CAPI DEDICADO A NARIKO!
¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!¡!
-¡No te apartes los puños del rostro, siempre te olvidas de la guardia Miluinel!-
Hacía años que nadie le daba órdenes. Mucho menos cuando se trataba de las disciplinas de un guerrero. Pero desde que esos teleri habían llegado con sus artes marciales sin armas, todas las mañanas, Miluinel se dedicaba a aprender los ágiles y complejos golpes que estos le enseñaban.
-Con los codos tan arriba puedo golpearte el estómago-
El ágil teleri de cabellos platinados hundió un fuerte gancho a Miluinel, quien cayó al suelo, tratando de jalar aire.
-¿Estás bien?- preguntó con la mejor de sus sonrisas. Ella sólo lo miró fulminantemente.
-Y siempre dicen que los teleri no servimos para pelear...- dijo el elfo estirando sus delgados pero fuertes brazos.
-Y siempre decimos que los teleri no son presuntuosos, pero veo que eso es una gran mentira- dijo Mahtan, quien contemplaba la pelea y también entrenaba.
-Glinnel, dame una mano- dijo Miluinel aún jadeando un poco. El teleri se acercó y la ayudó a levantarse.
-Me has costado trabajo Miluinel, pero has mejorado mucho... tus golpes ya me duelen- el elfo se frotó el brazo.
-¡Lo sabía, lo sabía aunque te hicieses el duro!- dijo ella y sonrió ampliamente.
Era una mañana fresca y dorada; el otoño apenas estaba entrando en Endor. La vida transcurría tranquilamente para los elfos de Imladris, aunque el mundo allá afuera se agitaba y cambiaba. A menudo recibían viajeros edain, cada vez con más frecuencia: montaraces de ruda apariencia y reservados hábitos. Sin embargo, no eran sólo edain los que llegaban al valle, sino elfos también, elfos que buscaban un alivio, un nuevo hogar... que buscaban aún una esperanza en ese mundo que envejecía y los dejaba poco a poco atrás.
Miluinel los veía llegar y a veces ella misma los recogía. Con el paso del tiempo dejó de ser la muchacha traviesa que era para dar paso a una imagen mucho más seria y reservada, una de las damas más respetadas en Imladris, y no sólo como tal sino también como una gran guerrera y talentosa militar.
Esa misma mañana había recibido a una elfa y a su pequeña hermana, que venían de Lothlorien. Aún no conocía bien su historia, pero en realidad le intrigaba. ¿Qué hacía una elfa tan joven en el Último Refugio, sola, a cargo de una pequeña niña?... de sus pensamientos la sacó el alegre teleri que la entrenaba (y que entrenaba a los demás valientes que habían decidido practicar su arte marcial).
-Vamos, ya te has recuperado... y ha sido suficiente por hoy, estamos aquí desde antes del amanecer; en realidad estoy cansado-
-¿Vendráis a desayunar al salón, Glinnel?-
-Claro, después de asearme, huelo a cinco horas de entrenamiento ininterrumpido-
Miluinel arrugó la nariz. El elfo la acompaño hasta la gran escalinata que daba al pasillo de su habitación. También necesitaba un buen baño; antes de llegar, soltó la cinta de su trenza y su cabello cayó por toda su espalda, ligeramente ondulado por la atadura. Llevaba unas ropas ajustadas y un tanto peculiares, las propias del extraño y ancestral arte marcial teleri. Suspiró; desde aquella noche no podía pensar libremente sin volver la memoria a aquel momento: la noche azul, la luna... y él, ahí, tan cerca como jamás había estado. Sin embargo, ahora no podía estar más lejos. Sentía tener semanas sin siquiera mirarle la sombra. Se sentía un poco sola, a pesar del ajetreo continuo del valle, de las visitas, de los viejos amigos de Naira que desde Lindon, venían a visitarla. La Dama Celebrían y Arwen habían viajado a Lothlórien junto con su madre, a pasar una temporada con sus abuelos. Miluinel sentía que no había nadie a su alrededor.
Después de tomar un baño y ponerse un cómodo vestido celeste, decidió ir al salón a tomar el desayuno por el camino más largo: bajó la escalinata y tranquilamente paseó por los jardines en niveles y escaleras cubiertas de enredaderas de Imladris. Las frutas de otoño colgaban de los árboles y todo empezaba a teñirse de dorado, pardo y rojo. El viento soplaba del sur. Miraba las hojas de los árboles detenidamente y seguía caminando. Sólo bajó los ojos cuando sintió la presencia de alguien; totalmente de frente, encontrado al sentido de su camino, venía Glorfindel. Llevaba el cabello suelto, como pocas veces le había visto, y se agitaba con el suave viento. Apenas se percató se la presencia de Miluinel, se detuvo en seco. Con una mezcla de emociones, la elfa dio unos cuantos pasos hacia él para poder hablarle.
-Aiya Glorfindel-
-Aiya- respondió esquivo, sin mirarla a los ojos.
-No os había visto en días. Me hacéis pensar que me evitáis-
-Nada de eso, Dama Miluinel, he estado... ocupado...-
-...Qué diablos... Glorfindel, soy de palabras claras; el primer día estuve desconcertada, pero ahora no puedo evitar sentirme molesta-
-¿A qué os referís?-
-Sabéis bien de lo que hablo... y el hecho de mostrarte evasivo me parece irrespetuoso para una dama; no creo poder tolerar que juguéis conmigo-
-Yo nunca... Dama Miluinel, con vuestro permiso, tengo asuntos que atender-
El elfo siguió su camino, así, sin más. Ella se quedó parada un momento más debajo del manzano donde habían conversado hacía un minuto. Su corazón ya no podría negar que no había sido nada más que un juego, un truco, un humor negro que el destino le había jugado. No merecía la pena derramar lágrimas "menos por alguien tan desconsiderado" pensó.
*
-¿De nuevo a Imladris?-
-Si madre, sabes que el Rey Thranduil está continuamente comunicado con el Señor Elrond-
-No hablaba de eso, Irimar-
Su hijo la miró con cara de interrogación y ella sólo sonrió. Irimar no sólo iría a Imladris a llevar los mensajes del rey y de hecho, Estelwen sabía que se había ofrecido a ser el mensajero real por algunos motivos ocultos, pues a Irimar nunca le había gustado salir tanto.
-No saldrás con la misma tontería que Alagos, madre...-
-Y tú no tratarás de mentirme como a él, ¿o sí querido hijo?-
Estelwen hervía agua y poco a poco agregaba las hierbas en una cantidad precisa que medía con una pequeña balanza. Preparaba una bebida para que su hijo pudiera reponerse del cansancio de la jornada de viaje. La casa de su madre siempre era más cálida que la suya, aunque, a decir verdad, no era que el joven elfo viviera solo, sino que era una especie de casa doble, conectada por un pequeño jardín. Vivían muy cerca del palacio subterráneo de Thranduil.
-Creí que disimulaba bien...- finalmente el elfo de ojos violetas cedió. Bajó la cabeza y sonrió, como si lo hubieran descubierto en una travesura.
-Lo supe desde el primer momento en que la miraste y la trataste tan mal... me sentí muy avergonzada, por cierto-
-Perdona madre, sabes que a veces soy así...-
-¡Eso no te justifica, jovencito!- dijo Estelwen sin mucha seriedad -, como sea, caíste. Es que si algo está escrito...-
-¿Escrito? ¿A qué os referís?- inquirió Irimar
- Finlomë, el padre de Miluinel y tu padre...- Estelwen respiró profundamente-, eran grandes amigos, casi como hermanos. Combatieron juntos hasta el final... el caso es que cuando Miluinel nació, tu padre dijo que ustedes dos habrían de casarse un día-
Irimar, que tenía la mirada hacia abajo todavía, pero ahora con el semblante melancólico, se irguió de pronto y soltó una exclamación
-¡¿Eso dijo mi padre?!-
-Sí, eso dijo... aunque, claro, no podemos conocer si el corazón de la Dama Miluinel...-
-Basta, no la menciones más, no hagas parecer esto un hecho... ¡y que nadie lo sepa, por Elbereth! Me sentiría bastante estúpido...-
Estelwen negó con la cabeza y siguió preparando su pócima.
*
-Estaremos bien, te aseguro que tendrás muchas más amigas de las que tenías en Lothlórien...-
Esa era la voz de la chica que apenas había llegado por la mañana. Con una rodilla sobre el piso para estar a su nivel, trataba de convencer a su pequeña hermana de que llegar a Imladris no era del todo malo. La pequeña negó con la cabeza...
-Los voy a extrañar...-
-Lo sé, yo también- a ambas se les llenaron los ojos de lágrimas-, pero nos tenemos una a la otra, y yo nunca, nunca te voy a dejar ¿me entiendes?-
Se abrazaron. A Miluinel le apenó un poco mirar un momento tan personal, pero no tuvo más remedio que pasar por el pasillo, frente a ellas.
-Aiya, espero que su corto tiempo de estancia en la casa de Elrond haya sido agradable-
-Hantalë...-
-Soy la Dama Miluinel, estoy por aquí seguido...-
-Aurëluin... y ella es mi pequeña hermana, Alqualuin-
-Por la noche acompáñenos a cenar al salón-
Dicho esto, se retiró a su habitación y se olvidó del desayuno y de todo lo demás. Apenas si pudo fingir un par de sonrisas para aquellas dos elfas, pues tenía el corazón destrozado. Se sentó en una de las sillas frente a su tocador y se miró largamente al espejo. -...no lo puedo creer....que tonta fui...-
Fue un instante de aquellos en los que sientes que tu vida cambiará para siempre. Aún más de lo que ya había cambiado. No quiso mirarlo así, pero su vida se basaba en pérdidas... primero su madre, luego su padre; en la guerra había perdido a Rohedil y también había perdido aquel brillo y vivacidad. Ahora, estaba perdiendo las esperanzas. Un gris nubarrón se le había instalado en la mente ya. Algo malo estaba por suceder, no era un presentimiento, sino una certeza. Y no hablaba solo de Glorfindel...
Tocaron a la puerta. Miluinel se levantó lentamente y, como por acto reflejo, se limpió las lágrimas aunque se dio cuenta que no tenía ninguna, como si hubiese llorado por dentro.
-Buen día, Dama Miluinel-
-Buen día Erestor ¿Qué pasa?-
-Perdone importunaros en vuestro aposento, pero requerimos a un miembro experimentado de la guardia-
-No es ninguna molestia, Erestor... olvidé que hoy era día de prácticas-
El elfo de oscuro cabello sonrió
-Permítame presentaros al joven Serthor- dijo el elfo e hizo que un joven (bastante joven de hecho) hiciera una reverencia.
-Claro que recuerdo a Serthor- dijo Miluinel sonriendo - Nunca olvido los rostros que veo en las galerías de tiro con arco...-
Al joven pareció que lo invadía la vergüenza y no dijo nada. Miluinel acordó ir a los campos de entrenamiento en cuanto se cambiara. Y en realidad había olvidado que hoy era día de prácticas de la joven guardia. Tenía que supervisar e incluso pelear con los jóvenes que a diario y con gran esfuerzo se adiestraban. Era cierto, nunca olvidaba los rostros de los jóvenes guerreros y era también difícil olvidar a ese altivo (aunque muy joven) elfo de cabellos oscuros, que era tan diestro con la espada. Incluso a veces vencía a Glorfindel...Glorfindel; no podía más.
Trenzó su cabello de atardecer firmemente, como solía hacerlo siempre para hacer guardias o viajar. Después, ajustó su armadura de cuero, tomó su arco y salió de la habitación. No tenía muchas ganas de instruir, dar órdenes y dar clases a los jóvenes, pero no tenía más remedio. Por lo menos se distraería
En los campos de entrenamiento estaban sólo los jóvenes y ningún instructor. Se había apresurado de más. Podía mirar a esos jóvenes que apenas hace unos años fueran niños traviesos que correteaban por los pasillos de Imladris. El que más se hacía notar era Serthor, a quien apenas hace un momento había saludado y parecía tan tímido; peleaba a doble espada. Miluinel reconoció que se tenía que ser bastante fuerte para coger ambas espadas y manejarlas decentemente... pero estaba de mal humor, y cuando eso sucedía se ponía en plan de maestra estricta.
-A ver jovencitos, ¿qué les dice el sol? ¡Que ya es hora de trabajar y no de estar haragandeando! ¡¡Formen filas!!-
Todos y cada uno se formaron lo más rápido que pudieron. La voz de la elfa casi daba miedo. Elladan y Elrohir se le quedaron mirando con los ojos de plato; pocas veces le habían escuchado ese tono de voz, tanta autoridad
-Sesión entera de calentamiento. Los quiero ver a todos corriendo desde aquí- ensartó una flecha en el prado- hasta el reloj de sol... y quien llegue al último dará 20 vueltas más-
Miluinel observaba a los muchachos correr ágilmente; por un momento creyó que se había pasado con la distancia, pero "ya les vendría bien saber correr cuando un troll les persiga" pensó. De momento llegó Erestor, Glorfindel y los demás tutores. Se sorprendieron al ver a los chicos correr aquella distancia
-¿Les has castigado?- preguntó Lindir
-Nada de eso... es la rutina ¡¡Elrohir!! ¡¡20 vueltas más, para que aprendas a no llegar al final!!-
Erestor y Lindir se dedicaron miradas de complicidad. Miluinel era estricta cuando entrenaba, pero nunca de tal manera.
-Muy bien muchachos, suficiente- dijo Glorfindel calmadamente y se dirigió a los elfos mayores -¿Qué tienen pensado para esta sesión?-
-Creo que es de suma importancia aprender a ser golpeado- dijo Miluinel
Lindir enarcó una ceja
-Me explicaré mejor... hay que saber recibir golpes sin ser lastimado. Hay suficientes chicos para hacer un ejercicio en pareja-
-¡Elijan una pareja!- ordenó Erestor. El ejercicio consistía en tomar de los brazos al chico en cuestión mientras los demás le golpeaban el abdomen. Parecía no tener sentido...
-¡Saquen el aire! Si se sofocan levanten las manos y descansen un poco- decía Miluinel mientras pasaba entre los elfos que hacían el ejercicio. Resultó no ser tan disparatado como se veía al principio. Lindir se ocupó de organizar las peleas cuerpo a cuerpo. Mientras la tarde se iba a golpes, la elfa guerrera se alejó un poco hacia un bosquecillo cercano, para recuperarse un poco del cansancio. Sentada en una piedra, miraba las pequeñas florecillas moradas que crecían entre el musgo... trataba de no pensar en nada
-¿Miluinel?-
Aquella voz de nuevo. Giró la cabeza y ahí estaba: igual de desarreglado que ella, con el sudor del entrenamiento en la frente y el cabello revuelto. Lo miró y no dijo nada
-Perdóname por lo de esta mañana... y por lo de la otra noche, si es que te arrepientes de que haya sucedido. Yo no-
Miluinel seguía sin decir nada, sólo le miraba fijamente
-Estaba confundido... y sé que no lo justifica, pero por lo menos lo explica. No me respondas nada si no quieres, sé que estás molesta y también sé que merezco que lo estés. Pero te debo aún decir que fue real, que ese momento no fue un accidente. Era yo, era lo que siento-
La elfa se levantó de la piedra y se disponía a irse, con una fingida indiferencia. No sabía ni siquiera lo que sentía, sólo que el orgullo le ganaba. Al pasar al lado del elfo, este, en un nuevo impulso, sintió que nunca volverá a darse el momento para actuar, tomó a la elfa del brazo y la haló contra sí, para besarla.
No había nada más que decir, ni nada más en que pensar. Estaban juntos.
-¿Entonces me perdonas?- preguntó el elfo sonriendo. Hubiera convencido a cualquiera...
Miluinel le dio un golpe en el brazo.
-No del todo-
-Vamos, perdóname hermosa- insistía con su luminosa sonrisa, acariciando el cabello castaño de la elfa. Ella soltó una risita y lo abrazó fuerte, nunca más lo dejaría ir. El ruido de las prácticas había cesado, pues habían terminado hace algunos minutos.
-Venga, vamos a cambiarnos esta ropa- dijo Glorfindel y comenzó a caminar, llevando a Miluinel de la mano
-¿Juntos?- preguntó juguetonamente. El rubio noldo comenzó a reír y se sonrojó un poco.
-No suena tan mal...-
-¡¡Tendría que estar loca, señor elfo!!- dijo ella y se le escapó corriendo. Apenas recordaba que hace un momento se sentía la elfa más desdichada de todo Imladris.
La luna ya se elevaba en un cielo entre púrpura y celeste, con la luz de la primera estrella de la tarde iluminando las copas de los árboles. Camino a la casa de Elrond vieron que una pequeña de cabello moreno venía corriendo hacia ellos.
-Mirad, han regresado ya de Lothlórien- dijo Miluinel al divisar a Arwen.
-¡¡Preciosa!!- dijo Glorfindel y la cargó como solía hacerlo siempre -Te extrañamos tanto-
-¡¿De veras me extrañaste Glorfindel?!¿Y tú Miluinel?-
-Claro, claro que lo hice...- respondió la elfa sonriendo con algo menos de entusiasmo. No tenía el mismo... tacto, para tratar a los niños como Glorfindel.
-¿Por qué la tomas de la mano, Glorfindel?- preguntó Arwen sonriendo cuando caminaban ya los tres hacia la casa. Miluinel no supo que decir, sólo se sonrojó y trató de soltarle la mano al elfo, pero este no la dejo
-Ah, pues por que a esta elfa yo la quiero- dijo el rubio noldo, mirándola con sus ojos celestes. La pequeña Arwen comenzó a reír ya hacer muchas preguntas a las cuales Glorfindel contestaba. Miluinel dejó esa conversación de lado...
Tal vez no perdería todo en la vida
Tal vez.
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CUUUUUUUUUUUUUUURSI jajajaja lo siento, no lo pude evitar. Este capi está dedicado a Nariko quien pacientemente lo esperó a morir jejeje. Bueno, pues de momento está con Glorfindel. Recuerden que en este fic nada es definitivo así que disfruten el romance y la cursilería mientras puedan muajajjaa
Gracias a Nariko, a Estela, a Niniel (qué bueno que hayas leído recién mi fic!) a Angie siempre fiel jejeje, a Enelya, a Marce y a todos aquellos que me leen y no se reportan con un reviu.
PROPAGANDA!!! POR FAVOR LEAN EL FIC "LA ESTRELLA DEL BOSQUE" DE MI QUERIDA AMIGA MARCE!! ES LA NETA!! ES MUY BUENO, BUENA HISTORIA, BUENA REDACCIÓN Y AMPLIAMENTE RECOMENDABLE, POR FAVOR!!!
Arroooooooooooouz!
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-¡No te apartes los puños del rostro, siempre te olvidas de la guardia Miluinel!-
Hacía años que nadie le daba órdenes. Mucho menos cuando se trataba de las disciplinas de un guerrero. Pero desde que esos teleri habían llegado con sus artes marciales sin armas, todas las mañanas, Miluinel se dedicaba a aprender los ágiles y complejos golpes que estos le enseñaban.
-Con los codos tan arriba puedo golpearte el estómago-
El ágil teleri de cabellos platinados hundió un fuerte gancho a Miluinel, quien cayó al suelo, tratando de jalar aire.
-¿Estás bien?- preguntó con la mejor de sus sonrisas. Ella sólo lo miró fulminantemente.
-Y siempre dicen que los teleri no servimos para pelear...- dijo el elfo estirando sus delgados pero fuertes brazos.
-Y siempre decimos que los teleri no son presuntuosos, pero veo que eso es una gran mentira- dijo Mahtan, quien contemplaba la pelea y también entrenaba.
-Glinnel, dame una mano- dijo Miluinel aún jadeando un poco. El teleri se acercó y la ayudó a levantarse.
-Me has costado trabajo Miluinel, pero has mejorado mucho... tus golpes ya me duelen- el elfo se frotó el brazo.
-¡Lo sabía, lo sabía aunque te hicieses el duro!- dijo ella y sonrió ampliamente.
Era una mañana fresca y dorada; el otoño apenas estaba entrando en Endor. La vida transcurría tranquilamente para los elfos de Imladris, aunque el mundo allá afuera se agitaba y cambiaba. A menudo recibían viajeros edain, cada vez con más frecuencia: montaraces de ruda apariencia y reservados hábitos. Sin embargo, no eran sólo edain los que llegaban al valle, sino elfos también, elfos que buscaban un alivio, un nuevo hogar... que buscaban aún una esperanza en ese mundo que envejecía y los dejaba poco a poco atrás.
Miluinel los veía llegar y a veces ella misma los recogía. Con el paso del tiempo dejó de ser la muchacha traviesa que era para dar paso a una imagen mucho más seria y reservada, una de las damas más respetadas en Imladris, y no sólo como tal sino también como una gran guerrera y talentosa militar.
Esa misma mañana había recibido a una elfa y a su pequeña hermana, que venían de Lothlorien. Aún no conocía bien su historia, pero en realidad le intrigaba. ¿Qué hacía una elfa tan joven en el Último Refugio, sola, a cargo de una pequeña niña?... de sus pensamientos la sacó el alegre teleri que la entrenaba (y que entrenaba a los demás valientes que habían decidido practicar su arte marcial).
-Vamos, ya te has recuperado... y ha sido suficiente por hoy, estamos aquí desde antes del amanecer; en realidad estoy cansado-
-¿Vendráis a desayunar al salón, Glinnel?-
-Claro, después de asearme, huelo a cinco horas de entrenamiento ininterrumpido-
Miluinel arrugó la nariz. El elfo la acompaño hasta la gran escalinata que daba al pasillo de su habitación. También necesitaba un buen baño; antes de llegar, soltó la cinta de su trenza y su cabello cayó por toda su espalda, ligeramente ondulado por la atadura. Llevaba unas ropas ajustadas y un tanto peculiares, las propias del extraño y ancestral arte marcial teleri. Suspiró; desde aquella noche no podía pensar libremente sin volver la memoria a aquel momento: la noche azul, la luna... y él, ahí, tan cerca como jamás había estado. Sin embargo, ahora no podía estar más lejos. Sentía tener semanas sin siquiera mirarle la sombra. Se sentía un poco sola, a pesar del ajetreo continuo del valle, de las visitas, de los viejos amigos de Naira que desde Lindon, venían a visitarla. La Dama Celebrían y Arwen habían viajado a Lothlórien junto con su madre, a pasar una temporada con sus abuelos. Miluinel sentía que no había nadie a su alrededor.
Después de tomar un baño y ponerse un cómodo vestido celeste, decidió ir al salón a tomar el desayuno por el camino más largo: bajó la escalinata y tranquilamente paseó por los jardines en niveles y escaleras cubiertas de enredaderas de Imladris. Las frutas de otoño colgaban de los árboles y todo empezaba a teñirse de dorado, pardo y rojo. El viento soplaba del sur. Miraba las hojas de los árboles detenidamente y seguía caminando. Sólo bajó los ojos cuando sintió la presencia de alguien; totalmente de frente, encontrado al sentido de su camino, venía Glorfindel. Llevaba el cabello suelto, como pocas veces le había visto, y se agitaba con el suave viento. Apenas se percató se la presencia de Miluinel, se detuvo en seco. Con una mezcla de emociones, la elfa dio unos cuantos pasos hacia él para poder hablarle.
-Aiya Glorfindel-
-Aiya- respondió esquivo, sin mirarla a los ojos.
-No os había visto en días. Me hacéis pensar que me evitáis-
-Nada de eso, Dama Miluinel, he estado... ocupado...-
-...Qué diablos... Glorfindel, soy de palabras claras; el primer día estuve desconcertada, pero ahora no puedo evitar sentirme molesta-
-¿A qué os referís?-
-Sabéis bien de lo que hablo... y el hecho de mostrarte evasivo me parece irrespetuoso para una dama; no creo poder tolerar que juguéis conmigo-
-Yo nunca... Dama Miluinel, con vuestro permiso, tengo asuntos que atender-
El elfo siguió su camino, así, sin más. Ella se quedó parada un momento más debajo del manzano donde habían conversado hacía un minuto. Su corazón ya no podría negar que no había sido nada más que un juego, un truco, un humor negro que el destino le había jugado. No merecía la pena derramar lágrimas "menos por alguien tan desconsiderado" pensó.
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-¿De nuevo a Imladris?-
-Si madre, sabes que el Rey Thranduil está continuamente comunicado con el Señor Elrond-
-No hablaba de eso, Irimar-
Su hijo la miró con cara de interrogación y ella sólo sonrió. Irimar no sólo iría a Imladris a llevar los mensajes del rey y de hecho, Estelwen sabía que se había ofrecido a ser el mensajero real por algunos motivos ocultos, pues a Irimar nunca le había gustado salir tanto.
-No saldrás con la misma tontería que Alagos, madre...-
-Y tú no tratarás de mentirme como a él, ¿o sí querido hijo?-
Estelwen hervía agua y poco a poco agregaba las hierbas en una cantidad precisa que medía con una pequeña balanza. Preparaba una bebida para que su hijo pudiera reponerse del cansancio de la jornada de viaje. La casa de su madre siempre era más cálida que la suya, aunque, a decir verdad, no era que el joven elfo viviera solo, sino que era una especie de casa doble, conectada por un pequeño jardín. Vivían muy cerca del palacio subterráneo de Thranduil.
-Creí que disimulaba bien...- finalmente el elfo de ojos violetas cedió. Bajó la cabeza y sonrió, como si lo hubieran descubierto en una travesura.
-Lo supe desde el primer momento en que la miraste y la trataste tan mal... me sentí muy avergonzada, por cierto-
-Perdona madre, sabes que a veces soy así...-
-¡Eso no te justifica, jovencito!- dijo Estelwen sin mucha seriedad -, como sea, caíste. Es que si algo está escrito...-
-¿Escrito? ¿A qué os referís?- inquirió Irimar
- Finlomë, el padre de Miluinel y tu padre...- Estelwen respiró profundamente-, eran grandes amigos, casi como hermanos. Combatieron juntos hasta el final... el caso es que cuando Miluinel nació, tu padre dijo que ustedes dos habrían de casarse un día-
Irimar, que tenía la mirada hacia abajo todavía, pero ahora con el semblante melancólico, se irguió de pronto y soltó una exclamación
-¡¿Eso dijo mi padre?!-
-Sí, eso dijo... aunque, claro, no podemos conocer si el corazón de la Dama Miluinel...-
-Basta, no la menciones más, no hagas parecer esto un hecho... ¡y que nadie lo sepa, por Elbereth! Me sentiría bastante estúpido...-
Estelwen negó con la cabeza y siguió preparando su pócima.
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-Estaremos bien, te aseguro que tendrás muchas más amigas de las que tenías en Lothlórien...-
Esa era la voz de la chica que apenas había llegado por la mañana. Con una rodilla sobre el piso para estar a su nivel, trataba de convencer a su pequeña hermana de que llegar a Imladris no era del todo malo. La pequeña negó con la cabeza...
-Los voy a extrañar...-
-Lo sé, yo también- a ambas se les llenaron los ojos de lágrimas-, pero nos tenemos una a la otra, y yo nunca, nunca te voy a dejar ¿me entiendes?-
Se abrazaron. A Miluinel le apenó un poco mirar un momento tan personal, pero no tuvo más remedio que pasar por el pasillo, frente a ellas.
-Aiya, espero que su corto tiempo de estancia en la casa de Elrond haya sido agradable-
-Hantalë...-
-Soy la Dama Miluinel, estoy por aquí seguido...-
-Aurëluin... y ella es mi pequeña hermana, Alqualuin-
-Por la noche acompáñenos a cenar al salón-
Dicho esto, se retiró a su habitación y se olvidó del desayuno y de todo lo demás. Apenas si pudo fingir un par de sonrisas para aquellas dos elfas, pues tenía el corazón destrozado. Se sentó en una de las sillas frente a su tocador y se miró largamente al espejo. -...no lo puedo creer....que tonta fui...-
Fue un instante de aquellos en los que sientes que tu vida cambiará para siempre. Aún más de lo que ya había cambiado. No quiso mirarlo así, pero su vida se basaba en pérdidas... primero su madre, luego su padre; en la guerra había perdido a Rohedil y también había perdido aquel brillo y vivacidad. Ahora, estaba perdiendo las esperanzas. Un gris nubarrón se le había instalado en la mente ya. Algo malo estaba por suceder, no era un presentimiento, sino una certeza. Y no hablaba solo de Glorfindel...
Tocaron a la puerta. Miluinel se levantó lentamente y, como por acto reflejo, se limpió las lágrimas aunque se dio cuenta que no tenía ninguna, como si hubiese llorado por dentro.
-Buen día, Dama Miluinel-
-Buen día Erestor ¿Qué pasa?-
-Perdone importunaros en vuestro aposento, pero requerimos a un miembro experimentado de la guardia-
-No es ninguna molestia, Erestor... olvidé que hoy era día de prácticas-
El elfo de oscuro cabello sonrió
-Permítame presentaros al joven Serthor- dijo el elfo e hizo que un joven (bastante joven de hecho) hiciera una reverencia.
-Claro que recuerdo a Serthor- dijo Miluinel sonriendo - Nunca olvido los rostros que veo en las galerías de tiro con arco...-
Al joven pareció que lo invadía la vergüenza y no dijo nada. Miluinel acordó ir a los campos de entrenamiento en cuanto se cambiara. Y en realidad había olvidado que hoy era día de prácticas de la joven guardia. Tenía que supervisar e incluso pelear con los jóvenes que a diario y con gran esfuerzo se adiestraban. Era cierto, nunca olvidaba los rostros de los jóvenes guerreros y era también difícil olvidar a ese altivo (aunque muy joven) elfo de cabellos oscuros, que era tan diestro con la espada. Incluso a veces vencía a Glorfindel...Glorfindel; no podía más.
Trenzó su cabello de atardecer firmemente, como solía hacerlo siempre para hacer guardias o viajar. Después, ajustó su armadura de cuero, tomó su arco y salió de la habitación. No tenía muchas ganas de instruir, dar órdenes y dar clases a los jóvenes, pero no tenía más remedio. Por lo menos se distraería
En los campos de entrenamiento estaban sólo los jóvenes y ningún instructor. Se había apresurado de más. Podía mirar a esos jóvenes que apenas hace unos años fueran niños traviesos que correteaban por los pasillos de Imladris. El que más se hacía notar era Serthor, a quien apenas hace un momento había saludado y parecía tan tímido; peleaba a doble espada. Miluinel reconoció que se tenía que ser bastante fuerte para coger ambas espadas y manejarlas decentemente... pero estaba de mal humor, y cuando eso sucedía se ponía en plan de maestra estricta.
-A ver jovencitos, ¿qué les dice el sol? ¡Que ya es hora de trabajar y no de estar haragandeando! ¡¡Formen filas!!-
Todos y cada uno se formaron lo más rápido que pudieron. La voz de la elfa casi daba miedo. Elladan y Elrohir se le quedaron mirando con los ojos de plato; pocas veces le habían escuchado ese tono de voz, tanta autoridad
-Sesión entera de calentamiento. Los quiero ver a todos corriendo desde aquí- ensartó una flecha en el prado- hasta el reloj de sol... y quien llegue al último dará 20 vueltas más-
Miluinel observaba a los muchachos correr ágilmente; por un momento creyó que se había pasado con la distancia, pero "ya les vendría bien saber correr cuando un troll les persiga" pensó. De momento llegó Erestor, Glorfindel y los demás tutores. Se sorprendieron al ver a los chicos correr aquella distancia
-¿Les has castigado?- preguntó Lindir
-Nada de eso... es la rutina ¡¡Elrohir!! ¡¡20 vueltas más, para que aprendas a no llegar al final!!-
Erestor y Lindir se dedicaron miradas de complicidad. Miluinel era estricta cuando entrenaba, pero nunca de tal manera.
-Muy bien muchachos, suficiente- dijo Glorfindel calmadamente y se dirigió a los elfos mayores -¿Qué tienen pensado para esta sesión?-
-Creo que es de suma importancia aprender a ser golpeado- dijo Miluinel
Lindir enarcó una ceja
-Me explicaré mejor... hay que saber recibir golpes sin ser lastimado. Hay suficientes chicos para hacer un ejercicio en pareja-
-¡Elijan una pareja!- ordenó Erestor. El ejercicio consistía en tomar de los brazos al chico en cuestión mientras los demás le golpeaban el abdomen. Parecía no tener sentido...
-¡Saquen el aire! Si se sofocan levanten las manos y descansen un poco- decía Miluinel mientras pasaba entre los elfos que hacían el ejercicio. Resultó no ser tan disparatado como se veía al principio. Lindir se ocupó de organizar las peleas cuerpo a cuerpo. Mientras la tarde se iba a golpes, la elfa guerrera se alejó un poco hacia un bosquecillo cercano, para recuperarse un poco del cansancio. Sentada en una piedra, miraba las pequeñas florecillas moradas que crecían entre el musgo... trataba de no pensar en nada
-¿Miluinel?-
Aquella voz de nuevo. Giró la cabeza y ahí estaba: igual de desarreglado que ella, con el sudor del entrenamiento en la frente y el cabello revuelto. Lo miró y no dijo nada
-Perdóname por lo de esta mañana... y por lo de la otra noche, si es que te arrepientes de que haya sucedido. Yo no-
Miluinel seguía sin decir nada, sólo le miraba fijamente
-Estaba confundido... y sé que no lo justifica, pero por lo menos lo explica. No me respondas nada si no quieres, sé que estás molesta y también sé que merezco que lo estés. Pero te debo aún decir que fue real, que ese momento no fue un accidente. Era yo, era lo que siento-
La elfa se levantó de la piedra y se disponía a irse, con una fingida indiferencia. No sabía ni siquiera lo que sentía, sólo que el orgullo le ganaba. Al pasar al lado del elfo, este, en un nuevo impulso, sintió que nunca volverá a darse el momento para actuar, tomó a la elfa del brazo y la haló contra sí, para besarla.
No había nada más que decir, ni nada más en que pensar. Estaban juntos.
-¿Entonces me perdonas?- preguntó el elfo sonriendo. Hubiera convencido a cualquiera...
Miluinel le dio un golpe en el brazo.
-No del todo-
-Vamos, perdóname hermosa- insistía con su luminosa sonrisa, acariciando el cabello castaño de la elfa. Ella soltó una risita y lo abrazó fuerte, nunca más lo dejaría ir. El ruido de las prácticas había cesado, pues habían terminado hace algunos minutos.
-Venga, vamos a cambiarnos esta ropa- dijo Glorfindel y comenzó a caminar, llevando a Miluinel de la mano
-¿Juntos?- preguntó juguetonamente. El rubio noldo comenzó a reír y se sonrojó un poco.
-No suena tan mal...-
-¡¡Tendría que estar loca, señor elfo!!- dijo ella y se le escapó corriendo. Apenas recordaba que hace un momento se sentía la elfa más desdichada de todo Imladris.
La luna ya se elevaba en un cielo entre púrpura y celeste, con la luz de la primera estrella de la tarde iluminando las copas de los árboles. Camino a la casa de Elrond vieron que una pequeña de cabello moreno venía corriendo hacia ellos.
-Mirad, han regresado ya de Lothlórien- dijo Miluinel al divisar a Arwen.
-¡¡Preciosa!!- dijo Glorfindel y la cargó como solía hacerlo siempre -Te extrañamos tanto-
-¡¿De veras me extrañaste Glorfindel?!¿Y tú Miluinel?-
-Claro, claro que lo hice...- respondió la elfa sonriendo con algo menos de entusiasmo. No tenía el mismo... tacto, para tratar a los niños como Glorfindel.
-¿Por qué la tomas de la mano, Glorfindel?- preguntó Arwen sonriendo cuando caminaban ya los tres hacia la casa. Miluinel no supo que decir, sólo se sonrojó y trató de soltarle la mano al elfo, pero este no la dejo
-Ah, pues por que a esta elfa yo la quiero- dijo el rubio noldo, mirándola con sus ojos celestes. La pequeña Arwen comenzó a reír ya hacer muchas preguntas a las cuales Glorfindel contestaba. Miluinel dejó esa conversación de lado...
Tal vez no perdería todo en la vida
Tal vez.
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CUUUUUUUUUUUUUUURSI jajajaja lo siento, no lo pude evitar. Este capi está dedicado a Nariko quien pacientemente lo esperó a morir jejeje. Bueno, pues de momento está con Glorfindel. Recuerden que en este fic nada es definitivo así que disfruten el romance y la cursilería mientras puedan muajajjaa
Gracias a Nariko, a Estela, a Niniel (qué bueno que hayas leído recién mi fic!) a Angie siempre fiel jejeje, a Enelya, a Marce y a todos aquellos que me leen y no se reportan con un reviu.
PROPAGANDA!!! POR FAVOR LEAN EL FIC "LA ESTRELLA DEL BOSQUE" DE MI QUERIDA AMIGA MARCE!! ES LA NETA!! ES MUY BUENO, BUENA HISTORIA, BUENA REDACCIÓN Y AMPLIAMENTE RECOMENDABLE, POR FAVOR!!!
Arroooooooooooouz!
