II: Si el curso empieza así, no quiero imaginar como acabará
Eran ya más de las cinco de la tarde. Había comenzado a chispear un poco. En el último vagón a la izquierda del Expreso de Hogwarts se podría respirar el aburrimiento. Adrienne hacía trenzas en el rubio y ondulado pelo de Karen, mientras Daniel leía una revista que ya había leído al menos tres veces en poco más de una hora. Adrienne suspiró. Daniel suspiró. Karen suspiró. Era su conversación más interesante desde hacía quince minutos. Ya se habían contado todo lo que habían hecho en verano. Karen tenía bastantes más cosas que contar que el resto. Habían jugado a cartas, habían hablado de tonterías, de Quidditch, del colegio y hasta de temas que nunca habrían pensado hablar.
-Karen... –le dijo Adrienne.
-¿Sí?
-Creo que me voy a dormir un rato.
Y diciendo esto se tumbó en los asientos, haciendo que Karen se tuviera que cambiar al lado de Daniel. Karen se empezó a deshacer las trenzas. Al cabo de un rato calculó el tiempo que quedaba para que llegaran a Hogwarts. No quedaba mucho.
-Adrienne –le llamó Karen.
-¿ummm?
-Despierta, que vamos a llegar dentro de poco y aún nos tenemos que cambiar. Dejaremos que Daniel se cambie primero. ¿Vale?
-De acuerdo. De todas formas no me había dormido.
Adrienne y Karen salieron del compartimiento. En pocos segundos ya estaban otra vez dentro cambiándose. Adrienne se puso a mirar en su bolsa para sacar el uniforme... pero no lo encontró. Siguió mirando y mirando. Karen, ya cambiada se acercó a preguntarle que ocurría.
-He debido de guardar la túnica y todo en el baúl, porque aquí no está. ¿Y qué voy a hacer? ¡No puedo pasearme por todo Hogwarts en mini falda!
-Tranquila Adrienne. ¿De verdad que no está? ¿Has mirado bien? ¡Daniel entra!
Daniel entró. A pesar de que Adrienne estaba montando una buena escena ni se inmutó. Se volvió a sentar y cogió la revista de nuevo.
-Lo mejor será que le pidas permiso a un profesor para subir a la habitación y mirar en el baúl. -¿Y si tampoco está en el baúl? –dijo Adrienne preocupada.
-¡Ya te dejarán alguno hasta que compres uno nuevo!
-¡Pero voy a hacer el ridículo! ¡Todo ha sido culpa tuya! Si no me hubieras metido tanta prisa...
-...ahora estaríamos en Londres.
Adrienne arrugó la nariz, se sentó bruscamente y se cruzó de brazos. Por mucho que le molestara, no tenía nada que hacer. Cuando finalmente llegaron a Hogsmeade, lo único que podía resignarse a hacer era mirar al suelo. Unos cuantos de sus compañeros le preguntaron por su atuendo. Al contarles Adrienne lo sucedido algunos se rieron. Adrienne podía sentir todas las miradas fijas en ella. Subió a un carruaje lo más rápido posible, seguida por sus amigos. En cuanto llegaron al gran castillo empezaron a buscar a algún profesor. Por suerte encontraron a Neville en el medio del vestíbulo principal, esperando a los nuevos alumnos. Aún no había mucha gente por ahí.
-¡Profesor Longbottom! –dijo Karen.
-Karen, cuantas veces he de decirte que me llames Neville...¿Adrienne qué ha ocurrido?
-He olvidado la túnica en el baúl. ¿Puedo subir al cuarto a ponérmela?
-Por supuesto, aunque no sé si aún habrán llegado. De todas formas ve y baja cuando estés lista. La contraseña es "diamantes brillantes".
Adrienne subió a toda prisa hasta la Torre Gryffindor. La Señora Gorda se sorprendió de verla tan temprano, aunque le dejo pasar una vez le hubo dado la explicación de su adelantada visita y la contraseña. La sala común estaba tan acogedora como siempre, aunque se sorprendió mucho al ver unos duendes acarreando los pesados baúles.
-¡¡LADRONES!! –gritó Adrienne- ¡¡AYUDA!! ¡¡Duendes ladrones!!
La Señora Gorda, al oír el escándalo, fue enseguida al cuadro de una amiga y dio la alarma. El mensaje fue yendo de cuadro en cuadro y en unos segundos ya estaba abajo. El Gran Comedor estaba casi lleno, aunque Neville aún estaba en el vestíbulo organizando a los últimos alumnos que llegaban. Comenzó a subir la escalera muy deprisa, seguido por los alumnos que se habían enterado de la noticia. La Señora Gorda les dejó pasar sin pedirles la contraseña y todos se amontonaron en la entrada. Adrienne estaba mirando curiosamente a los duendecillos que seguían acarreando baúles sin parar. Y cada vez había más que salían de la nada.
-¡Adrienne! –dijo Neville.
-¡Son ladrones!
-No son ladrones. Son elfos domésticos.
-¿Qué?
-Son unos elfos que han nacido para hacer las tareas de la casa.
-Pero ¿cómo? ¡Llevo años en Hogwarts y jamás he visto ninguno!
-Trabajan especialmente cuando no les ve nadie. Ahora les estamos molestando. Por favor, cámbiate y baja de una vez.
-Sí, claro.
Adrienne notó como el rubor acudía a sus mejillas. Muchos de los alumnos que habían subido con Neville se rieron y murmuraron cosas como: "¡Qué estúpida!"
-Bueno, es normal –dijo para sí mientras subía a la habitación- vengo de familia muggle, no tengo por qué saber estas cosas.
Se cambió (efectivamente su túnica estaba en el baúl) y bajo a cenar. La canción del sombrero estaba a punto de finalizar. Se sentó al lado de Karen y enfrente de Daniel. Les contó todo lo sucedido con los elfos domésticos.
-Ya lo sabemos.
-Las buenas noticias vuelan ¿No? ¿Lo sabe mucha gente?
-Casi todos.
Adrienne hundió la cara entre sus manos mientras Malfoy iba leyendo los nombres de los niños de primero. Cuando la lista terminó con Yunk, Calvin, Hermione se levantó. Adrienne no sabía nada de que hubiera cambio de director, porque se había perdido la presentación que Hermione había hecho. Por supuesto, conocía la historia de Hermione Granger. Aunque cuando ella recibió la carta de Hogwarts Hermione ya había dejado el colegio, la historia de Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley era muy conocida en la escuela. Hermione carraspeó y se dispuso a hablar.
-Bien. Hoy comienza un nuevo curso. Normalmente, como se ha hecho hasta ahora, solo podían ingresar alumnos de primer curso, pero ahora que yo soy la nueva directora esta regla ha cambiado. Hay algunos alumnos que han tenido que cambiar de país por diversas razones y por supuesto Hogwarts ha abierto sus puertas. Estos alumnos serán asignados a la casa correspondiente según decida el sombrero. Profesor Malfoy, por favor.
Malfoy abrió la misma puerta por la cual cada año entran los de primero para dar paso a una decena de muchachos, algunos más asustados que otros. Y allí estaba él. Un chico rubio con el pelo más o menos largo y ondulado, con la cara y el cuerpo más perfectos del mundo. Adrienne intentó coger aire. El corazón le latía intensamente y se estaba ruborizando. De pronto empezó a toser. Karen la sacudió un poco.
-¿Qué te pasa? ¡Parece que te estés ahogando!
-No pasa nada.
La selección de los alumnos comenzó por cuatro de segundo. Una chica fue para Gryffindor. Luego siguió con uno de tercero y dos de cuarto. Tocaba el turno de los de quinto. El maravilloso chico se sentó en el taburete y Malfoy le puso el sombrero.
-Gryffindor, Gryffindor, Gryffindor... -murmuró Adrienne con los ojos cerrados y los dedos cruzados.
Daniel y Karen la miraban asombrados.
-¡HUFFLEPUFF! –exclamó el sombrero.
-¡Mierda! –dijo Adrienne golpeando la mesa.
-¿Te gusta ese? –dijo Daniel sonriendo de medio lado.
-No, claro que no.
-Vamos, Adrienne –dijo Daniel- solo hay que verte.
Karen y Daniel se empezaron a reír.
-¿Por qué siempre os tenéis que meter conmigo? Ya estoy harta.
-Es que eres como una niña –dijo Karen- tan inocente y tan dulce.
-¿Ah sí? ¡Pues al cuerno la dulzura! Desde ahora voy a ser mala.
Adrienne se enfurruñó de nuevo.
-Pero si eso es lo que nos gusta de ti –le dijo Karen- si tu fueras tan hostil como Daniel ¡menuda panda formaríamos!
-¡oye! ¿Qué me metes a mí de por medio, doña perfecta?
-¿Lo ves?
Adrienne sonrió. En el fondo no podía evitar hacerlo cada vez que estaba con sus amigos. Y además sus continuos cambios de humor se lo impedían también.
-Bueno, ¿Y qué hay de Alejandro? –le susurró Karen aprovechando de Daniel estaba ensimismado mirando una de sus patatas.
-¿De quién?
-¡De Alejandro! ¡El chico que ha ido para Hufflepuff!
-¿Se llama Alejandro? ¿Cómo lo has sabido?
-¡Adrienne! ¡Lo ha dicho Malfoy cuando se ha puesto el sombrero! Alejandro Montero, español, de Madrid.
-Con que español ¿eh? Me parece que a lo mejor le puedo dar unas clases extras de inglés.
-Chicas –dijo Daniel harto de la conversación- ¿Cuándo dejaréis de ser tan cotillas? ¡La comida se enfría!
* * *
Tal como todos habían supuesto Karen fue nombrada prefecta, junto con Sean Cornwall, otro compañero de su clase. Adrienne se levantó tarde a la mañana siguiente, porque Karen no estaba allí pare despertarla. Por suerte Judy Kild la despertó. Judy era muy amiga de sus otras dos compañeras de cuarto: Beth Hamilton y Diane Burling. Karen y Adrienne no se llevaban mal con ellas, aunque no tenían tanta confianza como pudieran tener la una con la otra. Por otro lado estaban las gemelas Kannel, Rebecca y Samantha que iban siempre juntas a todas partes, lo cual a veces resultaba cómico.
Adrienne bajó a la sala común lo más rápido que pudo. Había mucha gente mirando el tablón de anuncios, probablemente copiando sus respectivos horarios. Sin embargo, no había ni rastro de los dos prefectos. Ni tampoco de Daniel. Adrienne chocó contra Jack Simmons.
-¡Ey Adrienne! Ten más cuidado.
-Jack, ¿has visto a Daniel? Supongo que Sean y Karen estarán liados con algún tema de prefectos.
-Me habías asustado con lo de "estar liados".
Adrienne rió un poco. Los verdes ojos de Jack se movían. Al parecer él también buscaba a alguien.
-¿A quien buscas?
-A Eric y a Dennis. Hoy me he despertado yo solo en la habitación. ¿Les ha dado a todos por madrugar?
-Eso parece. A mi me ha despertado Judy, diciéndome que ya se iban. Ni rastro de las gemelas ni de Karen ¿Qué hora es?
-Las ocho y media.
-¿Qué? ¡Pero si aún no he desayunado! Lo siento, Jack ¡me voy! Si veo a Eric o a Dennis ya les diré que los buscas.
Adrienne iba diciendo estas palabras al tiempo que corría hacia el cuadro. En ese momento se abrió y un chico moreno, alto y robusto entró.
-¡Adrienne! ¡Ten más cuidado! -¡Dennis! Jack te está buscando. -Si me lo imaginaba. Anda levanta. -Tengo prisa. ¡Adiós!
Adrienne se levantó tropezando un poco.
-Ten más cuidado.
-Es la tercera vez que me lo dicen en dos minutos.
Adrienne bajaba la escalera mientras la mayoría de la gente la subía. Todos tenían que coger libros y demás material. Cuando Adrienne terminó de desayunar algo, subió a la sala común al igual que todos sus compañeros habían hecho mientras ella bajaba. Miró el tablón de anuncios para ver que clase tenía.
-Pociones. Perfecto –dijo irónica.
Volvió a bajar y consiguió llegar a las nueve y dos minutos a las mazmorras. Por desgracia conocía bien a Draco Malfoy. Siempre era puntual, para meterse con cualquiera que llegara tarde. Entró en la clase y suspiró hondo.
-Buenos días profesor Malfoy, lamento haber llegado tarde pero es que...
-¿Adrienne Moore? ¡Cómo no! Tú no tienes clase de Pociones hasta la tarde. Estos son de cuarto. Tu ahora tienes Encantamientos.
-¡Oh no! ¡Disculpe!
Adrienne aún tenía las risas de la gente resonando en los oídos cuando llegó al aula correcta. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? Al parecer con la prisa había confundido los horarios. El profesor Filtwitck le echó un poco la bronca por haber llegado tan tarde el primer día. Se excusó y le explicó más o menos lo ocurrido. Luego se sentó en su sitio, donde le contó a Karen por lo bajo todo lo que le había sucedido. Esta la miraba sorprendida. Incluso para Adrienne, aquello era demasiado. Cuando terminó la clase de Encantamientos fueron a Herbología. Adrienne estaba ansiosa porque sabía que allí se encontraría con Alejandro y tendría la oportunidad de verle de cerca. Desde que el día anterior lo hubiera visto poniéndose el gorro no le había vuelto a ver. Fue como en una nube hasta el invernadero número 5 (el que tenían asignado ese año. Karen le dio una copia del horario, para que Adrienne no cometiera más fallos. Karen, Adrienne y Daniel se sentaron juntos en uno de los bancos. Adrienne apretó fuertemente el brazo de Karen cuando "ÉL" hizo su aparición. Venía acompañado de casi todo su curso. Al parecer en tan solo un día se había hecho muy popular. Y es que era el típico prototipo de chico popular. Guapo, divertido, interesante, simpático... al menos eso suponía Adrienne según le miraba con los ojos perdidos. Neville entró en la clase y sonrió con su redonda cara. Neville era el jefe de la casa Gryffindor y era querido por la mayoría de los alumnos. Sus clases eran siempre amenas y casi nunca se ponía de mal humor.
-Buenos días. Todos excepto Alejandro me conocéis del año pasado y más o menos ya sabéis como funcionan mis clases. Alejandro, ¿me harías el favor de venir y explicarme algo sobre las plantas "akicerateas"? Como sabéis estas las dimos el año pasado. Solo quiero averiguar si el nivel de Alejandro está bien. Si quieres puedes presentarte a los de Gryffindor, porque supongo que los de Hufflepuff ya te conocen.
-Claro profesor Longbottom –dijo Alejandro saliendo resuelto a la pizarra- me llamo Alejandro Montero, aunque prefiero que me llaméis Alex. Vengo de Madrid y siento mucho si mi acento os resulta incómodo. Respondiendo a la pregunta del profesor Longbottom, las plantas akicerateas son las que se usan, hechas infusión, para hacer recordar o olvidar, según el tipo de planta. ¿Es suficiente?
-Sí, muy bien Alex. Aunque en vez de llamarme profesor Longbottom prefiero que me llames Neville. Toda la clase lo hace así y no me parecería bien que tú no. Cinco puntos para Hufflepuff.
Adrienne le miraba anonadada según las palabras salían de la boca de Alex. Y así se pasó toda la clase, mirándole con cara abobada. Solo apartaba la mirada cuando los azules ojos de Alex se posaban en los suyos, lo cual la delataba. Cuando salieron de clase tenían recreo. Daniel se fue entre los jardines y Karen y Adrienne se quedaron hablando en un banco. Por supuesto, Adrienne sacó enseguida a relucir el tema del día: Alex.
-¡Es perfecto! ¿Quién dijo que los chicos españoles eran todos morenos? Este es como a mí me gustan, rubio, ojos azules, increíble sonrisa... Y ¿has visto como habla? Me encanta su acento, aunque es mínimo.
-¡Vale ya Adrienne! –le dijo Karen de mal humor- ¡Llevas todo la mañana hablando de él! ¡Déjame descansar un poco!
Adrienne se levantó y se marchó resentida murmurando con descaro las últimas palabras que Karen había dicho. Estaba resentida, porque para una vez que a ella le gustaba un chico su amiga no le podía soportar hablando de él más que unos minutos, mientras que ella aguantó meses la charla sobre Heath "perfecto" Jackson. Por suerte era de séptimo y ya había abandonado el colegio.
-¡Cuidado! –dijo alguien.
Adrienne, tan inmersa en sus pensamientos como estaba no vio venir la quaffle con la que estaban jugando unos chicos. Le golpeó en toda la cara y mientras notó como se le adormilaba y enrojecía la mejilla derecha, escuchó también unas risas que la pusieron aún de peor humor. Recogió la pelota para dársela al maldito chico que la había lanzado. Eran cinco chicos de quinto de Hufflepuff y entre ellos estaba por supuesto Alex. Se quedó como embobada de nuevo.
-¡Ey atontada! –le dijo George Kend - ¡Adrienne! ¿Vas a pasar la quaffle o qué?
Adrienne la lanzó irritada. ¡Encima que le pegaban un balonazo con exigencias! Se sentó en un banco cercano, para poder mirar de reojo a Alex. Se preguntó a qué demonios estarían jugando, porque tenían quaffle pero jugaban con los pies. Era parecido al fútbol. Nunca antes había visto jugar a este deporte. No se dio cuenta de que alguien tomaba asiento a su lado. Pego un buen grito justo antes de reconocer a Dennis.
-¡Adrienne! ¿Te quieres callar? Te he visto sola y he pensado en hacerte compañía. Yo también estoy solo.
-He discutido con Karen y Daniel no sé dónde está. ¿Y los demás?
-Creo que Eric y Jack le están preparando algo a la señorita Dastes. Ya sabes que es tan tontita...
-¿Y Sean?
-Ayudando a Neville con no sé qué. Es una pelota. Parece que él único normal de la casa Gryffindor soy yo... aunque tú...
-No hace falta que digas nada. Está claro que no soy muy normal o al menos la suerte no está de mi lado últimamente. Se me olvida el uniforme, pienso que los elfos domésticos son ladrones, me equivoco de clase el primer día, llego tarde a la clase correcta y para colmo me acaban de dar un balonazo delante del chico más guapo del colegio. Si el curso empieza así, no quiero imaginar como acabará.
-Tu siempre igual ¿no Adrienne? Siempre pensando en lo peor. Anda, vamos a Cuidado de Criaturas Mágicas y te pienso llevar hasta allí para que no te pierdas.
Adrienne sonrió mientras Dennis le pasaba su fuerte brazo por encima de los hombros. Solo deseaba que Alex Montero mirara hacia allí y se muriera de celos, aunque sabía que eso solo pasaría en sueños.
Eran ya más de las cinco de la tarde. Había comenzado a chispear un poco. En el último vagón a la izquierda del Expreso de Hogwarts se podría respirar el aburrimiento. Adrienne hacía trenzas en el rubio y ondulado pelo de Karen, mientras Daniel leía una revista que ya había leído al menos tres veces en poco más de una hora. Adrienne suspiró. Daniel suspiró. Karen suspiró. Era su conversación más interesante desde hacía quince minutos. Ya se habían contado todo lo que habían hecho en verano. Karen tenía bastantes más cosas que contar que el resto. Habían jugado a cartas, habían hablado de tonterías, de Quidditch, del colegio y hasta de temas que nunca habrían pensado hablar.
-Karen... –le dijo Adrienne.
-¿Sí?
-Creo que me voy a dormir un rato.
Y diciendo esto se tumbó en los asientos, haciendo que Karen se tuviera que cambiar al lado de Daniel. Karen se empezó a deshacer las trenzas. Al cabo de un rato calculó el tiempo que quedaba para que llegaran a Hogwarts. No quedaba mucho.
-Adrienne –le llamó Karen.
-¿ummm?
-Despierta, que vamos a llegar dentro de poco y aún nos tenemos que cambiar. Dejaremos que Daniel se cambie primero. ¿Vale?
-De acuerdo. De todas formas no me había dormido.
Adrienne y Karen salieron del compartimiento. En pocos segundos ya estaban otra vez dentro cambiándose. Adrienne se puso a mirar en su bolsa para sacar el uniforme... pero no lo encontró. Siguió mirando y mirando. Karen, ya cambiada se acercó a preguntarle que ocurría.
-He debido de guardar la túnica y todo en el baúl, porque aquí no está. ¿Y qué voy a hacer? ¡No puedo pasearme por todo Hogwarts en mini falda!
-Tranquila Adrienne. ¿De verdad que no está? ¿Has mirado bien? ¡Daniel entra!
Daniel entró. A pesar de que Adrienne estaba montando una buena escena ni se inmutó. Se volvió a sentar y cogió la revista de nuevo.
-Lo mejor será que le pidas permiso a un profesor para subir a la habitación y mirar en el baúl. -¿Y si tampoco está en el baúl? –dijo Adrienne preocupada.
-¡Ya te dejarán alguno hasta que compres uno nuevo!
-¡Pero voy a hacer el ridículo! ¡Todo ha sido culpa tuya! Si no me hubieras metido tanta prisa...
-...ahora estaríamos en Londres.
Adrienne arrugó la nariz, se sentó bruscamente y se cruzó de brazos. Por mucho que le molestara, no tenía nada que hacer. Cuando finalmente llegaron a Hogsmeade, lo único que podía resignarse a hacer era mirar al suelo. Unos cuantos de sus compañeros le preguntaron por su atuendo. Al contarles Adrienne lo sucedido algunos se rieron. Adrienne podía sentir todas las miradas fijas en ella. Subió a un carruaje lo más rápido posible, seguida por sus amigos. En cuanto llegaron al gran castillo empezaron a buscar a algún profesor. Por suerte encontraron a Neville en el medio del vestíbulo principal, esperando a los nuevos alumnos. Aún no había mucha gente por ahí.
-¡Profesor Longbottom! –dijo Karen.
-Karen, cuantas veces he de decirte que me llames Neville...¿Adrienne qué ha ocurrido?
-He olvidado la túnica en el baúl. ¿Puedo subir al cuarto a ponérmela?
-Por supuesto, aunque no sé si aún habrán llegado. De todas formas ve y baja cuando estés lista. La contraseña es "diamantes brillantes".
Adrienne subió a toda prisa hasta la Torre Gryffindor. La Señora Gorda se sorprendió de verla tan temprano, aunque le dejo pasar una vez le hubo dado la explicación de su adelantada visita y la contraseña. La sala común estaba tan acogedora como siempre, aunque se sorprendió mucho al ver unos duendes acarreando los pesados baúles.
-¡¡LADRONES!! –gritó Adrienne- ¡¡AYUDA!! ¡¡Duendes ladrones!!
La Señora Gorda, al oír el escándalo, fue enseguida al cuadro de una amiga y dio la alarma. El mensaje fue yendo de cuadro en cuadro y en unos segundos ya estaba abajo. El Gran Comedor estaba casi lleno, aunque Neville aún estaba en el vestíbulo organizando a los últimos alumnos que llegaban. Comenzó a subir la escalera muy deprisa, seguido por los alumnos que se habían enterado de la noticia. La Señora Gorda les dejó pasar sin pedirles la contraseña y todos se amontonaron en la entrada. Adrienne estaba mirando curiosamente a los duendecillos que seguían acarreando baúles sin parar. Y cada vez había más que salían de la nada.
-¡Adrienne! –dijo Neville.
-¡Son ladrones!
-No son ladrones. Son elfos domésticos.
-¿Qué?
-Son unos elfos que han nacido para hacer las tareas de la casa.
-Pero ¿cómo? ¡Llevo años en Hogwarts y jamás he visto ninguno!
-Trabajan especialmente cuando no les ve nadie. Ahora les estamos molestando. Por favor, cámbiate y baja de una vez.
-Sí, claro.
Adrienne notó como el rubor acudía a sus mejillas. Muchos de los alumnos que habían subido con Neville se rieron y murmuraron cosas como: "¡Qué estúpida!"
-Bueno, es normal –dijo para sí mientras subía a la habitación- vengo de familia muggle, no tengo por qué saber estas cosas.
Se cambió (efectivamente su túnica estaba en el baúl) y bajo a cenar. La canción del sombrero estaba a punto de finalizar. Se sentó al lado de Karen y enfrente de Daniel. Les contó todo lo sucedido con los elfos domésticos.
-Ya lo sabemos.
-Las buenas noticias vuelan ¿No? ¿Lo sabe mucha gente?
-Casi todos.
Adrienne hundió la cara entre sus manos mientras Malfoy iba leyendo los nombres de los niños de primero. Cuando la lista terminó con Yunk, Calvin, Hermione se levantó. Adrienne no sabía nada de que hubiera cambio de director, porque se había perdido la presentación que Hermione había hecho. Por supuesto, conocía la historia de Hermione Granger. Aunque cuando ella recibió la carta de Hogwarts Hermione ya había dejado el colegio, la historia de Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley era muy conocida en la escuela. Hermione carraspeó y se dispuso a hablar.
-Bien. Hoy comienza un nuevo curso. Normalmente, como se ha hecho hasta ahora, solo podían ingresar alumnos de primer curso, pero ahora que yo soy la nueva directora esta regla ha cambiado. Hay algunos alumnos que han tenido que cambiar de país por diversas razones y por supuesto Hogwarts ha abierto sus puertas. Estos alumnos serán asignados a la casa correspondiente según decida el sombrero. Profesor Malfoy, por favor.
Malfoy abrió la misma puerta por la cual cada año entran los de primero para dar paso a una decena de muchachos, algunos más asustados que otros. Y allí estaba él. Un chico rubio con el pelo más o menos largo y ondulado, con la cara y el cuerpo más perfectos del mundo. Adrienne intentó coger aire. El corazón le latía intensamente y se estaba ruborizando. De pronto empezó a toser. Karen la sacudió un poco.
-¿Qué te pasa? ¡Parece que te estés ahogando!
-No pasa nada.
La selección de los alumnos comenzó por cuatro de segundo. Una chica fue para Gryffindor. Luego siguió con uno de tercero y dos de cuarto. Tocaba el turno de los de quinto. El maravilloso chico se sentó en el taburete y Malfoy le puso el sombrero.
-Gryffindor, Gryffindor, Gryffindor... -murmuró Adrienne con los ojos cerrados y los dedos cruzados.
Daniel y Karen la miraban asombrados.
-¡HUFFLEPUFF! –exclamó el sombrero.
-¡Mierda! –dijo Adrienne golpeando la mesa.
-¿Te gusta ese? –dijo Daniel sonriendo de medio lado.
-No, claro que no.
-Vamos, Adrienne –dijo Daniel- solo hay que verte.
Karen y Daniel se empezaron a reír.
-¿Por qué siempre os tenéis que meter conmigo? Ya estoy harta.
-Es que eres como una niña –dijo Karen- tan inocente y tan dulce.
-¿Ah sí? ¡Pues al cuerno la dulzura! Desde ahora voy a ser mala.
Adrienne se enfurruñó de nuevo.
-Pero si eso es lo que nos gusta de ti –le dijo Karen- si tu fueras tan hostil como Daniel ¡menuda panda formaríamos!
-¡oye! ¿Qué me metes a mí de por medio, doña perfecta?
-¿Lo ves?
Adrienne sonrió. En el fondo no podía evitar hacerlo cada vez que estaba con sus amigos. Y además sus continuos cambios de humor se lo impedían también.
-Bueno, ¿Y qué hay de Alejandro? –le susurró Karen aprovechando de Daniel estaba ensimismado mirando una de sus patatas.
-¿De quién?
-¡De Alejandro! ¡El chico que ha ido para Hufflepuff!
-¿Se llama Alejandro? ¿Cómo lo has sabido?
-¡Adrienne! ¡Lo ha dicho Malfoy cuando se ha puesto el sombrero! Alejandro Montero, español, de Madrid.
-Con que español ¿eh? Me parece que a lo mejor le puedo dar unas clases extras de inglés.
-Chicas –dijo Daniel harto de la conversación- ¿Cuándo dejaréis de ser tan cotillas? ¡La comida se enfría!
* * *
Tal como todos habían supuesto Karen fue nombrada prefecta, junto con Sean Cornwall, otro compañero de su clase. Adrienne se levantó tarde a la mañana siguiente, porque Karen no estaba allí pare despertarla. Por suerte Judy Kild la despertó. Judy era muy amiga de sus otras dos compañeras de cuarto: Beth Hamilton y Diane Burling. Karen y Adrienne no se llevaban mal con ellas, aunque no tenían tanta confianza como pudieran tener la una con la otra. Por otro lado estaban las gemelas Kannel, Rebecca y Samantha que iban siempre juntas a todas partes, lo cual a veces resultaba cómico.
Adrienne bajó a la sala común lo más rápido que pudo. Había mucha gente mirando el tablón de anuncios, probablemente copiando sus respectivos horarios. Sin embargo, no había ni rastro de los dos prefectos. Ni tampoco de Daniel. Adrienne chocó contra Jack Simmons.
-¡Ey Adrienne! Ten más cuidado.
-Jack, ¿has visto a Daniel? Supongo que Sean y Karen estarán liados con algún tema de prefectos.
-Me habías asustado con lo de "estar liados".
Adrienne rió un poco. Los verdes ojos de Jack se movían. Al parecer él también buscaba a alguien.
-¿A quien buscas?
-A Eric y a Dennis. Hoy me he despertado yo solo en la habitación. ¿Les ha dado a todos por madrugar?
-Eso parece. A mi me ha despertado Judy, diciéndome que ya se iban. Ni rastro de las gemelas ni de Karen ¿Qué hora es?
-Las ocho y media.
-¿Qué? ¡Pero si aún no he desayunado! Lo siento, Jack ¡me voy! Si veo a Eric o a Dennis ya les diré que los buscas.
Adrienne iba diciendo estas palabras al tiempo que corría hacia el cuadro. En ese momento se abrió y un chico moreno, alto y robusto entró.
-¡Adrienne! ¡Ten más cuidado! -¡Dennis! Jack te está buscando. -Si me lo imaginaba. Anda levanta. -Tengo prisa. ¡Adiós!
Adrienne se levantó tropezando un poco.
-Ten más cuidado.
-Es la tercera vez que me lo dicen en dos minutos.
Adrienne bajaba la escalera mientras la mayoría de la gente la subía. Todos tenían que coger libros y demás material. Cuando Adrienne terminó de desayunar algo, subió a la sala común al igual que todos sus compañeros habían hecho mientras ella bajaba. Miró el tablón de anuncios para ver que clase tenía.
-Pociones. Perfecto –dijo irónica.
Volvió a bajar y consiguió llegar a las nueve y dos minutos a las mazmorras. Por desgracia conocía bien a Draco Malfoy. Siempre era puntual, para meterse con cualquiera que llegara tarde. Entró en la clase y suspiró hondo.
-Buenos días profesor Malfoy, lamento haber llegado tarde pero es que...
-¿Adrienne Moore? ¡Cómo no! Tú no tienes clase de Pociones hasta la tarde. Estos son de cuarto. Tu ahora tienes Encantamientos.
-¡Oh no! ¡Disculpe!
Adrienne aún tenía las risas de la gente resonando en los oídos cuando llegó al aula correcta. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? Al parecer con la prisa había confundido los horarios. El profesor Filtwitck le echó un poco la bronca por haber llegado tan tarde el primer día. Se excusó y le explicó más o menos lo ocurrido. Luego se sentó en su sitio, donde le contó a Karen por lo bajo todo lo que le había sucedido. Esta la miraba sorprendida. Incluso para Adrienne, aquello era demasiado. Cuando terminó la clase de Encantamientos fueron a Herbología. Adrienne estaba ansiosa porque sabía que allí se encontraría con Alejandro y tendría la oportunidad de verle de cerca. Desde que el día anterior lo hubiera visto poniéndose el gorro no le había vuelto a ver. Fue como en una nube hasta el invernadero número 5 (el que tenían asignado ese año. Karen le dio una copia del horario, para que Adrienne no cometiera más fallos. Karen, Adrienne y Daniel se sentaron juntos en uno de los bancos. Adrienne apretó fuertemente el brazo de Karen cuando "ÉL" hizo su aparición. Venía acompañado de casi todo su curso. Al parecer en tan solo un día se había hecho muy popular. Y es que era el típico prototipo de chico popular. Guapo, divertido, interesante, simpático... al menos eso suponía Adrienne según le miraba con los ojos perdidos. Neville entró en la clase y sonrió con su redonda cara. Neville era el jefe de la casa Gryffindor y era querido por la mayoría de los alumnos. Sus clases eran siempre amenas y casi nunca se ponía de mal humor.
-Buenos días. Todos excepto Alejandro me conocéis del año pasado y más o menos ya sabéis como funcionan mis clases. Alejandro, ¿me harías el favor de venir y explicarme algo sobre las plantas "akicerateas"? Como sabéis estas las dimos el año pasado. Solo quiero averiguar si el nivel de Alejandro está bien. Si quieres puedes presentarte a los de Gryffindor, porque supongo que los de Hufflepuff ya te conocen.
-Claro profesor Longbottom –dijo Alejandro saliendo resuelto a la pizarra- me llamo Alejandro Montero, aunque prefiero que me llaméis Alex. Vengo de Madrid y siento mucho si mi acento os resulta incómodo. Respondiendo a la pregunta del profesor Longbottom, las plantas akicerateas son las que se usan, hechas infusión, para hacer recordar o olvidar, según el tipo de planta. ¿Es suficiente?
-Sí, muy bien Alex. Aunque en vez de llamarme profesor Longbottom prefiero que me llames Neville. Toda la clase lo hace así y no me parecería bien que tú no. Cinco puntos para Hufflepuff.
Adrienne le miraba anonadada según las palabras salían de la boca de Alex. Y así se pasó toda la clase, mirándole con cara abobada. Solo apartaba la mirada cuando los azules ojos de Alex se posaban en los suyos, lo cual la delataba. Cuando salieron de clase tenían recreo. Daniel se fue entre los jardines y Karen y Adrienne se quedaron hablando en un banco. Por supuesto, Adrienne sacó enseguida a relucir el tema del día: Alex.
-¡Es perfecto! ¿Quién dijo que los chicos españoles eran todos morenos? Este es como a mí me gustan, rubio, ojos azules, increíble sonrisa... Y ¿has visto como habla? Me encanta su acento, aunque es mínimo.
-¡Vale ya Adrienne! –le dijo Karen de mal humor- ¡Llevas todo la mañana hablando de él! ¡Déjame descansar un poco!
Adrienne se levantó y se marchó resentida murmurando con descaro las últimas palabras que Karen había dicho. Estaba resentida, porque para una vez que a ella le gustaba un chico su amiga no le podía soportar hablando de él más que unos minutos, mientras que ella aguantó meses la charla sobre Heath "perfecto" Jackson. Por suerte era de séptimo y ya había abandonado el colegio.
-¡Cuidado! –dijo alguien.
Adrienne, tan inmersa en sus pensamientos como estaba no vio venir la quaffle con la que estaban jugando unos chicos. Le golpeó en toda la cara y mientras notó como se le adormilaba y enrojecía la mejilla derecha, escuchó también unas risas que la pusieron aún de peor humor. Recogió la pelota para dársela al maldito chico que la había lanzado. Eran cinco chicos de quinto de Hufflepuff y entre ellos estaba por supuesto Alex. Se quedó como embobada de nuevo.
-¡Ey atontada! –le dijo George Kend - ¡Adrienne! ¿Vas a pasar la quaffle o qué?
Adrienne la lanzó irritada. ¡Encima que le pegaban un balonazo con exigencias! Se sentó en un banco cercano, para poder mirar de reojo a Alex. Se preguntó a qué demonios estarían jugando, porque tenían quaffle pero jugaban con los pies. Era parecido al fútbol. Nunca antes había visto jugar a este deporte. No se dio cuenta de que alguien tomaba asiento a su lado. Pego un buen grito justo antes de reconocer a Dennis.
-¡Adrienne! ¿Te quieres callar? Te he visto sola y he pensado en hacerte compañía. Yo también estoy solo.
-He discutido con Karen y Daniel no sé dónde está. ¿Y los demás?
-Creo que Eric y Jack le están preparando algo a la señorita Dastes. Ya sabes que es tan tontita...
-¿Y Sean?
-Ayudando a Neville con no sé qué. Es una pelota. Parece que él único normal de la casa Gryffindor soy yo... aunque tú...
-No hace falta que digas nada. Está claro que no soy muy normal o al menos la suerte no está de mi lado últimamente. Se me olvida el uniforme, pienso que los elfos domésticos son ladrones, me equivoco de clase el primer día, llego tarde a la clase correcta y para colmo me acaban de dar un balonazo delante del chico más guapo del colegio. Si el curso empieza así, no quiero imaginar como acabará.
-Tu siempre igual ¿no Adrienne? Siempre pensando en lo peor. Anda, vamos a Cuidado de Criaturas Mágicas y te pienso llevar hasta allí para que no te pierdas.
Adrienne sonrió mientras Dennis le pasaba su fuerte brazo por encima de los hombros. Solo deseaba que Alex Montero mirara hacia allí y se muriera de celos, aunque sabía que eso solo pasaría en sueños.
