bastante divertida. La rubia elfa tenía toda la cara blanca, ni siquiera se distinguían sus facciones y su dorado y hermoso cabello estaba espolvoreado de harina. Ellas reían tanto que tenían los ojos cerrados. No pudieron ver cuando Ungalad, furiosa, les arrojó sendos puñados de harina, mucho más cuantiosos que el que ella había recibido.

-Me las vas a pagar, elfa remilgada- dijo Miluinel y trató de alcanzar el saco, pero Ungalad se lo había movido.

-¿Ah sí? ¿qué me harán una elfa masculina y otra enana?-

Naira se ofendió tanto, que con sus manos tomó aquella especie de masa que aún no se hacía consistente y conservaba su estado líquido. Aterrizó justo en la trenza dorada de Ungalad, quien detuvo su venganza cuando por la puerta entró una alta elfa de mirada severa.

-¡¡Ungalad!! ¡¡¿Qué es este desorden?!!- preguntó al ver a las tres elfas, totalmente sucias y la cocina hecha un desastre. La elfa no era otra más que Lelusse, la massánie de Imadris. (Massánie: la dadora de pan/ especial encargada de la preparación del lembas).

-Yo no empecé, ellas querían robar lembas-

-¿Robar? Sólo tomaríamos una- se defendió Naira.

-Saben perfectamente que eso no está permitido. La tres deben limpiar este desastre y no hay peros que valgan-

-¡Yo no tuve la culpa!-dijo Ungalad desconsolada

-Si usted contribuyó a hacer este desastre, contribuirá a limpiarlo- dijo Lelusse firmemente -yo las observaré y será mejor que terminen antes de que la cena se sirva-

La sobria elfa parecía tener el cabello blanco si le ponía poca atención; pero en realidad era de un dorado tan pálido que confundía. Tenía los ojos azul celeste y vestía elegantemente de blanco perla. Tardaron tanto que ya el cielo estaba oscuro; apenas ellas enjuagaban los paños con que habían limpiado y estaban dispuestas a irse cuando Lelusse habló de nuevo

-Esperen, tienen que pedirse una disculpa-

Las tres se miraron con cara de desagrado.

-Mejor que se vayan y ya- dijo Ungalad a media voz, con el pelo y el vestido hechos un desastre igual que las otras.

-Nada de eso; ustedes primero, deberán pedirle perdón por tomar el lembas y por haberla ensuciado-

Naira se mordió los labios, pero Miluinel se apresuró

-Disculpad nuestra actitud, dama Ungalad- dijo ella, con la mirada baja. La elfa de dorados cabellos sonrió complacida, pero Lelusse la presionó para que hiciera lo mismo

-Disculpadme ustedes también- dijo forzadamente. Se dieron la mano a manera de conciliación, obligadas por Lelusse y todas se retiraron a lavarse para después cenar.

Miluinel caminaba hacia su habitación, con los ánimos más calmados aunque todavía muy enojada. Se sentía tan torpe, ¡como una niña haciendo esas tonterías de pelear con harina! Tendría que darse un baño y luego aparecerse en el comedor, para cuando ya varios sabrían de su penoso espectáculo.

Pasaron un par de horas; se había puesto un vestido sencillo y una capa bastante gruesa, pues el frío comenzaba a hacerse presente. De hecho, al mirar por la ventana contempló unos nubarrones sobre el horizonte, cada vez más bajos y más próximos. Mientras caminaba por el pasillo algo la detuvo: Elrond y Celebrían con un rostro preocupado; Naira estaba ahí también, y miraba hacia todos lados, estaba realmente ansiosa. Miluinel no pudo evitar acercarse a ver qué sucedía

- Son nuestros hijos... hoy hemos tenido una discusión; pero no sabemos donde estén, los han buscado por todos lados-dijo Elrond, con el ceño pronunciado

-Los vi hace un par de horas... pero no sé a dónde iban- dijo Miluinel, tratando de hacer memoria.

-¿Y si salieron de los límites del valle?- preguntó Naira, asustada

-No... no... correrían gran peligro- dijo Celebrían, apretando la mano de su esposo

-Puedo ir a buscarlos más allá de las fronteras, sólo necesito alguien que me acompañe- se ofreció Miluinel al escuchar el comentario de Naira, que todos intuían que era verídico.

-No, dama Miluinel, podemos mandar a otros- dijo Celebrían

-Es un deber para mi... pero podrían enviar a alguien más hacia otra dirección-

Elrond se retiró y después de unos minutos volvió presuroso con Glorfindel al lado; obviamente, ya estaba enterado del asunto. Miluinel acordó partir junto al rubio noldo, hacia la dirección más probable: el norte. La elfa de nuevo fue a su habitación y se puso las ropas de cuando hacía guardia; calzó unas botas de cuero blando y una gruesa capa, además de un arco delgado, por si algo sucedía. Ya acompañada, pasó rápidamente por la explanada, el puente y después las caballerizas. Rápidamente se encaminaron al pequeño, pero tupido bosque que estaba en el lado norte, poblando las faldas de la enorme cordillera de las Montañas Nubladas. Hacía años que Miluinel no hacía algo parecido.

Caminaron un rato hasta que uno de los dos dijo algo.

-¿Dónde pudieron haber ido? ¿No estarán escondidos en las construcciones de Imladris o algo así?- preguntó Miluinel

-No... Elrond ya los conoce todos y ha buscado como loco-

-Cuando los vi parecían muy molestos... tal vez tuvieron esa infantil idea de escaparse-

-Eso creo... pero mira el problema en que se han metido-

El bosque estaba repleto de sombras y en el suelo había una espesa niebla plateada, que mientras pasaban las horas, se hacía más y más densa. La noche estaba ya bien entrada, pero el cielo no dejaba ver nada más que densas nubes que acariciaban las copas de los árboles. Estaban concentrados en su tarea: aunque a Miluinel nunca le hubiesen gustado los niños, sentía por esos gemelos un aprecio profundo. Y qué más decir de Glorfindel, que pasaba demasiado tiempo con ellos y de hecho, la última vez que había andando por esos parajes, enseñaba a los pequeños a poder sobrevivir en un bosque.

-Tal vez están en Imladris ya-

-No... hubiera venido alguien a decírnoslo-

-O tal vez no estén en esta zona-

-Siento contradeciros de nuevo, dama mía, pero esta es la única zona que conocían un poco fuera de las fronteras del valle... estarían encaprichados, pero tontos no son. Descansemos un poco-

Miluinel asintió y se sentó en una grande roca lisa. De su bolsillo sacó un trozo de lembas y río un poco "finalmente hoy las tenía que comer" pensó.

-Supe lo de vuestro incidente con las damas del pan- dijo Glorfindel conteniendo una risa cuando la vio con el trozo entre las manos.. Aunque con la bruma no se notara, ella se sonrojó.

-Fue una tontería...- dijo a media voz

-Cuando me lo contaron me reí bastante... si lo hubiera visto...-

-Fue mejor que no- replicó Miluinel y siguió caminando; el elfo tuvo que seguirla, aún conteniendo la risa.

-¿Por qué no los llamamos?-

-No es que me pase de cuidadoso, pero los trasgos y los huargos se aventuran a bajar más de sus guaridas en invierno... si hacemos ruido podríamos acarrearles algún peligro-

La elfa asintió. Siguieron andando por horas y la niebla no se disipaba; caminaban y caminaban sin rendirse, con los ojos muy abiertos y el oído aguzado... hasta que no pudieron más y descansaron un par de horas antes del amanecer. Hacía un frío penetrante y casi involuntariamente durmieron uno muy cerca del otro. Con la luz del día fue mucho más fácil, pero tampoco tuvieron éxito. A falta de mensajeros que les trajeran alguna noticia, continuaron su labor como la noche anterior. La hierba estaba cubierta por un rocío casi congelado. Aún hacía mucho frío y el día transcurrió con una mezcla de monotonía y desesperación: el mismo paisaje, sin rastro de los niños, sin mensajeros que les dijeran que ya estaban en Imladris... nada.

*

-Tormenta de nieve- dijo Glorfindel, deteniéndose un momento en la senda. Llevaba unas pardas ropas que lo confundían con el follaje boscoso; en la neblina, lo único que distinguía Miluinel era su rostro iluminado por sus brillantes ojos. La noche había caído de nuevo.

-¿Usted cree?- preguntó la elfa; se empezaba a preocupar (mucho más en serio). Si esos niños habían salido de los límites del valle, ahora, estaban en un gran peligro. Un viento helado del norte hizo que aún bajo sus gruesas capas sintieran un escalofrío.

-Definitivamente- constató el elfo y continuó caminando en largas zancadas. Ella no dudó un solo momento, a juzgar por el tono en que hablaba. Casi no hablaban y avivaban la mirada ante el menor murmullo que surgía del bosque.

-¡Por Ilúvatar! ¡¿En qué estaban pensado esos chiquillos?!- dijo Miluinel, perdiendo la calma y desplomándose en un tronco caído. Llevaban un día buscándolos, entre la espesa niebla y el bosque que los confundía. No estaban cansados en realidad, sino que tenían encima la desesperación de no encontrar a los pequeños gemelos.

-Vamos... tenemos que continuar- animó un poco el noldo, que se arrebujaba en su capa para disminuir el frío. Le tendió una mano a Miluinel y justo en ese momento una pluma helada y cayó en su mano; la nieve había llegado.

-Ahh ¡¡no!!- dijo Miluinel con los dientes apretados; Glorfindel sólo le apretó la mano y le dedicó una breve sonrisa, que la animó a seguir buscando.

La visibilidad disminuía un poco a causa de los copos que caían violentamente por el raudo viento. Se hacía tarde, no había siquiera un rastro y si lo había, la nieve se estaba encargando de borrarlo.

-Supongo que el frío les hizo buscar una cueva- dijo Glorfindel, apuntando hacia la pendiente todavía abrazada de bosque, que ascendía poco a poco hacia las Nubladas.

-Confiaré en usted y creeré que vinieron hacia acá-

Caminaron, mirando a todos lados, sin perder de vista ningún detalle, aunque borroso por la tormenta que crecía y crecía a cada minuto. La hierba que cubría el piso iba disminuyendo y daba paso a una tierra blanca y seca, formada de numerosas piedrecillas; los árboles se hacían más delgados y las cuestas más empinadas, de roca gris y helada, matizándose de blanco con el aguanieve que ahora caía; el granizo y el viento les había enrojecido la cara.

-¿Y si no subieron?- preguntó Miluinel al ver lo dificultoso de su ascenso.

-Lo tuvieron que hacer; no irían al llano sin protección- Glorfindel parecía muy seguro; tanto que a la elfa ya no le cupo la menor duda, sacudió la cabeza y siguió escalando. Todavía había árboles que dificultaban el paso por el estrecho sendero. Comenzaron a llamarlos por sus nombres, si no, no lograrían nada. Estaban en el peor momento de la tormenta; no caía nieve sino un granizo que golpeaba violentamente; el suelo de tierra apretaba se ponía resbaladizo y se aflojaba en ciertos tramos. Varias veces tuvieron que avanzar tomados de la mano para que ninguno cayera.

-¡Mirad! ¡¡Mirad ahí!! ¿Podrían ser ellos?- señaló Miluinel una pequeña cueva un poco más arriba, donde se adivinaba la tenue luz de un fuego.

-¡Tienen que ser!- dijo Glorfindel y apresuraron la marcha. La madrugada estaba entrada y la tormenta no amainaba.

Con los ánimos elevados a causa del resplandor, rápidamente estuvieron al nivel de la cueva; era una bastante grande y con rastros de que mucha más gente había estado ahí... o tal vez no dichamente "gente" a juzgar por los arañazos y las piedras golpeadas y regadas por el suelo. Glorfindel no se arriesgó y habló mentalmente.

-"Sólo niños podrían pensar que un lugar como este es un refugio"-

-"O sólo trasgos... si no son ellos no creo que sea nada bueno"-

Avanzaron en silencio, y Miluinel asomó la cabeza por la gran abertura, discretamente. Tuvieron suerte, pues precisamente se encontraban los gemelos, acurrucados uno contra otro y muy cerca del pequeño fuego que pudieron encender. La elfa le hizo una seña a su compañero y este supo que por fin los habían encontrado.

-"Míralos ahí... se les nota que la han pasado mal"- pensó Glorfindel y esbozó una sonrisa mientras los miraba

-"Ciertamente, pero se lo buscaron"-

Se sintieron tan tranquilos al mirarlos que aún no entraban en la cueva para despertarlos y sacarlos de ahí. Pero justo en ese momento el fuego se apagó y de una mohosa grieta salieron tres horribles trasgos de las montañas. Los gemelos que pronto despertaron estaban muy asustados y contemplaron aún entre penumbras esos ojos inyectados de sangre de los trasgos. Retrocedieron por instinto hasta quedar acorralados contra la pared de roca.

Miluinel sacó una flecha de su carcaj, rápida, como un relámpago y la lanzó; aún en la oscuridad ensartó por la cabeza al trasgo que más se les aproximaba a los niños. Ellos se desconcertaron, pero sintieron un gran alivio. Glorfindel fue menos discreto y de sorpresa atacó a los trasgos por detrás con su espada corta; pudo aniquilar a uno, casi sin esfuerzo y el otro huyó chillando por la misma grieta.

-¡¡Glorfindel!!- gritaron los niños al unísono y se levantaron a abrazarlo. Miluinel se acercó después y poco a poco; en realidad se había alegrado de encontrarlos, pero en su rostro dejaba ver lo molesta que estaba.

-¡Miluinel, tu también!- dijo Elrohir sonriendo tristemente; se podía adivinar que estaban realmente arrepentidos. La elfa no respondió y los miró inquisitivamente.

-Tienen mucho que explicar, pequeños- dijo Glorfindel- pero primero buscaremos un lugar seguro donde pasar la noche, esta tormenta no terminará hasta mañana-

Salieron, no sin antes dar a los niños las capas que antes trajeran puestas. Miluinel exploró sola las cuevas de un poco más arriba: sabía que ninguna sería totalmente segura, pues rondarían los trasgos... pero no importaba, necesitaban desesperadamente donde guarecerse. Los niños la habían pasado bastante mal y la tormenta no cedía... no se arriesgarían a bajar y toparse con las manadas de huargos que rondaban por los alrededores.

-¡Aquí! ¡Aquí arriba!- gritó e hizo unas señas; había encontrado una cueva un poco pequeña, pero parcialmente oculta, por lo que parecía más segura y por lo menos brindaba una protección contra el viento y la nieve. Ya ahí, no se arriesgaron más a encender fuego; dieron lembas a los niños y por fin Elladan empezó a hablar

-Bueno... es que...nos peleamos con papá- dijo tímidamente el niño

-¡¿Y por eso han decidido escaparse...- dijo Miluinel realmente molesta, pero Glorfindel tocó su hombro y la detuvo; ella entendió que los niños, ahora, no necesitaban regaños.

-Entonces... bueno, es que le hablábamos sobre nuestros planes- continuó.

-¿Planes?¿Qué planes?- inquirió tranquilamente Glorfindel

-De ser montaraces- apoyó Elrohir. Los dos elfos mayores dieron un respingo y fruncieron el ceño - ustedes saben, como esos hombres extraños que luego llegan a nuestra casa, que andan por los bosques y eso...-

-¡Sí, sí! Queremos errar por las montañas y matar orcos y lobos- afirmó Elladan

-Bueno, pues los orcos y lobos casi los matan hoy a ustedes...- dijo Miluinel, simplemente le era imposible ocultar su enfado.

-¿Entonces qué sucedió?-preguntó el rubio elfo

-Entonces mi padre se molestó... mucho- continuó Elladan - y discutimos largo tiempo, pero entonces... bueno, empezamos a enojarnos más , tanto como él y a gritar también; por que dijo que era peligroso, que era una tontería, que no quería montaraces...-

-Sí sí, y decidimos que si no nos quería tener ahí, entonces nos iríamos y nos uniríamos con los montaraces, pues digo yo que nos aceptarían y sabemos... bueno, creí que sabíamos como subsistir en un viaje- continuó Elrohir

-Un momento ¿de dónde sacaron la idea de que Elrond no los quería tener en Imladris?- preguntó Glorfindel

- Pues es que estaba tan enojado... y dijo que no nos atreviéramos, que no nos volvería hablar-

-¿Eso dijo?-

-Bueno, más o menos-

Miluinel y Glorfindel se miraron con complicidad; sabían que Elrond nunca les diría algo así a sus hijos... y si lo había hecho era por que ya había perdido a demasiada gente en ese tipo de empresas peligrosas.

-Elladan, Elrohir- dijo Glorfindel, tranquilamente y con una media sonrisa- la idea de escaparse no fue más que para contradecir a su padre, ¿no es cierto?-

Los niños asintieron tristemente.

-Bueno, les diré entonces que para ser montaraces necesitan aprender muchas cosas... lo han visto, pudieron morir esta misma noche- hizo una pausa- y no saben lo preocupados que sus padres están ahora...-

-Tienen mucho tiempo... todo el tiempo del mundo para aprender a sobrevivir en los bosques, a defenderse... no crean que lo saben todo; ya se los dijo Glorfindel, ¡pudieron hasta morir haciendo esta tontería! -

-Sí...- dijeron al mismo tiempo, con la mirada en el piso

-No es mi intención hacerlos sentir mal, pues sé que ustedes mismos saben lo mal que estuvo esto; pero desde ahora tendrán que jurarme que antes de hacer algo pensarán también en los demás y no sólo en sus caprichos- puntualizó Miluinel; de cierta manera, Glorfindel se quedó sorprendido al ver a la elfa hablar así.

-Lo sentimos... nos dio miedo cuando comenzó la tormenta... creo que esta no era la manera de resolver el problema- dijo Elladan tímidamente. Glorfindel le dio una palmada en la espalda

-Pero después de esto sabrán que hablando es como llegamos a las soluciones... y ahora... ¿Montaraces? ¿En serio?-

Elrohir río un poco. Los niños hablaban entusiasmados de lo que querían hacer y los elfos mayores se miraban, como si vislumbraran que el futuro no sería demasiado diferente... poco a poco, el ánimo empezó a disminuir y se acurrucaron entre las capas.

-¿Saben? Ustedes son una buena pareja- dijo Elrohir, acomodándose para dormir

-Sí, la dama Miluinel es una excelente expedicionaria, sin ella creo que no podría haberlos encontrado- dijo Glorfindel

-No ese tipo de pareja...- dijo Elladan con una pícara sonrisa, que correspondió Elrohir... pero los elfos parecieron no escucharlos; o no querer hacerlo.

*

Ahí estaba: Imladris estaba cubierto por una capa nívea, que con el dorado sol matinal resplandecía hermosamente. De la tormenta no quedaban ya rastros y era un hermoso día para jugar en la nieve. El trayecto fue rápido y Glorfindel se encargaba de animar a los gemelos, quienes ya esperaban que su padre no les hablara en varios días. Cuando vieron los edificios suspiraron, preparándose...

-¡¡Son ellos!! ¡¡Han llegado!!- gritó una voz familiar; esa tenía que ser Naira, quien obviamente también había estado más que preocupada, pues quería mucho a los niños.

Rápidamente, la dama Celebrían se hizo presente también y después Elrond, quien se esforzaba por no mostrar una sonrisa. Su madre corrió hacia ellos; los abrazó y los llenó de besos, en realidad había estado muy preocupada. Después Elrond se acercó y los niños bajaron la cabeza, esperando el gran regaño... pero el señor de Imladris no se pudo contener y les dio un gran abrazo.

-Elrond es demasiado sabio... sabe que sus hijos están arrepentidos- dijo Glorfindel a Miluinel, en voz baja. - pero ayudó bastante lo que les dijo anoche-

La elfa sonrió y con un movimiento de cabeza agradeció el cumplido. Celebrían y Elrond se acercaron a ellos.

-Hantalë-

-Umán ná (de nada / no fue nada)-

Aquel hermoso día de invierno, por la noche, los elfos de Imladris se reunieron en el salón del fuego. Lelusse, quien también era diestra en el arte musical, entonaba una bella canción, acompañada del arpa que decidió tocar Mahtan. El salón tenía una tenue luz dorada, que era acogedora en comparación con el clima de afuera. Los señores de Imladris estaban en un sillón, acompañados de sus hijos, quienes pronto se irían a dormir.

Había cortinas de terciopelo púrpura y alfombras en tonos suaves... el atuendo de invierno no sólo vestía a los elfos, que llevaban abrigadoras y hermosas ropas, sino también a la misma casa de Elrond. Miluinel acompañaba a Naira; desde que había llegado de la ... búsqueda, no había hablado mucho, sólo para contar de manera muy resumida su travesía. Sentía algo raro. Ella vestía de blanco; un extraño vestido afelpado y encima llevaba una capa peluda, casi transparente. Naira, como siempre, vestía de azul, pero ahora tenía una capa de terciopelo con multicolores piedrecitas bordadas en el remate inferior.

Todos estaban felices, se podía notar en el ambiente. Miluinel observó un momento todo: Elrond, Celebrían, Lindir, Elladan, Elrohir, Lelusse, Mahtan, Ungalad, Naira... Glorfindel. Su mirada se detuvo ahí. Como si el elfo lo pudiera sentir, encontró sus ojos con los de Miluinel; esta vez no sonrió como siempre, sino que pareció ponerse nervioso y desvió la vista.

Ella se quedó observándolo más tiempo...

La paz no significaba que no hubiera cambios: desde ese día, los niños parecieron crecer súbitamente y ser más maduros que nunca. Desde ese día Mahtan tocó más el arpa y pensó seriamente en hacer un viaje... y desde ese día Glorfindel no sonreía cuando miraba a Miluinel y Miluinel... bueno, miraba a Glorfindel mucho más seguido.

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Jejeje ustedes compréndanme, son tiempos de paz... había que inventar algo, no? ^^' Aclararé una cosilla, los gemelitos chulos en este capi tenían la edad mortal como de 11 años, cuando los niños se empiezan a alocar jejeje o que, nunca tuvieron esa idea de irse de su casa a hacer cosas locas? Bueno, pues ellos sí que la tuvieron. Por cierto jajajaja estoy abusando de la confianza de todas y estoy formando la mafia del Fanfiction jajaja esa que consiste en meter personajes de ostros fics (gracias a Nariko por prestarme a Ungalad) Jajajaja y pues eso, Miluinel se está destapando jajaja y ahora se le queda mirando a Glorfindel como una maníaca :P bueno, no tanto

Gracias por sus revius!! Me hacen muy feliz!! Gracias a Nariko (por su siempre infalible ayuda y por prestarme a sus personajes^^) a Anariel (hermanita!!! Esa idea que me diste dio buen resultado, se te extraña por aki u_u) a Elanta (o qué? A ti no te cuesta trabajo escribir cosas en tiempos de paz? Bueno, muchas gracias por tu reviu de siempre ^^ vale su peso en oro) a Cari-Chan (jajaja usaste el babero?) a Angie siempre por sus lindos revius en todos mis fics, a Laia ^^, a Estelita (a la cuál extrañaré y trataré de explotar estas semanas para compensar su viaje), a Carmenchuha (potencial competencia para Miluinel en cuestiones de conquistar al bienamado Glorfindel :P) y a todos los ke me lean y no se reporten con un reviu

Tenna rato!